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Full text of "Historia De La Astronomia Argentina"

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Asociación 



ISBN 978-987-05-7245-9 


Historia de la 
Astronomía Argentina 

AAABS N-2 



ASOCIACIÓN ARGENTINA DE ASTRONOMÍA 
BOOK SERIES 


VOLUME 2 


La Plata, 2009 







ASOCIACIÓN ARGENTINA DE ASTRONOMÍA 
BOOK SERIES 


VOLUME 2 


ASOCIACIÓN ARGENTINA DE ASTRONOMÍA 

Historia de la Astronomía Argentina 

Facultad de Cs. Astronómicas y Geofísicas, UNLP, La Plata, Argentina 

29-30 May 2008 


Editado por 

Gustavo E. Romero 

IAR-CONICET, FCAG-UNLP 

Sergio A. Cellone 

IALP-CONICET/UNLP, FCAG-UNLP 

Sofía A. Cora 

IALP-CONICET/UNLP, FCAG-UNLP 


LA PLATA 
2009 




* 

Indice 

Prefacio. Vil 

Historia de la astronomía en la Argentina . 1 

M. de Asúa 

Astronomía e institucionalización de la ciencia y la política cien¬ 
tífica en la Argentina . 21 

D. Hurtado S¿ P. Souza 

Tres fechas importantes en la historia de la Astronomía 

Argentina: 1871 , 1935 , 1958 . 43 

Jorge Sahade 

Historia del Observatorio Astronómico de Córdoba. 51 

S. Paolantonio y E. Minniti 

El Observatorio Astronómico de La Plata.169 

R. A. Per domo 

El Observatorio Astronómico Félix Aguilar.187 

G. E. López 

Historia del IAR.217 

E. Bajaja 

Historia del Observatorio Naval Buenos Aires.297 

A. Cifuentes Cárdenas y C. Nicodemo 

Historia del Instituto de Astronomía y Física del Espacio .... 307 

M. D. Melita 

Historia de la Astronomía de altas energías en Argentina .... 357 

A. C. Rover o 

índice de Autores.403 


V 













VI 



Prefacio 


Entre los días 29 y 30 de mayo de 2008 se celebró en la Facultad de Ciencias 
Astronómicas y Geofísicas de la Universidad Nacional de La Plata un Workshop 
organizado por la Asociación Argentina de Astronomía y dedicado a la discusión 
de la historia de la astronomía en el país. La reunión fue parte de un proceso 
de rescate de la memoria histórica de esta ciencia encarado por la Comisión Di¬ 
rectiva (2005-2008) de la Asociación, que incluyó la investigación de todas las 
actas existentes de las Asambleas Ordinarias de la institución, el estudio de los 
Boletines publicados hasta esa fecha, y las actas de las reuniones de Comisiones 
Directivas previas, así como reportajes a figuras claves de la astronomía argen¬ 
tina. Parte del material reunido fue hecho público en el renovado sitio web de la 
institución (http://www.astronomiaargentina.org.ar/). 

El Workshop realizado en mayo de 2008 fue el resultado de un anhelo que la 
Comisión Directiva había albergado desde su misma elección en septiembre de 
2005. La idea era reunir en un volumen las contribuciones, no sólo de astrónomos, 
sino también de historiadores profesionales, para producir una obra heterogénea 
que pudiese servir como fuente para futuras investigaciones historiográficas. El 
temario de la reunión fue el siguiente: 

1. Historia de la Astronomía Argentina. 

2. Historia de las Políticas Científicas en Argentina. 

3. Historia de los distintos Observatorios e Institutos Astronómicos Argenti¬ 
nos. 

4. Primeros pasos de nuevas áreas astronómicas. 

5. Trabajos pioneros en Argentina. 

6. Año Internacional de la Astronomía. 

Participaron unos 40 investigadores y estudiantes, y se presentaron contribucio¬ 
nes originales relacionadas con los temas arriba enumerados. El volumen que 
hoy ofrecemos al lector recoge los trabajos invitados que fueron presentados. 
No se impuso restricción de páginas a los mismos, quedando la extensión de¬ 
terminada por el tema y las necesidades de los autores. Lamentablemente, no 
todos los invitados enviaron su contribución, por lo que quedan algunos huecos, 
como el relacionado con la historia del Complejo Astronómico El Leoncito, que 
deberán ser cubiertos por futuros estudios. El volumen actual, sin embargo, cree¬ 
mos constituye una contribución mayor al estudio de la evolución de la ciencia 
astronómica en Argentina. 

Deseamos agradecer a las autoridades del Observatorio Astronómico de La Pla¬ 
ta, Dr. Pablo M. Cincotta y Dra. Amalia Meza, así como al Consejo Académico 
de esa institución, por su apoyo a la realización del evento que dio lugar a este 
libro. Agradecemos también a la actual Comisión Directiva de la Asociación Ar¬ 
gentina de Astronomía por su respaldo y por continuar profundizando el trabajo 


Vil 



historiográfico iniciado. Nuestra mayor deuda es, sin duda, con los autores de 
los trabajos que se reúnen en el presente volumen. Su seriedad, devoción al pro¬ 
yecto, y paciencia, nos hacen pensar que la astronomía argentina no sólo tiene 
un pasado, sino, acaso, también un futuro. 


Gustavo E. Romero, Sergio A. Cellone, Sofía A. Cora, editores. 
La Plata, agosto 30, 2009. 


VIH 



Asociación Argentina de Astronomía - BOOK SERIES 
AAABS, Vol. 2, 2009 

Gustavo E. Romero, Sergio A. Cellone, & Sofía A. Cora, eds. 


Historia de la astronomía en la Argentina 

Miguel de Asúa 1 ’ 2 

(1) Escuela de Posgrado, UNSAM, México 

(2) Centro de Estudios Filosóficos, ANCBA (CONICET) 


1. Introducción 

Es conveniente comenzar con un comentario metodológico. A los historiado¬ 
res de la ciencia nos interesa el pasado por el pasado mismo, buscamos investigar 
el pasado de la ciencia como un desafío intelectual. Interpretar el pasado en tér¬ 
minos del presente, desde el punto de vista del estado actual de la ciencia es, 
justamente, lo que en tanto historiadores no podemos hacer: a eso se lo llama 
“presentismo” o “anacronismo” (Asúa 2007). Es decir que aspiramos a entender 
el pasado en términos de un estado de cosas previo, “de atrás hacia delante” y 
no a la inversa, es decir, no desde la perspectiva que nos ofrece la ciencia actual 
“hacia atrás”. Por supuesto que estamos anclados en el presente y que la referen¬ 
cia al mismo es inevitable; las preguntas que orientan la investigación histórica 
cambian con el tiempo porque, en una cierta medida, dependen de una manera 
de ver las cosas inherente al momento en que se formulan. Pero el historiador 
debe hacer el esfuerzo de no quitarle al pasado su condición de tal, hay que tratar 
de no transformarlo en materia manipulable en función de intereses, problemas, 
ideas o proyectos políticos del presente. 

No estoy diciendo que los historiadores son o deberían ser los “guardianes del 
pasado”. De ninguna manera estoy defendiendo la “apropiación” del pasado por 
un grupo profesional exclusivo. Cuando alguien que pertenece a una comunidad 
científica determinada se ocupa del pasado, en general lo hace con objetivos 
diferentes de los del historiador y eso es totalmente legítimo. Pero hay que tener 
en cuenta que la llamada “historia de las disciplinas científicas” (el relato del 
pasado de la ciencia efectuado por los científicos) tiene por lo general objetivos 
y alcances diferentes de los de la historia de la ciencia; por supuesto, hay muchos 
científicos que a la vez son historiadores de la ciencia. 


2. Periodización 

Si consideramos el período colonial (y no hay razón alguna para no hacerlo) 
vemos que la Astronomía en el territorio de la Argentina tiene una historia 
no solo venerable, sino larga: se extiende a lo largo de, aproximadamente, dos 
siglos y medio. Es así que, en una exposición que aspire a brindar un panorama 
de la misma, conviene establecer períodos. A sabiendas de que toda propuesta 
de periodización es cuestionable, creo que se pueden distinguir tres períodos: 
(a) un largo período de antecedentes (1720-1871), (b) un período básicamente 
astrométrico (1781-1942/43), y (c) un período astrofísico (1942/43-presente). 
Por supuesto, hubo proyectos de investigación astrofísicos anteriores a 1942/43. 
Si señalamos esos años como el comienzo del período astrofísico es solo porque, 


1 



2 


M. de Asúa 


como veremos más abajo, tuvieron particular significación. Es posible señalar, a 
su vez, varias etapas dentro de los períodos señalados, que serán indicadas como 
subtítulos en la exposición. Este criterio de periodización es “interno”, es decir, 
tiene que ver con el desarrollo de la disciplina y no con eventos institucionales, 
sociales o políticos. Creo que si se habla de historia de la astronomía, debe haber 
astronomía en esa historia. No creo en una historia de la ciencia sin ciencia 
—como tampoco, claro, creo en una historia de la ciencia sin historia—. 


3. Período de antecedentes 

Es muy arriesgado afirmar cuál fue la primera observación astronómica en 
nuestro territorio. 1 Se sabe que el 15 de julio de 1581 se observó un eclipse de 
Luna desde Santa Fe. El virrey del Perú había enviado instrucciones a Juan 
de Garay para observarlo, pero este estaba ausente y sólo las recibió un año 
más tarde —además, decía en su contestación, no hubiera podido llevar a cabo 
el encargo por no tener piloto, “porque el que había hábil fue en la carabela” 
(citado en Zapata Gollán 1969)—. Además, están las observaciones de marinos, 
como por ejemplo el eclipse de luna observado en Buenos Aires el 6 de agosto 
de 1599, mencionado escuetamente en el diario de Hendrik Ottsen, marinero a 
bordo de un buque holandés que llegó por azar al Río de la Plata desde África, 
en un viaje que transcurrió entre 1598 y 1601 (Ottsen 1905, 421). Es posible que 
haya habido otras más tempranas. 2 

3.1. Los misioneros jesuitas: la tradición quebrada 

Una muy temprana observación astronómica con carácter científico desde 
el territorio de la futura Argentina (pudo haber sido la primera) es la que el 
misionero jesuita Niccoló Mascardi comunicó a Athanasius Kircher, de Roma, 
en una carta que se supone fue escrita en 1671. Kircher era lo que podríamos 
llamar un “sabio universal” que, instalado en el Collegium Romanum, gozaba de 
un enorme prestigio en su época (Findlen 2004). Este personaje, que escribió 
ingentes tomos sobre temas tan variados como los jeroglíficos egipcios, la mú¬ 
sica, el magnetismo y el Arca de Noé, fue algo así como la encarnación de lo 
que desde hace una década los historiadores de la ciencia denominan “ciencia 
barroca”. Mascardi escribió su carta desde su misión en el Lago Nahuel Huapi 
y su contenido es, por decir lo menos, un poco desconcertante. En todo caso 
la carta, escrita en italiano, está encabezada en latín como “Apud Puyas ultra 
Andes Chiloenses” y afirma: 

En el Polo antártico y alrededor de la Cruz, que los españoles 
llaman Crucero, desde los 30° no se ve estrella que exceda la 4~ 


1 Por exceder los límites de este trabajo, no trataremos la astronomía de los pueblos aboríge¬ 
nes. Ver los trabajos del Grupo de Astronomía en la Cultura de la FCAG de La Plata en 
http://www.fcaglp.unlp.edu.ar/ sixto/arqueo/index.htm (S. Giménez Benítez, A. M. López y 
A. Granada). 

2 Las Nubes Magallánicas fueron mencionadas por primera vez por Antonio Pigafetta, autor del 
diario de la expedición de Magallanes, a partir de una observación efectuada desde el Océano 
Pacífico a poco de salir del Estrecho a fines de 1520 o principios de 1521 (Pigafetta 1988, 77). 



Historia de la astronomía en la Argentina 


3 


o 5- magnitud, como decimos los astrónomos (Mascardi 1671; mi 
traducción). 


Es dable notar que, además de esta curiosa afirmación, Mascardi efectuó desde el 
territorio de lo que más tarde sería Chile una serie de observaciones de eclipses, 
también reportadas a Kircher. 

El primer astrónomo que desarrolló una actividad sostenida en el Río de 
la Plata y el Paraguay histórico fue el santafecino Buenaventura Suárez (1679- 
1750). Este personaje ha sido bastante estudiado (Furlong 1945, Asúa & Hurtado 
de Mendoza 2004) y sólo voy a poner de relieve algunas cuestiones. En primer 
lugar la red de comunicación que pudo establecer y que le permitió que su tra¬ 
bajo fuera publicado en alguna medida en Europa. Hay que señalar aquí sus 
observaciones sobre los satélites de Júpiter incorporadas a una memoria de Pehr 
Wargentin publicada en las Actas de la Real Sociedad de Ciencias de Upsala en 
1748. También están sus dos trabajos comunicados a las Philosophical Transac- 
tions por Castro Sarmentó, un médico y rabino portugués que vivía en Londres 
y fue uno de los introductores de Newton en Portugal. O sea que el primer tra¬ 
bajo científico escrito por un criollo publicado en una revista internacional fue 
en el área de la astronomía de observación (Asúa 2004). 

La primera comunicación a las Philosophical Transactions (1748) describe 
una serie de observaciones de inmersión y emersión del primero y segundo de 
los satélites jovianos y de eclipses de Luna y Sol efectuadas entre 1706 y 1730 
(los satélites de Júpiter se utilizaban para la determinación de la longitud). La 
segunda, publicada al año siguiente, informa sobre dos eclipses lunares, obser¬ 
vados desde las misiones en Febrero 24 y Agosto 19 de 1747 (Asúa 2005). Del 
primer trabajo se desprende que Suárez no tenía un observatorio establecido 
en San Cosme (aunque puede ser que al comienzo esa haya sido su base), sino 
que andaba de un pueblo a otro con sus instrumentos. Es interesante destacar 
que Suárez fue probablemente el primer lector de la teoría newtoniana en estas 
regiones. En efecto, tradujo del portugués un libro breve de Castro Sarmentó, 
la Theorica verdadeira das marés (Lisboa 1737), basada sobre un artículo de 
Halley publicado en las Philosophical Transactions de 1696. Por último, no pue¬ 
de dejar de ser mencionado su famoso Lunario con su primera edición de 1739 
(Tignanelli 2004). 

Hay un segundo astrónomo jesuita, que desarrolló su actividad en Europa 
—de hecho, estudió allá—. Se trata del santiagueño Alonso Frías (1745-1824), 
quien fue expulsado del Río de la Plata cuando era un joven seminarista en 
agosto de 1767. Se instaló en Faenza (Estados Pontificios) y a partir de 1788 se 
entrenó en el Observatorio de Brera (Milán), donde se desempeñó como asistente 
de Angelo De Cesaris y Francesco Reggio. Hay una carta que afirma que estu¬ 
dió ahí con Boscovich, pero en realidad Boscovich dejó el observatorio en 1772 
(Casanovas 1988), o sea que esto no es posible. Tampoco es cierto que, como 
afirma Furlong (1926), haya escrito alguno de los artículos que aparecieron en 
las Ephemeridi astronomiche del Observatorio de Brera, publicadas a partir de 
1775; a lo sumo, pudo haber contribuido a las tablas con datos meteorológicos. 
Luego de un frustrado intento de regresar al Río de la Plata, se instaló en Roma 
y sabemos que en 1803 cayó de una ventana mientras efectuaba observaciones. 
Murió en esa ciudad en 1814. 



4 


M. de Asúa 


Los trabajos de Frías no fueron publicados. En su mayoría están basados 
sobre las Observaciones astronómicas hechas en Cádiz de Vicente Tofiño y Juan 
Varela (Cádiz, 1776-1777), 2 vols. En “Sobre la posición astronómica de Cádiz” 
Frías corrige los resultados de latitud y longitud de dicha ciudad dados a conocer 
por Louis Feuillée en 1724. El otro trabajo trata sobre el cuadrante mural de 
Cádiz —hay documentos que prueban que llegó a enviar este trabajo a Tofiño, 
pero al recibirlo este ya no era director del observatorio—. Para determinar 
y corregir los errores del cuadrante mural Frías usó el método de Boscovich, 
expuesto en el opúsculo De rectificatione telescopi meridiani (Boscovich 1785). 
Hay también un trabajo sobre las estrellas fijas de 70 páginas, en varias versiones. 

Frías se nos aparece como una figura desdibujada, un tanto fantasmal. Lla¬ 
ma la atención por lo que no fue, más que por lo que fue. Su significado radica, 
creo, en que marca el prematuro fin, casi antes de nacer, de la posibilidad de 
haber tenido una tradición astronómica local temprana, tal como la que ini¬ 
ció John Winthrop (1714-1779) en Harvard (Brasch 1916). Esta posibilidad fue 
abortada con la expulsión de los jesuitas de los dominios españoles por parte de 
la monarquía borbónica en 1767. 

3.2. Mirar el cielo para medir el suelo 

La misma monarquía borbónica que expulsó a los jesuitas, promovió en 
España durante el reinado de Fernando VI y la primera década del de Carlos III 
la creación de una serie de instituciones de perfil modernizador que aspiraban 
a tecnificar el ejército, la marina, la atención sanitaria y la producción en la 
península. Este proceso, que ha sido calificado como “militarización de la ciencia” 
(Lafuente 2000), produjo los ingenieros militares y navales que, entre otras cosas, 
llegaron al Río de la Plata en 1782 como encargados de la demarcación exigida 
por el Tratado de límites de San Ildefonso (1777) entre Portugal y España. A cada 
una de las partidas demarcadoras se les había adjudicado un equipo que consistía 
en 12 cajas de instrumentos y libros y que los contemporáneos consideraban de 
gran calidad (Furlong 1945, 100). Con dichos instrumentos se efectuaron las 
observaciones astronómicas registradas en los diarios de los miembros de las 
comisiones. Para citar algún ejemplo de los muchos, en la memoria del cartógrafo 
Andrés Oyárvide se menciona el establecimiento de un observatorio en una casa 
situada en la esquina sudoeste de la Plaza Mayor. Desde allí, el 18 de marzo de 
1783 se observó un eclipse de Luna. También se determinaron las coordenadas 
de Buenos Aires. Sobre la base de 24 observaciones de estrellas y 4 del Sol 
se estableció una latitud Sur de 34° 36' 38"5. A partir de 8 observaciones de 
inmersiones y emersiones del primer satélite de Júpiter, efectuadas entre el 28 
de marzo y el 19 de septiembre de 1783, se calculó una longitud de 52° IQ'33" 
respecto del meridiano de Cádiz (Oyárvide 1865, 19). Entre los instrumentos 
había dos acromáticos de Dollond de 2 y de 3,5 pies de distancia focal (como 
veremos enseguida, el segundo fue utilizado más tarde por Mossotti). En el diario 
de Diego de Alvear, jefe de la segunda división de límites, se mencionan muchas 
observaciones astronómicas. Por ejemplo, el 11 de enero de 1784, en Arroyo de 
Pando, a pocas millas de Montevideo, Alvear observó 

... un cometa caudatorio hacia la constelación austral de la Gru¬ 
lla. Su diámetro aparente se manifestaba como una estrella de segun¬ 
da magnitud, y la cola inclinada a la parte opuesta del Sol, aparecía 



Historia de la astronomía en la Argentina 


5 


bajo la proyección de un ángulo de dos grados [... ] Notamos su mo¬ 
vimiento como al N.N.O., de la cantidad de grado y medio a dos 
grados, en 24 horas (Alvear 1900, 339). 

También llevó a cabo la determinación de las coordenadas de guardias, fortines, 
parroquias y pueblos de indios del obispado de Buenos Aires con referencia 
al meridiano de esta ciudad (Alvear y Ward 1891, 584). Pero quizás el más 
reconocido de los demarcadores fue Félix de Azara, geógrafo y, sin duda, el 
naturalista más importante que actuó en el Virreinato del Río de la Plata en la 
segunda mitad del siglo XVIII. En su Geografía física y esférica de la provincia 
del Paraguay, escrita en Asunción en 1790, Azara informaba sobre los métodos 
de observación que usaba: 

He observado con instrumentos marítimos de reflexión buscando 
el horizonte en una vasija de agua, que son preferibles a todos los 
instrumentos y modos de observar en tierra (Azara 1904, 9). 

A la larga, los instrumentos de las comisiones de límites fueron los que posibi¬ 
litaron el funcionamiento de las fundaciones matemáticas de Belgrano como la 
Escuela de Náutica y las sucesivas academias que le siguieron a partir de 1810. 
Asimismo, fueron los que permitieron a Mossotti trabajar durante su estadía en 
Buenos Aires. 

3.3. Astronomía en los tiempos de Rivadavia. Dwerhagen, Mossotti 
y el cometa de Encke 

Durante las décadas posteriores de la Revolución de Mayo la astronomía 
permaneció como asunto de amateurs serios y de interés público por su especta- 
cularidad. Los periódicos a menudos informaban sobre fenómenos celestes vistos 
por entusiastas como el P. Bartolomé Doroteo Muñoz y Vicente López y Planes 
(el autor de la letra del Himno Nacional). Por ejemplo, cuando Muñoz efectuó 
junto con Vicente López y Felipe Senillosa una serie de observaciones de la Luna, 
el número de La Prensa Argentina del 25 de junio de 1816 que informó sobre 
el hecho, advertía que los datos podrían ser no del todo confiables, debido a lo 
imperfecto de los instrumentos utilizados (citado en Nicolau 2005, 169). El 26 
de enero de 1819 El Censor anunciaba que Venus fue visible de día pues 

... pasó por el meridiano cerca de las nueve y media, con una 
altura de 13 grados distando del sol cosa de 40 (citado en Barón 
1981, 22). 

Entre 1827 y 1835 la Imprenta de Expósitos publicó anualmente el Almanack, 
que al menos entre 1817 y 1821 fue escrito por Muñoz (Barón 1981, 22; Nicolau 
2005, 170). En algunos de los quince números de La abeja argentina, editada 
entre el 15 de abril 1822 y el 15 de julio de 1823 se publicaron noticias con las 
observaciones de los miembros de la Sociedad de Ciencias Físicas y Matemáticas, 
creada a comienzos de 1822 por Senillosa. Ejemplos de estas breves notas son 
las que corresponden a la observación desde Buenos Aires del cometa del 5 de 
abril de 1821 o del eclipse de Luna del 2 de agosto de 1822 (Nicolau 2005, 175). 



6 


M. de Asúa 


Hermann Conrad Dwerhagen, un argentino (de evidente ascendencia alema¬ 
na) que escribió una breve obra sobre la navegabilidad de los ríos del interior, 3 
envió a su primo el astrónomo Heinrich Olbers sus observaciones sobre un cometa 
seguido entre el 18 de marzo y el 4 de abril de 1830, efectuadas con la colabo¬ 
ración de un tal B. Kiernau. Estos datos fueron reenviados por Olbers para su 
publicación a las Astronomische Nachrichten (Dwerhagen 1831). Poco después, 
volvió a enviar a Olbers una carta con un resumen de sus observaciones sobre un 
cometa efectuadas en Buenos Aires con un sextante, entre el 18 de octubre y el 
18 de diciembre de 1825. Dicha carta, que salió de Buenos Aires hacia Bremen el 
6 de junio de 1832, contenía además un resumen de las primeras observaciones 
de Mossotti sobre el cometa de Encke (la primera había sido del 2 de junio). Este 
material fue también publicado en las Astronomische Nachrichten (Dwerhagen 
1833). Dwerhagen (el que hasta ahora, hasta donde sabemos, había pasado de¬ 
sapercibido y que debería ser incorporado a la lista de tempranos astrónomos 
argentinos), aparentemente colaboró con Mossotti durante los años en que este 
permaneció en el Río de la Plata (Mádler 1873, 159 y 552). 

Juan María Gutiérrez exageró considerablemente cuando calificó a Ottavia- 
no Fabrizio Mossotti (1791-1863) como el “fundador del Observatorio Astronó¬ 
mico de Buenos Aires” (Gutiérrez 1998, 612). Pero es cierto que el astrónomo 
lombardo fue una de las contadas personalidades científicas de peso que actuaron 
en Buenos Aires durante este período. Mossotti estudió en Pavía y a partir de 
1813 trabajó en el Observatorio de Brera (Milán) durante 10 años. Llegó al Río 
de la Plata contratado por Rivadavia para ser profesor de matemáticas en la 
Universidad creada en 1821. Su arribo se produjo en noviembre de 1827, pocos 
meses después de la renuncia de Rivadavia. A consecuencia de esto, Mossotti pa¬ 
só a revistar como ingeniero astrónomo en el Departamento Topográfico, creado 
en 1824 —presidido por Vicente López, y con Avelino Díaz y Senillosa como 
vocales—. También se hizo cargo del curso de Física Experimental del Departa¬ 
mento de Estudios Preparatorios de la Universidad de Buenos Aires, que había 
sido dictado durante solo un semestre por el médico piamontés Pedro Carta 
Molino. 

Mossotti permaneció siete años en la ciudad, es decir, hasta 1835. Durante 
su permanencia efectuó observaciones meteorológicas que envió a Arago, quien 
comunicó un resumen de ellas a la Académie des Sciences (Mossotti 1835a). 
Mossotti se anticipó en un día a Thomas Henderson, en el Observatorio del 
Cabo de Buena Esperanza, en ver el retorno del cometa de Encke, el 2 de junio 
de 1832 en el cielo de la mañana. Volvió a verlo el 6 de junio y a divisarlo el 
10 del mismo mes (Kronk 1999, 96). Sus observaciones hasta el 6 fueron, como 
se dijo, enviadas por Dwerhagen a Olbers y publicadas en las Astronomische 
Nachrichten (Mossotti 1833). Más tarde, el mismo Mossotti publicó un artículo 
con la totalidad de sus observaciones del cometa Encke en el volumen 8 de 
las Memoirs of the Royal Astronomical Society (Mossotti 1835b). En ese mismo 
volumen publicó sus trabajos sobre el tránsito de Mercurio del 5 de mayo de 1832 
y el eclipse solar del 20 de enero de 1833, ambos observados desde Buenos Aires. 
Mossotti había montado su improvisado observatorio en una torre del Convento 


3 No hay que confundirlo con Hermann C. Dwerhagen (1746-1833), el introductor de las ovejas 
merino en el Río de la Plata. Entiendo que se trata del hijo de este. 



Historia de la astronomía en la Argentina 


7 


de Santo Domingo y, como dijimos, usó el acromático Dollond que había quedado 
de las partidas de límites. Para ver el cometa Encke se valió de un micrómetro 
de red fabricado por él mismo y descrito en los trabajos mencionados. Antes 
de partir de Europa, mientras estaba en Londres, había presentado a la Royal 
Astronomical Society una comunicación sobre el cálculo de la órbita del cometa 
mencionado (Mossotti 1826). 

En síntesis, la tibia actividad astronómica del período post-independentista 
llevada a cabo por el presbítero Muñoz y por los miembros de la Sociedad de 
Ciencias dio paso a la llegada de Mossotti, cuyas observaciones tuvieron un cierto 
alcance internacional (en parte, gracias a la intervención del olvidado Dwerha- 
gen). En el Observatorio del Cabo, fundado en 1820, se instaló el primer instru¬ 
mento en 1828. El Observatorio de Parramatta, en New South Wales (Australia) 
fue creado en 1822. Es decir que el establecimiento de un improvisado observa¬ 
torio en el Río de la Plata a fines de la década de 1820 era sintónico con esta 
ola de nuevos establecimientos astronómicos. Pero la permanencia de Mossotti, 
como el resto de las iniciativas culturales de Rivadavia, padeció de una cierta in¬ 
cómoda artificialidad. El historiador de la ciencia José Babini calificó a Mossotti 
y al naturalista francés Airné Bonpland como “la pareja de sabios cabales que 
residieron en la Argentina durante la primera mitad del siglo pasado” (Babini 
1986, 97). Esta evaluación es justa, pero deja escapar que ambos realizaron la 
obra por la que son recordados antes o después de sus estadías en el Río de la 
Plata. Gould, por el contrario, llevó a cabo una parte sustancial de su trabajo 
(quizás la más importante) en la Argentina. 


4. Período astrométrico 

Veremos a continuación algunos aspectos del surgimiento de los dos grandes 
observatorios argentinos, en Córdoba y La Plata. 

4.1. Córdoba 

Ciento setenta años después de que el 4 de marzo de 1700 Buenaventura 
Suárez registró su primera observación de un eclipse de Luna desde Corrientes, 
se creó el Observatorio de Córdoba. Este episodio es conocido en sus líneas ge¬ 
nerales, pues ha sido estudiado por varios autores (Chaudet 1926, Hodge 1971, 
Montserrat 1971, Paolantonio y Minniti 2001). Más allá de la distancia crítica 
exigida por el oficio, siempre me llamó la atención la dimensión de grandeza que 
respiran los sucesos que llevaron a la creación de este observatorio, una atmósfera 
que es, hasta cierto punto, irreducible al análisis. Gould pertenece a la historia 
de la astronomía a secas: por el cinturón de Gould, por sus trabajos pioneros en 
fotografía planetaria y estelar (gran parte de los cuales fueron hechos en Cór¬ 
doba), por los catálogos del hemisferio sur, por ser el creador y sostenedor del 
Astronomical Journal , por su participación en la creación del observatorio Dud- 
ley. En Argentina hizo mucho más. El historiador Marcelo Montserrat, pionero 
en estos estudios, consideraba en un trabajo de 1971 al caso Gould como la in¬ 
troducción de la ciencia moderna en Argentina (Montserrat 1971). Creo que esta 
apreciación fue y sigue siendo válida. Son órdenes de magnitud los que diferen¬ 
cian la creación de un observatorio moderno por Sarmiento de los balbuceantes 
intentos precedentes de establecer la práctica científica en la Argentina. 



M. de Asúa 


Sarmiento y Gould encarnan, cada uno en su estilo, una enorme ambición, 
casi una desmesura. Pero no se trata de una desmesura ciega ni una ambición 
mezquina, sino de una visión clara de las cosas que buscaban plasmarse como 
futuro realizado. Parecía que ya se tocaba el “mundo nuevo” al que se refirió 
Sarmiento en el discurso de apertura de la Exposición Nacional en Córdoba, que 
ya se había ingresado al círculo mágico de los “pueblos modernos”, a los que 
se refirió pocos días después, en su famosa conferencia con oportunidad de la 
inauguración del Observatorio. 

El arco de tiempo que se extiende desde el encuentro de ambos en Cambrid¬ 
ge, Massachussets, hasta la melancólica despedida en Buenos Aires, atraviesa la 
madurez y el fin de la Argentina de Mitre-Samiento-Avellaneda a la menos heroi¬ 
ca de la Generación del 80. En la discusión parlamentaria sobre el observatorio, 
Avellaneda había afirmado que “/a astronomía marcha al frente de las ciencias 
naturales ” y que, “como todos saben, es la primera de ellas ” (citado en Montse¬ 
rrat 1971, 728). Por cierto, la astronomía constituía no solo una ciencia, sino un 
símbolo de la mentalidad ilustrada, un ingrediente imprescindible de la cultura, 
ya se tratase de la de un individuo o de la de los países considerados civiliza¬ 
dos. En la sesión del 2 de octubre de 1870 Mitre, como senador, defendió la 
creación del observatorio con el argumento de que este posibilitaría la formación 
de astrónomos argentinos. Esto es precisamente lo que no sucedió. La creación 
del Observatorio sancionó, implícitamente, una manera de hacer astronomía que 
duró seis décadas. Este estilo científico-institucional posibilitó resultados a la 
altura de las más visionarias expectativas de sus creadores, pero a la vez alber¬ 
gaba contradicciones que irían en aumento hasta hacer crisis a comienzos de la 
década de los años 30. 

Creo que esta historia puede ganar algún renovado sesgo de interés si se 
mira desde el lado que nos es menos familiar, es decir, desde el lado de Gould. 
Este nació rodeado de todos los privilegios que pueden otorgar la naturaleza y 
la sociedad. Niño prodigio —se cuenta que a los cinco años componía odas en 
latín— nació en el seno de una familia de la burguesía intelectual de Boston. 
La Boston Latin School dirigida por su padre, la Harvard de Benjamín Peirce 
y la Góttingen de Gauss fueron sus casi inevitables pasos hasta convertirse en 
el primer estadounidense con un doctorado en astronomía, obtenido mientras 
Europa se sacudía con las revoluciones de 1848. Su grand tour científico por 
el viejo continente está tachonado con los nombres estelares de sus relaciones: 
Biot, Arago o Humboldt. En Bonn se vinculó con Friedrich Argelander, a quien 
llegó a admirar ilimitadamente: es sabido que Gould concebía la Uranometría 
Argentina como una continuación de la Uranometría Nova (Berlín, 1843) de 
aquel. A su regreso de Alemania en 1849 Gould fundó el Astronomical Journal, 
modelado sobre las Astronomische Nachrichten con el objetivo explícito de elevar 
la astronomía estadounidense al nivel de la alemana. A la larga se hizo cargo 
de la organización de un observatorio en Albany (New York), el Dudley, del 
que fue expulsado por los ciudadanos que constituían el consejo directivo del 
mismo, luego de una campaña en los periódicos en la que se lo acusaba de 
incompetencia y arrogancia. Estos sucesos tuvieron un final violento, ya que el 
30 de enero de 1859 una patota lo expulsó de la casa que tenía y desparramó sus 
papeles (Comstock 1924, 159). El episodio puede leerse como una confrontación 
entre los intereses cívicos locales (en este caso representados por los trustees ) y 



Historia de la astronomía en la Argentina 


9 


los intereses científico-profesionales del director (James 1987). La anécdota viene 
al caso pues revela que este tipo de conflicto no es excepcional. 

En 1861 Gould se casó con su prima lejana, Mary Apthorp Quincy, miembro 
de una prominente familia de la costa este de los Estados Unidos (era hija del 
rector de Harvard) y con una considerable fortuna, que permitió a su esposo 
montar el observatorio privado que fue admirado por Sarmiento. La idea de 
Gould de catalogar las estrellas del hemisferio sur probablemente surgiera de 
su familiaridad con el trabajo del Teniente de la Marina estadounidense J. M. 
Gilliss, quien desarrolló su campaña en Chile entre 1849 y 1852 para calcular 
la paralaje solar a partir de observaciones de Marte y Venus. La propuesta de 
Gould a Sarmiento fue como acercar un fósforo a un montón de paja seca. Creo 
que es justo decir que, de todos los proyectos de Sarmiento, sin duda alguna 
el Observatorio fue el más exitoso en términos de resultados alcanzados. Gould 
efectivamente llegó a ser el Argelander del hemisferio sur, quizás la última gran 
figura de esa noble tradición de catalogadores del cielo. Gould no pertenece a esa 
categoría que el historiador Lewis Pyenson describió tan bien, los “misioneros 
de la ciencia”. El vino a Argentina en tren de campaña, en una expedición que 
estimaba duraría 3 años. Teniendo en cuenta las difíciles circunstancias que tuvo 
que afrontar —me refiero a la terrible tragedia personal, la muerte accidental de 
sus dos hijas mayores— se adaptó razonablemente bien y fue intelectualmente 
generoso. 

Cuando volvió a su país en 1885, en una recepción tributada en Boston el 6 
de mayo de 1885 en la que el famoso médico y escritor Oliver Wendell Holrnes le¬ 
yó un poema de ocasión, Leverett Saltonstall, quien presidía el encuentro, afirmó 
en su discurso que Gould “se enterró en un país tan lejano, tan poco conocido, 
que bien podría parecer otro mundo y sin esperanza de una recompensa tal como 
el mundo en general la concibe” (Hodge 1971, 173). Así se percibía la historia 
desde el otro lado de las cosas. Pocos años antes, mientras Gould estaba todavía 
en Córdoba, en el discurso en homenaje a Darwin del 30 de mayo 1881, pronun¬ 
ciado en Buenos Aires, Sarmiento mencionó a una serie de científicos: Agassiz, 
Ameghino, Lubbock (autor de un difundido libro de arqueología), “nuestro sabio 
Burmeister” y “nuestro astrónomo Gould, que ha terminado el inventario de Hi- 
parco, y restablecido su movimiento a las estrellas como Copérnico a la Tierra” 
(Sarmiento 1912). Esta tensión entre “nuestro” y lo ajeno, latente entonces, a la 
larga terminaría por hacer eclosión. Pero mientras tanto, Gould y sus colabora¬ 
dores llevaron a cabo una vasta tarea de rnapeo de los cielos del hemisferio sur, 
cristalizada en los grandes atlas y catálogos: la Uranometría Argentina (1879), el 
Catálogo de Zonas (1884) y el (primer) Catálogo General Argentino (1886). La 
persistente idea de Sarmiento de instalar un observatorio contra viento y marea 
en un país sacudido y empobrecido por los últimos estertores de la Guerra del 
Paraguay (el proyecto consumió el 4 % del presupuesto del Ministerio de Justicia 
e Instrucción Pública) había cristalizado en logros perdurables. 

Si Gould fue la edad heroica, Thome fue la edad clásica del Observatorio 
de Córdoba. Pasó toda su vida adulta (1870 a 1908) en esa ciudad. El Córdoba 
Durchmusterung , el trabajo que, como diría Borges, justificó la vida de Thome, 
fue una extensión del Bonner Durchmusterung y, tanto en términos históricos 
como de utilidad, puede considerarse como la culminación de la gran etapa de 
la astronomía de posición del Observatorio Nacional (Paolantonio 1994). 



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M. de Asúa 


4.2. La Plata 

Las instituciones de Sarmiento de la década de 1870, como el Observatorio, 
la Oficina Meteorológica y la Academia de Ciencias, eran instituciones nacionales 
situadas en Córdoba. Las mismas formaban parte de la visión “sarmientina” que 
consideraba a la ciencia un elemento esencial en la constitución de una nación 
moderna. Posteriores son aquellas resultantes de la federalización de Buenos 
Aires en 1880, las instituciones de las presidencias de Roca y Juárez Celrnan, 
como el Observatorio y el Museo de La Plata, que vieron la luz en un país 
lanzado a un proceso de expansión económica que se frenó violentamente con 
la crisis y la depresión de 1890. La ciudad de La Plata, capital de la provincia 
de Buenos Aires, fue fundada en noviembre de 1882. El edificio del Museo, que 
se comenzó a construir en 1884 para albergar la colección de Francisco Moreno, 
fue concluido en 1889, justo antes del descalabro. El observatorio no tuvo esa 
suerte. 

Hay un reflejo material de esta distinción, que no es menor, en la arquitec¬ 
tura —los edificios son un lenguaje elocuente de los estilos institucionales—. El 
observatorio de Córdoba es relativamente modesto en cuanto a equipamiento. Al 
contrario, La Plata era un festival de instrumentos y edificios que despertaron el 
asombro incrédulo del astrónomo americano William Hussey, quien comparó las 
lujosas instalaciones a un palazzo italiano. El Observatorio Nacional fue pensado 
y hecho, en gran medida, en Boston, de ahí su estilo contenido y austero, casi 
puritano. El de La Plata fue pensado en francés, y su estilo es consecuentemente 
suntuoso y con un toque versallesco —incluso se habían planeado una serie de 
bustos de bronce, que no se llegaron a hacer y de los cuales quedan los nichos, 
como el vacío de una presencia que no fue—. 

El observatorio de La Plata comenzó como institución de la Provincia de 
Buenos Aires a partir de una de las campañas de observación del tránsito de 
Venus que durante los siglos XVIII y XIX movilizaban los recursos de la co¬ 
munidad astronómica internacional. Para observar el del 6 de diciembre 1882 la 
Académie des Sciences de París organizó una serie de expediciones de observa¬ 
ción simultánea que cubrían el planeta. Se enviaron expediciones a Río Negro 
y Santa Cruz y en Bragado se instaló una estación de observación a cargo del 
oficial de marina francés E. Perrin (Perrin 1883). El organizador de todo este 
esfuerzo fue el Contra-Almirante Amédée Mouchez, director del Observatorio de 
París. Este marino había recorrido Sudamérica y Asia en misiones hidrográficas, 
a principios de los años de 1870 estuvo en el Río de la Plata y remontó el Río 
Paraguay y también efectuó un relevamiento de la costa de Argelia. Su parti¬ 
cipación destacada como encargado de una de las expediciones del tránsito de 
1874 lo llevó a su posición en el Observatorio de París (Simpkins 1981). 

La provincia de Buenos Aires decidió comprar un telescopio de montura 
ecuatorial y un anteojo meridiano a la casa Gautier. Aquí entra en juego el que 
fue el primer director del observatorio, Franqois Beuf, un marino francés que 
había participado en la aventura de Maximiliano en México e, impedido por 
razones físicas, se había hecho cargo del observatorio naval de Toulon. Llegó a 
la Argentina en 1881 como director de la Escuela Naval creada por Sarmiento. 
Por iniciativa de Beuf, Roca estableció el Observatorio de Marina y anexó la 
Oficina Central de Hidrografía a la Escuela Naval. O sea que Beuf jugó un 
papel importante en el proceso de tecnificación y profesionalización de la Marina 



Historia de la astronomía en la Argentina 


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argentina, antes de hacerse cargo de la construcción del Observatorio de La Plata 
(Anónimo 1979). 

La ley que estableció la fundación de La Plata, de octubre de 1882, destina¬ 
ba un monto para la creación de un observatorio. Un año después, en noviembre 
de 1883, se nombró a Beuf director de la construcción de los edificios. El perfil 
de la institución incluía programas de interés provincial. En el decreto de Dardo 
Rocha se estipulaba que el observatorio debía establecer las coordenadas de 50 
localidades de la provincia con vistas a una carta geográfica. Tres años después 
esto fue repetido en un nuevo decreto del gobernador D’Amico. En 1886, otro 
decreto del gobierno provincial le asignaba al observatorio la tarea del estableci¬ 
miento del servicio meteorológico provincial. Hacia 1893 funcionaba una red de 
17 estaciones meteorológicas en la provincia (Gershanik 1979, 16). 

Mientras Beuf edificaba, encargaba instrumentos a Gautier en Francia (las 
cúpulas son francesas), cuya compra era gestionada por Mouchez. Por ejemplo, 
el reflector Foucault de 90 cm, el gran ecuatorial refractor de 43 cm, el anteojo 
meridiano de 22 cm y el anteojo astrográfico de 33 cm. Beuf estuvo a cargo del 
observatorio hasta mediados de 1889, cuando se hizo cargo el Ing. Virgilio Ra- 
finetti, que fue hasta 1906 el piloto de tormentas de una institución con serios 
problemas de viabilidad. Con esfuerzo personal puso en funcionamiento el an¬ 
teojo meridiano Gautier que había quedado embalado en manos de la provincia: 
el ocular y los micrómetros aparentemente eran defectuosos (Gershanik 1979, 
19). 

Es sabido que, cuando en 1905 Joaquín V. González fundó la universidad de 
La Plata, lo hizo sobre la base de instituciones pre-existentes como el Museo, el 
Observatorio y la Escuela Práctica de Agricultura y Ganadería Santa Catalina. 
El resultado de esta situación fue que el director del observatorio era a la vez 
decano de la Facultad de Ciencias Físicas, Matemáticas y Astronómicas, un 
estado de cosas que resultó difícil de sobrellevar para el nuevo director, el italiano 
Porro di Somenzi. Porro compró instrumentos alemanes, por ejemplo, sustituyó 
el antejo meridiano Gautier por uno Repsold (Gershanik 1979, 24). 

Desde la temprana Edad Moderna la cultura y la ciencia fueron un ele¬ 
mento de la expansión imperial europea. Alemania, Francia, Inglaterra y luego 
los Estados Unidos competían entre sí en relación a la exportación de expertos, 
técnicos, instrumentos y en el establecimiento de áreas de influencia cultural y 
científica. Si miramos la lista de los directores del observatorio de La Plata du¬ 
rante sus primeras décadas de vida, lo que vemos es un catálogo representativo 
de las metrópolis. Hubo un director francés, uno italiano, uno estadounidense y 
uno alemán —falta el inglés, pero es sabido que Gran Bretaña no hizo el mínimo 
esfuerzo por exportar ciencia a la Argentina—. Por lo demás, están todos los 
países representados. Ahora bien, Argentina no fue un receptor pasivo, antes 
bien, los políticos arbitraban en cierta medida estos procesos. Siempre me llamó 
la atención que Joaquín V. González estuviera empeñado en traer al Observa¬ 
torio de La Plata un director estadounidense, William Hussey, en desmedro de 
uno alemán —Johannes Hartmann (Pyenson 1985, 187)—. Porque González fue 
el que importó los físicos alemanes para establecer el Instituto de Física teórica 
—uno de ellos, Emil Bose, fue el que impulsó la candidatura de Hartmann—. 
O sea que se discernía: alemanes para la física teórica, estadounidenses para la 
astronomía, dado que en ese momento, primera década del siglo XX, Alema- 



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M. de Asúa 


nia lideraba la primera disciplina y EE.UU. comenzaba a hacerse fuerte en la 
segunda. Se trataba de una negociación implícita entre la presión difusiva de 
los países centrales y las elecciones, dentro de un margen variable de manio¬ 
bra según el caso, de las elites intelectuales locales. Por supuesto, las cosas no 
siempre resultaban bien, porque estaba el factor personal. Hussey, a quien el ya 
mencionado Pyenson acusa de haber usado al Observatorio para sus propios y 
estrechos fines, fue bastante inferior a Gould. En 1916 asumió la dirección de La 
Plata el Ing. Félix Aguilar. Aguilar adaptó el espectrógrafo diseñado por Curtiss 
y construido por Hussey en Michigan al refractor de 43 crn. A la larga, renunció 
por un conflicto con el Consejo Superior y se hizo cargo Johannes Hartmann, 
quien transformó el reflector de foco Newton a Cassegrain y, no satisfecho con 
el espectrógrafo Curtiss-Hussey, hizo comprar otro en Alemania (Pyenson 1985, 
220 ). 

A comienzos del siglo XX tuvo lugar una expedición astronómica de Estados 
Unidos en nuestro país que merece ser mencionada. Lewis Boss, del observatorio 
Dudley, apoyado financieramente por la Fundación Carnegie, envió a San Luis 
un anteojo de tránsito de 8 pulgadas, para proseguir su proyecto de estudio de 
movimientos propios de las estrellas. La expedición estuvo a cargo de Richard A. 
Tucker, quien fue ayudado por William Varnum y Arthur J. Roy. Se obtuvieron 
datos para el Catálogo de San Luis de 15.333 estrellas para la época 1910 y 
para el General Catalogue de Boss. Las observaciones comenzaron en 1909 y 
concluyeron en enero de 1911 —fueron efectuadas con un ritmo enloquecedor: 
alrededor de 60 000 por año (Boss 1920)—. 


5. La crisis de la década de 1930 

La dirección de Charles Dillon Perrine en Córdoba transcurrió entre 1909 y 
1935. Es sabido que Perrine, quien había sido entrenado en el observatorio Lick 
y gozaba de una considerable reputación internacional, inició y fue el principal 
actor de la saga del reflector de 154 cm. Cuando Perrine averiguó el costo del 
espejo para el reflector con el óptico G. W. Ritchey, decidió que sería más barato 
configurarlo en Córdoba con la ayuda del mecánico estadounidense J. O. Mulvey. 
El trabajo comenzó al recibir el espejo en 1914. Mulvey murió en 1915 y fue 
sucedido por el mecánico Fischer, enviado por la casa Warner y Swasey, a quienes 
se les había encargado la cúpula y la montura, que llegaron, respectivamente, en 
1914 y 1927. En 1921 Fischer, que no tenía experiencia en óptica, reconoció su 
fracaso y regresó a Estados Unidos. Diez años más tarde Ponce Laforgue y Angel 
Gomara retomaron el trabajo hasta la renuncia del director (Hodge 1977, Milone 
1979). Ya entre 1927 y 1931 Perrine había comenzado a ser blanco de muchas 
críticas. En 1927 se desató una campaña periodística adversa a su gestión. El 
informe de una inspección efectuada por Aguilar y el Ing. Norberto Cobos a 
comienzos de 1927 lo critica fuertemente: 

Ante todo se impone la necesidad de convertir este observatorio 
en una institución efectivamente nacional. Debe ser nacional por la 
índole de su labor técnica, en armonía con las necesidades de nues¬ 
tro ambiente [... ] Después de más de medio siglo de existencia el 
Observatorio conserva aún su carácter esencial originario de misión 



Historia de la astronomía en la Argentina 


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extranjera en la Argentina. Con su personal extranjero, su desvincu¬ 
lación de nuestro país, este Observatorio Nacional ha permanecido 
ajeno a la vida de la Nación (Cobos & Aguilar 1927). 

Nótese el contrapunto retórico entre las nociones “nacional” y “extranjero”. En 
1930 aparecieron editoriales críticos de la situación en La Prensa y La Nación. 
Finalmente, en 1931 un energúmeno baleó a Perrine mientras este se encontraba 
en su casa, afortunadamente con mala puntería (Hodge 1977). El físico de La 
Plata y diputado por el Partido Conservador Ramón Loyarte, trató extensamente 
la cuestión del Observatorio en la sesión del 20 de Septiembre de 1932 y citó las 
conclusiones de la investigación de Aguilar y Cobos. A instancias de Monseñor 
Fortunato Devoto, quien había sido brevemente director en el Observatorio de La 
Plata, y de Félix Aguilar, en 1934 se creó el Consejo Nacional de Observatorios, 
presidido por el primero. Digamos de paso que este Consejo fue el que fundó 
el observatorio de San Miguel que comenzó sus actividades en 1935, pero se 
transformó en un observatorio de física solar recién en 1950 (Greco et al. 1970). 
En 1933 le fue retirada a Perrine gran parte de su autoridad y se retiró bajo 
protesta en 1936. Cuando renunció Perrine, se hizo cargo Aguilar, quien nombró 
director a Juan José Nissen. Este llevó a Gavióla como astrofísico y vice-director. 

La pregunta de si Perrine estuvo justificado en su decisión de figurar el es¬ 
pejo en Córdoba parece tener una respuesta negativa (Milone 1979, 140). Se ha 
señalado que en esa decisión pudo haber influido el éxito obtenido con un espe¬ 
jo de 75 cm, que fue configurado en Córdoba e instalado en 1916 —el montaje 
también fue diseñado y fabricado localmente (Hodge 1977, 16; Bernaola 2001, 
120)—. En todo caso, el largo y, al fin de cuentas, penoso episodio que resultó de 
la fatídica decisión encierra, además de las cuestiones técnicas, varios elementos 
que cabe al menos señalar. Primero, el clima de creciente nacionalismo xenófobo 
y de militarismo autoritario de la época, que repercutía en la pequeña comuni¬ 
dad de las ciencias exactas (Asúa y Hurtado de Mendoza 2006). También pudo 
haber habido conflictos inter-institucionales de larga data y la cuestión de la ne¬ 
cesidad (o no) de cultivar la geografía astronómica y la geodesia (en ese momento 
íntimamente asociada a la noción de territorio y límites), puesta de manifiesto 
en el proyecto de Aguilar de medición del arco de meridiano, cristalizado en la 
ley N-12 334 de 1936 (Babini 1977). Por último, como señala Hodge, también 
actuaron rencores personales locales de cierto voltaje (Hodge 1977). Pero más 
allá de las circunstancias detonantes, el conflicto interesa como la expresión de 
la agonía de un estado de cosas que había durado más de medio siglo. Por un 
lado, se ha destacado la voluntad de instalar el gran reflector en relación a la 
visión de Perrine de querer incorporar la astrofísica a un observatorio hasta el 
momento astrométrico (Landi Dessy 1970). Por el otro lado, es evidente que el 
director estadounidense del Observatorio fue, sin quererlo, la encarnación de una 
situación que se había tornado anacrónica y, dado el sentimiento “anti-gringo” 
de la época (Hodge 1977), potencialmente explosiva. 

6. El comienzo del período astrofísico 

El término “crisis” deriva de una palabra griega que significar elección, de¬ 
cisión, juicio. La crisis que acabamos de comentar fue, por cierto, oportunidad 
de crecimiento para la astronomía argentina, que salió fortalecida de la misma. 



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M. de Asúa 


Gavióla entró en escena como un Deus ex machina y, como tal, logró configurar 
el espejo en el taller de J. W. Fecker en Pittsburg. Director del Observatorio 
desde 1940, inauguró el telescopio en julio de 1942. (Bernaola 2001) Guido Beck 
fue incorporado al observatorio y, simultáneamente con la inauguración de la 
estación de Bosque Alegre, tuvo lugar el “Pequeño Congreso”, que dio origen 
al llamado “núcleo inicial” de la Asociación Física Argentina. Es de destacar 
que, en el acta de fundación de la misma, se menciona que “su finalidad es la 
de reunir a todos aquellos que en la República Argentina cultivan el estudio 
de la física y la astronomía”. Este gesto sugiere la posibilidad de distinguir dos 
caminos en el desarrollo de la astrofísica en Argentina: el primero, a partir de 
Gavióla y el grupo de físicos incorporados al Observatorio de Córdoba (Beck en 
primer lugar); el segundo, a partir de los astrónomos enviados a ser entrenados 
al exterior desde La Plata. En todo caso, después de muchos éxitos científicos y 
avatares burocráticos y políticos, Gavióla renunció en 1947. Su participación en 
la instalación del reflector de Córdoba fue, quizás, su mejor hora, el triunfo más 
límpido de una vida que parece no haber conocido la claudicación moral. 

Estaría tentado de usar 1942 como símbolo del comienzo de un nuevo perío¬ 
do, si no fuera porque, como acabamos de ver, en La Plata sucedió un hecho a 
mi entender también trascendente. Es sabido que el Ing. Aguilar creó la Escuela 
de Astronomía y Ciencias Conexas en dicha Universidad en 1935, durante su 
gestión como director entre 1934 y 1943. En el informe del 3 de agosto de 1934, 
Aguilar insistió en la especialización en geofísica sobre la base de la necesidad de 
especialistas para prospección de petróleo y minerales (citado en Gershanik 1979, 
43). Por otro lado, inauguró becas para EE. UU. Los primeros en obtenerlas fue¬ 
ron Carlos U. Cesco y Jorge Sahade quienes en 1943 viajaron al Observatorio 
de Yerkes a trabajar con Otto Struve en binarias cerradas. Es porque creo que 
es de fundamental importancia en todo proceso de construcción de identidad 
científica la especialización de becarios en el exterior, que decidí considerar a 
los años 1942-1943 como el comienzo formal de la astrofísica en la Argentina. 
Para ampliar el contexto, agreguemos que entre 1935 y 1946 la Asociación Ar¬ 
gentina para el Progreso de la Ciencia concedió alrededor de 40 becas en el área 
biomédica y de ingeniería (Hurtado de Mendoza Busala 2006). 

Debe insistirse en que el establecimiento de un comienzo discreto del período 
astrofísico (1942-1943) es nada más que un artificio necesario. La astrofísica se 
incorporó paulatinamente desde principios del siglo XX en los que entonces eran 
los dos observatorios argentinos, con el proyecto de Perrine en Córdoba y ciertas 
decisiones estratégicas de Hartmann y de Aguilar en La Plata —en este último 
hay que destacar la incorporación en 1937 de Alexander Wilkens, ex director 
del observatorio de Breslau y la posterior llegada de Livio Gratton (Gershanik 
1979)—. Utilizando el espectroscopio de Hartmann, entre 1938 y 1949 Wilkens 
desarrolló un programa de temperaturas espectroscópicas de estrellas dobles, 
que inició la tradición de espectroscopia estelar de La Plata (Gershanik 979, 50; 
Evans 1987, 289). 

La astronomía de posición siguió siendo cultivada en este período. A tal 
respecto hay que señalar la creación del Observatorio Félix Aguilar (OAFA) en 
1953. La ordenanza de creación de la Facultad de Ingeniería y Ciencias Exactas, 
Físicas y Naturales de la Universidad de Cuyo es de 1947. En ese mismo año 
comenzó a dictarse la carrera de Ingeniero Geógrafo, con lo cual se incorporaron 



Historia de la astronomía en la Argentina 


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a dicha universidad Bernhard Dawson, Carlos U. Cesco y Juan José Nissen. Este 
caso es interesante pues constituye un ejemplo de una exitosa “migración interna” 
en nuestro país de un grupo consistente de científicos. En 1953 se inauguró el 
observatorio, sobre la base de fondos de reconstrucción por el terremoto de 1944. 
Entre 1952 y 1956 dependió del Departamento de Investigación Científica (DIC) 
de la Universidad de Cuyo, de breve pero interesante existencia. El OAFA quedó 
bajo jurisdicción de la Universidad Nacional de San Juan a partir de 1973 (López 
1979). 

En 1944 la Asociación Argentina Amigos de la Astronomía (AAAA), creada 
en 1929 y que desde ese año venía editando la Revista Astronómica, inauguró el 
actual edificio de Parque Centenario (Buenos Aires). 

6.1. La década de las instituciones modernizantes de la ciencia: 1956- 
1966 

En la década que va de 1956 a 1966 se crearon en nuestro país una serie 
de instituciones que organizaron o impulsaron la ciencia en general y también 
la astronomía. Con el telón de fondo de una atmósfera de “desarrollismo”, en el 
campo de la astronomía y la astrofísica prosperaron varias iniciativas de cola¬ 
boración originadas en los Estados Unidos y la consolidación de grupos locales, 
sobre todo en lo que concierne a la astrofísica. No incluyo aquí el OAFA, porque 
creo que su creación depende de una dinámica regional, que debe distinguirse 
de la que generó las otras instituciones de este período. En 1957 se creó en la 
Universidad Nacional de Córdoba el Instituto de Astronomía, Matemáticas y 
Física (IMAF, transformado en facultad desde 1983). La propuesta fue impulsa¬ 
da por Gavióla durante su segunda y breve gestión como director entre 1956 y 
1957, pero el Instituto fue inaugurado por Livio Gratton, debido a la renuncia 
de aquel y pronto asumió la dirección el Dr. Ricardo Platzek. 

El CONICET, creado en 1958, tuvo una gran significación como impulsor 
de la investigación astronómica. Y, por supuesto, en los primeros meses de 1958 
se creó la Asociación Argentina de Astronomía. 

Entre 1965-1974, por un convenio de 1962 entre la Yale-Columbia Southern 
Station y la Universidad de Cuyo, se instaló en El Leoncito el Observatorio Aus¬ 
tral Yale-Columbia, con un telescopio astrográfico doble de 50 cm. Fue dedicado 
al estudio de los movimientos propios de estrellas australes (Southern Motion 
Program) como extensión del programa original del observatorio Lick de Califor¬ 
nia (Lick Northern Motion Program). Cyril Jackson fue el observador principal, 
asistido por Arnold Klemola. Al retirarse el primero se hizo cargo como director 
Carlos U. Cesco, a la sazón director del OAFA y posteriormente J. A. López 
(Evans 1987; Brouwer 1963; van Aliena 1991). En el mismo lugar se instaló 
el círculo meridiano de 17cm cedido por el Observatorio Naval de los Estados 
Unidos en convenio con la Universidad de Cuyo y la estación Yale-Columbia, 
destinado al estudio de las estrellas de referencia del hemisferio sur, el Southern 
Reference Star (SRS) Program. Dirigido por J. A. Hughes y E. J. Coyne y con 
cuatro observadores argentinos, el instrumento fue usado hasta comienzos de la 
década de los años 80, cuando fue trasladado a Nueva Zelanda (Scott. 1966; Smith 
& Jackson 1985; Evans 1987). Hacia 1963 ya se había completado en el OAFA 
el edificio para el círculo meridiano Repsold trasladado desde el observatorio de 
Córdoba (López 1963). 




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M. de Asúa 


En 1968 tuvo lugar la publicación del Atlas de Galaxias Australes de José 
Luis Sérsic, quien formó parte de la cohorte de astrónomos argentinos que en 
la segunda posguerra se volcaron a la astrofísica. El grupo de Sérsic en Cór¬ 
doba alcanzó un nivel muy elaborado de estudio de galaxias que incluía líneas 
de investigación sobre estadística de tipos, distribución de masa intragaláctica 
y la relación entre estructura y formación de estrellas. En La Plata, Carlos y 
Mercedes Jaschek, Jorge Sahade y Alejandro Feinstein se ocupaban contemporᬠ
neamente de astrofísica estelar (fotometría fotoeléctrica, espectroscopia estelar, 
en particular de cúmulos abiertos, binarias espectroscópicas y variables en cú¬ 
mulos globulares) (Evans 1987). 

Durante la década de los años 60 se compró el telescopio reflector de 215 crn 
de la Universidad Nacional de La Plata, que fue luego instalado en el CAS- 
LEO, establecido en 1983 e inaugurado en 1986, por convenio entre CONICET, 
SECYT, la UNLP, la UNC y la UNSJ (Rovira 2004). 


6.2. El comienzo de la radioastronomía 

En 1966 se inauguró el Instituto Argentino de Radioastronomía (IAR). El 
IAR fue creado por una oferta en 1957 de Merle Tuve, entonces director del De¬ 
partamento de Magnetismo Terrestre de la Carnegie Institution. Al año siguiente 
la Universidad de Buenos Aires creó la Comisión de Astrofísica y Radioastrono¬ 
mía, constituida por Félix Cernuschi, Humberto Ciancaglini y Enrique Gavióla, 
quien había trabajado con Tuve. El material fue enviado por la Carnegie. En 
1958 se instaló un interferómetro solar de 86 MHz en la Facultad de Agrono¬ 
mía de Buenos Aires. La Carnegie también envió la primera antena parabólica 
de 30 m de diámetro y el receptor de un radiotelescopio para estudiar el hidró¬ 
geno galáctico y extragaláctico que se instalaron en el Parque Pereyra Iraola. 
Se detectó hidrógeno por primera vez el 11 de abril de 1965. Carlos Varsavsky 
fue el primer director con Carlos Jascheck como vice-director (Varsavsky 1966; 
Colomb y Filloy 1979). 


6.3. Los dos institutos de astrofísica 

El Instituto de Astronomía y Física del espacio (IAFE) surgió entre 1969 y 
1971 a partir del Centro Nacional de Radiación Cósmica, que había sido creado 
en 1964 por el CONICET en convenio con CNEA y la FCEN (UBA) sobre la base 
del Laboratorio de Radiación Cósmica de CNEA —establecido a comienzos de 
la década de los años 50 y a cargo de Horacio Ghielmetti y Adulio Cicchini—. 
EL IAFE se organizó sobre la base de un convenio entre UBA, CONICET y 
la Comisión Nacional de Estudios Geoheliofísicos (Ghielmetti & Sahade 1979; 
Roederer 2002). 

En 1982 se creó el Profoeg, que junto con el Probibega, creado en 1996 
(ambos programas de CONICET), fueron la base del Instituto de Astrofísica de 
La Plata (IALP) fundado en 1999. 

El Proyecto Auger (Etchegoyen 2004) y el Proyecto Gemini (Rovira 2004) 
son demasiado recientes como para ser considerados en un relato de “larga du¬ 
ración” como el presente. 



Historia de la astronomía en la Argentina 


17 


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20 



Asociación Argentina de Astronomía - BOOK SERIES 
AAABS, Vol. 2, 2009 

Gustavo E. Romero, Sergio A. Cellone, & Sofía A. Cora, eds. 


Astronomía e institucionalización de la ciencia y la política 
científica en la Argentina 

Diego Hurtado 1 & Pablo Souza 1 

(1) Centro de Estudios de Historia de la Ciencia, Escuela de 
Humanidades, UNSAM, México 


1. Introducción 

Desde mediados del siglo XVII, la construcción de observatorios astronómi¬ 
cos en Europa requirió de la convergencia de factores heterogéneos. Entre otros, 
fue decisiva la existencia de expertos respaldados por comunidades científicas 
con programas ambiciosos que pudieran atraer el interés y los recursos del Es¬ 
tado. A mediados de la década de 1660, entre las condiciones reclamadas por el 
matemático francés Adrien Auzout para dar su apoyo a la creación de la Aca- 
dérnie des Sciences figuraba un observatorio. Para tal fin, en 1667, se adquirió 
una parcela de tierra al sur de París. La finalización del observatorio en 1672 fue 
“la más impresionante y tangible evidencia de la importancia de la Academia ,, 
(Hahn, 1971: 18). 

Respecto de Inglaterra, dice McCrea: 

El Observatorio Real en Greenwich nació en 1675 con ventajas 
inigualables: compartió el Fundador Real de la Royal Society; lo tuvo 
a Flamsteed como primer “observador y curador”, que probó ser uno 
de los mayores astrónomos observacionales de la historia; lo tuvo a 
Wren como arquitecto; su primer medio siglo de vida tuvo lugar en la 
era de Newton y lo tuvo al propio Newton como su primer Visitante 
oficial (McCrea, 1976: 133). 

Recién dos siglos más tarde, en América latina comienzan a impulsarse des¬ 
de los estados coloniales o los jóvenes estados nacionales las primeras iniciativas 
para asimilar la práctica de la Astronomía. Estos inicios coinciden con el mo¬ 
mento en el cual algunos historiadores identifican en la astronomía europea las 
primeras manifestaciones de lo que más tarde se llamará “big Science”. Capshew 
y Rider señalan que la dependencia de telescopios e instalaciones de dimensiones 
crecientes hacen de la astronomía, ya en el siglo XIX, el ejemplo paradigmático 
de ciencia moderna de gran escala. Para Srnith, el trabajo dentro de los observa¬ 
torios durante el siglo XIX experimentó “ un proceso social de racionalización de 
gran escala ”, en el cual los astrónomos aceptaron el sistema de la fábrica como 
modelo organizacional. Líderes de comunidades astronómicas en Europa y los 
Estados Unidos establecieron en sus observatorios una división del trabajo je¬ 
rárquica y crecientemente diferenciada y se comenzó a enfocar más la atención en 
los proyectos orientados por misiones ( mission-oriented projects ), como la Carte 
du Ciel. Estos desarrollos coinciden con el incremento del apoyo filantrópico, que 
hará posible la construcción de mayores y mejores telescopios (Capshew y Ri¬ 
der, 1992: 19-20; Srnith, 1991: 17). A comienzos del siglo XX, la introducción de 


21 



22 


D. Hurtado & P. Souza 


nuevas técnicas y el viraje de la Astrometría hacia la Astrofísica trajeron, entre 
otras consecuencias, un aumento adicional del costo del instrumental y formas 
de organización que llevaron también al historiador John Lankford a comparar 
el observatorio con una fábrica en la que su director jugaría un papel semejante 
al de un CEO (Chief Executive Officer) (citado en Rieznik, 2008: 20, 255). 

Esta coincidencia entre el momento en que algunos países de América Latina 
buscaron incorporar la práctica astronómica y el acelerado crecimiento en escala 
de la práctica astronómica en los Estados Unidos y algunos países de Europa 
parecen indicar que el proceso de transplante o asimilación de modelos euro¬ 
peos de instituciones astronómicas a contextos periféricos exigió, no solamente 
la capacidad de contar con grandes y costosos instrumentos e instalaciones, sino 
también la necesidad de adoptar formas de organización y gestión complejas y 
estandarizadas. Mientras que en los países centrales estos componentes fueron el 
producto de un proceso gradual y más o menos sistémico de crecimiento e inte¬ 
gración social y política de las actividades astronómicas 1 , el intento de instalar 
los primeros observatorios en algunos países periféricos derivó, en muchos casos, 
en procesos traumáticos. No sólo por la insuficiente capacidad de financiamiento, 
agravada por la ausencia de iniciativas filantrópicas, sino también por la ausen¬ 
cia de capacidades organizativas, tanto en la gestión de compra e instalación 
de instrumentos, como en las capacidades de organización y administración del 
trabajo cotidiano dentro de los observatorios. 

Finalmente, desde mediados del siglo XIX, las actividades astronómicas en 
América Latina nacieron y buscaron su consolidación institucional como exten¬ 
sión de la astronomía europea. En este sentido, la astronomía integró el conjunto 
de disciplinas científicas que fueron un componente simbólico importante en los 
proyectos políticos de la clase dirigente argentina (Montserrat, 1993). Esta ini¬ 
ciativa local no estuvo desvinculada del uso que, de acuerdo con Pyenson y 
Sheets-Pyenson, se buscó dar a la ciencia como vehículo cultural para aumentar 
el prestigio de las potencias europeas en territorios distantes. En este sentido, 
puede decirse que la astronomía fue un componente material y simbólico del 
proceso de expansión colonial: 


El uso de la Astronomía y la Geofísica como un instrumento de 
imperialismo cultural, tan evidente en el pasado reciente, deriva de 
una apreciación tradicional que consideró las observaciones celestes 
como una medida de la fuerza cultural. Los observatorios y los regis¬ 
tros que ellos producen son objetos de aprobación general (Pyenson 
& Sheets-Pyenson, 1999: 123). 


De esta forma, construcción de la nacionalidad periférica e imperialismo 
cultural europeo convergen en la segunda mitad del siglo XIX a través de la 
común aceptación del carácter universal del conocimiento científico, el carácter 
privilegiado de la astronomía como ciencia modelo y del internacionalismo como 
su dimensión social y fundamento de la universalidad de las prácticas de produc- 


1 Ver, p.e., Lankford (1997), Staubermann (2001). 



Astronomía: ciencia y política científica en Argentina 


23 


ción de conocimiento astronómico. 2 En este sentido, puede hablarse de lo que 
podríamos llamar “ideología de integración sistémica”, como componente implí¬ 
cito en las políticas de los estados periféricos para la astronomía, la cual supone 
que las prácticas de producción de conocimiento astronómico son “compatibles” 
con la dinámica cultural y económica de la sociedad que se propone adoptarlas y 
que, por lo tanto, es posible “transplantar” todas las condiciones de posibilidad 
—instituciones, instrumentos, formas de organización y trabajo, etc.— para la 
reproducción de las prácticas de producción de conocimiento astronómico. 

Con el tiempo, agotado el efecto de sentido inicial que acompañó el gesto 
político que hizo posible la creación de observatorios, la contratación de expertos 
extranjeros y la integración subordinada a programas astronómicos europeos, el 
lugar de la astronomía en las políticas científicas de los países de América Latina 
no llegará a estabilizarse. La astronomía será posible sólo de forma intermitente, 
accidentada y, en general, subordinada a los programas de los países avanzados. 3 


2. Estrategias de institucionalización 

Para explicar los primeros esbozos de políticas públicas que impulsaron la 
instalación de observatorios en la Argentina no alcanza con apelar al lugar sim¬ 
bólico de la astronomía. La representación del cielo también presentaba un nítido 
componente de producción de conocimiento práctico vinculado a la navegación, 
la cartografía y la expansión territorial. Desde esta perspectiva, el modo especí¬ 
fico de integración al escenario astronómico internacional puesto en práctica por 
cada observatorio periférico es clave para entender tanto las tareas y los obje¬ 
tivos iniciales, como las posteriores trayectorias institucionales. Mientras que el 
Observatorio de Córdoba, creado en 1871, se orientó desde sus inicios hacia la 
“ciencia pura”, en el diseño de las actividades iniciales del Observatorio de La 
Plata, creado en 1882, “es posible detectar elementos que responden visiblemente 
a necesidades de la Marina ” (Ortiz, 2005: 178-179). 

Estas divergencias tienen un correlato directo en la figura de sus primeros 
directores. A través del astrónomo norteamericano Benjamin Gould, doctorado 
en Gottingen en 1848, es posible entender la influencia de la tradición astronómi¬ 
ca alemana en la forma de organización y los objetivos iniciales del Observatorio 
de Córdoba. Desde su creación, este observatorio se concentró tanto en la ho- 
mogeneización, extensión y precisión de los catálogos, como en el aumento de la 
productividad astrométrica (Rieznik, 2008). Ahora bien, como señala Ortiz, “en 
la compleja visión que le dio origen se esperaban también de ese Observatorio 
resultados subsidiarios en el campo de la práctica, que permitieran justificar más 
visiblemente su discutida existencia 1 '. De esta forma, si bien nunca fueron acti¬ 
vidades centrales, la posición precisa de las principales ciudades argentinas, la 
definición de la hora y la medición sistemática de variables meteorológicas tam- 


2 Marcelo Montserrat llama la atención sobre el contexto iluminista en el cual la astronomía era 
concebida como “ciencia-piloto destinada a rebasar su significación científica”, y cita a Comte, 
para quien la astronomía era el ejemplo de ciencia positiva (Montserrat, 1993: 20-21). 

3 Sobre los inicios de la astronomía en América Latina, puede verse: el número 19 de la revista 
Saber y Tiempo, (vol. 5, 2005); Keenan (1991). 



24 


D. Hurtado & P. Souza 


bién fueron incumbencia de este observatorio (Ortiz, 2005: 178-179). A diferencia 
de esta orientación, la estrategia seguida por el primer director del Observato¬ 
rio de La Plata, Francisco Beuf, capitán de corbeta de la marina francesa y 
por entonces director de la Escuela Naval Militar, toma como modelo el tipo 
de organización de la tradición astronómica francesa. Beuf buscó ganar escala a 
partir del aprovechamiento de los recursos de reparticiones navales e hidrográfi¬ 
cas. Si bien en este observatorio se desarrollaron investigaciones en el campo de 
la astrofísica, especialmente durante la dirección del astrofísico alemán Johannes 
Hartmann, sus orientaciones más consolidadas fueron la astronomía de posición, 
la geodesia y la geofísica. Estas estrategias iniciales explican las trayectorias 
divergentes de ambos observatorios. 

Otra diferencia crucial entre ambos observatorios fue su relación con las 
universidades. Mientras que el Observatorio de Córdoba pudo integrarse a una 
institución universitaria, como veremos, recién a fines de la década de 1950, el 
Observatorio de La Plata pasó a formar parte de la Universidad Nacional de La 
Plata (UNLP) desde el momento mismo de la creación de esta última en 1905. 
En relación con la inspiración del modelo de La Plata, es importante destacar 
que si bien Myers (1992: 96) postula la influencia de las universidades “científi¬ 
cas” alemanas, en un trabajo posterior, García (2005: 250) discute esa hipótesis, 
y establece una relación de semejanza con el “modelo emergente” de las univer¬ 
sidades norteamericanas, que “eran vistas como instituciones que respondían a 
múltiples propósitos y abarcaban una diversidad de institutos científicos, activi¬ 
dades extra-áulicas, educación liberal, escuelas profesionales y técnicas ”. Ahora 
bien, en términos de legitimación del lugar de la universidad en la investigación 
científica, Myers ha destacado la incorporación a la UNLP de dos instituciones 
de creación extrauniversitaria y que solían ser de dependencia nacional, como 
fueron el Museo —que sería la base de la Facultad de Ciencias Exactas— y el 
Observatorio —que sería el punto de partida para una Escuela Superior de Cien¬ 
cias Astronómicas—. Este autor ve aquí una “redefinición de las fronteras” entre 
el espacio universitario y el extrauniversitario que considera muy significativa, 
dado que “parecería indicar un fortalecimiento del papel de la Universidad como 
eje principal de la investigación científica durante las primeras décadas de este 
siglo en nuestro país” (Myers 1992: 97). 


3. El problema de la gestión de grandes instrumentos 

Ya instalados y definidas sus estrategias, ambos observatorios enfrentaron 
serios obstáculos. Uno de ellos, tal vez el más visible, fue la gestión de compra 
y montaje de instrumentos. Desde una mirada retrospectiva, puede decirse que 
esta fue una limitación estructural crónica de los observatorios argentinos. 

Ya en 1906, la UNLP encargó para su observatorio la construcción de un 
círculo meridiano a la fábrica A. Repsold e Hijos de Hamburgo. El instrumento 
llegó en 1908. LL Este valioso instrumento quedó inactivo en sus cajones durante 
30 años v , cuenta Félix Aguilar. En 1932, el círculo meridiano fue prestado al 
Observatorio de Córdoba, que ya poseía uno gemelo. Cuando en 1934 Aguilar se 
hizo cargo por segunda vez de la dirección del observatorio, inició las gestiones 
para que el instrumento retorne a La Plata. Recién en 1938 el Consejo Superior 



Astronomía: ciencia y política científica en Argentina 


25 


de la UNLP decidió otorgar los recursos para la instalación del instrumento 
(Aguilar, 1938: 329). 

Cuando a fines de enero de 1909 Charles Perrine fue nombrado director del 
Observatorio de Córdoba, los Observatorios de Lick y de Mount Wilson estaban 
abriendo nuevas perspectivas a la astrofísica. 

Perrine deseaba hacer en la astrofísica del Sur lo que Gould había 
hecho en astrometría. Pero la tarea de confeccionar grandes espejos 
astronómicos estuvo más allá de la habilidad del personal que se podía 
conseguir en aquel tiempo (Gavióla, 1946a: 193). 

La construcción del gran telescopio reflector de 154 cm y de la Estación de As¬ 
trofísica de Bosque Alegre fue una odisea de alrededor de 30 años. 4 

Ya a mediados de la década de 1910, Perrine hablaba del mal estado del edi¬ 
ficio y de las instalaciones eléctricas, de la falta de agua corriente, la deficiencia 
presupuestaria y la insuficiencia de personal. La guerra agregó nuevos obstáculos 
a la importación de material necesario para la construcción. Perrine retrasó la 
fecha de finalización. Sin embargo, a comienzos de los años veinte comenzó a 
ser conciente de que la empresa estaba fuera de su alcance. A mediados de 1923 
el observatorio estaba casi paralizado. Las malas relaciones políticas de Perri¬ 
ne agravaron la situación. Bernaola señala la presencia de elementos xenófobos 
durante esos años: 

Expresiones antiestadounideneses ya habían aparecido antes, ca¬ 
da tanto, durante las direcciones de Gould y de Thome, particular¬ 
mente en 1898, durante la guerra entre España y EUA, pero de nin¬ 
guna manera llegaron a tener el matiz ni la intensidad xenofóbica 
con que se presentaron en la década de 1930 (Bernaola, 2001: 131). 

Desde 1927, las críticas al observatorio también incluyeron ataques perso¬ 
nales a la figura de Perrine. Félix Aguilar y Norberto Cobos, como miembros de 
una comisión, fueron enviados por el Ministerio de Justicia e Instrucción Pública 
a inspeccionar las actividades del Observatorio de Córdoba (Milone, 1979: 141). 
En las conclusiones del informe presentado el 29 de abril al ministro, Aguilar y 
Cobo hablaban de “la necesidad de convertir este observatorio en una institución 
efectivamente nacional ”, y agregaban: 

De esta manera no aparecerá nuestro país como hasta ahora, sos¬ 
teniendo una misión extranjera en nuestro territorio sin más vínculos 
con la Nación que el tesoro del Estado. 

Aguilar y Cobos aludían también a “su personal extranjero, su desvincidación 
absoluta de los problemas técnicos y culturales de nuestro país ”, señalaban que 
“jamás prestó su colaboración en los litigios de líneas internacionales e inter- 
provinciales' n y que uo participó tampoco de trabajos geodésicosy geográficos. Y 
concluían: 


4 Ver, p.e., el relato de Gavióla en Revista Astronómica (1942b: 221-226). 



26 


D. Hurtado & P. Souza 


Fundado en el centro universitario más antiguo del país, el Obser¬ 
vatorio ha vivido y vive enteramente desvinculado de la Universidad. 

En última instancia, Cobos y Aguilar tomaron como modelo la estrategia 
de institucionalización del Observatorio de La Plata para criticar la trayectoria 
del Observatorio de Córdoba y los objetivos de Perrine: 

El Observatorio de Córdoba debe colaborar con la Universidad 
en la enseñanza de la Astronomía práctica, de las determinaciones 
geográficas e investigaciones geofísicas. Con reparticiones nacionales 
y provinciales en la ejecución de trabajos geodésicos-astronómicos. 

Ahora bien, los autores del informe consideraban “ inoportuna e inconveniente la 
anexión del Observatorio a la Universidad de Córdoba ”, dado que el restringido 
campo de aplicación de la astronomía en la Argentina “no justifica la creación 
en Córdoba de otra escuela de astronomía además de la que funciona anexa a la 
Universidad de La Plata". Por este motivo, juzgaban conveniente “ mantener su 
actual régimen de dependencia directa del Ministerio de Justicia e Instrucción 
Pública ” (citado en Milone, 1979: 173-176). 

Cobos y Aguilar propusieron crear una comisión, que informe al gobierno 
de “ la eficiencia y orientación ” del observatorio, integrada por un técnico del 
ministerio, el director del Instituto Geográfico Militar y el director del Obser¬ 
vatorio de La Plata, es decir, el propio Aguilar. Todo parece indicar que este 
informe se proponía construir las condiciones para solicitar la anexión del Ob¬ 
servatorio de Córdoba a la UNLP, pedido que se concretará en 1929 a través 
de un proyecto elevado por sus autoridades al Poder Ejecutivo. A fines de aquel 
año, algunos diarios de Córdoba y Buenos Aires hacían responsable al astrónomo 
norteamericano del estado de decadencia del observatorio y sugerían la necesidad 
de anexarlo a la Universidad Nacional de Córdoba. 5 En 1931, un desconocido 
disparó sobre el frente de la casa de Perrine. Al año siguiente, el director del Ins¬ 
tituto de Física de la UNLP y diputado nacional Ramón Loyarte presentó ante 
la Cámara de Diputados un pedido de informe del Observatorio de Córdoba que 
fue aprobado y elevado a aquel ministerio. 6 

A fines de 1933 había sido creada la Asociación Argentina para el Progreso 
de las Ciencias (AAPC). Entre sus primeras tareas, la AAPC promovió la eva¬ 
luación de las disciplinas científicas en el país. En 1935, esta asociación publicó 
el Primer informe sobre el estado actual de las ciencias en la Argentina y sus 
necesidades más urgentes. En la sección dedicada a la astronomía, a cargo se¬ 
guramente de Aguilar, se volvía a la carga contra la dirección del Observatorio 
de Córdoba. Allí se afirmaba que entre los objetivos del Observatorio Nacional 
de Córdoba, creado en 1871, “la formación de astrónomos argentinos, no se ha 
cumplido” y que “ese observatorio sigue siendo, más bien, una misión extranjera 
destacada en nuestra República ” (AAPC, 1935). Al momento de este informe, 


5 Ver, p.e., el diario La Prensa de los días 4, 6 y 10 de noviembre. 

6 Una evaluación negativa de la polémica figura de Loyarte en la ciencia argentina puede verse 
en: Pyenson (1985). En relación con la astronomía, sería interesante profundizar su relación 
con Aguilar. 



Astronomía: ciencia y política científica en Argentina 


27 


todavía no se encontraba terminado el gran telescopio reflector proyectado por 
Perrine, que finalmente se retiró en 1936 (Milone, 1979: 143). 

En 1934 fue creado el Consejo Nacional de Observatorios, con monseñor 
Fortunato Devoto como presidente y Aguilar como vicepresidente. Ese mismo 
año, este consejo intervino el Observatorio de Córdoba. A mediados de mayo, 
el Consejo Superior de la UNLP eligió a Félix Aguilar como nuevo director del 
Observatorio de La Plata. En su discurso pronunciado en el acto de asunción 
de este cargo, sostuvo Aguilar: “ Es lamentable tener que constatar que en sus 
63 años de existencia el Observatorio de Córdoba no ha logrado formar un as¬ 
trónomo argentino, desvirtuando así los propósitos nacionales de su fundación ”. 
Aunque también agregaba: u bien pobre es el fruto nacional de nuestro observato¬ 
rio de La Plata". Aguilar colocaba como prioridad del Observatorio de La Plata 
el panorama económico: 

Las grandes empresas nacionales y extranjeras que exploran y 
explotan las riquezas del territorio nacional solo cuentan entre su 
personal un pequeño número de geofísicos argentinos. 

Para suplir esta debilidad, sostiene que: 

Las enseñanzas astronómicas que se dictan en este Instituto des¬ 
de 1913 deben ser completadas y sistematizadas hasta constituir la 
Escuela superior de ciencias astronómicas[...] (Aguilar, 1934: 242- 
243). 

Al año siguiente se creaba en la UNLP el diploma de Doctor en Ciencias Astro¬ 
nómicas y Conexas. Rieznik vincula esta iniciativa con la “ envergadura del giro 
hacia las ciencias de la Tierra ”, y cita ejemplos en donde la Geofísica aparece 
fuertemente vinculada a las “ [n]ecesidades concretas de la vida nacional ”, como 
el petróleo (Rieznik, 2008: 231). 7 

En 1936 se creó la Comisión Nacional para la Medición de un Arco de Me¬ 
ridiano. Especialmente diseñada para resolver un problema específico en el lapso 
de 12 años, esta comisión fue puesta bajo la dirección de Aguilar. Si bien hasta 
ese momento las actividades vinculadas a la cartografía, geodesia, hidrografía y 
oceanografía, se concentraban principalmente en el Instituto Geográfico Militar 
y el Servicio Hidrográfico de Marina, la historia de esta comisión indica una in¬ 
tención de apertura hacia la comunidad científica local (Ortiz, 2005: 128-130). Al 
respecto, hay que recordar que Aguilar se desempeñó en la Sección de Geodesia 
del Instituto Geográfico Militar y fue profesor de la Escuela Superior de Guerra 
del Ejército. Como sostiene el historiador Eduardo Ortiz: 

Este amplio proyecto de triangulación trigonométrica incluía un 
triángulo muy especial, cuyos vértices eran la ciencia, la Iglesia y 
las fuerzas armadas. La posición que ocupaba Aguilar era cercana al 
medio (Ortiz, 2005: 136). 


7 Ver, p.e., Revista Astronómica (1934: 223): “... la geofísica posee métodos y aparatos para loca¬ 
lizar yacimientos [...]; métodos y aparatos que son empleados extensivamente por la Standard 
OH y la Royal Ducht en beneficio propio, en nuestro mismo país; métodos y aparatos que nos 
permitirían también a nosotros explotar racionalmente las riquezas de nuestro suelo, sin temer 
ser aventajados por el extraño 



28 


D. Hurtado & P. Souza 


La importancia de la medición del arco de meridiano, aclaraba Aguilar en una 
conferencia de 1936, se extendía a la determinación de límites interprovinciales, 
la defensa nacional, el diseño de obras públicas, tareas de cartografía y determi¬ 
nación de la figura de la Tierra (Ortiz, 2005: 132-133). 


4. Astronomía y burocracia 

Desde una perspectiva política centrada en el proceso de institucionaliza- 
ción de la astronomía, la aparición en escena de Enrique Gavióla representa un 
hito. En el año 1935 Gavióla va a trabajar, con una beca de la Fundación Gug- 
genheim, con John Strong, el mejor astrónomo experimental de ese momento, en 
la preparación de los espejos del Observatorio de Mount Wilson, en el Instituto 
Tecnológico de California (CalTech). Gavióla no era un astrónomo. Es posible 
que, a consecuencia de los obstáculos que encontró para practicar la física expe¬ 
rimental, se haya orientado hacia la astronomía experimental con la esperanza 
de que esta sí fuera posible en el país (Bernaola, 2001: 203). 

De vuelta de los Estados Unidos, Gavióla había comenzado a trabajar en 
julio de 1936 en el Observatorio de La Plata. A mediados de 1937, Aguilar 
le ofreció incorporarse al Observatorio de Córdoba —donde Juan Nissen había 
sido nombrado director— con el cargo de jefe de la Estación Astrofísica de 
Bosque Alegre, todavía en construcción. La tarea asignada a Nissen y Gavióla 
era devolver al observatorio el prestigio internacional que había logrado en sus 
primeras décadas. Sólo dos años fueron suficientes para que Nissen sintiera que 
no había manera de acceder al apoyo oficial y decidiera dejar su puesto a Gavióla, 
que se hizo cargo del observatorio a mediados de 1940. Para entonces Gavióla 
había logrado algunos resultados científicos importantes. La revista Scientific 
American, en los número de enero, febrero y marzo de 1940, se ocupó del método 
desarrollado por Gavióla y el astrónomo Ricardo Platzeck para la prueba de 
espejos de precisión para telescopios (Galles, 2001: 5, 10-11). 

Entre las prioridades de Gavióla estaba la finalización de la Estación de 
Astrofísica y del gran telescopio reflector iniciados por Perrine 30 años atrás. 
Finalmente, las primeras observaciones fueron hechas el 1 de diciembre de 1941 
y a comienzos de julio del año siguiente, con la presencia del presidente de la 
Nación Ramón Castillo, cuatro embajadores de países limítrofes, varios ministros 
y una pléyade de otras autoridades, fue inaugurada la Estación Astrofísica de 
Bosque Alegre (Gavióla, 1942: 342; Revista Astronómica, 1942a). 8 

A pesar de estos inicios, a mediados de 1945, Gavióla publicó un folleto 
titulado Ciencia y burocracia. Allí reproduce una carta, con fecha 15 de junio, 
dirigida al Ministro de Justicia e Instrucción Pública de la Nación, donde solicita 
“se efectúe una investigación o sumario administrativo ”, dado que “es inadmisi¬ 
ble que documentos oficiales de importancia para este Observatorio desaparezcan 
del despacho del Ministro de Justicia e Instrucción Pública sin dejar rastros ”. 
Y recuerda que Nissen se retiró del observatorio “por la falta de apoyo oficial 
y por la continua y estéril lidia con la incomprensión y la indiferencia de los 


8 En la Revista Astronómica (1942b: 220-228) se reproduce el relato que Gavióla presentó en la 
inauguración del “Pequeño Congreso de Astronomía y Física”, donde presenta una síntesis de 
la sinuosa trayectoria del telescopio reflector. 



Astronomía: ciencia y política científica en Argentina 


29 


funcionarios administrativos ”. Luego de citar las numerosas y complejas tareas 
del observatorio, se quejaba Gavióla: 

A un instituto científico que hace todo eso se le impone un regla¬ 
mento confeccionado para escuelas normales y colegios nacionales. 

También señala que “ los funcionarios que controlan la marcha administrativa del 
Observatorio jamás lo han visitado para enterarse de lo que es, lo que hace y lo 
que necesita". Contra los que había sugerido 10 años atrás el informe de Cobos 
y Aguilar, la propuesta de Gavióla era que: “El Observatorio podría convertir¬ 
se, casi sin gasto, en una Escuela Superior de Astronomía y Física ” y “formar 
doctores en Meteorología, con una base científica amplia y profunda, como lo 
requiere la aviación moderna En el mismo folleto presenta el proyecto para la 
creación de la “Escuela de Astronomía, Meteorología y Física” (Gavióla, 1945b: 
3, 6, 10, 13, 20-34). 

El 25 de junio, Gavióla presentó su renuncia al cargo de director del ob¬ 
servatorio. En el texto dirigido al ministro de Justicia e Instrucción Pública, 
explica Gavióla: “La demora injustificada del ascenso del profesor Beck sería in¬ 
terpretada en el mundo científico como un acto de xenofobia, lo que afectaría 
el prestigio internacional del Observatorio". Retomando los argumentos utili¬ 
zados por Aguilar contra Perrine, Gavióla sostenía: “El país ha enquistado al 
Observatorio como a un cuerpo extraño. Aún hoy se niega a permitirle los me¬ 
dios eficaces para actuar sobre la juventud argentina". Gavióla argumenta que 
la Secretaría de Industria y Comercio, la Dirección General de Fabricaciones 
Militares, la industria y las universidades necesitan el mayor número posible de 
físicos, “pero no se permite la creación de una escuela de física". También sos¬ 
tiene que la Marina y la Aeronáutica “ reclaman con urgencia meteorólogos con 
amplia base científica en física y en astronomía; pero se impide que el instituto 
que reúne a físicos y astrónomos capaces y con capacidad de formarlos pueda 
hacerlo ” (Gavióla, 1945a: 273-274). 

Si bien Gavióla permaneció todavía por un tiempo al frente del observatorio, 
al año siguiente escribía: “La marcha del Observatorio de Córdoba durante los 
años 19f4 V 1945 ha sido normal, a pesar de algunas dificultades administrativas 
y judiciales". Y agregaba: “Dos iniciativas de largo alcance tuvieron su origen 
en ese período: la creación de la Asociación Física Argentina y la conversión del 
Observatorio en una Escuela de Astronomía, Física y Meteorología". Mientras 
que la primera había tenido éxito, la segunda “ha sido bloqueada por intereses 
creados que se oponen al progreso científico y cultural del país ” (Gavióla, 1946b: 
243, 245-246). Gavióla renunció al Observatorio de Córdoba en 1947. 

5. Política científica y peronismo 

Durante la Segunda Guerra Mundial, la movilización de científicos y de 
recursos materiales e infraestructura para investigación y desarrollo orientado 
a la guerra derivó en una expansión inédita de la actividad científica. En este 
momento el concepto de “política científica” comienza a tomar el sentido que 
se le atribuye hoy, el de política pública que distribuye recursos con intenciones 
estratégicas respecto a la definición de la estructura y orientación que debe darse 
al complejo científico-tecnológico de escala nacional. “No tenemos una política 



30 


D. Hurtado ¡k P. Souza 


nacional para la ciencia. El gobierno apenas ha comenzado a utilizarla para el 
bienestar de la nación ”, sostenía un documento paradigmático dirigido al presi¬ 
dente de los Estados Unidos en septiembre de 1945 (Bush, 1999 [1945]: 104). Su 
autor, Vannevar Bush, ingeniero del MIT y Director de la Oficina de Investiga¬ 
ción y Desarrollo Científico, presenta un análisis sobre cómo podría intervenir el 
gobierno norteamericano en las actividades de investigación y desarrollo. Entre 
otras iniciativas, este documento propone la creación de una “Fundación Nacio¬ 
nal de Investigación”. Respecto a las disciplinas de interés, sostiene: 

Un mayor progreso requiere que se desarrolle ampliamente todo el 
frente de la medicina y las ciencias conexas de la química, la física, 
la anatomía, la bioquímica, la fisiología, la farmacología, la bacte¬ 
riología, la patología, la parasitología, etcétera ” (Bush, 1999 [1945]: 

108). 

La astronomía no aparece entre las prioridades. 

Durante los años de posguerra, el reconocimiento de las responsabilidades 
mutuas entre los gobiernos y las comunidades científicas nacionales puso en 
discusión cuál era el significado de la autonomía (autorregulación) reclamada 
por los propios científicos, qué tipo de compromisos exigirles a aquellos que 
realizaban sus investigaciones con fondos públicos, con qué criterios el Estado 
podía seleccionar las áreas o temas a subsidiar, cuál era el mejor camino para 
alcanzar desarrollos tecnológicos “útiles” para la economía, qué papel jugaría la 
investigación “básica”, etc. (Guston, 2000: 42-62). 

Este panorama tuvo enorme influencia en la Argentina, tanto para el gobier¬ 
no de Perón, como para los sectores de la comunidad científica que lo enfrentaron. 
Durante los primeros años del gobierno peronista, las iniciativas oficiales apun¬ 
taron al desarrollo de algunas áreas vinculadas a lo que durante este período se 
calificaba como “técnica” y estuvieron dominadas por el interés en profundizar 
el proceso de industrialización con una orientación que puso el énfasis en los 
intereses del sector militar (Potash, [1969] 1971: 92-93). La actividad científica 
apareció en el discurso oficial como subsidiaria del desarrollo técnico e indus¬ 
trial y, como correlato del interés militar por la industrialización, los planes del 
gobierno tendieron de manera creciente a poner en marcha algunos sectores “es¬ 
tratégicos” en áreas de ciencia y técnica y a poner en manos del sector militar 
otros ya existentes. Algunos ejemplos de este desplazamiento son los inicios del 
desarrollo nuclear en 1949 —inicialmente en manos del Ejército y, desde 1952, 
de la Marina—, la transferencia de la Oficina Meteorológica Nacional, en 1949, a 
secciones especiales dependientes de las Secretarías de Marina y Aeronáutica o, 
dos años más tarde, la creación del Instituto Antártico Argentino, bajo depen¬ 
dencia de la Marina, y del Centro de Investigaciones Científicas y Técnicas de 
las Fuerzas Armadas (CITEFA) en 1954. En paralelo con este proceso, también 
tuvo un lugar importante durante estos años la creciente identificación del desa¬ 
rrollo científico y técnico con el bienestar de la población, en especial las ciencias 
médicas orientadas a la salud pública, la geología y la mineralogía vinculadas a 
la prospección de minerales estratégicos, y los desarrollos impulsados en el sector 
agrario (Hurtado y Busala, 2006: 20, 27, 28-29). 

En cuanto al objetivo de institucionalizar la investigación, el propio Gavióla 
intentó promover desde fines de 1946 una “Comisión Nacional de Investigaciones” 
al margen de la influencia militar. Desde el gobierno, el general Manuel Savio, 



Astronomía: ciencia y política científica en Argentina 


31 


apoyado por algunos industriales, impulsó un proyecto en el que participó el 
físico Teófilo Isnardi, que proponía la creación de un “Instituto Nacional de In¬ 
vestigaciones Físicas”, dependiente del Ministerio de Guerra. Otros dos proyectos 
semejantes presentados por miembros del Congreso se sumaron a la competencia, 
dado que desde diferentes sectores la creación de un organismo de promoción y 
financiamiento fue concebida como un posible camino para contrarrestar el im¬ 
pacto negativo que estaba produciendo sobre la actividad científica la política 
oficial aplicada a las universidades. Un quinto proyecto aparece impulsado por el 
propio presidente de la Nación. Finalmente, en septiembre de 1948, el Congreso 
aprobó el proyecto de “Instituto Nacional de Investigaciones Físico-Químicas”, 
con carácter autárquico y dependiente del Ministerio de Guerra (Gavióla, s/f; 
Feld, 2007: 11-34). 

En cuanto a la astronomía, en julio de aquel año, el Consejo de Reconstruc¬ 
ción de San Juan había autorizado la primera partida de fondos para la cons¬ 
trucción de un observatorio dependiente de la Facultad de Ingeniería y Ciencias 
Exactas, Físicas y Naturales de la Universidad Nacional de Cuyo. 9 En septiem¬ 
bre, el gobierno de la provincia de San Juan cedió el terreno. Cinco años más 
tarde, el 28 de septiembre de 1953 se inauguró el Observatorio Astronómico Félix 
Aguilar (López, 1979). 10 “ En realidad, contra lo sucedido con los observatorios 
de Córdoba y Eva Perón [La Plata], dotados, al crearse, de los instrumentos 
más modernos, nuestro observatorio se forma alrededor del instrumental de un 
aficionado ”, se lamentaba el director del nuevo observatorio (Cesco, 1954: 125). 

Ahora bien, de especial importancia para los planes del gobierno es la crea¬ 
ción, en mayo de 1951, del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y 
Técnicas (CNICyT), al que se le asignó el objetivo de orientar, coordinar y pro¬ 
mover las investigaciones científicas y técnicas de todo orden que se realizaran 
en el país. Las metas que el CNICyT recomienda para el año 1952 son claras en 
cuanto a su vínculo inmediato con la planificación de la producción y el desa¬ 
rrollo económico o a consignas recurrentes como “ciencia al servicio del pueblo”: 
“Aumento y aceleración de la investigación en el campo agropecuario”, “Incre¬ 
mento de los estudios referidos a la organización y racionalización industriales”, 
“Investigación para la obtención de más y mejores materias primas nacionales”, 
“Aumento de los estudios integrales sobre recursos nacionales” y “Estudios sobre 
métodos”. De esta forma, frente al énfasis puesto en estos aspectos, la astrono¬ 
mía quedaba relegada a un segundo plano o, en todo caso vinculada a aspectos 
culturales, como lo muestran dos extensos artículos publicados en la revista de 
divulgación científica Mundo Atómico (1950; 1951). 11 Una excepción, en esta 


9 E1 15 de enero de 1944 un terremoto había destruido la ciudad de San Juan. La Universidad 
Nacional de Cuyo había sido creada en marzo de 1939. 

10 E1 día de la inauguración se cumplían diez años de la muerte de Aguilar. Cuando, poco más 
tarde, se crea el Departamento de Investigaciones Científicas (DIC) en la Universidad Nacional 
de Cuyo, en donde funcionaron el Institutos de Física Nuclear, de Aerofísica y de Matemática 
y la Estación de Altura “Presidente Perón”, el observatorio también pasó a depender de él. El 
DIC fue disuelto en 1956 y el observatorio volvió a depender de la Facultad de Ingeniería y 
Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la Universidad Nacional de Cuyo. 

11 Se trató de una revista trimestral, que fue publicada entre 1950 y 1955. Un estudio de Mundo 
Atómico puede verse en: Hurtado y Feld (en prensa). 



32 


D. Hurtado & P. Souza 


misma revista, puede ser la sección del artículo titulado “Navegación, hidrogra¬ 
fía y astronomía”, en donde se alude al Observatorio Naval, creado en agosto de 
1881, en relación con actividades más bien rutinarias, como la emisión de señales 
para la navegación, emisión de la hora telefónica y cálculos para el almanaque 
marino (Mundo Atómico : 1952: 84). 

Finalmente, también puede hacerse una mención a la astronomía como 
vehículo de propaganda política. En la resolución por la cual la Dirección Nacio¬ 
nal de Servicios Técnicos del Estado dispone “consagrar a EVA PERON todos 
los planetitas que se descubran en los Observatorios de su dependencia, los que 
serán identificados con nombres que exalten sus virtudes ”. En la misma resolu¬ 
ción se afirma que el citado organismo asignó “los nombres de ‘ABANDERADA ’ 
y ‘MARTIR ’ a los dos últimos ‘planetitas’ descubiertos en el Observatorio Astro¬ 
nómico de la Ciudad Eva Perón” y se resuelve comunicar la medida a la Unión 
Astronómica Internacional (Mendé y Pérez, 1952). 

Luego del golpe militar que derrocó a Perón, mientras el Observatorio de 
La Plata era intervenido el 15 de noviembre de 1955, el 7 de mayo del año 
siguiente Gavióla era reincorporado como director del Observatorio de Córdoba. 
“Ayer dejé un Observatorio con nueve astrónomos, astrofísicos y físicos en plena 
actividad; hoy lo encuentro con dos astrónomos en semiactividad [... ]”. Así se 
inicia la larga lista de deterioros que señala Gavióla en su discurso de posesión 
del cargo y compara la situación del observatorio con la de 1937, cuando “estaba 
postrado e inerme como lo está hoy ” (Revista Astronómica , 1956: 82-85). 

Gavióla atacó desde las páginas de la revista Mundo Argentino la existencia 
de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), creada en 1950, por ha¬ 
ber “absorbido el jugo vital y la poca carne científica de las universidades, hasta 
dejarlas inermes”. Para Gavióla, “los pocos investigadores, laboratorios y fondos 
que tenemos, deben estar incorporados a la enseñanza, es decir, a las universi¬ 
dades”. Es decir, la física experimental ya era un problema grave (Gavióla, 1955: 
17). En los meses siguientes, Gavióla concretó su antiguo proyecto de crear un 
instituto dentro del ámbito del Observatorio de Córdoba. Luego de promover 
su idea entre los estudiantes y autoridades universitarias y ministeriales, en no¬ 
viembre Gavióla concretó la creación del Instituto de Matemática, Astronomía y 
Física (IMAF) en la Universidad de Córdoba, “llenando una necesidad histórica 
de Córdoba y del Observatorio, y realizando, por fin, después de ochenta años, 
el sueño de Sarmiento”. En los meses siguientes, Gavióla se dedicó a presionar a 
las autoridades de la Universidad de Córdoba para que se cumplieran los com¬ 
promisos asumidos sobre el aumento del número de astrónomos y ayudantes, el 
incremento de la partida para gastos de instrumental, la mejora de los salarios 
del personal y las becas comprometidas para los estudiantes. 


La Universidad de Córdoba, en retribución a mis servicios de un 
año de febril actividad, usó de toda clase de medios para hacerme 
renunciar a la Dirección del Observatorio [... ] y, no obteniéndose 
mi renuncia, se “dieron por terminadas mis funciones” en marzo de 
195 7 (Gavióla, 1958: 7). 


A partir de este momento, Gavióla abandonó la escena de la astronomía local. 



Astronomía: ciencia y política científica en Argentina 


33 


6. Excursus sobre carrera espacial y astronomía del sistema solar 

Desde el comienzo de la Guerra Fría, la exploración del espacio se transformó 
en campo de batalla de rivalidades militares y geopolíticas. En octubre de 1957, 
el lanzamiento del primer satélite soviético, el Sputnik I, fue interpretado como 
una amenaza y una derrota tecnológica por los Estados Unidos. El clima de 
preocupación creado por el Sputnik fue parte del trasfondo que consolidó el 
credo de la investigación básica. En ese contexto, la investigación en los Estados 
Unidos se benefició, entre otras razones, por la consolidación de la ideología 
de la ciencia básica, que entonces se convirtió en una “ortodoxia que se daba 
como un hecho” y, como correlato, por el “masivo y sostenido” incremento de la 
financiación destinada a ciencia básica en la National Science Foundation (NSF), 
los Nacional Institutes of Health (NIH) y la National Aeronautics and Space 
Administration (NASA), creada precisamente en este momento. Según explica 
Krige (2000: 83), “no se trataba solo de que la ciencia básica fuera considerada 
algo bueno en sí mismo, sino de que se consideraba que se necesitaba más de 
ella”. 

La Argentina reaccionó a este panorama, tanto en lo que hace al desarrollo 
de tecnología espacial, como a lo que podríamos llamar “ideología de la ciencia 
básica”. En lo que hace al primer punto (el segundo se trata en la siguiente sec¬ 
ción), a fines de enero de 1960, fue creada por decreto presidencial la Comisión 
Nacional de Investigaciones Espaciales (CNIE), dependiente del Ministerio de 
Defensa. El objetivo era promover estas actividades en el marco de una política 
espacial nacional. Sin embargo, una de las diferencias cruciales que marcó las di¬ 
ferentes escalas de inversiones y metas entre las iniciativas espaciales de los países 
avanzados y los desarrollos locales fue el lugar que iba a jugar la astronomía. 

El programa espacial norteamericano y los viajes de exploración contribuye¬ 
ron a renovar el estudio del Sistema Solar. La NASA dedicó ingentes inversiones 
a nuevos instrumentos, instalaciones, observaciones, trabajos teóricos y forma¬ 
ción de recursos humanos. A partir de 1959, un sector de la comunidad científica 
norteamericana dedicada a ciencias del espacio vio en la exploración de la Luna y 
los planetas una oportunidad para recuperar el liderazgo. A esto debe agregarse 
que a lo largo de la primera mitad del siglo XX la astronomía había perdido 
terreno como ciencia proveedora de aplicaciones. Sobre este punto, Pyenson & 
Sheets-Pyenson (1999: 122) comentan: 

Durante el siglo XX, los observatorios, por primera vez en más 
de mil años, habían cesado de proveer mucha información de utilidad 
práctica. La transmisión radial de señales temporales, junto con la 
adopción casi universal del calendario gregoriano —especialmente en 
Rusia y China — catapultaron a los astrónomos a una irrelevancia 
abstracta. 

Un descubrimiento de fines de los años cincuenta fue que el conocimien¬ 
to sobre nuestro sistema planetario había avanzado relativamente poco desde 
comienzos del siglo XX. En 1959, ingenieros y científicos involucrados en los 
planes de exploración del Sistema Solar comenzaron a necesitar el conocimien¬ 
to que hiciera posible diseñar misiones seguras y confiables a los planetas. Los 
astrónomos fueron consultados de diversas formas a través de su conocimiento 
sobre Mecánica Celeste y sobre formas de análisis de radiación tenue de cuerpos 



34 


D. Hurtado & P. Souza 


remotos. La expansión vigorosa del programa espacial, que necesitaba científicos 
con un amplio rango de capacidades, puso el foco en los astrónomos. La NASA, 
las firmas industriales y los establecimientos militares involucrados en el progra¬ 
ma espacial buscaron la expertise de los astrónomos y los alentaron a diseñar 
instrumentos y experimentos para las misiones espaciales, a entrenar recursos 
humanos y a orientar sus investigaciones hacia los vacíos de conocimiento astro¬ 
nómico necesario para el programa espacial (Tatarewicz, 1986). Los astrónomos 
norteamericanos y, detrás de ellos, los astrónomos de otros países avanzados, 
comenzaron a utilizar nuevas tecnologías, como cohetes, detectores electróni¬ 
cos o radares, y a ampliar el rango de longitudes de onda de las observaciones 
(McCray, 2000: 689). 

A diferencia de la vitalidad que imprimieron estas iniciativas sobre la astro¬ 
nomía de los países avanzados, el plan espacial argentino se concentró en metas 
menos ambiciosas, que apuntaban a investigaciones vinculadas a fenómenos at¬ 
mosféricos y geofísicos y que, por lo tanto, no involucraban a la Astronomía. 
De esta manera, en las décadas siguientes, la astronomía en la Argentina no 
encontró objetivos que hicieran posible pensar en la posibilidad de producir co¬ 
nocimiento aplicable en el país e iba a quedar fuera del foco de interés de las 
formulaciones políticas para el área de ciencia y técnica, dominada a fines de 
los años cincuenta por las recomendaciones de organismos internacionales como 
UNESCO o CEPAL y por una ideología que identificaba desarrollo económico 
con industrialización. Este enfoque promovía la modernización tecnológica, las 
investigaciones agrarias, minerales, industriales y energéticas. En todo caso, el 
lugar de la astronomía serán las universidades y el CONICET, su discurso le¬ 
gitimador será el de la necesidad de las ciencias básicas y sus objetivos los que 
surgieran de su subordinación a observatorios de los países avanzados. 


7. La astronomía como “ciencia básica” 

La creación del IMAF coincidió con el momento de creación de las institucio¬ 
nes que van a conformar la columna vertebral del sistema científico-tecnológico 
local. Vimos que a comienzos de los años cincuenta se había creado la CNEA, 
la Dirección Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (antecedente del 
CONICET), el Instituto Antártico Argentino y el CITEFA. En diciembre de 
1956 se creó el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) (Valeiras, 
1992: 140-149); en diciembre de 1957, el Instituto Nacional de Tecnología Indus¬ 
trial (INTI) (Carlevari, 1998: 18-22, 40); en febrero de 1958, en sincronía con la 
creación de decenas de organismos semejantes en el resto del planeta, fue creado 
el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Una 
primera característica de este complejo institucional es que las actividades de 
investigación y desarrollo vinculadas a las áreas claves de la economía quedaron 
instaladas fuera de las universidades. Esta puede ser la razón que hizo que a 
las universidades y al CONICET, creado para promover la investigación en las 
universidades, les quedara como única incumbencia la ciencia básica, concepto 
que en la Argentina remite a una ideología que presupone el financiamiento del 
Estado, aunque reclama “libertad de investigación”. La astronomía es concebida 
como ciencia básica y queda en manos de algunas universidades y del CONICET. 



Astronomía: ciencia y política científica en Argentina 


35 


A modo de ejemplo de un proceso de toma de decisiones, citemos el caso 
de la creación del Instituto Argentino de Radioastronomía. En la reunión de 
directorio del CONICET del 13 de abril de 1962, Houssay comentó que duran¬ 
te su último viaje a los Estados Unidos había mantenido una reunión con el 
doctor Merle A. Tuve, director del Departamento de Magnetismo Terrestre de 
la Carnegie Institution de Washington, 12 por la instalación de una estación de 
radioastronomía en Buenos Aires, y que la estación estaría vinculada al Depar¬ 
tamento de Física de la FCEyN (UBA) y al Observatorio de la Plata (UNLP). 
La institución norteamericana aportaba un radiotelescopio y otros equipos, pero 
se reservaba su propiedad. En la misma reunión, Rolando García mencionó a 
Carlos Varsavsky como “el primer especialista argentino en la materia” (CONI- 
CET, 1962a: 2-3). En la reunión del día 27 de abril, García propuso que el nuevo 
instituto debería depender del CONICET. Ese día se creó el Instituto Nacio¬ 
nal de Radioastronomía, que dos años más tarde pasaría a llamarse Instituto 
Argentino de Radioastronomía. 13 

Hasta tanto se decidiera el director, el nuevo instituto, que se instalaría 
en el Parque Pereyra Iraola, quedó a cargo de la comisión ad hoc integrada 
por Luis Santaló, Carlos Jaschek y Carlos Varsavsky (CONICET, 1962b: 7- 
8). En mayo se decidió que en su puesta en marcha también participaría la 
Comisión de Investigaciones Científicas de la provincia de Buenos Aires (CIC). 14 
El CONICET y la CIC aportarían tres millones de pesos cada uno, y 500 mil 
pesos cada universidad. Respecto de cómo se afrontarían los gastos futuros, las 
dos universidades se harían cargo del funcionamiento y el CONICET de los 
gastos de inversión (CONICET, 1962c: 7). El radiotelescopio llegó al país en 
octubre. La Comisión Directiva quedó formada por: Humberto Ciancaglini y 
Félix Cernuschi por el CONICET; Enrique Loedel Palumbo (que falleció a los 
pocos días) y Jorge Sahade por la CIC; Carlos Varsavsky y Juan Roederer pol¬ 
la UBA; Carlos Jaschek y Miguel Itzigsohn por la UNLP (CONICET, 1962d: 
2) ' 

En paralelo con esta iniciativa, a comienzos de abril de 1962 llegó a La Plata 
la óptica del telescopio reflector de 215 cm, gemelo del que en ese momento se 
estaba construyendo en Kitt Peak, Arizona, para la Asociación de Universidades 
para la Investigación Astronómica de los Estados Unidos. Los planos habían sido 
obsequiados al Observatorio de La Plata. “Con el nuevo reflector que se instalará 
en nuestro país, la Argentina será la cuarta nación en el mundo que poseerá un 
instrumento de esa clase y magnitud" , sostenía la Revista Astronómica a fines 
de 1962. Mientras se determinaba el lugar del país con condiciones ópticas más 
favorables, se esperaba que el instrumento pudiera ser puesto en operación entre 
1966 y 1967 (Revista Astronómica, 1962). La decisión de comprar un instru¬ 
mento importante era de fines de los años cincuenta. Tenía como antecedente el 
ofrecimiento que el organismo norteamericano Fund for Astrophysical Research 


12 Gaviola había trabajado décadas atrás con Tuve y había mantenido correspondencia. 

13 E1 cambio de nombre se debió a cuestiones administrativas, “pues la Comisión de Investigación 
Científica de la Provincia de Buenos Aires no puede como organismo provincial, subvencionar 
organismos nacionales; la palabra Argentino, en cambio, involucra tanto lo nacional como lo 
provincial y permite soslayar el inconveniente” (CONICET, 1964: 7). 

14 La CIC había sido creada en 1956. 



36 


D. Hurtado & P. Souza 


había hecho en 1954 a la UNLP. El ofrecimiento de la óptica de un telescopio de 
178 cm no consiguió el apoyo necesario del Estado argentino. Tras la decisión de 
construir un telescopio moderno, la UNLP consiguió que el Congreso Nacional 
sancionara, a fines de octubre de 1959, una ley que acordaba que el Estado otor¬ 
gaba a la UNLP los fondos a través de un préstamo del Banco Interamericano 
de Desarrollo dentro del Plan de Reequipamiento de las Universidades. En 1967 
se llegó a la conclusión de que el mejor lugar para instalar el telescopio sería en 
la región Estancia “El Leoncito” en la provincia de San Juan (Gershanik, 1979: 
92-94). “Al comienzo, se pensó en hacer la óptica en nuestro propio observato¬ 
rio, pero desgraciadamente las capacidades técnicas no estaban suficientemente 
desarrolladas”, sostiene Forte (2008). 15 

Finalmente el telescopio se adquirió a una compañía de los Estados Unidos. 
“El telescopio llegó a la Argentina un día muy tormentoso del año 1970. Yo era 
alumno de primer año y lo vi entrar por la puerta del observatorio. Grandes 
camiones traían enormes piezas ópticas y mecánicas. Hubo que interrumpir el 
camino Belgrano y que cortar cables ”. Sin embargo, el proyecto se paralizó. “ Ese 
aparato estuvo 15 años en cajas de madera, aquí en el Observatorio ” (Forte, 
2008). Entre las razones, se sostuvo que la magnitud del proyecto superaba las 
posibilidades económicas de una única universidad. En 1977, la iniciativa pasó 
a manos de la Secretaría de Ciencia y Tecnología. Se firmó un convenio con 
las universidades de La Plata, Córdoba y San Juan y se formó un grupo de 
trabajo. La construcción del edificio del observatorio se inició a comienzos de 
1979. El telescopio se inauguró finalmente en el año 1986, a casi 30 años de 
concebido el proyecto (Sérsic, 1982: 292-293). En Córdoba, entre 1965 y 1968, 
el telescopio reflector de Bosque Alegre, luego de un período de decadencia, 
fue modernizado y equipado con accesorios, aunque volverá a encontrarse en 
situación de estancamiento a comienzos de los años setenta. Un ejemplo de la 
falta de influencia política de los astrónomos es la instalación de una estación de 
comunicaciones por parte de la empresa estatal ENTEL a 1800 metros (Sérsic, 
1982: 290-291). 

Con el retorno a la democracia en 1983, se creó la Secretaría de Ciencia y 
Técnica (SECyT) como organismo dependiente del Ministerio de Educación. En 
este momento se reconoció “la irrupción del problema tecnológico”. Al respecto, 
la SECyT se propuso revisar “no solo los temas sino los puntos de vista de la 
comunidad científica sobre la tecnología y la investigación tecnológica”. Mientras 
que por un lado se asumió la “ tremenda importancia” de la investigación básica 
para la tecnología, por otro lado la SECyT se comprometía a “ hacer un gran 
esfuerzo para aumentar la investigación tecnológica”. Entre las áreas iniciales 
de interés seleccionadas por la SECyT se encontraban la electrónica, la biotec¬ 
nología, la aftosa, el Chagas, las micotoxinas y los complejos agroindustriales 
(SECyT, 1989: 14-16, 20). 

En el documento final de la gestión de Sadosky al frente de la SECyT, 
titulado Memoria Crítica de una Gestión. 1983-1989, de 150 páginas, la astro¬ 
nomía aparece mencionada de forma absolutamente marginal. El único cornen- 


15 E1 doctor Juan Carlos Forte fue decano de la Facultad de Ciencias Astronómicas y Geofísicas 
de la UNLP entre 1992 y 1995 e integró el Consejo de Directores del Proyecto Gemini por 
Argentina. 



Astronomía: ciencia y política científica en Argentina 


37 


tario sostiene: ll El Observatorio de El Leoncito significó montar en nuestra zona 
cordillerana un equipo que había dormido en cajones de embalaje durante más 
de veinte años y renovar el desarrollo de la astronomía en el país ”. Incluso el 
comentario parece un poco ingenuo o simplista. En este mismo documento hay 
un organigrama del “Sector Ciencia y Técnica” que aparece con un alto grado de 
desagregación, que comienza con los ministerios, pero que no llega a los observa¬ 
torios astronómicos. Los observatorios aparecen subsumidos en las universidades 
(SECyT, 1989: 123). 

En los años noventa, las actividades más relevantes de la astronomía local 
giraban en torno a su participación en el proyecto Gemini. Sin embargo, la 
entrada de la Argentina en el proyecto Gemini, en 1993, no fue el producto de una 
estrategia consensuada de la comunidad de astrónomos locales. Por el contrario, 
causó bastante sorpresa en la comunidad astronómica argentina. “En general, 
detrás de los grandes proyectos uno supone que hay una larga discusión en los 
organismos pertinentes. En nuestro caso sería el CONICET, las universidades, 
etc. Pero el ingreso de la Argentina en el proyecto Gemini tiene más que ver con 
una iniciativa política que toma la National Science Foundation, que contacta 
al doctor Matera, en ese momento Secretario de Ciencia y Tecnología ”, sostiene 
Forte. 


Para todos los astrónomos fue una gran sorpresa que la Argenti¬ 
na quisiera participar en este proyecto. La entrada de Argentina fue 
una decisión política, tomada a un nivel muy alto, que después los 
astrónomos acompañamos (Forte, 2008). 

El estado Argentino se comprometió a pagar 1 millón de dólares —aproximada¬ 
mente un 2,5 % de la inversión total— al consorcio que integra el proyecto Gemini 
por una participación de alrededor de 10 noches de observación al año. Hoy el 
proyecto Gemini se halla institucionalizado en el país, gracias al trabajo ad hono- 
rem de los expertos argentinos. La Oficina Gemini Nacional maneja el proyecto 
en el país, publicitando y evaluando las propuestas de observación realizadas por 
astrónomos pertenecientes a instituciones argentinas. 

A modo de síntesis, puede citarse a Lapasset (2007): 

En Latinoamérica, digamos que Argentina está en la vanguardia. 

La astronomía que se desarrolló en el país desde el siglo XIX en Cór¬ 
doba nos ha dado la posibilidad de un reconocimiento a nivel mundial 
que continúa hoy en día. Es decir, tenemos una tradición, pero no 
tenemos solamente la historia. Hoy tenemos la realidad de una as¬ 
tronomía pujante, con muchos más astrónomos en Córdoba, en La 
Plata, en San Juan, trabajando en un nivel muy bueno. Cuando se 
habla de que cuesta mucho desarrollar la ciencia en Argentina es 
cierto. Los tiempos son lentos, los presupuestos son magros, pero... 
yo diría que por lo menos en la astronomía estamos trabajando en 
un nivel bastante aceptable . 16 


16 


Al momento de la entrevista, el doctor Emilio Lapasset era director del Observatorio de Cór¬ 
doba. 



38 


D. Hurtado & P. Souza 


8. Algunas reflexiones finales 

Desde una perspectiva de política científica, la promoción de la astronomía 
en la Argentina fue problemática por motivos variables. Los primeros obser¬ 
vatorios argentinos inician sus actividades antes de que exista en el país una 
comunidad científica consolidada. La iniciativa política de tener observatorios 
tuvo como motivación principal el lugar simbólico de la astronomía en la cultura 
europea y su estatus de ciencia modelo. Algunos puntos críticos de este primer 
período fueron la poca inserción de las actividades astronómicas en el campo 
más amplio de actividades académicas, las estrategias de institucionalización di¬ 
vergentes de los dos principales observatorios y el poco ímpetu inicial puesto en 
la formación de astrónomos argentinos. El crecimiento en escala, en términos 
de costo y de complejidad tecnológica de los instrumentos, y la consolidación 
de la astrofísica a comienzos del siglo XX impactaron de manera negativa en el 
desempeño de los observatorios argentinos. También deben mencionarse la com¬ 
plejidad de los patrones de organización del trabajo dentro de los observatorios 
y la formación de personal auxiliar idóneo; la ausencia de capacidad burocrática 
para encarar los procesos de compra de instrumentos y de expertise técnica para 
su instalación. Muchas de las debilidades que estuvieron en los orígenes de las 
actividades astronómicas en la Argentina demostraron ser crónicas. 

Si consideramos la creación de la Asociación Argentina para el Progreso de 
las Ciencias, a fines de 1933, como el primer indicio de la presencia de una co¬ 
munidad científica incipiente, es claro que la astronomía acompañó este proceso. 
Durante esos días se formalizan las actividades de formación de astrónomos en 
La Plata. También durante estos años se impone entre algunos de los principales 
referentes de la astronomía argentina una retórica muy crítica respecto de la 
gestión de los observatorios durante los años anteriores. Estas tensiones se en¬ 
treveran con disputas sobre la configuración de los vínculos institucionales que 
aún hoy no han sido del todo comprendidas. 

A fines de la Segunda Guerra Mundial, mientras se comienza a conformar el 
sistema de instituciones científicas y el “desarrollismo” pasa a ser un componente 
importante en la ideología dominante del sector político, la astronomía comienza 
a ser considerada como una “ciencia básica”. Ahora bien, en la concepción po¬ 
lítica del grupo de científicos dominante en la Argentina, aquel que promoverá 
la creación del CONICET en 1958, las ciencias básicas tendrán un lugar impor¬ 
tante. Esto hará posible que, si bien las “aplicaciones prácticas” promovidas por 
los astrónomos argentinos fueron escasas, la astronomía pudo ocupar un lugar 
en los planes de financiamiento del CONICET, como lo muestra la creación del 
IAR y del IAFE. 17 

A pesar de esto, el problema de la desvinculación de la astronomía de todo 
tipo de “aplicaciones prácticas” no dejó de ser conflictivo frente a la valoración 
de los aspectos sociales y económicos de la producción de conocimiento científico 
y tecnológico promovida por algunos sectores de la comunidad científica. Expre¬ 
sado de manera prosaica: ¿por qué un país pobre debería invertir sumas conside¬ 
rables en observar el cielo? Para los historiadores de la ciencia y la tecnología del 


17 


No se hizo referencia a este instituto en el presente artículo dado que hay un trabajo dedicado 
a él en este libro. 



Astronomía: ciencia y política científica en Argentina 


39 


siglo XX es un hecho conocido que los grupos de científicos que impulsan la com¬ 
pra de instrumentos costosos suelen emplear estrategias retóricas que intentan 
justificar la inversión a partir de la atribución de numerosos beneficios laterales 
potenciales —desarrollos tecnológicos, aumento de visibilidad y prestigio, etc.— 
que acompañarían la compra e instalación de estos instrumentos. 

En comparación con la experiencia de otros países, la comunidad de as¬ 
trónomos argentinos presentó poca capacidad de consenso y de elaboración de 
estrategias unificadas de consolidación disciplinaria de mediano plazo. Comple¬ 
mentario de este punto es la falta de iniciativas que se propusieran transmitir 
una identidad disciplinaria hacia el contexto social o, dicho de otra manera, una 
representación social del papel de la astronomía en un país como la Argentina. 
En general, la escasa difusión de la astronomía en el país aparece vinculada a 
las actividades de los países avanzados. 

Frente a este balance, si el futuro de la astronomía en la Argentina hubiera 
quedado librado al contexto de recesión económica de fines de la década de 
1980 y a las políticas de desregulación y “achicamiento del Estado” de comienzos 
de los años noventa, todo parece indicar que esta disciplina hubiera quedado 
inexorablemente relegada. Sin embargo, la decisión del gobierno argentino de 
dar señales claras de alineamiento con los Estados Unidos en política exterior a 
comienzos de la década de 1990 fue la causa de que se promoviera la participación 
de los astrónomos argentinos en el proyecto Gemini. 18 Hoy la astronomía en 
la Argentina depende casi exclusivamente de su participación subordinada a 
programas internacionales. 


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18 Una síntesis del viraje de la política exterior del gobierno de Menem respecto de la política 
exterior de Alfonsín puede verse en: Escudé (1992: 31-40). 



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D. Hurtado ¡k P. Souza 


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Asociación Argentina de Astronomía - BOOK SERIES 
AAABS, Vol. 2, 2009 

Gustavo E. Romero, Sergio A. Cellone, & Sofía A. Cora, eds. 


Tres fechas importantes en la historia de la Astronomía 
Argentina: 1871, 1935, 1958 

Jorge Sahade 1 

Universidad Nacional de La Plata 


La Asociación Argentina de Astronomía celebra en el 2008 sus primeros 
50 años de vida, un aniversario casi simultáneo con el del Consejo Nacional de 
Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), institución que en el mes de 
abril estuvo también recordando, en sus distintos centros, los cincuenta años de 
vida activa, iniciados bajo la presidencia de un grande de la ciencia en Argentina, 
el Profesor Dr. Bernardo Houssay, Premio Nobel de Fisiología y Medicina 1947. 

La tarea de relatar todo lo que de aquella época pudiera decirse, segura¬ 
mente la podrían también cumplir, mucho mejor que quien escribe, otros par¬ 
ticipantes de aquella ocasión señera, que tuvo lugar en la ciudad de San Juan, 
como Alejandro Feinstein o Adela Emilia Ringuelet o José Augusto López. Ellos, 
junto con este autor, constituimos, según parece, el cuarteto que aún perdura 
de aquella ocasión tan importante como memorable. 

Dado que en este mismo volumen se tratará específicamente la historia 
de nuestra Astronomía, institución por institución, me he sentido en casi total 
libertad para referirme a hechos que no están relacionados necesariamente con 
la Asociación, pero sí con el desarrollo de nuestra ciencia en el país y que, tal 
vez, nadie más va a mencionar, aunque ciertas cosas merecen, ciertamente, ser 
dichas más de una vez, sobre todo para que queden grabadas en la mente de 
nuestros colegas más jóvenes y de los estudiantes de Astronomía. 

Empezaré, entonces, haciendo algunas referencias relacionadas con el co¬ 
mienzo de la actividad astronómica en nuestro país, que, aunque sabidas, con¬ 
viene que sean repetidas aquí para tener un cuadro de situación más completo. 

Aunque la Argentina no fue el primer país de América Latina que estable¬ 
ciera un observatorio astronómico, ni fuera tampoco el primer país de América 
Latina donde astrónomos del hemisferio norte hicieran observaciones astronómi¬ 
cas, fue, sin embargo, y esto es absolutamente así, el primer país latinoamericano 
que iniciara una real y necesaria actividad astronómica de jerarquía, lo que ocu¬ 
rrió en 1871. Esto fue totalmente el resultado de una decisión gubernamental 
del entonces presidente de la Nación, don Domingo Faustino Sarmiento, y de la 
actividad desarrollada con personal e instrumentación altamente idóneos y con 
un programa serio, de jerarquía y alcance internacionales, que se prolongara en 
el tiempo y creara una tradición que ha perdurado; a pesar de esto el apoyo 
gubernamental ha disminuido notoriamente, en claro contraste con lo que des¬ 
de hace ya algún tiempo ocurre en otros países latinoamericanos como Brasil, 
México y Chile. En ellos, sus gobernantes tienen, evidentemente, un concepto 
muy claro acerca de la importancia del desarrollo científico para el presente y el 
futuro de sus pueblos y obran en consecuencia. 


43 



44 


Jorge Sahade 


De la primera época de nuestra Astronomía, debemos destacar, como ejem¬ 
plo de acción gubernamental, repito, el nombre del Presidente Sarmiento, a cuya 
decisión, sin titubeos de ninguna naturaleza y a pesar de los problemas económi¬ 
cos que caracterizaban entonces al país, y a pesar también de las duras críticas 
que se generaron en algunos círculos, debemos el comienzo de una tradición en 
la actividad astronómica seria en nuestro país, que ha perdurado desde entonces. 

Como creo que todos deben recordar, antes de llegar a la Presidencia de 
nuestro país, Sarmiento había, felizmente, desempeñado el cargo de Embajador 
en los Estados Unidos, donde sus inquietudes le habían hecho frecuentar círculos 
literarios y científicos que le permitieron meditar sobre el futuro de la Argentina 
y, desde luego, conocer a personalidades importantes pertenecientes a distintas 
áreas de la actividad humana, entre ellas, a un astrónomo, Benjamin Apthorp 
Gould. Este astrónomo era egresado de la Universidad de Harvard, y con estadas 
en varios observatorios europeos y un título de doctor en Astronomía de la 
Universidad de Góttingen, donde estudió nada menos que con Cari Friedrich 
Gauss. Recordemos de paso, que Gould había sido el fundador, en 1849, de la 
publicación The Astronomical Journal, que pudo producirse hasta 1861, y se 
reiniciara luego, en 1885, perdurando su existencia hasta la actualidad, como 
sabemos. 

Gould pudo conversar con Sarmiento acerca de la necesidad de realizar 
imperiosamente trabajos de determinación de posiciones estelares del cielo visible 
en nuestras latitudes, una tarea que ya había sido realizada en el hemisferio 
norte. Así nació el Observatorio Astronómico Nacional, instalado en la ciudad de 
Córdoba, zona del país que, en ese entonces, gozaba de un clima muy apropiado, 
según había encontrado James Melville Gillis, teniente de la Armada de los 
Estados Unidos, quien había estado en Chile, en la isla Chilóe, casi sobre el 
mismo meridiano en que se encuentra el Observatorio Naval de Washington, 
contribuyendo a realizar observaciones simultáneas, en los dos hemisferios, de 
Venus frente al disco solar, para determinar la paralaje del astro rey. En su viaje 
de regreso a su país natal, Gillis había pasado por Córdoba y reconocido las 
características óptimas del cielo de la región en ese entonces y las ventajas que 
ofrecía la misma. 

Convendría tal vez recordar también, para completar la información, que, 
por iniciativa de Gould, Sarmiento logró hacer aprobar una ley en 1872 que 
creaba una Oficina Meteorológica Nacional, la que funcionó bajo la dirección 
desinteresada del astrónomo norteamericano. En 1885, al regresar Gould a los 
Estados Unidos, tal servicio fue convertido en una actividad dependiente del 
Ministerio de Agricultura de la Nación. 

Esa primera vinculación del observatorio con la meteorología es la que puede 
haber creado, por lo menos en parte, la creencia, algo generalizada entre nosotros, 
de que los astrónomos somos también meteorólogos y nos dedicamos a predecir 
el acontecer climático. O, quizás, la posible razón resida en el hecho de que 
un nombre que ha trascendido en el tiempo, vinculado a la meteorología y, 
también en parte, a la astronomía, es el de don Martín Gil, nacido en Córdoba y 
calificado normalmente como meteorólogo, astrónomo y escritor, quien actuó en 
esos campos y llegó, incluso, a estar al frente del Servicio Meteorológico Nacional. 

Como era natural, los primeros directores, tanto del Observatorio ubicado 
en Córdoba así como del de La Plata, creado este en 1882, es decir, unos once 



Tres fechas importantes de la Astronomía Argentina 


45 


años más tarde que el Nacional, fueron extranjeros. La situación era todavía 
la misma en la década de 1930, o sea, prácticamente sesenta años después del 
comienzo de la actividad astronómica en el país. Surge entonces la segunda gran 
figura en el desarrollo de la astronomía argentina, el ingeniero geógrafo don 
Félix Aguilar, quien ocupara el cargo de director del Observatorio de La Plata 
en dos oportunidades, de 1916 a 1920 y de mayo de 1934 a septiembre de 1943, 
cuando lamentablemente fallece a raíz de un ataque cardíaco tras una discusión 
muy acalorada con un miembro del personal científico de la institución, según 
trascendió. 

Aguilar advirtió claramente que, para asegurar el futuro de la Astronomía 
en nuestro país, era absolutamente necesario proceder a la formación de astró¬ 
nomos argentinos. Así, en su segunda actuación al frente de la dirección del 
Observatorio de La Plata, logró que nuestra Universidad aprobara la creación y 
el funcionamiento de una Escuela Superior de Ciencias Astronómicas y Conexas, 
que incluía la Astronomía, la Geodesia y la Geofísica, y que, en verdad, existía 
en los papeles desde que el Observatorio, que fuera una institución provincial 
en un comienzo, pasara a depender de la Universidad local. La Escuela se inau¬ 
gura al comenzar el año lectivo de 1935, con un acto oficial muy importante en 
el cual estuvieron presentes el presidente de la Universidad, Dr. Ricardo Leve- 
ne, el director de su Instituto de Física, Dr. Ramón Loyarte, el presidente del 
Consejo Nacional de Observatorios, monseñor Fortunato Devoto, el director del 
Observatorio, ingeniero Aguilar, y otras autoridades. 

Para mayor atracción de posibles interesados, dicha Escuela se crea sin la 
exigencia del pago de aranceles por parte de los estudiantes, pago que era de 
práctica general en ese entonces. Los primeros jóvenes que se inscribieron como 
alumnos en la Escuela fueron Carlos Ulrico Cesco y Guillermina Martín, quie¬ 
nes, a poco, contrajeron matrimonio, lo que impulsó a Guillermina a abandonar 
los estudios para dedicarse a las tareas propias del hogar. Carlos Ulrico llega, 
entonces, a ser el primer egresado de la primera Escuela de Astronomía de Ar¬ 
gentina y también de América Latina. Para el permanente recuerdo de Ulrico, 
con su nombre ha quedado designada la Estación de Altura del Observatorio 
Félix Aguilar, ubicada en el cerro El Leoncito, en la precordillera sanjuanina, 
la cual depende de la actual Universidad Nacional de San Juan. El Observato¬ 
rio Félix Aguilar había sido creado por Carlos Ulrico Cesco, Juan José Nissen 
y Bernhard Hildebrant Dawson, con la ayuda del sacerdote Juan A. Bussolini, 
director entonces del Observatorio jesuita de Física Cósmica, ubicado en San 
Miguel, provincia de Buenos Aires. Bussolini les consiguió la donación de un 
telescopio mayor de aficionado, al decidir los tres astrónomos abandonar el Ob¬ 
servatorio de La Plata, a cuyo personal pertenecían, por no estar de acuerdo con 
la política y las exigencias del director de entonces, que había sido designado por 
el gobierno militar que regía en el país en esa época. Eso ocurrió, si no recuerdo 
mal, hacia fines de 1947 y el establecimiento del pequeño observatorio contó con 
la aprobación de las autoridades de la entonces Universidad Nacional de Cuyo. 1 

En 1935, me inscribí en el tercer año de la carrera porque, dados mis estudios 
previos de Agrimensura en Córdoba, me habían dado por aprobados los dos 
primeros años, salvo los cursos de Física, que debí seguir y rendir en el Instituto 


1 Ver el artículo de C. López en este mismo volumen, pág. 193. (N. del E.) 



46 


Jorge Sahade 


de Física de la Universidad, donde eran dictados por su director, el Dr. Ramón 
Loyarte. En ocasión de asistir a dichos cursos, comenzó mi gran amistad con 
José Antonio Balseiro y, luego, con quien más tarde fuera su esposa, Covita. 

Mis compañeros de curso en el Observatorio fueron Alba Dora Nina Schrei- 
ber, quien llegó a ser la segunda egresada de la carrera, y Gualberto Mario 
Iannini, el cuarto. Quien escribe fue el tercer egresado de la carrera. Iannini 
llegó a desempeñarse como astrómetra en Córdoba, ciudad donde se radicó defi¬ 
nitivamente. Mi amistad con él ha perdurado y llegamos a comunicarnos telefó¬ 
nicamente varias veces durante el año. En cuanto a Alba, una vez graduada de 
doctora en Astronomía, estuvo un tiempo corto en Córdoba y, luego, se radicó en 
la ciudad de San Juan, donde se dedicó a la docencia universitaria y secundaria. 
En 1939, por algún tiempo, se agregó a nuestro grupo de alumnos el sacerdote 
jesuita Juan A. Bussolini, de quien ya he hecho mención. 

Varios estudiantes se fueron incorporando en años subsiguientes, pero nin¬ 
guno llegó a terminar la carrera hasta algún tiempo más tarde, en que sí llegaron 
a culminar sus estudios, Jorge Landi Dessy, en 1949, y Armando Cecilio, Elsa 
Gutiérrez y Carlos Rüdiger Jaschek, en 1952. 

En mi época de estudiante en el Observatorio, el cuerpo de profesores esta¬ 
ba integrado por el señor Juan José Nissen, el Dr. Dawson, el ingeniero Aguilar, 
el ingeniero Numa Tapia, el Dr. George Dedebant, el ingeniero Simón Gersha- 
nik, el Dr. Alexander Wilkens y, por pocos años, el Ing. Esteban Terradas, una 
eminencia española. 

Volvamos a Córdoba. En 1912, el tercer director en la historia del Obser¬ 
vatorio, el Dr. Charles Dillon Perrine, originariamente del Observatorio Lick de 
los Estados Unidos, había logrado, a través de las autoridades gubernamentales, 
que el Congreso de la Nación aprobara los fondos necesarios para dotar a la ins¬ 
titución de un telescopio reflector de un metro y medio de diámetro, dimensión 
igual a la del telescopio más grande construido hasta ese momento en el mundo 
y que había sido erigido en los Estados Unidos, en Mount Wilson, estado de 
California. Pero Perrine pretendió figurar los espejos en Córdoba sin tener ni 
el personal idóneo ni los medios para hacerlo, lo que demoró, innecesariamente 
y por un número demasiado grande de años, la puesta en funcionamiento del 
instrumento. 

Teniendo en cuenta esa circunstancia y su estado de salud, en 1936 el Dr. 
Perrine es jubilado de su cargo y el Ing. Aguilar es designado interventor en 
Córdoba, cargo que llega a desempeñar ad honorem y simultáneamente con su 
cargo al frente del Observatorio de La Plata hasta que el señor Nissen asume 
las funciones de director titular, tras ser designado como tal por decreto del 
Ministerio de Justicia e Instrucción Pública de la Nación del 15 de junio de 
1937. Cuando Nissen renuncia al cargo en 1940, el Dr. Gavióla es quien asume 
entonces, la dirección de la institución, lo que ocurre el 24 de julio de ese año, 
en cumplimiento del decreto correspondiente del Poder Ejecutivo Nacional. 

¿Quiénes eran Nissen y Gavióla? Nissen, nacido en Entre Ríos, había inicia¬ 
do en 1918, en la Universidad de La Plata, los estudios de Matemáticas y, a fines 
de 1920, decide aceptar una beca asignada por el gobierno de su provincia natal 
y viaja entonces a Europa donde cursa estudios de Matemáticas, Astronomía y 
Física, tanto en Italia como en Alemania, regresando al país en 1926. Aquí, se 
desempeñó sucesivamente en varias instituciones, llegando, finalmente, a ser de- 



Tres fechas importantes de la Astronomía Argentina 


47 


signado miembro del personal científico y docente del Observatorio de La Plata. 
El Dr. Gavióla, por su parte, era un físico nacido en Mendoza y graduado en 
Alemania, en Berlín, adonde fuera a estudiar por consejo del físico alemán, el 
Dr. Richard Gans, que era profesor en la Universidad de La Plata, donde Gavió¬ 
la se había recibido de agrimensor. En Alemania, sus profesores fueron grandes 
personalidades científicas como Max Planck, Max Born y Albert Einstein, todo 
un motivo de orgullo para cualquiera. 

Entiendo que la primera reunión científica sobre temas de Astronomía y de 
Física realizada en nuestro país tuvo lugar en 1942 en el Observatorio Astronó¬ 
mico Nacional, como marco para la inauguración oficial del telescopio reflector 
de un metro y medio de diámetro instalado en el lugar denominado Bosque Ale¬ 
gre, a pesar de que, en esa época, allí no existía ningún bosque, ni el sitio era 
particularmente alegre. Los terrenos para la estación de observación habían sido 
donados al gobierno nacional, con mucho placer, por sus dueños, que lo eran de 
una zona muy amplia en el lugar. 

Entre el personal científico de la época de Gavióla como director en Cór¬ 
doba, se destacaba la presencia de un físico europeo, el Dr. Guido Beck, nacido 
en territorio que, en ese entonces, era austro-húngaro, quien permaneció algunos 
años en Córdoba y, luego, en 1951, se trasladó al Brasil. En cuanto que yo recuer¬ 
de, fueron alumnos de Beck en Córdoba, por lo menos, José Antonio Balseiro, 
Alberto Maiztegui y Damián Canals Frau. Este último, posteriormente, se llegó 
a radicar definitivamente en París donde ocupó una posición en su Instituto de 
Óptica. Maiztegui vive, como siempre, en Córdoba. 

En 1962, al fallecer Balseiro, Beck fue llamado para reemplazarlo como di¬ 
rector del instituto que aquél había creado y dirigido en San Carlos de Bariloche 
y que, después, recibió el nombre de Instituto Balseiro. En 1975, Beck decidió 
regresar de nuevo a Brasil y radicarse definitivamente allí, país donde falleciera 
en 1989. 

Los espejos del telescopio de 1,52 metros de abertura de Córdoba fueron, 
finalmente, figurados en un laboratorio adecuado de los Estados Unidos, en Cal- 
tech, el Instituto de Tecnología de California, que está ubicado en la ciudad de 
Pasadena, con la participación y/o, por lo menos, la aceptación final de Gavióla, 
según tengo entendido. 

Al ser inaugurado, el telescopio de Bosque Alegre estaba dotado del primer 
espectrógrafo del mundo con óptica totalmente reflectora, el cual fuera diseñado 
por Gavióla y construido con la participación del Dr. Ricardo Platzeck (tal vez 
el único colaborador que jamás haya podido tener Gavióla, dado su carácter) y 
también con la participación del eximio Jefe del Taller Mecánico del Observato¬ 
rio, don Ángel Gomara. Dicho espectrógrafo estaba caracterizado por un campo 
focal curvo que requería la utilización de placas fotográficas muy delgadas y muy 
angostas las que, muchas veces, para desconsuelo del astrónomo, se quebraban 
durante la exposición, sobre todo si el ambiente era húmedo y/o el corte de 
la placa no había sido perfecto. El Dr. William Bidelman, que llegó a utilizar, 
durante una visita a nuestro país, el espectrógrafo en Bosque Alegre, lo llegó a 
calificar jocosamente como una u testing machine ”. 

Recuerdo que los viajes de Córdoba a Bosque Alegre, los hacíamos en un 
vehículo sin carrocería que conducía Gomara, y que disponía únicamente de una 



48 


Jorge Sahade 


lona para poder protegernos de una eventual lluvia. En esos viajes llegué a hacer 
mi aprendizaje como conductor de automotores, con Gomara como instructor. 

A la reunión científica organizada para inaugurar oficialmente la estación de 
Bosque Alegre, fue invitado el Dr. Otto Struve, director entonces del Observato¬ 
rio Yerkes de la Universidad norteamericana de Chicago, que está ubicado en la 
población de Williams Bay, en el estado de Wisconsin, cerca del Lago Geneva. 
También fueron invitados el director del Observatorio de Mount Wilson, y el Dr. 
Willem Jacob Luyten, astrónomo holandés que pertenecía al personal docente 
de la Universidad de Minnesota, en los Estados Unidos. Las invitaciones fueron 
extendidas muy cerca de la fecha de la inauguración y algunos invitados habían 
adquirido ya otros compromisos. Eso era así en el caso del Dr. Struve, quien 
pensó en pedirle al Dr. Subrahmanyan Chandrasekhar, Premio Nobel de Física 
1983, que lo reemplazara, pero Chandra, como se lo llamaba comúnmente, ya 
estaba también comprometido para las fechas de la invitación, y Struve no quiso 
pensar en gente de menor jerarquía, de modo que nadie representó al Observa¬ 
torio Yerkes en Córdoba. Por su parte, el director de Mount Wilson decidió no 
venir él personalmente y envió, en su representación, al Dr. Roscoe F. Sanford, 
porque, por lo menos, conocía algo del idioma castellano. En esa ocasión, Gavió¬ 
la llegó a afirmar que Struve no vendría porque tenía temor de confrontar ideas 
con él, lo que, desde luego, estaba absolutamente lejos de ser así. 

El Observatorio de Córdoba fue también el lugar donde Gavióla creó la 
Asociación Argentina de Física y donde se realizó su reunión científica inicial, 
en 1944, si no recuerdo mal. La siguiente, tuvo lugar ya en la ciudad de Buenos 
Aires. 

A fines de 1949, se llegó a rumorear que el gobierno nacional ya no quería 
tener bajo su dependencia directa a ningún observatorio del país y que, como 
el Observatorio Naval dependía de la Marina, todos los observatorios del país 
deberían depender también de Marina. Al final, los dos observatorios vinculados 
con universidades nacionales no sufrieron ningún cambio de jurisdicción y el 
que había sido el Observatorio Astronómico Nacional pasó a depender de la 
Universidad Nacional de Córdoba. 

Otra de las cosas vinculadas con la Astronomía que nadie debe, tal vez, 
recordar y que, a lo mejor, valga la pena mencionar aquí, es la publicación, 
en La Plata, del Information Bulletin for the Southern Hemisphere, decidida 
en ocasión de la Asamblea General de la Unión Astronómica Internacional, que 
tuvo lugar en los Estados Unidos, en Berkeley, California, en 1961. La publicación 
llegó a aparecer dos veces por año, desde 1962 hasta 1975, con un total de 27 
números, gracias a pequeños subsidios anuales de ciento veinte o ciento cincuenta 
dólares, no recuerdo bien, de la Unión Astronómica Internacional, y, algunas 
veces, un pequeño subsidio extra del CONICET. La publicación llegó a contar 
con entusiastas colaboradores de nuestro país, de Brasil, Colombia, Chile (en este 
caso, de las distintas instituciones que coexisten en el país vecino), Ecuador, Gran 
Bretaña (para sus actividades en nuestro hemisferio), Indonesia, Nueva Zelanda, 
Sudáfrica, Uruguay y Venezuela. En particular, la colaboración de Australia y 
Sudáfrica fue extraordinariamente decidida y eficaz. De la información de nuestro 
país se ocuparon, en distintos años, José Luis Sérsic, Adela Emilia Ringuelet 
o quien escribe. En total, llegamos a publicar veintisiete números, el primero 
de los cuales corresponde a marzo de 1962, suspendiéndose la publicación con 



Tres fechas importantes de la Astronomía Argentina 


49 


el número 27, fechado en junio de 1975, después que el Secretario General de 
la Unión Astronómica Internacional, que asumiera en 1973, considerara que la 
Unión no debía seguir subsidiando la publicación. 

Vayamos ahora a cómo comenzó nuestra Asociación. En junio de 1958 yo 
había regresado de los Estados Unidos, de la sede de la Universidad de California 
en Berkeley, donde permanecía desde enero de 1955. Mi regreso tuvo su origen 
en un ofrecimiento, que me pareció aceptable, del cargo de Jefe de Departamento 
y Profesor, que me me hizo llegar el entonces director del Observatorio de La 
Plata, el Dr. Reynaldo Pedro Cesco. 

A poco de regresar, me enteré de que el astrónomo italiano Dr. Livio Grat- 
ton, quien ocupaba el cargo de director del Observatorio de Córdoba, había 
decidido organizar una reunión científica en la ciudad de San Juan, en el mes de 
septiembre, con el objetivo de formar, con absolutamente todos los astrónomos 
de nuestro país o, por lo menos, con los astrónomos allí presentes, el Comité 
Nacional de Astronomía que requiere la Unión Astronómica Internacional de los 
países miembros. Como esa idea no encajaba con lo que requiere realmente la 
Unión Astronómica, preparé un posible reglamento para una Asociación Argen¬ 
tina de Astronomía, que discutí con miembros del personal de astrónomos de La 
Plata, particularmente, durante el viaje que hicimos en tren para trasladarnos 
de Buenos Aires a San Juan. 

Cuando el Dr. Gratton formuló su propuesta, le dijimos que la misma no 
podía ser y le mostramos la documentación correspondiente de la Unión As¬ 
tronómica. Al final, llegamos entonces a decidir crear, con todos los asistentes, 
una Asociación Argentina de Astronomía, regida con el reglamento que había¬ 
mos preparado en La Plata y establecer, como correspondía, un pequeño Comité 
Nacional de Astronomía presidido, la primera vez, por Carlos Rüdiger Jaschek. 
El Dr. Gratton propuso, en la ocasión, que el Dr. Bernhard Hildebrant Daw- 
son, quien se había reincorporado a La Plata como miembro del personal del 
Observatorio, fuera designado primer Presidente de la Asociación, lo que fue 
aceptado por aclamación general. Así comenzó a existir nuestra Asociación, cin¬ 
cuenta años atrás. Desde entonces, la Asociación ha organizado todos los años 
una reunión científica aunque, en unas muy pocas ocasiones, creo que solo en un 
par de ellas, se llegaron a organizar dos reuniones científicas anuales, pero eso 
fue muy excepcional y no se repitió. 

Agreguemos que antes de que se fundara nuestra Asociación Argentina de 
Astronomía, la suplía, en cierto modo, la Asociación Argentina Amigos de la 
Astronomía, fundada en Buenos Aires el 4 de enero de 1929 con 82 miembros de 
distintos lugares del país y de Montevideo. Entre esos miembros se encontraban 
astrónomos de La Plata, en cuyo Observatorio se estableció la Secretaría del 
organismo. La revista de la Asociación, creada por Carlos Cardalda, práctica¬ 
mente al mismo tiempo, ya que su primer número tiene fecha de abril de 1929, 
sirvió de vehículo para la publicación de escritos redactados por astrónomos que 
actuaban en los observatorios y cuyas características no se correspondían con las 
publicaciones habituales de los mismos. El Dr. Dawson, gran astrónomo profe¬ 
sional y, a la vez, ferviente aficionado por naturaleza, llegó aún a ser presidente 
de la Asociación caracterizada por una cuádruple A. 

Permítanme que concluya este relato haciendo algunos comentarios que me 
parecen pertinentes aunque no tengan una relación directa con la celebración 



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Jorge Sahade 


del cincuentenario de la Asociación Argentina de Astronomía. Quisiera, enton¬ 
ces, terminar haciendo referencia simplemente a dos aspectos importantes en 
el desarrollo científico del país: la enseñanza y la investigación universitarias, 
y, además, también a la importancia de llegar a desarrollar las actividades de 
posgrado en un lugar y ambiente distintos a aquellos en los cuales el profesional 
se logró formar. 

En primer lugar, pienso que hay que abandonar el concepto de que una 
Universidad es solamente un centro de enseñanza. Si en una Universidad no 
se cultiva y fomenta la investigación científica de jerarquía, lo que nos permite 
desplegar una continua actividad creativa y renovadora, su vida, como centro 
de excelencia, es efímera y sin futuro. Por consiguiente, las universidades deben 
propiciar y preocuparse no solamente por la calidad de la enseñanza sino también 
y, sobre todo, por la importancia y la trascendencia de la investigación que se 
realice en su ámbito y, desde luego, fomentarla por todos los medios. 

En segundo lugar, creo que sería altamente deseable que, en el país, se 
lleguen a crear más centros donde se cultiven disciplinas como las astronómicas 
y las geofísicas, aunque sea en menor escala que en los centros actualmente 
existentes, de modo que los egresados de un determinado centro puedan llegar 
a interactuar positivamente con gente caracterizada por otra formación y otras 
ideas. Sería algo altamente positivo y ciertamente renovador. Pensemos un poco 
en esto y actuemos en consecuencia: los resultados serían, seguramente, más que 
importantes. 



Asociación Argentina de Astronomía - BOOK SERIES 
AAABS, Vol. 2, 2009 

Gustavo E. Romero, Sergio A. Cellone, & Sofía A. Cora, eds. 


Historia del Observatorio Astronómico de Córdoba 

Santiago Paolantonio 1 , Edgardo R. Minniti 1 

(1) Observatorio Astronómico, Universidad Nacional de Córdoba 

Resumen. 

El presente trabajo resume las principales acciones y contribuciones 
del Observatorio Nacional Argentino, en el lapso comprendido entre su 
creación y la cuarta década del siglo XX. Este período, caracterizado por 
direcciones a cargo de astrónomos nacidos en EE.UU., marcó el desarro¬ 
llo científico argentino y definió la identidad del Observatorio. Fundado 
en “Los Altos” de la ciudad de Córdoba, gracias a la visión preclara de 
Domingo F. Sarmiento, el Observatorio Astronómico contribuyó al co¬ 
nocimiento de los cielos del Sur, a través de obras de jerarquía como la 
Uranometría Argentina, las Fotografías Cordobesas, la Córdoba Durch- 
musterung, los Grandes Catálogos Astrométricos y los primeros estudios 
de objetos nebulares. Esta etapa se cierra con la inauguración de la Esta¬ 
ción Astrofísica de Bosque Alegre, cuyo telescopio permitió posteriormen¬ 
te la realización de notables aportes a la astrofísica. Los hechos relatados, 
muchos ya prácticamente olvidados, son un orgullo para el país, a la vez 
que un ejemplo imperecedero para las nuevas generaciones. 


1. Introducción 

Los conceptos a veces llevan a una interpretación simplista de los hechos, 
solapan la complejidad de los acontecimientos, ocultando la multiplicidad de in¬ 
tereses, protagonistas y factores de poder en juego, aún en aquellas situaciones 
que se aíslan para su consideración puntual, en búsqueda de una mejor compren¬ 
sión de acciones confusas o inciertas. Es entonces cuando del historiador se exige 
esa sutil condición particular que bien puede denominarse imaginación histórica, 
para recrear hechos que llegan fragmentarios, dispersos y aparentemente inco¬ 
nexos, con el fin de dotarlos de la fuerza vivencial necesaria a su esclarecimiento 
y comprensión. 

Hoy nos distrae un pequeño grupo de extraños que —con especial dedicación 
y profunda profesionalidad del espíritu humano— transformaron a la Argentina, 
proyectándola al primer nivel internacional. Las distinciones que las naciones 
más avanzadas otorgaron al país por sus logros en campos hasta entonces pri¬ 
vativos de ellos, hablan elocuentemente de la capacidad y potencial desplegado 
por la Nación y esa gente, en procura de sus objetivos de grandeza común. Su 
protagonismo no fue producto de la decisión caprichosa de algún iluminado, ni 
de esos accidentes tan particulares a que nos acostumbra el hecho histórico ha¬ 
bitual. Resultó de la consecuencia de diversas causas concurrentes, en particular 
la voluntad y el esfuerzo personal. Dos ejes tuvo la acción: el multifacético Do¬ 
mingo Faustino Sarmiento y el genial norteamericano Benjamin Apthorp Gould, 
ese hombre destacado en la elite científica europea que, despreciando trabajar 


51 



52 


S. Paolantonio y E. Minniti 


con Gauss (Me Farland 1897) en la cima del poder y del conocimiento, optó por 
venir a la Argentina, a jugar su prestigio profesional detrás de proyectos dictados 
por su maestro de Bonn, el célebre Argelander. 

La obra está allí, frente a nosotros y perdura, para orgullo de la Nación, 
aún cuando sus actuales protagonistas ignoran en su gran mayoría las situaciones 
determinantes de la misma. 

Desde que se concibe la idea del Observatorio Nacional Argentino (ONA), 
en la última mitad del siglo XIX, hasta el retiro de Charles Dillón Perrine y más 
tarde la designación de Enrique Gavióla a comienzos de los cuarenta del siglo 
veinte, se abre una etapa de la astronomía argentina que se caracteriza por sus 
trabajos principalmente astrométricos, aun cuando en sus postrimerías se afianza 
con firmeza el nacimiento de la Astrofísica. Este período se corresponde con la 
etapa de la vida del ONA, llamada por los autores, de los estadounidenses, pues 
los primeros 65 años de esta institución estuvo dominada por directores nacidos 
en el país del norte. 

Una como otra división, sin dudas no excluyentes, no son estrictamente 
correctas y sirven, como es su intención, como simples guías y caracterizacio¬ 
nes globales de la fase abordada en este capítulo. Efectivamente, los primeros 
trabajos astronómicos en la institución pionera de la astronomía argentina, el ob¬ 
servatorio ubicado en la ciudad de Córdoba, tuvieron propósitos astrométricos. 
Benjamín Gould junto a unos pocos ayudantes, concretaron trabajos trascenden¬ 
tes correspondientes a esta rama de la astronomía, que han pasado a la historia 
grande de la ciencia, tal el caso de la Uranometría Argentina, el Catálogo de 
Zonas, las Fotografías Cordobesas y el Catálogo General Argentino, entre otros. 
Estos emprendimientos tuvieron continuidad bajo la administración de John M. 
Thome, luego que Gould regresara a su país, siendo su obra máxima la Cór¬ 
doba Durchmusterung, sin olvidar que se dio inicio a los trabajos del Catálogo 
Astrométrico y la Carta del Cielo. 

Sin embargo, es importante destacar que entre los objetivos fundacionales 
del ONA, se incluía uno claramente relacionado con la por entonces naciente 
Astrofísica, tal como la obtención de espectros estelares. Al crearse el observato¬ 
rio, también se previo un plan de estudios de cúmulos abiertos por medio de la 
fotografía, que si bien estaba dirigido a lograr las determinaciones de posiciones 
estelares precisas, debe considerarse que el perfeccionamiento de esta técnica se 
logró más tarde, a lo largo del siglo veinte, resultando determinante para el de¬ 
sarrollo del estudio físico y dinámico de los cuerpos. Más allá de lo dicho, hasta 
la llegada de Charles D. Perrine, último de los directores correspondientes a la 
línea de los estadounidenses, solo se concretaron unas pocas observaciones vin¬ 
culadas con la Astrofísica, principalmente relacionadas con el estudio de cometas 
y el seguimiento de estrellas variables. Es durante la época de Perrine, en que el 
Observatorio Nacional, hasta ese momento con una existencia casi solitaria en 
el país, comienza a virar sus objetivos decididamente a los astrofísicos. Sin dejar 
de lado los trabajos astrométricos, entre 1909 y 1936 se concretan numerosas 
acciones que introducirán la astronomía argentina en la Astrofísica, tal como 
las observaciones fotométricas y espectroscópicas de cometas, estrellas y objetos 
nebulosos. Es la construcción del primer gran telescopio reflector, de 75 cm de 
diámetro, realizado completamente en el ONA, lo que hizo posible la realiza¬ 
ción de los mencionados estudios. También en este período se comenzó y avanzó 



Historia del Observatorio Astronómico de Córdoba 


53 


hasta casi su concreción, la construcción del Monstruo , el telescopio reflector 
de 1,5 metros de la Estación Astrofísica de Bosque Alegre, que será clave para 
el desarrollo de la astrofísica no solo argentina sino latinoamericana, contribu¬ 
yendo en forma significativa al progreso de la ciencia astronómica regional, con 
proyecciones mundiales. 

Así vino el comienzo de la astrofísica argentina; lamentablemente, los tra¬ 
bajos realizados en este período no tuvieron continuidad —al menos en forma 
inmediata— en la siguiente etapa, en la que se concretaría efectivamente la 
entrada a la Astrofísica, gracias a las valiosísimas contribuciones de Enrique 
Gavióla apoyadas en las posibilidades observacionales del gran telescopio ya en 
funcionamiento. 

Tampoco es rigurosa la clasificación de la etapa como de directores estadou¬ 
nidenses, pues, si bien es cierto que todos los titulares asumidos en ese puesto 
lo fueron de aquella nacionalidad, hubo uno interino, el Ing. Eleodoro G. Sar¬ 
miento, que no lo era. Olvidado por la historia hasta nuestros trabajos, si bien 
su administración duró unos pocos meses, tuvo gran importancia por haber sido 
el primer nativo que dirigió esta institución y permitió la continuidad en las 
actividades de la misma en un período de crisis. También cabe señalar que se 
presentaron varios directores “a cargo”, cuando los titulares se ausentaban por 
diversas razones del país, algunos de los cuales fueron alemanes, tal el caso de 
Carlos Ljungstdet. 

Por último, debe destacarse que con excepción de Gould que regresó al 
norte, Thorne permaneció en Córdoba desde los 20 años y desarrolló toda su 
vida profesional en el lugar, por lo que puede compartirse la opinión de algún 
autor, que lo calificó como primer astrónomo argentino —al menos adoptivo—. 
Otro tanto puede decirse de Perrine, quien trabajó en Argentina la mayor parte 
de su vida y murió en Córdoba. En síntesis se trata de verdaderos inmigrantes, 
en tierra de inmigrantes, cuyos huesos inquietos descansan aquí. 


2. Nacimiento del Observatorio Nacional Argentino 

La ciencia y la técnica nunca fueron totalmente ajenas a Sarmiento. Con 
tan solo catorce años, el sanjuanino se desempeñó como ayudante del Jefe de 
Ingenieros de aquella provincia, el francés Víctor Barreau, con quien aprendió 
geometría y las técnicas de la agrimensura, poniéndose en contacto con los ru¬ 
dimentos de las ciencias. La relación concluyó después de algunos trabajos con 
el destierro del maestro, pero la semilla se hubo plantado. Tanto, que solo, sin 
ayuda alguna, continuó con el trazado de las calles de la ciudad San Juan, hasta 
que el gobierno lo retiró de los mismos por supuesta incapacidad, dada su cor¬ 
ta edad (Gálvez 1952). Tiempo después, el 18 de noviembre de 1840, Domingo 
Faustino Sarmiento, ferviente opositor de Rosas, va camino al exilio en Chile 
donde desempeñó una intensa actividad magisteril, que dio por resultado, en¬ 
tre otros emprendimientos, la fundación del Colegio de Preceptores en Santiago, 
primera escuela normal chilena. 

A partir de 1841 el sanjuanino llevó adelante una fuerte actividad de pro¬ 
paganda en contra de Rosas, hasta que en 1845 el gobierno nacional solicitó al 
chileno medidas para callar al sistemático opositor. Complicada situación da¬ 
do que Sarmiento era amigo del ministro Manuel Montt. Entonces en Chile se 



54 


S. Paolantonio y E. Minniti 


encontró una solución de compromiso al problema, comisionando al maestro a 
realizar un viaje al hemisferio norte, para estudiar la educación elemental en el 
viejo mundo y los métodos de colonización en Argel. Partió a Europa en octubre 
de aquel año, visitando Francia, España, Italia, Suiza, Alemania, Inglaterra y 
África. 

Antes de retornar a Chile después de su periplo, viaja Sarmiento a Nueva 
York en septiembre de 1847. Si bien aquella visita fue relativamente breve y en 
condiciones de extrema precariedad económica, le permitió establecer contacto 
con una prominente familia de educadores de Nueva Inglaterra, la de Horace 
Mann. Pero no es el contacto con Mann lo importante para esta historia, sino 
con su esposa Mary Peabody Mann. Sarmiento entablará con Mary una singu¬ 
lar amistad que se plasmará en cientos de cartas, amistad que le hará posible 
más tarde, vincularse con los máximos exponentes de la cultura y educación 
estadounidense. Este hecho desempeñó un papel clave en la creación del ONA. 

Al retornar a Santiago, Sarmiento entabló relación y trató muy de cerca al 
teniente James M. Gilliss 1 , encargado de la Expedición Astronómica estadouni¬ 
dense emplazada durante 1849 en el Cerro Santa Lucía, en la capital chilena. 
Es evidente que ese contacto le brindó la información necesaria para tomar con¬ 
ciencia de la importancia que tenían las determinaciones de posiciones celestes 
y las consecuencias sociales de las prácticas astronómicas. 

El principal y más importante objetivo de esta expedición, fue la determi¬ 
nación de la paralaje solar, ángulo bajo el cual se vería el radio ecuatorial de la 
Tierra desde el centro del Sol, que permite determinar la distancia entre ambos 
cuerpos. Gilliss se propuso realizar tal determinación empleando el método que 
había sugerido años antes el astrónomo Christian L. Gerling, que requería ob¬ 
servaciones muy precisas de Marte y Venus, realizadas desde dos observatorios 
distantes, uno en el hemisferio sur y otro en el norte ubicados muy próximos 
a un mismo meridiano. Los numerosos cálculos necesarios, fueron realizados en 
Estados Unidos por un amigo del marino, el astrónomo Benjamín Gould (Gilliss 
1856). 

Tres lustros más tarde, el 5 de mayo de 1865, Sarmiento desembarca nue¬ 
vamente en Nueva York, esta vez investido con el cargo de Embajador Extraor¬ 
dinario y Ministro Plenipotenciario de la República Argentina. Son oscuras las 
razones de su designación. Se sostiene habitualmente que la causa fue alejarlo 
de la arena política local. Sin embargo, nadie puede desconocer que ello ocurre 
cuando comienza a ponerse tirante la situación regional, desembocando con la 
Triple Alianza, en la guerra del Paraguay, justo al terminar la de Secesión en Es¬ 
tados Unidos, con gran disponibilidad de mano de obra bélica ociosa y material 
militar sobrante. La Argentina contaba con planes incipientes de desarrollo tec¬ 
nológico y científico, que requerían trabajadores especializados y profesionales de 
todo orden. Además, es destacado que fuera acompañado por el propio hijo del 
Presidente, “Bartolito” Mitre, que le hace de secretario; ello permite presuponer 
un carácter más que especial para tan inusual misión. 

Desatada la guerra, en Estados Unidos existía no solo una clara opinión 
contraria a la Triple Alianza, sino que las simpatías gubernamentales y populares 
se inclinaban abiertamente a favor de Paraguay, llegando a convertirse Solano 
López en un héroe mítico que defendía una pequeña nación. Sarmiento logró 
hacer variar este criterio común en la prensa local. 



Historia del Observatorio Astronómico de Córdoba 


55 


Innegables son las relaciones que el flamante embajador estableció con oficia¬ 
les de alta graduación y profesionales confederados que ofrecieron sus servicios a 
la Triple Alianza; como así con proveedores de armas y otros suministros bélicos. 
No por ello descuida el amor de sus amores, la educación. 

Característica de su atípica conducta personal, fue la actitud de fijar su 
residencia en Nueva York, en lugar de hacerlo en Washington, destacando con 
ello su firme voluntad de acercarse lo más posible a lo que constituiría el eje de 
su actuación: Boston. Centro educativo y radiador de cultura de un nivel sor¬ 
prendente para la época y productor de la mayoría de los dirigentes, empresarios 
y científicos, que habrían de regir los destinos del país del norte en la segunda 
mitad del siglo XIX. 

A mediados de septiembre, visitó en Concord a su muy íntima amiga Mary 
Peabody, entonces viuda Mann 2 , que trajo consigo los contactos más celebra¬ 
dos y benéficos para su persona y el país. Nadie debe desconocer que por su 
intermediación se desarrolló el programa que dio como consecuencia el viaje de 
las famosas maestras norteamericanas a la Argentina, que tanta trascendencia 
tuvieron en el desarrollo de la educación moderna argentina. 



Figura 1 Izquierda: Domingo Faustino Sarmiento. (Detalle cuadro 
ubicado en el Cabildo Histórico de Córdoba. Foto de los autores) De¬ 
recha: Mary Peabody Mann. (Houston 1959). 


2.1. El contacto con Benjamin Apthorp Gould 

Sarmiento, luego de visitar a Mary Mann en Concord y almorzar con el poe¬ 
ta Waldo Emerson, a mediados de septiembre de 1865, en virtud de los vínculos 
de ella, es invitado a concurrir a Cambridge, donde conoce entre otros hombres 
de ciencia, al mencionado astrónomo Benjamin Gould. Pronto Sarmiento escribe 
a Aurelia Vélez, radicada en Córdoba: 

De casa de Mrs. Mann me llevaron a Cambridge, la célebre Uni¬ 
versidad, donde he pasado dos días de banquete continuo, para ser 
presentado a todos los eminentes sabios que están allí reunidos: Long- 
fellow, el gran poeta, que habla perfectamente el español, Gould, el 


56 


S. Paolantonio y E. Minniti 


astrónomo, amigo de Humboldt, Agassiz (hijo), a quien pronostican 
mayor celebridad que al padre; HUI, el viejo presidente de la Univer¬ 
sidad. Boston, 15/10/1865. (Sarmiento 1865a) 

Todo hace suponer que aquel primitivo acercamiento a Gilliss en Chile, 
en ese momento ya fallecido, fue el eje sobre el que giró la relación inicial con 
Gould, conforme lo indica el propio Sarmiento, al enviar a la Argentina copia de 
la primera carta que le cursara este; como así su respuesta a la misma, hábilmente 
utilizadas mediante su difusión periodística para promover su imagen con fines 
políticos. Al día siguiente del encuentro inicial, Sarmiento se traslada a Boston 
y se aloja en la casa del astrónomo. 

En Concord me aguardaba el Profesor Gould, tenido por uno de 
los astrónomos más distinguidos de los Estados Unidos, que ya cuen¬ 
ta en los progresos modernos de esta ciencia; y me compelió a aceptar 
una habitación en su casa de Cambridge para visitar la Universidad 
de Harvard, tan celebrada. Boston, 15/10/1865 (Sarmiento 1865a). 

Visita su observatorio particular donde queda impresionado con la observación 
de débiles estrellas circumpolares y el instrumental de que dispone el astrónomo. 
En una carta a Aurelia Vélez, Sarmiento cuenta: 

Mr. Gould, en cuya casa estaba, me llevaba a su observatorio par¬ 
ticular para mostrarme la estrella de duodécima magnitud más vecina 
al polo, de cuarenta que había clasificado por la primera vez. Tenien¬ 
do en la mano un aparato eléctrico de su invención, para transmitir 
las señales a un telégrafo que las deja escritas en el papel, con ex¬ 
presión del minuto, segundo y décimas de segundo en que ocurre el 
pasaje 3 . Boston, 15/10/1865 (Sarmiento 1865a). 

El contacto no fue casual. Gould, que estaba al tanto de la favorable dispo¬ 
sición de Sarmiento hacia las ciencias y sus ambiciosos proyectos políticos por su 
antigua relación con Gilliss, y convenientemente informado por la amiga común 
Mary Mann, no deja pasar la oportunidad de solicitar apoyo al Ministro para 
llevar adelante su tan anhelada Expedición Astronómica Austral. 

2.2. Se gesta la idea del Observatorio Astronómico 

Para el momento en que ocurrían estos acontecimientos, era evidente la 
necesidad imperiosa de estudios precisos del cielo austral, solo ocasionalmente 
observado por unos pocos astrónomos en forma no sistemática. Benjamin Gould 
estaba especialmente al tanto de esta situación por haber trabajado en Alemania 
con Friedrich W. A. Argelander, quien estudió exhaustivamente el hemisferio 
norte celeste con un grado de profundidad notable para la época. Fue él quien 
examinó el estado de avance de las observaciones astronómicas y destacó el gran 
desequilibrio existente entre el conocimiento de los hemisferios celestes boreal y 
austral. Años más tarde, el astrónomo norteamericano señaló con relación a ello: 

... por lo que en estos últimos 18 años, la única región de los 
cielos que no ha sido cuidadosamente investigada, es la comprendi¬ 
da entre el paralelo 31 grados sud y el límite septentrional de las 



Historia del Observatorio Astronómico de Córdoba 


57 


no publicadas observaciones de Gilliss. Llenar este vacío y comple¬ 
tar la exploración del cielo, bajo algún plan análogo al de Bessell y 
Argelander, era naturalmente un problema halagüeño (Gould 1874). 

Gould planificó entonces una expedición para cumplir con ese fin y puso 
todos sus esfuerzos en su concreción. Tan decidido estaba de su Expedición Aus¬ 
tral, que en 1864 encarga al constructor de instrumentos Repsold de Alemania 
(Gould 1874 y 1881), la confección de un círculo meridiano con un objetivo de 
5 pulgadas de diámetro. 

Sin embargo, a pesar de los esfuerzos realizados, no pudo en esa oportu¬ 
nidad recaudar el dinero suficiente para concretar su propósito, por lo que la 
expedición no se realizó. Vio en Sarmiento la oportunidad de revertir la situa¬ 
ción, establecido sólidamente el vínculo personal, formaliza el pedido de apoyo 
para realizar la frustrada expedición en una nota fechada el 14 de octubre de 
1865. 


... Me tomo la libertad, por tanto, de dirigirme a V. E. sobre este 
asunto, a fin de inquirir algunos datos que importan a la realización 
de este proyecto favorito de una Expedición Astronómica Austral, 
confiando en que su valor para el adelanto y progreso de la ciencia, 
será a juicio de V. E. suficiente compensación por la molestia que le 
ocasiono. 

Habría probabilidad de que tal expedición fuera bien mirada y 
recibida cordialmente por el Gobierno Nacional de la República Ar¬ 
gentina, ayudada en sus esfuerzos, y protegida, en caso de que esa 
protección fuese requerida. Podría anticiparse como un incentivo más 
que a mi regreso el Gobierno Nacional se encontraría dispuesto a con¬ 
tinuar el Observatorio existente, y adoptarlo como institución nacio¬ 
nal, así haciendo mas útiles mis trabajos y contribuyendo en cierto 
grado al establecimiento de un segundo Observatorio Astronómico en 
Sud-América. 

Finalmente, podríamos en opinión de V. E. esperar una bondado¬ 
sa recepción y apoyo de parte de las autoridades locales de la provin¬ 
cia y ciudad de Córdoba, sobre cuyo amistoso sostén será necesario 
reposar, en tan gran parte (Gould a Sarmiento, 14/10/1865). 

La idea era repetir lo realizado en Chile, donde el gobierno de aquel país 
recibió y protegió a los expedicionarios, sostuvo el emprendimiento, exceptuó de 
los pagos de aduana todo el equipamiento necesario, y finalmente cuando los 
objetivos de sus promotores se habían cumplido y regresaron a Estados Unidos, 
compró las instalaciones e instrumental para crear lo que sería el Observatorio 
Nacional de Chile. Un negocio redondo. 

Sarmiento da un giro a la propuesta inicial de Gould. En la contestación a 
la carta mencionada del astrónomo, consigna una aceptación de la misma, con¬ 
dicionada a la creación previa de un establecimiento astronómico permanente, el 
cual se constituiría en el Observatorio Nacional Argentino. De este modo, la idea 
de una expedición extranjera y particular, se convierte en un ambicioso proyecto 
científico nacional. 

He recibido con el mayor placer su favorecida del lf, haciéndome 
ciertas preguntas conducentes a facilitar el camino a la realización de 



58 


S. Paolantonio y E. Minniti 




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Figura 2 Izquierda: Imagen de la primera página de la carta de Gould 
enviada a Sarmiento el 14/10/1965 (Museo Sarmiento) Derecha: Ben¬ 
jamín A. Gould (Cuadro Museo B. A. Gould. Foto de los autores). 


una Expedición Astronómica Austral, que tendría por objeto crear en 
Córdoba un Observatorio Astronómico, para completar lo que falta 
de observaciones de las estrellas del hemisferio del Sur en un catálogo 
completo del cielo estelar. 

Respondiendo a su primera pregunta, puedo asegurarle desde aho¬ 
ra que el Gobierno Nacional y los hombres influyentes de la Repúbli¬ 
ca Argentina harán por medio de actos públicos todo lo posible para 
ayudar a Ud. en su loable empeño. Sirviendo en ello a la ciencia se 
servirán a sí mismos, aclimatándola en nuestro país, en uno de sus 
mas útiles ramos, de que aún no tenemos estudios serios. 

He aquí lo que creo podrá hacer mi Gobierno para facilitar la 
ejecución de la idea: admitir libres de derechos los instrumentos y 
accesorios del Observatorio; hacer el gasto de construcción del edi¬ 
ficio y oficinas; obtener del Congreso autorización para adquirir los 
instrumentos y continuar como Institución Nacional el Observatorio, 
con los medios de adquirir las observaciones de los demás del mundo, 
a fin de continuar en relación con ellos. 

Puedo igualmente responderle desde ahora del cordial concurso 
de las autoridades y ciudadanos de Córdoba, donde existiendo des¬ 
de siglos atrás una Universidad, la población entera está habituada 
a estimar en lo que vale la ciencia. Es probable que más tarde el 
Observatorio sea afecto a la Universidad, y que desde su llegada de 
Ud. se trate de establecer cursos científicos de esa parte de las cien¬ 
cias, y entonces Ud. y sus colaboradores se harán un grato deber, 
estoy seguro, en prestar su cooperación y consejos para asegurar el 
éxito. Acaso el Gobierno exija que deje algunos alumnos capaces de 
continuar las observaciones, en los términos que lo hizo el Gobierno 




Historia del Observatorio Astronómico de Córdoba 


59 


de Chile, y convendría al menos que le fuera a Ud. permitido pro¬ 
poner su sucesor, a fin de que continuase las observaciones que Ud. 
hubiere comenzado, ó creyese necesario emprender [... ] Con la se¬ 
guridad de obtener de mi Gobierno la plena y cordial confirmación 
de lo que ahora anticipo, tengo el honor de subscribirme su atento, 
seguro servidor, [...] Boston, 16/10/1865 (Sarmiento 1865b). 

Sin embargo, la iniciativa se ve frustrada circunstancialmente en enero de 
1866, por la carta que desde Argentina le dirige a Gould el Ministro de Justicia, 
Culto e Instrucción Pública, Dr. Eduardo Costa (Acosta 1866); imponiéndole 
de la imposibilidad de llevar adelante los planes en tal sentido apoyados fer¬ 
vientemente por el representante argentino, por razones de índole económica, 
derivadas de la guerra con el Paraguay. Todavía no era el momento. 

Con la convicción de que este traspié era solo un simple atraso, Gould no 
deja de mantener viva la idea del observatorio sosteniendo diversos contactos con 
el atípico Embajador. Si bien la inquieta actividad itinerante del particular Em¬ 
bajador, le impide un contacto directo y continuo con el astrónomo, la relación 
establecida no se interrumpe. Por el contrario, a fines de junio o principios de 
julio de 1868 Gould visita a Sarmiento en Nueva York. Junto con Mary Mann, 
el astrónomo gestiona en la universidad de Harvard el otorgamiento a Sarmiento 
de un Doctorado Honoris Causa. Un cambio en la reglamentación de la casa de 
altos estudios impide en esa oportunidad concretar la iniciativa (James 1987). 

Ante este traspié, las gestiones se dirigieron a la Universidad de Cincinatti, 
lográndose en la misma el cometido propuesto. Poco antes de su regreso al país, 
esa Universidad otorga el título de Doctor Honoris Causa a Domingo Faustino 
Sarmiento. En solemne acto académico multitudinario, se concreta la entrega del 
correspondiente diploma, entre otros muchos egresados regulares de esa institu¬ 
ción académica. Acompañó en la oportunidad al distinguido doctor, el propio 
hijo del presidente argentino, “Bartolito” Mitre, quien se constituyó en calificado 
testigo de tan trascendente suceso, comúnmente no recordado. 

2.3. Elección de Córdoba como sede del futuro observatorio 

La elección de Sudamérica para realizar la expedición astronómica proyec¬ 
tada por Gould, puede explicarse por la facilidad relativa de acceso, los buenos 
antecedentes derivados de la expedición a Chile y la ventaja adicional de no estar 
trabajando en esas tierras ningún astrónomo de renombre. 

Se estima con muy poco margen de error, que sería Gilliss quien en un prin¬ 
cipio hubo impuesto a Gould respecto de las bondades de la región de Córdoba 
para la observación astronómica. Cuando realiza la propuesta de la Expedición 
Astronómica Austral a Sarmiento, Gould había precisado el lugar, conforme sus 
propias palabras: 

... después de estudiar e inquirir mucho acerca de los parajes 
más adaptables a observaciones astronómicas, he arribado a la con¬ 
vicción de que la ciudad de Córdoba en vuestra República, por su 
posición geográfica, la pureza de su atmósfera, la excelencia y salu¬ 
bridad de su clima, y el conveniente acceso para los materiales re¬ 
queridos para un Observatorio; así como también por estar libre de 
los temblores de tierra, que tan frecuentes son en la parte occidental 



60 


S. Paolantonio y E. Minniti 


de aquel Continente, reúne condiciones favorables para un Observa¬ 
torio Astronómico, superiores a cualquier otro punto que pudiera ser 
convenientemente elegido (Gould a Sarmiento, 14/10/1865). 

Sin dudas Gould fue informado sobre este punto para inducirlo a escribir 
“pureza y salubridad de su clima”, cosa absolutamente cierta, aunque el número 
de noches despejadas en el año no era muy grande. En una de sus numerosas 
cartas a Sarmiento comenta que de acuerdo con lo que conoce, en Córdoba había 
320 noches al año sin nubes, cuando la realidad ese número marcaba los días sin 
lluvia, lo que no significaba la ausencia de nubosidad. 

Varios autores señalan que Gilliss visitó Córdoba, sin embargo no se hallaron 
elementos que apoyen esta circunstancia. El Teniente regresó a su patria por 
mar partiendo desde Valparaíso, Chile. Se tiene la certeza que MacRae —uno de 
sus ayudantes— regresó realizando mediciones magnéticas, cruzando Argentina 
hasta Buenos Aires, pero no tomó el camino que pasaba por la ciudad de Córdoba 
sino por Río Cuarto (MacRae 1855), de modo que tampoco este la conoció, 
aunque sí la región. Sarmiento, que con seguridad también informó a Gould 
sobre la Docta, no vivió en ella por largo tiempo, aunque la conocía bastante 
mejor que Gilliss. 

No puede dejar de destacarse que con posterioridad, en una correspondencia 
privada, Gould se queja del error a que fue inducido desde el vamos, pues las 
condiciones ambientales cordobesas no eran precisamente las más propicias para 
el ejercicio astronómico continuado, por sus vientos frecuentes, el polvillo de su 
atmósfera y la bruma nocturna común en ciertas épocas del año. Sí destaca, que 
cuando el cielo estaba despejado, su transparencia era extraordinaria (Gould 
1874) 4 . Debe recordarse que no existían en aquel momento registros climáticos 
que le permitieran deducir la frecuencia de noches despejadas. 

A Gould, al igual que a Sarmiento, le interesaba Córdoba por ser sede 
de la única universidad nacional, en la creencia que ello le permitiría obtener 
personal idóneo de apoyo para su emprendimiento. Si se analizan las alternativas 
de localización del Observatorio, tanto Buenos Aires, Rosario, como el resto de 
las ciudades del litoral tienen un clima desde el punto de vista astronómico muy 
malo por la elevada humedad. El sur era un territorio “no civilizado”. Cerca de 
la cordillera se sucedían los temblores que Gould expresamente menciona que 
quiere evitar, dadas las malas experiencias sufridas por Gilliss en Santiago, por 
las oscilaciones del Cerro Santa Lucía. Como se puede apreciar, las alternativas 
no eran muchas. 

En particular, para Sarmiento se trataba de una tierra que le resultaba 
favorable por la presencia de muchas amistades, en particular los Vélez. Con 
la Universidad, un observatorio astronómico y la futura Academia de Ciencias, 
esperaba que Córdoba se constituyera en un polo cultural, similar en algunos 
aspectos al de Boston, proyecto al que no era ajena la planeada Exposición 
Nacional. 

Finalmente, seguramente fue determinante el hecho que para 1870, un año 
antes de concretarse el Observatorio, llegó a la ciudad mediterránea la primera 
línea férrea del país, que la unía con Rosario, puerto ultramarino que entonces 
permitía una comunicación segura y económica con el resto del mundo, facilitan¬ 
do de este modo el traslado de los instrumentos y elementos que serían necesarios. 
Ese mismo año también se concluyó la conexión telegráfica con dicho sitio. Todo 



Historia del Observatorio Astronómico de Córdoba 


61 


indica que la elección de Córdoba como sede para el observatorio astronómico, 
resultó de la conjunción de cuestiones técnicas, prácticas y políticas. 

Entusiasmado con la propuesta, Sarmiento anticipadamente alerta a sus 
amigos de la ciudad mediterránea sobre los planes de establecimiento del Obser¬ 
vatorio en la misma, mencionando inclusive la posibilidad de la instalación del 
mismo en “los altos”, zona aledaña a la ciudad, y les pide que vayan preparando 
las facilidades para su emplazamiento (Sarmiento a Vélez Sarsfield, 16/10/1865). 



Figura 3 Izquierda: James M. Gilliss (United States Naval Observa- 
tory Library) Derecha: Primera sede del Dudley Observatory (Dudley 
Observatory). 


2.4. Sarmiento acepta a Gould como director del futuro observatorio 

El contacto entre el Dr. Gould y el futuro presidente fue posible gracias a dos 
amistades comunes, la de James Gilliss y principalmente la de Mary Peabody, 
quien efectivamente hizo posible el mismo. Sin embargo esto no hubiera sido 
suficiente sin otros numerosos factores que confluyeron para que la propuesta se 
concretara de este modo. 

Gould y Sarmiento coincidían ideológicamente en un gran número de cues¬ 
tiones, en cuanto a la ciencia, la política y concepciones sociales. No debe dejar 
de considerarse que Gould era masón y ostentaba la máxima jerarquía en el 
ordenamiento según el antiguo rito escocés 5 , organización a la que también el 
presidente —como muchos otros políticos de nota en la época— pertenecía. 

Por otra parte, el astrónomo elegido tenía antecedentes más que suficientes 
para ser considerado un excelente candidato para tan importante emprendimien¬ 
to. 

Graduado en 1844 en Harvard con distinciones en Clásicos, Física y espe¬ 
cialmente en Matemática, bajo la inspiradora influencia de Benjamin Peirce, en 
1845, viaja Gould a Europa con planes para un prolongado período de estudios 
en los más importantes observatorios de aquel continente. 

En el Royal Observatory de Greenwich estableció relación con George Bid- 
dell Airy, con quien refina los métodos de estudios astrográficos que más tarde 
aplicaría en Argentina. Viajó posteriormente a Francia, donde conoció a Ara- 
go y Biot en el Observatorio de París. En la primavera de 1846 se trasladó a 









62 


S. Paolantonio y E. Minniti 


Alemania. En ella es donde logra el mayor provecho. Estuvo un año en el Obser¬ 
vatorio de Berlín con Johann Franz Encke. Conoció a Alexander von Humboldt 
el que contaba con 77 años de edad, con quien estableció una amistad que le 
sería muy útil. Estudió además con Struve, Peters y Hansen, y se hizo amigo del 
matemático F. G. Eisenstein. 

El 23 de marzo de 1847 envió una carta solicitando ser alumno del eximio 
matemático C. Gauss en Góttingen. Es aceptado gracias a la amistad y estima 
de A. Humboldt, quién lo recomendó muy especialmente. Se trasladó a aquella 
ciudad donde permaneció un año, que él calificó como mucho mejor que el vivido 
en Berlín. En 1848 se doctoró, convirtiéndose en el primer americano en obtener 
ese título en Astronomía. Durante ese período estudió la problemática de los 
movimientos planetarios, incluyendo al asteroide Flora con el que más tarde, en 
Córdoba, trabajaría para la determinación de la paralaje solar. 

Fue influenciado poderosamente por Argelander, pupilo de Bessel, en Bonn, 
con el cual entabló una profunda amistad. Constituyó un factor determinante 
de sus planes y realizaciones futuras. Ese viaje le sería inapreciable por las ven¬ 
tajas derivadas de los conocimientos que aportara y vínculos establecidos, de 
gran incidencia para su futuro desarrollo profesional y consecuente gravitación 
en el ONA. Favoreció a ello un Gould políglota, que hablaba además de su in¬ 
glés natal el alemán y el francés. Con el italiano se defendía y llegó a dominar 
posteriormente el español, constituyendo otra de las claves de su éxito. Retornó 
a su hogar vía París y Londres, en noviembre de 1848. 

En esta época germinó la idea de un periódico científico para su país, se¬ 
mejante al Astronomische Nachrichten, creado por H. C. Schumacher en 1821. 
Intención concretada a su regreso con The Astronomical Journal, publicación 
fundada en 1849, aún hoy existente. 

Entre 1852 y mayo de 1867 el Dr. Gould trabaja en el Coast Survey, donde se 
dedica a las determinaciones de posiciones geográficas empezadas por Alexander 
Dallas Bache, Superintendente de la institución y Presidente de la Academia 
Nacional de Ciencias, junto a Sear C. Walker. Nuevamente, esta experiencia 
sería más tarde desarrollada en Córdoba (Comstock 1922; Paolantonio y Minniti 
2001 ). 

Otro antecedente de suma importancia que calificaba a Gould, fue su actua¬ 
ción como director fundador del Observatorio Dudley de la ciudad de Albany, 
sita en el estado de Nueva York, institución concretada gracias a la contribución 
de un notable grupo de ciudadanos, en especial Blandina Dudley. Durante esta 
época, el Dr. Gould mantiene su trabajo en el Coast Survey y su residencia en 
Boston, hasta febrero de 1958 que se traslada a Albany tiempo en que edita el 
Astronomical Journal en esta localidad. 

Viaja a Europa para asesorarse y comprar los instrumentos. El primero de 
ellos, un círculo meridiano de 20 centímetros de diámetro de objetivo, en el cual 
Gould estaba especialmente interesado, fue encargado a la firma Pistor y Martins 
de Berlin y quedó terminado en 1856. Se lo bautizó Olcott, uno de los principales 
contribuyentes al observatorio. Gould introdujo muchos perfeccionamientos en 
la construcción de este aparato que luego se aprovecharon en otros observatorios, 
en particular el argentino. Este instrumento fue el traído posteriormente a San 
Luís, Argentina, en la campaña que realizó el observatorio Dudley a partir de 
1909. 



Historia del Observatorio Astronómico de Córdoba 


63 


A la espera de los instrumentos, Gould encara un trabajo de observación de 
las estrellas visibles a simple vista. El mismo queda inconcluso y no es editado, 
pero sirve de experiencia al futuro director del Observatorio Nacional Argentino, 
cuando en similares circunstancias programa y emprende las observaciones para 
la célebre Uranometría Argentina. 

El compartir dos trabajos de tanta responsabilidad hace que las tareas del 
observatorio se vean retrasadas, situación con la que los fiduciarios se mostraron 
disconformes. Se suceden sin solución de continuidad enfrentamientos diarios 
menores, producto de los celos irrenunciables de ambos bandos perfectamente 
establecidos. Luego de un intercambio de cartas y fuertes discusiones, el Dr. 
Gould deja la dirección el 3 de enero de 1859 (Boss 1968) 6 . 

A lo largo de los años, numerosos astrónomos del Observatorio Dudley fue¬ 
ron empleados en el Nacional Argentino, y las circunstancias llevaron a que 
desempeñara un papel fundamental en la continuidad de los directores estadou¬ 
nidenses en Córdoba, tal como más adelante se expondrá. 

El 3 de marzo de 1863 se crea en EE. UU. la Academia Nacional de Ciencias. 
El presidente Lincoln incorpora a ella 50 destacadas personalidades entre los que 
se encuentra el Dr. B. A. Gould (Comstock 1922). 

Más allá de los aspectos considerados, existe una última cuestión de suma 
importancia a la hora de entender la rápida aceptación de Gould por Sarmiento. 
En 1861, el astrónomo había contraído matrimonio con Mary Apthorp Quincy, 
miembro de una familia de Boston poderosa en lo político y en lo económico, 
aspecto que el Embajador no pudo pasar por alto, quien seguramente avizoró 
un futuro repleto de importantes relaciones. 

Mary, brillante y noble mujer, era hija de Josiah Quincy, 1 er alcalde de 
Boston y Mary Jane Miller Quincy. Nieta del Senador Josiah Quincy, segundo 
alcalde de Boston y Presidente de la Universidad de Harvard (en la época en que 
estudió Gould), en su ascendencia contaba con dos presidentes: John Adarns y 
John Quincy Adarns. Su hermano, Josiah Quincy, posteriormente también fue 
alcalde de Boston entre 1895 y 1899 (Paolantonio y Minniti 2001). 

2.5. Los objetivos de la nueva institución 

Conforme con lo dicho, en carta que enviara a Sarmiento a fines de 1868, por 
solicitud del mismo y luego de una detallada justificación, el Dr. Gould propone 
los siguientes programas de investigación para el nuevo Observatorio: 

1. La formación de un catálogo de posiciones estelares en la porción de los 
cielos del sur no exploradas. 

2. La realización y medida de fotografías de cúmulos estelares prominentes o 
destacados. 

3. La realización del análisis espectroscópico de la luz de las estrellas más 
brillantes (Gould B. A., Cambridge, 24/12/1868). 

Para la época en que ocurrieron los acontecimientos relatados, los objeti¬ 
vos de los astrónomos estaban principalmente dirigidos a la determinación de 
posiciones precisas de las estrellas, la fijación de un sistema fundamental de coor¬ 
denadas y el estudio de los movimientos propios estelares y de los cuerpos del 



64 


S. Paolantonio y E. Minniti 


sistema solar. La astrometría, rama de la astronomía dedicada a estos estudios, 
ocupaba la atención de la mayoría de los astrónomos. 

Por esto, no puede extrañar que la propuesta para el futuro Observatorio 
estuviera básicamente relacionada con la astrometría. Sin embargo, en contra de 
lo aseverado con frecuencia, existió al menos un objetivo vinculado a la incipiente 
Astrofísica, tal como los estudios espectroscópicos planteados en el punto tres. 
Para esta tarea se consiguió un espectrógrafo antes del viaje a Córdoba, pero 
lamentablemente la falta de tiempo impidió su utilización. Hubo que esperar a 
la llegada de Perrine en 1909 para que finalmente estos trabajos se concretaran. 

También la compra de un fotómetro y los estudios de variables, muestran 
que Gould no pensaba solo en la astrometría, sino que para un futuro inmediato 
contemplaba la Astrofísica. 

2.6. Imperialismo cultural 

La idea de promover la ciencia estaba arraigada en la mente de Sarmiento 
al llegar a EE.UU.; el sanjuanino vio una oportunidad concreta en la propuesta 
del Dr. Gould, la que hábilmente transformó en un proyecto propio y nacional, 
más ambicioso y con mayores perspectivas, que las contenidas en el programa 
de Gould. 

La astronomía se presentaba entonces como una ciencia de punta destinada 
a convertirse en un agente de cambio para la Argentina 7 . Sarmiento lo destaca 
en su célebre discurso pronunciado en 1871 con motivo de la inauguración del 
ONA: 


Y bien, yo digo que debemos renunciar al rango de nación, o al 
título de pueblo civilizado, si no tomamos nuestra parte en el progre¬ 
so y en el movimiento de las ciencias naturales [...] (Observatorio 
Nacional Argentino 1872). 

Otro tanto ocurre con su futuro ministro, el Dr. Nicolás Avellaneda, quien 
desempeñó un papel crucial en la creación del Observatorio: “la astronomía mar¬ 
cha al frente de las ciencias naturales”y .. como todos saben, (la astronomía) 
es la primera de ellas... 

En una época donde la ciencia era sinónimo de Europa y en especial de 
Alemania y Francia, contratar un científico americano era en gran medida un 
acto de ruptura con ese “imperialismo cultural” 8 . 

Mucho se ha hablado de que expresiones estructurales como la Academia 
de Ciencias y el Observatorio Astronómico constituyen una cabal prueba del 
ejercicio pleno de una política imperialista cultural, por parte de las grandes 
potencias de la época. 

Es innegable que las mismas, sean Alemania, Inglaterra, Francia, Rusia o 
Estados Unidos, ejercían o pugnaban por hacerlo, una actitud rectora producto 
del esfuerzo humano y económico destinado por los respectivos estados, para 
mantener supremacía no solo militar o política, sino también en el ejercicio de 
las distintas disciplinas, cualesquiera fueren, en su beneficio. 

Particularmente, comprendemos esa actitud defensiva y promotora de la 
actividad propia, en su beneficio, como respuesta común de sociedades que pug¬ 
naban a ello, defendiendo a ultranza sus intereses propios. Pero el imperialismo 
surge y se ejerce cuando las políticas, actitudes o estructuras, son impuestas 



Historia del Observatorio Astronómico de Córdoba 


65 


abierta o solapadamente, no cuando constituyen la consecuencia de un acto de 
voluntad propia, en pleno ejercicio de facultades legítimas y en franca libertad, 
mediante mecanismos lícitos. 

La Academia y el Observatorio, nacieron como resultado no solo de un 
deseo argentino, de una decisión de los gobernantes argentinos, sino también 
de una necesidad propia del país que crecía rápidamente y requería de esos 
instrumentos para promover el desarrollo nacional, de acuerdo con lo que sus 
dirigentes, condicionados o no por el pensamiento de la época, no de manera 
distinta a como lo fueron en todas partes las decisiones tomadas para cualquier 
empresa por cualquiera que tuviese que hacerlo, resolvieron por voluntad propia 
y convicciones personales, llevar adelante esa conducta. 

El que desconozca tener padre termina por ser un hijo de... madre sos¬ 
pechosa. Resulta inadecuado caer en tales planos de fundamentalismos nocivos, 
resultantes de una puja imperial descarnada que desgarra el mundo actual, don¬ 
de se promueve trasladar hasta esos sitios pasados, los juicios de valor asignados 
a acciones que sí resultaron imperialistas y trajeron perjuicios a pueblos que con¬ 
cluyeron aherrojados o sometidos objetiva o subjetivamente por intereses ajenos 
de los propios. 

Nada más lejano a ello, que la acción desarrollada en el Observatorio Na¬ 
cional Argentino y en la Academia Nacional de Ciencias. Se puede discutir que 
fueron Alemania, o Estados Unidos, o Inglaterra, o Francia, según el caso, quienes 
participaron de la empresa. No lo hicieron como estados, sino con la contribu¬ 
ción de sus nacionales calificados para ello —aunque a veces no tanto, tal el caso 
de Thome— pues terminaron calificándose aquí por ser los únicos que ofrecían 
los servicios específicos necesarios para lograr aquellos objetivos eminentemente 
nacionales. El desarrollo logrado, las obras resultantes, el prestigio ganado en¬ 
tonces, constituyen prueba palmaria de que fue el país quien resultó beneficiado 
en toda la línea con esa política amplia y progresista. 

2.7. La inauguración del Observatorio Nacional Argentino 

Llegado el momento de la partida, es despedido Sarmiento por Mary Mann 
y sus amistades con un té realizado en Cambridge, al que asistieron las perso¬ 
nalidades del lugar. 

El juego por la presidencia estaba echado y las posibilidades para Sarmiento 
eran ciertas, aún cuando la incertidumbre embargaba al ilustre sanjuanino por 
las cambiantes e impredecibles condiciones políticas imperantes en el país. 

Al emprender el regreso de Estados Unidos en 1868, el embajador Sarmien¬ 
to desconocía si sería presidente de los argentinos. Premonitoriamente, en una 
escala en Pará (Brasil), se aloja en la habitación que ocupara el sabio Agazzis, 
trayendo ecos de su querida Nueva Inglaterra y de tantos momentos sublimes 
dejados atrás. Pernambuco también. Embanderada por el triunfo de Humaitá, 
levanta el ánimo del viajero. Pero la angustia por la incertidumbre lo corroe. La 
sorpresa deviene al embarcarse para proseguir viaje. A bordo es recibido como 
Presidente. Acaba de anunciarlo un capitán de un barco norteamericano arribado 
desde Río de Janeiro. En Bahía es saludado con veintiún cañonazos. Los home¬ 
najes y saludos protocolares comienzan (Sarmiento 1868; Gálvez 1952; Bunkley 
1966). Su figura se agranda hasta tomar la dimensión aspirada. El amanecer del 
Observatorio despunta por el Sur. Definitivamente, la suerte estaba echada. 



66 


S. Paolantonio y E. Minniti 


Sarmiento presta juramento en el Congreso el 12 de octubre de 1868. Ya es 
presidente consagrado y entre codazos y apretones recibe el mando de manos de 
Mitre en un acto populachero poco solemne. 

El 11 de octubre 1869 se sanciona la Ley 361 de Presupuesto para 1870. En 
su artículo 5- inciso 16- figura: “Observatorio Astronómico en Córdoba, pesos 
fuerte 31.980”, partida asignada al Ministerio de Avellaneda. Cumplido este 
paso, el 29 de diciembre se emite el decreto designando al Dr. B. A. Gould 
director, con un sueldo anual de 5.000 pesos, y autorizándolo a contratar dos 
auxiliares por 2.000 y 2.500 pesos. 

Algunos autores opinan que la fecha de este decreto debería ser tomada 
como fecha de fundación del Observatorio. Sin embargo, si se adopta el mismo 
criterio que para la Academia Nacional de Ciencias, que elige como fecha de su 
fundación la correspondiente a la promulgación de la ley N- 322, debería fijarse 
como tal la del ONA el 11 de octubre de 1869. Entienden los autores que la 
elección justa es la actualmente admitida, el martes 24 de octubre de 1871, acto 
de inauguración, luego que se suspendiera el domingo anterior por lluvia, cuando 
Sarmiento en su discurso formalmente sentencia: 

Podéis, señor profesor Gould, dar principio a vuestros trabajos. 
Señoras y señores: queda inaugurado el Observatorio Astronómico 
Argentino (Observatorio Nacional Argentino 1872). 


3. Dirección de Benjamín Gould. Primeros trabajos y su impacto en 

la ciencia y en la sociedad argentina 

La Nación informa a sus lectores a fines de agosto de 1870 que en breves 
días partirá para Córdoba el Doctor Benjamín Gould, que ya se encontraba en 
Buenos Aires, acompañado por el Inspector de Colegios Nacionales “con el objeto 
de ver donde se ha de plantar el Observatorio”. 

Esa misma noticia hace que el 8 de septiembre de 1870, El Eco de Córdoba 
indicara a los “buenos cordobeses” la conveniencia de una manifestación popular 
a “Mister Gould”. Remarcando “que ese sabio conozca que el pueblo de la ciudad 
le es simpático, no como pretendieron hacerles creer los fariseos de la prensa’ 9 . 
Destaca el diario que Gould con sus observaciones astronómicas, dará fama y re¬ 
nombre a Córdoba. Insistiendo en que “nosotros anticipadamente debemos pagar 
este inestimable servicio”. 

Al aparecer Córdoba ante los cansados ojos de los viajeros, el Dr. Gould y 
su familia, luego de meses de transitar mares y extensas llanuras, en ellos segu¬ 
ramente se entremezclaron sentimientos de alivio e incertidumbre, acompañados 
del monótono trepidar de las ruedas del tren. La imagen a través de la pequeña 
ventanilla, mostraba una ciudad de rasgos medievales, habitada por 30.000 al¬ 
mas, inmersa en las sombras de la noche, iluminada pobremente por farolas de 
kerosén; vista que seguramente no les dio tranquilidad. Terminaba el prolongado 
jueves 8 de septiembre de 1870. Se aloja en casa de unos amigos en el centro de 
la ciudad, rechazando hacerlo en un hotel. 

Antes de partir, debió contratar a los que serían sus ayudantes en la empre¬ 
sa. Gould señaló que no le fue posible contratar astrónomos para esta expedición, 
por falta de interesados en afrontar los riesgos del emprendimiento 10 . Eligió pa¬ 
ra secundarlo a jóvenes universitarios recién recibidos, aunque sin conocimientos 



Historia del Observatorio Astronómico de Córdoba 


67 



Figura 4 Dibujo de la ciudad de Córdoba vista desde el Observatorio 
Nacional (aproximadamente 1875) (Gould 1879, autor probable Albert 
K. Mansfield. Digitalizado por los autores). 


especiales en astronomía. Estos eran: el geólogo Miles Rock contratado con un 
sueldo de 1.500 pesos fuertes, y los ingenieros John Macón Thome, Clarence L. 
Hathaway y Williams Morris Davis, con 1.000 pesos cada uno. Ellos se embar¬ 
carán en un buque a vapor desde Nueva York directamente a Buenos Aires en 
junio de 1870. Dos de los mismos, entre los que se encontraba Thome, llega¬ 
ron el miércoles 26 de septiembre a Córdoba por ferrocarril desde Rosario. Los 
restantes asistentes, arribaron por igual medio el lunes 17 de octubre. 

Concedido un margen de descanso por el no fácil trayecto desde Buenos 
Aires a la ciudad mediterránea, el domingo 11 después del atardecer, el Rector y 
el Vicerrector de la Universidad y un nutrido grupo de alumnos se acercaron al 
alojamiento de Gould para manifestarle la bienvenida en nombre de esa Casa de 
Estudios. Los acompañaba la Banda del Colegio Monserrat. Gould dirigió emo¬ 
cionadas palabras de agradecimiento y complacencia a los presentes, lamentando 
no poder hablar todavía el rico idioma español y recalcando notablemente, que 
le producía una profunda honra poder unir su nombre al de la Universidad de 
Córdoba. El Rector, Dr. Lucrecio Vázquez, respondió en su nombre y en el de 
los catedráticos y estudiantes, destacando el significado de la presencia del sabio 
en Córdoba. Se compartieron algunos vasos de cerveza. La familia Gould se sen¬ 
tía feliz por tan cálida recepción. Tras los apretones de manos, los estudiantes 
marcharon en manifestación a la plaza central enarbolando banderas argentinas 
y estadounidenses. Los vecinos se hallaban gozando de la retreta cuando las rui¬ 
dosas exclamaciones de los manifestantes, acompañadas de bombos y platillos, 
los sorprendieron. No era usual en la villa sucesos imprevistos tan ruidosos. El 
temor de un disturbio de proporciones determinó que “pusieran en derrota a las 
damas y algunos tantos caballeros que se encontraban endulzando el oído con la 
armonía de la música”. 

Contemporáneamente, en Buenos Aires, que no quería ser menos, se pro¬ 
yectó de inmediato la construcción de un Observatorio en instalaciones de la 
Universidad de esa ciudad, previéndose una inversión de 30.000 pesos. 




68 


S. Paolantonio y E. Minniti 


3.1. El edificio de la nueva institución 

El edifico construido al momento de la inauguración del Observatorio fue 
demolido en la década de 1920 y reemplazado por la actual sede de la insti¬ 
tución. La forma, características y las circunstancias que se debieron afrontar 
para levantarlo fueron prontamente olvidadas, solo pocas fotografías quedaron 
y algunos fragmentos de planos. Un detallado estudio de este material gráfico y 
de las descripciones del mismo posibilitó recuperar la memoria perdida. 

Los planos del edificio fueron realizados por los señores Harris y Ryder de 
Boston, quienes siguieron además la fabricación de todas las partes de hierro 
construidas en aquella ciudad, celosamente inspeccionados y controlados por 
Gould. El edificio del Observatorio sería una construcción modesta, pero sufi¬ 
ciente, conforme las palabras del propio Director. 



Figura 5 El Observatorio Nacional Argentino el día de su inaugura¬ 
ción 24 de octubre de 1871. A la izquierda la casa del director aún en 
construcción (Archivo Observatorio Astronómico de Córdoba). 

A su salida de los EE.UU., la mayor parte de los techos, pisos, escaleras, 
aberturas y cúpulas ya habían sido fabricadas; solo la albañilería y la mano de 
obra fueron locales. 

El edificio tenía forma de cruz (ver Fig. 6). En sus extremos se ubicaron 
las cúpulas, de base cilindrica. El brazo más largo, de 38 metros de longitud, 
se orientaba en dirección Este-Oeste. En este se situaron las cúpulas mayores, 
de 6 metros de diámetro y otro tanto de altura. El brazo Norte-Sur, de 24,3 
metros, estaba rematado por cúpulas de menor tamaño, 4 metros de diámetro y 
5,4 de altura. Contaba con entradas en los cuatro extremos, siendo la principal la 
ubicada al norte, hacia la ciudad; franqueada por columnas ligeramente cónicas 
que sostenían un pequeño balcón, con baranda formada por delgados hierros. 

La parte central se hallaba dividida en cuatro habitaciones de 5,8 metros 
de lado y 3,25 metros de altura. Cada una de estas, poseía cuatro ventanas, dos 
por cada lado que lindaba con el exterior. Dos puertas daban acceso al hall en 
forma de cruz, el cual sin ventanas al exterior, se iluminaba por una claraboya 
hexagonal ubicada en el techo, al centro del edificio. 

En el ala oeste, una empinada escalera permitía el acceso al techo, para 
facilitar el acercamiento a los mecanismos de apertura de las cúpulas, no muy 
elaborados por cierto, como puede apreciarse en las fotografías de la época. Las 
alas este y oeste, estaban destinadas a las mediciones meridianas. Un poco más 
bajas que el resto de la edificación, eran de solo 3,70 por 4,55 metros, realmente 
muy justas para su función. Solo el ala Este se ocupó con este fin. Dos puertas 



Historia del Observatorio Astronómico de Córdoba 


69 


de igual altura que las paredes y un techo corredizo, permitían descubrir una 
amplia franja del cielo que pasaba por el meridiano del lugar. 

Las paredes externas eran dobles, de unos 50 centímetros de espesor, aumen¬ 
tando de este modo el aislamiento térmico, factor importante en la estabilidad 
instrumental y confort de los observadores. Las paredes internas eran simples de 
36 centímetros. Todas revocadas y pintadas con colores claros. 

La estructura de los techos se realizó con tirantería de pino, cubierta de 
chapas de hierro lisas y pintadas. La parte central a cuatro aguas y las alas 
este y oeste a dos aguas. El cielo raso, de tablas de madera, dejaba una escasa 
cámara de aire con el techo. El piso, también formado con tablas de madera, 
estaba separado unos 20 centímetros del terreno (Paolantonio y Minniti 2001). 

Las cúpulas, que giraban sobre paredes circulares, poseían una forma de 
cilindro en su base y cono en la parte superior, una forma que recordaba las del 
famoso Observatorio Imperial de Poulkovo, pero no en su tamaño. Con armazón 
de madera, fueron recubiertas en chapa y forradas en la parte cónica con tablas. 
La abertura de observación estaba formada por puertas bisagradas, que se abrían 
por medio de un sistema de cables y poleas. Para girarlas simplemente se debían 
empujar. Pronto, con el sol y la humedad ambiente, demandaron un esfuerzo 
considerable para el movimiento. Su construcción mereció una crítica de Gould 
a la industria norteamericana, al comentar que debía mejorar mucho si quería 
imponerse en el mundo. 

En la torre este se ubicó inicialmente el Gran Ecuatorial, en la sur, el peque¬ 
ño refractor de 13 centímetros de diámetro, con el que Thome décadas más tarde 
realizaría las observaciones para el Córdoba Durchmusterung. En la cúpula nor¬ 
te, se instaló un fotómetro de Zóllner. El Círculo Meridiano, quedó emplazado 
sobre sus pilares en el ala meridiana este; por sus reducidas dimensiones no fue 
posible colocar en el mismo cuarto el reloj normal sobre un pilar aislado. Por esta 
razón el reloj fue instalado en la oficina del Director y ligado telegráficamente 
al telescopio. 

El monto destinado para la construcción del edificio ascendió a 31.980 pesos 
fuertes, al que se sumó en agosto de 1870 una partida de 5.000 pesos. 

El ingeniero Jacinto Caprale se encargó de la dirección de los trabajos, 
supervisado por el italiano Pompeyo Moneta, Jefe de la Oficina Nacional de 
Ingenieros. Posteriormente, por desinteligencias con Gould, Caprale es alejado, 
asumiendo tal responsabilidad el mismo Director del observatorio. 

El constructor que inició las obras fue Juan Wilkinson, pero diferencias 
originadas por demoras en el pago y otros trabajos realizados llevaron a que sea 
reemplazado por Luís Bertolli, cuyos antecedentes eran muchos y notables, con 
el que Gould se llevó excelentemente (Gould a Avellaneda 07/02/1872). 

La mano de obra necesaria resultó un problema por no poder conseguirse 
suficientemente especializada. A pesar de todo, para principios de noviembre de 
1870, los cimientos llegaban a ras del suelo y a fines del mismo mes, la manipos¬ 
tería había sido terminada con excepción de los pilares para los instrumentos. La 
construcción también se demoró como consecuencia del levantamiento de López 
Jordán en Entre Ríos (Gould 1870a). Otro hecho que nuevamente atrasó la lle¬ 
gada de las partes del edifico desde EE.UU., fue la epidemia de fiebre amarilla. 
Declarada a fines de febrero, casi inmediatamente toda actividad de intercambio 
comercial fue suspendida, los bancos y oficinas públicas fueron cerrados. Los 



70 


S. Paolantonio y E. Minniti 


viajes entre la capital del país y el interior se cortaron. “En Buenos Aires la 
mortalidad fue terrorífica” declara Gould, llegando hasta 500 fallecimientos dia¬ 
rios, totalizando hasta aquel momento según los datos oficiales 15.000 muertes, 
aunque se hablaba de que en realidad eran 50.000. El director agrega, “En un 
principio las clases altas escaparon al flagelo, pero últimamente todas las cla¬ 
ses son atacadas indiscriminadamente [...]” (Gould 1871). En el interior los 
infectados y casos fatales fueron relativamente pocos. 



Figura 6 Plano de la primera sede del Observatorio Nacional Argen¬ 
tino, 1871 (Paolantonio y Minniti 2001). 


Para la fecha de la inauguración, el edificio estuvo prácticamente terminado 
en su parte este, faltando concluir la torre oeste y los sistemas para abrir las 
cúpulas, entre otros varios detalles menores. Las obras no concluyeron comple¬ 
tamente hasta fines de 1872, atrasándose una vez más por la falta de artesanos 
competentes y la falta de pagos en término. 

La dedicación permanente a los trabajos propios: la agotadora observación 
nocturna y en el día los cálculos derivados, tornó evidente la imperiosa necesidad 
de que tanto el Director, como sus ayudantes, vivieran en el predio del Observa¬ 
torio. Adicionalmente, la labor nocturna obligaba a transitar por caminos que 
serpenteaban por lugares descampados y escabrosos, con alto riesgo personal. 

De buen tamaño, se edificó al este del Observatorio la residencia del director. 
Contaba con varias habitaciones, y un patio central. Su entrada principal se 
encontraba al norte, delante de la cual con el tiempo se agregó una fuente. 
También se le agregaron galerías al norte y al oeste. Para noviembre de 1871 
estuvo concluida y fue ocupada por la familia Gould. Ubicada en una zona aislada 
y expuesta a las inclemencias del tiempo por la falta de barreras protectoras 










Historia del Observatorio Astronómico de Córdoba 


71 


naturales y atestada de insectos, en ella vivieron por más de catorce años sus 
integrantes. 

Vivimos apaciblemente y felices en Los Altos, en nuestra casa que 
muchas veces llamamos el Palacio Nacional de las Vinchucas (Gould 
a Sarmiento 02/10/1872). 

Otra vivienda se construyó destinada a los ayudantes, ubicada al oeste del edificio 
principal. 

Las deficiencias constructivas sumadas a repetidas grandes tormentas que 
tuvo que soportar, llevaron al edificio al estado de deterioro que demandó su 
demolición durante la administración del Dr. Perrine. 

3.2. Un comienzo promisorio: la Uranometría Argentina 

Aunque la idea del Dr. Gould al llegar a Córdoba era dar comienzo en 
forma inmediata a las observaciones con el Círculo Meridiano, el gran atraso 
en la construcción del edificio y la consiguiente demora en la instalación del 
instrumental, lo llevaron a concebir una uranometría 11 . 

El proyecto consistía en catalogar la posición y el brillo de todas las estre¬ 
llas visibles a simple vista desde Córdoba, incluyendo un atlas con la posición 
relativa de ellas, de modo similar al intentado en Albany años antes. Constituía 
la esperada continuación austral de la Uranometría Nova que su maestro Arge- 
lander elaboró del hemisferio boreal, por lo que la nueva uranometría cubriría 
desde los 10 grados de declinación norte hasta el polo sur. Quedaría de este mo¬ 
do, registrada hasta la más débil estrella que el ojo humano pudiera escudriñar 
en el cielo (Gould 1879). 

Después de elegido el predio, y mientras el edificio del futuro Observatorio 
comienza a hacerse realidad, Gould dispone su comienzo. El 18 de diciembre 
de 1870, a solo tres meses de su llegada a Córdoba, informa en una carta per¬ 
sonal al presidente Sarmiento, que cada noche despejada, desde las azoteas de 
las viviendas en que estaban alojados, el director y sus ayudantes registraban 
minuciosamente cada estrella visible a simple vista, solo ayudados en ocasiones 
por unos “anteojos de ópera”. 

En la misma carta, al referirse a Argelander lo pondera nada menos como 
“... el primero de los astrónomos vivientes”. Muestra esto el gran respeto por 
su maestro. La obra es, en parte, consecuencia de las sugerencias que le hiciera 
este astrónomo, y con él consulta permanentemente sobre diversos aspectos a lo 
largo de su confección. Argelander no logra ver terminada la nueva Uranometría, 
falleció en 1875. Gould dedica la Uranometría a su memoria. 

Con referencia al magnífico cielo de Córdoba expresa: 

... en constelaciones que tienen aquí la misma elevación norte 
que la tiene en Alemania al sud, hemos podido observar un níímero 
de estrellas mayor por más del 70 % que el que ha podido en aquel 
país el célebre Argelander, [...] (Gould a Sarmiento 26/02/1871). 

Años más tarde, cuando se publica la obra, agregaría: 

Parece fuera de toda duda que, en las noches más favorables, las 
estrellas de la magnitud 7.0 pueden verse fácilmente en Córdoba por 



72 


S. Paolantonio y E. Minniti 


Cr.r-, 


JU/w 




Figura 7 Izquierda: Primera observación registrada en el ONA, rea¬ 
lizada por William M. Davis para la Uranometría Argentina. Derecha: 
Cuaderno donde se registraban las observaciones de estrellas variables 
(Archivo OAC, foto de los autores). 


personas de una vista regular; mientras que en Albany determiné 6 M 2 
(sic) para el límite correspondiente (Gould 1879). 

Esta excelente calidad del cielo permitió que la magnitud límite del catálogo 
llegara a la séptima. 

La iniciativa de la Uranometría derivó en críticas por parte de algunos 
sectores de la prensa de Buenos Aires. Tal el caso del artículo publicado en La 
Nación del jueves 8 de diciembre de 1870, en el que se burlaba de un trabajo 
hecho sin instrumentos mostrando cierta ignorancia sobre el tema. El 27 del 
mismo mes, por igual medio, se publica con una introducción conciliadora del 
editor del diario, la carta que el Dr. Gould dirige al Gral. Mitre respondiendo a 
estas críticas (Gould 1870b). 

El trabajo sigue progresando al extremo que para la inauguración del obser¬ 
vatorio, Gould y Sarmiento lo muestran como el primer producto de la institución 
recién iniciada. En marzo de ese año el catálogo está completo. Gould así lo co¬ 
munica al Ministro en septiembre de 1873, solicitando cinco mil pesos para su 
publicación. Los asistentes, que tienen libre la noche de trabajo para el Catálogo 
de Zonas, completan las observaciones. 

Las reducidas partidas del ONA no dejan mucho margen para la edición de 
la obra. Esto sin embargo tiene un efecto positivo, pues posibilita una detallada 
revisión de las observaciones. La más meticulosa es la efectuada en 1874 por John 
M. Thorne, durante la ausencia del director con motivo de su primera licencia, 
tomada como consecuencia de la muerte de sus hijas. 




Historia del Observatorio Astronómico de Córdoba 


73 


La Uranometría fue impresa en Buenos Aires por la Imprenta y Casa Editora 
Coni de Pablo E. Coni. Resultó ser uno de los primeros trabajos de este tipo 
realizado por una impresora nacional, significando un gran logro que valorizó la 
misma, por lo que debe interpretarse como un esfuerzo digno de destacarse. Las 
posiciones registradas en el catálogo y atlas corresponden al equinoccio de 1875. 

Especialmente difícil fue encontrar la forma de imprimir los mapas comple¬ 
mentarios, por su gran tamaño. Las cartas celestes fueron dibujadas por Albert 
K. Marsfield, un hábil ingeniero mecánico empleado del observatorio, quien lleva 
adelante su tarea con gran efectividad, ayudando además en los cálculos para la 
reducción de las observaciones. El Atlas consistente en 13 mapas, registra grᬠ
ficamente las posiciones y magnitudes de 7.755 estrellas, más un décimo cuarto 
con una vista general de todo el cielo abarcado. Cada carta tiene un tamaño de 
50 por 70 centímetros. La primera edición se concreta en 1877 12 . La impresión 
se realizó al estilo de los modernos atlas, de acuerdo con el claro y progresista 
pensamiento de Gould. No descuida ningún aspecto, tratando de modificar lo 
menos posible las referencias usuales para evitar conflictos con las nomenclaturas 
y costumbres de la época, pero a su vez no pierde de vista sus objetivos prima¬ 
rios: terminar con las ambigüedades y establecer límites de las constelaciones 
más simples y racionales. 

La Uranometría Argentina completa, finalmente ve la luz a principios de 
octubre de 1879. El nombre es impuesto por Gould en homenaje a la nación 
que le ha dado tanto apoyo. Ese tributo constituye el Volumen 1 de la serie 
que el Observatorio editó bajo el título Resultados del Observatorio Nacional 
Argentino, de los cuales, 16 se deben a Gould. Se incluyó el análisis de los datos 
obtenidos, tal como la distribución de las estrellas en el cielo, color de las mismas, 
estudios que derivaron en el descubrimiento del hoy llamado Cinturón de Gould, 
nomenclatura de las estrellas y límites de las constelaciones. 

Debe destacarse el nutrido número de estrellas variables descubiertas du¬ 
rante la realización de este trabajo, objeto de un capítulo en el que se incluyen 
muchas de estas estrellas 13 . 

En forma casi inmediata obtuvo un éxito que ni el mismo Director espera¬ 
ba. Entre muchos otros reconocimientos recibidos desde distintos sitios por esta 
obra, la Real Sociedad Británica otorga la medalla de oro al Dr. Benjamin Apt- 
horp Gould en 1883, resolución firmada por Cramford y Valcart. El discurso del 
Presidente de la Sociedad deja en claro la admiración por el trabajo del Director 
del Observatorio Nacional y del Gobierno Argentino por el apoyo otorgado a 
la ciencia astronómica. La medalla es remitida al Director por intermedio del 
representante argentino acreditado ante el gobierno inglés, Ministro Manuel A. 
García 14 . 

3.3. Los grandes catálogos realizados con el Círculo Meridiano 

Cuando arribó a Córdoba el Círculo Meridiano se lo instaló y comenzaron 
en forma inmediata las mediciones precisas de las posiciones de las estrellas a 
partir de la declinación 23° sur hasta el polo, tal como lo sugirió Argelander al 
Director (Thome 1894). 

El telescopio empleado cuenta con un objetivo de 121,9 mm de diámetro 
y 1463 mm de distancia focal, fue construido por Adolfo Repsold e hijo de 
Hamburgo. Este se mantuvo en servicio hasta principios del siglo XX, cuando 



74 


S. Paolantonio y E. Minniti 


fue reemplazado por otro similar de mayores dimensiones (Gould 1881). Las 
primeras observaciones dieron inicio el 9 de septiembre de 1872, continuando 
hasta 1875, con una larga interrupción entre abril de 1874 y abril de 1875 debido 
a la licencia tomada por Gould como consecuencia de la muerte de sus hijas y 
su viaje al exterior. 

El círculo meridiano se fijaba en declinación según la zona a medir, permi¬ 
tiendo movimientos a ambos lados, entre límites previamente fijados para poder 
barrer su ancho. Se registraba el momento de cruce de cada estrella por uno 
de los hilos fijos cuando transitaban por el campo del ocular, consecuencia del 
movimiento diurno de la esfera celeste. Ocurrido el evento, Gould, que estaba 
acostado sobre un sillón reclinable, indicaba a uno de los asistentes de turno 
el hilo empleado y la magnitud estimada de la estrella. Otro ayudante leía la 
declinación, la hora y minutos aproximados en un reloj ubicado delante de él. El 
tiempo exacto se registraba con un cronógrafo (Gould 1881). Con esta técnica 
y a un ritmo de hasta 180 determinaciones por hora, en el período indicado se 
lograron 105.240 observaciones de 73.160 estrellas distintas, en 759 zonas. 

Los cálculos de reducción comenzaron en forma inmediata. El elevado tiem¬ 
po que demandaba la labor, muy superior al de observación, así como la falta de 
personal idóneo suficiente implicó un serio atraso. Cada reducción se realizaba 
por duplicado logrando de este modo eliminar errores en ellas. Los resultados 
estaban listos para ser publicados en 1884. Esta obra, a la que se denominó 
Catálogo de Zonas, constituye los volúmenes VII y VIII de los Resultados del 
ONA. 

Algunos años antes, en 1880 se publicó el Catálogo del Cape realizado por 
Stone en Sudáfrica, conteniendo las posiciones de 12.000 estrellas situadas entre 
25° de declinación sur y el polo sur, que si bien es lo más próximo existente en 
el momento al Catálogo de Zonas, incluía un número notablemente menor de 
estrellas. 

Otro de los catálogos realizados en esta época fue el Catálogo General Ar¬ 
gentino, el que abarca la misma región del cielo que el de Zonas, pero hasta una 
magnitud 8,5. Incluye las estrellas registradas en la Uranometría Argentina, los 
catálogos de Lacaille, Lalande y otros de menor jerarquía. 

Se logró incrementar la exactitud en las posiciones, midiendo los pasajes 
estelares con 11 a 17 hilos del retículo y leyéndose los cuatro microscopios de 
declinación que poseía el círculo. 

El número de estrellas registradas fue de 32.448, más 1.126 correspondientes 
a doce cúmulos abiertos notables. El número total de observaciones excedió las 
150.000, la mayoría de las cuales se realizó hasta 1880, año en el que se midieron 
nada menos que 11.000 estrellas. Los resultados forman el Volumen XIV de los 
Resultados del ONA. El trabajo fue continuado durante la dirección de John 
M. Thorne, efectuando nuevas observaciones entre 1885 y 1890, cuyos resultados 
constituyen el Segundo Catálogo General Argentino. 

3.4. Fotografías Cordobesas 

Muchas de las cosas del pasado, inclusive aquellas que “han hecho historia”, 
permanecen ignoradas por el común de la gente, dado que el gigantesco reloj 
de arena secular ha dado más de una vuelta, trayendo consigo junto con otros 
aconteceres, nuevos centros de atención y expectativas particulares distintas. 



Historia del Observatorio Astronómico de Córdoba 


75 



Figura 8 Izquierda: Círculo Meridiano Repsold Derecha: El “Gran 
Ecuatorial” con la montura Warner 8¿ Swasey, montado en la vieja 
cúpula (Archivo OAC. Digitalizadas por los autores). 


Sobreviene el desagradecido olvido, particularmente cuando la acción no afecta 
un hecho político, religioso o militar. Las Fotografías Cordobesas han sufrido ese 
olvido. 

El primer trabajo astronómico sistemático y a gran escala utilizando la por 
entonces novísima técnica fotográfica, fueron las Fotografías Cordobesas. La ex¬ 
periencia derivada de este estudio, permitió en gran medida concretar la célebre 
Carte du Ciel, emprendimientos internacionales en los que el Observatorio Na¬ 
cional tuvo un desempeño destacado. 

Entre los objetivos fundacionales del ONA se incluía la fotografía de los más 
destacados cúmulos abiertos australes con propósitos astrométricos. En la década 
de 1870, la fotografía astronómica estaba en sus comienzos y pocos astrónomos 
dedicaban su tiempo a esta actividad. Sin embargo, la inmensa ventaja de fijar 
en una placa de vidrio las imágenes de muchas estrellas en un pequeño intervalo, 
para luego disponer el registro en forma permanente para su medición precisa en 
cualquier momento y tantas veces como se quisiera, en contraposición a la tediosa 
medición individual de cada una de ellas realizadas con círculo meridiano, era 
sumamente tentadora, en especial para Gould, que previendo no poder medirlas 
durante su permanencia en Córdoba, podría guardar la información y diferir la 
labor hasta su retorno a EE.UU. (Gould 1874 y 1878). 

El director del Observatorio de Córdoba contaba con experiencia en medi¬ 
ción y análisis de placas, por los trabajos que había realizado empleando esta 
técnica en la década de 1860, sobre los cúmulos del Pesebre y las Pléyades, foto¬ 
grafiados por Mr. Rutherfurd 15 en Nueva York, en febrero y abril de 1867 (Gould 
1878 y Rees 1906). 






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S. Paolantonio y E. Minniti 


El futuro director del Observatorio Nacional Argentino se convenció de su 
gran utilidad para la Astronomía y defendió la idea hasta su muerte, consideran¬ 
do lo realizado en Córdoba como el trabajo más importante de su vida (Gould 
1889). Para el trabajo que se realizaría en Córdoba se seleccionaron para el estu¬ 
dio los cúmulos estelares abiertos más brillantes. Existieron varias razones para 
esta elección, destacándose el permitir la determinación de las posiciones de un 
gran número de estrellas en forma simultánea. Procurando fotografías del mismo 
cúmulo a lo largo de varios años, sería posible obtener además los movimientos 
propios de sus estrellas. 

Mr. Rutherfurd, había inventado un método para fabricar lentes corregidas 
en la zona azul del espectro. Logró así en 1864, un objetivo de 11 \ pulgadas 
(28,6 cm) de diámetro, que funcionó excelentemente y posibilitó el inicio triun¬ 
fal de la fotografía astronómica. Con este objetivo logró las fotografías de los 
mencionados cúmulos estelares y bellas imágenes de la Luna. 

En la época en que Gould se dispone a viajar a la Argentina, Mr. Rutherfurd, 
había encargado a Henry G. Fitz, constructor de la novedosa lente, otra de 
mayor poder, con un diámetro de 13 pulgadas (33 cm), entregando como parte de 
pago la vieja con su montura correspondiente (Gould 1897). “Feliz coincidencia” 
le llamó Gould a esta circunstancia, que seguramente preparó, permitiéndole 
adquirir sin demoras y con garantía de excelente funcionamiento, el probado 
objetivo que junto al nuevo eran los dos únicos existentes en el mundo (Gould 
1897). 

La fotografía estelar fue la principal razón para la compra del “Gran Ecuato¬ 
rial”, telescopio que sería por muchas décadas el más poderoso del observatorio, 
aunque no por ello el más usado, ni el más productivo. 

El escaso presupuesto inicial para el Observatorio hacía prever al Director 
la imposibilidad de concretar de inmediato el proyecto de las fotografías. Por 
lo tanto, al llegar a la Argentina, plantea llevarlo adelante como una empresa 
personal, por lo que solicitó el permiso correspondiente al Ministerio del Dr. 
Avellaneda, para uso del gran refractor, pedido contestado favorablemente en 
forma inmediata 16 . Las razones para proceder de esta manera las expresa clara¬ 
mente Gould en el discurso que pronuncia ante sus conciudadanos en la ciudad 
de Boston en junio del año 1874: 

... no solamente porque los fondos del Observatorio serían ne¬ 
cesarios para el trabajo regular, sino porque también yo estaría jus¬ 
tificado al reservar las fotografías para medición y estudio en mis 
subsiguientes ocios, y podría sacarlos del país sin impropiedad, si así 
lo desease (Gould 1874). 

Contando con el telescopio, restaba adquirir los accesorios y drogas necesa¬ 
rios, además de contratar al fotógrafo que realizaría las exposiciones. Para ello, 
solicitó ayuda a sus familiares y a “buenos hombres ” que estén dispuestos a con¬ 
tribuir con “unos miles de dólares” para el “avance de la Astronomía”, tal como 
lo pidió en la carta del 26 de abril de 1871 publicada en el American Journal of 
Science and Arts. Teniendo en cuenta su poderosa familia política, es razonable 
que no haya tenido problemas en conseguir la suma requerida. En diciembre 
de aquel año logró una suscripción de unos 13.000 dólares, más que suficientes 
para este trabajo. Sin embargo, el aporte nunca llegó a concretarse por la crisis 



Historia del Observatorio Astronómico de Córdoba 


77 


económica que sufrió el país del norte como consecuencia de la guerra civil. Su 
madre y su suegro le ofrecieron afrontar los gastos; “cariñoso ofrecimiento ” que 
Gould rechaza. Alentado sin embargo por este respaldo, encara él mismo los gas¬ 
tos iniciales 1 '. Sin embargo, como se verá, el proyecto termina siendo financiado 
enteramente por el Gobierno Nacional Argentino. 

No teniendo medios ni tiempo para preparar todo antes de su viaje, en¬ 
comienda a Mr. Rutherfurd las tareas necesarias; este también contratará el 
fotógrafo, adiestrándolo en el arte de la fotografía astronómica. Dicha persona 
se encargará de transportar a la Argentina todas las drogas y aparatos necesarios 
para el cumplimiento de su cometido. 

El telescopio refractor al que se le denominó el Gran Ecuatorial fue adquirido 
por el Dr. Gould en Nueva York antes de su partida a la Argentina, a un costo 
total 7.000 dólares oro, incluyendo sus accesorios. 

Enviado desde Boston junto con las primeras partes del edificio en 1870, 
comenzó a ser montado el 4 de julio de 1871, sobre un pilar de mármol blanco 
de aproximadamente dos metros de altura. Vio por primera vez la luz el 28 de 
noviembre de ese año. 

Poseía dos objetivos intercambiables de 28,6 centímetros de diámetro y una 
distancia focal de 363 centímetros. Uno de los objetivos se utilizaba para obser¬ 
vaciones visuales, mientras que el segundo para fotografía. Ambos se conservan 
aún en el Observatorio Astronómico de Córdoba. 

La parte mecánica fue fabricada por Alvan Clark e Hijos de Cambridge. El 
tubo, de madera, tenía una sección cuadrada. Poseía relojería para compensar 
el movimiento de la bóveda celeste, diseñado sobre una modificación del sistema 
Fraunhofer. 

Durante la dirección de John Thome, en 1889, fue comprada una nueva 
montura a la empresa Warner y Swasey, la que llegó a principios de 1890 (Pao- 
lantonio y Minniti 2001). 

Mr. Rutherfurd contrató en Nueva York al que sería el primer fotógrafo 
del Observatorio, el joven prusiano Dr. Cari Schultz Sellack, de algo más de 30 
años de edad, que se encontraba en ese momento en Estados Unidos. Sellack 
sale para Córdoba contratado por 18 meses a partir de diciembre de 1871; llega 
al país el 1 de marzo de 1872, pero demora bastante en llegar al Observatorio, 
pues debe sufrir en Rosario una cuarentena precautoria de unos 15 días, por 
la epidemia de fiebre amarilla. Antes de su arribo, Gould prepara un pequeño 
laboratorio. Lo primero que hace cuando Sellack llega a Córdoba es darle las 
últimas instrucciones sobre fotografía estelar. 

Recién en abril se desembala la caja conteniendo el preciado doblete as- 
trográfico. Esta había llegado hacía bastante tiempo, junto con los bultos que 
contenían relojes y otros elementos, sin que fuera abierta. El desastre sobrevino: 
la lente divergente confeccionada en vidrio flint, estaba quebrada en dos mitades 
casi iguales siguiendo una línea irregular. 

Sellack intentó recuperar la lente rota 18 . Diseñó un dispositivo complejo 
que consistía en un anillo con doce tornillos micrométricos 19 , que permitían 
posicionar las partes de la lente en su lugar. Fue construido por los hermanos 
Perrin, de origen suizo, que poseían una relojería casi frente a la Plaza Central 
de Córdoba. 



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S. Paolantonio y E. Minniti 



Figura 9 Izquierda: Objetivo fotográfico con que se realizaron las 
Fotografías Cordobesas. Derecha: Una de las fotografías de la Luna 
premiadas en 1876 en Filadelfia (Paolantonio - Minniti). 


La reparación no fue del todo satisfactoria, pese a los esfuerzos realizados; 
la mayoría de las veces se obtenían imágenes dobles similares a las formadas 
por un heliógrafo. A pesar de esto, se lograron 109 placas que fueron muy poco 
aprovechadas posteriormente. Dos de ellas, que mostraban la Luna en distintas 
edades, se enviaron a Sarmiento como regalo, con pedido de que una sea entre¬ 
gada al Dr. Vélez. Gould obsequia estas placas, dada la imposibilidad de realizar 
buenas ampliaciones de las mismas. 

A Gould le resultaba imposible en ese momento solventar el gasto de repa¬ 
ración del objetivo. Como consecuencia de un pedido en este sentido, a fines de 
1872, Sarmiento autoriza la compra de un objetivo similar al roto, haciendo uso 
del dinero destinado a instrumental para 1873. 

Mientras se construye la nueva lente, el Dr. Sellack se convierte en profesor 
de Física en la Facultad de Ciencias Exactas. A partir de ese momento se presen¬ 
tan diversos problemas entre este y Gould que derivan en una fuerte enemistad. 
Sellack realiza una publicación sin autorización 20 y sin dar méritos a Gould, lo 
que desencadena una diputa que termina con la destitución del fotógrafo (Pao¬ 
lantonio y Minniti 2001). 

Solo tres días antes de la destitución del primer fotógrafo 21 , la desgracia 
llega a la familia del Director, cuando en un accidente mueren ahogadas sus dos 
hijas mayores junto con la institutriz. Muy afectado por ese hecho, Gould toma 
su primera licencia; y junto con su familia viaja a EE.UU en el segundo semestre 
de 1874, casi cuatro años después de su llegada a Córdoba. 

Durante su estadía en aquel país contrata al segundo fotógrafo, John A. 
Heard, que luego de ser instruido por Rutherfurd en Nueva York, viaja a la 
Argentina. Se incorpora de lleno al equipo en Córdoba, tomando fotografías 
desde mayo de aquel año hasta finales de 1876; entre sus trabajos se encuentran 
las imágenes de la Luna que fueron premiadas en la Exposición de Filadelfia 
aquel año. 

Problemas de salud que ya tenía antes de llegar a Córdoba, pulmonía con¬ 
forme los registros oficiales, lo obligaron a regresar a EE.UU. 




Historia del Observatorio Astronómico de Córdoba 


79 


El tercer fotógrafo del observatorio es Edwin C. Thompson, contratado en 
1880 cuando Gould viaja a Europa como convencional y desde allí a Estados 
Unidos. Este asistente toma fotografías entre mayo de 1881 y agosto de 1882. En 
ese período lo ayuda con el telescopio John M. Thorne. Renuncia por enfermedad 
el 21 de septiembre de 1882. 

En el lapso en que está en el Observatorio, Thompson enseña a W. Stevens, 
otro empleado de la institución, las técnicas fotográficas; este se encarga de 
terminar el trabajo entre septiembre y noviembre de 1882. 

En todo ello, Gould se limita a la confección de las listas de los objetos a 
observar, el control y revisión de las impresiones obtenidas y la dirección general, 
constituyendo índice de la responsabilidad y capacidad técnica de las personas 
empleadas. 

Las fotografías fueron tomadas con emulsión depositada sobre placas de vi¬ 
drio de 12 por 9 centímetros de lado. Se utilizaron placas húmedas de colodión 
preparadas en el mismo Observatorio, con exposiciones de alrededor de 20 mi¬ 
nutos según la humedad ambiente, alcanzando las magnitudes de las estrellas 
registradas entre la 9 y la 12. Cada exposición abarcaba un sector del cielo de 
80 minutos de arco, algo menos de tres veces el diámetro aparente de la Luna. 

Durante la corta visita al norte que realiza Gould en 1880, se entera de los 
procedimientos relacionados con las placas secas, bromo gelatinosas, que comen¬ 
zaban a comercializarse por aquella época. Pocas de estas placas se emplearon en 
el Observatorio en 1881 por una cuestión de costos, al no resultar fácil pasarlas 
por aduana sin cargo, además de la dificultad para obtenerlas en tiempo. Algu¬ 
nas se elaboraron en el Observatorio en base a las fórmulas que se publicaron. 
En definitiva, lamentablemente se emplearon muy poco, limitando el trabajo 
emprendido, ya que permitían disminuir los tiempos de exposición y alcanzar 
estrellas de magnitud 12. 

En general las tomas consistían en dos exposiciones de 8 minutos de du¬ 
ración cada una, aunque se llegó a realizar algunas de 20 minutos. Se obtenía 
la primera, para luego mover el telescopio en ascensión recta, por medio de 
un mecanismo especial. La doble exposición permitía distinguir las estrellas de 
manchas casuales, imágenes fantasmas muy comunes en los registros de la época 
ocasionadas por descargas electrostáticas con el respaldo o por polvo. Una ter¬ 
cera exposición de corta duración, para que se imprimieran solo las estrellas más 
brillantes, se realizaba luego de desengranar el telescopio un tiempo suficiente, 
de este modo se obtenía impresa la dirección Este-Oeste (Gould 1897). 

Dos eran los puntos a los que se les prestaba especial atención por las 
dificultades que presentaban. 

El primero, la albuminización de las planchas, para impedir que el material 
sensible se desprendiera del respaldo de vidrio. Ya en la publicación de los resul¬ 
tados, Fotografías Cordobesas, se menciona que en algunas se había ampollado 
o desprendido parcialmente la emulsión. Sin embargo, puede decirse que la al¬ 
buminización se logró bastante bien, pues luego de más de un siglo, la mayoría 
de las placas están en aceptables condiciones. 

El segundo, obtener imágenes redondas de las estrellas. El sistema de segui¬ 
miento del telescopio fue frecuentemente cambiado y cuidadosamente tratado, 
pero los problemas por su irregular funcionamiento fueron muy grandes. Alberto 
Mansfield, ingeniero mecánico, contratado para la confección de las cartas de la 



80 


S. Paolantonio y E. Minniti 


Uranometría Argentina, colaboró arreglando en reiteradas oportunidades el me¬ 
canismo. Construyó un nuevo sistema que tampoco trabajó correctamente. El 
telescopio no poseía anteojo guía, aumentando las dificultades en el seguimiento; 
el mismo fue agregado años más tarde (Paolantonio y Minniti 2001). 

En conjunto se lograron más de 1.200 fotografías de cúmulos y estrellas do¬ 
bles, prestándose especial atención a los primeros. Se realizaron 364 impresiones 
de 103 pares estelares brillantes y bastante separados. También se obtuvieron 
algunas de la Luna, en sus distintas fases, de Marte, Júpiter y cometas, a las 
que no se les dio mayor importancia, indicando que “... estas tenían poco va¬ 
lor científico entonces, y probablemente ninguno ahora”. Totalizan alrededor de 
1.400 placas, logradas con un esfuerzo notable por la precariedad de medios y 
técnicas disponibles (Gould 1897). 

Gould ofrece en enero de 1885, al renunciar a la Dirección (Gould a Wilde, 
10/01/1885, Copiador C, p. 160), efectuar las mediciones de todas las placas en 
Estados Unidos. La propuesta fue aceptada, otorgándole el Gobierno Nacional el 
permiso correspondiente para sacarlas del país. Además, pide al Ministro Wilde 
un monto mensual de 240 pesos para solventar las mediciones y los cómputos, 
sueldo del puesto de fotógrafo y computador que se encontraba vacante; cifra 
que también obtiene desde noviembre de ese año (Paolantonio y Minniti 2001). 

El Dr. Gould dedica mucho tiempo a la medición, cómputo y preparación de 
la publicación de este extenso trabajo, restándolo a la publicación del Astronomi- 
cal Journal, que tanto apreciaba. En 1889 terminan las mediciones sistemáticas 
de las placas cordobesas. En total 281 placas, conteniendo 11.000 estrellas dife¬ 
rentes de 37 cúmulos. También se midieron 315 planchas con 96 estrellas dobles 
distintas. Solo una fracción del número total de placas. 

Lamentablemente Gould no llega a ver concluido el trabajo, pues lo sor¬ 
prende la muerte 22 . Los herederos confían las pocas mediciones y cómputos que 
restaban, así como la preparación del manuscrito faltante a George E. Whitaker, 
ayudante del sabio durante los últimos once años de su vida. La versión final es 
controlada por su amigo Seth Cario Chandler. 

El Estado Argentino se hace cargo de la publicación del trabajo, bilingüe 
como ya era costumbre, que forma el Volumen XIX de los Resultados del Obser¬ 
vatorio Nacional Argentino, denominado Fotografías Cordobesas. Lo edita The 
Nichols press, Thos. P. Nichols en 1897. Además de los resultados de las medidas 
se agregaron mapas de todos los cúmulos, dibujados por Paul S. Yendell, con 
una escala de 1 mm= 6/ reducidos a 1/3 ó 1/4 aproximadamente al imprimir¬ 
los. No fue reproducida ninguna de las fotografías, pues la forma de obtenerlas, 
imágenes múltiples y trazos, no estaban destinadas a este fin (Gould 1897). 

La traducción al castellano no fue feliz, está plagada de omisiones y equi¬ 
vocaciones en el significado de numerosas palabras y en la redacción. Parte del 
texto en español lo realiza Gould, mientras que el Rev. P. John T. Hedrick escribe 
lo restante, quien también revisa el texto y las pruebas de impresión. 

A la muerte del sabio, las placas fueron depositadas en el Harvard College 
Observatory, donde se encuentran en la actualidad. Su estado es variable, exis¬ 
tiendo un gran porcentaje en buenas condiciones (Paolantonio y Minniti 2001) 23 . 

El tiempo borró de la memoria el lugar donde se encontraban las placas. 
Luego de una larga investigación realizada por los autores, gracias a la amabili¬ 
dad puesta de manifiesto por Martha L. Hazen y en especial por el Dr. Guillermo 



Historia del Observatorio Astronómico de Córdoba 


81 


Torres del C.F.A., fue posible ubicarlas, así como obtener una copia de las placas 
de la Luna premiadas, para poder mostrarlas en esta obra y exponerlas en el 
hall del Observatorio (Paolantonio y Minniti 2001). 

El valor de placas obtenidas para esa obra más allá del histórico, es científico, 
pues brindan una base de tiempo de más de 130 años. En especial teniendo en 
cuenta que aún hoy existe el objetivo con el que se obtuvieron. 

Las Fotografías Cordobesas fueron uno de los objetivos fundacionales del 
Observatorio Nacional Argentino, la falta de presupuesto llevó a que el empren¬ 
dimiento fuera iniciado por Gould —junto a Rutherfurd—, situación que duró 
un corto tiempo. Finalmente, el Gobierno Nacional se hizo cargo del instrumen¬ 
tal, las placas y drogas, los sueldos de fotógrafos, la medición de los negativos 
y la publicación de los resultados. Queda claro por lo dicho, que este trabajo 
fotográfico fue totalmente llevado adelante por el Observatorio Nacional Argen¬ 
tino, quedando por ello, pendiente la devolución de la colección de placas a su 
legítimo dueño. 

La labor del Observatorio Nacional Argentino, pionero en muchos aspectos, 
puede ser considerada como la primera realizada en forma sistemática y en gran 
escala. Allanó el camino al posterior desarrollo de la técnica fotográfica, de la 
mano de los grandes proyectos como el Catálogo Astrográfico y la Carte du 
Ciel en los que el propio Observatorio también tuvo una destacada participación 
durante las gestiones de John M. Thorne y Charles D. Perrine. 

El trabajo no ha sido suficientemente valorado, descuidando la mayoría de 
los historiadores ubicarlo en el lugar de honor que merece, por los extraordinarios 
logros para el país. 


3.5. Contribuciones a la unificación de patrones de pesos y medidas 

Mientras se realizaban las mencionadas contribuciones fundamentales a la 
ciencia universal, paralelamente se llevaron adelante numerosos trabajos que 
tuvieron un impacto práctico más que significativo para el país, contribuyendo 
decididamente a la tan anhelada unificación del mismo. 

Hoy resultan extrañas ciertas cosas de la época. En las transacciones co¬ 
merciales se utilizaba una unidad de medida, la mayoría de las veces de factura 
casera, para comprar y otra muy distinta para vender. Así, por extraña parado¬ 
ja, las varas, los pies, los metros, se estiraban o encogían, según conviniera a los 
menores intereses personales de compradores o vendedores. 

Estos hechos llevaron al gobierno nacional a encomendar al Observatorio 
Nacional el análisis de las distintas unidades de pesos y medidas utilizadas en 
el país 24 . En oportunidad de realizarse la Exposición Nacional en Córdoba, con¬ 
temporáneamente con al inauguración del observatorio astronómico, se reciben 
las muestras recogidas y enviadas por los gobiernos provinciales, poniendo en 
evidencia no ya el desorden, sino el caos imperante en ese aspecto, generador de 
no pocos conflictos que afectaban profundamente el comercio interprovincial. 

A nivel mundial, las unidades y patrones de medidas tomaron una impor¬ 
tancia crucial, al extremo de merecer intensas negociaciones multinacionales, 
generando varias reuniones realizadas en París durante el siglo XIX y comien¬ 
zos del XX, para la creación del llamado “Nuevo Arreglo y Construcción de los 
Patrones de Pesos y Medidas”. 



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S. Paolantonio y E. Minniti 


Entre los muy diversos sistemas creados, el Sistema Métrico Decimal, vi¬ 
gente en Francia desde fines del siglo XVIII, se destacó por la simplicidad de 
manejo. Ese hecho determinó su rápida propagación en otros países europeos. 
Los sistemas vigentes en la Confederación Argentina usados a principios del siglo 
XVIII correspondían a los de origen español y en menor medida inglés. 

En marzo de 1872 el director Gould escribe al Presidente informándole de la 
situación de los patrones, sugiriendo que la solución era adoptar definitivamente 
el sistema métrico decimal. El 17 de mayo de 1875, el gobierno dicta el decreto 
imponiendo este sistema como de uso obligatorio para todas las transacciones que 
se realicen con intervención de la aduana. Ese mismo mes se designa a Mariano 
Balcarce representante argentino ante la Convención del Metro, realizada en 
París. Este proceso de normalización culmina el 13 de julio de 1887 con el dictado 
de la ley nacional 845, que impone el mismo como único sistema obligatorio y 
válido en el país. 

Los beneficios de todo orden, derivados de esta decisión, son obvios y tras¬ 
cendentes. Prueba de la intervención directa del observatorio en tales acciones, 
lo constituye la designación en 1880 del Dr. Gould, como representante argentino 
ante el Congreso Internacional de Pesos y Medidas. El mismo pasó a integrar 
hasta 1884, el Comité International des Poids et Mesures. 


3.6. Determinaciones de longitudes geográficas 

En la segunda mitad del siglo XIX, las determinaciones de posiciones geo¬ 
gráficas se tornan de gran importancia por la creciente expansión comercial y 
militar de muchos países, en especial aquellos que cuentan con grandes flotas 
mercantes y ponderable producción industrial, que pugnan por la apertura de 
nuevos mercados. 

Gould al llegar al hemisferio sur, huérfano de los logros obtenidos en el 
septentrional en estos aspectos, inició trabajos de determinaciones geográficas 
por él ampliamente conocidos. Es claro que los objetivos que se perseguían eran 
de beneficio común a todas las naciones y en especial para la Argentina por su 
amplio territorio y falta de referencias para los topógrafos en plena apertura del 
proceso inmigratorio de colonización. En igual época, la adopción de un meridia¬ 
no único de origen y en consecuencia la fijación de usos horarios para medición 
coordinada del tiempo era beneficioso para todo el mundo; tornando justificable 
estas determinaciones, indudablemente muy relacionadas con la Astronomía de 
posición conforme lo anticipaba. 

No menor era el desorden existente en la cartografía nacional. Grandes 
ámbitos territoriales permanecían inexplorados. Los distintos sitios variaban de 
posición al capricho de topógrafos y agrimensores, qne carecían de bases ciertas 
y precisas para la determinación de posiciones geográficas. Los autores cuentan 
con registros de época que sitúan, por ejemplo, a Río IV al este de Córdoba; 
como así también, Reconquista frente a la ciudad de Corriente, ¡y en documentos 
oficiales! 25 . 

Sin excepción, los trabajos qne en este sentido realizó el Observatorio con¬ 
taron con autorización del Gobierno Argentino. En la mayoría de los casos no 
hubo sin embargo pedidos explícitos para que se realicen, muy por el contrario 
fue iniciativa del Observatorio Nacional, la que en general propuso concretarlos. 



Historia del Observatorio Astronómico de Córdoba 


83 


El 7 de mayo de 1870 se establece la conexión telegráfica Córdoba - Bue¬ 
nos Aires. Este hecho, junto con la expansión del ferrocarril, hizo posible en 
forma práctica la aplicación del método de determinación de longitudes median¬ 
te la utilización del telégrafo, naturalmente asociado a esa vía de transporte. 
Muy pronto y aún antes de que quedara completamente terminado el edifico del 
Observatorio ya estaba instalada una conexión telegráfica con el mismo. 




Figura 10 Izquierda: Ciudades donde el ONA realizó determinación 
de longitud geográfica y altura snm. Derecha: Tapa de las Instrucciones 
para las observaciones meteorológicas editadas por la Oficina en 1875 
(Paolantonio y Minniti 2001). 

Las determinaciones geográficas fueron obtenidas desde el Observatorio con 
ingente esfuerzo. Gould y su personal destinaron mucho tiempo a esas tareas, 
realizando un esfuerzo personal notable. Con excepción del pago de los pasajes 
y alguna ayuda menor, generalmente de las autoridades locales particularmente 
interesadas, las estadías de los encargados de realizar esta labor corrían por 
cuenta de ellos mismos. 

Se presentaron grandes dificultades en muchas oportunidades por falta de 
personal idóneo para los cálculos; como así de elementos adecuados para realizar 
las mediciones, en especial de relojes exactos para conservar la hora y trasla¬ 
darla a los distintos puntos cuya posición se quería determinar. Se sufrió las 
consecuencias del mal estado de las líneas telegráficas. 

El método seguido para la determinación de las diferencias de longitud entre 
el observatorio y las distintas capitales de provincia, consistía en la utilización 
de un cronómetro eléctrico de tiempo medio y un círculo de repetición. La com¬ 
paración de la hora local con la del observatorio se hacía por medio de las líneas 
telegráficas mencionadas, intercalando el cronómetro y el péndulo normal en el 
circuito, y dejando registrar sus indicaciones, automáticamente, por algunos mi¬ 
nutos en el cronógrafo del Observatorio o en la cinta de papel del aparato en la 
oficina del telégrafo. 






84 


S. Paolantonio y E. Minniti 


De este modo se midió la diferencia con Rosario y Buenos Aires en colabo¬ 
ración con el jefe de la Oficina Nacional de Ingenieros, Pompeyo Moneta. Con 
la intervención de los ayudantes del Observatorio, Thorne, Latzina, Bachmann, 
Bigelow, entre otros, les tocó el turno a Catamarca, General Acha, Rosario de 
la Frontera, Jujuy, San Juan, Santa Fe y Paraná entre muchas otras localidades. 

Es importante destacar que también se determinaron alturas territoriales, 
aprovechando el instrumental existente. Así se fijó la de la Plaza Principal de 
Córdoba y la de varias ciudades de la República. También se tiene conocimien¬ 
to de la obtención de alturas de otros lugares destacados, tal como la de Los 
Gigantes de las sierras de Córdoba, en forma barométrica. 

También fueron medidas las de Santiago de Chile y Valparaíso con relación 
a Córdoba. Como consecuencia de esto el intercambio de cartas y telegramas 
con entidades de esos sitios fue realmente intenso a los largo de muchos meses 
(Copiadores A y B; Informe año 1873; Thorne 1895). 

Entre los años 1877 y 1878, se dio apoyo a la Expedición Naval de Estados 
Unidos, dirigida por el teniente comandante D. C. H. Davis, para las determi¬ 
naciones geográficas en las costas del océano Atlántico por medio de los cables 
submarinos telegráficos que existían en el momento. Para poder hacerlo era ne¬ 
cesario un catálogo de posiciones estelares precisas, que fue proporcionado por 
el observatorio de Córdoba. Su dirección se mostró muy interesada en que la Ar¬ 
gentina participe en esta particular empresa y así lo hizo saber a las autoridades 
nacionales, solicitando autorización para hacerlo mediante carta al ministerio 
del ramo, del 31 de octubre de 1881. Desde comienzo de noviembre de 1883, se 
asistió a la expedición a cargo del Capitán Green, que determinó las posiciones 
de Buenos Aires y Córdoba respecto de Greenwich. 

Es dable destacar que la experiencia del director Gould, provenía por haber 
pertenecido al United States Coast Survey. Se encargó en consecuencia de la 
medición de posiciones geográficas, ya en su país. Para ello utilizaba el novísimo 
telégrafo eléctrico. En 1866 participó en la primera determinación de diferencia 
de longitud entre Europa y América, poco tiempo después que se instalara el 
primer cable trasatlántico ese año. Al alejarse Gould del país, el 9 de marzo de 
1885, el Instituto Geográfico Argentino le otorgó una medalla de oro en reco¬ 
nocimiento por sus servicios, organizando una despedida especial, en la que fue 
orador principal D. F. Sarmiento, ya de avanzada edad (Zeballos 1885). 

3.7. Emisión de la hora oficial 

Otra de las grandes cuestiones pendientes de solución en el mundo, cuando 
se inauguró el ONA, era la unificación de la hora a nivel nacional e internacional. 
Problema íntimamente ligado a la elección de un meridiano de referencia, origen 
para la determinación de las longitudes geográficas en plena discusión por aquel 
entonces, como se indicara. 

En la Argentina existía una verdadera anarquía horaria. Cada ciudad im¬ 
portante contaba con una hora distinta a la del resto de la nación. En el mejor 
de los casos, lograba uniformar la misma en su restringido ámbito. En la ciudad 
de Rosario, sus habitantes debían soportar tres horas distintas, una la local, otra 
la del ferrocarril y una tercera de las empresas navieras que trasladaban horarios 
porteños, cuando no los propios de cada barco en las líneas internacionales. En 
una reunión de seis personas, era raro que se encontraran dos que tuviesen la 



Historia del Observatorio Astronómico de Córdoba 


85 


misma hora. Mientras la comunicación entre los centros poblados se realizaba 
por medios terrestres que empleaban días en unirlos, esta situación no generaba 
grandes problemas. Pero con la llegada del ferrocarril y del telégrafo, se tornó 
crítica la situación y exigió una pronta unificación horaria en toda la república. 
Era común que los pasajeros perdieran sus trenes o vapores ya que cada línea 
utilizaba una hora distinta, mientras que con el telégrafo se daban situaciones 
insólitas, a veces la hora de recepción de un mensaje, ¡era anterior a la de su 
emisión! Tampoco resulta gratuito reconocer la falta total de referencias en los 
centros urbanos aislados. Se ponían en hora los pocos relojes existentes cuando 
se detenían, por simple estima de la posición solar o se ajustaban con la hora 
transportada por los ocasionales viajeros. 

La solución de este problema pasó a un primer plano de importancia en 
la discusión común. El Observatorio cumpliría un papel primordial en ella, por 
poseer un reloj normal preciso y el círculo meridiano anexo, que constituían los 
medios necesarios para emitir la hora con la regularidad y precisión requerida 
en los usos civiles. Desde 1872 se comenzó la transmisión de la hora para el uso 
del ferrocarril y de los telégrafos, por solicitud del Administrador del Ferrocarril 
Central Argentino. 

El Gobierno Nacional con la firma de Simón de Iriondo dispuso que desde 
el jueves 25 de febrero de 1875, se efectuara desde Córdoba la transmisión de las 
11 horas de Buenos Aires, mediante el simple expediente de cortar la corriente 
de la línea telegráfica, correspondientes a las diez horas treinta y seis minutos, 
cuarenta y un segundos con un décimo, en tiempo de Córdoba. 

Por iniciativa del Ministro de Agricultura, Justicia e Instrucción Pública de 
la Provincia de Santa Fe, Gabriel Carrasco, se propuso la adopción de la hora del 
meridiano que pasaba por el Observatorio de Córdoba, como hora unificada de la 
Argentina (Carrasco 1893). La estratégica posición de esta ciudad en el centro 
de la nación, hace que la diferencia de tiempo verdadero con los puntos más 
distantes nunca sea mayor a 24 minutos, constituyendo además una gran ventaja 
adicional, la existencia en esta del único Observatorio Nacional. La propuesta fue 
aceptada y rigió como hora nacional argentina, desde el 1 de noviembre de 1894 
—siendo John M. Thorne director— hasta la adopción del meridiano universal 
de Greenwich el 1 de mayo de 1920, como referencia común de origen horario 
(Paolantonio y Minniti 2001). 

3.8. La Oficina Meteorológica Argentina 

No resulta fácilmente accesible a nuestra mentalidad ciudadana, la magnitud 
de la importancia que tenía para una sociedad preponderantemente agrícola y 
rural toda información meteorológica. 

Entrado el país en la etapa de consolidación y desarrollo, el Gobierno, me¬ 
diante decreto de enero de 1871, dispuso la instalación de un observatorio me¬ 
teorológico y una cámara oscura en la Universidad de Buenos Aires. En razón de 
los imprevistos emergentes de la epidemia que afectó esa ciudad la iniciativa no 
pudo concretarse. Es evidente que el fracaso de esta iniciativa, generó conversa¬ 
ciones entre Sarmiento y Gould sobre el particular. El sabio le había formulado 
en mayo de 1871 consideraciones sobre su viabilidad en Córdoba, las que fueron 
reafirmadas con énfasis en marzo de 1872. Por otra parte, desde un principio se 
habían realizado en el observatorio mediciones climáticas. 



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S. Paolantonio y E. Minniti 


El Poder Ejecutivo promovió como consecuencia de tales gestiones el corres¬ 
pondiente mensaje que dio lugar a la ley del 4 de octubre de 1872, que dispone 
la creación en Córdoba de la Oficina Meteorológica Nacional, tomando como 
base las sugerencias realizadas por el Director del Observatorio tal como consta 
en la correspondencia oficial del 5 de junio del mismo año. La Oficina, depen¬ 
diente del ONA, quedaba bajo la dirección de Benjamin Gould, que no recibía 
compensación alguna por este trabajo. Asimismo se encomienda la compra de 
instrumentos meteorológicos para la instalación de estaciones en distintos puntos 
del país, dependientes del Observatorio. No solo se organizó y puso en marcha 
la estación central, sino que sistematizó el esfuerzo de numerosos entusiastas y 
comprometió el aporte de institutos educacionales en distintas ciudades y esta¬ 
blecimientos agropecuarios, que vieron así instalados en sus locales pluviómetros, 
anemómetros, barómetros, etc. Las distintas provincias contaron en sus capita¬ 
les o ciudades importantes con tales estaciones que, obedeciendo instrucciones 
precisas de la Oficina Meteorológica, realizaban en horarios fijos determinacio¬ 
nes sistematizadas. Resultan altamente ilustrativas respecto de la seriedad y 
competencia con que se encaró esa tarea accesoria restando tiempo a la muy 
importante de las observaciones astronómicas, las instrucciones para hacer ob¬ 
servaciones meteorológicas, que se imprimieron y distribuyeron con profusión a 
lo largo y ancho del país. En especial teniendo en cuenta la escasez de personal, 
aspecto que apunta en reiteradas ocasiones el director, que conspiran contra sus 
objetivos. 

El primer tomo de los Anales de la Oficina Meteorológica Argentina, se 
editó en 1878 aún antes que la Uranometría Argentina, y fue impreso por la 
casa Pablo E. Coni. Trata sobre las observaciones históricas del clima de Buenos 
Aires, las cuales agrupa, sistematiza y analiza. Un segundo tomo es publicado 
en 1882. 

Solo en 1884, luego de funcionar doce años en el Observatorio, se logró 
aprobar una partida para que la Oficina Central Meteorológica contara con casa 
propia. La construcción se realizó en base a los planos revisados y aprobados por 
el mismo Gould, quien sin embargo nunca la ocupó. Quedó inaugurada el 18 de 
mayo de 1885. Para este fin se afectó una esquina del terreno del Observatorio. 

Antes de renunciar Gould a la dirección del ONA, hace lo propio con la 
Oficina Meteorológica, oportunidad en que designa sucesor a Walter Davis, quien 
venía desempeñándose en actividades relacionadas con la Oficina desde años 
atrás. Su dirección se prolongó por 30 años hasta su retiro en 1915. La oficina 
central fue trasladada en 1901 a Buenos Aires, con la excusa de que este punto 
era más favorable para concentrar las observaciones. 

Y cosa curiosa. Es en el mundo el observatorio meteorológico nuestro, el que 
con mayor antigüedad transmite diariamente sus informes. Si bien los de Estados 
Unidos y Hungría son anteriores, por razones de conflictos bélicos interrumpieron 
durante prolongados períodos su actividad cotidiana. 

3.9. Mediciones del campo magnético terrestre 

Uno de los trabajos tal vez más desconocido al presente, sea el observatorio 
magnético montado en predios del ONA, en postrimerías del siglo XIX. 

Solo observaciones ocasionales de valores de las constantes magnéticas apro¬ 
ximadas en distintos lugares de la nación, fueron realizadas hasta ese entonces. 



Historia del Observatorio Astronómico de Córdoba 


87 


Las mismas resultaban abordables con instrumental menor, pues para estima¬ 
ciones aproximadas y de uso relativo, bastan una brújula adecuada, un teodolito 
para fijar posición y buena voluntad. 

La primera labor sistemática, realizada con instrumentos construidos al efec¬ 
to, con la exactitud y rigor necesarios, recién se llevó a cabo durante los años 
1882, 1883 y 1884 en Córdoba. El instrumental, a requerimiento de Gould, fue 
facilitado por el Coast and Geodesic Survey —en donde el director había tra¬ 
bajado por varios años—, en oportunidad de su viaje a Estados Unidos en 1874 
(Minniti y Paolantonio 2005). 

Ante el fracaso de las gestiones provinciales realizadas a fines de la década de 
1870 para instalar un Observatorio Magnético, a mediados de diciembre de 1882, 
Gould hizo desembalar el referido instrumental para concretar observaciones 
magnéticas (Minniti y Paolantonio 2005). El mismo, consistente en un teodolito 
magnético y aguja de inclinación, esmeradamente arreglados bajo la dirección del 
señor Schott en aquella institución del norte antes de su entrega en préstamo, 
fue emplazado en un punto ubicado 46 metros al este y 26 metros al sur del 
centro del primer edificio del observatorio (Minniti y Paolantonio 2005). 

Los trabajos correspondientes estuvieron a cargo del ayudante Stevens, 
quien previa preparación y con la ayuda de Gould para adquirir la experien¬ 
cia suficiente, comenzaron el 19 de diciembre de 1882, fecha en que se realizó la 
primera observación registrada, que arrojó los siguientes valores de declinación 
magnética media diaria para Córdoba: 12° 13' 37" (Sociedad Geográfica Argen¬ 
tina 1884a y 1884b). El detalle de las tareas realizadas en este campo y los 
resultados obtenidos fueron comunicados al ministro Wilde en forma destacada 
e independiente, por nota de Gould fechada el 9 de enero de 1883, para que esa 
labor se incluyera en el informe anual que emitía el ministerio. Ello es índice 
de la importancia particular brindada por Gould a estas observaciones atípicas. 
Las observaciones se prolongaron durante el año 1884, dando lugar a las corres¬ 
pondientes comunicaciones efectuadas ante la Sociedad Geográfica Argentina y 
la Sociedad Científica Argentina (Gould 1884). 


4. La continuidad. Dirección de John M. Thome 

Gould llega a la Argentina con la expectativa de quedarse tres años. Los 
trabajos se atrasan por la guerra franco-prusiana, la falta de dinero, de personal 
idóneo y muchas otras causas menores. Aunque el trabajo científico desarrollado 
a lo largo de casi quince años fue realmente extraordinario, diversos nefastos 
acontecimientos afectan la vida de Gould. 

Entre ellos se destaca la muerte de sus hijas mayores, ocurrida el 8 de febrero 
de 1874, a poco más de tres años de haber llegado a Córdoba, en oportunidad 
de festejar el cuarto cumpleaños de “Benjamincito”, el único hijo varón. Era día 
domingo y habían decidido tomarse un buen descanso. Con ese fin, los esposos, 
sus dos hijas mayores, Benjamín y el aya Albina Fontaine “Viny” —en compañía 
de una pareja de jóvenes ingleses—, se trasladaron en carruaje a la costa del 
Río Primero (Suquía), a una distancia de algo más de legua y media de camino 
desde la ciudad, a un pequeño caserío que se conocería como San Jerónimo, 
sitio de asiento del molino de Gavier, al que estaban invitados. El calor reinante 
era intenso. Como consecuencia de ello Gould y su señora permanecieron en la 



S. Paolantonio y E. Minniti 


casa, mientras las dos niñas requirieron permiso para internarse en la escasa 
corriente bajo el cuidado de Viny, en un lugar tranquilo y una playa acogedora. 
Entonces, el río no tenía regulado su cauce y estaba sujeto a los caprichos de las 
precipitaciones en las cumbres distantes de su vasta cuenca. Cuando Lucrecia, 
a la que llamaban “Lulú”, la menor de 10 años de edad se internó, una violenta 
creciente imprevista la arrastró y de pronto se hundió. Su hermana Susan, de 
12 años, corrió a auxiliarla y también fue arrebatada por la misma; ante esta 
visión, el pánico invadió a la institutriz que, sin quitarse la ropa, se arrojó al agua 
en un intento desesperado por salvarlas. Alcanzó a tomar a una de ellas, pero 
todas fueron arrastradas. Al medio día, el pequeño Benjamín anunció llorando a 
sus padres que no podía encontrar a sus hermanas. A partir de ese momento se 
inicia una búsqueda frenética. Solo hallaron las ropas de las niñas y sus amplios 
sombreros de paja con cintas blancas, anticipando el peor de los desenlaces. 

Cuando en 1883 fallece Mary A. Gould, el sabio deja sus hijos al cuidado 
de parientes en Estados Unidos, regresando solo a la Argentina con la firme idea 
de su retorno definitivo a Boston en fecha próxima. Llega a Córdoba el 17 de 
noviembre de aquel año y confiesa en una carta a un amigo de la Sanitary Com- 
mission que: “Será más difícil que nunca la vida para mí de ahora en adelante 
por la triste separación con mis niños y mi hogar”, anticipando la soledad que 
sufriría en el último año de estadía en el sur. En carta dirigida a Sarmiento el 
10 de octubre de 1884 el director escribe: .. siento que tengo derecho a volver 
a casa”. Pero es su deseo dejar los trabajos emprendidos terminados, además de 
dar solución a ciertos problemas existentes con algunos de los miembros de la 
Academia Nacional de Ciencias, que también gravitaban anímicamente. 

Sus planes fijaban enero de 1885 para su esperado retorno, pero las tareas se 
“niegan a terminar”y debe esperar hasta fines de febrero para poder hacerlo. Al 
retirarse, propone a Johrn Macón Thorne como nuevo director de la institución, 
sugerencia que fue aceptada por el Gobierno Nacional. Thorne a lo largo de 
quince años se había convertido en su discípulo, el cual continuaría los trabajos 
por él emprendidos. Walter Davis, otro de los ayudantes, sería el nuevo director 
de la Oficina Meteorológica. 

En diciembre de 1885, pocos meses después de asumir la dirección, Thorne 
contrae matrimonio con la en ese momento vice directora de la Escuela Normal 
de Córdoba, Francés Angeline Wall 26 , una de las famosas maestras que habían 
sido contratadas por iniciativa de Sarmiento. 

Al retirarse Gould, el personal científico es escaso, Richard Tucker, un recién 
llegado y el joven Marcus Jefferson, con escasa experiencia. Thorne dedicaría 
grandes esfuerzos a la publicación de las observaciones realizadas en la gestión 
precedente, y si bien continúa los trabajos iniciados con el Círculo Meridiano, su 
atención se dirige principalmente a la realización de un durchmusterung austral, 
al cual llamó Zonas de Exploración, emprendimiento que sin dudas es un signo 
distintivo de su gestión. 

4.1. Córdoba Durchmusterung 

Entre 1852 y 1861 Friedrich Argelander junto a Eduard Schónfeldt y Adal- 
bert Kríiger realizaron el relevamiento de todas las estrellas del hemisferio norte 
más brillantes que la novena magnitud, desde el observatorio de Bonn en Alema¬ 
nia. Los resultados se publicaron bajo el nombre de Bonner Durchmusterung 2 '. 



Historia del Observatorio Astronómico de Córdoba 


89 



Figura 11 Casamiento del Dr. Thome. Casa del director en el ONA 
(1885). Sentados de izquierda a derecha: J. M. Thome, F. Wall de Tho¬ 
me y Walter Davis. Parado, primero a la izquierda R. Tucker, a su lado 
F. Armstrong, directora de la Escuela Normal de Córdoba (Archivo 
Academia Nacional de Ciencias, Córdoba). 


Posteriormente, en 1876, Schónfeldt continuó el trabajo observando las estrellas 
hasta la declinación negativa 23°, el cual finaliza en 1885, el mismo año en que 
John Thome asume la dirección del ONA. Al sur de esta declinación nada pare¬ 
cido se había logrado, por lo que el flamante director, consciente de la necesidad 
de este tipo de catálogo y siguiendo la idea de su maestro y antecesor, encaró 
decididamente la tarea de un durchmusterung que llegara al polo sur, obra que 
el mundo conocería como Córdoba Durchmusterung (Zonas de Exploración de 
Córdoba). 

Así como la Uranometría Argentina fue una tarea similar a las de Bessel 
y Argelander, a los cuales complementaba, el durchmusterung de Córdoba se 
constituyó en una extensión sur de la Bonner Durchmusterung, más amplia y 
de mayor profundidad. Thome trató de seguir en todo lo posible los lincamien¬ 
tos generales de la Bonner, con la intención que junto al nuevo relevamiento, 
el mundo científico contara con un catálogo y atlas general de todo el cielo lo 
más homogéneo como fuera posible. Para poder empalmar adecuadamente am¬ 
bos catálogos, las observaciones se iniciaron en la declinación —21°, de manera 
que existiera una superposición de un grado entre ambas. Fue posible entonces 
confrontar y conectar los sistemas de magnitudes de los dos emprendimientos, 
no sin un elevado costo, pues implicó la medición de casi 17.000 estrellas que 
requirieron 50.000 determinaciones extras. 




90 


S. Paolantonio y E. Minniti 


Las observaciones fueron realizadas por el mismo Thorne y sus ayudantes 
Ricardo H. Tucker y Gustavo A. Schuldt, desde una pequeña cúpula situada 
sobre la entrada norte del observatorio. En numerosas oportunidades participó 
como asistente la esposa del director, Francés Wall. 

En el campo del ocular del telescopio, se ubicaba un retículo con graduacio¬ 
nes marcadas cada 5 minutos de arco en el hilo de declinación en una extensión 
de un grado. Se determinaba el momento de tránsito de la estrella por medio de 
un cronógrafo, mientras que el observador a viva voz anunciaba al ayudante la 
marca del retículo por donde la misma pasaba, y por último su magnitud (con 
una exactitud de 1/4). Se observaba por zonas de 1 hora de ascensión recta y 
1 grado en declinación, cada una como mínimo dos veces. Esta técnica permi¬ 
tió una precisión de un minuto de arco en ambas coordenadas, necesaria para 
cumplir con el objetivo del catálogo: permitir identificar cada estrella sin que 
existiera duda alguna empleando los telescopios de la época. 

La primera etapa demandó más de cinco años de arduo trabajo —1885 
a 1891—, realizándose 1.108.600 observaciones de 340.380 estrellas, entre las 
declinaciones de —22° y —42°. Los resultados fueron publicados entre 1892 y 
1900 en los volúmenes XVI a XVIII de los Resultados del Observatorio. El 
atlas, editado en 1893, contaba con 12 mapas, cada uno con un tamaño de 50 
por 70 centímetros. Es interesante destacar que mientras el número de estrellas 
observadas en la Bonner (+90° a —23°) fue de 457.847, en el de Córdoba, se 
registraron 613.953 en una zona menor (—22° a —90°) (Paolantonio y Carranza 
1994). En el catálogo se incluyeron además de las posiciones y magnitudes de las 
estrellas, detalladas descripciones de la distribución de las estrellas, así como una 
lista con cientos de posibles estrellas variables, muchas de las cuales hoy están 
incluidas en el Catálogo General de Estrellas Variables. La muerte sorprendió a 
Thome con el trabajo inconcluso, antes de imprimir el correspondiente a la faja 
—52° a —62°, el cual estaba básicamente terminado incluyendo 89.140 estrellas. 
Recién pudo editarse en 1914, en la dirección del Dr. Charles D. Perrine. 

Apenas tres meses después del fallecimiento de Thome, ocurre un aconteci¬ 
miento totalmente desconocido al presente. El Dr. Friedrich Wilhelm Ristenpart, 
director del Observatorio de Chile que viajara a la Argentina para la observación 
desde Corrientes, del eclipse solar del 23 de diciembre de 1908, visita el Obser¬ 
vatorio Nacional, oportunidad en la que se entrevista con la viuda de Thome, la 
que lo impuso de la conflictiva situación imperante en el observatorio argentino. 
De regreso a Chile, el 19 de enero de 1909, Ristenpart envía una carta a Wall en 
respuesta a una comunicación que ella le remitiera el 5 de enero, ofreciendo ofi¬ 
cialmente la posibilidad de continuar en Santiago la Córdoba Durchsmusterung, 
poniéndose a su disposición para ello y comprometiendo el apoyo del personal a 
su cargo: 


... si es imposible para Usted recibir alguna asistencia para ter¬ 
minar las tareas en Córdoba, tendría mucho placer si se dirige al Ob¬ 
servatorio de Santiago, que siempre estará dispuesto y a su servicio, 
para cualquier cosa que requiera. [... ] Usted será siempre bienvenida 
por nosotros y si me hace el honor de venir a Santiago, pondré a su 
disposición un telescopio y un asistente competente, capaz de ayudar¬ 
la a concluir el trabajo o, en cualquier caso la asistiré personalmente 
en su tarea (Ristenpart a Wall, 19/01/1909). 



Historia del Observatorio Astronómico de Córdoba 


91 


A la llegada de Perrine, el 90 % del trabajo se había realizado en 23 años, sin 
embargo, tuvo que esperarse un período igual para finalizarlo. Esto ocurrió luego 
de superarse numerosos escollos —entre ellos la misteriosa rotura del objetivo 
del telescopio— y gracias al empeño de José Tretter, quien con poca ayuda pudo 
terminar la obra. La quinta y última entrega, se publicó en la segunda parte del 
volumen 21 con los resultados de las mediciones de 35.151 estrellas de la faja 
—62° al polo sur celeste. ¡Casi medio siglo transcurrió entre el comienzo y fin de 
esta increíble empresa titánica! 



Figura 12 Izquierda: Telescopio empleado en la realización de la CoD 
(Archivo OAC) Derecha: Carta del Dr. Ristenpart dirigida a Francés 
Wall viuda del Dr. Thorne (Archivo Observatorio Nacional de Chile). 

La sigla CoD, con un signo negativo delante del número particular que le 
sigue según el caso, por su carácter austral, no solo sirve para identificar una de 
las más de 600.000 estrellas del cielo del sur, sino también marca para siempre la 
presencia de Córdoba en los inicios de la gran aventura humana, que no solo per¬ 
mitió la conquista de los mares y extensos territorios inexplorados, sino también 
integró el umbral en que se apoya esta inequívoca y fascinante “Era del Espacio”. 


4.2. Se comienza la Carta del Cielo 

Por aquellos años, una de las tantas crisis que conoció nuestro país provo¬ 
có que el magro presupuesto del observatorio se viera reducido en dos tercios, 
obligando a posponer la publicación de los trabajos que se llevaban adelante. 
Thorne, con la intención de revertir la situación, en 1906 trató de interesar al 
Gobierno Nacional, a través de un folleto en el que describió las actividades 
y problemáticas de la institución y trascribió varias cartas remitidas, a su su¬ 
gerencia, por las más importantes personalidades en esta ciencia en la época. 








92 


S. Paolantonio y E. Minniti 


Unas pocas frases pueden dar una idea de la importancia y jerarquía de los 
trabajos realizados hasta aquel momento en el observatorio: escribió el Dr. M. 
Loewy del observatorio de París: “Si yo fuera llamado a dar mi apreciación a 
los representantes de su gobierno, les diría que el Observatorio de Córdoba no 
es solamente una gloria para la República Argentina sino para el Nuevo Mun¬ 
do entero, ■■■”', Sir David Gilí del Cabo expresó que la Argentina ha sido: “la 
primera nación en establecer sobre una base amplia los fundamentos de la astro¬ 
nomía sideral exacta en el hemisferio austral ... De Alemania, A. Auwers no 
escatimó elogios: “Los resultados del Observatorio de Córdoba son de tanto valor 
e importancia, han ensanchado nuestros conocimientos del cielo austral de tan 
extraordinaria manera ■■■”', Lewis Boss, director del Dudley Observatory, fun¬ 
damentó sus apreciaciones: .. Mi opinión sobre el trabajo de ese Observatorio 
está, por consiguiente, basada sobre un cuidadoso estudio y uso práctico de sus 
resultados astronómicos, ■■■”', por último puede citarse a E. C. Pickering, di¬ 
rector del Harvard College Observatory: .. Los catálogos de las observaciones 
hechas en Córdoba continúan siendo la más valiosa fuente de información sobre 
las estrellas del hemisferio sur ...” 

En el mismo período la calidad del cielo de la ciudad comienza a deteriorase, 
la iluminación de la vía pública se generaliza y la gran obra del dique San Roque 
hizo lo suyo: 

Desde la creación del gran lago de San Roque sobre el río Prime¬ 
ro, y la extensa zona regada por las aguas de dicho lago, en la que 
queda comprendido el Observatorio, resulta que nuestra atmósfera es¬ 
tá cargada de humedad, lo que con la llegada de las brisas frescas de 
la noche, se condensa en nubecillas vaporosas que perjudica mucho 
la exactitud de las observaciones, obligando a muchas repeticiones 
y correcciones y a veces llegan a perderlas por completo. Esto hacía 
necesario la iluminación del retículo (Thorne 1892). 

En el período comprendido entre 1891 y 1902, el promedio de noches dis¬ 
ponibles para la observación, por cuestiones climáticas, se redujo a un 70 % en 
comparación con los primeros quince años de vida de la institución. Pronto se 
haría necesario situar los instrumentos más lejos de la ciudad, lo que se comen¬ 
zaría a concretar en la administración de Perrine con el proyecto de la futura 
Estación Astrofísica de Bosque Alegre. 

A pesar de todos los inconvenientes, fue posible comenzar a reequipar de 
instrumental al observatorio, así como contratar nuevo personal, lo que posibilitó 
la participación en el emprendimiento de la Carta del Cielo (Carte du Ciel). La 
Academia de Ciencias de París, a pedido del almirante Mouchez, director del 
Observatorio de París, dirigió el 15 de octubre de 1886 una invitación a todos los 
directores de los observatorios del mundo, para un congreso, a realizarse en 1887, 
cuyo propósito era proponer la cooperación internacional para la realización de 
un catálogo astrográfico y un atlas fotográfico de todo el cielo. La Carte du Ciel 
contemplaba la toma de 32.000 fotografías de larga exposición, por lo que todo 
el cielo fue dividido en declinación en 18 fajas, cada una de las cuales se asignó 
a un observatorio. 

El hemisferio austral resultó ser un verdadero problema, dada la escasez de 
instituciones astronómicas, de modo que los organizadores procuraron la parti¬ 
cipación de la mayor parte de las existentes. Para entonces, al sur del ecuador 



Historia del Observatorio Astronómico de Córdoba 


93 


se encontraban activos los observatorios del Cabo en Sudáfrica, los de Adelai¬ 
da, Sydney, Melbourne y Perth en Australia, todos pertenecientes al imperio 
británico, mientras que en Sudamérica estaban el de Santiago de Chile, Río de 
Janeiro, La Plata y Córdoba. 

La invitación dirigida a la Argentina fue girada al Observatorio de La Plata, 
perteneciente entonces a la provincia de Buenos Aires, el que había sido inau¬ 
gurado tres años antes, el 22 de noviembre de 1883 1 . La elección parece haberse 
fundado principalmente en la relación entre el director, el astrónomo francés te¬ 
niente de navio retirado Francisco Beuf y su connacional el almirante Mouchez, 
así como en las posibilidades económicas de la institución, pues su experiencia 
en el campo astronómico era limitada por su corto tiempo de vida y nula en 
relación a la fotografía. Durante los primeros meses de 1886, el observatorio de 
La Plata encargó al de París un refractor de 15 cm de abertura. Con posterio¬ 
ridad, Mouchez sugirió a Beuf su reemplazo por un astrográfico igual al que se 
utilizaría en la Carte du Ciel, propuesta que fue aceptada. Es claro que ya en 
ese momento estaba decidida la participación de esta institución en el proyecto. 

El ONA había realizado trabajos fotográficos motivados en la determina¬ 
ción de posiciones estelares, al igual que el que se estaba planteando para el 
futuro Catálogo Astrográfico, por lo que resulta razonable pensar que habría 
correspondido invitar también al observatorio de Córdoba, sin embargo esto no 
ocurrió. Mouchez parecía tener cierta desconfianza de la real calidad de los tra¬ 
bajos fotográficos realizados en Córdoba, los que a pesar de no estar publicados 
para ese momento, se los había descrito en varias revistas especializadas, más 
allá de los premios recibidos en Filadelfia por las fotografías lunares obtenidas a 
mediados de la década de 1870. 

En oportunidad del cambio de instrumento destinado al Observatorio de La 
Plata, el astrónomo francés envía una carta al Ministro de Obras Públicas de 
Buenos Aires, Sr. Gonnet —del cual dependía el observatorio—, con la evidente 
intención de generar una opinión favorable para la compra del astrográfico y la 
participación en el proyecto que implicaba un presupuesto anual nada despre¬ 
ciable. La misma es hecha pública en el diario La Nación el 3 de septiembre 
de 1886; el director del Observatorio de París alaba a la institución y propone 
la presencia de su director en el Congreso que se realizaría en Francia el año 
siguiente. A la vez felicita al Ministro por la decisión de crear el Observatorio 
de La Plata, fundado en el hecho que el de Córdoba no cumplía con los trabajos 
útiles para el progreso de la ciencia y materiales del país. Evidentemente el Al¬ 
mirante tenía una idea no muy buena de la institución cordobesa. Como era de 
esperarse, semejantes apreciaciones públicas negativas, provocaron la inmediata 
reacción del Dr. Thorne, el cual respondió duramente por igual medio, a través 
de otra misiva dirigida al Ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública, Dr. 
E. Wilde. 

Llaman la atención los fuertes términos de Mouchez, que hacen pensar en 
algún tipo de rivalidad con el Observatorio Nacional o su anterior director Ben¬ 
jamín Gould. Beuf en carta fechada el 12 de noviembre de 1886 (Chinnici 1999), 
dirigida a Mouchez, lamenta la noticia de que el Observatorio Nacional no sea 
invitado, debido a los “celos salvajes que los del Observatorio de Córdoba honran 


1 Fecha decreto de creación octubre de 1882. 



94 


S. Paolantonio y E. Minniti 


al de la Plata y que crean a veces problemas”. En esta muestra una marcada 
antipatía hacia Gould, “No es necesario olvidar que Gould, que ciertamente al¬ 
gún valor personal tiene, es un charlatán del más alto vuelo y que aunque haya 
dejado el observatorio no renuncia a dirigirlo”. Más adelante destaca las dudas 
hacia lo realizado en Córdoba: “en una de ellas (en una carta), Gould se asigna 
todo el mérito de las primeras buenas fotografías celestiales; nadie tiene nada 
en vista de eso .. Finalmente manifiesta al director del Observatorio de Pa¬ 
rís que sería una buena política tratar con diplomacia “la susceptibilidad de los 
alemanes de Córdoba (son casi todos alemanes o norteamericanos)”. 

No puede pasarse por alto que justamente Alemania y Estados Unidos, 
finalmente no participaron del emprendimiento. 


4.3. El Observatorio Nacional Argentino ingresa al proyecto 

Transcurridos varios años desde el comienzo del programa, ninguno de los 
observatorios sudamericanos había iniciado los trabajos que les correspondían. 

La compra del astrográfico para La Plata se había dispuesto a fines de 1886, 
pero recién llegó en agosto de 1890. La cúpula que lo albergaría se terminó ese 
mismo año y al siguiente el telescopio fue armado. Antes de comenzar a utilizarse, 
poco tiempo después de ser instalado, se dañó accidentalmente el objetivo, lo 
que hizo imposible ponerlo en funciones. 

Los años habían pasado y nada se había concretado en La Plata. Ante esta 
dramática situación, Loewy, a través del director del Observatorio del Cabo, 
David Gilí, pone al tanto al Dr. Thome sobre la falta de cumplimiento del obser¬ 
vatorio bonaerense. El 14 de julio de 1899 el Director escribe a París señalando 
que le parecía difícil que Beuf pudiera realizar el trabajo dado que la provincia 
de Buenos Aires estaba en una situación económica pésima, además de las di¬ 
ficultades políticas derivadas del desentendimiento entre el poder ejecutivo y el 
congreso. 

Dada esta situación y decidido a “preservar el gran honor de la República”, 
Thome inicia gestiones informales en el gobierno para ver la posibilidad que el 
ONA se hiciera cargo de la zona dejada vacante, estimando como muy factible 
la posibilidad de trasladar el astrográfico de La Plata a Córdoba. 

Un mes más tarde fallece Beuf. 

El director del ONA concurre al Congreso de 1900, que sesionó entre el 19 y 
21 de julio, al mismo tiempo que en París se celebraba la Exposición Universal, 
en torno a la torre Eiffel, visitada por más de 50 millones de personas. En la 
reunión, Thome anuncia que se haría cargo de una zona y encarga a Gautier 
el telescopio correspondiente. Loewy lo presenta como “un astrónomo umver¬ 
salmente apreciado, por sus contribuciones científicas y su infatigable energía” 
(Instituí de France 1900). Thome anuncia que dada la diputa limítrofe con Chi¬ 
le, que en un momento casi había provocado un conflicto armado, la zona a su 
cargo debía ser la dejada por el Observatorio de La Plata, correspondiente a la 
región 24° a 31° de declinación sur, un 6,2 % del total de la tarea, uno de los 
mayores porcentajes para una institución individual. 

Trece años más tarde del comienzo de la obra, el Observatorio Nacional 
entraba en ella, dando de este modo continuidad a la tradición iniciada hacía ya 
25 años con las Fotografías Cordobesas 28 . 



Historia del Observatorio Astronómico de Córdoba 


95 



Figura 13 Izquierda: John M. Thome. Derecha: Telescopio Astrográ- 
fico del Observatorio Nacional Argentino (Archivo OAC). 


El resto de las zonas vacantes también fueron reasignadas durante el mismo 
congreso. El 20 de julio, el ingeniero uruguayo Enrique Legrand, plantea la po¬ 
sibilidad que el Observatorio de Montevideo se haga cargo de la zona de Chile, 
otorgando el comité la misma ad referéndum de la aprobación del gobierno del 
Uruguay. Aunque no hay detalles sobre qué es lo ocurrido, nunca se inician los 
trabajos. Posteriormente, durante el Congreso de 1909, esta franja es tomada por 
el Nizamiah Observatory de Hyderabad, India, quien finalmente la concreta 29 . 
La región dejada por Río de Janeiro fue asumida por el Observatorio australiano 
de Perth. 

4.4. El astrográfico del Observatorio Nacional 

Cuando el Observatorio de Córdoba recibe la autorización para hacerse 
cargo de la zona asignada a La Plata, el Dr. Thome viaja a aquella ciudad por 
sugerencia del Ministro con la intención de analizar la factibilidad de emplear 
el instrumento existente. Al inspeccionarlo encuentra el objetivo deteriorado. 
Thome escribe al director del Observatorio de París y presidente del Comité, 
Loewy, sobre este problema, que provocaría un gran atraso en el comienzo de 
los trabajos. En la comunicación relata que el “joven e inexperto director” —el 
Ing. Virgilio Raffinetti—, le indicó que Beuf había dejado caer el objetivo, el 
cual se había dañado en el borde, dejando un orificio de un centímetro y un 
astillado en la parte posterior de 2,5 a 3 centímetros. Las lentes del telescopio 
se encontraban sin protección, expuestas al polvo. Describe el estado calamitoso 
de los restantes instrumentos de la institución indicando que parecía que nada 
se había empleado por años 30 . 

Loewy contesta consternado: 

La información que me da usted sobre el estado del instrumento 
de La Plata me apenó. Se trata de un vandalismo que solo se expli¬ 
ca por el estado mental en el cual se encontraba el Sr. Beuf desde 
hacía varios años. Pero me parece que esta situación no ha de com¬ 
prometer la feliz iniciativa de usted. Los hermanos Henry, autores 



96 


S. Paolantonio y E. Minniti 


del objetivo original (roto), están dispuestos, en vista de las circuns¬ 
tancias especiales, a emprender la construcción de un nuevo objetivo 
fotográfico ... (Loewy a Thome 06/12/1899). 

Sin embargo, no se concretaría de esta forma. Finalmente el Gobierno Ar¬ 
gentino autoriza la adquisición de un instrumento nuevo, otorgándole un pre¬ 
supuesto de 24.000 pesos moneda nacional 31 al ONA para ello. La montura del 
astrográfico, fabricada por Gautier, es del tipo yugo. El tubo del telescopio está 
adosado por su centro mediante dos ejes, a una estructura en forma de anillo rec¬ 
tangular que lo contiene y a su vez, contiene el eje polar apoyado en sus extremos 
en sendos pilares de altura adecuada para darle la inclinación correspondiente a 
la latitud del lugar. Dicho eje, es movido por una rueda dentada ubicada en su 
extremo inferior con un tornillo “sin fin”, lado norte para su emplazamiento en 
Córdoba. Esta configuración posee una excelente estabilidad mecánica, si bien 
tiene la limitación insalvable de tornar inaccesible la región polar celeste, hecho 
sin importancia para la concreción del proyecto, teniendo en cuenta que la faja 
a fotografiar correspondía a las declinaciones —25° a —31°. 

La óptica fue tallada por los hermanos Henry utilizando discos de vidrio 
fabricados por M. Mantois de París. El objetivo principal es un doblete aplaná- 
tico, diseñado para minimizar la aberración esférica y la comática, así como la 
cromática 32 . Está corregido específicamente para al zona violeta del espectro, la 
que se corresponde con la región de máxima sensibilidad de las placas Lumiere. 
Las primeras fotografías realizadas en Córdoba mostraron que el objetivo adole¬ 
cía de aberraciones residuales, lo que obligó a diafragmarlo a 27,5 centímetros, 
con el propósito de lograr mejores imágenes para las estrellas situadas lejos del 
centro de la placa. Cada milímetro sobre la placa equivale a un ángulo en el cielo 
de un minuto de arco, teniendo una zona útil de 2 o 10h 

El giro del telescopio, necesario para el seguimiento del movimiento diurno 
de la esfera celeste, es obtenido por medio de un sistema de relojería dotado 
de dispositivos eléctricos. Con el objeto de realizar las correcciones necesarias 
a estos movimientos, que nunca lograban ser lo suficientemente perfectos, se 
utiliza el telescopio guía. Colocado a un lado del fotográfico, formando un solo 
cuerpo, para obtener la mayor rigidez posible, está constituido por un objetivo 
de 19 centímetros de diámetro y 363 centímetros de largo focal. Este telescopio 
guía posee un micrómetro, consistente en un retículo de hilos que puede mover¬ 
se por medio de finos tornillos. Colocando en el centro del retículo una estrella 
que servirá como referencia, es posible corregir los movimientos del instrumen¬ 
to mediante comandos que controlan la velocidad de giro y el movimiento en 
declinación, pudiéndose lograr de este modo imágenes estelares puntuales. El 
diámetro del objetivo de este telescopio era pequeño para el caso de algunas de 
las estrellas guía, circunstancia que desfavorecía su seguimiento. Perrine consi¬ 
deraba que hubiera sido conveniente un diámetro de 25 centímetros. Adquirir 
la habilidad necesaria para realizar correctamente esta tarea, implicó numerosas 
pruebas y el desechar varias placas por presentar imágenes estelares “corridas”, 
las que se manifestaban como alargadas. 

4.5. Catálogo Astrográfico 

Thome espera con ansias la llegada del instrumento, el cual es seguido en 
París por Loewy. A principios de abril de 1901 el objetivo había sido terminado 



Historia del Observatorio Astronómico de Córdoba 


97 


por los hermanos Henry y algunos meses más tarde, en octubre, Gautier finaliza 
su trabajo. Prontamente el astrográfico es embalado y enviado a la Argentina. 

Los pilares que soportarían el telescopio -uno al sur otro al norte— estaban 
listos a comienzos de marzo de aquel año, realizados estrictamente de acuerdo 
a los planos enviados por el constructor del instrumento, en manipostería y 
granito. El astrográfico se montará en la cúpula grande de 6 metros de diámetro 
ubicada en el ala oeste del edificio, donde anteriormente había estado el Gran 
Ecuatorial, el cual fue desarmado y trasladado más tarde a la cúpula Este. Las 
18 cajas conteniendo las distintas partes, arribaron a Córdoba en perfecto estado 
en diciembre de 1901 (Thorne a Loewy, 26/12/1901), a fines de febrero del año 
siguiente el instrumento ya estaba instalado y listo para trabajar (Thorne a 
Loewy, 05/03/1902). 

Las placas empleadas en la Carte du Ciel fueron fabricadas en Francia por 
A. Lumiére y Ses Fils, con emulsión depositada sobre vidrio cilindrado de alta 
calidad, especialmente destinado para este fin, con forma cuadrada de 16 centí¬ 
metros de lado y 2 ó 2,5 milímetros de espesor. Cada lote de placas era sometido 
a un estricto control, mediante exposiciones cortas de muestreo con el objeto de 
establecer las respectivas sensibilidades. 

Previamente a comenzar las exposiciones, con el objeto de compensar el 
efecto de una posible distorsión de la gelatina y posibilitar la determinación 
de las posiciones de las estrellas, se imprimía sobre la placa un “réseau”, un 
cuadriculado de líneas muy finas. El réseau se realizaba a partir de una lámina 
de vidrio plateada en una de sus caras, sobre la cual se practicaban delgados 
cortes separados 5 milímetros unos de otros. Constaban de 26 líneas por lado, 
sobre el área útil de 13 x 13 centímetros. Para imprimir el réseau, se colocaba 
casi en contacto con la gelatina, iluminándolo en forma uniforme por medio de 
una lámpara eléctrica ubicada en el foco de un objetivo —de 5 centímetros de 
diámetro y 18 de distancia focal— con el fin de que los rayos de luz llegaran al 
mismo en forma paralela. Al pasar la luz por las hendiduras, quedaba registrado 
el cuadriculado. Terminado este paso, se colocaba la placa en el chasis y este a 
su vez en el telescopio, para luego iniciar la toma fotográfica. 

Cada toma consistía en dos exposiciones de 5 ó 6 minutos, una de entre 
60 y 90 segundos y una cuarta de solo 5 a 8 segundos. Entre cada una de las 
exposiciones, se movía el telescopio ligeramente en declinación, por lo que cada 
estrella formaba sobre la placa tres o cuatro imágenes alineadas en dirección 
Norte-Sur. Las primeras dos eran utilizadas para las mediciones de posición, el 
análisis de la tercera permitía tener una idea de la calidad del cielo en el momento 
de la toma fotográfica. Finalmente, la imagen formada por la exposición más 
corta, definía si la estrella debía ser medida o no, si se formaba se estimaba que 
el brillo de la estrella era de magnitud lio inferior límite impuesto para este 
trabajo— y por lo tanto se medía, de lo contrario se pasaba por alto. 

El procesamiento del material fotográfico, realizado siempre inmediatamen¬ 
te después de la exposición por el mismo fotógrafo, no se apartaba del común, 
dadas las limitaciones propias de las disponibilidades en el mercado y de los 
procesos químicos empleados para restituir las imágenes latentes obtenidas en 
las exposiciones. 

Inicialmente hubo dificultades con las placas fotográficas dado que las mis¬ 
mas no respetaban las dimensiones necesarias y con frecuencias tenían un velo 



S. Paolantonio y E. Minniti 


cuando se las revelaba. También se dieron problemas con los réseau que tenían 
algunos defectos de fabricación. Thorne, cansado de las demoras decide de todos 
modos iniciar los trabajos con el material disponible. 



Figura 14 Izquierda: Réseau 191 en su caja protectora. Derecha: Pla¬ 
ca número 1 del Catálogo Astrográfico y el cuaderno donde se realizó 
la anotación (Fotografías de los autores). 


En marzo de 1902 se realizan algunas tomas fotográficas de pruebas. Una 
placa de Eta Argus (Eta Carinae) es enviada a Loewy cuando retorna a París 
con el objeto que se examine su calidad. 

Los ajustes se iniciaron el 13 de mayo y las primeras exposiciones el 25 de 
agosto, con la toma del centro correspondiente a las coordenadas: declinación 
—24°, ascensión recta 18 horas, empleándose el réseau Gautier 116. Las tomas 
realizadas en esta primera etapa estuvieron a cargo de los fotógrafos Roberto 
Van Dyte, Federico Percy Symonds y Robert Winter. Las interrupciones fueron 
frecuentes, pues más allá de los períodos con Luna, el tiempo resultó muy malo. 
Se buscaba realizar las exposiciones generalmente antes de la medianoche, dado 
que como consecuencia de las peculiaridades del clima de Córdoba, las condi¬ 
ciones de transparencia atmosférica eran desfavorables en la última parte de la 
noche por inestabilidades locales. 

A principios de 1903 el número de placas obtenidas era de un par de cientos. 
Se midieron 26.000 estrellas con una precisión estimada de 0,3', mejor que la 
exigida para este proyecto. A lo largo de los años hasta el fallecimiento de Thorne 
acaecido en septiembre de 1908, el número de placas para el Catálogo llegó sólo 
a unas 600. 

Este trabajo demandó grandes esfuerzos y en gran medida constituyó el 
grueso de las tareas del Observatorio durante este período, junto a las observa¬ 
ciones para la Córdoba Durchmusterung. 

El conseguir el dinero necesario para financiar los costos del proyecto de¬ 
mandó numerosas gestiones por parte de Thorne, quien tuvo que viajar con 
frecuencia a Buenos Aires para este propósito. A fines de 1901 la propuesta del 
Congreso era solo autorizar entre 600 y 800 francos mensuales en lugar de los 
1.600 ó 2.000 solicitados. Ante esta situación, en una clara estrategia de apo¬ 
yo y por gestión de M. Loewy 33 , la Academia de Ciencias francesa otorga la 
medalla Lalande al director del Observatorio Nacional, lo que permitió que los 
congresales finalmente votaran un monto de 1.600 pesos. 


Historia del Observatorio Astronómico de Córdoba 


99 


4.6. El Nuevo Círculo Meridiano 

En 1907 en un viaje a Europa, Thome adquiere un nuevo círculo meridiano 
a A. Repsold y Sohme de Hamburgo, con un objetivo de 190 mrn de diámetro y 
2,25 m de distancia focal, idéntico a los existentes en La Plata, Río de Janeiro y 
Santiago de Chile. 

Este instrumento, que nunca pu¬ 
do utilizar dado que falleció antes de 
la llegada del mismo a Córdoba, posi¬ 
bilitó la continuación de los trabajos 
astrométricos en la institución duran¬ 
te el siglo XX. 

Fue alojado en una sala construi¬ 
da ex profeso sobre el mismo meri¬ 
diano que pasaba por el viejo Círculo 
Meridiano, al sur, separado del edifi¬ 
cio principal por algunos metros. Dé¬ 
cadas más tarde fue trasladado al Ob¬ 
servatorio Félix Aguilar de San Juan, 
lugar donde hoy se encuentra empla¬ 
zado. 


4.7. Mediciones de la paralaje solar 

La determinación de la paralaje solar carece actualmente de significación, 
no obstante tuvo notable importancia entre mediados del siglo XIX y principios 
del siguiente. En un comienzo constituyó la única manera para determinar con 
exactitud la distancia entre el Sol y la Tierra, denominada unidad astronómica ; 
base para la determinación del resto de las unidades dimensionales del cosmos 34 . 

En la época dos eran las vías posibles para averiguar el valor de la para¬ 
laje solar, básicamente similares entre sí: la observación de Venus o Mercurio 
respecto del Sol durante sus raros tránsitos frente al astro rey y las mediciones 
de posición de planetas o asteroides respecto de las “estrellas fijas”, durante sus 
oposiciones. Gilliss durante su estadía en Chile, realizó observaciones de Venus 
y Marte a partir de diciembre de 1849, con la intención de realizar mediciones 
de la paralaje solar. En junio de 1855 envía las observaciones realizadas al Dr. 
Gould al que considera “competente” para las reducciones necesarias. Al año si¬ 
guiente se publican dando un resultado de 8', 4950, lejano del valor actualmente 
admitido; el mismo Gould lo pondera impreciso como consecuencia de las pocas 
observaciones que se realizaron en el hemisferio norte, en correspondencia con 
las de Chile. A pesar que para el Dr. Gould, ocuparse de estas cuestiones lo des¬ 
viaban de su objetivo primordial, las observaciones meridianas, su importancia 
lo impulsa a participar de las mismas en toda ocasión que le fue posible. 

Pronto se presenta una oportunidad con el asteroide Flora, que en 1873 
se encontraría en óptimas condiciones para este fin. Flora, el asteroide número 
8, fue hallado el 18 de octubre de 1847 por J. R. Hind de Londres. Gould lo 
había estudiado en 1848 luego de doctorarse. Se organiza una campaña con 
miras a precisar las circunstancias del evento y otros accesorios. El Director deja 



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Figura 15 Nuevo Círculo 
Meridiano Repsold de 190 nun 
de diámetro. (Archivo OAC). 



100 


S. Paolantonio y E. Minniti 


para este fin, entre el 12 de octubre y el 19 de noviembre, gran parte de las 
observaciones del catálogo de Zonas. 

Para estas observaciones se empleó el Gran Ecuatorial en forma visual, con 
el micrómetro. El 12 de octubre de 1873 se inician los registros, continuando las 
observaciones hasta el 19 de noviembre. El tiempo no acompañó, de 39 noches 
solo nueve fueron buenas. Los datos recogidos permitieron una determinación 
para la distancia Tierra-Sol. El valor obtenido resultó 8', 873. 

Ese mismo año, el 9 de diciembre, se produciría el primer tránsito de Venus 
delante del Sol de la serie, cuyo segundo evento se preveía para 1882. Se reali¬ 
zaron grandes preparativos para la observación de este fenómeno que ocurriría 
por primera vez desde 1789. Participan numerosos observatorios instalándose en 
total 44 estaciones. A pesar de la evidente importancia otorgada al evento por 
la comunidad científica internacional, el Observatorio Nacional no participa. El 
director estaba convencido que otras técnicas como la empleada con Flora eran 
mucho más prometedoras. El tránsito no sería visible desde Argentina y eviden¬ 
temente Gould no estaba dispuesto a destinar tiempo ni presupuesto a este fin 
(Informe al Ministro 1973). 

En 1877 se dio otra oposición de Marte, muy buena para este tipo de investi¬ 
gaciones, por lo que diversos astrónomos, en particular David Gilí, se encargaron 
de organizar la observación. En el informe de 1878, Gould indica que se les había 
requerido una cantidad considerable de observaciones nuevas, realizadas durante 
el transcurso de 1877, para ayudar con este emprendimiento. 

En 1882 se presentó la segunda ocasión para observar el tránsito de Venus. 
Como ocurrió ocho años antes, si bien Gould asesora a varias de las expediciones 
organizadas por distintos observatorios, en los aspectos geográficos, meteoroló¬ 
gicos y económicos, no participa de las mismas, realizando sólo observaciones 
menores. 

En 1898 el astrónomo alemán Karl G. Witt, descubre fotográficamente el 
asteroide Eros, el que resultó ser un objeto ideal para las mediciones de la parala¬ 
je solar, mejor aún que Flora. La campaña para su observación, fue prontamente 
organizada por una comisión específicamente creada para este fin por la Con- 
férence Astrographique Internationale. El Observatorio de Córdoba participa la 
misma, realizando observaciones entre el 7 de febrero y el 4 de marzo de 1901. 
Años más tarde, en 1909, habiendo fallecido Thorne, Perrine asiste a la reunión 
del Comité de Carte du Ciel en la que participa de la Comisión E “de Eros”, des¬ 
tinada a la organización de las observaciones de este asteroide. La Dra. Glancy 
observa Eros durante 1918 con el objeto de ajustar su órbita. 

En 1931 se presentó otra oportunidad con Eros, especialmente favorable 
para ello. La nueva campaña logró que el trabajo se realizara desde 36 puntos 
distintos distribuidos por todo el planeta. En el ONA los trabajos se realizaron 
entre enero y abril de 1931; Jorge Bobone y R. Winter lograron realizar con el 
telescopio astrográfico, fotografías en 50 noches. El cálculo de la distancia media 
de la Tierra al Sol, empleando los resultados de la campaña, fue efectuado por 
el astrónomo real H. S. Jones, quien en 1941 encontró un valor de 149.600.000 
kilómetros. 



Historia del Observatorio Astronómico de Córdoba 


101 


5. Los inicios de la Astrofísica argentina 

La imprevista muerte del Dr. Thome, acaecida el 27 de septiembre de 1908, 
creó un serio problema vinculado con su sucesión en la dirección del Observa¬ 
torio. Poco menos de un año más tarde se hacer cargo de la institución otro 
estadounidense, el último director de esta nacionalidad. Sin vínculo aparente 
con el Observatorio Nacional las circunstancias de su designación permanecie¬ 
ron ignoradas hasta la presente investigación. 

El fallecido director trabajaba casi exclusivamente ayudado por su mujer y 
muy pocos asistentes. A ninguno de estos se los consideraba en condiciones para 
dirigir tan importante institución. Tampoco en el Observatorio de La Plata, que 
apenas estaba saliendo de una profunda crisis, existía un posible candidato. 

5.1. En busca de un director. Continuidad de los estadounidenses en 
Córdoba 

El ministro de Justicia e Instrucción Pública Dr. Rómulo S. Naón 35 , se en¬ 
frentó con la nada fácil tarea de encontrar un candidato para cubrir el importante 
cargo vacante. Ante estas circunstancias, Naón recurre al director de la Oficina 
Meteorológica Argentina, el Dr. Walter Gould Davis. Davis tenía un íntimo co¬ 
nocimiento del Observatorio por haber sido uno de los primeros astrónomos del 
mismo y trabajado tanto con Gould como con Thome. Era un científico recono¬ 
cido y miembro de la Academia Nacional de Ciencias. Poseía también numerosas 
relaciones en el mundo científico y empresarial. Lewis Boss, director del Obser¬ 
vatorio Dudley, lo describe con estas palabras: “Él es un hombre de negocio, un 
gran ejecutivo y también un caballero culto.” (Boss a Campbell, 28/11/1908). 

Apenas una semana antes del fallecimiento de Thome, llega a San Luis la pri¬ 
mera comitiva de la expedición organizada por el Dudley Observatory y el Depar¬ 
tamento de Astronomía Meridiana de la Carnegie Instituí ion de Washington 36 , 
para instalar en aquella ciudad un observatorio astronómico provisorio, con el 
propósito de determinar las posiciones estelares del hemisferio sur. Los integran¬ 
tes de la misma eran: Lewis Boss, Richard H. Tucker y William B. Varnurn. 
Davis estaba al tanto de esta visita, de hecho años antes había sido consultado 
por Boss sobre la posibilidad de encontrar en Argentina un lugar adecuado para 
establecer la expedición, sugiriendo entonces a San Luis como mejor emplaza¬ 
miento. A la vez, tenía una larga amistad con Tucker, producto de haber sido 
compañero de trabajo en Córdoba. 

Tucker fue ayudante de astrónomo en el Dudley desde 1879 hasta su viaje 
a Córdoba en 1883, en donde se convirtió en el principal colaborador de Thome. 
A su retorno a Estados Unidos se empleó en el Lick Observatory. Más allá de su 
capacidad de trabajo y conocimientos profesionales, su experiencia en el ONA, el 
conocimiento de la realidad argentina y del idioma español, así como su relación 
con Davis, lo convirtieron en el hombre adecuado para dirigir la expedición. 

Davis aprovecha la presencia de Boss y de Tucker para consultarlos sobre 
el posible sucesor de Thome. Consecuencia de este diálogo se acuerda proponer 
un candidato: Charles Dillon Perrine. Al regresar en octubre a Estados Unidos, 
Boss contacta en forma inmediata a Perrine, el que en principio acepta la oferta, 
condicionada a la autorización de su director, el conocido astrónomo William 
Wallace Campbell. 



102 


S. Paolantonio y E. Minniti 


Boss envía una misiva con fecha 28 de noviembre de 1908, en la que impone 
a Campbell la situación. En la misma expresa su preocupación que el Observa¬ 
torio Argentino caiga en manos de un director incapaz que lo lleve al colapso, 
indicando que en Sudamérica existían varios ejemplos de esto. Le recuerda que 
el observatorio de Córdoba era junto al del Cabo, en Sudáfrica, uno de los más 
importantes observatorios del hemisferio sur. 



Figura 16 Izquierda: Lewis Boss a su llegada a la Argentina, 1908 
(Caras y Caretas). Derecha: Charles D. Perrine, 1912 (Archivo OAC). 


Campbell apoya la sugerencia y escribe a su vez una carta al presidente de 
la Universidad de Berkeley, Benjamin Ide Wheeler. En esta confiesa que hay en 
él una “idea sentimental” relacionada con este tema, pues desde su inauguración 
el ONA fue dirigido por norteamericanos: “El Observatorio fue establecido por 
un americano que lo desarrolló a la más alta jerarquía; y un americano siem¬ 
pre ha estado a cargo de él”. Destaca también que Davis realiza esta propuesta 
.. inspirado por motivos patrióticos”y reclama un sacrificio por parte del Ob¬ 
servatorio de Lick 3 '. Efectivamente para el Lick y en especial para su Director 
era un sacrificio cederlo, pues en reiteradas oportunidades señala a Perrine como 
su “mano derecha”. 

Los motivos por los que Perrine acepta parecen evidentes, se le ofrece dirigir 
uno de los observatorios más importantes del mundo con un excelente salario 
(Campbell a Wheeler 12/12/1908), 12.000 pesos anuales, equivalentes a 5.400 
dólares oro, más la residencia. Tal como lo señala en sus cartas, esto último fue un 
gran incentivo. Adicionalmente se trasluce en la correspondencia un compromiso 
del ministro Naón de hacer un esfuerzo para incrementar el por entonces magro 
presupuesto del Observatorio, palabra que en gran medida luego se cumpliría. 

Perrine acepta el ofrecimiento por telegrama de fecha 18 de enero de 1909, 
siendo otorgado su cargo como director por decreto del 29 del mismo mes, fir¬ 
mado por el presidente Figueroa Alcorta y el ministro Naón. 

Charles D. Perrine había entrado como secretario al Lick Observatory y 
prontamente pasó a ser asistente de astrónomo, puesto que conservó durante 
una década, para asumir luego como astrónomo a partir de 1905. Sin estudios 
de grado, esta carrera se sustentó en su gran laboriosidad y habilidad como 
observador, actitudes que le permitieron importantísimos logros. Descubre nada 
menos que nueve cometas. Estudia eclipses solares totales, llegando a ser el 



Historia del Observatorio Astronómico de Córdoba 


103 


encargado de la expedición que el observatorio realiza a Sumatra en 1901. Fue 
encargado durante 8 años de uno de los más importantes instrumentos instalados 
en el monte Hamilton, el gran reflector Crossley de 91 centímetros de diámetro. 
Con el mismo realizó numerosas fotografías de objetos nebulares, investigación 
que iniciara James E. Keeler. También trabajó en la determinación de la paralaje 
solar, a partir de casi mil fotografías obtenidas al asteroide Eros. 

Pero sin dudas, lo que le otorgó mayor renombre, fueron los descubrimientos 
de las lunas de Júpiter, VI (Himalia) en 1904 y VII (Elara) en 1905. Estos 
notables hallazgos, hicieron a Perrine muy popular en su país. 

En 1897 recibe la medalla Lalande de la Academia de Ciencias de París. 
En 1902 fue designado presidente de la Astronomical Society of the Pacific y 
finalmente en 1905, el Saint Claire College le otorga el Doctorado en Ciencias 
Honoris Causa, permitiéndole de este modo ocupar su cargo de astrónomo. 

Como puede apreciarse, Perrine era ante todo un astrónomo observacional 
dedicado a la Astrofísica, rama de la Astronomía que para la época en que 
ocurrieron estos acontecimientos comenzaba a ocupar decididamente el primer 
puesto en el interés de los astrónomos. Un observatorio de la categoría del ONA 
debía comenzar a dedicar sus mayores esfuerzos a estos estudios. 


5.2. El director ignorado 

Hasta el arribo a Córdoba del Dr. Perrine, en forma interina ocupa la direc¬ 
ción el ingeniero Eleodoro G. Sarmiento, quien ya lo había hecho con anterioridad 
en forma provisoria durante las ausencias de Thome. Se convierte de este mo¬ 
do en el primer director argentino del Observatorio Nacional. Su actuación fue 
inexplicablemente olvidada, a pesar de que está registrada en los archivos y se 
consignan en las nóminas de sueldo sus haberes mensuales diferenciales con tal 
carácter, incluyendo certificación oficial de servicio que así lo acredita (OAC, 
Libro Copiador D, p. 216). Prueba de la asunción plena de sus funciones, lo 
constituye la documentación existente con su firma y la expresión propia en la 
misma donde, por ejemplo, se dirige al Director del Observatorio de Berlín co¬ 
mo “muy señor mío y colega”, o al Gerente del Banco de la Nación, sucursal 
local, donde expresa que “...la única firma autorizada para firmar cheques por 
este establecimiento es la que va al pie de la presente”, la propia (OAC, Libro 
Copiador D). 

Sarmiento ya había realizado trabajos temporarios para el Observatorio 
en mayo de 1892, desconociéndose la naturaleza de los mismos. Ingresa como 
Segundo Astrónomo en agosto de 1894 y con posterioridad, se recibe de Ingeniero 
Geógrafo en la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de 
Córdoba, el miércoles 17 de agosto de 1898. 

La actuación del ingeniero Sarmiento desmiente la opinión de algunos in¬ 
vestigadores, que la dirección fue asumida informalmente por la viuda de Thome 
y que fue ella quien entregó el cargo al siguiente director, el Dr. C. Perrine. La 
documentación mencionada y otra que es ocioso citar por ser propia de la ru¬ 
tina burocrática, prueba lo contrario y finaliza con nota cursada al propio Dr. 
Perrine, residente en tránsito en el Hotel Phoenix en Buenos Aires con fecha 8 
de junio de 1909, que demuestra que el flamante director titular aún no asumido 
se entendió mediante telegrama directamente con Sarmiento y no con la viuda 



104 


S. Paolantonio y E. Minniti 


de Thome. Esto se ve corroborado por lo manifestado en la prensa local (La Voz 
del Interior, 17/6/1909, Observatorio Nacional, El nuevo director). 

El ingeniero Sarmiento ocu¬ 
pa la dirección del establecimien¬ 
to hasta junio de 1909, perma¬ 
neciendo poco menos de nueve 
meses en el cargo, si bien des¬ 
de febrero de ese año lo hará en 
otro carácter al ser designado el 
Dr. Perrine. En este corto perío¬ 
do su actuación se limita a man¬ 
tener la continuidad de los pocos 
trabajos que estaban en curso, a 

5.3. Un nuevo rumbo para el Observatorio Nacional Argentino 

La designación de Perrine al frente del ONA, marca un giro en la orientación 
de los trabajos de esta institución: de la Astronomía de posición a la moderna 
Astrofísica. Si se analizan las tareas hasta entonces realizadas por Perrine, puede 
apreciarse que tienen muy poca relación con los trabajos astrométricos, que 
esencialmente se llevaban adelante en el Observatorio. Esto sin dudas resultaba 
evidente a todos los involucrados en su designación, cuestión importante para 
analizar los eventos que treinta años más tarde llevarían a su alejamiento de la 
dirección. 

Como sucedió cuatro décadas antes con Benjamín Gould, la experiencia 
previa del director marcaría los principales proyectos que se llevarían adelan¬ 
te: el gran reflector, el estudio de eclipses solares y la investigación de objetos 
nebulosos. A pesar de esto, nunca se descuidaron los trabajos astrométricos em¬ 
prendidos en la anterior administración. Finalizó la Córdoba Durchmusterung, 
los catálogos meridianos de precisión, instaló y puso en funcionamiento el nue¬ 
vo círculo meridiano, emprendiendo y terminando el Catálogo Astrográfico y la 
Carte du Ciel. 

5.4. Intentos para verificar la teoría de la relatividad 

Pocos años antes de la llegada del Dr. Perrine al Observatorio Nacional, 
Einstein había enunciado su teoría de la Relatividad. Para la verificación experi¬ 
mental de su teoría, Einstein propuso una observación astronómica para verificar 
su discrepancia con la predicción Newtoniana sobre la desviación de la luz en 
presencia de un objeto masivo. Debíase medir el cambio en la posición de las 
estrellas cercanas al limbo solar consecuencia de este fenómeno, lo cual era so¬ 
lo posible durante un eclipse total, para evitar que la intensa luz proveniente 
del Sol impidiera la observación estelar. Einstein convenció al joven Dr. Erwin 
Freundlich del Observatorio de Berlín para que lo ayudara, el cual inicialmente 
intentó la verificación utilizando fotografías de eclipses solares anteriores. 

En oportunidad de su viaje a la reunión del Comité de la Carte du Ciel 
en París realizada en octubre de 1911, el Dr. Perrine se trasladó a Polonia, 
haciendo escala en Berlín por unas pocas horas. En esa ciudad es contactado 
por Freundlich, quien lo pone al tanto de sus trabajos en tal sentido. Luego de 





Figura 17 Detalle de la firma del 
Ing. Eleodoro Sarmiento como di¬ 
rector interino del ONA (Archivo 
OAC). 

excepción de la Córdoba Durchmusterung. 



Historia del Observatorio Astronómico de Córdoba 


105 


intentar infructuosamente utilizar fotografías obtenidas en eclipses anteriores, 
Freundlich le solicitó cooperación para que hiciese las observaciones adecuadas 
en el próximo eclipse solar. Perrine acepta la propuesta. Contaba con experiencia 
obtenida en varios eclipses totales desde mediados de la década de 1890. Con 
este objetivo se organiza una expedición para la observación del eclipse ocurrido 
el jueves 10 de octubre de 1912 cuya sombra transitó el territorio brasileño 
(Paolantonio y Minniti 2008). 

Se prepararon en Córdoba múltiples instrumentos especiales para la ocasión, 
diseñados y fabricados por el mecánico James Oliver Mulvey, utilizando madera; 
ya que de acuerdo con la experiencia de Perrine, serían más estables ante los 
cambios de temperatura que sobrevendrían durante el fenómeno. La comisión 
enviada a Brasil estuvo compuesta por el tercer astrónomo Enrique Chaudet, el 
mecánico Mulvey, el fotógrafo Robert Winter y el director Perrine. Se instaló 
en las afueras del pequeño poblado de Cristina, estado de Minas Gerais, a unos 
200 kilómetros al noreste de San Pablo (Paolantonio y Minniti 2008). Los dos 
objetivos enviados por Campbell, de 75 mm de diámetro y 335,4 cm de distancia 
focal 38 , se instalaron contiguos, con un diafragma externo común fabricado con 
tela negra. Con ellos se realizarían las fotografías destinadas a verificar la teoría 
de Einstein. Otras cámaras similares tenían como propósito el estudio de la luz 
polarizada de la corona y obtener espectros de la fotosfera y la corona solar. Un 
telescopio fotográfico de 12 metros de distancia focal se emplearía para realizar 
delicadas fotografías de la corona. 

El clima les jugó en contra. Un par de días antes del eclipse se presentó 
nublado y lluvioso, condición que se mantuvo durante cuatro jornadas consecu¬ 
tivas, frustrando completamente lo programado. Campbell recibió un lacónico 
telegrama de E. C. Pickering: “Perrine cables from Brazil, rain”. 

Esta fue la primera tentativa de probar la teoría de la relatividad por medio 
de observaciones astronómicas, anticipándose en siete años a la exitosa expedi¬ 
ción inglesa de 1919, lo cual destaca su importancia. 

Perrine realiza dos nuevos intentos, el 21 de agosto de 1914, en la lejana 
Ucrania y el 3 de febrero de 1916 en Venezuela. En 1914 el lugar elegido fue 
Teodesia, ubicada en la península de Crimea a orillas del Mar Negro. Esta sería 
una costosa expedición plagada de dificultades de todo tipo, en especial como 
consecuencia del comienzo de la Primera Guerra Mundial. Estuvieron al frente 
de la misma el Director y Mulvey. Como consecuencia de la guerra varias expe¬ 
diciones organizadas debieron desistir en sus intentos, la Argentina fue la única 
del hemisferio sur. 

El viernes 21 de agosto, el cielo amaneció totalmente despejado, pero hacia 
el medio día comenzaron a aparecer nubes, las que cubrieron parcialmente el 
Sol durante toda la duración del fenómeno. Entre las nubes se lograron obtener 
algunas pocas imágenes de escasa utilidad, sin embargo estas son las primeras 
conseguidas con el propósito de verificar la teoría de la relatividad. 

En el siguiente intento de 1916, la comisión del Observatorio de Córdoba se 
ubicó en Tucacas y el único encargado del trabajo fue E. Chaudet. El equipo era 
más modesto que el de las expediciones anteriores, dadas las serias limitaciones 
económicas consecuencia de la crisis provocada por la guerra. La principal ausen¬ 
cia fue la gran cámara de 12 metros. Durante la mañana del jueves 3 de febrero 
llovió copiosamente, pero a la hora del eclipse el cielo se presentó cubierto solo 



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S. Paolantonio y E. Minniti 



Figura 18 Izquierda: James Mulvey (parado) y Robert Winter, 1912 
en Brasil (Caras y Caretas). Derecha: Instrumentos del ONA instala¬ 
dos en Cristina, Brasil, 10/10/1912. Frente a la gran cámara: Winter, 
Mulvey y Chaudet (Archivo OAC, digitalizada por los autores). 


por ligeras nubes. A través de este tenue velo se consiguieron durante los dos 
minutos y medio que duró la totalidad, 28 exposiciones de la corona, su espectro 
y el de la capa inversora, de ninguna utilidad para la verificación de la teoría. 

Luego del frustrado intento de Cristina en 1912, Perrine escribió al astróno¬ 
mo brasileño Enrique Morize, solicitándole un estudio para la determinación del 
mejor sitio para observar el eclipse total del 29 de mayo de 1919, que ocurriría en 
territorio de aquel país, previendo su importancia por su larga duración: casi sie¬ 
te minutos. El resultado publicado incluía a la localidad de Sobral (Paolantonio 
y Minniti 2008). 

A pesar de haber planificado la presencia en este eclipse, los grandes gastos 
que demandaron al Observatorio los tres intentos frustrados, sin obtener resul¬ 
tados notables, así como la necesidad de dedicar el presupuesto al proyecto del 
“Gran Reflector”, impidieron la concreción de esta última empresa. El Observa¬ 
torio estuvo ausente en Sobral, oportunidad en la que finalmente las condiciones 
climáticas fueron las adecuadas para lograr las imágenes que confirmarían la 
predicción de la célebre teoría de la relatividad (Einsenstaedt y Passos Videira 
1998). 

5.5. Mujeres astrónomas 

Durante el período comprendido entre su fundación y la jubilación de Pe¬ 
rrine, solo una mujer fue empleada en el Observatorio como astrónoma, la nor¬ 
teamericana Anna Estelle Glancy. 

Sin embargo, a lo largo de este lapso, muchas fueron las mujeres que tran¬ 
sitaron por la institución contribuyendo de una u otra manera en la actividad 
astronómica. Se desempañaron principalmente en tareas sistemáticas, típico em¬ 
pleo de mujeres en la época, principalmente como medidoras de las placas foto- 



Historia del Observatorio Astronómico de Córdoba 


107 



Figura 19 Izquierda: Expedición del ONA en Teodesia, 1914. Parado 
cuarto desde la izquierda Mulvey. Sentado, segundo desde la derecha 
Perrine. Derecha: Fotografía obtenida el 3/11/1916 por la expedición 
del ONA en Tucacas (Archivo OAC, digitalizadas por los autores). 


gráficas o como computadoras, para la realización de los numerosos y tediosos 
cálculos necesarios para las reducciones de las observaciones. 

Anna Glancy llega al Observatorio en 1913. Había nacido en Waltham, 
Massachussets, EE.UU., el 29 de octubre de 1883. Se graduó en Wellesley en 1905 
e ingresó al Berkeley Astronomical Department de la Universidad de California 
—de la que dependía el Observatorio Lick—, en el que se doctoró en 1913, 
convirtiéndose en la primera mujer estadounidense en hacerlo en astronomía, 
junto a sus compañeras de estudios, entre las que se encontraba Emrna Phoebe 
Waterman. 

Ese año Anna y Emrna ofrecen sus servicios al ONA. Prontamente recibieron 
la aprobación del Director, por lo que se embarcaron inmediatamente para la 
Argentina. 

Glancy se estableció en Córdoba trabajando hasta 1918. Se aloja en la 
pequeña vivienda ubicada a un lado de la entrada sur del Observatorio. Se dedica 
a la observación y determinación de las órbitas de diversos cometas y asteroides. 
Utiliza el ecuatorial de 30 cm y la cámara Saegmüller-Brashear, junto a Enrique 
Chaudet para fijar las posiciones de varios cometas. El trabajo más importante 
lo realiza sobre el cometa descubierto por John E. Mellish a principios de 1915. 

Cuando en 1918 deja el Observatorio regresó a su patria, donde se emplea 
en la American Optical Company, en la que, bajo la dirección de Edgar Derry 
Tillyer, se especializa en el diseño de lentes, principalmente oftálmicos y de 
telescopios. Por sus trabajos obtuvo 13 patentes. Fallece en 1956. 

En la travesía de EE.UU. a Córdoba, Waterman entabló relación con un 
joven, por lo que su estadía en el país se limitó solo a tres meses, regresando a 
su patria luego de ese tiempo. No se conoce trabajo alguno realizado por ella en 
el ONA. 

Otra mujer que actuó en el establecimiento fue la esposa de Milton Upde- 
graff—empleado del Observatorio entre 1887 y 1890—, Alice Lamb, que trabajó 


108 


S. Paolantonio y E. Minniti 


en el Washburn Observatory. Si bien no fue empleada de la institución, reali¬ 
zó durante algunos meses entre 1887 y 1888, 830 observaciones con el Círculo 
Meridiano y reducciones de los valores de declinación de las observaciones. 

Hubo también otras mujeres que realizaron tareas como ayudantes sin ser 
empleadas, las esposas de los astrónomos, en especial las de los directores. Gould 
resume la participación su mujer, Mary Quincy Adams, del siguiente modo: 

No puedo hablar de otro ayudante, cuyo nombre no figura en los 
libros del Observatorio, y sin cuya incansable e incesante ayuda, mi 
trabajo apenas habría podido ser ejecutado (textual, Gould 1874). 

En oportunidad de anunciar el fallecimiento de Mary, Sarmiento señala: 

Los que trataron de cerca al estudioso e infatigable sabio (Gould), 
le oían siempre atribuir a su compañera la parte más laboriosa de sus 
trabajos astronómicos; pero las señoras que en Córdoba frecuentaban 
la amistad de la señora de Gould, solo veían en ella la dama cumplida 
de salón, la madre desgraciada de sus hijas, perdidas en una catástro¬ 
fe, o feliz en la educación de los que conservaba. Muy tarde supieron 
que era, además de un sabio, una señora de ilustre prosapia... (El 
Nacional N- 11.059, 1883.) 

Francés Angeline Wall, esposa de Thorne, fue sin dudas la que más se invo¬ 
lucró en los trabajos de la institución, en particular con la Córdoba Durchmus- 
terung como se señalara oportunamente. Nativa de Jackson, Michigan, EE.UU., 
llega a la Argentina en 1883 junto a France Armstrong, contratada para trabajar 
como maestra. Primero estuvo en Catamarca para posteriormente, a principios 
de 1884, trasladarse a Córdoba, al ser designada vicedirectora de la Escuela 
Normal. Luego de su casamiento con Thorne en diciembre de 1885 renuncia a 
su puesto. Vive en el Observatorio hasta 1909 y posteriormente en Buenos Aires 
donde fallece en 1916. 

La esposa de Perrine, Bell Srnith, lo ayuda con las anotaciones de las ob¬ 
servaciones del cometa Halley. También había trabajado en el Lick Observatory 
como bibliotecaria. En 1925 regresa a EE.UU. donde se queda con sus hijos y 
ya no retorna a Córdoba. 

5.6. Observando cometas 

Cuando Gould diseña los programas de observación para el ONA, en ningún 
momento piensa en la observación de cometas u otros objetos del sistema solar. 
En reiteradas oportunidades opina que un observatorio nacional no le correspon¬ 
de interesarse sistemáticamente en este tipo de fenómenos, dadas las necesidades 
concretas del país de obtener resultados con objetivos más prácticos y muy ne¬ 
cesarios para su desarrollo, como el caso de las determinaciones geográficas, la 
hora, etc. (Gould 1871) (Gould a Sarmiento 06/12/1872). Sin embargo, cuando 
las razones lo justifican no vacila en utilizar los recursos a su alcance para el 
estudio de cometas; entre los instrumentos del observatorio se contaba con un 
buscador de cometas fabricado por C. A. Steinheil de Monaco (Thorne 1894) 
(Paolantonio y Minniti 2001). 

El criterio de no ocuparse de la divulgación de los resultados o de emitir 
opiniones sobre estos astros —al igual que con los eclipses—, fenómenos que 



Historia del Observatorio Astronómico de Córdoba 


109 



Figura 20 Izquierda: Anna E. Glancy, 1919 (American Astronomi- 
cal Society, Meeting Arbor). Derecha: Cometa Mellish. Fotografía del 
21/05/1915 (Placa 6). Fue estudiado por la Dra Glancy (Archivo OAC). 


atraen en gran medida la atención del público, le dio al Director no pocos dolores 
de cabeza. Debió pronto cambiar esta actitud a instancia de las autoridades 
nacionales que lo presionaban para ello, recabando información luego divulgada 
por intermedio de la prensa, para satisfacer en un mínimo la curiosidad popular, 
manteniendo de este modo la simpatía de la gente y justificar públicamente 
las inversiones efectuadas en el Instituto para su funcionamiento. Pronto Gould 
actúa políticamente. En 1882 al aparecer el Gran Cometa de Septiembre, se dirige 
telegráficamente a La Nación el mismo 18 de septiembre brindando información 
de la observación realizada el día anterior. 

Así, como labor accesoria obtiene la posición de los cometas más notables 
utilizando el Gran Ecuatorial dotado de micrómetro filar. El objetivo que per¬ 
sigue en todos los casos es el obtener sus posiciones y a partir de estas sus 
elementos orbitales. Las descripciones de los aspectos morfológicos y la evolu¬ 
ción relacionada con el desarrollo de la coma y el núcleo solo son casuales, por lo 
que no hay dudas de que Gould no tiene profundo interés en el aspecto físico de 
estos cuerpos celestes. Las observaciones realizadas se publican principalmente 
en la Astronomische Nachrichten y en el tomo XV de los Resultados del ONA. 

El primer cometa estudiado desde el Observatorio fue el 1871 V 39 , descu¬ 
bierto en el hemisferio norte el 3 de noviembre del 71. Su posición austral y débil 
brillo lo hacía ideal para ser seguido desde Córdoba. La larga serie de observa¬ 
ciones, efectuadas con el Gran Ecuatorial, empezaron el 15 de enero de 1872 y 
continuaron hasta el 21 de febrero. 

El cometa periódico Encke, fue estudiado en 1878 por pedido del Observa¬ 
torio Imperial de Rusia que calculó su órbita. 

En el crepúsculo del jueves 4 de febrero de 1880 fue descubierto un brillante 
cometa entre nubes cerca del horizonte. A pesar de ser un brillante cometa, este 
pasó relativamente desapercibido por el gran público, dado que la prensa no se 
ocupó de él. En general en las publicaciones especializadas se lo identifica como 
el cometa Gould. 

Al atardecer del 25 de mayo del año siguiente, en Los Altos, Gould se dirigía 
caminando desde su casa al Observatorio vecino, en compañía de su ayudante 
segundo, don Walter G. Davis, cuando este lo alertó de una extraña estrella 


110 


S. Paolantonio y E. Minniti 


que divisaba en la constelación de Columba, creyendo detectar asociado con 
la misma un débil apéndice. Fue observado con el anteojo de teatro de que se 
valía Gould para superar sus limitaciones visuales, pudiéndose determinar con 
el mismo que se trataba de un cometa dotado de un brillante núcleo y una débil 
cauda. Este astro, denominado Cometa 1881 III (de Davis), fue seguido con el 
Gran Ecuatorial hasta que desapareció totalmente del cielo cordobés el 5 de 
junio y las observaciones oficialmente fueron asignadas a Gould por parte de 
Thome en publicaciones posteriores, ignorándose en las mismas la intervención 
de Davis. 

El Gran Cometa de Septiembre, fue descubierto a simple vista como un 
objeto de alrededor de la quinta magnitud. Este extraordinario y casi único co¬ 
meta por sus características en la historia de la Astronomía, fue tempranamente 
observado desde Córdoba por Gould, a quien algunas publicaciones especializa¬ 
das le atribuyen su descubrimiento el 5 de septiembre de 188 2 40 . En realidad 
Gould fue alertado por un “informante” ese día, quien lo describió tan brillan¬ 
te como Venus, observándolo él mismo la jornada siguiente. Desde hacía varios 
días estaba siendo divisado por empleados del ferrocarril, muy temprano por la 
mañana. 

Las observaciones realizadas en Córdoba fueron de las primeras comunicadas 
en aquel momento, anticipándose a las de Ellery en Melbourne, Finlay en El 
Cabo y Cruls en Río de Janeiro. Mereció destacada posición no solo en la prensa 
científica, sino en los medios de difusión vulgares por su espectacularidad. 

La primera observación posterior registrada corresponde al 13 de septiem¬ 
bre. Comenzó a ser visible a simple vista desde Córdoba al amanecer del 17 y lo 
siguió siendo hasta las 11 de la mañana en que su imagen se confundió con la del 
Sol. Eran observables ambos cuerpos en el campo del telescopio del Observatorio. 
Al paso del Sol por el meridiano ese día, ya se hallaba oculto detrás del mismo 
para reaparecer y desaparecer conjuntamente al atardecer en el horizonte oeste. 
Desde las azoteas, patios y calles era seguido el espectáculo diurno inusual por la 
población consternada. El periodismo habla elocuentemente del gran interés que 
por las cosas astronómicas ha despertado, ya que se ofrecía a los ojos desnudos 
al promediar la mañana, conjuntamente con el Sol. 

John Thome, durante su dirección, mantienen los mismos criterios que su 
mentor, el Dr. Gould, respecto a las investigaciones de estos cuerpos. Los tra¬ 
bajos, llevados adelante con el Gran Ecuatorial, se centraron exclusivamente en 
los aspectos astrométricos, con la determinación de las posiciones de los cometas 
en el cielo, con excepción del 1885II, al cual se le calcularon sus parámetros 
orbitales. 

El más importante de este período fue el Cometa de Thome o Gran Cometa 
del Sur. El 10 de marzo de 1887, la prensa de la ciudad de Córdoba se hace 
eco de noticias divulgadas por diarios europeos, sobre el cometa detectado en 
el Observatorio de Córdoba a mediados de febrero de ese año, al que denomina 
“Cometa de Thome”. Mientras se preparaba para comenzar la observación de una 
faja para la Córdoba Durchmusterung, al atardecer del 18 de febrero, Thome 
observó a simple vista un objeto nebuloso, cercano al horizonte. Aún ayudado 
con binoculares para teatro, no pudo estar seguro de que se trataba de un cometa, 
debido a la debilidad del objeto. Deberá esperar hasta el 20, pues al día siguiente 



Historia del Observatorio Astronómico de Córdoba 


111 


el cielo se presenta nublado. Sin embargo, algunas nubes y la muy baja altura 
le impiden realizar mediciones. 

Más tarde el Dr. C. D. Perrine continúa e intensifica el estudio de los co¬ 
metas en la institución. Siendo empleado del Lick Observatory, con el telescopio 
refractor de 30,5 centímetros de diámetro, similar al existente en Córdoba, logró 
ser el primero en observar el retorno de varios cometas periódicos. Las muchas 
horas de observación dieron sus frutos, pues descubre nada menos que nueve 
cometas: 1895 IV (c), 1896 I (Perrine-Lamp 1896a), 1896 VII, 1897 I (f), 1897 
III (b), 1898 I (b), 1898 VI (e), 1898 IX (Perrine-Chofardet 1898h), 1902 III 

(b) 4 • 

El interés de Perrine por el estudio de los cometas, se vio acrecentado ante 
el paso del famoso Halley, ocurrido entre fines de 1909 y principios de 1910, muy 
poco tiempo después de su llegada a la Argentina. A diferencia de sus antecesores, 
Perrine aprovechó el impacto que la aparición de estos astros tiene en el gran 
público, para difundir los trabajos realizados en el Observatorio, anunciando a 
la prensa en forma sistemática los descubrimientos 42 . 

Estos trabajos evolucionaron paulatinamente a lo largo de la administración 
del Dr. Perrine. En un comienzo, se continuó con lo realizado en las anteriores 
direcciones, consistente principalmente en la determinación de la posición del 
núcleo, empleando el Gran Refractor y el micrómetro, y ocasionales descripciones 
del aspecto general del cometa. Con la llegada de la Dra. Anna E. Glancy en la 
década de 1910, la que se dedicó casi por entero al seguimiento de numerosos 
cometas y asteroides, se comenzaron a efectuar en forma sistemática cálculos 
de los parámetros orbitales, así como descripciones detalladas de las colas y 
expulsiones de materia, además de la obtención de espectros empleando prismas 
objetivo. 

A fines de la década de los veinte, al ingresar al Observatorio el joven F. 
Jorge Bobone, se generaliza el empleo de la fotografía para estos estudios, reali¬ 
zadas en su mayoría con el telescopio Astrográfico. Bobone, haciendo uso de sus 
excelentes conocimientos matemáticos, realiza metódicamente cálculos de órbi¬ 
tas, efemérides y predicciones de apariciones de cometas periódicos. En base a 
sus cálculos, Bobone se convierte en el primero en avistar el cometa Encke en su 
retorno de 1931, un logro verdaderamente notable. 

El cometa Halley 

El retorno del Halley ocurrido en 1910 despertó un inmenso interés en el 
mundo científico, teniendo en cuenta que sería el único que podrían estudiar los 
astrónomos de ese momento, dado que su período es de casi 77 años. Los cálculos 
mostraban que pasaría a una distancia muy pequeña de la Tierra —para los 
estándares astronómicos—, de modo que las condiciones que presentaría para su 
observación serían excepcionalmente favorables. Las efemérides indicaban que la 
Tierra transitaría a través de la cola del cometa, lo que despertó un atractivo 
adicional. 

El Dr. Perrine destaca el interés despertado: 

Desde muchos años antes de su aparición, este, el más famosos de 
los cometas, fue esperado con el más vivo interés por los astrónomos. 

No solamente como uno de los más impresionantes espectáculos de la 
naturaleza, sino como una oportunidad muy extraordinaria de estu- 



112 


S. Paolantonio y E. Minniti 


diar uno de los más importantes miembros de esta clase de cuerpos 
excepcionales. Investigaciones de toda clase, se proyectaron y mé¬ 
todos determinados de solución se planearon con larga anticipación 
a la aparición del cometa. Aparatos fueron construidos y guardados 
hasta que “Halley llegara” (Perrine 1934a). 

Desde el hemisferio sur, la oportunidad para observar este retorno era muy 
buena. La espera terminó cuando Max Wolf en Heidelberg, Alemania, divisó al 
cometa en la constelación de Géminis, el 11 de septiembre de 1909. En Córdoba 
aparece el anuncio del avistamiento en la Voz del Interior en su edición del 14 
de ese mismo mes (Perrine 1934a). 

El Dr. Thome, antes de su fallecimiento, había encargado al fabricante de 
instrumentos Hans Heele de Berlín, un telescopio fotográfico 43 que se destinaría 
a la observación del gran cometa. Lamentablemente el mismo estuvo disponible, 
en palabras de Perrine, “ cuando Halley no era más que un recuerdo” (Perrine 
1934a). Este hecho redujo las posibilidades instrumentales a las disponibles en 
ese momento: el viejo Gran Ecuatorial remozado con la montura de Warner y 
Swasey, el telescopio Astrográfico empleado para la Carte du Ciel y una cámara 
“portrait’lens”, con óptica de John A. Brashear y montura elaborada por George 
Saegmüller, también comprada durante la administración de Thome 44 . 

En su acercamiento al Sol, el Halley se ubicó muy al norte, de modo que 
debió esperarse hasta el 30 de noviembre para lograr la primera observación desde 
Córdoba. Se realizaron mediciones con el micrómetro montado en el refractor, 
hasta el 3 de febrero de 1910, cuando el cometa se encontró tan cerca del Sol 
que fue imposible observarlo. La impaciencia y expectativa fueron grandes hasta 
que nuevamente, el ayudante Enrique Chaudet, lo avistó el 12 de abril luego de 
su paso por detrás del astro rey. 



Figura 21 Izquierda: Cometa Halley 08/05/1910. Derecha: Espectro 
del Halley obtenido el 26/05 con 83 min de exposición (Archivo OAC). 

Los trabajos continuaron en forma ininterrumpida hasta el 22 de agosto. 
El 25 de ese mismo mes se lo vio débil y cercano al horizonte. A partir de esa 


Historia del Observatorio Astronómico de Córdoba 


113 


noche los intentos fueron infructuosos hasta que el 5 de noviembre se abandonó 
la búsqueda. 

Más allá de las determinaciones de posiciones con el micrómetro, en esta 
segunda etapa, el brillo y posición del cometa fueron favorables para comenzar 
con las tomas fotográficas. En la límpida noche del lunes 18 de abril, luego de 
realizar varias exposiciones para el Catálogo Astrográfico, el fotógrafo Symonds, 
en dos intentos logra la primera placa útil. En mayo se une al trabajo Robert 
Winter, juntos obtuvieron a lo largo de los meses cientos de tomas destinadas a 
registrar el aspecto del cometa y su posición. 

También se practicaron estudios espectrométricos empleando un prisma ubi¬ 
cado delante del objetivo de la cámara Saegmüller-Brashear. Para este fin, se 
solicitó a Cari Lundin de la compañía Alvan Clark e hijos, un prisma de vidrio 
flint. Sin embargo, en marzo del año siguiente, los fabricantes anuncian que les 
era imposible conseguir en tan corto tiempo el bloc de vidrio para fabricarlo. 
Ante esta circunstancia, gestiones de último momento y gracias a la interven¬ 
ción del profesor Ernil Hermann Bose, director del Laboratorio de Física de la 
Universidad de La Plata, se consiguió a préstamo un prisma de 60°. Dado que 
el trabajo espectrométrico fue realizado con instrumentos no muy adecuados re¬ 
sultaron escasos sus resultados; sirvieron solo para llenar los vacíos existentes en 
los estudios efectuados en otros observatorios. 

La principal investigación proyectada para el Halley, fue la determinación de 
su brillo. Para llevar adelante este estudio debía enfrentarse un gran problema. 
Mientras que el brillo de objetos puntuales como las estrellas, es relativamente 
simple de obtener por comparación directa con otras fuentes de luminosidad 
conocida, hacerlo con objetos extensos como son los cometas, acarrea serias 
dificultades. 

Con la intención de salvar este inconveniente, Perrine se propuso emplear 
el método de fotografías extrafocales, el que había sido objeto de varios estudios 
(Stetson 1923). En este, las fotografías del cometa y de su entorno estelar, son 
obtenidas moviendo la placa entre 8 y 15 nnn de la posición de enfoque. De esta 
manera, las imágenes formadas resultan ser pequeños círculos, todos de igual 
tamaño, con lo que se elimina la mayor parte de las dificultades. 

La obtención de las placas y su posterior medición, resultó ser un trabajo 
sumamente arduo. Debieron solucionarse numerosos inconvenientes, que impli¬ 
caron limitar las mediciones a la zona cercana al núcleo del cometa y durante 
la época en la que este presentó el mayor brillo. Se lograron en total 40 placas, 
las que fueron medidas dieciséis años más tarde. No queda claro cuáles fueron 
las razones de tanto atraso en el comienzo del trabajo. Tal vez se debió a la 
imposibilidad de resolver los problemas que implicaba la medición o a la demora 
en la llegada del fotómetro para realizar las mismas. Esto sin embargo, no da 
respuesta al por qué no se publicaron las restantes observaciones obtenidas. 

Las placas se midieron con un fotómetro, construido utilizando un tubo 
fotoeléctrico comprado para la observación automática de tránsitos con el círculo 
meridiano. El instrumento pudo ser confeccionado gracias a la colaboración del 
ingeniero electricista J. T. Rodwell, empleado del Ferrocarril Central Córdoba. 

Más allá de las publicaciones sobre los avances de las observaciones que se 
llevaban adelante, la lista de las fotografías realizadas en Córdoba aparecen en 
el 15 Meeting de Harvard de la Sociedad Astronómica y Astrofísica Americana 



114 


S. Paolantonio y E. Minniti 



Figura 22 Izquierda: Dispositivo diseñado y construido en el ONA 
para la determinación del brillo del cometa Halley. Derecha: Charles 
Dillon Perrine, 1926 (Archivo OAC, digitalizadas por los autores). 


de 1912. Son destacadas junto a las del Lick Observatory como las mejores 
realizadas. Los resultados definitivos aparecen recién en 1934, en el Volumen 25 
de los Resultados del ONA. La Dra Glancy hacía mucho había retornado a su 
patria, Symonds había fallecido hacía ya un lustro y Winter se jubiló ese mismo 
año. Sin dudas, el impacto que tuvo el Volumen 25 no fue grande 23 años después 
del paso del Halley. 

A pesar del atraso en la aparición del trabajo, las observaciones fueron de 
gran utilidad para fijar la órbita y predecir el retorno del cometa para 1986 
(Zadunaisky 1962). El primero en realizar este trabajo fue J. Bobone, quien 
efectuó los cálculos para la determinación de la órbita definitiva del cometa, con 
la cual, teniendo en cuenta la acción de todos los planetas conocidos, se fijó 
la fecha de su retorno al perihelio. Las mediciones fotométricas, más de medio 
siglo después, fueron utilizadas para los estudios de la evolución del núcleo y su 
interacción con la radiación solar (Schleicher & Schelte 1991). 


5.7. Los trabajos astrométricos no se dejan de lado 

Al analizarse el perfil profesional de Perrine y las investigaciones llevadas 
adelante por él en el Observatorio, se muestra una clara línea direccionada a la 
Astrofísica. Sin embargo, no abandona los trabajos astrométricos comenzados 
en la anterior gestión, los cuales termina y publica. Respetando la tradición de 
la institución, también inicia nuevas tareas relacionadas con esta rama de la 
astronomía. 

El Segundo Catálogo General Argentino, cuyas observaciones fueron efec¬ 
tuadas entre 1885 y 1890, por J. M. Thome, S. W. Jefferson, Samuel Thome, 
Milton Updegraff, E. D. Preston y Walter Davis, y revisado por R. Dressen, se 
publicó en 1911 en el volumen 20 de los Resultados del ONA. 

Los Catálogos Córdoba A (—22° a —27°) y B (—27° a —32°) cuyas medi¬ 
ciones fueron efectuadas de 1891 a 1900, y el C (—32° a —37°), observado entre 
1895 y 1900, se publicaron en 1913 (Vol. 22), 1914 (Vol. 23) y 1925 (Vol. 24) 
respectivamente. Estos catálogos corresponden a la continuación de los análogos 
de la Astronomische Gesellschaft. El Córdoba D, lo realiza Luis C. Guerín a 



Historia del Observatorio Astronómico de Córdoba 


115 


partir de 1931, empleando el Círculo Meridiano nuevo de 190 mm de abertura. 
Es publicado después de 23 años de arduo trabajo en 1954. 

En este período se finaliza y publica, en 1914, la zona —52° a —62° del 
Córdoba Durchmusterung, que Tfiorne finalizó en su mayor parte antes de su 
muerte. Años más tarde en 1932, sale a la luz la última parte de este catálogo, 
con la zona que llega al polo sur. 

Mientras que el Durchmusterung fue terminado en más de un 90 % por 
Thome, el Catálogo Astrográfico y la Carte du Ciel, apenas habían sido iniciados 
durante su gestión. Es durante la dirección de Perrine que se desarrollan los 
mismos, publicándose los resultados en ocho volúmenes. 

Entre 1917 y 1918, Luis Guerín realiza las mediciones de 6.429 estrellas de 
referencia utilizadas en el Catálogo Astrográfico, publicadas en el volumen 34 de 
los Resultados en el año 1934. Estas estrellas fueron empleadas para determinar 
las posiciones de las estrellas registradas en las placas obtenidas para el Catálogo. 

Meade L. Zimmer, quien se emplea en el Observatorio luego de trabajar en 
San Luis en el Observatorio Austral del Dudley Observatory, realiza observacio¬ 
nes de 761 estrellas empleando el nuevo Círculo Meridiano. Estas constituyen 
el Primer Catálogo Fundamental. Las mediciones se efectúan en 1915, 1916 y 
posteriormente 1923. Los resultados se publican en el volumen 35 de los Resulta¬ 
dos del Observatorio en 1929. Zimmer efectúa también numerosas observaciones 
publicadas como un catálogo general en 1941. 

5.8. Se termina la Carta del Cielo 

Cuando Charles D. Perrine se hace cargo de la dirección de la institución a 
mediados de 1909, reorganiza completamente el trabajo de la Carte du Ciel. 

La inspección de las placas obtenidas hasta ese momento, mostró que apro¬ 
ximadamente la mitad de las mismas debían ser rechazadas. Se habían cometido 
dos errores. Por un lado se intentó realizar todas las exposiciones con el mis¬ 
mo foco del telescopio. El foco fue cambiando con el tiempo, de modo que un 
gran número de fotografías se encontraban ligeramente desenfocadas con la con¬ 
siguiente pérdida de las estrellas más débiles. El segundo problema consistía en 
que los clichés se centraron con la posición de las estrellas para la época de la 
obtención del mismo y no para el equinoccio de 1900 como debía ser. 

El análisis detallado mostró imágenes estelares triangulares o alargadas, 
causadas por el soporte defectuoso del objetivo e irregularidades del mecanismo 
de relojería que controlaba el movimiento del telescopio. El mecánico J. O. Mul- 
vey, corrige el defecto del soporte del objetivo, cambiando las láminas de plomo 
que suplementaban las lentes por tiras de papel. Como el efecto aún se notaba 
en determinadas circunstancias, posteriormente se modificó completamente el 
soporte, tomando las lentes de costado con un anillo rígido, el que distribuía 
uniformemente la presión sin deformar las lentes. 

Se encarga también de mejorar el escape del sistema de relojería. En 1914 
confecciona un regulador de su invención que dio resultados óptimos, junto a un 
motor eléctrico. Este nuevo aparato, de suma sencillez, permitió las correcciones 
necesarias sin alterar la marcha del reloj de control. Las fotografías logradas a 
partir de este momento mostraban imágenes de muy buena calidad. Como pue¬ 
de apreciarse, el instrumento fue perfeccionado utilizando totalmente recursos 
locales, un notable logro para la época. 



116 


S. Paolantonio y E. Minniti 


El 9 de septiembre de 1909, se da nuevamente comienzo a las exposiciones. 
La obtención de las tomas finaliza el 29 de diciembre de 1913, para entonces 
Winter había logrado exponer 1099 placas, mientras que Symonds, 316. Se ha¬ 
bían empleado en esta última etapa algo más de 4 años. El ritmo solo se redujo 
en 1910 por las observaciones del cometa Halley. 

El astrónomo argentino Luis C. Guerín, en 1929 recuerda: 

Se hubiera podido terminar en menos tiempo, pero se opuso la 
circunstancia de que las condiciones atmosféricas locales empeoran 
mucho hacia media noche, de manera que la segunda mitad de la 
noche es muy desfavorable para trabajos astrográficos, en los que una 
buena definición es un factor importante. Se prefirió emplear más 
tiempo y producir trabajo de buena calidad como lo es el del Obser¬ 
vatorio Nacional (Guerín 1929). 

Perrine reorganiza el departamento de mediciones con el objeto de hacerlo 
más eficiente. Se cambian las formas de medir las placas, realizando las mismas 
por duplicado y simultáneamente, método empleado en Greenwich y Oxford. 
Además, se adopta el sistema de anotar las medidas por la misma “medidora” 
en vez de ocupar dos personas, una haciendo la medición y otra anotándola. Se 
realiza de este modo la mensura de 29.766 estrellas hasta comienzo de 1911. 

A medida que se obtenían las fotografías se llevan adelante las determinacio¬ 
nes de las posiciones estelares en referencia al centro de la placa, indicándose por 
coordenadas rectangulares dadas en milímetros. Para ello se emplearon “maqui¬ 
nas de medir”. La placa a analizar se ubicaba en un soporte móvil —portaplaca— 
examinándose por medio de un microscopio. Las posiciones de las dos imágenes 
de cada estrella se determinaban respecto a los lados del cuadrado del réseau en 
que se encontraban, utilizando dos escalas móviles por medio de tornillos. Como 
las distancias de las líneas al centro de la placa se conocían con exactitud, podía 
deducirse con facilidad las coordenadas de las imágenes. 

Las mediciones se realizaban dos veces, una vez en una posición y otra con 
la placa girada 180 grados. Las confusiones entre una y otra lectura, se evitaban 
al operador, utilizando escalas con números rojos para lecturas directas y negros 
para las inversas. Los resultados obtenidos por los operadores de las unidades, 
eran controlados en forma estricta para evitar inescrupulosas anotaciones de 
lecturas inversas, una vez obtenidas las directas, por simple repetición. 

La utilización de las escalas, en reemplazo de los micrómetros, fue otra de 
las innovaciones que introduce Perrine, permitiendo de este modo pasar de 3 ó 
4 mil mediciones por persona y por año, a 12 y hasta 15 mil. 

El departamento de mediciones trabajaba en un pequeño edificio de forma 
alargada, ubicado inmediatamente al sur del cuerpo principal del Observatorio. 
En el sótano de esa estructura se encontraba el cuarto oscuro para el revelado 
de las placas fotográficas. 

Con el objeto de poder pasar de las coordenadas rectangulares —distancias 
al centro de la placa— a coordenadas ecuatoriales, era preciso conocer la posición 
de entre 8 y 9 estrellas, llamadas de “repére”, incluidas en el campo de cada placa. 
A partir de las coordenadas de las mismas, era posible deducir las “constantes 
de placas”, con las cuales podía realizarse la transformación de coordenadas, 
proceso denominado “reducción”. La mayoría de los observatorios utilizaron para 



Historia del Observatorio Astronómico de Córdoba 


117 


este fin las estrellas del catálogo fundamental de la Astronomische Gesellschaft. 
Sin embargo, para la época, este catálogo ya contaba con más de tres décadas, 
por lo que Perrine decide realizar las mediciones de las estrellas de repére en 
el observatorio, utilizando el Círculo Meridiano Repsold nuevo. Thorne había 
comenzado esta tarea con el viejo círculo meridiano. Una primera selección de 
estrellas tomando en cuenta sus magnitudes no fue útil, dado que en general se 
distribuían en forma irregular en cada placa, lo cual disminuía la precisión de la 
reducción. Por esta razón debieron medirse un número mayor de estrellas, entre 
12 y 15 por campo. 

Las observaciones de las estrellas de repére fueron llevadas a cabo por el 
astrónomo Guerín y el ingeniero José Tretter, en 129 noches entre el 14 de 
febrero de 1917 y el 4 de enero de 1918, completando en ese período 15.298 
mediciones. Al mismo tiempo que se realizaba este trabajo, se anotaban las 
estrellas dobles y otros objetos interesantes que se presentaban en el campo del 
telescopio, aprovechando al máximo la observación. Las reducciones, efectuadas 
para el equinoccio de 1900, estuvieron a cargo de Juan José Nissen, quien años 
más tarde se convertiría en el primer director titular argentino del ONA. Las 
precisiones logradas fueron de ±0 / ,25 y ±0',30, para la ascensión recta y la 
declinación respectivamente. 

Las medidas de las placas se terminaron en 1920 y los resultados fueron 
publicados a partir de 1925 en los volúmenes 26 al 33 de los Resultados del 
ONA, el último en 1932. En total se registraron 468.833 estrellas. Dos años más 
tarde, apareció el volumen 34 con el catálogo de las 6.200 estrellas de repére. 

Más de tres décadas transcurrieron desde el comienzo de la tarea y muchos 
de los actores cambiaron en este lapso. No fueron tantos los años empleados, 
si se toma en cuenta el enorme trabajo realizado tan concienzudamente, tal 
como puede deducirse de las expresiones de Frank Schlesinger, presidente de la 
Unión Astronómica Internacional, en respuesta al envío del último volumen del 
Catálogo del Observatorio: 

Nosotros recibimos recientemente el Volumen 33 de sus Publica¬ 
ciones que contienen el último grado de su zona del Catálogo As- 
trográfico. Esto requiere algo más de meramente un reconocimiento 
formal. La rapidez con la que estos volúmenes nos han llegado ha 
asombrado a sus colegas y satisfecho a todos los que estamos intere¬ 
sados en la realización de esta gran tarea. He realizado un examen de 
la exactitud del Catálogo y he hallado que sus declaraciones sobre la 
misma están completamente justificadas. Desearía que usted pudiera 
imbuir con su espíritu de prontitud y exactitud a algunos de los astró¬ 
nomos que están a cargo de las otras zonas del Catálogo Astrográfico 
(Traducido del inglés, Schlesinger a Perrine, 08/02/1933). 

La carta de todos los cielos 

Concluida la obtención de las placas para el Catálogo Astrográfico, mien¬ 
tras aún continuaban las mediciones de las mismas, se da comienzo en forma 
inmediata —31 de diciembre de 1913— a las tareas de la Carta del Cielo. 

Para esta parte del proyecto, se requerían en cada fotografía tres exposicio¬ 
nes de 20 minutos de duración cada una. Entre las mismas, el telescopio se movía 
de manera que las imágenes estelares se imprimieran en la placa formando un 



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S. Paolantonio y E. Minniti 


triángulo equilátero, de 14 segundos de arco de lado, uno de los cuales queda¬ 
ba orientado en la dirección Este-Oeste. Este proceder se siguió para evitar que 
existieran confusiones entre las estrellas y los inevitables defectos en la emulsión. 

El tipo de placas y procesos fueron los mismos que los empleados para el 
Catálogo Astrográfico. Con los tiempos de exposición mencionados, se llegó a 
superar la magnitud 14 impuesta por el Comité. 

Casi inmediatamente después del inicio, el 21 de enero de 1914, se interrum¬ 
pen los trabajos al dar comienzo el 2 de febrero la mudanza del astrográfico a su 
nueva cúpula, lugar en el cual aún hoy se encuentra. Esto implicó una interrup¬ 
ción de 10 meses, hasta el 6 de noviembre, en que se reanudan las exposiciones. 
El día siguiente, 7 de noviembre se efectúan las observaciones del tránsito de 
Mercurio frente al Sol. 

Las exposiciones continuaron hasta octubre de 1924, fecha en que comenzó 
la demolición del viejo edificio, momento en que se suspendieron las tareas pa¬ 
ra evitar que el polvo dañara los instrumentos. Básicamente el trabajo estaba 
terminado. Posteriormente, entre el 6 de marzo y el 10 de agosto de 1926, se 
rehicieron algunos centros de las fajas —25° y —27°. 

En total se emplearon 12 años y 8 meses para completar esta parte de 
la obra, extenso lapso consecuencia de los largos tiempos de exposiciones, así 
como el hecho de que los proyectos encarados por la institución comenzaron a 
diversificarse. 



Figura 23 Izquierda: Carta de la Carte du Ciel impresa por el ONA. 

Derecha: Detalle de una placa donde se aprecian las imágenes triples 

(Archivo OAC, digitalizadas por los autores). 

Para lograr las 680 placas necesarias, debieron obtenerse 1.106, pues muchas 
de estas no cumplían con el estricto control de calidad o bien la exposición 
debió ser interrumpida por presencia de nubes. En consecuencia, se realizaron 
en promedio 1,63 placas por centro. Del total, 815 placas fueron obtenidas por 
Robert Winter y 175 por Federico Symonds. 







































Historia del Observatorio Astronómico de Córdoba 


119 


La firma elegida para realizar la tarea de impresión de las placas selec¬ 
cionadas fue Schutzenberger de París, la misma utilizada por los observatorios 
franceses y la mayoría de las instituciones participantes del proyecto. Esta em¬ 
presa tenía experiencia pues había realizado numerosos trabajos similares. El 
método empleado fue el heliograbado. Las fotografías fueron grabadas en placas 
de cobre, un proceso que requirió un grado alto de precisión y resultó bastan¬ 
te caro. A partir de estas podrían reproducirse en papel grueso o fotográfico. 
Solo se imprime la faja de declinación —25°. El juego, constituido por 180 car¬ 
tas, fue distribuido directamente por el impresor en París, de acuerdo con las 
indicaciones de Córdoba, acompañadas de una carta tipo impresa. 

Desde el inicio a principios del siglo XX, hasta la terminación de las tomas 
fotográficas y mediciones pasaron 26 años, la publicación de los resultados de¬ 
mandó casi una década más. En este período, la importancia del trabajo perdió 
fuerza ante los avances instrumentales, especialmente en la parte óptica. 

Ha adelantado tanto la ciencia de la óptica y de la producción de 
vidrios especiales, que ahora se están construyendo objetivos que cu¬ 
bren placas más grandes que anteriormente. Las imágenes en las es¬ 
quinas de las cartas astrográficas obtenidas con los objetivos actuales 
son bastante alargadas y deformadas, mientras que con los objetivos 
nuevos es posible conseguir imágenes perfectas en todas partes de las 
cartas (Perrine 1934b). 

El gran proyecto comenzaba a sufrir las consecuencias del cada vez más 
rápido desarrollo tecnológico, problema con que se debió luchar en casi todos 
los grandes emprendimientos científicos a partir de ese momento. También ha¬ 
bían cambiado las expectativas en la disciplina, a mitad de siglo XX el trabajo 
emprendido había quedado obsoleto. Las placas del mapa demostraron ser muy 
difíciles de lograr y su reproducción muy cara, por lo que muchas instituciones 
—incluida la de Córdoba— no terminaron de imprimirlas. 

El trabajo realizado en el ONA, aunque no el más rápido, fue concretado 
en un tiempo razonable y los resultados obtenidos en ocasiones superaron las 
premisas iniciales. 

El Comité derivó en la Unión Astronómica Internacional, organismo ac¬ 
tualmente rector. En 1925 se constituyó la Comisión 23, dedicada a la Carte du 
Ciel, hasta que en 1970 se fusionó con la comisión de Paralaje Estelar, consti¬ 
tuyendo la Comisión 24 denominada “Astrometría Fotográfica”. En 1964, esta 
organización anunció el logro del Catálogo Astrográfico. En 1970 la 14- Asam¬ 
blea General desarrollada en Brighton, Reino Unido, reconoció que la empresa 
de la Cart du Ciel seguía sin estar terminada. 

Hoy, casi un siglo después de la terminación de las primeras placas, es¬ 
te emprendimiento nuevamente adquiere importancia dado el lapso de tiempo 
transcurrido. 

5.9. Los grandes reflectores 

Entre fines del siglo XIX y principios del XX, las estrellas más brillantes, 
accesibles a los telescopios de regular tamaño, habían sido catalogadas con gran 
precisión en cuanto a su posición y brillo, tanto en el hemisferio boreal como 
en el austral, en gran medida gracias a lo realizado en el Observatorio Nacional 



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S. Paolantonio y E. Minniti 


Argentino. Otro tanto ocurría con la dinámica del sistema solar, mientras que 
los estudios de movimientos estelares avanzaban con firmeza. En consecuencia, 
progresivamente comenzó a prestarse cada vez mayor atención al estudio de la 
composición y características física de los objetos celestes. 

Al comprenderse que los cielos estaban gobernados por las mismas leyes 
físicas que regían los fenómenos terrestres, habiéndose desarrollado las bases 
teóricas necesarias relacionadas con la Química, la Física y en particular las 
técnicas espectroscópicas, quedó allanado el camino para el avance de la Astro¬ 
física, rama de la Astronomía que finalmente se convertiría en la predominante 
a lo largo del siglo XX. 

Josef von Fraunhofer, en la primera mitad del siglo XIX, analiza la luz 
proveniente del Sol, Venus y algunas estrellas brillantes, descomponiéndola por 
medio de prismas. Estudió las líneas oscuras que se presentaban en el espectro 
solar, llegando a contabilizar 576, a las cuales les calculó las longitudes de onda 
correspondientes. Se debe en gran medida a este científico alemán, el perfeccio¬ 
namiento de la espectroscopia. 

Más tarde, Robert Bunsen y Gustav R. Kirchhoff en Heidelberg, Alemania, 
realizaron descubrimientos fundamentales para la comprensión de los espectros. 
Sus trabajos se relacionaron con la luz emitida por las sustancias expuestas a 
la llama del mechero ideado por el primero de estos, cuyo color era caracterís¬ 
tico. Esto llevó a relacionar las líneas oscuras del espectro solar estudiadas por 
Fraunhofer, con determinados elementos, lo que proporcionó a los astrónomos 
un valioso método para poder indagar la composición química y las condiciones 
físicas de estrellas y nebulosas. 

Hacia fines del siglo, los trabajos de Michel Faraday y James Clerk Maxwell 
permitieron descifrar la naturaleza de la luz a partir del conocimiento de los 
fenómenos eléctricos y magnéticos. En la década de 1860, Maxwell publica los 
informes planteando la que se conocería como la teoría del electromagnetismo. 

Sin embargo, a pesar de los avances de las imprescindibles bases teóricas, 
para que la Astrofísica pudiera desarrollarse plenamente debió esperarse a que 
se dieran algunos adelantos tecnológicos. 

La técnica espectroscópica se basa en el análisis del espectro luminoso, para 
lo cual, debe dispersarse la por sí tenue luz proveniente de los astros. Como 
consecuencia, se hace necesario el uso de telescopios con grandes diámetros de 
objetivos, que permiten recolectar un número suficiente de fotones. A la vez, 
el requerimiento de telescopios con importantes aberturas, se vio reforzado por 
el estudio de las por entonces enigmáticas nebulosas, para lo cual, hacían fal¬ 
ta grandes aumentos angulares, así como el empleo de técnicas fotográficas y 
fotométricas, todas estas demandantes de grandes flujos luminosos. Para dar sa¬ 
tisfacción a estos requerimientos, el diámetro de los objetivos de los instrumentos 
debía crecer hasta superar el metro. 

Los telescopios refractores, que utilizan lentes como objetivos, se encontra¬ 
rían con serias limitaciones al llegar a estos tamaños. Las pesadas lentes, solo 
posibles de soportarse por su perímetro, se deforman por su propio peso, requi- 
riéndose espesores tan importantes que la luz es absorbida en forma desmedida. 
Estos objetivos adolecían además, de aberraciones que no podían evitarse, en 
especial la cromática, por lo que para minimizarlas obligaba a fabricarlos con 



Historia del Observatorio Astronómico de Córdoba 


121 


largas distancias focales, lo que implicaba la necesidad de cúpulas protectoras 
de dimensiones enormes, encareciendo excesivamente el conjunto. 

Otro problema de los refractores de gran tamaño, es que el vidrio absorbe 
especialmente la luz azul-violeta, hecho desfavorable dado que por entonces, las 
placas fotográficas eran principalmente sensibles a esta región del espectro. 

La alternativa a los telescopios refractores para lograr mayores aberturas, 
fueron los reflectores, que utilizan como objetivo un espejo cóncavo. Si bien es¬ 
tos instrumentos se desarrollaron en el siglo XVII, por diversas razones debieron 
esperar a principios del XX para imponerse. Las ventajas de los reflectores para 
grandes tamaños resultaron decisivas para su adopción generalizada. Los espejos 
pueden soportarse utilizando toda su superficie posterior, con lo que se evita su 
deformación por la acción de su propio peso, dejando entonces de ser un limitan¬ 
te. Exentos de aberración cromática, fue posible fabricar objetivos con menores 
distancias focales, diminuyendo las dimensiones y peso de los telescopios, así 
como de sus refugios 45 , lo que bajó notablemente los costos. 

No obstante estas excelentes ventajas, a principios del siglo XX, los astró¬ 
nomos aún discutían sobre qué tipo de telescopio era el más adecuado. Solo para 
los años 20, los reflectores tomaron su lugar, convirtiéndose en excluyentes para 
los instrumentos de grandes dimensiones. 

5.10. El monstruo 

El domingo 5 de julio de 1942 a las 12 horas, tuvo lugar un 
acontecimiento descollante en la historia astronómica de la Repú¬ 
blica Argentina, con motivo de inaugurarse oficialmente la Estación 
Astrofísica de Bosque Alegre. (Gavióla 1942) 

De este modo se refiere el Dr. Enrique Gavióla, a la habilitación del gran 
telescopio reflector de 1,5 metros de diámetro, instalado en las sierras cordo¬ 
besas. En esta parte de la historia del ONA intervienen dos protagonistas fun¬ 
damentales, el gestor e iniciador de la idea, el Dr. Charles D. Perrine y el Dr. 
Enrique Gavióla, físico de renombre internacional, primer astrofísico argentino y 
dos veces director del Observatorio, gracias a quien la empresa pudo finalmente 
concretarse luego de tres décadas de ingentes esfuerzos. 

Cuando Perrine arriba a Buenos Aires, en su viaje a Córdoba para hacerse 
cargo de la dirección del Observatorio Nacional, estaba convencido de la ne¬ 
cesidad de dotar a la institución de un gran telescopio. Esto queda plasmado 
en las conversaciones que mantiene con el ministro Rórnulo Naón, las cuales 
continuaron luego de su llegada a destino. 

No es de extrañar, era una necesidad acuciante para la época, en especial 
para el hemisferio sur y una apuesta segura al éxito científico. El único instru¬ 
mento de gran tamaño instalado en el sur era el de la provisoria Lick Southern 
Hemisphere Station, un reflector de 92 cm de abertura. En 1903 se instaló en 
Chile, en el cerro San Cristóbal, la expedición propuesta por W. W. Campbell 
del Lick Observatory y financiada por el banquero Darius Ogden Mills (Camp¬ 
bell 1908). Dedicada a la medición de velocidades radiales de estrellas, funcionó 
hasta 1928. 

Perrine provenía de un observatorio que contaba con grandes instrumentos, 
un refractor y un reflector de 90 cm de abertura. Su amplia experiencia en el 



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S. Paolantonio y E. Minniti 


uso del telescopio Crossley, le daba una clara noción de la importancia de los 
grandes diámetros de objetivos para los estudios astrofísicos. Esta experiencia 
la aplicará en la concreción de este propósito que varias décadas más tarde se 
plasmaría en la Estación Astrofísica de Bosque Alegre. 

Poco tiempo después de su llegada, Perrine presenta al nuevo ministro, 
Juan M. Garro, tres planes alternativos con sus respectivos presupuestos para 
dotar al ONA de nuevas instalaciones e instrumental. La propuesta de máxima, 
contemplaba la adquisición de un reflector de 150 crn de diámetro y un refrac¬ 
tor de 90 cm, combinación similar, pero de mayor tamaño, a la existente en el 
Observatorio Lick. 

El 9 de septiembre de 1909, escribe dos cartas oficiales, solicitando cotización 
a la compañía Warner and Swasey de Cleveland, Ohio, EE.UU., por monturas 
y cúpulas para refractores de 36 y 24 pulgadas, similares a los de Lick o Yerkes, 
y a Mr. Cari Lundin de Alvan Clark 8¿ Sons, por los respectivos objetivos. 

Warner and Swasey Co. era entonces una experimentada empresa en la 
fabricación de instrumentos astronómicos. Había obtenido renombre por la rea¬ 
lización de los refractores del Lick Observatory —36 pulgadas—, el U. S. Naval 
Observatory —26 pulgadas— y del Observatorio Yerkes —40 pulgadas—, el ma¬ 
yor del mundo, cuyo objetivo elaboró Cari Lundin. Años más tarde, en 1916, 
también se encargó del reflector canadiense de 72 pulgadas del Dominion As- 
trophysical Observatory instalado en Vancouver. Resultaba evidentemente un 
buen candidato. 

Perrine deberá realizar un gran esfuerzo para obtener el dinero suficiente 
para lograr su cometido. Numerosos fueron los viajes a Buenos Aires para dialo¬ 
gar con el Ministro sobre el tema, siempre con la idea fija de un gran instrumento 
para ser instalado en algún lugar de las sierras cordobesas. 

Perrine justifica el pedido del gran reflector en razones científicas y nacio¬ 
nalistas: 


La necesidad mayor por ahora es un telescopio poderoso con el 
cual se pueda emprender los estudios que ocupan actualmente la aten¬ 
ción de los observatorios del hemisferio norte. Hasta el presente no 
hay ningún telescopio poderoso establecido permanentemente en el 
hemisferio sur 46 . Por lo tanto la ocasión es excepcional para la na¬ 
ción Argentina. El observatorio ocupa una posición distinguida entre 
todos los del mundo y sería de sentir que por una causa insignifican¬ 
te no la obtuvieran. La oportunidad de convertir a este observatorio 
en el más notable del hemisferio sur sino en unos de los mejores del 
mundo no se puede dejar pasar por la falta de instrumentos. Como 
es necesario ocupar varios años en la construcción e instalación de 
un telescopio poderoso el trabajo debe principiarse a la brevedad po¬ 
sible. Debo llamar la atención del señor Ministro sobre el pedido que 
el Observatorio Nacional de Chile ha hecho de un gran telescopio 
refractor y que un reflector como el que necesitamos nosotros será 
adquirido dentro de pocos años por alguno de los observatorios del 
sur. Si esta necesidad no es subsanada en algunos de los observa¬ 
torios del hemisferio sur muy pronto tal telescopio será enviado por 
uno de los grandes observatorios del hemisferio norte y las observa¬ 
ciones tan necesarias será obtenidas por ellos antes que por nosotros. 



Historia del Observatorio Astronómico de Córdoba 


123 


Una estación provisoria con un gran reflector ha estado funcionando 
en Chile durante varios años y sé personalmente de varios proyectos 
para enviar telescopios poderosos al hemisferio sur con los cuales se 
espera obtener las observaciones que deben hacer los observatorios 
australes (Informe al Ministro 19/04/1910). 

Del texto se desprende una idea clara sobre el rumbo científico que debía 
seguir el Observatorio, que el tiempo demostraría como muy acertada. En el 
informe, se señala que el “poderoso” telescopio debía ser un reflector, en con¬ 
sonancia con la experiencia y opiniones vertidas por Perrine con anterioridad. 
No se menciona el refractor, seguramente ya vetado por las autoridades dado su 
excesivo costo. 

A fines de 1909, se solicita al óptico norteamericano G. W. Ritchey pre¬ 
supuestos por la elaboración de espejos de 36 y 60 pulgadas. La idea estaba 
centrada en un reflector similar al que solo unos años antes, en 1908, se había 
puesto en funcionamiento en el Mount Wilson Solar Observatory, con un diᬠ
metro de 1,50 metros (60 pulgadas). El instrumento propuesto igualaría al más 
grande del mundo, ubicando a la Argentina a la vanguardia de la investigación 
astronómica. 

La campaña llega a la prensa, el 29 de septiembre de 1911, el diario La 
Argentina, publica un artículo en oportunidad del viaje a Europa de Perrine, 
donde destaca la necesidad de un gran reflector para el observatorio cordobés. 

Algunos de los trabajos que se esperaba realizar con el telescopio eran el 
estudio de la estructura de nuestra galaxia, para lo cual se necesitaban medicio¬ 
nes de velocidades radiales de estrellas y cúmulos de estrellas, y de los “objetos 
nebulosos”, que requería fotografías detalladas y su análisis espectroscópico. 

La elección de la localización del Gran Reflector 

Tempranamente Perrine emprendió la difícil tarea de encontrar el mejor sitio 
para emplazar el reflector, la primera de este tipo que se tenga noticia, llevada a 
cabo en Argentina. Se realizaron exploraciones de las sierras ubicadas al oeste de 
la ciudad de Córdoba, a partir de las cuales se seleccionaron varios sitios en los 
que se efectuaron mediciones de transparencia y estabilidad atmosférica (Perrine 
1926). 

En el informe al Ministro de 1910, se menciona que se llevaban adelante 
estudios de las condiciones de la atmósfera en diversos puntos de las sierras, 
para lo cual se utilizaba un telescopio “especial para probar las condiciones de 
la atmósfera”, aclarando que “de paso” se obtenían algunas fotografías útiles del 
cielo austral. Los trabajos consistían en tomas fotográficas de trazos estelares, 
realizadas por R. Winter y F. P. Symonds. También se incluyeron mediciones 
continuas de temperatura y presión atmosférica durante lapsos de una semana, 
además de apreciaciones a simple vista. 

Se estudiaron lugares ubicados en Mendiolaza, Cañada de Gómez, Pampa 
de San Luis (Altas cumbres), San Esteban, Casa Bamba y Río Ceballos. Estas 
actividades continuaron hasta 1913, año en que se eligió como mejor sitio para 
instalar el telescopio, Casa Bamba, dadas sus condiciones ligeramente superiores 
que los restantes. El lugar estaba a unos 300 metros de la estación generadora de 
ese nombre, ubicada sobre el camino que bordea el Río Suquía entre La Calera 
y el dique San Roque, a pocos kilómetros de la capital. 



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S. Paolantonio y E. Minniti 


Sin embargo, no sería este el lugar en el que finalmente se instalaría el gran 
telescopio. A principios de 1916, un conocido del director, Henry Reynolds, al 
enterarse de la búsqueda ofrece una fracción de su estancia para instalar en ella 
el instrumento. Reynolds era el dueño de la estancia “Bosque Alegre”, nombre 
dado por la arboleda que circundaba el casco. Proponía donar una fracción de 14 
hectáreas, ubicada en su borde, que incluía un pequeño arroyo surtido de agua 
todo el año, desde donde se podría abastecer a la estación del vital elemento. Una 
rápida inspección del predio, definió como el punto más conveniente para instalar 
el telescopio la cima redondeada del cerro San Ignacio, a una altura sobre el nivel 
del mar de 1.250 metros. Desde el mismo podía divisarse la ciudad de Córdoba, 
distante en línea recta 40 km al noreste, y Alta Gracia, poblado frecuentado por 
los viajeros en los descansos veraniegos, 13 km al sureste. El caserío más cercano, 
Falda del Carmen, estaba a unos 10 km. Al oeste se apreciaba un extenso valle 
con alturas promedio de 600 metros, donde pastaban grandes cantidades de 
ganado, teniendo como fondo las Sierras Grandes, dominadas en su extremo 
norte por Los Gigantes. 

La conveniencia de la donación, la accesibilidad al lugar y las excelentes 
condiciones atmosféricas, confirmadas por estudios similares a los realizados con 
anterioridad, decidieron prontamente la aceptación de la misma. El lugar se ca¬ 
racterizó como seco, con escasos vientos por la noche y cielo diáfano de visibilidad 
incomparable. 

En forma inmediata se amojonó el predio. En mayo de 1916 se comenzó a 
aplanar la cima del cerro y abrir el camino, de unos tres kilómetros, que uniría la 
cúpula con la ruta próxima, obras a cargo del ingeniero Novoa del Ministerio de 
Obras Públicas de la Nación. En agosto ya había una tranquera que señalaba la 
entrada al predio. En fotografías tomadas ese mes, se pueden apreciar también 
algunas viviendas precarias. Se abrió una zanja circular, profunda hasta llegar a 
la roca, para fundar las paredes del edificio de la gran cúpula. Sin embargo, las 
obras de albañilería no comenzaron, por una gran sequía que impedía disponer 
del agua necesaria. Luego, otros imprevistos atrasaron las obras hasta la década 
de los 30; en aquel momento, los nuevos dueños de la estancia, los Corbett, 
agregan a la donación 23 hectáreas. 

Más de medio siglo de observaciones han demostrado que Bosque Alegre es 
uno de los mejores lugares que se pudo elegir en la zona. Si bien la nubosidad 
fue incrementándose en este período, la calidad de la atmósfera es excelente. Por 
cierto, no puede compararse con las de otros sitios descubiertos con posteriori¬ 
dad, donde hoy se ubican los grandes telescopios, tales como el norte de Chile, 
Hawai o las Islas Canarias. E. Gavióla, director al momento de la inauguración 
de la Estación Astrofísica, sostenía que hubiera sido mejor ubicar el instrumen¬ 
to en la zona norte de Chile —anticipándose a lo que posteriormente se haría 
con los nuevos grandes telescopios—. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que 
para la época en que se inicia el proyecto esto no parecía posible por razones 
económicas y políticas. 


Los inicios 

El 13 de junio de 1912 se anuncia en el diario La Argentina de Buenos Aires, 
que el Congreso Nacional había incluido en el presupuesto de 1912, la compra 
de un gran telescopio para el ONA. En ese momento era presidente Sáenz Peña, 



Historia del Observatorio Astronómico de Córdoba 


125 


ministro de Instrucción Pública Juan M. Garro y Naón embajador en Estados 
Unidos. Aquel mismo día, es publicada una noticia similar en La Voz del Interior 
de Córdoba, indicando un monto de 280.000 pesos moneda nacional, destinado 
a la adquisición del telescopio y su cúpula. Este monto se concretaría a lo largo 
de tres años, siendo la primera cuota de pesos monda nacional 95.000. Perrine 
destaca la importancia del acontecimiento: 

La provisión de un tal telescopio, marca, seguramente, una nueva 
época, porque de un golpe pone al hemisferio austral a la par con el 
mundo en la capacidad de investigar los problemas mas importantes 
y difíciles que ocupan hoy la atención de los astrónomos de todo 
el mundo... Indudablemente el año 1912 es el más importante en la 
historia del Observatorio después del de 1870, el año de su fundación 
(Informe al Ministro 1912). 

Dos leyes, la N- 8.883 de 1912 y la N- 11.389, adjudican con el mencionado 
fin, partidas por un total de 402.000 pesos. El 23 de octubre de 1913 se autoriza 
la compra y montaje de la montura del telescopio a The Warner and Swasey 
Company, que también tendría a cargo la fabricación de la cúpula. 

Al regreso de su viaje a Ucrania, donde observó el eclipse de Sol del 21 de 
agosto de 1914, Perrine envía la propuesta de contrato con fecha 1 de diciem¬ 
bre. El documento, con solo algunas modificaciones, es firmado por Perrine y el 
presidente de la empresa, Air. Warner, el 20 de marzo de 1915, a pocos meses 
del inicio de la Gran Guerra. El monto consignado en el contrato es de 42.000 
dólares oro, a ser pagado mitad a la firma del contrato y mitad al finalizarse 
la construcción de la montura. La empresa se hacía cargo de poner la montura 
embalada en el barco en el puerto de Nueva York, así como del seguro contra 
todo riesgo, durante el transporte de Cleveland a Córdoba. Quedaba a cargo del 
Observatorio, el flete y los gastos de aduana. Llama la atención que entre los 
términos, no se especifica tiempo de realización, ni el armado del instrumento 4 '. 

Las características detalladas del telescopio, son muy similares a las del re¬ 
flector de 40 pulgadas fabricado por la Union Iron Works de San Francisco, para 
el Observatorio de Monte Wilson, inaugurado a fines de 1908 48 . Fue diseñado 
con varias configuraciones ópticas, en forma similar al mencionado instrumento. 
Empleando un espejo plano inclinado 45 grados, ubicado en el extremo del tubo, 
se obtiene la configuración newtoniana. Esta disposición logra un gran campo de 
visión y una imagen brillante, ideal para fotografiar objetos nebulosos. Ha sido 
probablemente la más empleada a lo largo del tiempo. 

También se previo la posibilidad de acceder directamente el foco primario, 
desmontando el soporte del espejo plano, tal como ocurría en el reflector de 
75 crn construido en Córdoba. Esta disposición —no prevista en el telescopio de 
Monte Wilson— nunca fue utilizada, probablemente por no tener en su momento 
grandes ventajas por sobre el práctico foco newtoniano. 

Otro foco disponible era el coude. En este, la luz proveniente del espejo 
principal se refleja en un espejo convexo hiperbólico situado en el extremo del 
tubo del instrumento, reemplazando el newtoniano. Este segundo espejo, redirige 
la luz al objetivo, la que antes de llegar al mismo, un tercer espejo, plano e 
inclinado a 45°, la desvía perpendicularmente al eje de declinación. Los rayos 
atraviesan el tubo por una ventana alargada y transitan a lo largo del eje polar, 



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S. Paolantonio y E. Minniti 


el cual es hueco, saliendo por su extremo norte. El diseño limitaba el uso de esta 
disposición, a un ángulo de unos 50° en declinación. Destinada al empleo de un 
espectrógrafo de gran dispersión, esta configuración tampoco fue utilizada. De 
hecho, al construirse el edificio, no se previo la habitación o lugar para instalarlo. 

Una configuración similar a la anterior —el “Coude corto”—, en vez de 
desviar la luz hacia el eje polar, lo hacía en dirección opuesta, al sur. Puede 
interpretarse como una variante del foco que en los modernos telescopios con 
montura altacimutal se denomina Nasmyth. Con un campo de visión menor y 
una escala mayor que en el foco newtoniano, esta disposición estaba destinada 
a trabajos de fotometría y espectroscopia estelar. Fue muy utilizada. 

Una decisión temeraria 

El primer elemento del futuro telescopio que se encargó fue el bloc de vidrio 
destinado al espejo objetivo. 

El pedido se realizó a la empresa francesa Saint Gobain, por entonces el 
más importante fundidor de piezas de vidrio de grandes dimensiones, compañía 
que dominaba este selecto mercado. Además de los suministros realizados a los 
observatorios europeos, había fundido en 1896 el disco para el espejo de 60 
pulgadas del Observatorio de Monte Wilson, de igual tamaño que el destinado a 
Bosque Alegre. También lo haría posteriormente para el espejo de 2,50 metros, 
el mayor de su época. 

El ONA adquiere a un costo de 10.000 pesos (9.700 francos), un bloc de 61 
pulgadas de diámetro, equivalentes a 1.550 mm, de manera que una vez tallado 
llegara a los 1.500 mm esperados. El disco de vidrio tipo crown, con un espesor 
de 250 mm, era macizo y su peso superaba la tonelada. El disco llega a Córdoba 
en 1914. Con anterioridad habían arribado dos más, uno de 90 centímetros (36 
pulgadas) de diámetro y otro de 75cm (30 pulgadas). 

En enero de 1910, Perrine pide al óptico Ritchey cotización para el tallado de 
un espejo con superficie parabólica de 90 cm y otro de 150 cm. Los presupuestos 
fueron recibidos el 31 del mismo mes, 3.825 dólares para el espejo menor y 13.250 
dólares para el mayor. Según aclara el óptico, estos precios resultaban posibles 
gracias a que prácticamente no había incluido ganancia para él. 

George Willis Ritchey probablemente era para la época el hombre más apto 
para realizar el trabajo. Entre 1899 y 1904 se había desempeñado como super¬ 
intendente en la construcción de instrumentos en el Observatorio Yerkes, tra¬ 
bajando junto al astrónomo Ellery Hale. Cuando Hale deja Yerkes para pasar 
al Mount Wilson Observatory, Ritchey lo siguió. En este observatorio primera¬ 
mente talló el espejo para el reflector de 60 pulgadas, tarea que le demandó 2 
años de esfuerzos hasta 1908. En esta etapa desarrolló junto al óptico francés 
Henri Chrétien, una variante de la configuración Cassegrain para telescopios re¬ 
flectores, que tiene la virtud de estar libre de aberración comática, posibilitando 
fotografías de mayor campo visual. 

Ritchey sería también el encargado de tallar el espejo para el reflector de 100 
pulgadas. Hale se niega a adoptar para este instrumento la nueva configuración 
Ritchey-Chrétien, lo que llevó a fuertes desacuerdos entre este y Ritchey a lo 
largo de los seis años que duró el difícil trabajo, terminado en 1917 con resultados 
no muy buenos. Esta situación llevó a que Ritchey sea apartado del Mount 
Wilson Observatory y de hecho, de la astronomía americana. 



Historia del Observatorio Astronómico de Córdoba 


127 


Cuando en marzo de 1912 el Congreso aprueba la partida para la cons¬ 
trucción del telescopio, Perrine escribe al óptico para confirmar el precio. En la 
respuesta de Ritchey, el director se encuentra con la desagradable sorpresa de 
que el mismo había aumentado, debido a los mayores costos de los materiales 
y mano de obra, así como al hecho que el óptico ya no deseaba elaborarlo sin 
ganancias. El nuevo presupuesto se elevaba a unos 16.000 dólares, por el trabajo 
que demandaría tres años. En esta época, Ritchey estaba en los comienzos del 
tallado del espejo de 100 pulgadas de Monte Wilson y comenzaban sus disputas 
con Hale. 

El Gobierno había autorizado con fecha 30 de abril la contratación por 
un monto no superior a 33.400 pesos moneda nacional, unos 14.000 dólares, de 
acuerdo a lo solicitado por el mismo Director, quien destacó en su pedido que 
Ritchey, tenía la experiencia y posibilidades materiales para concretarlo en el 
menor tiempo posible. 



Figura 24 James Oliver Mulvey junto al espejo de 1,5 metros en el 
banco de trabajo, en el taller de óptica recién inaugurado (marzo 1914) 
(Archivo OAC, digitalizada por los autores). 


La reacción de Perrine es en gran medida un misterio, toma la temera¬ 
ria decisión de tallar el espejo en Córdoba. Confía en sus conocimientos y las 
habilidades de James Oliver Mulvey. 

Mulvey era mecánico y no óptico. A pesar de contar con algunos conocimien¬ 
tos en esta última rama, grandes habilidades e ingenio, estas no son las únicas 
condiciones necesarias para poder abordar un problema tan complejo como la 
fabricación de un espejo de grandes dimensiones. 

En 1942, el Dr. Gavióla, conocedor de óptica y de la ciencia y técnica de la 
época, señala en relación a la decisión adoptada por Perrine: “se había dejado 




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influenciar por el optimismo un poco pueril y al estilo Edisoniano, en boga en 
esa época, del mecánico Mulvey” (Gavióla 1942). 

El 11 de julio de 1912, Perrine tenía la decisión tomada, escribe a Ritchey 
señalando que tallaría el espejo en Córdoba, cortándose de este modo las rela¬ 
ciones entre ambos. 

El 16 de ese mes el Director escribe al ministro Garro: 

Investigaciones hacen ver que podemos hacerlo aquí en el Obser¬ 
vatorio por la suma originalmente autorizada de 33-400 pesos mone¬ 
da nacional, incluyendo el costo de la máquina de pulir y pieza de 
prueba. Nuestro mecánico ha tenido experiencia en trabajo en vidrio 
y pruebas de superficies ópticas y es completamente competente para 
hacer un espejo de primera calidad. 

El 22 de agosto de 1912 se da la autorización para realizar el cambio de 
planes. No solo se puliría el espejo, se dejarían los medios para poder realizarse 
otros emprendimientos en el mismo Observatorio, una idea muy buena, siempre 
que se contase con los conocimientos necesarios 49 . 

A mediados de 1913, comienza la construcción de un local destinado al 
laboratorio de óptica, el cual es terminado a fines de octubre de ese año. El 
taller era algo pequeño para los trabajos a realizar. Contaba con un túnel de 20 
metros de largo, destinado a las mediciones del espejo, con ventilación y control 
de temperatura. Se instalan tres máquinas para desbastar y pulir, impulsadas 
con motores eléctricos. Inmediatamente terminado el edificio, se comienza con 
el tallado de los espejos. 

En ese período, Mulvey se encargó de numerosos trabajos de mecánica de 
precisión y de la construcción de las cámaras para las expediciones del Obser¬ 
vatorio a los eclipses totales de 1912 y 1914. Participó de estas expediciones y 
al retornar de la última, un ataque de gastritis lo obliga a permanecer inter¬ 
nado durante dos meses. Si bien se recupera parcialmente, por tratarse de una 
intoxicación, fallece imprevistamente el 31 de marzo de 1915. 

Al momento de su muerte, Mulvey había finalizado, además de otras piezas 
menores, el tallado de un espejo esférico de 75 cm de diámetro, destinado al 
control del plano de 90 cm, así como el desbastado de la parte trasera del bloc 
de 1,50 metros. También fabricó un aparato de Foucault, destinado al control 
de la forma de la superficie de los espejos. 

5.11. El reflector de 75 cm 

Posteriormente a la muerte de Mulvey, el espejo de 75 cm fue paraboliza¬ 
do por el mecánico Thompson Fischer y destinado al que sería el primer re¬ 
flector realizado en Argentina, instrumento que complementaría el trabajo del 
gran reflector 50 . Con una distancia focal de solo 290 centímetros, era sumamen¬ 
te luminoso con una relación focal de 3,87, muy pequeña para un parabólico 
simple. Como era de esperar las aberraciones en los bordes de las placas eran 
importantes 51 . 

Fue realizado específicamente para la observación de objetos nebulosos, me¬ 
diante su uso fotográfico en foco directo. Su diseño manifiesta claras influencias 
de su experiencia con el telescopio Crossley del Lick Observatory, tal como su 
tubo metálico enterizo. La parte mecánica también se planificó en la institución 



Historia del Observatorio Astronómico de Córdoba 


129 


y se construyó en casi su totalidad en los talleres mecánicos del Observatorio. 
De montura horquilla, la misma fue realizada en hierro fundido. 

Vio su primera luz a finales de 1917, montado en la cúpula grande situada 
al oeste del viejo edificio. A la misma se le añadió un sistema de movimiento por 
medio de un motor eléctrico. La puesta en funcionamiento de este gran telescopio 
fue noticia en la prensa del país, en cuyos artículos se resaltaba la importancia 
del acontecimiento. 

Diseñado exclusivamente para su uso fotográfico, en el foco primario, se 
utilizaban placas de 3 por 4 pulgadas, lo que proporcionaba un campo de 1,5 por 
2 grados y una escala de aproximadamente 1,15 minutos de arco por milímetro. 



Figura 25 Izquierda: El espejo de 75 cm en el banco de trabajo, 1913. 
Derecha: La horquilla del telescopio en el taller mecánico del Observa¬ 
torio, 1917 (Archivo OAC, digitalizadas por los autores). 


La inspección de las placas obtenidas con exposiciones de una hora, que eran 
las usuales, muestra que se lograba llegar a la vigésima magnitud en el azul, lo 
que coincide con las declaraciones de Perrine a La Prensa el 01/01/1918. En 
este reflector se empleó otra de las modificaciones que Perrine había introducido 
al Crossley, un sistema de prismas y lentes que permitía guiar con precisión 
utilizando una estrella próxima al campo fotografiado. 

Una década más tarde, al terminarse la nueva sede, se lo instala en la cúpula 
mayor, ubicada sobre la entrada Sur, especialmente preparada para el mismo. El 
largo período de construcción del edificio llevó a que este instrumento estuviera 
fuera de uso entre 1923 y principios de 1930. 

Nuestro nuevo edificio de la administración está completo — pero 
nunca conseguiremos realmente completarlo—. Sin embargo, noso¬ 
tros lo ocupamos y montamos nuestro telescopio. (Perrine a Aitken, 
27/03/1930). 

A pesar que el espejo no tenía una forma óptima, permitió realizar nume¬ 
rosos trabajos. En 1938 se lo refiguró bajo la supervisión de Enrique Gavióla. El 
óptico Urquiza elabora un secundario convexo en Pirex de 15 cm de diámetro, 
transformándose el instrumento a una configuración Cassegrain. 

Décadas más tarde es trasladado a la Estación de Altura del Observatorio 
Félix Aguilar en la pampa de El Leoncito, previa reconstrucción de la montura. 


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Figura 26 Izquierda: El reflector de 75cm terminado, montado en 
la vieja cúpula, 1917. Derecha: Detalle del porta placa del telescopio 
(Archivo OAC, digitalizadas por los autores). 


Teniendo en cuenta la época en que fue construido este telescopio y dado 
su tamaño, debe considerarse como uno de los grandes logros de la astronomía 
argentina. 

5.12. Los primeros trabajos en espectrometría y estudios de cúmulos 
y objetos nebulares 

Como se destacó, fue intención de Gould comenzar con las observaciones 
espectroscópicas desde el inicio, sin embargo esto no pudo concretarse durante 
su dirección —ni posteriormente en la de Thome—. En su informe al ministro 
de 1878 explica lo sucedido: 

Es verdad que hay otra investigación que habría sido muy inte¬ 
resante y valiosa para la ciencia, especialmente en el estado actual. 

Esta es la clasificación de la luz de las estrellas del catálogo según 
su calidad como lo revela el espectroscopio. Me había propuesto la 
ejecución de esta obra; pero la enormidad de los trabajos de astro¬ 
nomía práctica, que han exigido la consagración de un tiempo tres 
veces mayor de lo que había esperado, me quita ahora toda esperanza 
de poder llevarlo a cabo. Sin embargo, quedan hechos todos los pre¬ 
parativos para esta importante empresa, la que espero se hará más 
tarde y también en el Observatorio Argentino (Gould B. A., Informe 
al Ministro, 1878). 

Cuatro décadas más tarde, una de las primeras actividades que el Dr. Pe- 
rrine propone iniciar en la institución es la espectroscopia. Para este fin contrata 



Historia del Observatorio Astronómico de Córdoba 


131 


una persona capacitada en este campo, el Dr. Sebastián Albrecht. Es empleado 
en abril de 1910, con un sueldo mensual de 427,5 pesos, en reemplazo del re¬ 
nunciante Eleodoro Sarmiento. El 15 de marzo, Perrine le envía un telegrama 
con el mensaje “Ud ha sido designado”, se constituye de este modo en el primer 
especialista en espectroscopia del Observatorio. 

Albrecht se había doctorado en la Universidad de California y trabajado 
como astrónomo en el Observatorio Lick, realizando algunas tareas junto al Dr. 
Perrine 52 . Cuando llega a Córdoba lo hace con su esposa, con la cual tiene dos 
hijos, Ruth y Sebastián. 

Hombre de temperamento problemático —al igual que su esposa—, pronto 
tiene serias diferencias con el director 53 del establecimiento. Tampoco se hace 
un lugar en la sociedad cordobesa, por lo que prontamente, en julio de 1912, 
algo más de un año después de llegar, renuncia. Regresa a Estados Unidos y se 
emplea en el Albany Observatory, donde trabaja en el catálogo complementario 
del de San Luis, con M. L. Zimmer, futuro empleado del ONA. 

Estando en el observatorio, Albrecht logró realizar un importante trabajo 
analizando longitudes de onda para medir las velocidades radiales de estrellas 
con diferentes tipos espectrales. Este trabajo se publicó y fue realmente pionero 
en este campo (Landi Dessy, 1970). 

En 1911 Perrine destaca la investigación realizada: 


Un nuevo método para determinar tipos espectrales. El Dr. Al¬ 
brecht está por concluir los resultados preliminares de una interesan¬ 
tísima e importante investigación reciente. En el trabajo de determi¬ 
nar la velocidad en la línea de vista de la estrellas en el Observatorio 
de Lick en California se encontraron grandes diferencias de las velo¬ 
cidades derivadas de distintas líneas del espectro. El Dr. Ales (NA: 
debe decir Albrecht) hizo un importante descubrimiento, encontró 
que estas discordancias variaban con los distintos tipos de espectros. 
Habiendo descubierto la ley de variación fue habilitada para preparar 
tablas de corrección cuya aplicación a las observaciones correspon¬ 
dió a los resultados obtenidos y tienen el efecto de ir aumentando... 
(Perrine C. D., Informe al ministro, 1910). 


Luego del alejamiento de Albrecht, el Director continúa realizando trabajos 
en espectroscopia. Publica numerosos artículos, la mayoría de estos entre 1914 
y 1920, principalmente en el Astrophysical Journal y las Publications of the 
Astronomical Society of the Pacific. 

En el caso del Halley, como se comentó, se realizaron espectros con prisma 
objetivo. También se obtuvieron numerosos espectros logrados con el reflector 
de 75 cm, con exposiciones que llegaron al medio centenar de horas. 

En 1933 realiza varios espectros de cúmulos globulares con altas declina¬ 
ciones sur. Entre el 29 de marzo y el 3 de abril en 15 horas logra registrar el 
de NGC 2808, entre el 3 y el 17 de junio el de NGC 6752 con 35 horas, el de 
NGC 362 entre el 20 de septiembre y el 19 de octubre con 42 horas y el de 
NGC 1851 entre el 15 de diciembre y el 18 de enero del año siguiente con nada 
menos que 51 horas. En 1934 obtiene dos espectros de 47 Tucanae con 15 y 20 
horas de exposición. 



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S. Paolantonio y E. Minniti 


En esta época es ayudado durante las exposiciones por Ángel Gomara, el 
que tendrá un papel importante en la concreción de la Estación Astrofísica de 
Bosque Alegre. 

Con la cámara Saegmüller-Brashear adosada al astrográfico, utilizando un 
prisma objetivo de 20 grados, desde 1914 se obtuvieron placas de estrellas, cú¬ 
mulos globulares y algunos objetos nebulosos —dentro de esta denominación se 
incluían los diversos tipos de nebulosas y galaxias—. Años más tarde reemplaza 
esta cámara por la Hans Heele de 7 pulgadas de diámetro y llOcrn de distancia 
focal. 

Perrine no solo publica conclusiones de acuerdo a datos observacionales 
propios —más de 25 artículos entre 1914 y 1930—, también realiza análisis de 
información obtenida en otros observatorios. Junto a estos trabajos y relacio¬ 
nados con los mismos, obtiene cientos de placas de objetos nebulosos con el 
reflector de 75 cm, varias de galaxias australes. Los objetos son seleccionados del 
New General Catalogue. La mayoría de las fotografías son realizadas entre di¬ 
ciembre de 1917, fecha en que se pone en funcionamiento el telescopio reflector, 
y principios de 1921. 



Figura 27 Izquierda: Sebastián Albrecht, 1912. Centro: Espectros de 
47Tuc con 20 horas de exposición (18/12/1934 al 29/1/1935) y de 
NGC 1851 con 51 horas de exposición (15/12/1933 al 18/01/1934). De¬ 
recha: Cámara Saegmüller-Brashear (Archivo OAC). 

Con estas observaciones se concretan varias publicaciones. Si embargo, nun¬ 
ca se edita el trabajo en forma integrada, como había sido hasta ese momento 
rutina en el Observatorio. Tal vez la razón de este actuar se basa en los nu¬ 
merosos problemas en la gestión del Director que lo mantuvieron sumamente 
ocupado desde 1923, y en la esperanza de poner prontamente en funcionamiento 
el reflector de 150 cm, con el cual completar el trabajo. Algunas décadas más 
tarde, parte del material obtenido entonces fue empleado por José L. Sérsic para 
realizar su famoso Atlas de Galaxias Australes. 

A pesar de todo, este monumental trabajo cayó en el olvido. 

Desde diciembre de 1914 se lleva adelante un ambicioso programa, para el 
estudio sistemático de cúmulos globulares incluidos en el New General Catalogue, 
mediante el empleo de la fotografía. El objetivo del trabajo era que las placas 




Historia del Observatorio Astronómico de Córdoba 


133 


obtenidas sirvieran de base para estudios de movimientos estelares dentro de los 
cúmulos y de los cúmulos en su conjunto; así como de la distribución y brillo de 
las estrellas en los mismos. 



Figura 28 Fotografías obtenidas con reflector de 75 cm, 1. NGC 3054 
(11/04/1918), 2. NGC 1566 (11/03/1918), 3. NGC 5128 (14/02/1918) 
(Archivo Observatorio Astronómico Córdoba). 


No solo se incluyeron los objetos ubicados al sur de la esfera celeste, sino 
que dada su distribución en el cielo, fue posible fotografiar un gran número de 
los ubicados al norte. En 1923 el número de cúmulos fotografiados llegaba a 86, 
con exposiciones de una hora. Para esta tarea, realizada por Robert Winter, 
se empleó la cámara Saegmüller-Brashear. Luego de una larga interrupción a 
partir de 1923, en 1931 se continuó con las exposiciones utilizando también el 
telescopio astrográfico. En 1933 comienza a participar en la toma de las placas 
Carlos Torres. 

Estos estudios llevaron a la conclusión de la necesidad de efectuar una com¬ 
pleta revisión de la catalogación de estos cuerpos, en especial en las zonas de las 
Nubes de Magallanes. Por este motivo se plantea la revisión de las característi¬ 
cas de muchos de los objetos del catálogo utilizando un telescopio más poderoso. 
También se efectúan publicaciones sobre las características de cúmulos indivi¬ 
duales, tal el caso de NGC 346 (Perrine 1923). 

Más tarde, en la década de los cuarenta, Martín Dartayet reinicia el tra¬ 
bajo de fotografía de cúmulos globulares, esta vez empleando el recientemente 
inaugurado telescopio de Bosque Alegre. Para el mismo, realizó una revisión de 
lo realizado en la época de Perrine, tal como lo atestiguan las anotaciones que 
de puño y letra quedaron registradas en los cuadernos de observaciones 54 . 

De estos objetos se realizaron espectros con la cámara Saegmüller-Brashear 
y el prisma objetivo, con los que se determinaron los tipos espectrales integrados. 
Las exposiciones estuvieron a cargo de F. Symonds. 

También se lograron numerosas imágenes y espectros de estrellas B, A y 
Wolf-Rayet, entre las cuales se encuentra Eta Carinae. Se estudiaron además 
varias novas, por ejemplo la Nova Geminorum de 1912, Pictoris de 1926, Aquilae 
de 1918 y 1936. 

La Astrofísica se desarrolla en Argentina en dos períodos. El primero se 
corresponde casi exclusivamente con los estudios descriptos realizados en el Ob- 



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S. Paolantonio y E. Minniti 


servatorio Nacional. El segundo comienza con la habilitación del telescopio de 
Bosque Alegre, gestado en el primer período. Ambas etapas se dieron con un 
muy débil vínculo entre las mismas (Landy Dessy J. 1970). 

5.13. La Estación Astrofísica de Bosque Alegre 

Finalización del espejo 

Fallecido Mulvey, quien estaría a cargo del tallado del espejo de 1,5 me¬ 
tros, resultó imposible traer para reemplazarlo un óptico desde Europa como 
consecuencia la guerra. Por otro lado, los costos y el exiguo presupuesto del 
Observatorio hacían prohibitivo contratar uno en Estados Unidos. 

Para ayudar a Mulvey con el taller de óptica, en su momento, Perrine solicitó 
a Warner y Swasey (empresa que construía la montura) uno de sus mecánicos 
por tiempo limitado, el cual conservaría su empleo hasta su retorno a EE.UU. 
La empresa envía entonces a T. Fisher, que llega a Córdoba en 1913. 

Fisher se convierte en el sucesor de Mulvey en el tallado del espejo, este 
no poseía ningún antecedente en óptica, pero a pedido de Perrine, previa ca¬ 
pacitación y asegurada su guía, intenta figurarlo sin éxito durante varios años. 
Finalmente, Fisher retorna a su antiguo empleo al terminar 1921. 

El pulido del espejo entra a partir de ese momento en un prolongado parén¬ 
tesis ante la imposibilidad de disponer de persona capacitada, período en que 
ocurren diversos acontecimientos que afectan al observatorio y a su director, en¬ 
tre otros, la construcción de la nueva sede y los diversos cuestionamientos sobre 
su funcionamiento. 

A partir de 1931, al iniciarse la construcción del edificio y la cúpula en 
Bosque Alegre, así como el montaje del telescopio, se retoman los intentos para 
terminar de configurar el objetivo. Esta vez, a cargo del teniente de fragata 
Carlos Ponce Laforgue, con la ayuda de Ángel Gomara y de J. Martínez Carrera, 
dirigidos por Perrine —quien se encontraba la mayor parte del tiempo en cama 
afectado de un proceso asmático—. Cuando a fines de 1936 se jubila Perrine, 
los esfuerzos realizados para terminar el espejo no habían dado sus frutos, la 
superficie aún se encontraba a 11 longitudes de onda de lo requerido. 

El director interventor del Observatorio, el Dr. Félix Aguilar, que sucede a 
Perrine, aconseja al Ministro enviar el espejo a EE.UU. para su terminación. El 
trabajo de re-esmerilar y pulido fue confiado a James Walter Fecker, de Pit.ts- 
burg, Pennsylvania. 

El contrato se firma recién un año más tarde, el 9 de febrero de 1938, estando 
ya en la dirección el Dr. Juan José Nissen, quien lo suscribe. En el mismo, se fija 
como distancia focal del objetivo, 747 centímetros, con una tolerancia de 2cm. 
La superficie óptica debía estar libre de “defectos mecánicos y astigmatismo”; 
con errores zonales iguales o menores a 0,25 longitudes de onda, verificados con 
la técnica de Hartmann. “Cuando la superficie óptica es probada por el Foucault 
o método del cuchillo-borde, mostrará figuras absolutamente lisas y uniformes”. 

Se fija un plazo de diez meses a partir del momento en que es recibido el 
disco, y un precio de 12.000 dólares, que serían pagados, la mitad al momento 
de la firma del contrato y la otra al ser aceptado el trabajo. En el contrato 
se especificaban además, las condiciones en que se harían las pruebas para su 
aceptación. 



Historia del Observatorio Astronómico de Córdoba 


135 


El cajón con el bloc, enviado por vía marítima, desde Buenos Aires a Nueva 
York, llegó a manos del óptico el 15 de septiembre de 1938. De acuerdo a lo 
convenido, el espejo debía ser entregado para su revisión entre el 15 de julio 
y el primero de agosto de 1939, período en que el Observatorio enviaría una 
persona para comprobar la calidad del espejo. Para esta importante tarea fue 
designado el Dr. Enrique Gavióla, quien se desempeñaba en el observatorio como 
astrofísico. Gavióla tenía muy buenos conocimientos de óptica y de hecho había 
trabajado con John Strong en EE.UU. (Bernaola 2001). 

Gavióla parte para EE.UU. en el vapor “Argentina” el 7 de julio, arribando a 
Nueva York el 24; se desplaza a Washington donde se contacta con la embajada 
para pedir su colaboración. Mientras tanto, Fecker señala en una carta del 14 
de julio que el espejo estaba casi listo, y en una comunicación telefónica con 
Gavióla a fines de julio, que lo estaría en la primera semana de agosto. 

Cuando el encargado de la misión llega a Pittsburg el 7 de agosto, el espejo 
estaba en la máquina de pulir. A pesar de encontrase próximo al valor estipulado, 
Feker no logra alcanzarlo. En reiteradas ocasiones debe recomenzar el trabajo, 
en una oportunidad una raya en la superficie obligó a reiniciar todo el proceso 
desde la esfera. 

Gavióla, quien se limitó en ese lapso a realizar los cálculos correspondientes 
para determinar la curva de la superficie, aprovecha el tiempo estudiando las 
técnicas de Fecker. También termina de redactar los resultados de la investiga¬ 
ción, que junto a otro empleado del Observatorio, Ricardo Platzeck, realizara 
sobre el método de control de superficies ópticas, denominado de la “cáustica”. 
Este trabajo, que haría a sus autores famosos, fue publicado en noviembre en el 
Journal of the Optical Society of America, y tuvo una repercusión favorable de 
forma inmediata (Gavióla 1940). 

Mientras tanto, la fecha límite, el 15 de septiembre se acercaba; si el espejo 
no se embarcaba para ese día, el óptico debería abonar una importante suma a 
la aduana norteamericana. Ante la seguridad que se superaría esa fecha, Gavióla 
realiza trámites con ayuda de la Embajada Argentina, para que se conceda una 
prórroga, gestión que dio sus frutos, consiguiéndose una autorización con plazo 
indefinido libre de derechos —que debería haber pagado Fecker (Gavióla 1940). 

En ese ínterin estalla la segunda guerra mundial. El espejo para el “Gran 
Reflector” seguía resistiéndose a ser terminado luego de casi tres décadas de 
iniciado el proceso. 

De regreso al taller en Pittsburg, el 28 de octubre, se encuentra con que 
el espejo estaba próximo a terminarse, sin embargo nuevamente comienza a 
deteriorarse hasta alcanzar errores del orden de una longitud de onda el 15 de 
noviembre. Se hacía evidente que el método de trabajo empleado por Fecker, 
esencialmente el mismo que empleara Ritchey a principios de siglo, tenía una 
falla. El óptico realizaba una interpretación intuitiva de las medidas, las cuales 
numerosas veces lo conducían a errores. 

Gavióla durante su larga estadía estudió la técnica empleada por Fecker y 
descubrió la fuente de los errores. Luego de insistir en reiteradas oportunidades 
para cambiar el método, finalmente el óptico accede a hacerlo. 

En este punto, el relato de Gavióla resulta significativo: 

Era necesario, pues, que no me limitase a controlar las medidas 
de las aberraciones y a integrar la curva, sino que debía indicar la 



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S. Paolantonio y E. Minniti 


herramienta, carrera y desplazamiento que correspondía usar. Tenía 
que dirigir yo todo el trabajo. No fue fácil conseguir que el señor Fec- 
ker aceptara esto. Lo cual es comprensible. Hay que ponerse en su 
situación. Que a un óptico con 30 años de experiencia, formado bajo 
la dirección de Bracear, Me. Dosel y Lundin —artistas en óptica de 
los mejores de su época — viniera un astronomito de “South Ameri¬ 
ca” a decirle cómo debía trabajar, era un poco fuerte. Sin embargo, 
aceptó, si no en forma oficial, tácitamente (Gavióla 1940). 

A partir del momento en que Gavióla toma las riendas los avances fueron 
sostenidos, si bien se debieron superar otros inconvenientes relacionados con la 
falta de constancia de la temperatura del taller, la cual dificultaba los controles. 
Finalmente, el 22 de diciembre se realizaron los últimos retoques y el control 
finalizó el día siguiente con excelentes resultados: un error de 0,1 longitudes de 
onda, muy por debajo de las 0,25 admitidas, y una longitud focal de 748 ern, 
1 cm mayor que lo pedido pero dentro de la tolerancia de 2 cm que permitía el 
contrato. Habían pasado varios meses desde la fecha pactada. El trabajo que no 
pudo concretarse en Argentina, tuvo que finalmente ser terminado en EE.UU. 
por un argentino. 

A pesar de las fuertes nevadas que sacudieron la zona, el cajón con el espejo 
pudo embarcarse el 29 de diciembre de 1939 en el vapor “Uruguay”, el que partió 
al día siguiente. El 16 de enero de 1940, el vapor toca “Puerto Nuevo” en Buenos 
Aires, donde es descargado y depositado a la espera de su traslado a Córdoba. 

Recién el 27 de abril pudo retirarse el espejo de la aduana. Un camión del 
ejército, facilitado por el Instituto Geográfico Militar, es modificado para que 
presente una plataforma plana adonde apoyar el gran cajón. Enrique Gavióla en 
persona y Angel Gomara se encargan de buscar el espejo. 

Construcción de la estación de Bosque Alegre 

Con el financiamiento casi concedido, el 21 de agosto de 1911, Perrine so¬ 
licita presupuestos para cúpulas de 15 y 18 metros de diámetro. La casa cons¬ 
tructora contesta el 23 de octubre, indicando montos de 13.400 y 15.150 dólares 
respectivamente. Finalmente se encarga a Warner and Swasey la cúpula de 18 
metros, la cual fue recibida en 1914. Con un peso de 80 toneladas, tiene forma 
semiesférica, con un cilindro de aproximadamente un metro de altura en su base. 

La obra de albañilería del edificio la realiza la VI Zona de la Dirección de 
Arquitectura de la Nación, de acuerdo a los planos enviados por la casa cons¬ 
tructora. Las tareas estaban bajo la dirección del ingeniero Federico P. Weiss, 
Jefe de Zona. Weiss era un entusiasta amante de las ciencias, por lo que puso 
especial empeño en este emprendimiento y resultó ser una persona clave para la 
feliz concreción del mismo. 

Inicialmente se construyó la pared externa de planta circular, empleando 
piedras del lugar. Las internas no fueron levantadas para permitir el posterior 
armado del telescopio. También se construyó en hormigón armado un pilar hueco 
de forma piramidal, destinado a soportar el telescopio. Contaba con una altura 
de 10 metros, con el objeto de alejar el instrumento de la capa inestable de aire 
superficial y favorecer de este modo la imagen. 

El ingeniero Weiss, tuvo como colaborador al ingeniero Barsotti, a quien 
había conocido en 1929 en las obras del dique compensador destinado a riego, 



Historia del Observatorio Astronómico de Córdoba 


137 



Figura 29 La cúpula de Bosque Alegre en pleno proceso de armado, 
1930 (Archivo OAC). 


ubicado en el río Los Sauces al norte de Las Tapias, en la provincia de Córdoba. 
Entre los obreros que habían trabajado en aquel emprendimiento, y que fueron 
contratados para Bosque Alegre, se encontraba el mecánico Angel Gomara 55 , el 
que posteriormente se convertiría en empleado del Observatorio de Córdoba y 
desempeñaría un papel fundamental en el futuro de la estación astrofísica. 

Terminadas las obras de albañilería, se emprendió el complejo armado de la 
cúpula. Las 24 ruedas, que soportaban la estructura, con más de 150 kilogramos 
de peso cada una, estaban fabricadas en fundición, reforzadas con cinco nervios 
a modo de “rayos”. Su forma es ligeramente cónica, mientras que el riel sobre el 
cual ruedan está levemente inclinado, con el objeto de lograr que la cúpula se 
auto centre al girar. El conjunto fue nivelado por Weiss, empleando un teodolito 
situado en el centro de la torre, utilizando como referencia el centro de los ejes 
de las ruedas. 

El 6 de septiembre de 1930 se produjeron los acontecimientos que desem¬ 
bocaron en la llamada “Revolución del Treinta”, golpe militar que derrocó al 
presidente Hipólito Irigoyen. La cúpula, con su armazón montado, se encontra¬ 
ba a mitad del proceso de ser cubierta con las chapas de hierro. En ese momento 
fue cesanteado la mayor parte del personal por orden del poder ejecutivo na¬ 
cional de facto. Para terminar el trabajo, quedaron tres obreros al mando de 
Gomara. Las tareas se realizaron contra reloj para impedir que las primeras llu¬ 
vias de verano arruinaran todo lo realizado. Finalmente se concluyeron las tareas 
a mediados de diciembre. 

Para esa época, en la entrada del predio se instaló un portón de rejas entre 
dos pilares de piedras. También se había terminado la “usina”, que proveería de 
energía al complejo, y el refugio de la bomba de agua. 

La Dirección de Arquitectura compró las máquinas de la usina a provee¬ 
dores nacionales. Un motor y generador de corriente continua, alimentaban un 



138 


S. Paolantonio y E. Minniti 


gran banco de acumuladores, los que requerían un continuo seguimiento y man¬ 
tenimiento, que prolijamente fue asentado en cuadernos a través de los años. El 
Observatorio compró una conmutatriz de 6 CV, necesaria para transformar la 
corriente continua en alterna, para el funcionamiento de los transformadores. 

En la casa de bombeo se instalaron dos bombas, una francesa y una inglesa, 
las que elevaban el agua los 190 m de desnivel entre el río y el depósito. 

Un elemento clave para el funcionamiento del Observatorio era contar con 
la hora exacta, para lo cual se compró un reloj de alta precisión. Era el Rie- 
fler número 156, alimentado por acumuladores para automóvil. El aparato debía 
instalarse en un lugar en el que la temperatura se mantuviera lo más constante 
posible para que no se afectara su funcionamiento. Teniendo en cuenta la expe¬ 
riencia ganada con la realización del pozo de relojes construido en la sede central 
del observatorio en la ciudad Córdoba, de acuerdo con el diseño de Zimmer, y 
dada la geografía rocosa del lugar, se planeó la construcción de un túnel horizon¬ 
tal, varios metros por debajo del nivel de la cúpula principal, a mitad de camino 
entre esta y el pabellón del Círculo Meridiano. Este túnel fue excavado por un 
obrero chileno que trabajaba en el dique Los Sauces, contactado por Gomara. 
Empleando dinamita y pico, taladra el cerro 35 metros, construyéndose al final 
del túnel una habitación de unos 3 metros de lado, destinada a contener el reloj. 

El túnel nunca sería usado. Al determinarse que en el interior hueco del 
pilar del telescopio, la estabilidad térmica era excelente, se colocó el reloj en el 
mismo. El túnel sirvió posteriormente como refugio para un sismógrafo y ¡para 
estacionar excelentes jamones! 

Por pedido del ONA realizado en 1932 y gracias a la gestiones del Dr. Hart- 
mann, la Universidad de La Plata autoriza el préstamo del Círculo Meridiano 
de su Observatorio, gemelo del de Córdoba y que a ese momento no había sido 
utilizado desde su llegada en 1908. El instrumento llega a mediados de 1933 y 
es llevado a Bosque Alegre, donde se le construiría un refugio para el mismo. 
El préstamo era por cinco años, sin embargo, al dejar Hartmann la dirección 
de aquel observatorio en 1934, asumida por el Ing. Félix Aguilar, este reclamó 
su devolución. Recién a partir de septiembre de 1936, se construyó el edificio, 
terminado pero nunca ocupado. El instrumento prestado no se montó y fue de¬ 
vuelto. 

En 1934 el Consejo Nacional de Educación autoriza la creación de una escue¬ 
la elemental para niños de la zona, como respuesta a las gestiones realizadas por 
la dirección del Observatorio. La escuela ocupó entonces el pabellón construido 
para el Círculo Meridiano. El primer ciclo lectivo de la Escuela Nacional N- 361, 
se desarrolló durante el año 1938, siendo su director —y único profesor—, el 
maestro Honorio Quiroga y presidente de la cooperadora el Dr. Enrique Gavió¬ 
la. Dadas las dificultades de acceso a los grandes centros urbanos, esta escuela 
rural fue y sigue siendo de suma importancia para la alfabetización de los niños 
de la zona. Más tarde, por varias décadas se desempeñó como personal único 
el maestro Héctor E. Moyano, quien también fue empleado del Observatorio, 
como auxiliar de observación en la Estación Astrofísica. Luego de una merecida 
jubilación, en el año 2004 falleció por quemaduras recibidas mientras ayudaba 
a proteger las instalaciones astronómicas de las llamas de uno de los tantos in¬ 
cendios forestales que azotan periódicamente la zona. Vaya nuestro homenaje al 



Historia del Observatorio Astronómico de Córdoba 


139 


Armado del telescopio 

Poco antes de la firma del contrato por la compra de la montura del teles¬ 
copio, el 28 de julio de 1914 comenzó la primera guerra mundial. 

Incluso durante el período en que EE.UU. mantuvo su neutralidad, prácti¬ 
camente todas sus industrias se dedicaron al lucrativo negocio de la producción 
de armamentos y de los variados elementos necesarios para satisfacer a los ejérci¬ 
tos de la alianza. La industrializada Cleveland, donde tenía su sede la compañía 
Warner and Swasey, tuvo un papel destacado en el furor productivo de esta 
etapa. A pesar de esto, en 1916, la firma entrega la montura del reflector de 72 
pulgadas para el Dominion Astrophysical Observatory de Canadá. ¿Por qué no 
se fabricó el del ONA?, probablemente por haberse contratado con posterioridad 
y no tener una fecha de entrega pactada, así como la limitada capacidad de la 
compañía por las razones antes indicadas. 

Finalizada la contienda, la empresa encargada de la construcción del teles¬ 
copio intentó romper el contrato, proponiendo la devolución del dinero abonado 
hasta ese momento (Gavióla 1942). La razón de este actuar no está del todo 
clara. Tal vez la empresa tenía algunas dudas sobre si el Gobierno Argentino 
abonaría el monto pactado, en una época de crisis económica, o el precio había 
quedado desactualizado, o el material vendido fuera entonces considerado por 
Estados Unidos como estratégico, en un contexto mundial sumamente inestable. 
Sea cual sea la causa que generó la propuesta, la misma fue rechazada, de modo 
que la firma cumplió lo pactado. 

El telescopio fue terminado en 1922, tal como reza la placa colocada en su 
pedestal. A principios de 1923, en los gigantescos galpones que poseía la empresa 
en la avenida Carnegie S. E., donde años atrás se habían producido grandes 
obuses, el instrumento, con sus 37 toneladas y media de peso, fue armado para 
verificar el correcto funcionamiento de todas sus partes. Las fotografías tomadas 
en esa ocasión son las únicas que lo muestran con el tubo cubierto con placas de 
aluminio. 

Terminada la montura, el envío a la Argentina nuevamente se atrasó, esta 
vez, como consecuencia de las demoras en el pago de la suma faltante para saldar 
el costo de la misma. La última cuota de 22.474,31 dólares oro, equivalentes a 
56.651,59 pesos moneda nacional, fue autorizada recién el último día de 1926. 

Finalmente, la montura desarmada y embalada en numerosos cajones, partió 
de Estados Unidos en noviembre de 1926. Llega a Córdoba a principios de 1927 e 
inmediatamente fue transportada por ferrocarril hasta Alta Gracia, donde quedó 
depositada. 

El que para la primera década del siglo XX sería el mayor telescopio del 
mundo, junto al del Observatorio de Monte Wilson, era por entonces el tercero 
en tamaño, luego del de 2,5 metros de esa misma institución y del Canadiense 
de 1,83 metros. 

Desde Alta Gracia, las grandes y pesadas piezas fueron transportadas em¬ 
pleando camiones, a través de un camino más o menos bueno, pero con pendien¬ 
tes pronunciadas que demandaban mucho a los mejores motores de la época. 
En los aproximadamente 15 kilómetros que separan esta localidad de Bosque 
Alegre, se pasa de una altura de 585 metros a los 1.250 snm. En los últimos dos 
kilómetros, costeados por precipicios, se encontraban las mayores pendientes; 
tramo en que las piezas más pesadas necesitaron, en ocasiones, la utilización de 



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Figura 30 Izquierda: El telescopio en la fábrica Warner and Swa- 
sey de Cleveland, EE.UU.. Se aprecia el eje polar y los rodamientos. 
Derecha: El tubo del telescopio armado, cerrado con chapas de alumi¬ 
nio (The Warner and Swasey Collection, Kelvin Srnith Library, Case 
Western Reserve University). 


hasta dos tractores para ayudar a los camiones. Federico Weiss, estuvo al frente 
de esta ingente tarea. 

Terminada la construcción de la cúpula, a pesar de la escasez de recursos, 
ante la presión para dar respuesta a la demanda por la terminación del pro¬ 
yecto, Perrine encomienda armar el instrumento al encargado del instrumental, 
el teniente de fragata Ponce Laforgue. Para este fin, solo se utilizarían algunos 
escasos fondos ahorrados del presupuesto de la institución de ese año. Se desco¬ 
nocen las razones por la que no se encargó el armado a la empresa que construyó 
el telescopio, lo cual parece ilógico a no ser que el presupuesto fuera sumamente 
exiguo . 

La montura no fue acompañada con los planos adecuados, por lo que el 
trabajo de armado de esta inmensa y compleja estructura fue todo un desafío. 
Por vez primera, un instrumento de estas características fue ensamblado por 
personal no perteneciente a la empresa constructora, prácticamente sin indica¬ 
ciones de cómo hacerlo, agregándose el problema de la existencia de algunos 
faltantes. Surgió la necesidad de contar con un mecánico hábil que pudiera con 
esta tarea. El ingeniero Weiss recomienda entonces a Ángel Gomara, quien había 
participado del armado de la cúpula. 

Se solicitan en concepto de préstamo a distintas reparticiones, las herramien¬ 
tas y elementos necesarios. Las palabras de Laforgue dejan en claro la escasez 
de elementos con que debieron enfrentar la empresa: 

Ni el número de personal realmente necesario, ni herramientas 
adecuadas, ni guinches, ni aparejos modernos, ni zorras para trans¬ 
portar grandes piezas desde el galpón hasta su puesto de montaje 
hemos tenido (Ponce Laforgue 1931). 

Todo el trabajo fue dirigido por Ponce Laforgue, teniendo como mano de¬ 
recha a Gomara. Se estableció entre ambos un fuerte compañerismo de trabajo 
que se prolongó por muchos años. Fueron contratados además algunos obreros, 





Historia del Observatorio Astronómico de Córdoba 


141 


entre ellos un carpintero: A. Buccolini, M. Pérez, F. Bullera, A. Baldocci, S. 
Fernández y P. Carranza. Perrine, no participó directamente de las tareas, pues 
no subió a Bosque hasta que estuvieron terminadas. 

Los primeros elementos en instalarse fueron los soportes del eje polar, el 
sur y el norte, cada uno con un peso de 1500 kilogramos. Se anclaron al pilar 
por medio de vástagos roscados, amurados con cemento “Lafargue” de fraguado 
rápido, el que en 24 horas permitía continuar con las tareas. En estos soportes, se 
ubicó el inmenso eje polar, montado en rodamientos axiales y radiales, fabricados 
por SKF, con doble fila de bolillas de un tamaño similar al de una bola de billar. 
Cada rodamiento fue cuidadosamente engrasado. 

En el extremo norte del eje se acoplaron por medio de chavetas, los gran¬ 
des círculos graduados, el horario y el de ascensión recta, así como las ruedas 
dentadas, una para el seguimiento y otra para el movimiento rápido. Las ruedas 
engranan en sendos tornillos sin fin. Este eje debía ser ubicado con exactitud 
en dirección sur-norte, bajo una inclinación de 31° 35', igual a la latitud del 
lugar. De este modo, quedaría paralelo al eje del mundo, y con solo su giro sería 
suficiente para seguir la bóveda celeste en su movimiento diario. 

Sin dudas fue una de las tareas más difíciles y delicadas. Laforgue trazó la 
meridiana, para tomarla como referencia al alinear el eje. Los orificios para los 
espárragos de los soportes eran grandes y tenía amplias regulaciones en ambos 
sentidos que facilitaban el correcto posicionamiento. A pesar de ser hueco, el 
eje, de 4,5 metros de largo y 51 centímetros de diámetro, pesa 4.500 kilogramos. 
Fue sostenido en el aire por dos aparejos amarrados a la cúpula, uno lo retenía, 
mientras que el segundo permitía darle la inclinación adecuada. 

El carpintero realizó un soporte inclinado a la latitud del lugar, para posi- 
cionar el pesado conjunto de los grandes círculos y engranajes insertados en el 
mismo. La rueda dentada destinada al movimiento del eje, la mayor, tiene un 
diámetro de algo más de 2,75 metros y posee 720 dientes rectos. 

En el extremo sur del eje se ubicó la horquilla que soporta el tubo del 
telescopio. Esta se divide en tres partes, la base y los dos brazos, con un peso 
total de seis toneladas. Transcurría el 15 de marzo de 1930. 

El paso siguiente fue ubicar la pieza más pesada, un cilindro de acero de 
165 cm de diámetro, dos metros de largo y más de 6 toneladas. Correspondía a la 
parte inferior del tubo del telescopio, en el que se encuentran los muñones del eje 
de declinación, los que se montan por medio de rodamientos en los extremos de 
los brazos de la horquilla. En uno de los lados de esta pieza, se ubicaría la celda 
porta espejo, mientras que en el otro, se armaría el resto de la estructura del 
tubo. En el extremo del tubo, colgando de cuatro chapas metálicas, se encuentra 
el soporte del espejo secundario, fabricado en aluminio para disminuir su peso. 
Es posible girarlo, de manera que la luz puede salir del tubo por cuatro aberturas 
distintas a elección, alineadas con los puntos cardinales. El largo total del tubo 
es de unos siete metros. 

La “pieza pesada” como se la llamó, debió ser dejada dentro del edifico mien¬ 
tras este se construía, dado que no pasaba por la puerta del mismo. Constituyó 
el mayor reto teniendo en cuenta los precarios elementos de elevación con que se 
disponía. Se intentó subirla por medio de dos aparejos, pero no pudo trabajarse 
con ambos a la vez, de modo que se empleó el mayor, con un límite de carga 
igual al peso de la pieza. Sujetada con gruesas cadenas, lentamente y tomando 



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S. Paolantonio y E. Minniti 


numerosas precauciones, a diez metros de altura y sobre andamios de madera, se 
comenzó a elevar la pieza mientras todos contenían la respiración. Finalmente, 
pudo ubicársela en su lugar para alivio de todos los presentes, este marcó un mo¬ 
mento de triunfo para el emprendimiento, el trabajo restante consistía en armar 
la estructura reticulada del tubo que no presentaba un desafío comparable. 

El montaje fue terminado el 31 marzo, Laforgue, Gomara y Weiss, triunfan¬ 
tes, se retrataron junto al gran telescopio, fijando este histórico acontecimiento. 

Perrine había solicitado que el tubo del telescopio fuera cerrado, de acuerdo 
a su experiencia recogida en el uso del reflector Crossley del Observatorio Lick, 
al que, como parte de las mejoras que le introdujo, hizo construir un nuevo tubo 
con esta particularidad. En el contrato del gran reflector, se incluyó el requisito 
de cubrir el tubo con chapas de hierro, las que posteriormente fueron reempla¬ 
zadas por el fabricante, por chapas aluminio, mucho más livianas. Sin embargo, 
para la época del armado del instrumento, la mayoría de los grandes reflectores 
eran construidos con estructuras abiertas, las que con el tiempo demostrarían 
su superioridad, al facilitar una rápida estabilización de su temperatura y la del 
espejo. Por esta causa, al momento de la inauguración del reflector de Bosque 
Alegre, en 1942, las placas de aluminio no se montaron, con excepción de las del 
extremo del tubo, que fueron colocadas durante un corto tiempo. Las valiosas 
placas, posteriormente se emplearon con otros fines. 

Finalizado el montaje del instrumento, se construyeron las paredes interiores 
y realizaron las terminaciones. Se formaron veintidós habitaciones destinadas a 
depósitos, laboratorio fotográfico, talleres, secretaría y oficinas. 



Figura 31 Izquierda: Esta es una de las pocas fotografías existen¬ 
tes del Dr. Perrine en Bosque Alegre, tomada junto a Ángel Gomara. 
Derecha: Los protagonistas junto al telescopio armado. De izquierda a 
derecha: Ing. F. Weiss, A. Gomara y C. Ponce Laforgue (Archivo OAC, 
digitalizadas por los autores). 

El desafío había sido superado gracias al ingenio y dedición de los esforzados 
protagonistas. El Dr. Perrine visita entonces por vez primera las instalaciones. 



Historia del Observatorio Astronómico de Córdoba 


143 


Seguramente la emoción lo embargó al ver el comienzo de la concreción de su 
sueño. 


Las mejoras 

Numerosos trabajos debieron realizarse antes que pudiera ponerse en fun¬ 
cionamiento la estación astrofísica. 

El sistema eléctrico del telescopio, con sus siete motores, resultó ser otro 
problema a superar, pues ningún plano fue enviado para su armado. El péndulo 
del reloj patrón, situado en el pilar, contaba con un conmutador eléctrico es¬ 
pecial que actuaba sobre otro ubicado en la caja de relojería del instrumento. 
Este último alimentaba los motores con una tensión de 126 V, de manera que el 
movimiento quedaba sincronizado con el reloj. 

Había numerosos faltantes de piezas del “sistema de relojería”, conjunto 
de engranajes destinado a producir el giro del telescopio, por lo que debieron 
fabricarse en Córdoba. 

También el sistema original del movimiento en declinación tenía serios defec¬ 
tos. Consistía en una gran corona movida por un tornillo “sin fin” fijo, conectado 
a un motor eléctrico. Como la corona no era lo suficientemente precisa, el sis¬ 
tema se trababa. Se procedió entonces a modificarlo, montando el tornillo en 
forma pivotante, apoyándolo sobre resortes, lo que permitía compensar las im¬ 
perfecciones y evitar que se detuviera. Se le agregó, un dispositivo que permitía 
desconectar el motor, adicionándosele además una larga barra con un mango 
en su extremo, que posibilitaba al observador efectuar un movimiento fino en 
declinación. 

El instrumento, tal como fue enviado por la empresa constructora, no tenía 
buscador. En la década de 1940, se le agregó para este fin, el anteojo guía de la 
cámara Hans Heele. 

Cuando el telescopio se utiliza con el foco newtoniano, el observador debe 
ubicarse casi en el extremo del tubo del instrumento, en ocasiones a gran altura. 
Por lo tanto, debe contarse con un medio que le permita al astrónomo acceder a 
ese sitio. El fabricante había previsto un raro dispositivo con forma de escalera, 
el cual no convenció a Gavióla. Junto con Gomara, diseñaron para su reemplazo 
una plataforma móvil, que se suspendería desde la cúpula, permitiendo llevar 
a más de un observador a la posición del foco, y actuaría también como grúa 
de servicio, destinada al desplazamiento de piezas del telescopio, en especial del 
espejo en el momento de su metalizado. 

Las únicas piezas que no podían realizarse en la institución eran las vías 
sobre las cuales se desplazaría la plataforma. Consistían en grandes perfiles de 
acero doble T, de alto y ancho similares, divididos en 12 tramos. Estas piezas 
debían ser dobladas siguiendo la curva de la cúpula, para lo cual Gomara viaja 
a Buenos Aires. El trabajo se realiza en un taller dirigido por dos italianos, los 
cuales lograron doblar en frío todos los perfiles. 

El espejo plano mayor, de 46 por 31 cm, fue realizado por Gomara bajo la 
dirección de Gavióla a fines de 1938. Los dos hiperbólicos destinados a las confi¬ 
guraciones de los focos Coude, fueron tallados por Francisco Urquiza, encargado 
del taller de óptica. Todos se midieron con el procedimiento ideado por Gavióla. 
También se construyen diversos oculares. 



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S. Paolantonio y E. Minniti 



Figura 32 1. Gavióla frente al espejo terminado en EE.UU. 2. El 

espejo es desembarcado del “Uruguay” en el puerto de Buenos Aires. 
3. Llegada del espejo al Observatorio (Archivo OAC, digitalizadas por 
los autores). 


En el taller mecánico se fabricó la primera cámara fotográfica que se uti¬ 
lizaría en el telescopio, la cual consiste en un porta placa, que puede moverse 
con gran precisión. De esta manera, es posible introducir las correcciones necesa¬ 
rias para un buen seguimiento de los objetos que se fotografían. Se utiliza como 
referencia una estrella del campo, observada con un ocular con retículo. 

En la celda porta espejo, el objetivo está apoyado sobre tres soportes de 
30 centímetro de diámetro, los que pueden moverse para poder colimarlo. En su 
periferia, el espejo era soportado en cuatro puntos, también móviles para permitir 
centrarlo. Con el tiempo, se notó que estos soportes introducían deformaciones 
al espejo, por lo que se cambiaron. La modificación fue diseñada y elaborada en 
el Observatorio, con resultados óptimos. 

Otra mejora fue la adición de una tapa de varios “pétalos” para proteger el 
espejo de depósitos indeseables. 


La inauguración 

Hacia fines de 1941, Gomara y Alberto Soler encajonan nuevamente el gran 
espejo y lo montan en un camión para transportarlo hasta Bosque Alegre. Luego 
de subir lentamente el empinado comino plagado de curvas llegaron a destino. 
Debieron trabajar duramente para descargar el pesado cajón, empleando barre¬ 
tas y un plano inclinado. Cuando intentan introducirlo en el edificio se encuen¬ 
tran con la ingrata noticia de que el mismo no pasaba por la puerta principal. 
Debieron redoblarse los esfuerzos para inclinar la caja y poder de este modo 
pasarla por la abertura. Finalmente la caja fue depositada en la planta baja. 



Historia del Observatorio Astronómico de Córdoba 


145 


Al día siguiente, se puso el espejo vertical y tomándolo de canto, por medio 
de la grúa de la plataforma de observación, se lo elevó los 11 metros que lo 
separaban del nivel del telescopio. 

El 28 de noviembre de 1941, Gavióla, Gomara y Ricardo Platzeck realizan 
el primer plateado, bruñido por Platzeck. 

El cielo nublado impidió poder probar el instrumento en los días siguientes, 
hasta que finalmente el primero de diciembre, se observa la Luna a través del foco 
Cassegrain. También se apunta el telescopio a Marte, Saturno, Júpiter, visibles 
en ese momento, con 750 y 1500 aumentos. Todos quedaron impresionados con 
lo que veían. Un año y siete meses desde la llegada del espejo terminado, fueron 
necesarios para poder inaugurar la Estación Astrofísica de Bosque Alegre. 

El 8 de junio de 1942, con temperaturas bajo cero, se realizaron las primeras 
observaciones empleando el foco newtoniano. Las primeras fotografías fueron 
realizadas días más tarde, el 17 de julio, obteniendo placas de Omega Centauro, 
47 Tucanae y la Nube Menor de Magallanes. 

La inauguración fue planeada por Gavióla para aprovechar al máximo el 
acontecimiento. Se invitó a numerosas influyentes personalidades y organizó el 
Pequeño Congreso de Astronomía y Física, al que concurrieron reconocidos cien¬ 
tíficos. El acto se llevó a cabo a las 12 horas del 5 de julio de 1942. Concurrieron 
al mismo el presidente de la Nación, Ramón S. Castillo, el gobernador de la 
Provincia de Córdoba, Santiago H. del Castillo y el vice gobernador —y futuro 
presidente— Arturo Illia. Los ministros nacionales de Justicia e Instrucción Pú¬ 
blica, Guillermo Rothe, de Obras Públicas, Salvador Oría y el de Guerra, general 
de brigada Juan N. Tonáis. También estuvieron presentes ministros provinciales 
de Gobierno. Otros importantes funcionarios que concurrieron al acto fueron 
los embajadores de Uruguay, Chile, Bolivia y Brasil, el Rector de la Universi¬ 
dad Nacional de Córdoba, Ing. Rodolfo Martínez, los presidentes del Superior 
Tribunal de Justicia y de la Cámara de Apelaciones, así como representantes 
de las fuerzas armadas. Desde luego los participantes al Congreso se hicieron 
presente, Félix Aguilar, director del Observatorio de La Plata y presidente del 
Consejo Nacional de Observatorios y el Dr. George D. Birkhoff, decano de la 
Universidad de Harvard. También se encontraban José A. Balseiro, por entonces 
estudiante en La Plata, Jorge Bobone y Enrique Chaudet. El reconocido astró¬ 
nomo Bernhardt, H. Dawson que ese mismo año descubriría una nova que llevaría 
su nombre y Jorge Sahade, estudiante en La Plata, que más tarde sería director 
del Observatorio Nacional y cumpliría un papel importantísimo en la astrono¬ 
mía argentina y mundial. Concurrieron además, por la Asociación Argentina 
Amigos de la Astronomía su fundador, Carlos Cardalda, José Galli secretario de 
la Revista Astronómica y el notable aficionado Carlos Seger, quien fue honra¬ 
do posteriormente por la comunidad científica poniendo su nombre a un cráter 
lunar. Todo el personal del Observatorio de Córdoba y muchas personalidades 
más. 

El Dr. Charles Dillon Perrine, gestor e impulsor de la idea, no estuvo pre¬ 
sente. No hay registros de que fuera invitado. 

En el edificio principal se pronunciaron los discursos. El primero en hacerlo 
fue el ministro Rothe, el cual realizó una recapitulación histórica del Observato¬ 
rio, en especial de su inauguración, destacando la figura del Dr. Benjamín Gould. 



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S. Paolantonio y E. Minniti 


Resalta la importancia del instrumento para la Astrofísica y reivindica el uso de 
los fondos públicos para este fin: 

... los rendimientos materiales de los altos estudios astrofísicos, 
compensarán con creces los gastos materiales y estimularán a los 
gobernantes en la tarea de aumentar y perfeccionar las dotaciones de 
los observatorios nacionales. 

Ni una sola referencia hizo al Dr. Perrine. 

Acto seguido, dirigió breves palabras a los presentes el director del Obser¬ 
vatorio, el Dr. Enrique Gavióla. Comenzó realizando un reconocimiento al Dr. 
Perrine, y posteriormente un repaso de la historia del telescopio y el espejo. 

Luego de algunos ajustes en la cámara fotográfica, el programa regular 
de observación comenzó el 7 de agosto. A partir de ese momento los trabajos 
fueron ininterrumpidos durante varias décadas. Las primeras investigaciones se 
relacionaron con las Nubes de Magallanes, que serían el centro de atención por 
varios años. El mundo científico esperaba ansiosamente los estudios de estos 
cuerpos únicos. En 1942 se obtuvieron unas 400 placas fotográficas de las mismas. 

En 1945, en una carta que Perrine dirige a Gavióla, expresa sus felicitaciones 
por el trabajo realizado sobre la erupción de T Pyxidis, una nova recurrente, 
manifestando: 

He visto el informe de sus observaciones de la erupción de T Py¬ 
xidis en noches pasadas en el “Córdoba’' y me he apurado a felicitarlo 
por el trabajo y expresar mi profunda satisfacción al ver el telescopio 
de Bosque Alegre, mi “niño” que me costó tanto, tiempo y esfuer¬ 
zo, trabajo, realizando un trabajo tan espléndido (Perrine a Gavióla, 
13/07/1945). 

Un magro consuelo para tantos años de esfuerzo. Desde su casa de Cocha- 
bamba 771 en el Barrio Inglés —hoy General Paz— y posteriormente desde Villa 
General Mitre —hoy Villa Totoral— Perrine siguió con atención los primeros lo¬ 
gros de su “niño” mimado. 

Esta Estación Astrofísica nació en la mente optimista y coraju¬ 
da de Charles Dillon Perrine director del Observatorio de Córdoba 
desde 1909 hasta 1936. A la realización en la materia de su ensue¬ 
ño atrevido dedicó Perrine las mejores energías de muchos años de 
su vida. Obtuvo triunfos y derrotas, éxitos y fracasos (E. Gavióla, 
Inauguración Estación Astrofísica de Bosque Alegre, 5/7/1942). 

5.14. Problemas en Los Altos 

Cuando Benjamín Gould asume la gestión del ONA, el presidente D. F. 
Sarmiento y su Ministro, el Dr. Avellaneda, del cual dependía directamente la 
institución, depositaron en él toda su confianza y le otorgaron el apoyo finan¬ 
ciero necesario, lo que le dio al Director una gran libertad para llevar adelante 
los trabajos planificados. Esta cómoda posición, fue posible gracias no solo a 
las coincidencias ideológicas, sino también al respaldo que le brindaba a Gould, 
su familia política y el hecho de pertenecer a la masonería. El momento era 



Historia del Observatorio Astronómico de Córdoba 


147 


el oportuno y los intereses personales coincidían. Esto permitió superar las po¬ 
cas resistencias que existieron en ese momento. De este modo, el Observatorio 
pudo desarrollar sus actividades y establecer un fuerte vínculo con la sociedad 
cordobesa. 

Estas condiciones iniciales fueron cambiando paulatinamente a lo largo de 
los 15 años de la administración del Dr. Gould, en especial, al finalizar las suce¬ 
sivas presidencias de los promotores de la institución, momento en que el apoyo 
comenzó a mermar. Esto se ve reflejado en los dichos del director, que reconoce 
los problemas que con frecuencia se le presentaba para acceder al ministro del 
cual dependía. 

Alejado Gould de Córdoba y estando ya Tiróme frente a la dirección, la 
crisis económica por la que atravesó el país impactó duramente al Observatorio. 
Se sumó a la escasez de dinero, la pérdida progresiva de la simpatía por los 
“gringos”, agudizada por la guerra del país del norte con España y sus nume¬ 
rosas intervenciones en Centroamérica. En el caso particular del Observatorio, 
seguramente contribuyó a esta pérdida, el no poder interpretar acertadamente 
las demandas de la sociedad cordobesa, para darles satisfacción y consecuente¬ 
mente poder integrarse plenamente a ella. 

Tiróme se queja en reiteradas oportunidades de las críticas que se le hacen, e 
incluso llega a señalar: “En verdad, no me cansa tanto el trabajo como las intrigas 
de mis enemigos, que dificultan mi administración, robándome tiempo. ” (Thonre 
J. M., La Prensa, 29/4/1894). La pérdida de importancia social del director del 
Observatorio, quien en otro tiempo fuera un referente nacional, se hace evidente 
en la casi nula repercusión periodística que tuvo la repentina muerte de Thome. 
De este modo, con el advenimiento del nuevo siglo, la ciudad y el país comenzaron 
a darle la espalda al Observatorio. 

La llegada de Perrine en 1909, otorgó nuevo impulso a la institución. El 
Gobierno Nacional, a cargo del cordobés José Figueroa Alcorta, a través del 
ministro Naón, le proporcionó respaldo económico y decidido apoyo a las pro¬ 
puestas del director. Para la época, tanto en la prensa local como la de Buenos 
Aires, se reconocen los logros del observatorio y adhieren a la compra de nuevo 
instrumental para el mismo, en referencia al “Gran Reflector”. 

A pesar de esto, luego de algunos años de tranquilidad relativa, a fines de 
la década del diez, se desata una ofensiva contra el Observatorio y su dirección, 
que duraría veinte años. Los planteamientos provinieron de un grupo de personas 
más o menos influyentes, relacionadas con el ámbito universitario, entre las que 
se incluían algunos funcionarios públicos. Se propuso la anexión del Observatorio 
a la Universidad de Córdoba, la modificación de sus fines y su consiguiente rees¬ 
tructuración, e incluso se pidió la renuncia del director. Las causas que llevaron 
a estos reclamos son diversas y ciertamente difíciles de descifrar completamente. 
Sin embargo, los hechos ocurridos en aquellos años, pueden ayudar a comprender 
algunos factores que contribuyeron a dar fuerza a las demandas. 

Un aspecto que debe tenerse en cuenta, es que la existencia de tan impor¬ 
tantes instituciones, como lo eran el Observatorio Nacional, la Oficina Meteo¬ 
rológica y la Academia Nacional de Ciencias, en una ciudad del interior, nunca 
fue bien vista por la centralista Buenos Aires. Basta remitirse a lo publicado 
en la prensa para la época de la inauguración de las mismas y de la Exposición 
Nacional, a través de la que se criticó y complotó contra su éxito, propagando 



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S. Paolantonio y E. Minniti 


noticias frecuentemente mentirosas. La rivalidad entre las ciudades era fuerte, 
tal como lo destaca Gould en una de las cartas de su abundante correspondencia 
con Sarmiento: “toda cosa mala en Córdoba es porteña” (Gould a Sarmiento, 
06/12/1872). Buenos Aires responde al avance del interior con la creación de la 
Sociedad Científica Argentina en 1872 y el Observatorio de La Plata en 1882. 
Esta puja no mermó con el tiempo, permanentemente el poder central pretendió 
el traslado de estas instituciones a la capital, tal como ocurrió en 1901 con la 
dirección de la Oficina Meteorológica. 

El origen de los reclamos puede situarse el 15 de enero de 1917, oportuni¬ 
dad en que al discutirse el Presupuesto Nacional en el Congreso, el Diputado 
Gerónimo Pantaleón del Barco, quien había sido vicegobernador de Córdoba y 
más tarde sería gobernador entre 1921 y 1922, opositor al Gobierno Nacional de 
Irigoyen, ataca al Observatorio afirmando que este no prestaba utilidad alguna 
para la ciencia del país y que estaba convertido en una colonia de connacionales 
de su director. 

Intento de anexión a la Universidad Nacional de Córdoba 

Si bien en algunas de las cátedras que se dictaban en la Universidad de 
Córdoba se enseñaban matemáticas y rudimentos de las ciencias naturales, estas 
disciplinas ingresaron formalmente a la Universidad en la década de 1870, con 
la fundación de la Facultad de Ciencias Matemáticas y Físicas, contemporánea¬ 
mente con la del Observatorio. 

Al crearse el ONA, la intención inicial fue integrarlo de algún modo a la casa 
de altos estudios. En varias oportunidades, su mentor, señaló que la presencia 
de la Universidad en Córdoba fue uno de los factores que definió la instalación 
de la institución en esta ciudad (Sarmiento 1865b). Esto es coherente con el 
discurso pronunciado por Gould en septiembre de 1870, durante la recepción 
que le realizaron las autoridades de la Universidad, así como lo manifestado 
en el informe al Ministro de 1873, en el que señala la idea de integrarse a la 
Facultad de Ciencias. Sin embargo, en aquel momento no se concretó la unión, 
el Observatorio permaneció desvinculado de la Universidad. 

En 1918, la eliminación del internado en el Hospital Universitario de Cór¬ 
doba provocó una huelga estudiantil, la que derivó más tarde en las revueltas de 
la Reforma Universitaria. Los cambios derivados de estas luchas se sucedieron, 
no sin dificultades, plagados de intervenciones del Estado Nacional. Este era el 
ambiente en la Universidad cuando se plantea la anexión del Observatorio. 

La campaña se llevó adelante principalmente a través del diario católico 
Los Principios. En enero de 1917 se publica lo dicho por el diputado del Barco, 
añadiendo que se proponía que para el presupuesto de 1918, el Poder Ejecutivo 
contemplara al Observatorio Nacional como integrado a la Universidad. 

Si bien este pedido no prosperó, la propuesta fue retomada nuevamente por 
la Juventud Universitaria en 1920. Años más tarde, en enero de 1927, en Los 
Principios salen a la luz varios artículos en el marco del rechazo a los intentos de 
llevar a Buenos Aires las dependencias de la Oficina Meteorológica que quedaban 
en Córdoba. En estos, se realizan manifestaciones negativas que involucraban al 
Observatorio' 57 , proponiendo una vez más, su incorporación a la Universidad y 
sugiriendo inclusive, una posible nueva estructura para el mismo. Se manifiesta 
que las ventajas que se tendría al depender de la casa de altos estudios eran 



Historia del Observatorio Astronómico de Córdoba 


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evidentes, al poder realizarse un control directo e inmediato, a diferencia de lo 
que ocurría hasta ese momento, en que el Ministerio desde la capital no podía 
vigilar activamente a la institución 58 . 

La acusación de que el Observatorio no había cumplido con la misión para la 
cual fue creado era desconocer las numerosas obras realizadas en su más de medio 
siglo de vida. Se reclamaba la difusión de los resultados de las investigaciones 
realizadas en la institución y se proponía la creación de secciones dedicadas a la 
Heliofísica y en especial de Geofísica. 

Durante 1926, el Rector León S. Morra mantuvo una entrevista con el Mi¬ 
nistro de Instrucción Pública de la Nación, doctor Antonio Sagarna, quien había 
sido interventor de la Universidad entre abril y junio de 1923 y de quien dependía 
el Observatorio, en la cual expuso su opinión sobre la conveniencia de anexarlo 
a la Universidad. 

Para apoyar las gestiones de incorporación, el Rector invita a Córdoba al 
astrónomo jesuita Luis Rodés, director del Observatorio del Ebro, de España, 
para que pronuncie varias conferencias y las correspondientes opiniones sobre el 
tema en cuestión, que se anticipaban favorables 59 . 

Durante su estadía en Córdoba, Rodés visita las dependencias del Observa¬ 
torio y Bosque Alegre. Luego, manifiesta a la prensa que no estaba convencido de 
la utilidad de construir un observatorio en la sierra. (Los Principios, 16/01/1927). 
Estos comentarios muestran un cierto grado de ignorancia o una clara intención 
de desprestigiar la iniciativa, dado que para la época ya hacía largo tiempo que 
se reconocía la utilidad de instalar los grandes telescopios en lugares alejados de 
los centros poblados, para evitar la incipiente polución luminosa y aprovechar 
las innegables mejores condiciones en cuanto a transparencia de la atmósfera. 

En contra de las intenciones de Morra, que pretendía de inmediato un de¬ 
creto anunciando la anexión, el Ministro conforma un comité para investigar la 
situación del ONA. En los meses de febrero y marzo, dos miembros de la comi¬ 
sión conformada, los ingenieros Félix Aguilar y Norberto B. Cobos, inspeccionan 
el Observatorio. Las conclusiones a las que arribaron los inspectores, dadas a co¬ 
nocer al Ministro el 29 de abril de 1927, producen un giro inesperado. En estas, 
destaca que si bien “... el Observatorio ha vivido y vive enteramente desvincu¬ 
lado de la Universidad’ 1 y que la Institución debía colaborar con la Universidad, 
consideran como “inoportuna e inconveniente la anexión ”, debido a que la mis¬ 
ma no contaba con un plan de estudio de Astronomía. Considerándose por otro 
lado, que las necesidades del país en formación de profesionales de estas ramas, 
podían satisfacerse con los egresados de la Universidad de La Plata. 

Las pretensiones de la Universidad quedaron sin asidero, anulando toda 
posibilidad de anexión en forma inmediata, situación que no pudo revertir la 
posterior presencia de Rodés. Sin embargo, en el informe presentado se realizan 
numerosos cuestionamientos al Observatorio que se mantendrían presentes por 
largo tiempo. 

Algunos factores que potenciaron los reclamos 

Desde su fundación, los encargados del manejo del observatorio fueron poco 
propensos a divulgar las actividades realizadas e informar al público sobre los 
acontecimientos celestes. En especial Gould y su discípulo Thome, consideraban 
que no era la función de una institución científica como el ONA ocuparse de las 



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S. Paolantonio y E. Minniti 


cuestiones menores que podían interesar a un público mayoritariamente inculto 
en astronomía, tal el caso de los eclipses, las lluvias meteóricas o los cometas. 
El establecimiento fue blanco de duras críticas más de una vez por esta causa, 
como la publicada en el periódico La Prensa el 6 de abril de 1894, en el cual se 
deja traslucir una cierta antipatía a los “yankees”. 

Gould, ante los reiterados ruegos de varios de sus amigos cordobeses, accedió 
a enviar a la prensa en forma más o menos esporádica, textos sobre algunos 
fenómenos celestes, tratando de este modo, evitar las críticas que comenzaban a 
hacerse sentir. 

Más tarde, desde 1894 se comienza a publicar las Efemérides de Estrellas 
Circumpolares, “accediendo a muchos pedidos” (Thome 1895), destinadas a in¬ 
genieros para los trabajos de Agrimensura y Geodesia. 

Sin embargo no fue suficiente. Un claro ejemplo de esta falta de comunica¬ 
ción es que, en marzo de 1887, los diarios locales se enteran del descubrimiento 
de un cometa realizado por Thome, a mediados de febrero de ese año, ¡a través 
de la noticia divulgada en los diarios europeos!. Sin dudas esto debió producir 
irritación en más de un ciudadano. 

Con la llegada a la dirección de Perrine, se abrió la institución a las visitas 
del público 60 , dando inicio al servicio del anuncio de la hora oficial por medio 
del teléfono, tecnología que comenzaba a generalizarse. Al menos en los primeros 
años, la campaña de difusión de novedades astronómicas, en especial los avisos 
de la aparición de cometas, fue intensa, apareciendo en la prensa local y porteña 
numerosos artículos al respecto. 

La actitud de retacear la difusión de las actividades del observatorio y de los 
fenómenos que estudiaba, como era esperable, no fue bien vista. Constituyó una 
pésima estrategia, pues provocó el progresivo alejamiento entre el Observatorio 
y el público, distancia que se sumó al aislamiento físico con la ciudad. En mayor 
o menor medida, esta actitud, incomprensiblemente se mantuvo hasta tiempos 
muy recientes. El espacio dejado vacante fue ocupado por otros menos calificados, 
tal el caso de Martín Gil. 


Un influyente opositor 

Martín Gil, abogado cordobés, se desempeñó como Ministro de Obras Pú¬ 
blicas en la provincia, durante la gobernación de Ramón J. Cárcano por el par¬ 
tido conservador “Concentración Popular”, entre los años 1913 y 1916. En 1924, 
fue elegido senador provincial, y entre el 26 y el 30 fue diputado nacional por 
Córdoba. En 1930, al ser destituido Irigoyen, ocupa la dirección de la Oficina 
Meteorológica Nacional, puesto que mantiene hasta 1932. Ya en 1915 había sido 
propuesto para reemplazar a Walter Davis, pero en esa oportunidad no asume. 

De vigorosa personalidad, prolífico escritor, tuvo una especial afición por la 
Astronomía —en particular en lo relacionado con la Física solar— y la Meteoro¬ 
logía, siendo en estas ramas un autodidacta. Desarrolló una labor de divulgación 
astronómica importante, comentando y difundiendo noticias científicas de interés 
para el público, tomando notoriedad a partir de sus artículos aparecidos en La 
Nación. Su excelente relación con la prensa llevó a que tanto en Córdoba como 
en Buenos Aires, con frecuencia fuera a quien se consultara por las cuestiones 
astronómicas antes que al mismo Observatorio Nacional. En algunos de estos 



Historia del Observatorio Astronómico de Córdoba 


151 


artículos, Gil realiza comentarios críticos respecto de los trabajos efectuados en 
el ONA. 

A principios de 1913, Gerónimo del Bar¬ 
co, compañero de partido de Gil, presenta al 
Congreso una iniciativa para la creación de un 
Observatorio de Heliofísica y Física Cósmica. El 
diputado argumenta que los estudios que rea¬ 
liza Martín Gil sobre esta materia merecían la 
atención del Congreso. Teniendo en cuenta es¬ 
to, resulta razonable pensar en Gil como asesor, 
cuando en 1917, del Barco realizó la presenta¬ 
ción sobre el Observatorio en oportunidad de 
discutirse el Presupuesto en el Congreso. Esto 
es coherente con la nota del 16 de enero de 1927 
aparecida en Los Principios, reclamando la ane¬ 
xión del Observatorio a la Universidad, en la que 
se sugiere la creación de una Sección de Heliofí¬ 
sica. 

Tal vez sea oportuno para entender la in¬ 
fluencia de Gil entre el público, el comentario 
realizado por J. M. Martínez Carrera en un ar¬ 
tículo publicado en Los Principios el 01/12/1928, 
titulado “Córdoba y la Astronomía”, en el que indica dejando traslucir una crí¬ 
tica: “El señor Martin Gil ha hecho simpática y atrayente a una ciencia que los 
sabios con su desmedida afición al símbolo matemático han hecho intolerable aún 
para muchos que no permitirían ser colocados entre los del vulgo, a secas. 

Descuido del poder central 

El Observatorio de Córdoba sufrió un cíclico descuido del ministerio del cual 
dependía, que lo llevó en determinados momentos a sufrir graves crisis por falta 
de recursos económicos, derivando en repetidas ocasiones, en grandes atrasos 
para concretar publicaciones y diversos emprendimientos. 

La distancia entre el ONA y el ministerio del cual dependía permitía una 
gran libertad al Director, pero a la vez, una permanente necesidad de viajar a 
Buenos Aires para poder gestionar lo que por el correo no podía concretarse. 

A fines de los ochocientos y principios del siglo XX, la crisis fue tan aguda 
que prácticamente paralizó el funcionamiento de la institución. Thome debió 
entonces recurrir al apoyo externo para tratar de convencer a las autoridades 
locales de corregir el presupuesto (Thome 1906). 

El aislamiento físico de la sede del Observatorio 

La idea de ubicar el observatorio en “Los Altos” fue de D. F. Sarmiento. 
Cuando Gould llega a Córdoba y recorre este paraje buscando el lugar adecuado, 
se encuentra con una accidentada topografía, surcada por grandes barrancas y 
de muy difícil acceso. Los caminos que se trazaron en aquel entonces, pronto 
quedaron intransitables por las lluvias. El gobierno municipal siempre estuvo 
poco dispuesto a repararlos y mantenerlos, circunstancia que se ve reflejada en 
las diversas notas de reclamo que realizaron los diferentes directores. 



Figura 33 Martín 
Gil en su observato¬ 
rio particular (Caras 
y Caretas 4, 1914.) 





152 


S. Paolantonio y E. Minniti 


A medida que la ciudad creció, el Observatorio quedó a un costado, solo 
construcciones precarias comenzaron a establecerse en su entorno. Estas circuns¬ 
tancias llevaron a un marcado aislamiento del Observatorio, tal como claramente 
destaca Los Principios en octubre de 1927. El texto deja al descubierto una au¬ 
tocrítica relacionada con la falta de interés de la mayoría del público sobre las 
actividades del establecimiento. 



Figura 34 El entorno del ONA en 1910. En primer plano las ba¬ 
rrancas y los ranchos, al fondo se destacan las iglesias (Archivo OAC, 
digitalizada por los autores). 


Recién a fines de octubre de 1935, “los altos del observatorio”, comenzaron 
a integrarse. De todos modos, debió esperarse muchos años más, para que el hoy 
barrio Observatorio, armonizara con el resto de la ciudad. 

La construcción de la nueva sede 

Para 1927 el ONA se encontraba en una situación precaria como conse¬ 
cuencia de la paralización de la construcción de su sede. Esto impedía el normal 
desenvolvimiento de las tareas diarias, las cuales se desarrollaban en los limi¬ 
tados espacios de las dos torres norte, construidas durante 1913 y 1914, y los 
edificios ubicados al sur, cuya condición no era buena. 



Figura 35 La nueva sede del ONA (3/9/1929). A la izquierda, el 
refugio del círculo meridiano de 190 mrn (Archivo OAC, digitalizada 
por los autores). 


Muchos instrumentos se encontraban embalados al resguardo del polvo y el 
uso de los disponibles estaba limitado por las obras. El único en funcionamiento 



Historia del Observatorio Astronómico de Córdoba 


153 


permanente fue el Círculo Meridiano. El telescopio reflector de 75cm no pudo 
utilizarse por el lapso de ¡10 años! hasta que la construcción finalizó. Otro tanto 
ocurría con los libros, que fueron repartidos incluso en las casas de los empleados. 
La construcción, que se paralizó entre 1924 y 1928, afectó también el servicio 
de la emisión de la hora y la atención al público, los que fueron suspendidos 
durante este período. 


A fines de 1922 y principios 
del año siguiente, todos los hijos 
del director enfermaron de saram¬ 
pión y fueron afectados también 
por fuertes gripes. Esto preocupó 
mucho a los padres, en especial con 
el menor, por el que llegaron a te¬ 
mer por su vida. El propio Perri- 
ne sufrió intensos ataques de as¬ 
ma, determinando que los médicos 
le recomendaran “reposo y cambio 
de clima”. En consecuencia, a me¬ 
diados de 1923, el Director solici¬ 
tó una licencia, con la intención de 
viajar con toda su familia a Cali¬ 
fornia, EE.UU. Inmediatamente de ser concedida, partió en agosto de ese mismo 
año. 

El alejamiento de Perrine coincidió con el comienzo de la demolición del 
viejo edificio y la construcción del nuevo, lo que llama la atención dadas las 
implicancias, en cuanto a movimientos de instrumentos y materiales, trato con 
los contratistas, etc. 

Su ausencia, durante la cual fue reemplazado por el astrónomo Meade L. 
Zimmer, se prolongó mucho más de lo previsto, regresando recién en septiembre 
de 1925, luego de algo más de un año y medio. Esta demora, aparentemente fue 
causada por la enfermedad del Director, que mereció atención médica. En este 
viaje ocurre un hecho que afectó el ánimo de Perrine, pues quedan en EE.UU. 
su mujer e hijos, los que nunca regresaron a la Argentina. 

Nuevamente en Córdoba, Perrine expresa en una correspondencia particular 
con Aitken, su intención de dejar la dirección, pero que no puede hacerlo por su 
compromiso con el Ministro. 

El Dr. Perrine, estuvo por muchos años afectado por esos fuertes ataques 
de asma, que lo mantenían —especialmente durante el invierno— postrado en 
cama. Solo bien entrado el verano podía salir de su casa, de modo que muchas de 
las actividades que se realizaban en el Observatorio eran dirigidas y supervisadas 
por él desde su vivienda e incluso desde la cama. 

La enseñanza en el Observatorio Nacional 

En varias oportunidades Perrine plantea su idea de que un Observatorio 
Nacional no debía dedicarse a la enseñanza, sino a la investigación (Perrine 
1931). 


Enfermedad y licencia del Director 



Figura 36 C. D. Perrine y su es¬ 
posa, Bell Smith (Gentileza Diana 
Perrine). 



154 


S. Paolantonio y E. Minniti 


Señala que si este hubiera sido el caso, se habrían disipado tantos esfuerzos, 
que las grandes obras no se hubieran podido realizar. Opiniones similares expresa 
E. Chaudet cuando escribe la historia de la institución (Chaudet E. 1926). 

Es claro que a Perrine no le interesaba estar dentro de la Universidad, esto 
a pesar —o como consecuencia— de su experiencia en el Lick Observatory en 
EE.UU. 

Con personal suficiente, esta colaboración con la Universidad podría haberse 
concretado y probablemente hubiera facilitado el obtener personal preparado 
para trabajar en la institución, de manera similar a lo ocurrido en el Observatorio 
de La Plata. 

Informe Aguilar-Cobos 

En el informe presentado por la comisión enviada por el Ministro, se seña¬ 
la la necesidad de convertir al Observatorio en una institución “efectivamente 
nacional”, destacando que de este modo, el país no quedaría como “sosteniendo 
una misión extranjera”. Remata estas afirmaciones con duras palabras: 

... con su personal extranjero, su desvinculación absoluta de los 
problemas técnicos y culturales de nuestro país, este Observatorio 
Nacional ha permanecido ajeno a la vida de la nación. 

Estas aseveraciones fueron sostenidas sobre la base de que las actividades 
técnicas no estaban orientadas a los intereses del país, aspecto en que se pone 
especial énfasis; por ejemplo, se acusa al Observatorio de no participar en la 
determinación de los límites con Chile y Bolivia 61 . De hecho se propone crear 
un departamento de Geofísica y determinaciones Geográficas y dotarlo del ins¬ 
trumental necesario. 

Destaca también, que prácticamente no existían intelectuales argentinos tra¬ 
bajando en el instituto y que los resultados solo eran publicados en revistas 
extranjeras, ninguna nacional. 

Se critica además la falta de información al público sobre los temas astronó¬ 
micos y sus actividades de investigación, cuestión comentada con anterioridad. 
En gran medida, estos juicios estaban influidos por los particulares vientos políti¬ 
cos ultranacionalistas que soplaban en el país, de los que no era ajeno el claustro 
en su generación. Perrine lo destaca en su carta a Aitken del 6 de febrero de 
1927. 

Sería infantil dejar de reconocer que se repudiaba la permanencia de nor¬ 
teamericanos en Córdoba, mientras se aplaudía la de un alemán en La Plata 
—Johanes Hartmann—. Incomprensibles signos, propios de la época aludida. 

En relación a este punto, es preciso recordar que en diciembre de 1926 y 
enero de 1927 tropas norteamericanas desembarcaron en Nicaragua, con la ex¬ 
cusa de resguardar sus intereses en ese país, ante las revueltas que se estaban 
produciendo. Este actuar generó un fuerte rechazo público, con numerosas ma¬ 
nifestaciones en la prensa contrarias a EE.UU., lo que creó un clima desfavorable 
para con sus ciudadanos. No solo existían dificultades en Córdoba, la Expedición 
Mills del Lick Observatory instalada en Santiago de Chile desde hacía dos déca¬ 
das, sufría ese año un “incremento de antagonismo” de parte de las autoridades 
(Aitken a Perrine 04/04/1927); esta estación dejó de funcionar al año siguiente 
en 1928. 



Historia del Observatorio Astronómico de Córdoba 


155 


El personal del Observatorio, pese a los años transcurridos desde su fun¬ 
dación, era mayoritariamente extranjero, particularmente norteamericanos, en 
algunos casos naturalizados como el inglés Robert Winter; con excepción de Lu¬ 
ciano Correas, secretario de la Oficina meteorológica, de algunos computadores, 
los empleados de maestranza y los sirvientes argentinos. A lo largo del tiempo, 
muchos de los astrónomos fueron contratados por períodos de dos años, los que 
al finalizar el mismo regresaban a su país de origen, generando un intenso recam¬ 
bio de empleados. Frecuentemente el personal fue escaso, en especial durante la 
crisis económica de fines de siglo XIX. 

Del grupo inicial, solo Thorne permaneció en el país. Si bien mantuvo su 
ciudadanía estadounidense e incluso fue vicecónsul de ese país por varios años, 
debe considerarse que la mayor parte de su vida transcurrió en Córdoba, donde 
desarrolló todos sus trabajos. De hecho, algunos historiadores lo consideran como 
el primer astrónomo argentino (Hodge 1971), pero no caben dudas que en su 
época no era estimado como tal. Durante la dirección de Thorne se empleó 
numeroso personal de origen alemán. 

Más tarde, se incorporan al plantel profesional los que serían los primeros 
argentinos nativos, el Ing. Eleodoro Sarmiento y Manuel Martín. Luego lo hacen 
el santafesino Luis C. Guerín —al cual le gustaba hacer valer su doble ciudadanía 
suiza— y Enrique Chaudet. Posteriormente ingresa el cordobés Jorge Bobone y el 
riocuartense Carlos Ponce Laforgue. Todos estos fueron formados completamente 
en el Observatorio. 

En forma reiterada se señalan los muy bajos salarios, que “ahuyentaban” a 
todo posible candidato a permanecer en la institución. En la mencionada edición 
del diario La Prensa de noviembre de 1927, se destacaba entre las necesidades 
para recuperar al Observatorio, la de “Aumentar la remuneración de los astró¬ 
nomos, pues los de las tres categorías existentes reciben sueldos que casi son de 
hambre. ”Esta situación perduró luego del alejamiento de Perrine. El Dr. Enrique 
Gavióla lo destaca en su informe al ministro de 1940. 

Debe considerarse una cuestión importante para entender las críticas. En el 
Observatorio se hablaba mucho el inglés, incluso la mayoría de las observaciones 
se registraron en este idioma. Los astrónomos y sus mujeres hacían amistad 
entre ellos y tenían muy poco contacto con la sociedad cordobesa, en parte 
posiblemente debido al relativo aislamiento físico del Observatorio. Como era de 
esperar, se festejaba el 4 de julio y el 26 de noviembre, el día de acción de gracias. 
En lo científico, los contactos se establecían preferentemente con EE.UU., por 
ejemplo, el Dr. Perrine nunca cortó su vínculo con sus ex jefes y compañeros del 
Observatorio Lick. 

Seguramente estos hechos llevaron a provocar un malestar en aquellos, que 
razonablemente, pretendían una institución nacional abierta a la comunidad, 
constituida por astrónomos argentinos, que hablaran español. 

En cuanto al reclamo sobre la participación en cuestiones geográficas y 
geodésicas, no debe olvidarse que la orientación de la institución era netamente 
hacia la investigación astronómica. Durante las primeras dos administraciones, 
se realizaron determinaciones de las posiciones geográficas de las principales 
ciudades argentinas. Es entendióle pretender una colaboración del Observatorio 
en las cuestiones geográficas, pero no podía desconocerse que a fines del siglo 



156 


S. Paolantonio y E. Minniti 


XIX se creó una institución específica, el Instituto Geográfico Militar, a la cual 
pertenecía el mismo Aguilar. 

Respecto a las publicaciones, las críticas —que no eran nuevas pues Thome 
las señala ya en 1906 (Thome 1906)— hacían referencia a un hecho cierto, pero 
debe tenerse en cuenta que el Observatorio poseía su propia publicación, los 
Resultados del Observatorio Nacional Argentino, que para entonces llegaba a los 
veintiocho volúmenes y se repartían entre los más importantes observatorios del 
mundo. Sin embargo, entre 1914 y 1925, año en que regresa Perrine de EE.UU. y 
comienzan los primeros reclamos al observatorio, no se había publicado ningún 
volumen de los Resultados, lo que no puede pasarse por alto. 

Es preciso destacar, que para la época no existía una revista nacional espe¬ 
cífica de Astronomía en la cual publicar los trabajos. Por muchos años posterior¬ 
mente a la jubilación de Perrine, se seguiría enviando contribuciones a revistas 
extranjeras 62 , e incluso hoy continúa haciéndose preferentemente de este modo. 

El informe afectó el normal desarrollo del observatorio, Gavióla destaca 
en la década de los cuarenta que Aguilar y Cobos, apoyados por el ministro 
Sagarna, lograron hacer estremecer el proyecto de la Estación Astrofísica en 
Bosque Alegre. 

Las críticas se renuevan 

El 20 de septiembre de 1932, el diputado por la provincia de Buenos Aires, 
Ramón G. Loyarte 63 , presentó en el Congreso de la Nación un pedido de informe 
al Ministro sobre el Observatorio Nacional. En su discurso recuerda los dichos del 
diputado del Barco en 1917 y hace referencia al informe Aguilar-Cobos. El Dr. 
Loyarte realiza una severa crítica al trabajo de Zimmer con el Círculo Meridiano 
y lo hecho con el Catálogo Astrográfico argumentando que tenían serios errores 
y la forma de publicarlos carecía de utilidad. 

Algunos cuestionamientos se reiteran, otros se renuevan, ahora centrándose 
en el proyecto del telescopio de Bosque Alegre, el cual se había atrasado enor¬ 
memente a pesar de haber contado con apoyo financiero. Especialmente ante los 
resultados negativos en el tallado del espejo. Sin dudas, como se señala en el ítem 
correspondiente, la decisión de tallar el espejo en Córdoba fue un movimiento 
temerario de Perrine, resultando un grave error que demoró por muchos años la 
habilitación del telescopio. 

Loyarte, simpatizante del nacionalsocialismo, vinculado a la embajada ale¬ 
mana y declarado antiestadounidense, no había visitado el Observatorio Nacio¬ 
nal, ni se había puesto en contacto con su Director. Tampoco consultó la opinión 
del Dr. Hartmann, director del Observatorio de La Plata, lo que habría sido es- 
perable, ya que el diputado fue Rector de la Universidad entre 1928 y 1930. 

En la sesión del 22 de septiembre, el Poder Ejecutivo contesta el pedido, 
indicando que el Observatorio había cumplido correctamente su misión y con 
la finalidad de la formación de astrónomos argentinos. Los Principios, que solo 
pocos años antes había encabezado la campaña de anexión a la Universidad, 
publica un artículo bajo el titular de “El Gobierno Nacional elogia la labor del 
Observatorio Astronómico de Córdoba”. 

En el mes de octubre, los ministros de Justicia e Instrucción Pública, Ma¬ 
nuel de Iriondo, y el de Marina, contralmirante Pedro S. Casal, acompañados 
por el rector de la Universidad de Buenos Aires, Dr. Gallardo, visitaron im- 



Historia del Observatorio Astronómico de Córdoba 


157 


previstamente las instalaciones de Bosque Alegre. La visita de inspección y de 
apoyo, seguramente se relacionó con los serios problemas políticos que se estaban 
generando. 

Perrine acusa de influir sobre Loyarte, a las mismas personas que anterior¬ 
mente lo habían atacado, y a un empleado de divulgar detalles de la tarea de la 
institución. Dedica mucho tiempo publicando numerosos artículos en los diarios 
para contestar las críticas, que no pudo aquietar. 

Creación del Consejo Nacional de Observatorios 

El primer día de junio de 1933 se crea por decreto presidencial de Agustín P. 
Justo, el Consejo Nacional de Observatorios, presidido ad honorem por el astró¬ 
nomo monseñor Fortunato J. Devoto, junto a cuatro vocales representantes de 
los ministerios de Agricultura, Guerra, Marina y Justicia e Instrucción Pública, 
entre los que se incluyen al Dr. J. J. Nissen, ex miembro del ONA y empleado del 
Observatorio de La Plata. Este ente, ubicado jerárquicamente inmediatamente 
por debajo del Ministro, tendría como función asesorar al Poder Ejecutivo y a 
las Universidades, en cuanto a la creación y funcionamiento de observatorios, la 
elección de directores y condiciones de trabajos del personal científico. Coordinar 
las actividades, inspeccionar, con la potestad de poder exigir los ajustes necesa¬ 
rios, y “estudiar los medios conducentes a elevar la cultura de nuestro pueblo en 
cuanto se relaciona con la cosmografía e interesarlo eficazmente en los progresos 
de las ciencias astronómicas.” 

Bajo su órbita se encontrarían las estaciones geodésicas del Instituto Geo¬ 
gráfico Militar y del Ministerio de Marina, los observatorios de Córdoba y La 
Plata, el Observatorio Magnético de Pilar, un observatorio heliofísico ubicado 
en La Quiaca, así como los diversos observatorios sísmicos y oficinas meteoroló¬ 
gicas. El decreto indica que el Consejo tendrá como asesor al Observatorio de la 
Universidad de La Plata, institución de la cual Devoto había sido su director. 
El actuar del Consejo, que parece haber sido constituido exclusivamente para 
controlar al Observatorio Nacional, fue muy limitado. 

El final de la historia 

Perrine confiesa en una de sus cartas a Aitken, que se sentía amenazado 
y que sus críticos le habían pedido la renuncia (Perrine a Aitken 06/02/1927). 
Los ataques no merman, realizándose acusaciones insólitas, tales como que no 
había participado en las observaciones de la Carte du Ciel, lo que mostraban un 
desconocimiento en las formas del trabajo científico. 

A lo largo de todos estos años no faltaron artículos publicados en diversos 
diarios valorando los logros del Observatorio, incluso el mismo Monseñor Devoto 
alaba la tarea realizada en esta institución cuando asume la dirección del Consejo 
Nacional de Observatorios (Los Principios, 3 de junio de 1933). Esta situación 
se mantuvo hasta la jubilación de Perrine en 1936, período en que dedicó mucho 
tiempo a defender su posición. 

Esto provocó un gran daño a la institución y a la astronomía argentina. En el 
discurso pronunciado por el Dr. Enrique Gavióla el 7 de mayo de 1956, al asumir 
por segunda vez la Dirección del Observatorio —dependiente por entonces de la 
Universidad—, indica: “en 1937 el Observatorio de Córdoba estaba postrado e 
inerte como lo está hoy ...” 



158 


S. Paolantonio y E. Minniti 


Luego del retiro del Dr. Perrine la dirección de la institución fue asumida en 
forma provisoria por el Dr. Félix Aguilar, reemplazado por quien sería el primer 
director titular argentino del ONA, el Dr. Juan José Nissen, ambos protagonistas 
de esta historia. Bajo la dirección de Nissen, con la ayuda del primer astrofísico 
argentino el Dr. Enrique Gavióla, se pone en funcionamiento Bosque Alegre. 
Al poco tiempo, Nissen renuncia en protesta por falta del apoyo económico 
prometido por el Gobierno Nacional. Parece que algunas cosas no cambiaron. 

Deberán pasar casi tres décadas, para que el Observatorio se convierta en 
instituto de la Universidad Nacional de Córdoba. Lo fue por decreto N- 12.249 
de fecha 22 de julio de 1954, luego de un corto período entre 1952 y ese año en 
que dependió del Ministerio de Asuntos Técnicos. 


6. Epílogo 

Los protagonistas de esta historia merecen no ser olvidados. 

Esa gente recorrió entonces con gran esfuerzo y sacrificio la difícil senda 
de apertura de los cielos del Sur, abriendo las puertas del futuro en la región. 
Permitieron que podamos afianzar el presente y mantengamos viva la esperanza 
de conseguir que la esquiva llama de la sabiduría y el genio iluminen a las 
generaciones futuras. Por las puertas del ONA, el país traspuso el umbral de la 
época moderna y se integró de igual a igual a esa sufrida humanidad que luchó 
y lucha en la avanzada positiva, sin escatimar esfuerzos. 

Ese espíritu está vivo. Hay en el país personas, técnicos, científicos y sa¬ 
bios que lo mantienen y defienden en ambiciosos proyectos y trabajos concretos 
puestos a volar con similar espíritu. 

Así lo hemos sostenido en nuestros trabajos y aquí lo afianzamos con la 
seguridad de ello, al brindar por esa humanidad en acción, como franco tributo 
a la memoria de aquellos hombres y mujeres valientes que se entregaron a la no 
fácil empresa de los cielos, desde los más oscuros e ignorados rincones de tan 
duro acontecer, tanto como esas cimas aludidas, ejemplificadoras todas para las 
jóvenes generaciones con esperanza en las ciencias y el destino humano. 


Notas 

(1) James Melville Gilliss, nació en 1811. Astrónomo y oficial de la Marina Norteamerica¬ 
na, tuvo a su cargo la expedición austral bajo el patrocinio del Observatorio Naval —del cual 
es considerado fundador—, la Academia Nacional de Artes y Ciencias de Boston y la Sociedad 
Filosófica Americana de Filadelfia, que dio lugar con posterioridad a la fundación del Obser¬ 
vatorio de Chile. Gilliss, al igual que Gould, formó parte de las 50 destacadas personalidades 
que el 3 de marzo de 1863 el presidente Lincoln incorporó a la Academia Nacional de Ciencias. 
Falleció en 1865, siendo Director del Observatorio Naval norteamericano (Huffman 1991). 

(2) Mary Peabody Mann constituyó la persona que, fuera de Ida Wickersham, tuvo mayor 
influencia sobre la actividad de Sarmiento en Estados Unidos. Hija de un médico y librero de 
apellido Peabody, contaba con dos hermanas. Una, la esposa de Nathaniel Hawthorne, el famoso 
novelista, y la otra, profesora de Historia y destacada educadora, autora de libros sobre esa 
materia. Por intermedio de ambas se vincula Sarmiento con Longfellow, entablando una relación 
permanente. Este artista, sabiendo de la amistad que los ligaba, por intermedio de Gould y 
señora, en oportunidad de sus viajes, le envía poemas propios. 

(3) Se refiere a un cronógrafo que perfeccionó el astrónomo y posteriormente utilizó en 
Córdoba. La observación fue realizada con un Círculo Meridiano de 8 pies (2,4 m) de longitud 



Historia del Observatorio Astronómico de Córdoba 


159 


focal, que Gould montó en su residencia gracias a la ayuda financiera de su esposa (Comstock 
1922). 

(4) Durante su visita a Boston en 1874 en un discurso señala: “Inducido por informes de 
varias procedencias a creer que el clima de Córdoba, equidistante del Atlántico y del Pacífico 
e igualmente exento de los frecuentes temporales de una costa como de los terremotos de la 
otra [... ] El clima de Córdoba no correspondió a mis esperanzas. Sabiendo que no había llu¬ 
vias durante medio año, recordando la admirable continuación de tiempo favorable que Gilliss 
experimentó en Santiago, contaba con abundancia de cielo sin nubes. Pero, con pena, pronto 
adquirí la evidencia de que la carencia de lluvias de ningún modo implica ausencia de nubes; y 
juzgando por lo que recuerdo, no estimaría las buenas noches en Córdoba más numerosas que 
en Boston [... ] El cielo suele hacer jugarretas nublándose de repente precisamente al anochecer 
de un día maqníñco, o cubriéndolos en pocos minutos con un velo de niebla, sin previo aviso. ” 
(Gould 1874). 

(5) Gould entró a la logia cordobesa no solo como representante de una de las corporacio¬ 
nes más poderosas del mundo, sino con el grado 33°, la máxima jerarquía en el ordenamiento 
según el antiguo rito escocés. Vino como Miembro Representante del Consejo Supremo de la 
Jurisdicción Norte de Estados Unidos. Ni bien arribó al país presentó en Buenos Aires sus 
poderes ante el Gran Maestro y Autoridades del Consejo Gran Oriente de la Masonería Ar¬ 
gentina, siendo aceptado con tal jerarquía e incorporado a la cofradía. Arribado a Córdoba, 
pasa a integrar en calidad de Hermano Visitante la Logia N- 34 Piedad y Unión, de la que 
fueran fundadores Luís Cáceres y Perrín, entre otros, en la década de 1860. En mayo de 1871 
fue nombrado Miembro Honorario de dicha Logia. Gould funda junto con el pastor protestante 
inglés J. H. C. Spilbury y otros ingleses y norteamericanos, la Logia Souther Cross en abril de 
1877, aduciendo como base para funcionamiento de la misma el idioma inglés. (Paolantonio y 
Minniti 2001). 

(6) Mayores detalles de esta diputa pueden encontrase en Memoirs of the National Aca- 
demy of Sciences, Vol. XVII, 158-160. U.S.A y Vol. XVIII, 1859. La historia detallada del 
Observatorio Dudley la escribió uno de sus directores Benjamin Boss (Boss 1968). 

(7) Sobre la función ideológica de las Ciencias Naturales en el proyecto de Sarmiento 
puede leerse García Castellanos T., 1994, Sarmiento y su política científica, Miscelánea 94, 
Academia Nacional de Ciencias, y Montserrat M., 1971, La introducción de la ciencia moderna 
en Argentina: el caso Gould, Criterio 1632. 

(8) Sin embargo, esto no se dio de igual modo con la creación de la Academia Nacional 
de Ciencias, en la que su director, el Dr. Burmeister traído por la Confederación Argentina y 
los primeros académicos fueron alemanes. 

(9) Se refiere a las numerosas críticas que desde Buenos Aires se hacen a este emprendi¬ 
miento y el de la Exposición Nacional que se inauguraría contemporáneamente al Observatorio. 

(10) Richard Tucker señala que Setli C. Chandler, ayudante de Gould en el Coast Survey, 
no pudo unirse al emprendimiento por problemas familiares, una gran pérdida teniendo en 
cuenta las importantes contribuciones de este astrónomo a la ciencia. 

(11) Recuérdese que Uranometría, “medida de los cielos”, se aplica a los catálogos y atlas 
que registran las estrellas visibles a ojo desnudo. 

(12) En 1905 se reedita el atlas de la Uranometría Argentina durante la dirección del Dr. J. 
M. Thome. Lo hace el Ministerio de Justicia e Instrucción Pública, estando en el cargo Joaquín 
V. González; destinado a las escuelas públicas. Se reduce el formato a 35 x 50 centímetros, 
tamaño ciertamente más cómodo que el original. La impresión en fototipia se realiza en los 
talleres de la casa Jacobo Peuser de Buenos Aires. La última edición, en formato electrónico 
fue publicada por Paolantonio y Minniti 2001. 

(13) En esta obra se registran 61 estrellas confirmadas como variables, de las cuales 40 
tienen su rango de variación conocidos, y se agregan 117 sospechosas de serlo, totalizando 178 
estrellas. Otro tanto ocurre con los grandes catálogos, como ejemplo, un detallado análisis del 
de Zonas nos muestra un gran número de estrellas posiblemente variables. Otra parte no menos 
importante y significativa, se consigna en los listados de variables brindados en los Boletines y 
Circulares del Harvard College Observatory, en la Astronomische Nachrichten y en Proceedings 
of the American Academy of Arts and Sciences, incorporadas en razón de ello en el General 
Catalogue of Variable Stars, las más de las veces sin mencionar la fuente primaria: Observatorio 
Nacional Argentino; tal el caso de R Sel; R Dor; T Mon; 12 Pup; U Mon; S Pup; R Car; ZZ 
Car; R Ant; S Car; U Hyd; R Mus; R Cen; RY Sgr; R TrA; T Car; k Pav; R Lup; R PsA; R 
Ind y R Phe; como así la NSV 504 (Paolantonio y Minniti 2001). 



160 


S. Paolantonio y E. Minniti 


(14) President’s address on presenting the gold medal to Dr. Gould, Monthly Notices of 
the Royal Astronomical Society, Vol. 43, 249-253, 1883 (Paolantonio y Minniti 2001). 

(15) Nacido en New York, el 25/11/1816. Se graduó en el Williams College en 1834 
y fue asistente del profesor de Física y Astronomía, para la preparación de experimentos y 
construcción de aparatos. Luego de un corto tiempo dedicado al estudio de las leyes, se dedicó 
a su vocación: la Astronomía. Rutherfurd conoce al óptico italiano Amici, con él trabaja en 
acromatismo de objetivos de microscopios. Construyó un observatorio particular en los jardines 
de su casa en Nueva York, donde realizó trabajos de diversos tipos con un telescopio de 11 | 
pulgadas de abertura y 15 pies de distancia focal, y un instrumento de tránsitos. Su primer 
trabajo astronómico, publicado en 1862, fue la confirmación de la existencia de la estrella 
compañera de Sirio, descubierta por Alvan Clark. Realizó trabajos diversos en espectroscopia. 
Obtuvo gran cantidad de placas fotográficas de diversos objetos celestes, entre ellas las más 
importantes corresponden a las del Sol, la Luna, estrellas dobles y cúmulos estelares del Norte. 
Las mismas fueron obtenidas entre 1858 y 1878; parte de las cuales están depositadas en el 
Columbia College Observatory de Nueva York. En 1880, trasladó su observatorio al noroeste 
de New Jersey, al que denomina “Tranquillity” en el que utiliza un refractor de 13 pulgadas (33 
centímetros). Murió el 30 de mayo de 1892 (Gould 1895 y Rees 1906). 

(16) La nota de pedido tiene fecha del 05/02/1872, mientras que la contestación es del 17 
del mismo mes (OAC, Libro copiador A). 

(17) El sueldo del director del Observatorio Nacional Argentino era equivalente a 5.500 
dólares anuales, para la época una suma muy considerable, casi cuatro veces más de lo que 
había percibido en el Coast Survey en Estados Unidos, más que suficiente para vivir en Córdoba 
y enfrentar algunos gastos extras (Paolantonio y Minniti 2001). 

(18) Según lo expresado en el informe de Gould al ministro Albarracín, y en otras publi¬ 
caciones, que coinciden además con las declaraciones del Dr. Sellack a los diarios de la época, 
él fue quien se dedicó a reparar la lente rota. Sin embargo, en el discurso de la recepción de los 
premios de Filadelfia, Gould señala a William M. Davis como el autor del dispositivo. Segura¬ 
mente la grave disputa que se desató entre ambos, llevó al Director a no darle los méritos en ese 
momento, ni más tarde cuando se publica el trabajo en las Fotografías Cordobesas (Paolantonio 
y Minniti 2001). 

(19) En el artículo presentado por C. S. Sellack en el American Journal of Science and 
Arts, julio de 1873, se describe con cierto detalle el dispositivo. Sellack indica que emprendió el 
trabajo con la asistencia de un relojero, sin mencionarlo —se trataba del Sr. Perrini—. En la 
circunferencia de cada segmento de la lente, en las esquinas del corte y en el medio, se colocaron 
tres pequeños broches metálicos; pares de tornillos de tiro y empuje, se insertaron en pequeñas 
piezas metálicas que se montaron en el frente del soporte de la lente, trabajando sobre los 
broches, para que con ellos se pudiera realizar los ajustes necesarios. 

(20) Las publicaciones realizadas son: 1) Resultados de la fotografía de estrellas en el 
Observatorio de la Universidad de Córdoba , American Journal of Science and Arts (Sillimann’s 
Journal) Third Series, Vol. VI, N- 31, July 1873, publicado en EE.UU. en inglés. Sellack firma 
como profesor de física de la Universidad de Córdoba. 2) Der Mond, Von Dr. C. S. Sellack, La 
Plata Monatsschrift, Mayo 14, 1874. Vistas de la luna tomadas en febrero y octubre de 1873 
montadas, publicado en alemán, 3) Photographie sudlicher Sterngruppen, Von Cari Schultz 
Sellack, Astronomische Nachrichten, Vol. 82, N° 1949, p. 66. Sellack firma como profesor de 
física de la Universidad de Córdoba y 4) Photography of Southern Star Clusters, Prof. C.S. 
Sellack, of the University of Cordova. The American Annual Cyclopasdia, 1873, Vol. XIII, New 
York. Un detallado relato del conflicto entre Gould y Sellack puede leerse en Paolantonio y 
Minniti 2001. 

(21) Decreto del 11/2/1874, Boletín Oficial de la Nación, Año IV, Tomo I, p. 287. 

(22) En el verano de 1895 Gould es atropellado por un caballo desbocado. Aunque no 
sufrió nada serio, queda con una incapacidad parcial en uno de sus pies. El 26 de noviembre 
del año siguiente, día de acción de gracias, en su casa del 29 Kirkland Street de Cambridge, 
siendo las 18 horas, al bajar la escalera da un mal paso perdiendo el equilibrio; cae con tan mala 
fortuna que se golpea la cabeza, fracturándose el cráneo. Su funeral se realizó en la parroquia 
de la Primer Iglesia de Boston, a las 14h. (Boston Journal 28/11, Boston Transcript y Boston 
Herald 27/11, Boston Journal 30/11, todos de 1896) (Paolantonio y Minniti 2001). 

(23) Un censo de las placas existentes en Harvard se publicó en Hazen 1991. La mayor 
parte de las correspondientes a la zona de Eta Carina no se encuentran en esta colección 
desconociéndose su ubicación. 



Historia del Observatorio Astronómico de Córdoba 


161 


(24) Gould tenía experiencia en el tema, perteneció al “Committee to Report in Relation 
to Uniform Standards in Weights, Measures, and Coinage”, de la The American Association 
for the Advancement of Science desde antes de 1868. También en la Coast Survey se dedicaba 
a las normativas sobre pesos y medidas. La tarea fue impuesta por Decreto del 30/11/1871, 
comunicada por Avellaneda con fecha 6/2/1872 (OAC, Copiador A, 15/2/1872, 235-236). 

(25) En el mapa presentado por el Senador N. Oroño en el Proyecto Delimitación de 
Territorios de las Provincias de la República Argentina y Demarcación Territorios Nacionales 
de 1869, Río Cuarto se sitúa muy al este de su posición real. En el mapa que incluye (Carrasco 
1893) figura Reconquista (Santa Fe) frente a la ciudad de Corrientes. 

(26) Roca-Wilde (1884-1886). Decretos (N a 1 del 10/02/1884, N a 3 del 20/04/1884 y N a 
11 del 16/02/1886), Archivos Escuela Normal Superior Dr. Alejandro Carbó, Córdoba. Para 
información sobre F. Wall ver (Houston 1959). 

(27) La palabra durchmusterung es un vocablo de origen alemán cuyo significado es “pasar 
revista” (Chaudet 1926). El Dr. Thome denominó a este catálogo y atlas como “Zonas de 
Exploración”, pero esta obra hoy se la reconoce como Córdoba Durchmusterung (CoD). 

(28) Años más tarde, siendo director del Observatorio de La Plata el italiano F. Porro de 
Somenzi, el mismo M. Loewy gestiona la posibilidad de que la institución se haga cargo de la 
faja —17° / —23°, originalmente destinada al Observatorio Nacional de Chile. Se intercambian 
numerosas cartas y a pesar de que en 1909 Porro indica que “... el Observatorio el Plata no 
tardará en participar, bajo mi dirección, en trabajos de la Carta astral”, finalmente no lo hace 
(Chinicci 1999). La mencionada zona es finalmente observada por el Nizamiah Observatory de 
Hyderabad, India, a partir de 1914. 

(29) En 1910, siendo director F. Ristenpart, el observatorio chileno intentó participar 
nuevamente en el proyecto. Dado que Uruguay, que se había comprometido en 1900 a realizar 
la faja dejada libre por Chile, no había hecho nada, el Comité dividió la zona entre los observa¬ 
torios de Santiago, Hyderabad y La Plata. El astrónomo Zurhellen fue el encargado para llevar 
adelante las fotografías en Santiago. Recién en agosto de 1911 al ser trasladado el telescopio 
astrográfico a la nueva sede del observatorio en Lo Espejo, se realizaron las primeras placas, 
llegando a 745 a fines de 1912 se fotografiaron 745 de las 1260 necesarias. Sin embargo, se 
midieron solo 7 de ellas (Chinicci 1999). 

(30) Raffinetti confirma esta situación en su informe de 1906, en el que señala que al 
hacerse cargo de la dirección encontró al observatorio, debido a la enfermedad de Beuf, hundido 
en un impresionante estado de abandono del que le resultó imposible extraerlo, carente como 
estuvo de medios económicos y de personal. (Gershanik 1979). 

(31) Entre los que apoyaron el proyecto se encontraba el Senador Carlos Pellegrini, quien 
fuera presidente de la república (1890-1892). Thome lo pondera como “un hombre de gran 
influencia y continúa siendo un gran amigo del Observatorio” (Thome a Loewy 12/06/1901). 

(32) El astrográfico de Córdoba presenta notable campo curvo. Sobre las aberraciones de 
los astrográficos puede consultarse: A. Ortiz-Gil et al. 1998, A new approach to the reduction 
of Carte du Ciel plates, Astron. Astrophys. Suppl. Ser. 128, 621-630. 

(33) Thome le agradece a Loewy por sus gestiones en una carta fechada el 5 de marzo 
de 1902. El monto del premio, unos 500 francos, luego de descontársele el costo de la medalla, 
fue donado a la Société des Amis des Sciences (Thome a Loewy 26/12/1901, 05/03/1902 y 
15/07/1902, Fraissinet a Thome 31/10/1902). 

(34) La paralaje solar es el ángulo bajo el cual se ve el radio del ecuador terrestre desde 
el centro del Sol. Conociendo esta y el radio ecuatorial terrestre, el cual es posible encontrarlo 
por medición directa, se puede obtener la unidad astronómica mediante el empleo de simples 
relaciones trigonométricas. 

(35) Rómulo S. Naón nació en Buenos Aires en 1876. Jurista y político, egresado de la 
Universidad Nacional de Buenos Aires. Fue diputado nacional y ministro de Justicia e Instruc¬ 
ción Pública entre 1906 y 1910, siendo presidente José Figueroa Alcorta. En 1910 se convirtió 
en el primer embajador en Estados Unidos, puesto que conservó a lo largo de las presidencias 
de Hipólito Irigoyen, hasta 1918. Posteriormente fue profesor en la Facultad de Derecho de la 
UBA. Falleció en 1941. 

(36) Esta empresa fue pensada a partir de 1906 y organizada por el Dr. Lewis Boss, di¬ 
rector del Observatorio Dudley de la ciudad de Albany, en su momento dirigido por Benjamín 
Gould. Boss era a su vez, director del mencionado departamento de Astronomía Meridiana. 
Para esa época se había realizado un extenso programa de medición de posiciones de unas diez 
mil estrellas del hemisferio norte, empleando el círculo meridiano Olcott del Dudley, compra- 



162 


S. Paolantonio y E. Minniti 


do por B. Gould cuando fue director de esta institución. La propuesta era efectuar similares 
observaciones en el hemisferio austral, con el objeto de establecer posiciones y movimiento de 
estrellas hasta la séptima magnitud. Fue un intento de lograr un sistema de posiciones estelares 
homogéneo para todo el cielo, empleando no solo iguales técnicas sino además, el mismo ins¬ 
trumento. A diferencia de lo realizado en Córdoba, este trabajo cubre toda la bóveda celeste, 
de polo a polo, con gran precisión en las medidas, aunque involucrando estrellas más brillantes 
y por lo tanto un menor número de ellas. Tuvo también como objetivo la determinación de los 
movimientos propios estelares. 

(37) El nombramiento de Perrine como director del ONA fue muy importante para el 
Lick Observatory, acontecimiento que es anunciado en diversos periódicos de Estados Unidos, 
tal como San José Mercury (San José, California) el 23 de marzo, entre otros. 

(38) Estos objetivos fueron los empleados en las campañas del Observatorio Lick para la 
búsqueda de Vulcano, el hipotético planeta ubicado más cercano al Sol que Mercurio. 

(39) Los datos relacionados con los cometas y consignados a continuación se obtuvieron 
de Paolantonio y Minniti 2001, los libros copiados del Observatorio Astronómico de Córdoba 
y las publicaciones realizadas en el período aludido. 

(40) Gould indica 2,7 de septiembre en Astronomische Nachrichten (05/01/1883). Detalles 
sobre las diversas observaciones iniciales de este cometa pueden verse en Lynn W. T. (1903) 
Correspondence The Great Comet of 1882, The Observatory, Vol.26, 326-327 y en Gary W. 
Kronk’s Cometography, C 1882R1 (Great September Comet) en www.cometogiaphy.com. 

(41) Entre todos, probablemente el más notable sea el 1896 VII, descubierto por Perrine el 

9 de diciembre de 1896. Junto a W. J. Hussey, más tarde director del Observatorio de La Plata, 
calculan órbitas parabólicas para el cometa. Sin embargo, el astrónomo alemán F. Ristenpart 

-luego director del Observatorio Nacional de Chile—, puede ajustar a las observaciones una 
órbita elíptica y predice su retorno para 1909, año en que fue recuperado por A. Kopff. Sin 
embargo, en los seis retornos posteriores, ocurridos con un período de algo menos de siete 
años, no pudo ser visto. Finalmente, en 1955, el astrónomo checo Antonín Mrkos (1918-1996) 

10 redescubre utilizando binoculares, en el Skalnate Pleso Observatory, en Eslovaquia. Desde 
entonces este cometa es denominado 18D Perrine-Mrkos 1896g. Posteriormente a 1968 el cometa 
fue nuevamente perdido. En 1990 Mrkos descubre un asteroide, el que nueve años más tarde 
es denominado 6779 Perrine, por sugerencia de J. Tichá, uno de los astrónomos que en 1995 
busca nuevamente el cometa sin éxito. 

(42) Este tipo de investigaciones se vio favorecida con la llegada pronta de los anuncios de 
los descubrimientos, gracias a la implementación del servicio de cablegramas, provenientes de los 
más diversos observatorios del mundo, quienes comenzaban a organizarse a nivel internacional. 

(43) El diámetro del objetivo es de 178 mm (7 pulgadas) y la distancia focal 110 cm. Se 
tienen muy pocos registros sobre la utilización de esta cámara. Al parecer, la calidad de la 
imagen no era buena. Se desarmó para fines de la década de los 30. La montura se empleó 
en la cámara Schmidt de 20 cm de diámetro de lente, fabricada durante la década de 1950. El 
anteojo guía fue montado en el telescopio de Bosque Alegre con igual fin. 

(44) Esta cámara tiene 12,5 cm de diámetro de objetivo y una distancia focal corta, 
de solo 65 cm (relación focal 5), lo que le da un campo de visión de 17°, grande para las 
cámaras de la época. Fue usada en pocas ocasiones en la época de Thome, principalmente para 
fotografiar zonas de la Vía Láctea. La calidad de las imágenes no era buena, en especial lejos 
del centro óptico donde se hacían evidentes las aberraciones. Perrine la envía a Metcalf a fines 
de 1910 para intentar su corrección, pero este no pudo hacer nada para solucionar este defecto. 
Posteriormente, en los talleres del Observatorio, se le fabricó una lente correctora que mejoró 
notablemente las imágenes y permitió su utilización. 

(45) La cúpula del refractor Yerkes de 1,0 m de abertura tiene 27 m de diámetro, mientras 
que el reflector de Bosque Alegre, con un diámetro de 1,5 m, su cúpula tiene solo 18 metros. 

(46) Se refiere a la Mills Expedition. 

(47) El contrato y numeroso material fotográfico se encuentra en The Warner and Swasey 
Collection, Kelvin Smith Library, Case Western Reserve University, Cleveland. Los autores 
agradecen especialmente a Sue Hanson del Department of Special Collections. 

(48) Perrine contaba con la información publicada sobre este instrumento en On The 
Modern Rcflecting Telescope and the Making and Testing of Optical Mirrors, por G. W. Ritchey 
(Smithsonian Contributions to Knowledge Vol XXXIV, 1904) y su traducción al francés, así 
como The 60 inch reflector of the Mount Wilson Solar Observatory, también de G. W. Ritchey, 
publicado en Contribution from the Mount Wilson Solar Observatory, 36 y The Astrophysical 



Historia del Observatorio Astronómico de Córdoba 


163 


Journal, Vol XXIX, 1909. También es posible que tuviera acceso a datos proporcionados por 
sus contactos en Estados Unidos. 

(49) Gavióla señala: “Han quedado dos espejos, uno esférico de 20 cm de diámetro y un 
plano de 12 pulgadas que seguramente fueron ejecutados por su mano. El espejo está bien termi¬ 
nado, aunque no del todo; el plano presentaba una superficie lisa y libre de zonas secundarias, 
con el borde sin rebajar, pero que no era plana sino convexa, con una flecha central de 2,5 longi¬ 
tudes de onda. Si estos espejos fueron hechos por Mulvey, ellos indicarían que este señor tenía 
conocimientos sobre el modo de trabajar superficies ópticas de hasta 12 pulgadas de diámetro, 
pero que sus conocimientos sobre el control de las mismas eran muy deficientes”. 

(50) El disco de 90 cm, durante la dirección del Dr. Gavióla, se utiliza para confeccionar 
un espejo esférico destinado a una cámara Smith gigante, que nunca se construiría. 

(51) La inspección de las placas muestra que la aberración comática se hace notable a 
partir de un campo de medio grado. El porta placa ubicado en el foco primario y el sistema de 
seguimiento provocaban una imagen de difracción de las estrellas muy singular. 

(52) Perrine C. D. (1904) Discovery, Observations, and Approximate Orbits of two New 
Satellites of Júpiter, Lick Bull. Vol. 3129-131. Albrecht junto a Elliot Smith colaboran en 
la observación. Campbell W. W. et al (1908) The Crocker Eclipse Expedition of 1908, Lick 
Bull. Vol. 41. Perrine y Albrech son coautores (4to y 5to lugar). Albrech colaboró con Perrine 
principalmente en relación con las observaciones de satélites de Júpiter y Saturno. 

(53) Perrine califica a Albrecht de ególatra de difícil personalidad (Hodge, 1977). 

(54) En 1966 Carlos Fourcade y José Laborde publican el Atlas y Catálogo de Estrellas 
Variables en Cúmulos Globulares al Sur de —29 grados, en el que se emplean las placas obtenidas 
por Dartayet y muchas otras logradas por los mismos autores. 

(55) Gran parte de los detalles de esta sección y la siguiente son producto de una entrevista 
personal realizada por los autores a Ángel Gomara. 

(56) El proyecto de ley, entrado por expediente 00042-PE-1925 contemplaba el armado: 
“Crédito suplementario por pesos 56.651,59 al ministerio de justicia e instrucción publica, para 
abonar a The Wame y Swasey Cia., de Cleveland, Ohio, Estados Unidos de Norteamérica, 
el importe por la construcción y montaje de un reflector grande del observatorio astronómico 
nacional de la provincia de Córdoba”. 

(57) Con frecuencia la prensa confundía y mezclaba las cuestiones de la Oficina Meteoro¬ 
lógica con las del ONA, como si se desconociera que desde 1885 eran entidades separadas. 

(58) Parte de estos escritos fueron posteriormente reproducidos en el número 9/10 de la 
Revista de la Universidad Nacional de Córdoba, del 11/12 de 1927. 

(59) Rodés y Perrine se conocían por haberse encontrado en EE.UU. en oportunidad del 
30 Meeting de la Sociedad Astronómica Americana, realizado en el Observatorio de Monte 
Wilson, apenas unos años antes, el 18/7/1923, tal como lo atestigua la fotografía de grupo, 
en la que se los ve muy próximos, junto a Bernard Dawson. Dados los motivos de la visita de 
Rodés, no es de extrañar que no existan referencias de un contacto entre ambos. 

(60) El Observatorio permanecía abierto a las visitas todos los días hábiles por dos horas, 
y en las noches de los sábados entre las 20 y 23 horas. Durante la dirección de Thome también 
se aceptaban visitas, pero en forma limitada. 

(61) Aguilar fue parte de las comisiones para la fijación de los límites con Bolivia y Chile. 

(62) En Milone 1979, se listan las publicaciones realizadas en el período 1940 a 1972. En 
esta puede apreciarse que a excepción de las aparecidas en el Boletín de la Asociación Argentina 
de Astronomía, editado a partir de 1960, y en la Revista Astronómica —no profesional- , todos 
los trabajos fueron enviados a revistas extranjeras, principalmente norteamericanas. 

(63) Ramón Godofredo Loyarte (1888-1944), estudió en la Universidad de La Plata, obte¬ 
niendo el doctorado en Química en 1914. Por varios años se perfeccionó en Goettinga, Alemania. 
En 1926 fue designado Director del Instituto de Física, cargo que mantuvo hasta su fallecimien¬ 
to. Fue Rector de la Universidad de La Plata en dos períodos: 1928-1930 y 1930-1932. También 
fue Inspector Nacional de Enseñanza Secundaria y en 1943 Interventor del Consejo Nacional de 
Educación. Se desempeñó como diputado nacional en 1932-1934 y 1942-1943. Miembro titular 
de la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, obtuvo el Primer Premio Nacional 
de Ciencias en 1935 por su contribución a la Física. 



164 


S. Paolantonio y E. Minniti 


Referencias 


(Nota: Referencias bibliográficas adicionales en Paolantonio y Minniti 2001.) 

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Historia del Observatorio Astronómico de Córdoba 


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168 



Asociación Argentina de Astronomía - BOOK SERIES 
AAABS, Vol. 2, 2009 

Gustavo E. Romero, Sergio A. Cellone, & Sofía A. Cora, eds. 


El Observatorio Astronómico de La Plata 

R. A. Perdomo 1 

(1) Facultad de Ciencias Astronómicas y Geofísicas de la Universidad 

Nacional de La Plata 

1. Introducción 

Este trabajo dista mucho de ser una crónica fidedigna de tiempos, hechos 
y personajes. Para ello se recomienda la lectura del volumen YII de la Sociedad 
Científica Argentina sobre el desarrollo de las ciencias en Argentina en su capítulo 
dedicado al Observatorio de La Plata, por el Ing. Simón Gershanik. 

Es importante aclarar que se enfoca todo el escrito desde la óptica de la 
Astronomía sin intentar describir paralelamente el desarrollo de la Geofísica que, 
indudablemente, ha estado también ligada a los orígenes y progreso permanente 
del Observatorio. Esta falta debe adjudicarse a la incapacidad de quien escribe 
para abordar todos los aspectos de una historia tan rica como la de nuestra 
Institución. Sin embargo, se intentará identificar los momentos más importantes 
y las personas que más han contribuido a darle a la astronomía del Observatorio 
de La Plata el perfil que hoy tiene. 

Por otro lado, casi cuarenta años de presencia en la Institución le permi¬ 
ten al autor aportar algunos recuerdos y anécdotas propias con la finalidad de 
entretener al lector más joven, y encontrar la secreta complicidad de los no tan 
jóvenes que conocen a los actores y sus ricas personalidades. 

2. La etapa fundacional hasta la creación de la Universidad Nacional 

de La Plata 

2.1. Un hombre relevante en la historia del Observatorio de La Plata: 

Dardo Rocha 

Como Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Dardo Rocha fomentó 
decisivamente la cooperación con la misión francesa que se proponía observar el 
tránsito de Venus en 1882, pero además planificó la creación del Observatorio 
con fines astronómicos y geodésicos. 

Es conocido por todos los Astrónomos el discurso del entonces Presidente de 
la Nación, Domingo F. Sarmiento, en ocasión de la fundación del Observatorio 
Nacional (Córdoba). Menos conocido es el pensamiento de Dardo Rocha. Decía 
Rocha: 


... estamos interesados en hacer marchar al mismo ritmo el rᬠ
pido desarrollo de las riquezas naturales de la República Argentina y 
el de las cualidades morales e intelectuales de sus habitantes, exten¬ 
diendo el gusto por el estudio de las ciencias en todas sus manifes¬ 
taciones. 

Un pensamiento muy similar al expresado por Sarmiento en Córdoba. 


169 



170 


R. A. Perdomo 


2.2. Los momentos claves de esta etapa 

El 7 de mayo de 1881 el Gobernador (a poco de asumir) dictó un decreto 
en el cual encargaba al Dpto. de Ingenieros de la Provincia de Buenos Aires la 
preparación de los planos de una serie de edificios públicos, entre los cuales se 
incluía al observatorio astronómico. 

El 1 de noviembre de ese mismo año, se designó por decreto una comisión 
local para organizar lo relacionado con el tránsito de Venus. Por primera vez 
aparece el nombre de Francisco Beuf en la historia del Observatorio. En esos días 
(23/10/1881) se encargó el primer telescopio, asociado a la misión del tránsito, 
que luego pasaría a ser parte del equipamiento del Observatorio. 

El 18 de octubre de 1882 se promulgó la ley 1579, la que autorizó la inversión 
necesaria para la construcción de diversos edificios públicos en la ciudad de La 
Plata, entre los que cabe mencionar: 


Casa de gobierno 3 000 000 

Casa Municipal 3 000 000 

Templo católico 8 000 000 

Observatorio Astronómico 200 000 


Sigue una larga lista que incluye todos los edificios importantes de la ciudad, 
tales como el hospital, el cementerio, el asilo, el mercado y los ministerios. Entre 
ellos, estaba el Observatorio Astronómico, que nacía a la vida con la ciudad 
misma. 

El 22 de noviembre de 1883 es el día que los Astrónomos platenses celebra¬ 
mos la creación del Observatorio. El Decreto del 22 de noviembre, tomando como 
referencia a la citada Ley 1579, designó a Francisco Beuf Director de la construc¬ 
ción del edificio del Observatorio de La Plata. Este decreto le encomienda tareas 
varias, tales como llevar adelante la construcción, proponer el personal, hacerse 
cargo del instrumental utilizado en el tránsito de Venus, y otras actividades que 
específicamente veremos más adelante. 

Se puede advertir que, aunque se ha consagrado esta última fecha para 
recordar la creación del Observatorio, hay otras muy importantes como 7 de 
mayo de 1881 y 18 de octubre de 1882, mencionadas anteriormente. 

2.3. El cielo 

El cielo tuvo mucho que ver en el nacimiento institucional del Observatorio. 
La Tierra, Venus y el Sol, se alinean periódicamente de manera que Venus cruza 
por delante del disco solar. Cuatro instantes constituyen la observación útil para 
la Astronomía de Posición, y la ubicación del observador sobre la superficie 
de la Tierra es clave para poder registrarlos satisfactoriamente. Se trata de un 
fenómeno poco frecuente que se da dos veces en 8 años, y luego de 121.5 o 105.5 
años vuelve a darse dos veces en 8 años y así sucesivamente. 

La observación del tránsito de Venus requería de un telescopio y un reloj 
para apreciar los instantes de contacto y poder registrarlos. La primera misión de 
los nuevos astrónomos platenses sería colaborar con una misión extranjera. En 
efecto, el Observatorio de París interesó a las autoridades de la Provincia para 
cooperar con una misión francesa para la observación del tránsito de Venus, cuya 



El Observatorio Astronómico de La Plata 


171 


observación podría realizarse desde estas latitudes en las condiciones requeridas. 
Como ya se mencionó, la poca frecuencia del fenómeno hacía que se movilizaran 
astrónomos de todo el mundo detrás de la observación del mismo. 

El primer instrumento: la Provincia respondió positivamente a lo solicitado 
por el Observatorio de París, y en 1881 encargó un refractor Gauthier de 21.6 cm 
de abertura y 3.1 m de distancia focal con el fin de colaborar con la observación 
del tránsito de Venus. 

Los primeros hombres: paralelamente, se designó una comisión local com¬ 
puesta, entre otros, por el Teniente de Marina Francisco Beuf. 

Un segundo evento astronómico tuvo lugar en setiembre de 1882. Apareció 
muy cerca del Sol un cometa perteneciente a la familia Kreutz Sungrazers carac¬ 
terizado por tener un perihelio muy próximo al Sol. Este cometa tuvo un brillo 
notable y fue descripto, entre otros, por Gould desde Córdoba. Por supuesto, no 
tuvo una consecuencia directa en el nacimiento del Observatorio de La Plata, 
pero habría influido en las decisiones relacionadas con su creación, tal como se 
relata más adelante. 

2.4. La Tierra 

En el mismo decreto que designaba a Beuf como Director del Observatorio 
(22/11/83) se establecía una de sus primeras misiones: 

... con el objeto de servir a la formación de una carta geográfica, 
el astrónomo nombrado procederá a determinar la posición de 50 
puntos distintos de la Provincia. 

Esta misión llegó a concretarse más de un siglo después cuando astrónomos 
platenses realizaron una red geodésica provincial con más de 300 puntos (tarea 
llevada a cabo en conjunto con el Ministerio de Obras Públicas de la Provincia). 

2.5. Los edificios e instrumentos 

El edificio principal se terminó en 1889; los pabellones principales fueron 
concluidos en los años siguientes. Paralelamente, se encargaron un telescopio 
reflector, un telescopio refractor (Gran Ecuatorial), un círculo meridiano y otros 
instrumentos menores. 

A comienzos del siglo XX, el Observatorio estaba extraordinariamente do¬ 
tado pero resultaba evidente que faltaban los recursos humanos y económicos 
para comprometer a la Institución en programas de largo aliento y con valor 
científico. 


3. La creación de la Universidad Nacional de La Plata 

En 1905, se creaba la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). El Ob¬ 
servatorio Astronómico pasó a formar parte de la Universidad constituyendo 
un trípode pre-existente de instituciones científicas (junto al Museo de Ciencias 
Naturales y la Escuela Agraria) que habrían de señalar el rumbo que se pre¬ 
tendía para la nueva Universidad. La cuarta estructura académica de la nueva 
Universidad Nacional era una Facultad de Derecho (a crearse). 



172 


R. A. Perdomo 


Dentro del Instituto del Observatorio se creó la Facultad de Ciencias Físicas, 
Matemáticas y Astronómicas constituida por las escuelas de Física, Matemáticas, 
Astronomía, Arquitectura e Hidráulica. A partir de lo expuesto anteriormente, 
puede advertirse el rol fundamental que tuvo el Observatorio en el nacimiento y 
el impulso de la actividad científica en la UNLP. 

También hay una historia romántica poco conocida que sería deseable que 
realmente estuviera asociada con el destino del Observatorio. Es imposible pro¬ 
bar la veracidad de la asociación que se propone, pero también es imposible 
probar lo contrario. Joaquín V. González no tuvo dudas acerca de la integración 
del Observatorio a la UNLP desde sus orígenes. Es muy probable que el cielo 
haya ayudado mucho en esta decisión ya que González había resultado impac¬ 
tado en su juventud por el gran cometa de 1882. De hecho, escribió un extenso 
poema al cometa que ha permanecido inédito, aunque descubierto por la Dra. 
Ana Merlín (comunicación personal), historiadora de González. 

Joaquín González, quien alcanzó un importante rango en la masonería, ama¬ 
ba el cielo y sus misterios, le gustaban los símbolos y creía en los designios y, 
seguramente, vio en aquel cometa misterioso una señal celeste que contribuyó a 
elegir al Observatorio como una de las instituciones fundantes de la Universidad 
que estaba creando. 

3.1. Cuatro hombres importantes para el desarrollo de la Astrono¬ 
mía 

En 1911, se hizo cargo de la dirección el Dr. William Hussey (desde septiem¬ 
bre de 1911 hasta julio de 1915). Este astrónomo venía de dirigir el Observatorio 
de Michigan, es decir, era un astrónomo profesional. Fue su principal colaborador 
argentino el ingeniero Félix Aguilar, cuya especialidad era la Geodesia. También 
vino en ese período el Dr. Bernhard H. Dawson, quien adquirió la ciudadanía y 
se radicó en la Argentina. 

Si bien Hussey renunció a mediados de 1915, la semilla estaba echada. Agui¬ 
lar y Dawson comenzarían una serie de programas permanentes que producirían 
resultados acordes con lo que se esperaba para el Observatorio. 

Completa un cuarteto de nombres trascendentes el Dr. Johannes Hartmann, 
astrónomo alemán, quién tuvo una destacada dirección en la década siguiente. 

3.2. Los trabajos 

Resulta interesante hacer un listado de los trabajos realizados antes de Hussey, 
y de aquellos que se concretaron partir de su dirección con el fin de corroborar 
la tesis acerca de la importancia de esos hombres que dirigieron la Institución a 
partir de 1911. 

Antes de Hussey: se llevaron a cabo la determinación de la longitud del Ob¬ 
servatorio, determinación de la latitud del Observatorio, tareas astronómicas 
regulares para determinar la hora al público y a buques en el puerto de Ense¬ 
nada, observaciones esporádicas de eventos especiales, publicación regular de un 
anuario análogo al del Bureau des Longitudes, publicación de los datos de las 
observaciones meteorológicas. 

Desde Hussey hasta 1934: se pusieron en condiciones operativas plenas al teles¬ 
copio reflector, al astrográfico y al círculo meridiano, se observó con el círculo 
meridiano la zona de declinaciones entre —56 y —62 grados, comenzó la observa- 



El Observatorio Astronómico de La Plata 


173 


ción sistemática de ocultaciones de estrellas por la Luna, se estudiaron también 
eclipses de Luna, se tomaron espectros de Nova Pictoris, se procedió a la bús¬ 
queda y registro de asteroides y cometas, se observó y estudió el eclipse anular 
en enero de 1927 en las provincias de Buenos Aires, La Pampa y Neuquén, se 
reanudó el servicio permanente de latitud al final de la Primera Guerra Mundial. 

4. Félix Aguilar y la creación de la escuela 

El Ing. Félix Aguilar, Director del Observatorio, propuso a la Universidad 
la creación de la Escuela de Astronomía y Ciencias Conexas en 1934, lo que se 
concreta en 1935. En los considerandos de su solicitud Aguilar expresaba: 

... esta escuela llenará una necesidad indudable del ambiente 
nacional y constituirá uno de los objetivos primordiales de la misión 
del Observatorio en la Universidad. 

Mencionaba además que 

... las enseñanzas de la Escuela deberán satisfacer la necesidad 
de formar astrónomos, geodestas y geofísicos argentinos. 

Con la perspectiva que permite el tiempo transcurrido, ambos objetivos 
planteados tan acertadamente por Aguilar se cumplieron cabalmente. 

4.1. Algunos nombres de los primeros años 

Carlos Ulrico Cesco y Guillermina Martín fueron los primeros estudiantes. Entre 
los primeros egresados estaban Carlos U. Cesco y Jorge Sahade. Luego egresaron 
Gualberto Iannini, Alba Schreiber, Jorge Landi Dessy, Armando Cecilio, Elsa 
Gutiérrez, Carlos Jaschek, José Luis Sérsic y Luis Milone. Algunos años más 
tarde, lo hicieron Alejandro Feinstein y Adela Ringuelet. La sola mención de 
estos nombres muestra lo exitosa que resultó la escuela de La Plata, no solo por 
la calidad de los científicos argentinos formados en su seno, sino también por 
la influencia que ellos tendrían en otras instituciones como el Observatorio de 
Córdoba y la creación de nuevos institutos dedicados a la Astronomía como el 
Observatorio Astronómico Félix Aguilar (OAFA), el Instituto de Astronomía y 
Física del Espacio (IAFE), el Instituto Argentino de Radioastronomía (IAR) y 
el Complejo Astronómico el Leoncito (CASLEO). 

4.2. La Astrofísica toma fuerzas 

Aguilar envía a Cesco y Sahade a trabajar con el Prof. Otto Struve en Yerkes 
con el objetivo de impulsar la Astrofísica. También en tiempos de Aguilar, se 
instalaba en La Plata Alexander Wilkens, mecánico celeste que hace aportes a la 
Astrofísica. Dado que su vocación era sin duda la Mecánica Celeste, no se logra 
con su presencia el objetivo perseguido por Aguilar de impulsar la Astrofísica 
en el Observatorio. 

Livio Gratton se desempeñó en La Plata en los cincuenta, y luego en Cór¬ 
doba. Este científico italiano produjo un importante aporte con nuevos temas de 
investigación. Podría considerarse a Gratton como el padre de la Astrofísica de 
La Plata. 



174 


R. A. Perdomo 


La siguiente generación de astrofísicos la componen los astrónomos forma¬ 
dos en la escuela de La Plata, si bien no todos son contemporáneos: primero 
Carlos Jaschek y Jorge Sahade, y luego Alejandro Feinstein y Adela Ringuelet. 
Todos ellos marcaron el desarrollo de la astrofísica platense en los años sesenta 
y siguientes. 


5. El Observatorio en los cincuenta 

En la Astronomía Meridiana se hicieron programas de posición de estrellas, se 
observaron estrellas para los programas de latitud y se llevó a cabo el perfec¬ 
cionamiento de algunos instrumentos. También se puso en marcha la Estación 
Astrométrica Austral en río La Leona (Santa Cruz). 

En la Astrometría Extrameridiana se hicieron estudios sobre pequeños pla¬ 
netas y cometas, trabajos sobre las ocultaciones de estrellas por la Luna, medi¬ 
ción de estrellas dobles y determinación sistemática de latitudes. 

En Astrofísica se hicieron determinaciones espectroscópicas de las tempera¬ 
turas estelares, determinaciones de magnitudes fotográficas de estrellas, estudios 
sobre estrellas variables, estadística estelar, atmósferas estelares, y evolución es¬ 
telar. 


6. Nuevos proyectos 

Al comienzo de los años 50, fue Gratton quien comenzó a desarrollar la idea 
de un Gran Telescopio en Argentina. Sin embargo, el matemático y mecánico 
celeste Reynaldo Cesco, Director del Observatorio, fue quien le encargó a Jorge 
Sahade a su regreso de Estados Unidos que se ocupara del tema. Como el propio 
Sahade relata en su discurso con motivo del 120 aniversario del Observatorio, 
“... seguramente, pocos creían que la empresa era factible”. Se puede agregar que 
seguramente se concretó en gran medida gracias a la tenacidad del Dr. Sahade. 
Años más tarde nacería el CASLEO. 

Nuevamente Sahade encontraba necesario desarrollar un instituto dedicado 
a las Ciencias Espaciales. En La Plata se hacían aportes muy sacrificados desde 
la Astrometría para el seguimiento de los primeros satélites. Se utilizaron téc¬ 
nicas sencillas a ojo desnudo, y luego mediante el uso de una cámara balística 
bastante inapropiada. Se intentará dar una semblanza de esos tiempos cerrando 
este artículo con una anécdota sobre este punto. Sobre esas ideas de Sahade 
habría de crearse el Instituto de Astronomía y Física del Espacio. 

6.1. CASLEO 

En este mismo volumen se relata la historia completa del Complejo As¬ 
tronómico El Leoncito 1 .No se pretende entonces duplicar esfuerzos sino tal vez 
agregar algunos comentarios e historias poco conocidas de la búsqueda de sitio. 


Al cierre de la edición de este libro no se contaba con el manuscrito sobre la historia del 
CASLEO, por lo que no ha sido posible incluir la misma en este volumen (N. del E.) 



El Observatorio Astronómico de La Plata 


175 


Como todos los grandes proyectos, la concreción de este llevó muchos años 
y esfuerzos. Durante los sesenta, se logró comprar el telescopio, pero recién en 
1986 fue posible la inauguración del complejo. 

Una reflexión respecto del aprovechamiento común. Este proyecto nacido 
en la UNLP, fue inmediatamente compartido con los astrónomos de las Uni¬ 
versidades de Córdoba y San Juan en el entendimiento que se trataba de una 
facilidad observacional nacional. Bajo el mismo concepto contó permanentemen¬ 
te con importantes aportes del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y 
Técnicas (CONICET) en un claro cumplimiento de su mandato fundacional. Es 
deseable que en el futuro del CASLEO u otros grandes proyectos a gestarse, las 
instituciones argentinas no se aparten del papel que les corresponde, y tengan la 
apertura necesaria para pensar en lo mejor para el conjunto de los astrónomos 
argentinos. 

6.2. Una epopeya poco conocida 

Como se puede observar en cualquier imagen aérea del citado complejo, la bús¬ 
queda de un sitio apropiado con los medios disponibles en aquellos años fue, 
seguramente, una tarea épica por la aridez de la región, su lejanía de los sitios 
poblados, y los accesos a los cerros elegidos. Vaya un justo reconocimiento a 
Francisco Muñoz, Laurentino Cabrera, Juan Carlos Berneri, Eduardo Rodríguez 
Del Pino, Carlos Ischik, Carlos Genco y Santiago Requejo, quienes llevaron ade¬ 
lante la fase de campo de la búsqueda de sitio en condiciones harto difíciles. 
Otros esforzados colegas que participaron en alguna etapa no siguieron ligados 
al Observatorio mucho tiempo más. Desde San Juan tuvieron la valiosa coopera¬ 
ción de Sanguin y Sánchez, recordados miembros del Observatorio Astronómico 
Félix Aguilar. 

Cuenta Carlos Ischik que Francisco Muñoz tuvo a su cargo el entrenamiento 
de las personas designadas para las tareas observacionales, muchos de los cuales 
enfrentaban un telescopio por primera vez. Muñoz realizó una tarea digna de 
elogios y logró que todos adquirieran el conocimiento necesario. 

En una ocasión, Ischik realizaba en el cerro Burek las observaciones de 
rutina. Se acompañaba en la soledad de la noche con una radio portátil y na¬ 
turalmente escuchaba una radio chilena que podía sintonizarse sin dificultad. 
La emisora interrumpió su programación habitual para anunciar una noticia ur¬ 
gente referida al ingreso desde el mar de una flotilla de platos voladores que 
sobrevolaba el territorio chileno en dirección a la cordillera. Ischik estimó por la 
latitud en la que se encontraba que estaba en la trayectoria de la flotilla. Solo, 
en el cerro, miró hacia todos lados y lejos, hacia abajo, vio un enorme resplandor 
plateado. A punto estaba de pedir auxilio al grupo que pernoctaba en la estación 
del OAFA cuando decidió mirar con más atención y advirtió... ¡que la Luna se 
reflejaba intensamente en el agua de una acequia desbordada! 

6.3. La Mecánica Celeste y un gran Profesor 

Alexander Wilkens y Reynaldo Cesco hicieron importantes aportes a la 
Mecánica Celeste y establecieron las bases de una escuela que continuó con 
pocos seguidores (Carlos AltaVista, Pedro Riu y Francisco López García) hasta 
la década del noventa en que la disciplina recuperó el vigor que le impusieron 
aquellos pioneros. 



176 


R. A. Perdomo 


Quienes tuvimos la fortuna de cursar Mecánica Celeste I con el Profesor 
Reynaldo Cesco, lo recuerdan como a un docente extraordinario. Podía desa¬ 
rrollar cualquier tema de la especialidad con absoluta seguridad y precisión. Y 
si excepcionalmente se equivocaba, lo advertía rápidamente, se enojaba consi¬ 
go mismo, pegaba un puñetazo al pizarrón para borrar el error, y continuaba 
magistralmente. 

Cesco estaba enfermo, pero disfrutaba de sus clases tanto como sus alumnos. 
Pasaba de la Mecánica Celeste a recitar a Espronceda con voz vibrante, por 
ejemplo: 


... me agrada un cementerio, de muertos bien relleno, manando 
sangre y cieno, que impida el respirar, y allí un sepulturero de tétrica 
mirada con mano despiadada, los cráneos machacar ..., 

tras de lo cual, ¡se reía estruendosamente! 

6.4. Tres reuniones en los sesenta de nivel internacional 

Simposios sobre Evolución Estelar y Problemas de Astrometría y Mecánica 
Celeste (1960): Estas reuniones fueron muy exitosas y vale la pena repasar algu¬ 
nos nombres para advertir la importancia que tuvieron. A la primera asistieron 
Sandage, Struve, Arp, Herbig, Burbidge, Eggen, Schmidt, Vasilevsky, Haro, y 
astrónomos argentinos. A la segunda, Stoy, Jeffers, Clemence, Brower, Scott, 
Schilt, Zverev, Anguita y astrónomos argentinos. 

Coloquio número 1 de la IAU (1968) sobre el problema de la variación de 
las coordenadas geográficas en el hemisferio Sur: Esta reunión se desarrolló en 
La Plata con motivo de la puesta en marcha en Punta Indio de un Tubo Cenital 
Fotográfico (PZT) que el Observatorio Naval de Washington le cediera al Ob¬ 
servatorio Naval Buenos Aires. En esta reunión, se recomendó la instalación de 
otro instrumento en el sur del país para mejorar la distribución de las estaciones 
astronómicas modernas que contribuían a la determinación del movimiento del 
polo y la rotación de la Tierra. 

6.5. Eta Carina 

Alejandro Feinstein, luego de algunos años en el exterior, inició en La Pla¬ 
ta el estudio de la región de Eta Carina con muy importantes resultados. Sus 
primeros discípulos fueron Hugo Marracó y Juan Carlos Muzzio. 

La construcción de un fotómetro fotoeléctrico, muy avanzado para la época, 
permitió progresar significativamente en estudios astrofísicos del cielo austral, lo 
que en ese tiempo solo podían hacer los observatorios de Mount Stromlo y El 
Cabo. 

Con el correr del tiempo las publicaciones sobre la región se multiplicaron 
y los estudios fotométricos ocuparon un espacio central en la Astrofísica pla- 
tense. Tiempo después, el establecimiento de un programa con el CONICET 
(PROFOEG) permitió contar con financiación apropiada durante muchos años. 

6.6. Las estaciones de Punta Indio y Río Grande 

El PZT ya mencionado fue ubicado en Punta Indio en 1968. Funcionó por 
convenio entre el Observatorio Naval de Washington que aportó el instrumento, 



El Observatorio Astronómico de La Plata 


177 


el Observatorio Naval Buenos Aires que se responsabilizó de la logística y el 
mantenimiento, y el Observatorio de La Plata que se hizo cargo de la reducción de 
las observaciones y la publicación de los resultados. Punta Indio constituyó con 
Mount Stromlo la única cadena austral de PZT (observaban el mismo programa 
de estrellas). Alcanzó en los ochenta el máximo peso de una estación astronómica 
en la escala del Bureau International de l’Heure por la calidad de sus resultados. 
Estos excelentes resultados tuvieron un responsable: Ornar Cáceres, un calculista 
extraordinario, trabajador incansable y docente ejemplar. 

La Estación Astronómica Río Grande (1979) se equipó con un Astrolabio 
de Danjon cedido por la Universidad de Besancon y constituyó la estación más 
austral del mundo dedicada al estudio de la rotación de la Tierra. Actualmente 
continúa activa, orientada a la Geodesia y la Geofísica. Los primeros tiempos de 
la Estación fueron muy difíciles. Casi terminada la casa principal, fue destinada 
durante 1978 a la base aeronaval como parte de la ampliación de las actividades 
militares en la región debido al conflicto del canal de Beagle. La recuperación de 
las instalaciones, su adecuación definitiva y la puesta en marcha del Astrolabio e 
instrumental auxiliar tuvieron un actor central, César Mondinalli, quién batalló 
exitosamente contra todas las dificultades. 


7. Los setenta: promesas y desencuentros 

7.1. Astrofísica 

Entre las jóvenes promesas de los comienzos de los setenta cabe mencionar 
a Marracó, Muzzio, Levato, Brandi, Ferrer, García, Malaroda, López (Carlos), 
Arnal, Gómez, Mirabel, Méndez, Terlevich y Niemela, todos ellos muy jóvenes, 
en aquel momento. Carlos Jaschek y Jorge Sahade dirigían dos grandes grupos. 
Alejandro Feinstein y Adela Ringuelet pertenecían a una generación intermedia. 

La Espectroscopia, además, tenía un observador incansable que recordamos 
con afecto por su trabajo y sus anécdotas, Boris Kucevic. En una reunión de la 
Asociación Argentina de Astronomía promediando los setenta, Boris presentaba 
el resultado de sus observaciones. Al finalizar su exposición, algún astrónomo que 
conocía su trabajo diario le preguntó si esos eran todos los resultados que podía 
mostrar, intrigado porque solo se había mostrado una parte pequeña del material 
disponible. Boris imperturbable respondió “tengo muchas más, pero guardo para 
la próxima ”. 

7.2. Astrometría 

En Astrometría Meridiana, Sergei Slaucitaj dirigía un grupo heterogéneo sin 
graduados de la Facultad y la actividad declinaba rápidamente. Durante déca¬ 
das, las observaciones meridianas en La Plata produjeron catálogos observado- 
nales importantes, pero la actividad habría de ser definitivamente discontinuada 
alrededor de 1980. 

En Astrometría Extrameridiana, Miguel Itzigsohn era la cabeza de un gru¬ 
po numeroso, formado por Ornar Cáceres, César Mondinalli (responsables del 
PZT y Astrolabio, respectivamente), Francisco Muñoz, y Carlos Rogati, (a car¬ 
go del programa de pequeños planetas con el Astrográfico). En esta década se 



178 


R. A. Perdomo 


produjo un acercamiento de jóvenes graduados que luego producirían cambios 
importantes en estas disciplinas. 

7.3. Los desarrollos instrumentales 

Trabajaba en La Plata en los setenta un óptico de calidad internacional, 
Ricardo Platzeck, quien nos dejó tempranamente. Quienes tuvieron la fortuna 
de realizar algún trabajo con él lo recuerdan con enorme respeto. Treinta años 
más estuvieron trabajando en el Observatorio dos ingenieros electrónicos, Ro¬ 
berto Pinciroli y Rodolfo Marabini. Todos ellos hicieron muy valiosos aportes en 
apoyo de la Astronomía, y muchos de los instrumentos que ellos desarrollaron 
están en saludable estado de funcionamiento (por ejemplo, en la sala de relojes 
del Observatorio funciona un conjunto de instrumentos electrónicos diseñados y 
construidos por Pinciroli). 

En un trabajo poco conocido, Platzeck, Pinciroli y Mondinalli rediseñaron 
el sistema de contactos de tiempo del Astrolabio de Danjon, corazón del instru¬ 
mento, que luego operó satisfactoriamente por 15 años ininterrumpidamente en 
Tierra del Fuego. 

7.4. La inestabilidad política y la dictadura 

Pese a toda la actividad reseñada, los setenta fueron años de profundos 
cambios políticos y sociales de los que el Observatorio no estuvo exento. Varios 
investigadores fueron jubilados (Itzigsohn), o cesanteados (Niemela, Ringuelet, 
Kirilovsky), y otros decidieron irse del país (Carlos Jaschek y su esposa Mercedes 
Corvalán, entre otros). Estos alejamientos se produjeron en distintos momentos, 
al comienzo de los setenta, al promediar la década, o al final de la misma. En 
todos los casos fueron razones políticas las que motivaron los cambios. En todos 
los casos fueron pérdidas irreparables. 

Una joven estudiante de Astronomía, Ana Diego, padeció lo peor de esa 
década terrible, fue secuestrada y desaparecida como tantos universitarios pla- 
tenses. 

Hacia el final de esa década y comienzos de la siguiente, una nueva gene¬ 
ración, junto con la generación intermedia, tomaba las riendas de la Institución 
para darle el perfil que hoy tiene. 

7.5. Becas externas 

La primera acción de enviar jóvenes investigadores al exterior fue el ya 
mencionado viaje de Sahade y Cesco a Estados Unidos por iniciativa de Aguilar. 

Años más tarde, se crearon las becas externas del CONICET. Esta poderosa 
herramienta fue muy importante para el desarrollo de la Astronomía en La 
Plata, permitiendo que muchos jóvenes pasaran algunos años en Estados Unidos 
o Europa. Esto impactó fuertemente en el sistema porque en todos los casos 
vinieron con ideas nuevas, programas de cooperación que duraron mucho tiempo 
y, en algunos casos, con instrumental moderno. 

7.6. Los temas de comienzos de los ochenta 

Las pérdidas lamentables de la década anterior, los nuevos temas que traje¬ 
ron los investigadores que estudiaron fuera del país y el natural recambio gene- 



El Observatorio Astronómico de La Plata 


179 


racional produjo, a comienzos de la década, un tiempo de afirmación de líneas 
tradicionales y consolidación de otras nuevas. A grandes rasgos los temas de 
investigación eran: atmósferas estelares, sistemas dobles y múltiples, cúmulos 
abiertos, cúmulos globulares, galaxias y cúmulos de galaxias, estrellas masivas, 
material interestelar, estrellas Be, rotación de la Tierra y movimiento del polo, 
astrometría de estrellas dobles y múltiples, mecánica celeste, geodesia satelital, 
y desarrollos en óptica y electrónica. 


8. Los ochenta: Facultad y Democracia 

Un hecho marcó a esta década, no solo en la UNLP sino en el país todo: el 
retorno definitivo a un sistema de gobierno democrático. 

Inmediatamente antes de ello (setiembre de 1983), se produjo el pase de 
Escuela Superior a Facultad de Ciencias Astronómicas y Geofísicas. Fue su gestor 
(y primer Decano de la Facultad) el Ing. Pastor Sierra. 

Ambos hechos marcaron un cambio en la gestión de la Facultad que se 
hizo más participativo, más transparente, en muchos aspectos, ejemplar, por el 
respeto a la institucionalidad, el pluralismo, y la moderación. 

8.1. Los ochenta y los noventa: un crecimiento exponencial 

Fueron años marcados por un paulatino crecimiento de la matrícula de grado 
y posgrado. La Facultad pasó de algunas decenas a cientos de alumnos. 

Los temas de investigación se multiplicaron. Se modificaron profundamente 
las formas de trabajo. Los calculistas, observadores y técnicos fueron disminuyen¬ 
do en número a la par que el número de jóvenes investigadores se incrementaba 
rápidamente. 

La relación con el CONICET se mantuvo muy activa. Profoeg y Probibega 
fueron programas muy importantes que tuvieron continuidad con la creación 
del Instituto de Astrofísica La Plata. Otros programas del CONICET que la 
Facultad utilizó en buena medida fueron CASLEO, la Estación Astronómica 
Río Grande, subsidios a numerosos proyectos, y becarios. 

Los Decanos de la democracia hasta el año 2000 fueron César Mondinalli, 
Juan Carlos Forte y Juan Carlos Muzzio, todos ellos artífices de la transforma¬ 
ción a que hacíamos referencia. Transparencia, pluralismo, y amplia participa¬ 
ción fueron denominadores comunes de sus gestiones. 


Una anécdota para el final 

La Astronomía platense tuvo (y sigue teniendo, afortunadamente) entre 
sus cultores a muchos hombres y mujeres verdaderamente apasionados por la 
tarea. Las noches de los años en los que se hacían observaciones desde varios 
instrumentos han dejado cantidad de recuerdos, anécdotas y esfuerzos prodiga¬ 
dos generosamente. Hombres y mujeres con mucho de soñadores, con un poco 
de bohemios, pero siempre con una entrega total. 

La historia que sigue fue protagonizada por el Prof. Miguel Itzigsohn, pero 
sirve para describir a muchos investigadores que honraron al Observatorio y a 
la Universidad. 



180 


R. A. Perdomo 


A fines de los cincuenta y comienzos de los sesenta, se desarrollaba en el 
mundo la primera fase de la carrera espacial entre Estados Unidos y la Unión 
Soviética. Es claro que ambas potencias luchaban por superarse en una loca 
carrera por ganar el espacio, sin una adecuada organización para el seguimiento 
y cálculo de las trayectorias de los satélites. 

Son muchas las historias de la época. El Ing. Pedro Zadunaisky, quien tam¬ 
bién honró las aulas del Observatorio en algún momento de su dilatada carrera, 
contaba que le había tocado reencontrar uno de esos primeros satélites a par¬ 
tir de información muy difusa suministrada por un observador amateur. Y es 
precisamente esta tarea a la que Don Miguel dedicó sus esfuerzos en aquellos 
años. Por cierto, que no de manera amateur, sino con un alto grado de ingenio y 
seguramente una importante dosis de divertimento profesional. Se había compro¬ 
metido con alguna institución norteamericana para el seguimiento de satélites 
visibles. La información de posición y tiempo precisos era fundamental para no 
perderlos y avanzar en el desarrollo de la teoría orbital que permitiera refinar los 
cálculos de trayectorias. Don Miguel apelaba a los pocos estudiantes que tenía 
el Observatorio, en especial a aquellos que vivían en las habitaciones para estu¬ 
diantes que se encontraban en lo que actualmente es el buffet y dependencias de 
servicio. 

Con un buen cronómetro y una libreta, el grupo de cuatro o cinco entusias¬ 
tas esperaba la aparición del puntito brillante que se movía rápidamente. Don 
Miguel vigilaba su cronómetro y anotaba el tiempo cada vez que alguno de sus 
improvisados colaboradores le daba un top. Al final del pasaje, habían anotados 
una decena de instantes, y un conjunto de brazos apuntando al cielo. Los estu¬ 
diantes daban su top cada vez que el satélite se aproximaba a alguna estrella 
visible y quedaban con sus brazos apuntando a la estrella en cuestión. Don Mi¬ 
guel, finalmente recorría la fila identificando la estrella señalada con el tiempo 
apuntado, lo que finalmente se traducía en un informe de tiempos y coordenadas 
sumamente útiles en aquellos tiempos de pioneros. 


Agradecimientos y referencias 

La preparación de este trabajo no habría sido posible sin la cooperación 
de muchos colegas que aportaron su conocimiento y sus recuerdos: consultas 
personales con Alejandro Feinstein, Estela Brandi, Juan Carlos Forte, Carlos 
Ischik y Ana Merlín (historiadora de Joaquín V. González). 

Documentos: el discurso del Dr. Jorge Sahade en el 120 aniversario de la 
creación del Observatorio de La Plata “Algunos recuerdos y pensamientos, 120 
años después”, la historia que redactara el Ing. Simón Gershanik para el volumen 
VII de la publicación de la Sociedad Científica Argentina sobre la Evolución de 
las Ciencias (1923-1972), el trabajo sobre los Directores del Observatorio del 
Prof. Enrique Jaschek, una reseña estadística y descriptiva de La Plata de 1885 
que puso a disposición Alejandro Feinstein, y varias noticias aparecidas en la 
serie Noticias del Observatorio. 

Finalmente, un agradecimiento especial a Cesar Mondinalli, quien tuvo la 
paciencia de revisar este manuscrito y aportar su profundo conocimiento de la 
Institución. 



El Observatorio Astronómico de La Plata 


181 


Apéndice: Fotografías históricas 

Lo que sigue es una compilación de fotografías históricas que ilustran dis¬ 
tintas épocas del Observatorio Astronómico de La Plata, a través de sus edificios 
e instrumentos. Se agradece al Lie. Sixto Giménez Benítez, Director del Museo 
de Astronomía y Geofísica, por facilitar parte de este material fotográfico y por 
proveer los datos asociados al mismo. 



Figura 1 El OALP y algunos de sus instrumentos principales. 



Figura 2 Vista Norte del OALP (fecha: anterior a 1905). 










182 


R. A. Perdomo 



Figura 3 Vista del OALP (fecha: posterior a 1930). 



Figura 4 Izquierda: Cúpula del Telescopio Reflector Gautier (fecha: 
posterior a 1930). Derecha: Telescopio Reflector Gautier (fecha: ante¬ 
rior a 1914). 











El Observatorio Astronómico de La Plata 


183 



Figura 5 Izquierda: Telescopio Refractor Gautier. Derecha: Cúpula 
del Telescopio Refractor Gautier (fecha: anterior a 1930). 



Figura 6 Sala de lectura de la Biblioteca del OALP (fecha: alrededor 
del 1930-1940). 












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R. A. Perdomo 



Figura 7 Izquierda: Telescopio Astrográfico. Derecha: Edificio del Te¬ 
lescopio Astrográfico (la cúpula llegó a La Plata en 1890). 



Figura 8 Izquierda, arriba: Cúpula del Telescopio Refractor Gautier, 
vista hacia el Sur (fecha: anterior a 1930). Izquierda, abajo: Pabellón 
Oeste del instrumento de pasajes Gautier (fecha: alrededor de 1900). 
Actualmente este edificio es parte de la Casa de Huéspedes. Derecha: 
Círculo Meridiano Repsold, llegó a La Plata en mayo de 1908 y a partir 
de 1938 ocupó el lugar del Círculo Mediano Gautier. 
























El Observatorio Astronómico de La Plata 


185 



Figura 9 Telescopio Zenital de Wanschaff. Es un altazimut utilizado 
para las observaciones de latitud, construido por la casa Cari Zeiss de 
Jena. 



Figura 10 Costrucción del taller mecánico (fecha: anterior a 1913, 
año en el que se terminó de construir el taller). 







186 


R. A. Perdomo 



Asociación Argentina de Astronomía - BOOK SERIES 
AAABS, Vol. 2, 2009 

Gustavo E. Romero, Sergio A. Cellone, & Sofía A. Cora, eds. 


El Observatorio Astronómico Félix Aguilar 

C. E. López 1 

(1) Observatorio Astronómico Félix Aguilar, Facultad de Ciencias 
Exactas, Físicas y Naturales, Universidad Nacional de San Juan. 

Resumen. Desde su inauguración, el Observatorio Astronómico Félix 
Aguilar (OAFA) ha mantenido una fuerte orientación hacia trabajos en¬ 
marcados dentro de la astronomía de posición. La mayoría de sus logros 
han estado —y están— basados en convenios con instituciones nacionales 
o del exterior; algunos de esos acuerdos aún están vigentes y otros han 
favorecido la instalación de nuevos y modernos instrumentos que le brin¬ 
dan al OAFA la posibilidad de encarar estudios en áreas no tradicionales 
para la institución. Independientemente de los objetivos alcanzados en el 
pasado, el futuro se muestra algo más preocupante, situación que exige un 
análisis minucioso por parte de autoridades y personal del observatorio. 


1. Introducción 

El OAFA fue inaugurado el 28 de septiembre de 1953, coincidiendo exacta¬ 
mente —y no por casualidad— con el décimo aniversario de la muerte del Ing. 
Félix Aguilar. A diferencia de las instituciones astronómicas ya existentes en 
aquel momento, el Observatorio Astronómico de Córdoba (OAC) y el Observa¬ 
torio Astronómico de La Plata (OALP) —que fueron consecuencia de proyectos 
de mucho mayor envergadura— el OAFA nació como fruto del esfuerzo de un 
reducido grupo de profesores, pero fundamentalmente de alumnos, de la Escuela 
de Ingeniería (hoy Facultad) de la Universidad Nacional de Cuyo (UNC), que por 
entonces extendía su ámbito de influencia a la ciudad de San Juan (abarcando, 
además, a la provincia de San Luis y a Mendoza, sede del rectorado). 

A decir verdad, el interés de esos entusiastas impulsores de una oferta edu¬ 
cativa universitaria más amplia en San Juan, no era la astronomía en sí misma 
—independientemente de algunas inquietudes personales— sino el de satisfacer 
las necesidades mínimas de la carrera de ingeniero geógrafo, probablemente vis¬ 
ta como una muy buena alternativa profesional. Con este antecedente, se puede 
decir que el tímido despertar de la astronomía en San Juan aparece como un 
aditamento, una especie de conocimiento agregado a un área disciplinar que, si 
bien la contiene, no la abarca en forma completa. 

La astronomía, como tal, finalmente llegaría. No obstante, por la forma en 
que lo hizo y el ambiente que encontró en San Juan —básicamente consecuencia 
del recurso humano disponible en la provincia— solo tuvo una única especiali¬ 
dad para desarrollarse: la astronomía de posición o astrometría. Fue necesario 
esperar un poco menos de 25 años para la incorporación de astrónomos con 
especialidades en áreas disciplinares que desde principios del siglo XX habían 
irrumpido en el OALP y el OAC. 


187 



188 


C. E. López 


La incorporación del OAFA a la escena astronómica nacional marca, de 
alguna manera, un renacer de la astrometría en Argentina, iniciando así una 
nueva etapa de la especialidad gracias a un manifiesto interés por garantizar su 
continuidad. Si bien es cierto que esta disciplina aún continuaba desarrollándose 
tanto en Córdoba como en La Plata, no es menos cierto que el interés indivi¬ 
dual —y hasta institucional— por la astronomía de posición había comenzado 
a declinar. 

Hoy, a más de 50 años de su inauguración, e independientemente de algunas 
opiniones en disenso, el OAFA ha cumplido con los objetivos que se trazó en 
un comienzo. Los trabajos publicados en un área de la astronomía que no se 
caracteriza por el gran número de adeptos, es prueba palpable de la actividad 
desarrollada. Dicho de otra manera, cumplió con lo que se propuso y —al menos 
desde este punto de vista— se puede decir que su contribución ha sido positiva. 

El problema más acuciante que el OAFA debe resolver ahora, no es demos¬ 
trar lo que —con aciertos y errores— ha hecho, porque eso es cosa del pasado 
(más allá de que por ello la institución es juzgada). Lo más preocupante es el 
futuro. Y es preocupante básicamente por la escasa —casi nula— renovación 
generacional. Una edad promedio del personal docente (interinos y efectivos) del 
orden de los 52 años y una antigüedad mínima (siempre del personal docente) 
de alrededor de 20 años, claramente indican que han habido muy pocos ingresos 
en el pasado reciente. Llegué al OAFA el 1 de marzo de 1980, y desde entonces 
han ingresado unos 13 ó 14 docentes más, y no todos para cumplir tareas espe¬ 
cíficas en el área astronomía (esta cuenta no incluye a los ocasionales alumnos 
que concurren para cumplir con alguna ayudantía ni a los técnicos chinos vin¬ 
culados con el telescopio láser, que son designados por un año). De mantenerse 
esta tendencia, dentro de unos 15 ó 20 años, todos los docentes nos habremos 
jubilado y entonces sí, el OAFA enfrentará su último día. 

Se esperaba que la Licenciatura en Astronomía de la Universidad Nacio¬ 
nal de San Juan (UNSJ), creada en 1995, efectivamente se transformara en una 
verdadera fuente de astrónomos jóvenes, pero no sucedió. Por alguna razón que 
habrá que analizar en profundidad, hay —desde los inicios de la carrera y sal¬ 
vo algunas extensiones docentes puntuales— una disociación casi total entre el 
OAFA y el Departamento de Geofísica y Astronomía (unidad que administra 
académicamente la licenciatura en astronomía de la UNSJ). Esta situación hace 
que el OAFA resulte un lugar poco atractivo para la mayoría de los alumnos. 
Además tampoco tiene cargos para ofrecer; efectivamente, los puntos docentes 
que quedaron libres durante los últimos 15 años —por jubilación o fallecimiento 
de sus titulares—, se perdieron o fueron congelados o utilizados con otros fines. 

La situación con el personal de apoyo universitario (PAU) —y después de 
recientes incorporaciones— es un poco mejor. De 13 agentes PAU que se jubi¬ 
laron o retiraron en los últimos 6 ó 7 años, solo seis fueron reemplazados. El 
aspecto negativo —sin embargo— es que las personas recientemente ingresadas 
no tuvieron la oportunidad de compartir tareas con quienes llevaban años en la 
institución (y con sobrada experiencia), afectando seriamente la continuidad de 
trabajos de mantenimiento, principalmente de los edificios, que ya empiezan a 
mostrar el paso del tiempo. 

Se dice habitualmente que para poder planificar el futuro, de debe conocer 
el pasado. Si efectivamente es así, es de esperar que los próximos párrafos brin- 



Observatorio Astronómico Félix Aguilar 


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den algo de luz a quienes deban decidir sobre el destino del OAFA. Creo que 
nadie pretende un porvenir rutilante, lleno de aplausos y fama; probablemente 
un ambiente sin demasiadas privaciones, dentro de un marco de cordialidad y 
tranquilidad sería, a mi juicio, más que razonable. 


2. Etapa previa 

Es sabido que las cosas no suceden en forma espontánea ni porque sí. Los 
acontecimientos —de la naturaleza que fueren— están precedidos por una serie 
de situaciones que, de ser tratadas en forma separada, no nos permiten ver el 
efecto que la sumatoria de ellas finalmente causa. Como se ha mencionado en 
los párrafos anteriores, la aparición del OAFA es, precisamente, el resultado de 
una serie de circunstancias que al unirse dieron nacimiento al Observatorio de 
San Juan. 

2.1. La educación superior en San Juan 

La creación de la UNC, en el año 1939, marca el comienzo de la educación 
universitaria formal, de la manera en que la conocemos y entendemos en la ac¬ 
tualidad, en la región de las provincias de Mendoza, San Juan y San Luis. Como 
antecedente de una educación superior especializada en San Juan, encontramos 
la Cátedra de Minería, propuesta por Domingo Faustino Sarmiento durante su 
gobernación (1862-1864). Esta cátedra funcionó anexada al Colegio Nacional 
hasta 1873, año en que se independizó, transformándose en la Escuela Nacional 
de Minas de San Juan. En 1913, y a los efectos de satisfacer las necesidades lo¬ 
cales, pasó a ser la Escuela Nacional de Minas e Industria; finalmente —a partir 
de 1939— quedó integrada a la Escuela de Ingeniería de la UNC. 

El acto inaugural de la UNC se realizó el 16 de agosto de 1939 en la ciudad 
de Mendoza. Ricardo Rojas tuvo a su cargo la conferencia magistral y entre las 
numerosas personalidades de la cultura provincial y nacional, se encontraba el 
Dr. Ramón Castillo, vicepresidente de la Nación (el presidente de la época era 
el Dr. Roberto Marcelino Ortiz). La UNC dividió su oferta académica en dos 
Facultades: la de Filosofía y Letras y la de Ciencias. De la Facultad de Ciencias 
dependían tres Escuelas: de Ciencias Económicas y Agronomía (con sede en 
Mendoza), la de Ingeniería (con asiento en San Juan) y el Instituto Pedagógico, 
ubicado en la ciudad de San Luis. 

La Escuela de Ingeniería, que comenzó funcionando en locales cedidos por 
el Colegio Nacional, ofrecía tres carreras: Minas (heredera directa de la Cátedra 
de Minería impulsada por Sarmiento), Hidráulica, y Puentes y Caminos, todas 
de seis años de duración. Como título intermedio, a los tres años de cursado 
y común a las tres carreras mencionadas, se podía optar por el de Agrimensor 
(para lo cual era necesario la presentación de un trabajo final). 

Con el título intermedio de agrimensor —opción académica que se manten¬ 
dría hasta mediados de los años 60— aparece un primer contacto formal con la 
astronomía a través de una asignatura específica: Astronomía Esférica y Deter¬ 
minaciones Geográficas. Posteriormente —hacia fines de los 60— la agrimensura 
se transformó en una carrera en sí misma —otorgándose el título de Ingeniero 
Agrimensor- haciendo aún más fuerte el vínculo con la Astronomía de Posición. 
Por este motivo, fueron numerosos los estudiantes de ingeniería en agrimensura 



190 


C. E. López 


que con los años pasaron por el OAFA; en la mayoría de los casos con el interés de 
realizar diversos trabajos prácticos. Algunos de esos alumnos, ya profesionales, 
decidieron permanecer en el OAFA y hoy son parte de su personal. 

El primer director de la Escuela de Ingeniería fue el Ing. Rogelio Alejandro 
Boero, egresado de la Universidad Nacional de La Plata con el título de Ingenie¬ 
ro Hidráulico. Como sanjuanino, fue amigo personal del Ing. Félix Aguilar, con 
quien llegó a colaborar trabajando en el OALP. De regreso en San Juan, el Ing. 
Boero se dedicó a su profesión y fue uno de los impulsores de la actual Dirección 
de Hidráulica, vital organismo dependiente del gobierno de la provincia encar¬ 
gado —entre otras tareas— de la distribución de agua para riego. La docencia, 
en sus distintos niveles, también se transformó en parte de la actividad diaria 
del Ing. Boero y en tal sentido apoyó decididamente toda iniciativa orientada a 
contar con una universidad en la zona de Cuyo. Hoy, en su memoria y honor, la 
Escuela Provincial de Educación Técnica N-l de San Juan lleva el nombre de 
Ing. Rogelio Alejandro Boero. 

La Escuela de la UNC pronto adquirió renombre, trascendiendo las fronteras 
de la provincia y del país. La matrícula de inscriptos creció rápidamente y no solo 
la juventud se vio atraída por la posibilidad de un título de nivel universitario; 
personas mayores —para la edad promedio de un estudiante de los primeros 
años— también se contaban entre los numerosos alumnos. 

Entre los profesores del excelente plantel docente, se encontraba el mayor 
de Ejército (R) Agrim. Héctor A. Barreiro, conocido del Ing. Félix Aguilar por 
la actividad que ambos habían realizado en el Instituto Geográfico Militar. El 
Agrim. Barreiro estaba a cargo de la cátedra de Geodesia y en 1942 supo de un 
interesante remate de instrumentos de uso en astronomía de posición que llevaría 
a cabo la sucursal Mendoza del Banco de la Nación Argentina. Las autoridades 
de la Escuela, contando con el decidido apoyo del Ing. Boero, no dudaron en 
adquirir el valioso material, probablemente considerado de importancia para el 
enriquecimiento patrimonial de la institución. 

Un anteojo de pasos y un teodolito Bamberg, un telescopio refractor y un 
péndulo Riefler integraron el conjunto adquirido en la vecina Mendoza. Este 
instrumental había pertenecido al Sr. Juan Carrillo, miembro fundador de la 
Asociación Argentina Amigos de la Astronomía (Revista Astronómica Tomo V, 
Número 2, Marzo-Abril, 1933), quien lo ofreció como garantía al Banco Nación a 
cambio de un préstamo para operaciones inmobiliarias que finalmente fracasaron 
(razón del remate efectuado por la entidad crediticia). Según Eloy Actis (2008a), 
el Sr. Carrillo llegó a poseer una excelente propiedad en la calle Emilio Civit al 
400 de la ciudad de Mendoza, donde construyó una elevada torre que culminaba 
en una cúpula donde - presumiblemente— estaba alojado el telescopio refractor. 
El Sr. Juan Carrillo falleció en marzo de 1936 (Revista Astronómica Tomo VII, 
Número II, Marzo-Abril, 1936) y años después su casa fue demolida, borrando 
para siempre la posibilidad de ahondar en su actividad astronómica. En su lugar 
se construyó un moderno edificio. 

Las expectativas que posiblemente impulsaron al Agrim. Barreiro a adquirir 
el instrumental del Sr. Carrillo no se cumplieron, al menos en lo inmediato. Todo 
parece indicar que la compra realizada en Mendoza permaneció almacenada en 
algún depósito de la Escuela por casi seis años. Nadie sospechaba, en realidad, 
que esos cajones atesoraban el futuro observatorio de San Juan. 



Observatorio Astronómico Félix Aguilar 


191 


La Escuela de Ingeniería de la UNC siguió creciendo. El cuerpo docente 
aumentó considerablemente y se incorporaron nombres de verdadera jerarquía. 
Nuevos cambios y propuestas se debatían en el seno de la Escuela, todos orien¬ 
tados a una mejor y más variada oferta académica. Pero antes de que los mismos 
pudieran implementarse, sobrevino el desastre, posponiendo absolutamente to¬ 
do. 

2.2. El terremoto del 44 

Podría pensarse que una publicación dedicada a la historia de la Astro¬ 
nomía Argentina no es el medio apropiado para incluir algunos párrafos sobre 
el terremoto de San Juan. La justificación principal es que por haber sido un 
acontecimiento tan impactante, marcó profundamente la vida de la provincia 
y dividió su historia reciente en dos etapas bien diferenciadas: un antes y un 
después. Otra razón para mencionar este episodio tan lamentable, es que de no 
haber sido por el terremoto, muchas de las obras que posteriormente se encara¬ 
ron —y que hoy son iconos representativos de la ciudad, como por ejemplo el 
OAFA y la Avda. José Ignacio de la Roza— posiblemente no se hubiesen rea¬ 
lizado nunca o, en el mejor de los casos, su construcción se hubiese demorado 
varios años. 

Si bien la ciudad ya había experimentado algunos sismos con anterioridad 
1894, 1903, 1924 y 1941— el del sábado 15 de enero de 1944 a las 20:55 (algu¬ 
nos informes establecen las 20:45, otros las 20:52 y algunos mencionan las 21:15) 
fue tremendamente devastador. Murieron más de 10 mil personas, en su mayoría 
aplastadas por el derrumbe de techos y viejas y anchas paredes de adobe que 
caracterizaban la construcción de la época. El San Juan hispánico y colonial, el 
de veredas estrechas y calles angostas, el de casas rematadas con cornisas impo¬ 
nentes y amplios patios internos salpicados de coloridos malvones, simplemente 
desapareció en pocos segundos. Entre el 80 % y el 90 % de la edificación fue se¬ 
riamente afectada; una buena parte colapso en forma inmediata (como la Casa 
de Gobierno y la Catedral) y la que logró mantenerse en pie, fue posteriormente 
demolida por presentar serios problemas estructurales. 

El sismo fue un verdadero punto de inflexión, no solo para la ciudad de San 
Juan, sino para todo el país. Independientemente de los daños materiales —que 
fueron cuantiosos— también produjo un gran impacto en el aspecto social. Hoy, 
a más de sesenta años, se sigue recordando el evento; y es lógico que así sea: 
aún quedan testigos de aquella noche trágica. Los abuelos y bisabuelos de la 
generación actual son —en su mayoría— los niños y adolescentes del 44 que 
vieron desplomarse la ciudad. Muchos perdieron a sus padres y hermanas y 
hermanos. Numerosos huérfanos fueron trasladados a distintos puntos del país y 
anotados como propios por las familias que los recibieron (no existía la Ley 24.779 
o Ley de Adopción). Aunque parezca extraño, algunos de aquellos huérfanos 
—hoy adultos mayores— siguen buscando a sus familiares biológicos. 

Pasados los primeros instantes, después de que la tierra se aquietara (luego 
vendrían algunas réplicas menores) el panorama era de total, abrumadora y de¬ 
sesperante desolación. Con las primeras luces de la mañana siguiente, domingo 
16, muchos de los sobrevivientes caminaban desorientados, por sobre los escom¬ 
bros, buscando a una madre, un hijo o un amigo. Otros trataban de rescatar 
algo de lo poco que había quedado. La lluvia inusual para enero— comenzó a 



192 


C. E. López 


caer y se mantuvo por varios días, complicando enormemente las tareas de res¬ 
cate. La plaza 25 de Mayo, la principal de la ciudad, se transformó en el centro 
de operaciones: tiendas de campaña y salas de primeros auxilios reemplazaron 
el apacible y tranquilo panorama habitual del lugar. Colón, una de las radios 
de la ciudad, también se instaló en la plaza y desde ahí emitió desesperados y 
angustiantes pedidos de auxilio. 

El General Pedro Pablo Ramírez ejercía la presidencia de la Nación, puesto 
por la revolución del 43. La intervención a la provincia estaba a cargo —desde 
el día 11 de enero de 1944— del Sr. David Uriburu que a raíz del terremoto 
fue reemplazado por el Coronel José Humberto Sosa Molina, militar de mayor 
graduación en la zona de Cuyo. 


2.3. El San Juan del post terremoto 

A las 4 de la mañana del día 16 llegó desde Mendoza el Coronel Sosa Molina 
y de inmediato comenzó a organizar las tareas de rescate. Unas horas antes 
habían arribado —también desde Mendoza— algunas ambulancias de la Cruz 
Roja y el Dr. Humberto Notti, que junto a varios colegas viajaron trayendo sus 
propios elementos quirúrgicos. A las 9 de la mañana llegó un nutrido grupo de 
médicos y enfermeros desde Córdoba, que en menos de tres horas logró montar 
un importante hospital de campaña. Con el paso de las horas y los días se fue 
sumando la ayuda enviada desde otras provincias, inclusive desde el exterior. 
Finalmente, el lunes 31 de enero, el Coronel Sosa Molina fue designado como 
nuevo interventor federal. 

Entre otras tantas decisiones, el gobierno nacional dispuso la creación de 
un ente autárquico (decreto N-17.432 del 1 de julio de 1944), dependiente del 
Ministerio del Interior, con la función específica de diagramar y ejecutar toda 
acción posible tendiente a la reconstrucción de la ciudad de San Juan, plantean¬ 
do normas edilicias orientadas a crear estructuras sismorresistentes adecuadas. 
Dicho organismo se denominó Consejo de Reconstrucción de San Juan y cum¬ 
plió, además, tareas de control para el efectivo cumplimiento de lo dispuesto. El 
primer presidente del Consejo, designado el 25 de julio de 1944 por decreto del 
Poder Ejecutivo Nacional, fue el Coronel Julio Hennekens. 

El Consejo extendió su accionar a todo el país y, por Ley Nacional N-16.405 
del 30 de julio de 1964, se transformó en el Consejo Nacional de Construcciones 
Antisísmicas y Reconstrucción de San Juan (CONCAR), con algunas nuevas 
funciones respecto de su antecesor. Posteriormente, en 1972, el Poder Ejecutivo 
Nacional dispuso la disolución del CONCAR (por considerar cumplida su mi¬ 
sión) y el 8 de mayo de 1972 (Ley Nacional N-19.616) creó el Instituto Nacional 
de Prevención Sísmica (INPRES), ubicado en la calle Roger Balet 47 (Norte) de 
la ciudad de San Juan. 

En cumplimiento de sus objetivos específicos, y fundamentalmente de quie¬ 
nes lo presidieron, el Consejo de Reconstrucción de San Juan fue un organismo 
clave para la futura construcción del edificio del OAFA, no solo de las instala¬ 
ciones inauguradas en 1953. Con posterioridad, y prácticamente cada vez que el 
Observatorio necesitó ayuda técnica —y en algunos casos financiera— el Con¬ 
sejo siempre estuvo presente, al menos mientras funcionó como tal, hasta el año 
1964. 



Observatorio Astronómico Félix Aguilar 


193 


2.4. De Escuela a Facultad 

Superadas las consecuencias inmediatas del terremoto —y antes de que ter¬ 
minara la década del 40— la Escuela de Ingeniería iba a experimentar un cambio 
radical: la ordenanza N-197/1947 de la UNC la transformó en Facultad de In¬ 
geniería y Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Además, por ordenanza de la 
UNC del 11 de febrero de 1947, se designó al Dr. Alberto Antonio Tonraghelli 
como Decano Interventor con la misión de organizar y darle la estructura ade¬ 
cuada a la nueva unidad académica. Si hasta ese momento, y a menos de diez 
años de su puesta en marcha, la Escuela ya había alcanzado el reconocimiento 
nacional, la gestión del Dr. Tonraghelli logró acrecentar aún más el gran prestigio 
ganado en tan poco tiempo. Los nombres de algunos de los docentes de la nueva 
Facultad permiten concluir que —efectivamente— el plantel de profesores era de 
primer nivel: Pedro Pi Calleja, Rogelio Boero, Sergio Sispanov, Fernando Vol- 
poni, Aldo Bruschi, Enrique Loedel Palumbo, Eduardo Zarantonelo, Gregorio 
Klimovsky, etc., etc. (López 1979). 

El traspaso de Escuela a Facultad no sería el único gran acontecimiento 
de los últimos años de los 40. A los efectos de esta historia, hay dos hechos 
adicionales a destacar, y son los dos últimos sucesos cruciales —que unidos a 
las situaciones descritas anteriormente— desembocarían en la creación de una 
nueva institución astronómica en el país: la creación de la carrera de Ingeniero 
Geógrafo y la llegada a San Juan de tres prestigiosos astrónomos. 

En primer lugar el año 1947 marca la culminación de numerosos trámites 
efectuados por un grupo de alumnos, encabezados por el joven José Augusto 
López y la inestimable colaboración —como era de esperar— del Ing. Rogelio 
Alejandro Boero, que aspiraban a incorporar la carrera de Ingeniero Geógra¬ 
fo dentro de la oferta de la Facultad. El plan de estudios propuesto era copia 
de idéntica carrera que se dictaba en la Universidad Nacional de Córdoba. A 
los cursos clásicos de álgebra, física y química —y los correspondientes a la 
agrimensura— se agregaban astronomía práctica , astronomía esférica y mecáni¬ 
ca celeste , geodesia superior , y geografía y fisiografía-, como vemos, la astronomía 
se hace presente una vez más. 

Si bien la nueva carrera satisfacía las expectativas de gran parte del alumna¬ 
do, puso a las autoridades de la Facultad en el compromiso de armar un plantel 
docente acorde con las nuevas exigencias. La situación no era fácil de resolver, 
máxime teniendo en cuenta que dos asignaturas tenían un alto contenido as¬ 
tronómico (y lo ideal es que estuviesen a cargo de un astrónomo, seguramente 
pensó el Decano Tomaghelli). 

El Dr. Tomaghelli, químico, egresado de la Universidad Nacional de La 
Plata, se abocó de inmediato a la búsqueda de docentes interesados en tomar a 
su cargo un par de cátedras. Estableció contacto con los Dres. Carlos U. Cesco, 
Juan José Nissen y Benhard Dawson, quienes aceptaron la propuesta y decidieron 
trasladarse a San Juan. La vida de estas tres personas jamás volvería ser igual, 
sobre todo para Cesco y Nissen, que se radicaron definitivamente en la ciudad 
cuyana. 

El Dr. Dawson permaneció en San Juan hasta 1955, año en que retornó a La 
Plata para hacerse cargo —como Delegado Interventor— del OALP, función que 
ejerció hasta julio de 1957 (Gershanik, 1979). Benhard Dawson nació en Estados 
Unidos en 1890 y murió en la ciudad de La Plata, el 18 de junio de 1960. Su 



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C. E. López 


actividad en la Facultad de Ingeniería fue intensa y durante los primeros años del 
OAFA, fue responsable de la observación de estrellas dobles y de la ocultación 
de estrellas por la Luna. Hoy, el asteroide 1829, descubierto en San Juan, lleva 
—en su honor— el nombre de Dawson; homenaje que el OAFA le rindió a uno 
de sus fundadores. 

El Dr. Carlos Cesco había egresado de la Escuela Superior de Ciencias As¬ 
tronómicas y Conexas de la Universidad Nacional de La Plata en 1941. Después 
de una temporada de tres años en el Observatorio de Yerkes, donde llegó a tra¬ 
bajar con el Dr. Chandrasekhar, había vuelto al país incorporándose de forma 
inmediata al OALP. La situación que Cesco encontró al regresar a La Plata, no 
se parecía en nada a la que había dejado al momento de ausentarse. En primer 
lugar había fallecido su gran maestro y amigo, el Ing. Félix Aguilar; tampoco 
estaba quien le sucediera, el Ing. Mángamelo. La dirección la ejercía el capitán 
de fragata (R) Guillermo Wallbrecher, con quien Cesco tuvo algunas serias di¬ 
ferencias políticas que finalmente lo llevaron a renunciar. De esta forma, como 
consecuencia de la intolerancia que tanto nos ha caracterizado, el Dr. Carlos Ces¬ 
co abandonó el OALP. Nunca más volvería a trabajar en él (para más detalles 
sobre la vida del Dr. Cesco, ver López 1988). 

Junto con Cesco, por una cuestión de compañerismo, también renunció Juan 
José Nissen; así, dos amigos entrañables dejaban para siempre la institución por 
la que tanto habían hecho. Cada uno siguió —al menos en forma temporaria— 
caminos diferentes. Cesco, por ejemplo, recurrió al Agrirn. Bértola, un viejo co¬ 
nocido que le ofreció realizar trabajos de mensura en la zona del delta. Los 
meses que el Dr. Cesco pasó viajando por las islas del Paraná, le permitieron 
recoger una gran cantidad de anécdotas, que años más tarde —adornadas con 
su exquisita imaginación— contaría una y otra vez para deleite de sus ocasio¬ 
nales interlocutores. Nissen, en cambio, prefirió quedarse en la ciudad de La 
Plata, sufriendo todo tipo de privaciones ante la imposibilidad de un trabajo 
remunerado. 

Pero el tiempo lejos del ejercicio profesional de la astronomía pronto llegaría 
a su fin. A principios de 1948, el Dr. Tomaghelli le ofreció a Cesco, Nissen y 
Dawson integrar el plantel docente de la Facultad de Ingeniería de la UNC, 
para hacerse cargo de materias específicas de la carrera de Ingeniero Geógrafo. 
Aunque esto implicaba trasladarse a San Juan, los tres aceptaron gustosos, pero 
estaban convencidos de que solo sería una cuestión temporal, un par de años a 
lo sumo. 

Carlos Cesco y Juan José Nissen llegaron a San Juan —con dos días de 
diferencia— en mayo de 1948. Cesco y su familia, integrada por Guillermina 
Martin —su esposa— y dos de los cuatro hijos que finalmente tendrían: Marisa 
y Mario —de apenas un año y medio—, alquilaron una casa en Av. España, 
casi enfrente de la estación del Ferrocarril Belgrano. Después de algunos años 
—mediados de 1952— se mudaron a una casa a estrenar, de aspecto sencillo, pero 
con un amplio terreno, ubicada en la calle Independencia 269 (Sur) de la Villa 
Rachel (departamento Rawson). Ahí vivió Cesco sus mejores años de sanjuanino 
por adopción y muchas de las grandes decisiones las tomó en esa casa. Tanto en 
el comedor principal, como en la cocina o en el gran patio trasero, planeó y soñó 
el futuro del OAFA. En esa vivienda recibió —y alojó— a su gran amigo el Dr. 
Chandrasekhar cuando visitó San Juan, en enero de 1985. 



Observatorio Astronómico Félix Aguilar 


195 


Hoy la casa de la Villa Rachel está vacía, con serios signos de abandono y, 
por ende, de tristeza. Sus paredes desteñidas y sombrías dan cuenta de la soledad 
que la invade. En el jardín delantero un frondoso tilo, que en los días de verano 
mitiga el sol de la mañana, también guarda un silencio profundo. Aprovechando 
la poca humedad de una canilla que gotea sin cesar, aún crecen —tímidamente— 
algunas violetas. Las hojas secas de varios otoños han ido acumulándose en 
algunos rincones, lentamente van tapando una parte —ya casi olvidada— de la 
historia del OAFA. El Dr. Carlos Cesco vivió en la casa de la Villa Rachel hasta 
su muerte, el 5 de noviembre de 1987. Posteriormente Guillermina, su esposa, por 
razones de salud, prefirió ir a vivir a la casa de su hija, aunque periódicamente 
regresó a regar las plantas que con empeño y esmero Cesco cuidó por tanto 
tiempo. Pero los años también pasaron para ella: Guillermina Martin de Cesco 
la primera alumna inscripta en la Escuela de Ciencias Astronómicas y Conexas 
de La Plata—, nacida en Salta, falleció el 22 de septiembre de 1998. 

Nissen, por su parte, acostumbrado a una vida solitaria y sin una familia 
que mantener, se conformó con mucho menos. Vivió en una que otra pensión 
hasta instalarse, en forma definitiva, en una casa en las proximidades del cine 
Babilonia, también en el departamento Rawson y no muy lejos de la casa de los 
Cesco (como era previsible). 

Con la llegada de Cesco, Nissen y Dawson a la provincia, bien podemos decir 
que comenzó a gestarse una combinación perfecta: astrónomos reconocidos y con 
amplia experiencia en la observación e instrumental adecuado a disposición: la 
actividad astronómica en San Juan estaba a punto de nacer, solo faltaba dar un 
pequeño paso, que por suerte se dio. 

2.5. Los años 48 y 49 

Instalado en San Juan y siendo responsable de la cátedra Astronomía Prácti¬ 
ca, Cesco se dedicó casi de inmediato a organizar su materia. Tomó conocimiento 
de los instrumentos adquiridos por el Agrim. Barreño, en el 42, y antes de so¬ 
licitar la construcción de un lugar adecuado para la instalación de los mismos, 
decidió improvisar una casilla en los terrenos de la Facultad. Para ello utilizó 
viejas persianas y mamparas y rezagos en general del terremoto, que como es de 
suponer, abundaban. Cuando todo estuvo listo, no dudó en colocar el anteojo 
de pasos y dar comienzo formal a sus clases; había llegado a San Juan con el 
objetivo de enseñar y estaba dispuesto a cumplirlo, lo antes posible. El preca¬ 
rio albergue de Cesco prestó excelentes servicios hasta 1953, cuando todos se 
trasladaron a la nueva casa: el OAFA. 

Si bien Cesco tiene que haber estado sumamente orgulloso de su improvisado 
lugar de observación (sobre todo viendo el beneficio que representaba para sus 
alumnos), es de suponer que el mismo no lo satisfacía por completo; necesitaba 
algo más adecuado y estaba resuelto a lograrlo. Para el próximo paso debía 
convencer, en primer lugar, al Dr. Tomaghelli y, en segundo término, a cuanta 
persona tuviera una ligera cuota de poder de decisión; trámite poco sencillo para 
cualquiera, pero no para un Cesco acostumbrado a enfrentar momentos difíciles 
y complicados. 

Fondos y un terreno era lo que había que conseguir. Cesco —en compañía de 
los ingenieros Boero y Cámpora— empezaron por lo primero. Dada la situación 
general de la provincia —como consecuencia del terremoto— decidieron pedir 



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C. E. López 


ayuda a un organismo nacional y no lo dudaron: el Consejo de Reconstrucción 
de San Juan aparecía como el más indicado. La propuesta de un observatorio 
para San Juan fue muy bien recibida no solo por el presidente del Consejo, el 
Sr. Gerónimo Zapata Ramírez, sino por todos los miembros del cuerpo. 

Los trámites realizados personalmente por Cesco se vieron reforzados por 
una nota del Decano Tomaghelli al presidente del Consejo, en la que solicitaba 
incluir la construcción de un Observatorio Astronómico en el plan de obras de 
1948. Las gestiones efectuadas desde los distintos niveles de la Facultad dieron 
sus frutos y el 2 de julio de 1948, el Honorable Consejo de Reconstrucción de San 
Juan dictó la resolución N-1.229 autorizando a la presidencia a utilizar la suma 
de $ 150.000 m/n para la construcción del Observatorio Astronómico, Geofísico 
y Meteorológico de San Juan. De esta manera el Consejo cumplía con uno de 
sus objetivos: la reconstrucción no debía centrarse únicamente en la erección de 
nuevas viviendas, también debía atender la parte espiritual y cultural de una 
población que se recuperaba lentamente de una gran tragedia. 

Garantizados los fondos, faltaba gestionar el terreno, y eso sí era de exclu¬ 
siva competencia provincial. La insistencia y poder de convencimiento de Cesco 
fueron tales, que el 27 de septiembre de 1948 la Cámara de Representantes 
sancionó la ley N-1.314 (promulgada el 8 de octubre por el Gobernador de la 
provincia, Sr. Ruperto Godoy) mediante la cual la provincia cedió un terreno de 
cinco hectáreas en la Avenida Benavídez (departamento Chimbas) para levantar 
las construcciones del observatorio. 

Es decir, para los primeros días de octubre de 1948, a escasos 5 meses 
de su llegada a San Juan, Cesco ya disponía de los fondos y del terreno para 
la construcción de lo que se había transformado en su obsesión: un observatorio 
astronómico. Estos dos grandes logros hablan a las claras del tesón del Dr. Carlos 
Cesco y de la gran determinación con la que encaró el tema del observatorio de 
San Juan. 

El 22 de abril de 1949 se aprobó el proyecto del pabellón (hoy conocido como 
el edificio viejo, en la jerga diaria del OAFA) y la cúpula. El Consejo de Recons¬ 
trucción amplió el monto de dinero a $170.000 m/n, cifra que posteriormente 
llegaría a los $400.000 m/n. 


3. La década del 50 

El comienzo de la nueva década trajo algo de alivio a la comunidad san- 
juanina, que aún se reponía del terremoto. El Decreto Nacional N-4.110 del 23 
de febrero de 1950 designó presidente del Consejo de Reconstrucción al Coronel 
Ángel Escalada y el 30 de agosto fueron admitidos como miembros del Consejo 
los Sres. Juan Melis, en representación del Poder Ejecutivo de la provincia, Pe¬ 
dro Guerrero por las municipalidades y Eduardo Echegaray por los propietarios 
de inmuebles. 

El mes de noviembre de 1951 fue muy significativo: las escuelas Guillermo 
Rawson (en Concepción) y Cornelio Saavedra (ubicada en Rivadavia), cons¬ 
truidas con fondos del Consejo de Reconstrucción, fueron cedidas, sin cargo, 
al gobierno provincial. Convenios posteriores limitaron las responsabilidades de 
distintos entes (nacionales y provinciales) a los efectos de una mejor organiza¬ 
ción y distribución de las tareas. Así, por ejemplo, se acordó que las rutas de 



Observatorio Astronómico Félix Aguilar 


197 


acceso y Avenida de Circunvalación (que recién se completó hacia mediados de 
los ochenta) estarían a cargo de Vialidad Nacional y el gobierno de la provincia. 
Por su parte, el Ministerio de Transporte mantendría bajo su jurisdicción las 
vías ferroviarias. Pero independientemente de acuerdos, ordenanzas y disposi¬ 
ciones, lo importante era que la ciudad —tal vez a un ritmo mucho menor de lo 
esperado— recobraba su dinámica, entusiasmo y - por qué no— sus ganas de 
vivir. 

El 30 de octubre de 1950 se llamó a licitación para la construcción del futuro 
observatorio, pero las obras no se iniciaron hasta el 1 de octubre de 1951. La 
construcción licitada comprendía una cúpula para el albergue del telescopio re¬ 
fractor, sótano con cámara para relojes y cuarto oscuro, salón para la biblioteca, 
cuatro oficinas y casa habitación para el astrónomo encargado. La urbanización 
del terreno, la construcción de acequias y la pavimentación de calles internas fue¬ 
ron realizadas —sin cargo alguno— por una empresa local, actitud que muestra 
el grado de compromiso que la sociedad sanjuanina asumió para con su futuro 
Observatorio Astronómico. 

Ya iniciadas las obras, y con fecha 16 de octubre de 1951, el rectorado 
de la UNC dispuso designar al Dr. Nissen encargado de la fiscalización de las 
obras en construcción y de la elaboración de los respectivos planes de labor del 
observatorio. De esta nota —firmada por el Rector interino de la UNC— queda 
claro que Nissen puede ser considerado como el primer director a cargo y, además, 
que el futuro instituto sería una dependencia de la Facultad de Ingeniería y 
Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. 

Pero antes de su inauguración, al futuro observatorio le aguardaban otros 
cambios. En efecto, la resolución N-686 del 24 de junio de 1952 de la UNC 
dispone que el Observatorio Astronómico de San Juan pase a depender del re¬ 
cientemente creado Departamento de Investigaciones Científicas (DIC). La mis¬ 
ma norma designa director pleno al Dr. Juan José Nissen y establece las tareas 
a realizar con referencia al plantel de investigadores y técnicos —que deberán 
incorporarse de inmediato—, a la elaboración de los planes de trabajo y a la 
estructuración del nuevo Instituto. 

Poco tiempo después Nissen renunció a sus funciones por problemas de 
salud, asumiendo la dirección el Dr. Carlos Cesco, que la ejerció hasta el 30 de 
noviembre de 1966. 

3.1. Día de la inauguración 

A principios de 1953, y a casi 18 meses de haber comenzado, las obras 
no habían avanzado todo lo que Cesco pretendía. Era necesario hacer algo y 
Nissen sugirió fijar —en ese mismo instante— la fecha de inauguración; esto 
obligaría a la empresa constructora —estimaron Cesco y Nissen— a aumentar 
el ritmo de trabajo. Y así ocurrió, con la inauguración establecida para el 28 de 
septiembre, décimo aniversario de la muerte del Ing. Aguilar, obreros y técnicos 
se comprometieron a terminar a tiempo. La obra fue oficialmente terminada y 
entregada el día 15 de septiembre. 

Pero aún quedaba algo por resolver, y era el nombre que llevaría la insti¬ 
tución. Hasta ese momento al observatorio se lo conocía simplemente como el 
Observatorio Astronómico de San Juan. Si bien la elección era —para Cesco y 
sus colaboradores— obvia, la decisión final estaba en manos de las autoridades 



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C. E. López 


de la UNC. Pero no hubo problemas al respecto. La petición formulada por la Fa¬ 
cultad de Ingeniería fue debidamente considerada y la UNC emitió la resolución 
N-785 del 28 de julio de 1953. En su artículo primero establece: 

Desígnase con el nombre de Félix Aguilar al Observatorio Astro¬ 
nómico de San Juan, dependiente del Departamento de Investigacio¬ 
nes Científicas. 

En los considerandos de la resolución se destaca la gran actuación de Aguilar en 
el desarrollo de la astronomía argentina, especialmente en lo concerniente a la 
enseñanza, al expresar: 

Que el notable astrónomo y geodesta Félix Aguilar, nacido en 
la ciudad de San Juan, debe ser considerado a justo título como el 
propulsor incansable de la idea conducente a la formación en el país 
de estudiosos de la Astronomía. 

La ceremonia de inauguración se llevó a cabo el día lunes 28 de septiembre de 
1953, a las once de la mañana. Para San Juan fue el gran acontecimiento científico 
y cultural en mucho tiempo. Representantes del gobierno provincial, el Rector 
de la UNC, el Presidente del Consejo de Reconstrucción y otras personalidades 
fueron recibidas por Carlos Cesco, director. La ciudad se vio invadida por una 
gran cantidad de prestigiosos investigadores. Por esos días también se realizó la 
XXII reunión de la Asociación Física Argentina. 

El OAFA se transformaba en una realidad: el sueño de Cesco se había cum¬ 
plido. Ahora podía trasladar el Anteojo de Pasos a un observatorio de verdad. 
Ya no necesitaría la precaria casilla que, aunque armada con rezagos del terre¬ 
moto, tanto le había servido. Cesco se había transformado en una de las personas 
más respetadas y reconocidas de la Universidad. Llevaba cinco años de perma¬ 
nencia en San Juan. Su familia ya estaba completa: a fines del 48 había nacido 
Guillermina y el 27 de septiembre del 52, Juan Carlos, el menor de sus cuatro 
hijos. 

3.2. Duros comienzos 

Para toda institución, los primeros años siempre son los más difíciles y el 
OAFA no escapó a esta regla. En el 1956 fue disuelto el DIC y el observatorio 
volvió a depender de la Facultad e Ingeniería y Ciencias Exactas, Físicas y 
Naturales de la UNC. Un año antes, en su informe de 1955, Cesco había puesto de 
manifiesto las dificultades que afrontaba para llevar adelante el plan de trabajo 
formulado oportunamente. La falta de instrumental moderno, la carencia total 
de una biblioteca actualizada y la ausencia de personal especializado eran —entre 
otras— sus mayores preocupaciones. 

Las posibilidades de adquirir nuevos instrumentos —por su elevado costo— 
estaban totalmente descartadas. El tema presupuestario en general era otro mo¬ 
tivo para los desvelos de Cesco: el OAFA era una dependencia de la Facultad de 
Ingeniería y por lo tanto carecía de autonomía administrativa. Los fondos que la 
Facultad asignaba en sus partidas específicas eran insuficientes, aún para cumplir 
con las mínimas tareas docentes. No obstante —y a pesar de estas dificultades— 
aparecieron los primeros trabajos realizados por algunos alumnos. Esto —con 
seguridad— debe haber representado un verdadero alivio para Cesco. 



Observatorio Astronómico Félix Aguilar 


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Un tema a resolver con carácter de urgente era el del personal capacita¬ 
do. En San Juan no había una carrera de grado de astronomía y no la habría 
por otros 40 años, y al ser el OAFA una institución que recién se iniciaba (y 
con problemas importantes), probablemente no resultaba muy atractivo para 
los profesionales que egresaban de La Plata. Con estas condiciones, impuestas 
por la realidad del momento, la única alternativa viable para garantizar el futuro 
del observatorio, era recurrir al medio local: la agrimensura o la ingeniería geo¬ 
gráfica de la Facultad de Ingeniería, carreras con algunas materias de contenido 
astronómico, aparecían como las áreas más promisorias. Fue así que en el 1955 
se incorporó al OAFA el Agrim. Walter Tomás Manrique y dos años más tarde 
el Agrim. Reinaldo Carestia. 

Las incorporaciones de Manrique y Carestia, unidas a la del Ing. José Augus¬ 
to López y la del Agrim. Eduardo Oscar Patiño, más el instrumental disponible, 
terminaron de definir tanto el perfil como el futuro de la actividad principal del 
OAFA: la astronomía de posición. El anteojo de pasos Bamberg se constituyó 
en el instrumento principal del observatorio y rápidamente se iniciaron trabajos 
de importancia, sin descuidar el aspecto docente. 

Casi a fines de 1959, la asistencia a la Primera Conferencia Interamericana 
de Astronomía, realizada parcialmente en Córdoba y La Plata (Milone 1979) le 
permitió al Dr. Cesco tomar contacto con reconocidos astrónomos. El encuentro 
con los Dres. Dirk Brouwer (de la Universidad de Yale) y Jan Schilt (de la 
Universidad de Columbia) resultaría particularmente importante para un nuevo 
impulso de la astronomía sanjuanina. 

En esa reunión del 59, Cesco se enteró de que los dos prestigiosos astró¬ 
nomos norteamericanos estaban interesados en instalar un poderoso telescopio 
astrográfico doble en el hemisferio sur. Al término de aquel encuentro, Brouwer y 
Schilt visitaron San Juan y rápidamente dispusieron que se iniciara la búsqueda 
de un sitio adecuado para el observatorio que pensaban instalar. 

Sin pérdida de tiempo, Cesco organizó un equipo de observadores integra¬ 
do por Juan Sanguin, Gabriel Sánchez, Arlinton Rollán y —ocasionalmente— 
Walter Manrique. La etapa de instrucción del personal encargado de las observa¬ 
ciones estuvo a cargo del Dr. Isadore Epstein (de la Universidad de Columbia), 
uno de los líderes del momento en lo que a búsqueda de sitios astronómicos se 
refería. 

Para satisfacer los requerimientos impuestos por la sociedad Yale - Colum¬ 
bia Southern Observatory (YCSO), la búsqueda se inició en la zona de Los 
Colorados (departamento Iglesia de la provincia de San Juan). Posteriormente 
se extendería hacia otras regiones, entre ellas la Estancia El Leoncito, unos 30 
km al sur de la localidad de Barreal (departamento Calingasta). Los resultados 
de esta nueva relación que iniciaba el OAFA con dos encumbradas universidades 
norteamericanas empezarían a verse casi seis años después. 

Otro acontecimiento de importancia ocurrido en la década del 50 se pro¬ 
dujo en noviembre de 1958: la reunión fundacional de la Asociación Argentina 
de Astronomía (AAA). El encuentro de astrónomos con actividad en el país fue 
organizado por el OAFA y asistieron, entre otros: Jorge Sahade, Adela Ringue- 
let, Carlos Jaschek, Carlos Hernández, Luis Milone, Alejandro Feinstein, Livio 
Gratton, Carlos Cesco, José Augusto López, Juan José Nissen y Benhard Daw- 



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C. E. López 


son. A propuesta del Dr. Gratton, y por unanimidad, el Dr. Dawson fue elegido 
como primer presidente de la AAA y el Dr. Jaschek, como secretario. 


4. La década del 60 

Independientemente de los logros realizados con el anteojo de pasos, más 
un promisorio futuro con la posible instalación de un astrográfico doble por 
parte de dos universidades norteamericanas, el OAFA seguía sintiendo la falta 
de instrumental especializado. Pero esta situación pronto iba a revertirse y los 
ruegos de Cesco comenzarían a mostrar sus primeros frutos. 

Así, los años sesenta vieron un crecimiento notable del OAFA. Gracias a 
convenios o a compras directas, el predio del observatorio comenzó a poblarse de 
nuevas construcciones para dar albergue a instrumentos diseñados y construidos 
para la realización de programas de primer nivel. La comunidad internacional 
demandaba más y mejores catálogos astrométricos —principalmente en el he¬ 
misferio sur— y Cesco no quería perder semejante oportunidad. 

Naturalmente, los instrumentos que empezaron a funcionar en esa década, 
en la actualidad —más de cuarenta años después— resultan obsoletos y hace 
tiempo que cayeron en desuso. No obstante, cabe destacar que cuando fueron 
puestos en funcionamiento, a su alrededor crecieron grupos de trabajo que se 
especializaron en áreas bien definidas —que con sus resultados dieron lustre y 
brillo al OAFA— y que aún se mantienen. Hoy, gracias a nuevos convenios, se 
produjo una adecuada renovación instrumental, permitiendo la realización de 
programas de interés para la comunidad. 

4.1. Círculo Meridiano 

El OAC poseía un círculo meridiano Repsol —en desuso— y el OAFA con¬ 
taba con espacio, un cielo más que aceptable y muchos deseos de empezar a 
tomar parte en la astrometría grande de la época. Es decir, se dio la combina¬ 
ción perfecta. Esto llevó a que el Dr. Cesco planteara al Dr. Gratton (director 
del OAC) la posibilidad de trasladar el Círculo Meridiano de Córdoba a San 
Juan. El convenio entre las dos instituciones no se hizo esperar y el Meridiano 
Repsol fue cedido al OAFA. 

Pasada la etapa de construcción del albergue adecuado, se realizó la tarea 
más complicada: el desarmado y armado del instrumento. En esta delicada tarea 
intervinieron el Dr. Nissen, el Ing. López y el Sr. Edgardo Manucci, excelente 
mecánico de precisión llegado a San Juan a principios de la década del 40 para 
trabajar con el Agrim. Barreiro. 

En el acto de inauguración del Círculo Meridiano, el 24 de octubre de 1961, 
el Dr. Juan José Nissen manifestó: 

En especial no es posible dejar de mencionar la acción del In¬ 
geniero Don Juan Victoria, Presidente de Reconstrucción Nacional, 
que ha logrado asegurar los fondos que hicieron posible esta magní¬ 
fica construcción; y que yendo mucho más allá, la ha regado con su 
solicitud y su cariño. Tampoco se puede no reconocer la cooperación 
técnica del Ingeniero Don Francisco Giuliani, que tomó sobre sí la 



Observatorio Astronómico Félix Aguilar 


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difícil tarea de interpretar los requerimientos de los astrónomos en 
los planos de la obra. 

Lo expresado por Nissen es una prueba más del compromiso que los distin¬ 
tos presidentes del Consejo de Reconstrucción de San Juan asumieron para con 
el OAFA. 

Al finalizar su discurso, Nissen dijo: 

Este Pabellón que hoy se inaugura impone una obligación muy 
seria a los astrónomos que lo reciben. Representa facilidades de tra¬ 
bajo científico; en sus manos queda el que ese trabajo sea intenso y 
proficuo. El nombre ilustre con que se lo ha designado será sin duda 
un acicate para su ingenio y su laboriosidad. 

La cúpula del Círculo Meridiano fue bautizada con el nombre de Benjamín 
Gould y aún se yergue en el predio del OAFA, aunque el instrumento que alberga 
dejó de usarse en los primeros años de los 90; hoy es una muda pieza de museo 
que carga sobre sus espaldas cientos de miles de pasajes estelares por su campo 
de visión. 

Los trabajos sistemáticos con el círculo no dieron comienzo hasta enero de 
1969. Durante los años previos se entrenó a un grupo de entusiastas observa¬ 
dores, mientras que el Ing. López cumplió una temporada de seis meses en el 
Observatorio Naval de Washington, estudiando los principios fundamentales de 
los círculos meridiano bajo las órdenes del Dr. Francis P. Scott, una verdadera 
autoridad en el tema. 

El Círculo Meridiano del OAFA quedó a cargo del Agrirn. Carestia y el 
primer trabajo no pudo ser más auspicioso: gracias a un convenio firmado con 
la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos, el OAFA recibió un 
subsidio para garantizar su participación en la observación del SRS (Southern 
Reference Stars), proyecto que contaba con el aval de la Unión Astronómica 
Internacional. 

El grupo del Círculo —siempre liderado por Carestia— llegó a ser uno de 
los más numerosos del OAFA. La mayoría de los observadores eran estudiantes 
de Agrimensura de la Facultad de Ingeniería que aprovecharon la posibilidad de, 
por un lado, cumplir con algunos requisitos de la carrera y, por el otro, de con¬ 
seguir algunos fondos provenientes de subsidios y otras fuentes de financiación. 
Algunos nombres —tomados al azar y no necesariamente en orden cronológico— 
son: Carlos Lizana, Miguel Montoya, Raúl Márquez, Miguel Gallego, Washing¬ 
ton Castro, Alberto Rocher, Roberto Jakowczyk, Rufino Orrego, Raúl Lucero, 
Paolo Landini, Hugo Garay y Antonio Cruz García, entre otros tantos. Ningu¬ 
na de estas personas está hoy en el OAFA; si bien algunas siguen conectadas 
con la Universidad Nacional de San Juan, otras tomaron distintos rumbos para 
dedicarse a la actividad privada. 

La oficina del círculo, como se llamaba a la oficina de Carestia, probable¬ 
mente por la cantidad de personas que en ella trabajaban y se reunían a diario, 
fue la más bulliciosa y hasta alegre del OAFA. Tal vez esta situación era con¬ 
secuencia directa del jefe del lugar, el “Gringo” Carestia, una persona amable 
y dispuesta a celebrar una broma y aportar las suyas (que eran abundantes y 
variadas) pero —al mismo tiempo— sumamente responsable y estricto en su 



202 


C. E. López 


trabajo. El Agrim. Reinaldo Augusto Carestía falleció en agosto de 1993 y con 
él también murió el último de los meridianistas clásicos del país. Fue una pér¬ 
dida irreparable; aún estaba en actividad y tenía mucho para dar. El museo del 
OAFA y el asteroide 3578 —descubierto en San Juan— llevan su nombre. 

Afortunadamente, las enseñanzas de Carestia no fueron en vano y hoy son 
muy bien aprovechadas por los que permanecen trabajando en el Grupo Círcu¬ 
lo Meridiano. Ya no es el viejo Repsol el instrumento que operan. Muy por el 
contrario, gracias a un convenio con el Real Instituto y Observatorio de la Ar¬ 
mada de España, en 1995 se instaló en la Estación Astronómica (El Leoncito) un 
rejuvenecido Grubb Parson, hermano gemelo del que opera en el Observatorio 
Roque de los Muchachos, en La Palma (Islas Canarias). La gran diferencia con 
los círculos clásicos, es que ya no es necesario un par de operadores para que 
el instrumento funcione. El desarrollo tecnológico ha eliminado por completo al 
observador y lo ha reemplazado por un operador, responsable de supervisar un 
proceso totalmente automático. La nueva terminología de los (cada vez menos) 
círculos meridiano en general incluye CCD y strip scann ; mientras que cubeta de 
mercurio, freno al este u oeste son cosas del pasado. Disponiendo de estas nuevas 
herramientas, el grupo del nuevo Círculo Meridiano de San Juan está realizando 
un detallado programa para mejoramiento de posiciones del hemisferio sur. Los 
principales actores, por el OAFA son: Claudio Mallamaci, José Pérez, José Luis 
Navarro, Luis Marmolejo y Jorge Sedeño. Por el Observatorio de San Fernan¬ 
do intervienen José Luis Muiños, Fernando Belizón, Miguel Vallejo y Fernando 
Montojo. 

4.2. El Astrolabio Danjon 

Otro instrumento que se incorporó al OAFA en la década del 60, fue el 
Astrolabio Impersonal Danjon, primer —y casi único— instrumento realmente 
adquirido por el OAFA a lo largo de sus más de 50 años. A fin de facilitar 
su funcionamiento, se diagramó un grupo de trabajo específico y el astrolabio 
quedó a cargo del Agrim. Walter Tomás Manrique. El Danjon fue adquirido a 
Francia, motivo por el cual el Agrim. Manrique visitó los observatorios de París 
y Besangon donde tuvo la oportunidad de pasar unos meses trabajando con una 
gran especialista como lo fue la Dra. Suzanne Debarbat. 

El Astrolabio comenzó a funcionar en el OAFA en julio de 1968. Desde un 
principio colaboró con el Bureau International de l’Heure, en el mantenimiento 
de la escala de tiempo; con el International Polar Motion Service, en el estudio 
del movimiento del polo. Se efectuaron además observaciones de estrellas del 
FK4 a efectos de determinar errores sistemáticos e individuales. 

En los poco más de 20 años en que el Astrolabio Danjon estuvo en ope¬ 
raciones, Manrique también fue secundado principalmente por estudiantes de 
agrimensura, aunque a diferencia del Círculo Meridiano, el Grupo del Astrola¬ 
bio fue —en número de personas— mucho más reducido. A lo largo del tiempo 
integraron el grupo Eloy Actis, Alberto Andreoni, Alfredo Serafino, José Baldi- 
vieso, Ester Alonso, Guillermo Bustos, Ricardo Podestá y Ana María Pacheco, 
entre otros. Con muy pocas excepciones, la mayoría de estas personas hoy son 
miembros del OAFA. 

La modernidad también le llegó al Astrolabio Impersonal Danjon de San 
Juan, todo gracias a contactos establecidos durante la XXXIV reunión anual de 



Observatorio Astronómico Félix Aguilar 


203 


la AAA realizada en Rosario, en septiembre de 1988. En aquella oportunidad un 
grupo de investigadores chinos recorría el país y tomaron contacto con Eloy Actis 
quien los invitó a conocer San Juan. Ese fue el inicio y la base de una relación 
entre el OAFA y la Academia China de Ciencias, del que ambas instituciones 
obtuvieron sus respectivos beneficios. 

Un primer convenio por un periodo de 10 años— entre el OAFA, el OALP 
y la Academia China de Ciencias estableció la radicación en San Juan de un As- 
trolabio Fotoeléctrico II (PA II). El moderno instrumento llegó en enero de 1992 
y las observaciones comenzaron al mes siguiente. Varios catálogos observados con 
el PAII fueron publicados en los años siguientes en los que, además de personal 
del OAFA, intervinieron Raúl Perdomo y José Luis Hormaechea (del OALP), 
L. Lu, Z. Wang, F. Zeng, Z. Zeng, G. Zhao del Beijing Astronomical Observatory. 

En el año 2000 se produjo la primera renovación del convenio, pero el OALP 
dejó de participar en el proyecto. La propuesta original también preveía un reem¬ 
plazo del PAII, que sería trasladado al sur de Argentina, por un PAIII, pero esto 
nunca llegó a suceder. China perdió el interés en los astrolabios, muy probable¬ 
mente porque los mismos fueron superados por otros instrumentos colocados en 
tierra o en el espacio. El PAII sigue instalado en el predio del OAFA. 


5. La década del 70 

A poco de comenzada la década —en 1973— se produjo un hecho de ex¬ 
traordinaria importancia para San Juan: la creación de la UNSJ. En realidad, ya 
hacía varios años que la comunidad sanjuanina estaba solicitando una Universi¬ 
dad Nacional para su provincia. Finalmente, el 10 de mayo de 1973 el entonces 
Presidente de facto, Teniente Gral. Alejandro Lanusse firmó la Ley N- 20.367, 
estableciendo la creación de la UNSJ. 

Dado el carácter de Universidad Nacional que se pretendía, se pensó en 
aglutinar en una sola institución los profesorados existentes en ese momento. Así, 
la UNSJ se creó sobre la base del Instituto Nacional del Profesorado Secundario, 
la Facultad de Ingeniería, Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la UNC y la 
Universidad Provincial Domingo Faustino Sarmiento. El proceso de integración 
llevó algunos meses y finalizó el 10 de octubre de 1973. Por esta razón se considera 
al 10 de octubre como el día de creación de la UNSJ. El Ing. Julio Rodolfo 
Millán se desempeñó por unos meses como Delegado Organizador para luego ser 
designado como Rector Normalizador. 

Dos años después se produciría otro acontecimiento bastante especial: la 
separación de la Facultad de Ingeniería y Ciencias Exactas, Físicas y Naturales 
en dos unidades académicas independientes. Con esta decisión, el Rector Norma¬ 
lizador del momento, Dr. Antonio Rodolfo Lloverás, intentaba - por un lado— 
dar cumplimiento a directivas y leyes nacionales y, por el otro, lograr que las 
unidades académicas de la UNSJ se organizaran dentro de un encuadramiento 
más homogéneo. A consecuencia de esta nueva estructura, puesta en vigencia 
a partir del 25 de octubre de 1975, nace la Facultad de Ciencias Exactas, Fí¬ 
sicas y Naturales (FCEFN). Su primer Decano fue el Agrim. Carlos Ernesto 
Wiederhold. 

Si bien la FCEFN viviría otras reestructuraciones a lo largo del tiempo, hubo 
algo que nunca cambió: la dependencia del OAFA de esta nueva unidad acadé- 



204 


C. E. López 


mica. O sea, a través de los años, el OAFA dependió —primero— de la Facultad 
de Ingeniería, luego del DIC, posteriormente volvió a depender de Ingeniería 
y —a partir de 1975— de la FCEFN. Esta falta de autonomía administrativa 
y —sobre todo— económica fue un motivo de queja permanente —a partir de 
Cesco— de todos los directores del OAFA. 

El año 1975 también fue significativo para el OAFA por otro hecho: la llega¬ 
da —desde el OLAP— de la Dra. Zulerna González de López García y su esposo, 
el Lie. Francisco Dionisio (Quito) López García. El arribo de Zulerna y Quito 
marca el inicio de actividades de investigación en áreas totalmente nuevas para el 
OAFA: espectroscopia y mecánica celeste. Por otra parte, con ellos se diversificó 
la actividad docente que el observatorio prestaba —a manera de extensión— a 
otras dependencias de la UNSJ: Zulerna se hizo cargo de algunas de las cátedras 
de Física y Quito de las de Análisis Matemático. 

Con el tiempo, Verónica Gargiulo y Mónica Grosso (hoy en CASLEO) lla¬ 
garon al OAFA para trabajar con Zulerna, pero evidentemente la espectroscopia 
y las atmósferas estelares no lograron integrarse totalmente con la actividad que 
adoptara el observatorio desde sus comienzos. Quito y Zulerna permanecieron 
en el OAFA hasta 1996. Zulerna renunció a su cargo docente del observatorio 
y concursó un cargo de Profesor Titular Simple (que por supuesto ganó) en el 
recientemente creado Departamento de Geofísica y Astronomía de la Facultad 
de Ciencias Exactas. Quito, por su parte, solicitó desarrollar sus tareas de inves¬ 
tigación en las oficinas centrales de CASLEO, petición que fue concedida por el 
OAFA, conservando su actividad docente en asignaturas de las licenciaturas en 
Geofísica y Astronomía. 

Otro hito importante en la historia del OAFA durante la década del 70 se 
produjo en 1978: los primeros 25 años. Para celebrar tan importante aconteci¬ 
miento, el observatorio tuvo la responsabilidad de organizar la XXIV Reunión 
Anual de la Asociación Argentina de Astronomía. Como parte de los actos, la 
UNSJ le otorgó al Dr. Carlos Cesco el máximo galardón de su vida: el título de 
Dr. Honoris Causa. 

Mientras el OAFA se preparaba para las Bodas de Plata, y la organización 
de la reunión de la AAA consumía tiempo y esfuerzo, una lamentable noticia 
dejó a todos estáticos y con una profunda sensación de amargura: el 9 de junio 
de 1978 falleció el querido Dr. Juan José Nissen; don Juan, como amigablemente 
se lo llegó a conocer en San Juan. Nissen no poseía título universitario alguno, 
pero eso no fue impedimento para que llegara a ocupar la titularidad de cᬠ
tedras específicas en las universidades de La Plata y Córdoba. La Universidad 
Nacional de Cuyo lo había distinguido con el título de Doctor Honoris Causa en 
1967 (Sanguin 1987). A manera de homenaje, el asteroide 2124, descubierto en 
la Estación de Altura, lleva su nombre. 


6. La Estación de Altura 

Si el OAFA fue el primer aporte de Cesco a la astronomía de San Juan, 
la Estación de Altura fue su obra de consagración definitiva. Su perseverancia, 
espíritu de colaboración desinteresada y posibilidades de allanar el camino que 
la burocracia se encarga de empedrar, fueron gravitantes para que YCSO se 
decidiera a instalar su propio observatorio en la provincia de San Juan. 



Observatorio Astronómico Félix Aguilar 


205 


Desde un punto de vista estrictamente cronológico, no correspondería in¬ 
cluir —en una historia del OAFA— los primeros años de YCSO en Argentina, 
por lo menos durante el período comprendido entre 1960 y 1974. La razón es 
muy simple: en este período de unos 14 a 15 años, YCSO fue una institución 
totalmente independiente del OAFA. Desde su inauguración —el 31 de marzo de 
1965— y hasta fines de 1973, YCSO mantuvo su propio sistema administrativo, 
designando sus directores y el personal técnico y de maestranza que consideró 
oportuno para su funcionamiento. En síntesis, se comportó como lo que era, una 
entidad autónoma organizada de acuerdo a sus principios y necesidades. 

Lo manifestado en el párrafo anterior puede resultar llamativo ya que (tal 
vez por situaciones históricas) siempre se asumió que YCSO y OAFA fueron 
uno parte del otro desde los inicios de la institución norteamericana. Podemos 
decir que la relación OAFA-YCSO se dividió en dos etapas, separadas por un 
paréntesis (periodo 1960-1973). La primera parte de la relación formal es la 
referida a la búsqueda de sitio, que se llevó a cabo desde principios de 1960 y 
mediados de 1962, aproximadamente. La segunda abarca desde febrero de 1974 
hasta la actualidad. La situación puede tornarse más confusa aún por dos hechos: 
el acuerdo firmado entre YCSO y la UNC, en 1962 y la coordinación general del 
YCSO por parte del Dr. Cesco a partir de 1966. 

A los efectos de evitar futuras confusiones, lo más indicado es tratar cada 
uno de los periodos de la relación OAFA-YCSO y OAFA-YSO (Yale Southern 
Observatory) por separado. Los detalles finos, incluyendo un extenso listado de 
las personas que participaron —con sus respectivas funciones y responsabilida¬ 
des—, han sido tratados por Sanguin (1998). 


6.1. Etapa Yale-Columbia 

Como se ha mencionado en § 3.2., la búsqueda de sitio se inició en la zona 
de Los Colorados. El equipo lo integraban —principalmente- el Dr. Cesco, Juan 
Sanguin, Gabriel Sánchez (como observadores) y Francisco (el Tuta) Valdés, el 
cocinero. El lugar resultó ser de muy buenas condiciones, pero de difícil acceso, 
según el relato de Juan Sanguin. Posteriormente el grupo se trasladó hacia el sur, 
a la Estancia El Leoncito, en el departamento Calingasta, donde finalmente se 
construiría el observatorio. En ambos lugares —Los Colorados y El Leoncito— el 
grupo de YCSO se cruzó en más de una oportunidad con la comisión integrada 
por Laurentino Cabrera, Juan Carlos Berneri, Santiago Requejo y Francisco 
Muñoz —del OALP- — que también buscaban un sitio apropiado, pero para la 
instalación del telescopio de 2,15 metros de La Plata. 

Para mediados de 1962 YCSO dio por terminada la búsqueda y el 12 de 
septiembre firmó un convenio de colaboración con la UNC. El acuerdo, firmado 
por el Dr. Dirk Brouwer de la Universidad de Yale y el Dr. Mariano Zamo- 
rano, rector de la UNC, básicamente comprometía a YCSO a construir todas 
las instalaciones —incluyendo los respectivos instrumentos— necesarios para el 
desarrollo de las observaciones programadas. Por su parte, la UNC se hizo res¬ 
ponsable de ceder en comodato - -por el término de 55 años— las 40 hectáreas 
afectadas a los edificios del observatorio, terreno propiedad de los Sres. Ricardo 
Ferrari y Héctor Zamarbide, previamente donadas a la UNC. En otros artícu¬ 
los, la UNC se encarga de gestionar el ingreso de elementos varios al país y de 



206 


C. E. López 


tareas administrativas varias. Ninguna de las dos partes asumió otro tipo de 
compromiso. 

Dicho de otra manera, en ninguno de los artículos del convenio entre YCSO 
y la UNC de 1962 (conocido como Convenio Original), se menciona algún grado 
de participación activa del OAFA. No obstante, e independientemente de los 
aspectos formales establecidos en el convenio, una estrecha colaboración entre 
ambas instituciones era inevitable. 

La residencia para astrónomos, la casa del director, la biblioteca y otras 
dependencias fueron diseñadas por la Arq. Carmen Renard. La construcción fue 
supervisada por un gran conocido del OAFA, el Ing. Juan Victoria y partici¬ 
paron numerosos jóvenes de la vecina localidad de Barreal. Terminada la obra, 
algunos de esos obreros fueron contratados por YCSO para desempeñar tareas 
generales de maestranza. Fue una gran ventaja contar con personas como Simón 
Villa, Duilio Ibazeta y Hernán Calderón durante varios años; conocían los dis¬ 
tintos edificios desde los cimientos, a ellos les había tocado cavar zanjas y pegar 
ladrillos. Hoy Simón y Hernán están merecidamente jubilados; Duilio, por su 
parte, sigue formando parte del personal del observatorio. 

El plan también contempló la construcción de una casa habitación en la 
ciudad de San Juan, que se levantó en una parte del sector este del predio del 
OAFA. Esta vivienda (hoy conocida como la Casa de Yale) sirvió como oficina 
central de YCSO y en una habitación del costado norte el personal técnico realizó 
tareas de medición y archivo de placas. Toda la obra civil encarada por YCSO 
fue financiada por la Ford Foundation a través de un subsidio del orden de 750 
mil dólares. 

La ceremonia de inauguración se realizó el miércoles 31 de marzo de 1965 
y fue presidida por el Dr. Dirk Brouwer, director del Departamento de Astrono¬ 
mía de la Universidad de Yale. Asistieron numerosos invitados entre astrónomos 
argentinos y del exterior. También estuvieron presentes el Dr. Leopoldo Bra¬ 
vo, gobernador de la provincia, el Dr. Carlos Saccone, rector de la UNC, y el 
Dr. Federico Brown, agregado científico de la embajada de Estados Unidos en 
Buenos Aires, entre otras personalidades. El acto central se realizó a las 11 de 
la mañana en el interior de la cúpula del telescopio Astrográfico Doble; en las 
primeras horas de la tarde los concurrentes se trasladaron a la ciudad de San 
Juan, donde por la noche fueron recibidos en una cena ofrecida por la UNC. 

Se ponía en marcha el programa Southern Proper Motion (SPM) y el tra¬ 
bajo observacional dio comienzo de inmediato: fotografiar los 958 sectores en 
que fue dividido el hemisferio sur no podía esperar. Las placas, de aproximada¬ 
mente 40 por 40 centímetros, se tomaban de a pares y eran expuestas en forma 
simultánea. Las dos horas y dos minutos de exposición obligaban al observador 
a mantenerse extremadamente atento al guiado (manual) del telescopio; peque¬ 
ños errores podían resultar en un desastre. Posiblemente, en las frías noches de 
invierno, más de un operador del telescopio habrá soñado con la última noche de 
trabajo, que en aquellos primeros tiempos del Astrográfico Doble estaba a unos 
35 años en el futuro. La determinación de movimientos propios exige paciencia, 
mucha paciencia. 

El Dr. Cyril Jackson fue responsable de las primeras observaciones, actuan¬ 
do además como director a cargo. De la puesta a punto del telescopio también 
participó el Dr. Arnold Klemola, que luego se convertiría en el segundo director 



Observatorio Astronómico Félix Aguilar 


207 


del observatorio. De hecho, la primera placa (de foco) expuesta con el Telesco¬ 
pio Astrográfico Doble, fue tomada la noche del 27 al 28 de octubre de 1964 
por Arnold Klemola y Cyril Jackson; aún faltaban 5 meses para la inauguración 
oficial del observatorio. Para beneficio de la institución, durante los primeros 
10 años, los distintos directores contaron con la gran ayuda del Sr. Sigmund 
Kapalczynsky, un excelente administrador y celoso guardián de los fondos dis¬ 
ponibles. Pero todo este panorama de situación bajo control, se vio empañado 
por una mala noticia: el 31 de enero de 1966 murió inesperadamente el Dr. Dirk 
Brouwer, el gran impulsor del YCSO; lo reemplazó el Dr. Adrián Wesselink. 

A casi dos años de su inauguración, un nuevo instrumento apareció en esce¬ 
na. En 1967 el Observatorio Naval de Washington (USNO) decidió trasladar al 
hemisferio sur su Círculo Meridiano de 7 pulgadas y, obviamente, YCSO ofrecía 
un magnífico lugar: un observatorio en pleno funcionamiento y con una infraes¬ 
tructura más que adecuada. Por supuesto que fue responsabilidad del USNO 
construir la cúpula adecuada y otras dependencias necesarias. Para detalles del 
proyecto del USNO en El Leoncito ver Branham (2008). 

Las observaciones comenzaron en 1967 y finalizaron en 1973. En realidad 
el USNO se había preparado para una campaña de unos 10 años de duración, 
pero gracias a las excelentes condiciones del cielo, pudieron acortarla conside¬ 
rablemente. Terminadas las observaciones, el USNO retiró su instrumento y la 
cúpula quedó abandonada por más de 20 años; con el tiempo se transformó en 
un depósito —bastante desordenado por cierto— hasta que en 1995, y tras una 
adecuada remodelación, volvió a la vida y nuevamente comenzó a prestar el ser¬ 
vicio para el cual fue construida: una cúpula para un círculo meridiano. La vieja 
cúpula construida por el USNO hoy sirve de protección al Círculo Meridiano au¬ 
tomático de San Fernando, que la institución española opera en forma conjunta 
con el OAFA. 

6.2. Etapa Yale-OAFA 

El año 1973 fue un verdadero punto de inflexión para San Juan, casi en todos 
los órdenes de su quehacer académico-cultural. Obviamente el acontecimiento 
más destacado fue la creación de la UNSJ y con él, como era de esperar, la 
reestructuración de distintas unidades de enseñanza. 

YCSO era ajeno (pero no totalmente) a estos cambios, que también llega¬ 
rían a involucrarlo. Internamente estaba a punto de experimentar una situación 
que alteraría su futuro. Al retiro del instrumento del USNO por haber com¬ 
pletado las observaciones planeadas, se sumó la decisión de la Universidad de 
Columbia de abandonar definitivamente el proyecto. Esto dejó al Departamento 
de Astronomía de la Universidad de Yale como único responsable del manteni¬ 
miento de la estación, poniendo en serio peligro la continuidad del programa de 
determinación de movimientos propios. El motivo principal era económico, Yale 
no podía seguir afrontado la operación del observatorio por sí misma. 

La alternativa para Yale parecía obvia: trasladar el Astrográfico Doble a 
Chile, al Observatorio de Cerro Tololo. Esta noticia dejó atónito al Dr. Cesco, 
que rápidamente viajó a los Estados Unidos y tras extensas reuniones logró 
convencer a las autoridades de Yale de no cerrar el observatorio de El Leoncito 
(como popularmente se lo conocía). La solución propuesta por Cesco pasaba por 
la firma de un convenio de cooperación entre Yale y la recientemente creada 



208 


C. E. López 


UNSJ. En febrero de 1974 (la UNSJ había sido creada el 10 de octubre de 1973) 
se firmó el anhelado convenio. Es a partir de este acuerdo que el OAFA toma 
participación plena en el SPM. 

El convenio de febrero de 1974 implicó un cambio radical en muchos aspec¬ 
tos. En primer lugar había dejado de existir YCSO, por lo tanto pareció atinado 
efectuar un cambio de nombre que reflejara la nueva situación; así, Yale Co- 
lumbia Southern Observatory pasó a llamarse Estación Astronómica de Altura 
El Leoncito, o simplemente El Leoncito (denominación que perduraría por un 
poco más de 10 años). Desde el punto de vista de la Universidad de Yale —y 
para satisfacer aspectos legales propios— se creó el Yale Southern Observatory 
(YSO), entidad sin fines de lucro que se ajusta a las leyes de sociedades del es¬ 
tado de Connecticut. Por lo tanto, la relación del OAFA no es —formalmente— 
con la Universidad de Yale sino con YSO. El Dr. William van Altena ocupa la 
presidencia de YSO desde 1974. 

El cambio no solo fue de nombre. Con el OAFA totalmente integrado al 
SPM, el personal —tanto técnico como de maestranza— que había perteneci¬ 
do a YCSO, pasó a depender de la UNSJ (cambio que a nadie dejó satisfecho 
porque los sueldos se vieron drásticamente reducidos como consecuencia de la 
política cambiaría del momento). El acuerdo firmado en 1974, renovable cada 
diez años, y vigente hasta el 2016, establece —a grandes rasgos— que el OAFA 
se hace cargo del mantenimiento general de los edificios y del pago de salarios 
(de docentes y personal de apoyo); por su parte YSO es responsable de la actua¬ 
lización permanente del Astrográfico Doble y equipo periférico adecuado para 
la observación. Ambas instituciones comparten el uso del telescopio con el cual, 
por supuesto, el SPM es el principal programa de observación, lo que no significa 
que personal del OAFA no pueda desarrollar sus propios proyectos. 

La incorporación del Dr. William (Bill) van Altena a Yale significó una me¬ 
jora sustancial en la relación YSO-OAFA, que durante la gestión del Dr. Wes- 
selink se mantuvo en un marco de estricta formalidad. Rápidamente Bill van 
Altena inició un intercambio mucho mayor entre ambas instituciones, facilitan¬ 
do enormemente la realización de programas de observación propios del OAFA. 
A tal fin, decidió donar al OAFA todas las placas necesarias para la observación 
de asteroides y cometas, incluyendo —además— material bibliográfico y herra¬ 
mientas varias, entre otros tantos elementos. Su participación en el traslado del 
Círculo Meridiano de San Fernando a San Juan, fue decisiva; al igual que el 
apoyo prestado para la instalación de los telescopios solares (ver § 7.). Desde 
su incorporación a YSO, en el 1974, todos los años Bill pasa una temporada 
de algunos meses en San Juan, oportunidad que aprovecha para dar seminarios 
y conferencias no solo a los alumnos de la Licenciatura en Astronomía de la 
UNSJ, sino para el público en general. Como prueba de su interés permanente 
en la astronomía argentina, desde hace varios años el Dr. van Altena es miembro 
de la AAA y ha asistido a algunas de sus asambleas generales. 

A más de cuarenta años de iniciado el SPM, e independientemente de nu¬ 
merosos inconvenientes instrumentales, institucionales y los típicos de índole 
personal —consecuencia de la complejidad de las relaciones humanas—, más de 
30 millones de estrellas australes poseen movimiento propio determinado gracias 
a observaciones realizadas con el Telescopio Astrográfico Doble de El Leoncito. 
Desde el punto de vista astronómico, no pocas cosas sucedieron en todo es- 



Observatorio Astronómico Félix Aguilar 


209 


te tiempo; una de ellas —en particular— obligó a un cambio que modificó la 
concepción misma del SPM: la puesta en órbita del Hipparcos y la posterior 
adopción del International Celestial Reference System (ICRS). A pesar de nue¬ 
vas definiciones y sistemas de referencia, el SPM cumplió su objetivo principal, 
por lo tanto es posible concluir con un: misión cumplida. 

En un trabajo a tan largo plazo es indispensable contar con un numeroso 
grupo de personas. Son varias las que participaron en distintas épocas. Arturo 
Samuel y James Gibson fueron los principales observadores durante la época de 
YCSO. Posteriormente —a partir de la integración plena del OAFA— al grupo 
lo integraron: Dr. Carlos Cesco, Hugo Mira, Juan Sanguin (fallecidos en 1987, 
1994 y 2006, respectivamente) y Gabriel Sánchez, que en 1987 renunció al OA¬ 
FA y pasó a desempeñarse en el CASLEO. Los que aún están en actividad son: 
Mario Cesco, Julio Vicentela, Héctor Lépez, Julio Torres y Carlos López. Este 
grupo también cuenta con la colaboración de Danilo Castillo, un operador de 
telescopio chileno con vasta experiencia en sistemas de observación automáticos 
(Danilo formalmente depende de YSO). Ocasionalmente también han participa¬ 
do o están participando algunos alumnos: María Luisa Varela Mugas, Valeria 
Mesa y Leonardo Paiz (del OALP). 

Una empresa de la envergadura del SPM, necesitó —desde un primer mo¬ 
mento— un apoyo técnico muy bien organizado. Un primer responsable en este 
sentido, un tanto olvidado en la mayoría de los reportes, fue el Sr. Adrianus An- 
tonius (Andy) Disco, mecánico holandés radicado en Estados Unidos y miembro 
del departamento de mantenimiento de Yale. El Sr. Disco tuvo una tremenda 
visión al diseñar y montar el taller —de muy buen nivel— que se encuentra 
en el edificio del Astrográfico Doble. Aún hoy seguimos usando algunos de los 
repuestos que él ordenó comprar y personal de CASLEO concurre con cierta 
frecuencia para hacer uso del torno o la fresadora que Andy pusiera en funcio¬ 
namiento. Andy Disco falleció mientras dormía hace unos días, el lunes 14 de 
julio de 2008 en su casa de Velp, en Holanda. Tenía 92 años. 

Por el lado del OAFA, oportunamente participaron del apoyo técnico: Gus¬ 
tavo Polimeni, Eduardo Molina, María Rosa Ridl y Alfonso Barassi. Los que 
aún permanecen en el observatorio —cumpliendo funciones de mantenimiento 
eléctrico y/o electrónico— son: Carlos Francile, Alfredo Cornudella y Gerardo 
Gómez. 

Dentro del grupo que actualmente trabaja en Estados Unidos, relacionado 
con el SPM, están: Bill van Altena, Terry Girard, Dana Casetti, Vladimir Kor- 
chagin y Kathy Vieira. Oportunamente al grupo también lo integraron: David 
Herrera, Reid Meyer, Jin-Fuw Lee y John Lee. 

En marzo de 1990, con motivo de las Bodas de Plata, el observatorio cambió 
—una vez más— de nombre. Así, la Estación Astronómica de Altura El Leoncito 
pasó a llamarse Estación Astronómica Dr. Carlos U. Cesco. Un homenaje que 
sin dudas el Dr. Cesco no hubiese aprobado, sin embargo fue lo mínimo que 
la comunidad podía hacer para honrar a quien dio su vida por la astronomía 
sanjuanina. 



210 


C. E. López 


7 . Otros convenios 

Por lo expuesto en los párrafos anteriores, se hace evidente que gran parte 
del desarrollo del OAFA ha estado (y actualmente lo está) basado en convenios 
con otras instituciones, nacionales o del extranjero. El convenio YSO - OAFA, 
por ejemplo, con sus sucesivas renovaciones y cambios, es el acuerdo más antiguo 
entre una institución norteamericana y una argentina, situación que siempre se 
ha tomado como modelo de cooperación internacional por la embajada estadou¬ 
nidense (Cronin 2008). 

Otro ejemplo de un convenio que lleva más de 40 años es el firmado entre el 
OAFA y el OAC, mediante el cual llegó a San Juan el Círculo Meridiano Repsol 
de Córdoba. Si bien este acuerdo nunca fue renovado, y hasta se podría decir 
que ha quedado en el olvido, el OAC no ha reclamado —hasta la fecha— la 
devolución del instrumento. Es, por lo tanto, un convenio que se mantiene de 
hecho. 

En 1977, el OAFA firmó un segundo convenio con el OAC que, al igual que el 
anterior, sigue vigente de hecho. Gracias a este segundo acuerdo, el OAC instaló 
en la cúpula este del edificio del Astrográfico Doble de El Leoncito, el telescopio 
reflector de 76cm. de diámetro construido por Charles Dillon Perrine, mientras 
fue director del OAC. El espejo fue reconfigurado en el taller de óptica del OAC 
y el tubo construido a nuevo por los mecánicos cordobeses, siguiendo un diseño 
bastante ingenioso que permitió alivianar toda la estructura. Por razones obvias, 
el telescopio fue bautizado con el nombre de quien —con aciertos y errores— 
introdujera la astrofísica en el país: Charles Dillon Perrine. 

En los años previos a la inauguración del CASLEO (el 12 de septiembre 
de 1986) la comunidad astronómica argentina en general tomó al Perrine como 
telescopio de prueba y ensayo de los instrumentos periféricos que, se suponía, se 
construirían para el 2,15. Una rápida hojeada de los boletines de la AAA de los 
años 80, 81, 82, permite ver distintas contribuciones, de autoría del Ing. Rodolfo 
Marabini y colaboradores, describiendo detalles técnicos y de funcionamiento de 
un fotómetro piloto. En este sentido el OAFA también aportó lo suyo y el equipo 
de electrónicos integrado por: Eduardo Molina, Carlos Francile y Alfonso Barassi 
construyó —desde cero— un excelente fotopolarímetro con el que se obtuvieron 
datos que dieron origen a valiosas publicaciones. 

Si bien el Reflector Perrine hoy tiene un uso casi nulo, oportunamente fue 
solicitado por: Tabaré Gallardo, Javier Licandro y Gonzalo Tancredi (de la Uni¬ 
versidad de la República, Uruguay); Luis Milone, Alba Grieco, Silvano Marton, 
Roberto Sisteró, Mercedes Gómez, Homero Luna, Laurentino Cabrera, Juan Car¬ 
los Forte, Hugo Marracó, Alejandro Feinstein y Francisco López García. Elliott 
Horch —del Departamento de Astronomía de Yale—, Otto Franz —del Lowell 
Observatory— y la colaboración de observadores y técnicos de la Estación Dr. 
Carlos Cesco, llevaron adelante un intenso programa de determinación de parᬠ
metros astrométricos de estrellas dobles con un interferómetro speckle, equipo 
cedido temporalmente por J. G. Timothy de la Universidad de New Brunswick, 
Canadá. 

Algunos de los usuarios más recientes del 76cm (aunque de esto ya hace 
unos años) fueron: Ricardo Gil Hutton, Miguel De Laurenti y Marcela Cañada 
Assandri. Vale la pena resaltar que este telescopio fue de suma importancia para 
el programa de fotometría de asteroides que empezó a desarrollar Ricardo Gil 



Observatorio Astronómico Félix Aguilar 


211 


Hutton desde su llegada al OAFA en el 1991. En realidad Ricardo comenzó con 
este programa con anterioridad a su incorporación formal al OAFA, contando 
con la colaboración, entre otros, de Roberto Mackintosh, actual vicepresidente de 
la Asociación Argentina Amigos de la Astronomía. Miguel De Laurenti también 
llegó a formar parte del plantel del OAFA —entre junio de 1995 y marzo de 
1997— época en la que desarrolló un interesante programa de fotometría de 
binarias eclipsantes. Por su parte, Marcela Cañada utilizó el 76 cm para las 
observaciones de su trabajo final de licenciatura. 

Otro acuerdo digno de mención fue consecuencia de un convenio marco de 
cooperación —firmado a principios de los años 60— entre Argentina y Alema¬ 
nia. En forma genérica, y durante la época en que Argentina intentaba formar 
parte de los programas espaciales del momento, el proyecto se llamó EGANI 
(Experiencias Germano-Argentinas de Nubes Ionizadas). 

A este acuerdo internacional entre Alemania y Argentina se anexaron pro¬ 
gramas específicos como el AMPTE (Active Magnetosphere Particle Tracer Ex¬ 
plorer) o mejor recordado por haber propuesto (y logrado) la creación del primer 
cometa artificial en agosto de 1984, experiencia ampliamente fotografiada desde 
la Estación de Altura. Otro proyecto —siempre en conexión con Alemania— fue 
el CRRES (Combined Release and Radiation Effects Satellite), muy llamativo 
por las nubes ionizadas (coloreadas dependiendo de los gases utilizados) que se 
producían. Estos experimentos también fueron observados desde El Leoncito. 

El equipamiento temporario incluyó cámaras CID 1 , monitores, telescopios 
de campaña y cuantioso material fotográfico. Como parte de estos proyectos 
quedaron en forma permanente dos cámaras Súper Schmidt de 50 cm de diᬠ
metro (//0.75) que, aparte de algunos intentos, no han tenido mayor uso. El 
grupo de investigadores y técnicos alemanes del Max Planck Instituí Für Ex- 
traterrestrische Physik (MPE) estaba liderado por el Dr. Amoldo Valenzuela 
(físico argentino radicado en Alemania) y la colaboración de Hans Loidl, Erik 
Rieger, Erik Heffner, Hans Goebell, Barbara Mory, Gerard Haerendel y Otto 
Bauer, entre otros. Radio operadores de la Fuerza Aérea Argentina y personal 
técnico y de maestranza del OAFA y la Estación de Altura fueron permanentes 
y valiosos colaboradores. 

Esta relación con Alemania abriría las puertas a un nuevo convenio con 
otros departamentos del Max Planck. Como resultado de un acuerdo firmado en 
diciembre de 1998 entre el OAFA, el MPE, el Max Planck Instituí Für Aerono- 
mie (MPAe) y el CONICET, a través del Instituto de Astronomía y Física del 
Espacio (IAFE), se instalaron en la Estación Dr. Carlos Cesco dos telescopios 
para estudios solares. Ambos instrumentos, el HASTA (H-Alpha Solar Telesco- 
pe for Argentina) y el MICA (Mirror Coronograph for Argentina) son operados 
en forma diaria por personal del OAFA que cumple funciones en la Estación de 
Altura. El coordinador por parte del Max Planck con asiento en Lindau fue el 
Dr. Rainer Schwenn, ya retirado de su actividad. 

Las personas vinculadas con estos instrumentos (por parte del OAFA) son: 
José Ignacio Castro, Carlos Francile, Alfredo Cornudella y Gerardo Gómez. Oca¬ 
sionalmente algunos alumnos de la Licenciatura en Astronomía de la UNSJ han 
realizado breves ayudantías, como Emilio Donoso y Fernando López, mientras 


1 Charge Injection Device (N. del E.) 



212 


C. E. López 


que el entusiasmo de otros los llevó a hacer el trabajo final de licenciatura en 
temas de física solar: Laura Balmaceda (doctorada durante 2007 en Alemania), 
Natalia Núñez y Luis Leuzi. También colaboraron —y aprovecharon para cum¬ 
plir con algunos requisitos de la carrera— Natalia Maza, Ana Collado y Federico 
Podestá. 

El más reciente de los convenios data del año 2000 e involucra a la UNSJ 
y a la Academia China de Ciencias, a través de sus respectivas instituciones: 
el OAFA y el Observatorio Nacional de China. Gracias a este acuerdo, la insti¬ 
tución asiática instaló en el predio del OAFA un sistema SLR (Satellite Láser 
Ranging), propuesta que el Agrim. Manrique formulara en más de una oportu¬ 
nidad a autoridades de distintos organismos, pero que nunca fue debidamente 
considerada. 

Dentro de este nuevo convenio con China (que de alguna manera tomó co¬ 
mo ejemplo el acuerdo que permitió la instalación del PA II, ver §4.2) el OAFA 
se comprometió a construir el albergue con su respectiva cúpula, facilitar una 
vivienda y sueldos para técnicos chinos y otros aspectos logísticos. La construc¬ 
ción civil se hizo con la colaboración de internos del penal de la provincia (del 
Servicio Penitenciario Provincial). Una vez terminada se la designó Agrim. Wal- 
ter Tomás Manrique, en honor a quien tan tenazmente impulsara la instalación 
de un SLR en San Juan. Detalles del funcionamiento y resultados obtenidos a 
la fecha han sido presentados por Actis (2008b). 

Por parte de la Academia China de Ciencias han participado en este pro¬ 
yecto: Yanben Han (director responsable), Weindon Liu, Limin Zhao, Tanquieng 
Wang y Chengzi Liu. Por el OAFA están involucrados en forma permanente: Eloy 
Actis, Ester Alonso, Ana María Pacheco, Ricardo Podestá y Alberto González. 

Por razones de completitud, resta mencionar —brevemente— a la participa¬ 
ción del OAFA en el Año Geofísico Internacional y el Año Internacional del Sol 
Quieto. La colaboración en estos dos proyectos se canalizó a través de convenios 
entre la UNC y la Fuerza Aérea de Estados Unidos y entre la UNC y la Envi- 
ronmental Science Service Administration del Departamento de Comercio de los 
Estados Unidos, respectivamente. Estos acuerdos motivaron la instalación —en 
el predio del OAFA— de un fotómetro para la observación de la luminiscencia 
nocturna de la atmósfera. Posteriormente se instalaron estaciones adicionales en 
El Leoncito, Abra Pampa (provincia de Jujuy) y en Bariloche. Para completar 
las observaciones, en 1968 se instaló en San Juan un sondeador ionosférico y 
en 1970, por convenio entre la UNC y la Comisión Nacional de Estudios Geo- 
Heliofísicos se creó el Centro Nacional de Luminiscencia, con sede en el OAFA. 

El único recuerdo que queda de la participación del OAFA en estos últimos 
convenios, es el edificio que se construyó para el Centro de Luminiscencia (hoy 
conocido como el edifico nuevo) que fuera inaugurado durante la reunión anual 
de la AAA de 1978. En el programa de luminiscencia participaron, entre otros: 
Rodolfo Perelló, Rogelio Cejas, Marta Mosser, Carlos Moyano, Leila Kurban, 
Antonio Cañamero, Francisco Pozo, Oscar Abarca, Evan Ciner, José Roberto 
Manzano, Hernán Justi y Julio Vicentela. Terminados los acuerdos, cada una de 
estas personas pasó a depender de otras unidades, excepto Julio Vicentela, que 
se integró al grupo de la Estación de Altura El Leoncito. 



Observatorio Astronómico Félix Aguilar 


213 


8. Personal de apoyo 

Como reconocimiento al trabajo que cada uno de ellos ha realizado o rea¬ 
liza a diario —en sus propios tiempos y formas— incluyo a continuación una 
lista algo incompleta por cierto y fuera de todo orden, tanto cronológico como 
alfabético, del personal de apoyo universitario (los PAU): Remigio Vera, Rubén 
Segado, Sonia Carabajal, Washington Salas, Alicia Areche, Margarita Tejada, 
Antonia Tejada, Amelia Flores, Cristina Rubilar, Luciana Tapia, Hernán Cal¬ 
derón, Elio Ibaceta, Oscar Ibaceta, Simón Villa, Benancio Rodríguez, Sergio 
Rodríguez, Estela Parra, Irene Montaña, Verónica Leiva, Carlos Munucci, Ro¬ 
berto Pelayes, Jorge Tello, Hilarión Gómez, Silvia Fernández, Karina Domínguez, 
Moira Nesrnan, Silvia Arévalo, Carlos Lloverás, Duilio Ibazeta, Osvaldo Ibazeta, 
Carlos Retamoso, Pedro Marinero, Román Muñoz, David Suárez, Aldo Amaya, 
Guillermo Díaz, Carmen Cruz, Mario Guerri, Julio González, César Agostini, 
Alberto Suliani, Daniel González Kriegel, Dionisio Torres, Laura Barbieri, Car¬ 
los Vergara, Evangelino Tapia, Felisa Amata, Martín Bustos, Edgardo Manucci, 
Santiago Climens, Daniel Vera, Américo Arredondo, Ángel Villarreal, Vicente 
Sistema y Valerio Pérez. 

No llegué a conocer a todas estas personas; a otras —sin embargo— las veo 
casi a diario. Muchas se han jubilado y algunas fallecieron. Las que ya no están 
dejaron una marca imborrable y son parte de los recuerdos que añoran en las so¬ 
bremesas de los cada vez más esporádicos asados. Las que continúan trabajando 
—consciente o inconscientemente— van escribiendo pequeños renglones de una 
página que con el correr de los años serán las páginas de la historia del OAFA, 
que alguien escribirá algún día. 


9. Directores 

Dada la dependencia administrativa, los directores del OAFA fueron desig¬ 
nados por los decanos de la Facultad de Ingeniería (hasta 1975) y de la Facultad 
de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (a partir de 1975). Curiosamente el 
OAFA nunca tuvo (ni tiene en este momento) un vicedirector formalmente de¬ 
signado, si bien hubo personas que cumplieron —de hecho— con esa función. 
Uno de esos casos es el del Agrirn. Eduardo Patiño, que fue el colaborador inme¬ 
diato que tuvo el Ing. López durante su gestión (entre 1966 y 1993). En el 1993 
el Ing. López se retiró del OAFA y la dirección la asumió Patiño, hasta 1995, 
año en que se jubiló. 

El Agrim. Walter Manrique se hizo cargo de la dirección (designado por el 
Ing. Jesús Abelardo Robles, decano de Ciencias Exactas del momento) en 1995. 
La principal característica de su gestión fue la democratización de la institución 
a través de la conformación del consejo del observatorio. Representantes del 
personal docente y de apoyo fueron elegidos por sus pares, dando cumplimiento 
a disposiciones de la Facultad y de la UNSJ en general. 

La Ordenanza 13 de 1991 de la UNSJ dispone que los directores de institutos 
sean elegidos a través de un concurso de antecedentes y oposición. En el OAFA 
el primer llamado a concurso se produjo en 1997, pero fue declarado desierto. 
Por lo tanto, las autoridades de la Facultad de Ciencias Exactas designaron 
en la dirección del observatorio al Ing. Eloy Actis, que la ejerció hasta el 7 de 



214 


C. E. López 


abril de 2008. Durante la gestión del Ing. Actis, el Ing. Carlos Francile - prin¬ 
cipalmente— y la Ing. Ester Alonso, en mucho menor medida, ocuparon muy 
ocasionalmente la dirección del observatorio, durante las ausencias del director. 

En octubre de 2007 se realizó un segundo concurso, que fue ganado por la 
Dra. Rosa Orellana, del OALP. La Dra. Orellana asumió la dirección el 7 de abril 
2008, pero renunció poco más de dos meses después, el 23 de junio. Durante la 
breve gestión de la Dra. Orellana, y por una disposición interna, el Ing. Francile 
estuvo a cargo de la vicedirección. 

Al momento de preparar esta reseña (julio de 2008), la dirección del OAFA 
está a cargo —desde el miércoles 2 de julio— de la Ing. Ester Alonso, pero aún 
no ha sido confirmada por las nuevas autoridades de la Facultad de Exactas, 
electas en junio pasado. En la Tabla 1 se listan las personas que han ejercido la 
dirección del OAFA y el periodo en que lo hicieron. 


Tabla 1 Directores del OAFA. 


Nombre 

Periodo 

Dr. Juan José Nissen 

1951-1952 

Dr. Carlos U. Cesco 

1952-1966 

Ing. José Augusto López 

1966-1993 

Agrirn. Eduardo Oscar Patiño 

1993-1995 

Agrirn. Walter Tomás Manrique 

1995-1996 

Dr. Orlando Hugo Levato 

1996-1997 

Ing. Eloy Vicente Guido Actis 

1997-2008 

Dra. Rosa Beatriz Orellana 

2008-2008 

Ing. Ester Alonso 

2008- a la fecha 


10. Palabras finales 

Esta es la historia del OAFA, o por lo menos es así como la interpreto y 
entiendo. Escribirla, para un no historiador como yo, no ha sido sencillo. Admi¬ 
to que adolece de muchas de las normas de estilo que un historiador profesional 
sigue y aconseja. Probablemente la única razón que me da cierto grado de auto¬ 
ridad para escribir estas líneas es mi permanencia en la institución: próximo a 
cumplir 30 años de actividad, soy el séptimo (del personal docente) más antiguo 
del OAFA. A lo largo de estos años me ha tocado vivir situaciones muy variadas: 
desde las más gloriosas y reconfortantes hasta las más desagradables y nefastas. 

Sea como fuere, el OAFA ha sobrevivido y ya pasó la barrera de los cincuenta 
años. Supo sobrellevar sus problemas internos y también resistir los embates 
externos de desacreditación y denostación por el trabajo que en él se realiza. Tuvo 
que soportar una crítica despiadada dirigida no solo a la institución en general 
sino también a todos y cada uno de sus integrantes (lo que, por supuesto, incluye 
a Nissen, Cesco, Augusto López, Carestia y Manrique, entre otros). En suma, 
un acto de barbarie digno de la intolerancia, la incomprensión, la mediocridad, 
el desconocimiento y la soberbia. 



Observatorio Astronómico Félix Aguilar 


215 


Pudo, con sacrificio y esfuerzo, inscribir su nombre en algunas de las páginas 
que enorgullecen la Astronomía de Posición de la actualidad, todo un logro 
para una institución que nació para satisfacer los requerimientos de los prácticos 
de una de las asignaturas de la carrera de Ingeniero Geógrafo. Los convenios 
firmados con organismos extranjeros (como la Universidad de Yale, la Academia 
China de Ciencias, el Instituto Max Planck y el Real Observatorio de la Armada 
de España) son prueba evidente del interés del OAFA en participar y crecer, 
poniendo a disposición de la comunidad lo más valioso que siempre poseyó: su 
capital humano. 

Para terminar quiero recordar una reflexión que me parece sumamente sen¬ 
sata y atinada que escribiera el Dr. Esteban Bajaja (1985) y que considero válida 
y de plena vigencia, no solo para el OAFA en particular, sino para la comunidad 
astronómica argentina en general. 

Nuestro futuro, sin embargo, depende de nosotros mismos. 

Debemos: 

1. Saber qué queremos y lo que podemos tener. 

2. Convencernos de que somos útiles al país. 

3. Convencer de lo mismo al país. 

4- Estudiar la historia de nuestra astronomía, pero la historia real, 
la escrita y la que se lee entre líneas, para aprender de ella 
los errores que no debemos volver a cometer, como científicos, 
como técnicos, como hombres. Solo así podremos ir todos juntos, 
compitiendo, pero solidarios atrás del fin común, el que más 
dignifica y distingue al ser humano como tal: el conocimiento 
por el conocimiento mismo, en paz y libertad. 

A estas palabras del Dr. Bajaja me atrevo a hacerles un comentario adicio¬ 
nal: no solo debemos ir hacia adelante en paz y libertad, de eso no cabe ninguna 
duda, pero debemos hacerlo dentro de un marco de respeto mutuo, sin menos¬ 
preciar el trabajo de los demás. Si no logramos entender que el conocimiento 
se construye con pequeños y grandes aportes, sencillamente habremos fracasado 
como investigadores. 

Agradecimientos. Son numerosas las personas que me han ayudado con 
verdadero entusiasmo. Conversé con la mayoría de ellas sobre distintos aspectos 
del OAFA. Algunas aportaron risueñas y curiosas anécdotas, que comentaré en 
otra oportunidad; otras me facilitaron incontables fotografías, verdaderos teso¬ 
ros familiares, que incluiré en el Álbum Fotográfico del OAFA, en publicación 
separada. Para ser justo y ecuánime, las menciono en orden alfabético de sus 
apellidos: Oscar Abarca, Ester Alonso, Alicia Areche, Daniel González Kriegel, 
Antonietta Magrin, Héctor Lépez, Eduardo Patiño, Susana Prego, María Rosa 
Ridl, Sergio Rodríguez, Gabriel Sánchez, Remigio Vera y Julio Vicentela. 

Párrafo especial merece el Ing. José Augusto López. Con el Ing. López pasé 
varias horas en el living de su casa de la calle Pedro Echagüe conversando de lo 
que para mí hoy es un pasado lejano, pero que para él fue la realidad de gran 
parte de su vida, de ahí el sentimiento y hasta la pasión que por momentos le 
puso a su relato. Esas entrevistas me ayudaron a intentar escribir (espero haberlo 



216 


C. E. López 


logrado) una historia con más sabor a episodios que alguien efectivamente ha 
vivido. 

Eloy Actis me brindó pormenores de los convenios con China. Además, 
como docente de mayor antigüedad del OAFA, aportó información detallada de 
muchos hechos y situaciones que vivió personalmente desde fines de los 60 en 
adelante. 

También gracias a su permanencia —y por haber sido testigo de muchos de 
los acontecimientos descritos— Mario Cesco (al igual que Marisa, su esposa) fue 
una fuente invaluable de información precisa. Un gesto de Mario que realmente 
aprecio, fue el haberme permitido ingresar a la casa que ocupara el Dr. Cesco, 
en la Villa Rachel. 

Mi agradecimiento a la Sra. Dorita Cortez —bibliotecaria del INPRES— 
por haberme facilitado una compilación de las diversas resoluciones y decretos 
emanados del Consejo de Reconstrucción de San Juan durante el periodo 1944 
- 1959. 

Gerardo Milesi, del OALP, me facilitó copias de algunos números de la 
Revista Astronómica con interesantes datos sobre el Sr. Juan Carrillo. Alejandra 
Sofía —también del OALP— tuvo la amabilidad de establecer contacto con el 
Dr. Carlos Alberto Tomaghelli —odontólogo platense— sobrino del Dr. Alberto 
Antonio Tomaghelli, primer decano de la Facultad de Ingeniería de la UNC, 
responsable de la llegada de Cesco, Nissen y Dawson a San Juan. 


Referencias 

Actis, E. 2008a, comunicación personal. 

Actis, E. 2008b, este workshop. 

Bajaja, E. 1985, RevMexAA, 10, 21. 

Branham, R. L. 2008, este workshop. 

Cronin, S. 2008, comunicación personal. 

Gershanik, S. 1979, Sociedad Científica Argentina, 7, 5. 

López, J. A. 1979, Sociedad Científica Argentina, 7, 201. 

López, J. A. 1988, BAAA, 34, XXIV. 

Milone, L. A. 1979, Sociedad Científica Argentina, 7, 152. 

Sanguin, J. G. 1987, BAAA, 33, III. 

Sanguin, J. G. 1998, en Anales de la Estación Astronómica Dr. Carlos U. Cesco, Período 
1960-1991, Editorial Fundación Universidad Nacional de San Juan. 



Asociación Argentina de Astronomía BOOK SERIES 
AAABS, Vol. 2, 2009 

Gustavo E. Romero, Sergio A. Cellone, & Sofía A. Cora, eds. 


Historia del IAR 

E. Bajaja 1 

(1) Instituto Argentino de Radioastronomía (IAR) 

Resumen. Se presenta aquí una reseña histórica de los hechos más tras¬ 
cendentes que influyeron en la evolución científico-técnica del Instituto 
Argentino de Radioastronomía y de su Observatorio, desde el descubri¬ 
miento mismo de las señales radioastronómicas hasta el año 2002. 



Figura 1 Uno de los radiotelescopios del IAR. 


1. Introducción 

La presente versión de la Historia del IAR fue redactada en base a la memo¬ 
ria personal del autor, quien ha sido parte de esta historia desde 1962 hasta 2002, 
a la memoria de colegas que fueron también parte de esta historia, a correspon¬ 
dencia y documentos archivados en el IAR y a las Memorias Anuales producidas 
por las sucesivas Direcciones del IAR. La primera parte de esta Historia, hasta 
la inauguración del Observatorio, fue publicada, en gran medida, como Boletín 
N-l en la página WEB de Difusión del IAR (Bajaja 2005). También se utili¬ 
zó material (información e imágenes) recopilado para dos presentaciones Power 
Point, una presentada en la Asociación Argentina Amigos de la Astronomía 
(AAAA), el 9 de Septiembre de 2006, y la otra en el IAR mismo, el 6 de no¬ 
viembre de 2006, preparadas con motivo del 40 aniversario de la inauguración 
del 1er Radiotelescopio del IAR. 

A pesar de la extensión de la presente versión, se han tenido que dejar 
de lado numerosos hechos y detalles ya que, necesariamente, debe fijarse un 
mínimo de trascendencia de los mismos para que merezcan ser mencionados, a 


217 






218 


E. Baja ja 


los efectos de limitar el número de páginas en la publicación a un valor razonable. 
Ese mínimo depende del criterio del autor, guiado por el conocimiento de la 
importancia que tuvieron los hechos en la evolución posterior de la Institución, 
y del número máximo de páginas especificado. En vista de que los editores no 
pusieron límite a dicho número de páginas, el autor se lo fijó en aproximadamente 
50. La incorporación de numerosas ilustraciones y tablas, sin embargo, aumentó 
ese número en más de un 50 %. 

Debe hacerse notar que la documentación existente en forma de correspon¬ 
dencia, manuscrita o impresa, cubre los comienzos, desde principio de los 60, y 
se extiende hasta fines de los 80 ya que luego esta modalidad fue reemplazada, 
en general, por la forma electrónica (correo electrónico). Esta documentación es 
fácil de borrar o de perderse pero, en todo caso no es, en general, hecha pública 
por los respectivos propietarios. Esto limita el conocimiento de muchos antece¬ 
dentes que podrían explicar algunas actitudes y hechos a lo largo de la historia 
de una Institución. 

En los últimos años, por otra parte, las memorias anuales del IAR, prepa¬ 
radas de acuerdo a las normas del CONICET, han perdido, en gran medida, la 
forma descriptiva de los primeros años, en los cuales la Dirección relataba los 
hechos acaecidos durante el año con todos sus éxitos y problemas. La informᬠ
tica ha vuelto más estadística la información provista actualmente, lo cual se 
traduce, en la presente historia, en una mayor brevedad de la descripción de lo 
acaecido durante los últimos años en el IAR. 

En esta historia del IAR, que fue creado solo 22 años después de haberse 
publicado la primera observación radioastronómica de parte del cielo, se ha in¬ 
cluido una breve historia del comienzo mismo de la Radioastronomía (RA) en el 
mundo y una descripción de las razones por las cuales se llegó a tener, en el país, 
un radiotelescopio capaz de competir internacionalmente a pesar de la ausencia 
de experiencia previa en el tema y de los costos de los radiotelescopios. También 
se ha descrito, con cierto detalle, el proceso que culminó con la creación del 
Instituto, proceso en el cual participaron científicos de EEUU y de instituciones 
argentinas. 

La construcción del Observatorio, especialmente de los radiotelescopios, ha 
merecido una descripción acorde con la importancia que le otorga el hecho de 
haber participado en ella el personal técnico y científico argentino, por haber 
concluido exitosamente y por haber quedado, de esta primera etapa, dos radio¬ 
telescopios con reflectores parabólicos de 30 m de diámetro, edificios con oficinas, 
talleres, laboratorios, sala de control (SC), etc., que siguen funcionando hoy co¬ 
mo hace cuarenta años. Es de destacar que todos esos trabajos se realizaron sin 
que ocurrieran desgracias personales, a pesar de la inexperiencia y de las con¬ 
diciones precarias en que se estuvo trabajando si se comparan con las pautas 
actuales para estos tipos de trabajos. 

Muy poco tiempo después de la inauguración del Observatorio del Institu¬ 
to, durante la dirección del primer Director, Dr. Carlos Manuel Varsavsky, se 
produjeron dos hechos políticos que afectaron seriamente el funcionamiento del 
IAR e, inclusive, pusieron en riesgo la continuidad del mismo. Sus efectos siguen 
estando presentes en el IAR aunque el personal que ingresó con posterioridad a 
dichos hechos no se percate de ello. Por esta razón se ha incluido una breve des- 



Historia del IAR 


219 


cripción de lo sucedido sin entrar en detalles políticos que, en todo caso, podrían 
ser parte de otra historia. 

En la evolución posterior del Instituto no estuvo ausente la influencia de la 
política pero fue, en general, de aspecto económico, con períodos buenos y ma¬ 
los, la mayor parte de las veces malo como consecuencia de las sucesivas crisis 
que se producían y que se traducían en magros presupuestos. La descripción de 
la evolución científico técnica, por lo tanto, se realiza a través de la descripción 
de la evolución de las facilidades observacionales y computacionales, de los tra¬ 
bajos científicos y desarrollos técnicos, y de los resultados en forma de recursos 
humanos y de publicaciones. 

La evolución tecnológica, principalmente en electrónica e informática, tuvo 
una gran influencia en los tipos de trabajos observacionales y teóricos y en las 
publicaciones. Esta evolución permite definir, a grosso modo, tres períodos en 
la historia del Instituto después de su inauguración: 1966 a 1980, 1981 a 1994 y 
1995 al presente. A pesar de que la historia descrita aquí se limita hasta el año 
2002, en los tramos finales se hacen consideraciones con respecto a la situación 
actual en el IAR y, en particular, a su producción científico-técnica. Para evaluar 
la producción científica, se ha recurrido al ADS Abstract Service para producir, 
para cada uno de los períodos mencionados, listas de los trabajos publicados con 
las mayores cantidades de citas. Aunque este método adolece de deficiencias, es 
el más directo para evaluar, en forma aproximada, la importancia que se les 
atribuyó en el orden internacional. 

Los números de citas varían constantemente, a lo largo del tiempo, en fun¬ 
ción del interés en cada tema y del número de investigadores que se dedican a 
cada tema. Las listas para esta historia fueron producidas en agosto de 2006 
lo cual significa que algunos de los trabajos producidos en los últimos años del 
tercer período, no habían tenido tiempo de reunir el número necesario para estar 
ubicados adecuadamente en la lista correspondiente. 

Una última advertencia. En la historia de una institución, los aspectos per¬ 
sonales de los integrantes de la misma tienen una influencia muy importante 
en el desarrollo de dicha historia, pero se requiere conocer a los actores en su 
intimidad para escribir sobre ellos. Desde ese punto de vista, cada miembro del 
Instituto seguramente escribiría una historia diferente, en función de su perso¬ 
nalidad, educación y experiencia. En esta versión de la historia del IAR, el autor 
ha intentado evitar la influencia de sus propios sentimientos y el juzgamiento de 
las acciones de los otros integrantes del IAR, y exponer sólo los hechos y, even¬ 
tualmente, mencionar información contenida en documentos y correspondencia 
disponibles. A pesar de esta intención, seguramente esta historia es la versión 
del autor, lo cual se traduce en una mayor cantidad de referencias a hechos en 
los que él estuvo involucrado, aunque en muchos casos es inevitable por haber 
tenido la responsabilidad de la Dirección del IAR durante varios años. 


2. Breve Historia del Comienzo de la Radioastronomía como rama 
de la Astronomía 


En 1931, época en la que las radiocomunicaciones transatlánticas se reali¬ 
zaban usando la ionosfera como reflector de ondas electromagnéticas por debajo 
de 30 MHz, Karl Jansky, un ingeniero en radiocomunicaciones de la Bell Telep- 



220 


E. Baja ja 


hone Laboratories de EEUU, trataba de determinar las direcciones desde las 
cuales, preferentemente, provenían las interferencias radioeléctricas originadas 
en tormentas atmosféricas. Construyó para ello una antena unidireccional rota¬ 
tiva con polarización vertical, de 30 m de largo por 14 m de altura, y que operaba 
en 20,5MHz (A = 14,6m) (Figura 2, panel izquierdo). La rotación se realizaba 
alrededor de un eje vertical central y completaba cada revolución en 20 minutos. 
El ancho del haz a media potencia (HPBW) de la antena era de 30° en su parte 
más angosta. 



Figura 2 Izquierda: La antena direccional rotativa de Jansky. Dere¬ 
cha: Registro de una observación de Jansky. De Kraus (1986). 

En los registros que obtuvo (Figura 2, panel derecho), aparecía un aumento 
de señal que se repetía cada 20 minutos (período de rotación de la antena) pero 
desplazándose en posición de registro a registro. Estos aumentos de señal se re¬ 
petían en posición cada 24 horas pero con un corrimiento de aproximandamente 
4 minutos de tiempo. Este valor hacía sugerir que la señal debía provenir del ex¬ 
terior del sistema solar. Jansky publicó sus resultados en revistas técnicas pero, 
debido a su dependencia del empleador, poco tiempo después tuvo que dedicarse 
a otro tipo de tareas. 

2.1. Primeras observaciones radioastronómicas 

En 1937 Grote Reber, un joven ingeniero en radio de Illinois (EEUU), se 
interesó en los trabajos de Jansky y construyó una antena, con un reflector pa¬ 
rabólico de 9,5 m de diámetro, en el patio de su casa (Figura 3, panel izquierdo). 
Reber experimentó con receptores a diferentes frecuencias y comenzó con fre¬ 
cuencias altas. Los resultados fueron negativos en 3300 MHz y en 919 MHz pero, 
finalmente, logró la detección en 160 MHz (A = 1,87 m) (Figura 3, panel dere¬ 
cho). A esta frecuencia, el haz de su antena era de 12°. La representación gráfica 
de las señales, en un sistema de coordenadas ecuatoriales, mostraba, con esa 
resolución angular, una correlación del máximo de las mismas con la posición 
del centro galáctico (Figura 4). 

En 1940, Reber envió los detalles de sus resultados al Astrophysical Journal 
cuyo editor, Otto Struve, en vista de que ningún árbitro avalaba su publicación, 
asumió personalmente la responsabilidad de publicar el trabajo. Se basó para ello 
en su principio de que “es mucho peor no publicar un trabajo bueno que publicar 
uno malo”. A pesar de la guerra que se desarrollaba en esa época en Europa, esa 
publicación llegó a Jan Oort, Director del Observatorio de Leiden. Oort intuyó 
pronto que lo que Jansky y Reber observaron era radiación continua proveniente 




































Historia del IAR 


221 



Figura 3 Izquierda: El radiotelescopio de Reber. Derecha: Receptor 
y registros obtenidos. De Kraus (1986). 



Figura 4 Mapa producido por Reber. De Kraus (1986). 


del espacio interestelar y concibió la idea de que, si se pudiesen observar líneas 
espectrales en ondas de radio, se dispondría de una herramienta valiosísima para 
la Astronomía. 

Oort encargó a Hendrik van de Hulst, un brillante estudiante de Utrecht 
que se encontraba en ese entonces en Leiden, investigar si podía haber algún 















9 , 9 . 9 , 


E. Baja ja 


elemento, en el espacio interestelar, con alguna línea espectral que cayese en la 
gama de ondas de radio. En 1944 van de Hulst publicó, en una revista holandesa, 
el resultado de su investigación que señalaba al Hidrógeno neutro, Hi, como 
posible candidato debido a la frecuencia de la transición hiperfina, en el estado 
fundamental, que era de 1420MHz (A=0,211m). La baja probabilidad de la 
transición espontánea y el desconocimiento de la densidad de los átomos en el 
espacio interestelar hacían, sin embargo, incierta la probabilidad de detectarla. 

Terminada la guerra, en conocimiento de la teoría Oort-van de Hulst, varios 
países se lanzaron a la carrera de la detección de la emisión de Hi en 21 cm 
usando, al principio, las antenas que fueron usadas con radares durante la guerra 
pero comenzando, inmediatamente, a proyectar y construir antenas con discos 
colectores de mayor tamaño. En 1951, con diferencias de algunas semanas, la 
línea fue detectada en Harvard, Leiden y Sydney. La convicción de la necesidad 
de utilizar antenas de mucho mayor diámetro se tradujo, posteriormente, en 
antenas como la de 76 m de Jodrell Bank (terminada en 1957) y la de 64 m de 
Parkes (terminada en 1963). En ambos casos las antenas estaban proyectadas 
para otros fines pero la noticia del descubrimiento de la línea de 21 cm del Hl 
hizo cambiar los destinos y los diseños de las mismas. 

La importancia del descubrimiento de esta emisión, proveniente del medio 
interestelar (MIE), radica en el hecho de que en el espectro, o sea en un perfil de 
Hi, están impresas algunas de las condiciones físicas imperantes en el volumen 
del espacio interestelar que ve el haz de antena, como lo son el número de átomos, 
sus velocidades radiales (a lo largo de la visual) y las temperaturas y turbulencias 
en las nubes de átomos de Hl. Como el polvo interestelar no absorbe estas 
radiaciones, se tiene, además, la información integrada a lo largo de todo el 
haz para emisiones cuya intensidad pueda ser detectada por estar por encima 
del umbral de ruido. 


3. La evolución de la idea de una Estación Radioastronómica en 

Sudamérica 

3.1. Merle A. Tuve y DTM 

Merle Anthony Tuve nació en 1901. Se doctoró en 1926 con una tesis sobre 
la ionosfera y comenzó a trabajar en el Department of Terrestrial Magnetism 
(DTM), de la Carnegie Institution of Washington (CIW), en la investigación 
de núcleos atómicos desarrollando equipos de alta energía. Usando el generador 
de Van de Graaf y realizando experiencias de colisiones Li- p y p-p, descubrió, 
en 1935, que a 10~ 13 cm los protones se atraen lo cual constituyó un hito en 
la historia de la física nuclear. En 1940 se involucró en la guerra; después de 
finalizada esta volvió a DTM, pero como Director. 

En 1952 se enteró del descubrimiento de Edwin y Purcel, en Harvard, de la 
emisión de Hl proveniente de la Galaxia y una semana después fue a Harvard a 
solicitarles partes del receptor. Del National Bureau of Standards obtuvo presta¬ 
do un radar de 7 m y en poco tiempo, luego de complementar electrónicamente 
el receptor, comenzó sus propias experiencias en radioastronomía. 

Bernard Burke, también en DTM en la década del 50, era otro entusiasta 
científico que desarrolló, junto a Tuve, la Radioastronomía en DTM, construyen¬ 
do antenas y receptores y adquiriendo una sólida experiencia en la técnica y en 



Historia del IAR 


223 


la ciencia relacionadas con la misma. La competencia en el hemisferio Norte, sin 
embargo, era intensa y como gran parte del cielo austral no era visible desde esas 
latitudes, el Dr. Tuve creyó oportuno extender la actividad radioastronómica al 
hemisferio sur donde solo otro país, Australia, desarrollaba actividades en este 
campo de la ciencia. 

3.2. Observatorio Radioastronómico en Sudamérica 

La idea de Tuve fue crear un observatorio radioastronómico en Sudamérica 
que, además de permitir las observaciones a los miembros de DTM, tuviera un 
carácter regional en esa parte del continente. Para ello realizó, en 1957, un viaje 
por diversos países de Sudamérica tratando de interesar, a grupos universitarios 
y de investigación, en la realización de actividades en este nuevo campo de la 
ciencia, con la intención de que cooperaran en la creación de un observatorio que 
se llamaría Carnegie Southern Station for Radio Astronomy. 

Tuve visitó Brasil, Argentina, Chile y Perú. La inclusión de Argentina en 
su itinerario era natural teniendo en cuenta la larga tradición y gran actividad 
en materia astronómica en este país. Como consecuencia del entusiasmo encon¬ 
trado, Tuve se comprometió a apoyar y colaborar con la actividad de los grupos 
interesados y, a comienzos de 1958, la CIW envió los componentes para construir 
interferómetros a Chile, Uruguay y Argentina. El destinado a la Argentina era 
un intei'ferómetro solar que trabajaría en la frecuencia de 86MHz (A = 3.5m). 
Dicho interferómetro consistía en 16 antenas Yagui, conectadas en fase, a lo largo 
de una línea de base de 1000 m. 

También como resultado de la visita de Tuve a la Argentina, la Universi¬ 
dad de Buenos Aires (UBA) creó, el 13 de noviembre de 1958, la Comisión de 
Astrofísica y Radioastronomía (CAR) integrada por los Dres. Félix Cernuschi 
y Enrique Gavióla y por el Ing. Humberto Ciancaglini, actuando el Dr. Gavióla 
como Presidente de la misma. La construcción de las diferentes partes del inter¬ 
ferómetro se realizó en las dependencias del CAR y se instaló en los terrenos de 
la Facultad de Agronomía de la UBA. Los trabajos propiamente dichos fueron 
realizados por los estudiantes Raúl Colomb, Valentín Boriakoff y los Ings. Ornar 
González Ferro y Juan del Giorgio. 

Este instrumento no produjo resultados de interés científico pero cumplió 
con el objetivo del Dr. Tuve, el de despertar, en jóvenes universitarios, el interés 
en la Radioastronomía y hacerles adquirir una valiosa experiencia en esta nueva 
rama de la Astronomía. Estos experimentos con interferómetros, sin embargo, 
fueron considerados por Tuve como ejercicios de estudiantes y como introduc¬ 
ción para investigaciones más avanzadas en Radioastronomía, como las que se 
realizaban en Holanda, Francia, Inglaterra, Australia y EEUU. 

Separadamente, también en 1958, el Dr. Jorge Sahade, quien se encontraba 
en EEUU, y el entonces Director del National Radio Astronomy Observatory 
(NRAO), Dr. Otto Struve, organizaron el viaje de dos ingenieros jóvenes y de 
un astrónomo al NRAO con el propósito de especializarlos en Radioastronomía. 
El astrónomo no apareció pero los ingenieros sí. A través del Ing. Barcala, de 
la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), se 
seleccionaron dos ingenieros recién recibidos, Emilio Filloy y Rubén Dugatkin, 
quienes, por medio de becas de la Comisión de Investigaciones Científicas (CIC) 
de la Prov. de Buenos Aires, viajaron a EEUU en septiembre de 1961. Había, 



224 


E. Baja ja 


en consecuencia, dos proyectos paralelos encaminados al mismo fin, especializar 
gente en Radioastronomía. 

En vista del éxito de la experiencia promovida por la CIW-DTM, esta deci¬ 
dió progresar con esta colaboración. Originalmente, el Dr. Tuve pensaba enviar 
a Sudamérica el radiotelescopio que tenían funcionando en Derwood, consistente 
en una antena de 8 m de diámetro y un receptor de 60 canales para la observa¬ 
ción de la línea de 21 cm del Hl. Cuando se enteraron del costo de desmantelarla 
y enviarla por barco, decidieron que era mejor construir una antena nueva en 
el lugar, enviando solo la mínima parte armada y el resto en forma de caños de 
acero y aluminio, lo cual era sensiblemente más barato. 

3.3. Observatorio Radioastronómico en la Argentina 

Como la idea de Tuve seguía siendo la de un observatorio de carácter regio¬ 
nal, debió definirse primero dónde se establecería el mismo. Tras la discusión con 
representantes de los cuatro países sudamericanos, se decidió, en 1959, que sería 
deseable instalar la Carnegie Southern Station en algún lugar cercano al Obser¬ 
vatorio de La Plata. Esto respondía a la convicción del Dr. Tuve de que en la 
Radioastronomía, a pesar de que se lleva a cabo por medio de sofisticados equi¬ 
pos electrónicos, el foco de atención primario estaba en los grandes volúmenes 
de espacio entre las estrellas y no escondido en un chasis electrónico. 

Una serie de visitas fueron organizadas a partir de comienzos de 1960 a fin 
de asegurar que los grupos locales de astronomía y electrónica, que podrían usar 
el radiotelescopio para la línea de 21 cm del Hl, tuvieran plena confianza en sus 
habilidades. Los Profesores Carlos Jaschek de la UNLP y Gavióla y Cernuschi de 
la UBA, estuvieron en Washington durante un mes para conocer las necesidades 
involucradas en la organización de los trabajos relacionados con el proyecto. El 
Ing. Juan del Giorgio fue a Washington, por un período de varios meses, para 
participar en la construcción y prueba de duplicados de los equipos electrónicos 
a usar en Sudamérica. También fueron cuatro técnicos para pasar cada uno tres 
o cuatro meses en tareas de construcción y pruebas y para operar el telescopio 
que la CIW tenía en Derwood, Maryland. Ellos fueron Ángel Gomara y Valentín 
Boriakoff y los Ings. Rodolfo Marabini y Ornar González Ferro. También fueron 
varias personas de Brasil, Chile y Uruguay, separadamente, para progresar en la 
preparación de gente para el aspecto científico. El Licenciado en Ciencias Físicas, 
Wolfgang Póppel, de la UBA, viajó a Holanda para perfeccionar sus estudios de 
Radioastronomía en el Observatorio de Leiden. 

En septiembre de 1960, en una carta al Dr. Gavióla, el Dr. Tuve reconocía 
que la idea de un Observatorio Regional Interamericano tenía que enfrentar ce¬ 
los, competencias, desconfianzas, malentendidos, etc., entre los diversos centros, 
como los que se manifestaban no solo en Sudamérica sino también en EEUU. 
Tuve se preguntaba además cómo hacer para evitar, en el futuro, problemas 
como los aparecidos en varios centros radioastronómicos entre electrónicos, as¬ 
trónomos y astrofísicos. Las experiencias posteriores en el IAR demostraron que 
esos problemas son inevitables; son parte de la naturaleza humana. 

Filloy y Dugatkin no habían tenido una preparación previa en materia de 
Radioastronomía y tuvieron que realizar el aprendizaje en el mismo NRAO. 
Ambos, sin embargo, eran buenos electrónicos y se dedicaron, especialmente, a 
la electrónica aplicada a esta rama de la ciencia y a los instrumentos utilizados, 



Historia del IAR 


225 


en un lugar que estaba a la vanguardia en estos aspectos. Filloy y Dugatkin no 
sabían, inicialmente, de los planes de DTM-CIW para la Argentina; se enteraron 
de la existencia del otro proyecto cuando ambos proyectos se habían ya aunado. 

Cuando el Dr. Tuve visitó Green Bank, los invitó a visitar Washington y, 
en función del concepto que tenía acerca del rol que tendrían que cumplir en la 
Argentina, insistió en que se quedaran un par de meses allí aprendiendo acerca 
del radiotelescopio de DTM y de su operación. Filloy, sin embargo, tenía que re¬ 
gresar al país para cumplir, indefectiblemente, con el servicio militar (que había 
pospuesto para realizar este viaje) y ambos regresaron a la Argentina en diciem¬ 
bre de 1962. Esto molestó al Dr. Tuve quien se quedó con una idea desfavorable 
de ambos ingenieros, idea que sería, posteriormente, ampliamente corregida lue¬ 
go que ambos ingenieros demostraran su capacidad durante la construcción e 
instalación del radiotelescopio. 

Para la concreción del proyecto en Argentina, el Dr. Tuve trataba principal¬ 
mente con el CAR a través de su Presidente, el Dr. Gavióla. Tuve, sin embargo, 
consideraba que la cooperación de los electrónicos era fácil de lograr, no así la 
de los astrónomos, y los astrónomos estaban principalmente en La Plata. Por 
esta razón Tuve habló con el Dr. Jorge Sahade (miembro del Observatorio de La 
Plata) y le pidió que hablara con sus colegas en La Plata sobre el tema. 

Como la respuesta del Dr. Sahade fue muy positiva, ofreciendo total co¬ 
laboración, el apoyo del CONICET, tierras, salarios, y otras facilidades, si el 
observatorio se instalaba en la Provincia de Buenos Aires, el Dr. Tuve le sugirió 
al Dr. Gavióla que los grupos de Buenos Aires y de La Plata trabajaran jun¬ 
tos para evitar crear la impresión de que el proyecto era un proyecto privado 
de los Dres. Gavióla y Tuve. Con el mismo objetivo preguntaba si había un jo¬ 
ven astrofísico, posiblemente Carlos Varsavsky, potable para todos los grupos 
interesados. De esta manera, el Dr. Tuve iba moviendo los hilos y armando el 
rompecabezas para llevar adelante el proyecto, con mucho cuidado de no herir 
susceptibilidades. 

3.4. Requisitos de Tuve para la instalación del Observatorio Radioas- 
tronómico 

El 7 de diciembre de 1961, el Dr. Tuve le dirigió al Dr. Houssay, Presidente 
del CONICET, un extenso memorando en el que se planteaban y describían 
muchos aspectos que definirían la futura Estación de Radioastronomía en el Sur. 
Como se había abandonado la idea de mudar el radiotelescopio de Derwood, se 
trabajó en los diseños de la nueva antena con el Stanford Research Institute en 
California. La antena parabólica resultante tendría 30 m de diámetro y montaje 
ecuatorial, con movimientos restringidos en declinación y en ángulo horario. Con 
este tipo de construcción el costo disminuía notoriamente porque los requisitos 
de diseño no eran tan serios para evitar daños por huracanes. El cubrimiento del 
cielo sería del Polo Sur celeste a —10° S en declinación y de —2 a +2 horas en AH. 
La relación focal sería de 0,42. Los materiales necesarios para la construcción de 
la antena estaban casi todos acumulados en los depósitos de DTM y gran parte 
de los chasis electrónicos estaban construidos y probados. Todo esto podría ser 
embarcado en abril o mayo de 1962. 

Los requisitos para la instalación del Observatorio, enumerados por 
el Dr. Tuve, eran los siguientes: 



226 E. Bajaja 

1. Para la antena propiamente dicha, un terreno de aproximadamente 100 m x 
300 m, ubicado adecuadamente con relación al acceso, pero alejado por lo 
menos 1 km de las rutas y 5 km de áreas industriales. 

2. En el lugar de la antena se requerirá una pequeña casilla, de alrededor de 
3m 2 , para alojar el tablero de control de motores y otros ítems. 

3. Dentro de los 50 m de la ubicación de la antena se necesitará un cobertizo 
de unos 8 m x 20 m para depósito. 

4. Para los controles de observación hará falta un local a unos 20 m de la 
parábola. 

5. Deberían preverse también instalaciones sanitarias, un local para comer, 
otro para un par de camas y un lugar para un escritorio y una biblioteca. 

6. El camino de acceso al observatorio deberá permitir el acceso a cualquier 
hora mediante autos y camiones. 

7. Una línea de energía eléctrica de 220 V, preferiblemente trifásica, debería 
estar disponible dentro de 1 km de distancia. Un generador, movido por 
un motor Diesel de 20 kW, sería enviado junto con el material para casos 
de emergencia. 

8. Las fundaciones para la antena de 30 m dependen de las condiciones del 
suelo pero, para suelo ordinario, harían falta tres bloques de concreto de 
3m 2 por 2m de altura. La sujeción de cada una de las tres patas de la 
antena se haría con dos tornillos de 2 pulgadas montados sobre un pedestal, 
de 1 m 2 por 0,5 m de altura, que sería parte del respectivo bloque. 

9. Para la construcción de las costillas de la antena haría falta un cobertizo 
de unos 12 m X 15 m, sin columnas interiores. También haría falta un local 
para guardar herramientas e instrumentos. 

10. Era necesario un acuerdo oficial claro en lo que respecta al uso de la tierra 
donde se instalaría el radiotelescopio, para poder usar el mismo durante 
once a quince años, sin interferencias legales que perturben las tareas de 
observación. 

11. Se esperaba que se pueda lograr del Gobierno Argentino el acuerdo para 
poder ingresar al país, libre de costo aduanero, los equipos y materiales 
necesarios para la instalación y operación del radiotelescopio cuyo costo 
se estimaba en unos 120.000 dólares. Incluyendo la instalación, pruebas 
y primeros meses de operación, el costo total estaría en unos 175.000 a 
200.000 dólares. 

12. Se sugería la asignación de becas para estudiantes para aprender radioas¬ 
tronomía. 

13. Se consideraba conveniente una Junta, para controlar la Estación y su 
operación, que debería estar integrada por pocos miembros. Se sugería 
una Junta de tres personas, constituida por representantes del CONICET, 
la UNLP y la misma CIW. 

Es evidente que la idea de Tuve era montar un observatorio mas bien preca¬ 
rio, desde el punto de vista de sus comodidades, y que solo serviría para realizar 
las observaciones. Los trabajos de investigación y desarrollo se realizarían en las 
universidades. En esta época, el Dr. Tuve comenzó una correspondencia con el 
Dr. Varsavsky, un argentino graduado en astronomía en Harvard, de quien tenía 



Historia del IAR 


227 


buenas referencias y cuyo nombre conocía por haber participado Varsavsky en la 
traducción, del ruso al inglés, del libro Cosmic Radio Waves de I.S. Shklovsky, 
un libro clásico de Radioastronomía en esa época. Tuve quería interesarlo en 
tomar parte activa en el proyecto y lo invitó a visitarlo en Washington para 
discutir el tema. Varsavsky lo visitó y el Dr. Tuve y sus colaboradores quedaron 
muy bien impresionados. 

Varsavsky había nacido en Argentina en 1933. Después de haber cursado el 
secundario en Buenos Aires, se fue a EEUU donde obtuvo el Master y luego el 
Doctorado en Astronomía en Harvard. Regresó a la Argentina en 1960 y obtuvo 
un cargo de Profesor en la UBA. Una de la materias que dictó, a comienzos de 
los 60, fue justamente Radioastronomía y fue allí donde comenzaron a conocerse 
algunos de los estudiantes que, posteriormente, integrarían el personal del IAR. 


3.5. Las tratativas del Dr. Tuve con el Dr. Houssay 

El Dr. Houssay contestó el memorando del Dr. Tuve el 15 de enero de 1962, 
señalando que el CONICET estaba muy interesado en la instalación en Argen¬ 
tina de la Estación para Radioastronomía y que, en consecuencia, estaba listo 
para prestar el apoyo necesario para llevar a cabo el proyecto: a) actuando como 
organismo coordinador entre las instituciones locales participantes; b) tramitan¬ 
do la libre importación de los equipos y materiales destinados a la Estación, y c) 
contribuyendo económicamente de acuerdo a sus posibilidades. El Dr. Houssay, 
sin embargo, hizo hincapié en un aspecto que le podía crear dificultades, el de la 
idea de Tuve de que la CIW conservara la propiedad y el control de la Estación, 
ya que no podía aparecer como agente de una Institución extranjera o aportar 
para actividades que estaban fuera de su control. Para evitar esas dificultades, 
sugería la posibilidad de que la Estación apareciera como perteneciente a ambas 
Instituciones. 

El 17 de enero el Dr. Tuve respondió a esta inquietud del Dr. Houssay, di- 
ciéndole que su interés estaba en que la Estación estuviera abierta a todos los 
investigadores de la región, y creía que la mejor manera de mantener la neu¬ 
tralidad era actuando como moderador externo, manteniendo el control de la 
misma. Sin embargo, si el Dr. Houssay creía que tenía la receta para evitar que 
grupos antagónicos desvirtuaran o pusieran en peligro dicha imparcialidad, se 
lo hiciera saber. Hacía notar, además, que la limitación de movimientos de la 
antena impedía su uso para fines tales como seguimientos de satélites. 

El Dr. Houssay respondió a esta carta el 28 de febrero tranquilizando al 
Dr. Tuve acerca de los peligros de parcialidad o de uso no radioastronómico de 
la Estación. Agregaba, además, que en un mes estaría en Washington y podrían 
charlar sobre el tema. Realizada esta reunión el 30 de marzo, en una carta del 
5 de abril al Dr. Varsavsky, el Dr. Tuve manifestaba que, habiendo quedado en 
claro que la CIW no estaba requiriendo dinero de las fuentes argentinas y que, 
por el contrario, estaba dispuesta a colaborar con construcciones, salarios, etc., el 
Dr. Houssay retiró los reclamos de propiedad conjunta y que hubo amplio acuerdo 
en seguir adelante con el proyecto, designando a los Dres. Varsavsky y Jaschek 
como interlocutores válidos, tanto para el Dr. Houssay como para el Dr. Tuve. La 
junta de tres personas que tenía en mente el Dr. Tuve, para manejar el proyecto, 
se compondría entonces de ellos dos y el mismo Tuve (o su representante, el 



228 


E. Baja ja 


Ing. Ecklund). De esta manera se despejaba el camino para iniciar los trabajos 
tendientes a la instalación del radiotelescopio en la Argentina. 

3.6. Creación del IAR 

Luego del entendimiento con el Dr. Houssay, de las preparaciones descritas 
en esta Sección y de la enumeración de necesidades, por parte del Dr. Tuve, para 
llevar a cabo la instalación, los pasos siguientes se fueron cumpliendo en forma 
relativamente rápida y ordenada. Como primer medida, el 27 de Abril de 1962 
el CONICET creó el Instituto Nacional de Radioastronomía (INRA). Para la 
Dirección del Instituto fue elegido el Dr. Carlos M. Varsavsky de la UBA y para 
la Subdirección el Dr. Carlos Jaschek, del Observatorio de La Plata. El Ing. Juan 
del Giorgio fue nombrado Asesor Técnico. 

La creación del INRA por el CONICET originó objeciones de la UNLP 
y de la CIC, de la Provincia de Buenos Aires, porque se los dejaba de lado. 
La situación se solucionó a través de la firma de un Convenio entre las cuatro 
Instituciones, CONICET, CIC, UBA y UNLP, fijando las pautas de colaboración 
para el sostenimiento del funcionamiento del INRA. Este nombre se cambiaría 
luego por el de Instituto Argentino de Radioastronomía (IAR) para evitar la 
confusión con otro Instituto que usaba la misma sigla (Instituto Nacional de 
Reforma Agraria) y por ser más adecuado, el término Argentino, en vista de 
las Instituciones que integraban el Convenio. Esta sigla, IAR, es la que se usará 
aquí de ahora en adelante. 


4. Dirección del Dr. Carlos M. Varsavsky (04/1962 - 09/1969) 

4.1. Primeras gestiones y trabajos 

La primera reunión del Director, Sub Director y Asesor Técnico del IAR, 
con todos los integrantes del grupo que se haría cargo de los detalles de la orga¬ 
nización y puesta en marcha del Instituto, se realizó en la Ciudad Universitaria 
en diciembre de 1962. Dicho grupo estaba formado por los Ingenieros Rubén 
Dugatkin, Emilio Filloy (ambos recién regresados de EEUU) y Ornar González 
Ferro, y los estudiantes de Ingeniería Electrónica Valentín Boriakoff y de Física 
Fernando Raúl Colomb y Esteban Bajaja. 

Para el proyecto era necesario, ante todo, hallar y conseguir el terreno para 
la instalación del radiotelescopio a proveer por la CIW y del Interferómetro 
Solar instalado en la Facultad de Agronomía. En función de las características 
que debía reunir dicho terreno, en cuanto a silencio radioeléctrico, accesibilidad, 
extensión, etc., se consideraron varias alternativas (terrenos en Brandsen, Ezeiza, 
San Pedro, etc.) pero, finalmente, se eligió un área dentro del Parque Pereyra 
Iraola. La CIC de la Provincia de Buenos Aires se encargó de gestionar, ante las 
autoridades provinciales, la cesión de dicho terreno. 

El Dr. Isnardi, Presidente de la CIC, en conocimiento de que se necesitaba 
una longitud de 1000 m para el Interferómetro Solar, calculó que si se ubicaba 
en la diagonal de un cuadrado se necesitaban 50 Has, y eso fue lo que solicitó. 
Finalmente, con buen criterio, se cedieron solo 10 Has, 6 Has en forma de un 
terreno de 200 m x 300 m y 4 Has adicionales en forma de una franja de 800 m x 
50 m, en la dirección Este-Oeste. De esta manera, utilizando una franja adicional 



Historia del IAR 


229 


de 200 m x 50 m de las 6 Has, se tenía la franja de 1000 m de longitud para el 
interferómetro. El Comisionado Federal de la provincia de Buenos Aires firmó, 
el 30 de octubre de 1962, el decreto por el cual se cedían esas 10 Has con carácter 
precario. El terreno se hallaba a la altura del km 40 del Camino Gral. Belgrano 
y a 1500 m del mismo, aproximadamente en dirección SE. A la franja E-0 se 
sumó luego otra franja similar, en dirección N-S, para el interferómetro que se 
planeó construir con dos antenas de 30 m, con lo cual el área total cedida fue de 
14 Has. 

Lo primero que se instaló, en el terreno principal, fue una casilla prefabri¬ 
cada para servir de depósito, vestidor y cocina-comedor. Mientras se esperaba 
la llegada de las partes, para comenzar con los trabajos correspondientes al ra¬ 
diotelescopio para la línea de 21 cm del Hl, se comenzó a desarmar y a mudar el 
Interferómetro Solar, instalado en Agronomía, al terreno en el Parque Pereyra 
y a instalarlo allí (Figura 5, panel izquierdo). Estos trabajos sirvieron a los inte¬ 
grantes del grupo de trabajo para tomar conocimiento de los problemas con que 
se debería lidiar en el futuro: trasladarse desde Buenos Aires y La Plata, recorrer 
los 1500 m de camino de tierra entre el Camino Gral. Belgrano y el IAR y, sobre 
todo, caminar por la franja E-O, llena de arbustos y con víboras, escuerzos e 
insectos. En el panel derecho de la Figura 5 se ve a los tres pioneros, Bajaja, 
Filloy y Colomb, durante el trabajo de instalación del interferómetro solar. 

El 20 de junio de 1964 se detectaron, por primera vez, franjas de interferen¬ 
cia observando el Sol con el interferómetro. La dedicación al radiotelescopio para 
21 cm hizo que no se progresara luego en la utilización y mejoramiento de este 
instrumento. La observación interferométrica del sol en el IAR quedó en manos 
del Ing. Marabini, del Observatorio de La Plata, quien no se integró al plantel 
del IAR pero utilizó los terrenos del Instituto para la construcción de otro in¬ 
terferómetro solar. Su trabajo quedó inconcluso por problemas con la Dirección 
del Observatorio de La Plata. Parte de las ruinas de su instalación pueden verse 
aún en los terrenos del IAR. La observación radioastronómica del Sol, con disco 
simple, se realizaría en el IAR por un par de años (ver más adelante) y también 
en la Comisión de Estudios Geo-Heliofísicos y, posteriormente, en el IAFE. 



Figura 5 Izquierda: La caseta y el interferómetro solar. Derecha: Ba¬ 
jaja, Filloy y Colomb instalando el interferómetro. 






230 


E. Baja ja 


La CIW se comprometió a enviar, de acuerdo a lo previsto, lo necesario para 
la construcción de un radiotelescopio para la observación de la línea de 21 cnr del 
Hi (1420 MHz), consistente en una antena con un reflector parabólico de 30 m de 
diámetro, con montaje ecuatorial, y un receptor multicanal. El primer paso con 
respecto a estos elementos era, por tanto, gestionar la libre entrada de dichas 
partes al país. La gestión se realizó y el 1- de enero de 1963 el Presidente de 
la Nación Argentina, en ese momento el Dr. José María Guido, firmó el decreto 
respectivo. 

Algo que se necesitaría en forma inmediata en los terrenos del IAR, en Pe- 
reyra Iraola, era un galpón para el trabajo de armado de las costillas y, proviso¬ 
riamente, para un laboratorio de electrónica donde se trabajaría con el receptor. 
La idea era licitar su construcción, pero una medida del Gobierno de la Provin¬ 
cia de Buenos Aires obligó a apresurar el trámite. Debido a que habían pasado 
algunos meses sin que se hiciera realmente uso de los terrenos cedidos al IAR, 
el Gobierno accedió a que un agricultor sembrara maíz en los mismos. A ello se 
agregaba la disposición, que acompañaba la cesión del terreno, que fijaba el 31 
de octubre de 1963 como fin del plazo para hacer uso del terreno. La solución se 
halló en la Ciudad Universitaria de Nuñez donde había un galpón de aluminio, 
de 14 m x 7 m, que la Fuerza Aérea tenía en ese predio y que se usaba, provi¬ 
soriamente, como comedor para estudiantes. Se consiguió que fuera donado al 
IAR y se dispuso su traslado a los terrenos de Pereyra Iraola. 

El primer inconveniente surgió cuando, a principios de octubre de 1963, 
personal del IAR fue a desarmar el galpón para transportarlo. La mujer que 
tenía la concesión del comedor se opuso en forma tan agresiva que Julio, un 
joven carpintero contratado para los trabajos, recibió un martillazo en la cabeza 
que, por suerte, no tuvo consecuencias graves. Superado este inconveniente, se 
desarmó el galpón parcialmente y las partes se cargaron en un camión para 
trasladarlas a los terrenos del IAR en el Parque Pereyra Iraola. Aquí surgió el 
segundo inconveniente en esta odisea. El tamaño de las partes del galpón era 
aún tal que, apenas traspasados los límites de la Ciudad Universitaria por el 
camino de salida, las partes sobresalientes de la carga barrieron con las líneas 
de teléfono y de energía eléctrica. Esto originó, por supuesto, los inconvenientes 
correspondientes en la Ciudad Universitaria, pero también obligó a desmontar la 
carga al lado del camino, desarmar más las partes con tamaño excesivo y volver 
a cargar los camiones. 

Al llegar al camino de acceso a los terrenos del IAR, sobre el km 40 del 
Camino Gral. Belgrano, se presentó el tercer inconveniente: el camino estaba tan 
barroso que era imposible llegar a dichos terrenos. Hubo que descargar todo, 
a la entrada del camino, para llevarlo al lugar definitivo cuando el estado del 
mismo lo permitiese. Evidentemente, otro de los asuntos urgentes a atender era 
el del mejoramiento del camino de acceso. En la Figura 6 se muestra el galpón 
en construcción en el lugar en que aún se encuentra. 

Varsavsky, a lo largo de 1963, se encargó de gestionar todo aquello que sería 
necesario para que se pudieran realizar los trabajos de construcción e instalación 
del Observatorio. 

Entre otras cosas, gestionó: 

■ El afirmado del camino de acceso, a la Dirección de Vialidad de la Provincia 
de Buenos Aires. 



Historia del IAR 


231 



Figura 6 El galpón de aluminio en construcción. 


■ Una parada, frente al camino de acceso, a la línea de transporte público 
Río de la Plata que cumplía el servicio a lo largo del Camino General 
Belgrano. 

■ Una línea telefónica, a ENTEL 1 . 

■ Provisión de energía eléctrica, a la Dirección de Energía de la Provincia de 
Buenos Aires. 

■ Protección de la banda de 80 a 90 MHz, al Ministerio de Comunicaciones, 
para evitar interferencias en la frecuencia del interferómetro solar. 

■ Una licencia de radioaficionado, al Ministerio de Comunicaciones. 

■ Un medidor de intensidad de campo, al NRAO, para verificar la ausencia 
de interferencias o estimar su intensidad. 

■ Un anemómetro, al Servicio Meteorológico Nacional, para monitorear el 
viento ya que este podría afectar no solo la seguridad de la antena sino 
también la calidad de las observaciones. 

■ Proyectores, transmisores e instrumentos, a la Dirección de Electrónica 
Naval. 

Aunque se reinstalaba el interferómetro con antenas Yagui para la observa¬ 
ción del Sol, el Dr. Varsavsky solicitó a CITEFA la cesión de una antena para¬ 
bólica con montaje ecuatorial, de 1,80 m de diámetro, también para observación 
solar pero en la longitud de onda de 11 cm. Conseguida la antena, se la utili¬ 
zó con un receptor construido en el IAR para la frecuencia de 2695 MHz. Esta 
instalación se terminó en 1966 y se comenzó a observar el flujo del Sol en di¬ 
cha frecuencia en forma rutinaria (Figura 7, panel izquierdo). Las observaciones 
se realizaron durante dos años y los resultados fueron enviados al Aeronomy 
and Space Data Center en Boulder (Colorado, EEUU) donde eran compilados y 
publicados mensualmente. 

Las Instituciones del Convenio que sostenían al IAR, por otra parte, debían 
proveer las construcciones para alojar oficinas, laboratorios, talleres, biblioteca, 


1 Empresa Nacional de Telecomunicaciones (N. del E.) 




232 


E. Baja ja 


sala de control, comedor, etc., lo cual implicó la realización de licitaciones. Estas 
obras se fueron realizando desde 1964. 

La CIW realizó los primeros embarques a principios de 1963. Al llegar, 
fueron almacenados, provisoriamente, en la Ciudad Universitaria de la UBA, en 
Núñez, y el 10 de octubre fueron trasladados a Pereyra Iraola. La CIW envió 
armado solamente el pedestal con el eje ecuatorial; el resto venía en forma de 
caños de acero y de aluminio, chapas de aluminio desplegado, tornillos, etc. 
También envió un camión International y un generador, con motor Diesel, de 
50kVA. Al camión se le adosó rápidamente una grúa, simple pero efectiva, que 
fue muy útil durante el proceso de construcción de la antena (Figura 7, panel 
derecho). En realidad, tanto el camión como la grúa siguen siendo utilizados en 
la actualidad. Al generador, que también sigue prestando servicios, hubo que 
construirle un edificio alrededor que luego serviría también de garaje. 



Figura 7 Izquierda: La antena solar de 1,80 m. Derecha: El camión y 
el generador de 50kVA. 


Para la dirección del trabajo de armado del radiotelescopio llegó, en no¬ 
viembre, el Ing. Everett Ecklund, enviado por la CIW, y el 14 de noviembre 
comenzaron los trabajos. El Ing. Ecklund tenía una gran experiencia en el dise¬ 
ño y construcción de receptores y antenas. Además de buen ingeniero, era una 
muy buena persona que tuvo mucha influencia en la gente joven que trabajaría 
con él durante los siguientes dos años y medio. Tuvo, además, la suerte de con¬ 
tar en Argentina con colaboradores y operarios muy calificados, entre estos un 
soldador, Dante Guede, que tenía justamente la responsabilidad de los cortes y 
las soldaduras críticas en las estructuras de acero. Estas debían resistir enormes 
cargas y ser muy precisas por estar destinadas a un instrumento astronómico. 

Ecklund montó las mesas para armar las costillas en el galpón de aluminio 
e hizo trabajar, a todo el personal disponible, en las costillas mismas y sus inter¬ 
conexiones, en el anillo central que sostendría las costillas, y en los pedestales, 
uno para sostener la plataforma en la que se instalaría el cabezal (FE por “front 
end”) del receptor y otro para sostener todo el sistema de movimiento (ejes de 
ascensión recta y de declinación con los motores respectivos). 

Ecklund era, además, un radioaficionado y había traído consigo un equipo 
de radio para la comunicación fluida con DTM en Washington. Para ello cons- 







Historia del IAR 


233 


truyó una antena rómbica, que apuntaba al norte, y una caseta para alojar el 
equipo de radiocomunicación. Este equipo siguió prestando sus servicios en el 
IAR hasta muchos años después de haber regresado Ecklund a su país, durante 
la época en la cual las comunicaciones internacionales se realizaban todavía a 
través del Servicio de Ondas Cortas de Transradio Internacional (cuya estación 
receptora estaba justamente en Villa Elisa) y eran caras. Esas comunicaciones 
fueron de enorme valor práctico ya que permitieron solucionar rápidamente mu¬ 
chos problemas técnicos. 

El personal científico se integró, en principio, con los Licenciados en Física, 
recibidos en la UBA, Wolfgang Póppel, que había estado en Leiden, y Esteban 
Bajaja y Raúl Colomb, egresados en 1963 y 1964, respectivamente. Todos ellos 
se incorporaron al IAR con contratos del CONICET. En mayo de 1964, este 
personal se incrementó con un concurso de becas por el cual ingresaron al IAR 
los Licenciados en Física Silvia Garzoli, Catherine Cesarski, José Deyrn y el 
matrimonio Peralta. Esto conformaba un grupo científico cuya misión sería, en 
el futuro, realizar las observaciones e investigaciones con el radiotelescopio que 
se estaba construyendo y, por lo tanto, era de su interés colaborar en los trabajos 
de construcción de la antena. 

En julio de 1964 se realizó en Tucumán, en la localidad de Horco Molle, una 
Escuela Latinoamericana de Física en la cual participó el personal científico. El 
Dr. Varsavsky tuvo a su cargo el curso de Magnetohidrodinámica. Dos de los 
participantes en esta Escuela, Ramón Quiroga (de Tucumán) y Edmundo da 
Rocha Vieira (de Brasil) se incorporarían luego al grupo científico del IAR. 

Bajaja y Colomb, junto a los Ingenieros Filloy, Dugatkin, González Ferro, 
Boriakoff y del Giorgio, participaron en los trabajos dirigidos por Ecklund para la 
construcción de las diversas partes de la antena. El Ing. Juan del Gorgio renunció 
a su cargo de Asesor Técnico poco tiempo después de comenzados los trabajos. 
La eficiencia de la dirección de Ecklund y la colaboración de todos, hicieron 
posible la detección de Hi, por primera vez, el 1- de abril de 1965 cuando el 
disco (anillo central + plataforma + costillas + superficie) estuvo terminado 
y apoyado sobre pilares en el suelo, apuntando al cénit. Se usó para ello una 
primera versión del receptor, con 10 canales. Fue un hecho histórico, de enorme 
importancia para el IAR, como institución, y para los que estuvieron trabajando 
en la construcción del radiotelescopio. 

4.2. La construcción de la Antenal 

El trabajo de construcción de la antena requirió: 

1. El armado de las costillas de aluminio (Figura 8). 

2. La construcción del anillo central de acero (Figura 9). 

3. El armado del sistema de movimiento con los ejes de declinación y de 
ascensión recta (Figura 10). 

4. La fijación de las costillas al anillo central, asegurando su posición radial 
con caños de aluminio y con anillos, del mismo material, para definir la 
forma del paraboloide (Figura 11, panel izquierdo). 

5. La medición de la posición de los anillos de aluminio con teodolito (Figu¬ 
ra 11, panel central). 



234 


E. Baja ja 


6. La fijación de las chapas de aluminio desplegado que constituirían la su¬ 
perficie del paraboloide. 

7. La construcción de la plataforma para el cabezal del receptor (Figura 11, 
panel derecho). 

8. La construcción del pedestal para la plataforma, con torres prefabricadas 
de hierro galvanizado, y fijación del conjunto al anillo central de acero 
(Figura 12). 

9. La instalación del cabezal del receptor (Figura 13, panel izquierdo) en la 
plataforma respectiva (Figura 13, panel derecho). 

A esta altura de los trabajos se llegó el 1- de abril de 1965 cuando se detectó Hi 

por primera vez. 

10. La construcción de la base de cemento armado para el pedestal del sistema 
de movimiento (Figura 14, panel izquierdo). 

11. Construcción, sobre la base de cemento, del pedestal para el sistema de 
movimiento (Figura 14, paneles central y derecho). 

12. El montaje del sistema de movimiento sobre el pedestal respectivo (Figu¬ 
ra 15, panel izquierdo). 

13. El montaje del disco armado sobre el sistema de movimiento (Figura 15, 
panel derecho). 



Figura 8 Izquierda: Mesa para el armado de las costillas. Centro: 
Prensa para sujetar los caños de aluminio. Derecha: Vista de uno de 
los nodos. 



Figura 9 Izquierda: Comienzo de la construcción del anillo de acero 
central. Centro: Vista de uno de los nodos. Derecha: El anillo central 
terminado. 















Historia del IAR 


235 



Figura 10 Izquierda: Corona para el movimiento en ascención recta. 
Centro: Eje para el movimiento en declinación. Derecha: El sistema de 
movimientos armado. 



Figura 11 Izquierda: Instalación de las costillas y de los anillos. Cen¬ 
tro: Medición de las posiciones de los anillos con teodolito. Derecha: 
Plataforma, ya armada, para el cabezal. 



Figura 12 Izquierda: Instalación del pedestal para la plataforma. 
Centro: Instalación de la plataforma. Derecha: Plataforma instalada. 


Durante la construcción del radiotelescopio, el 19 de octubre de 1965, la 
CIW y el IAR firmaron un convenio por el cual: a) La CIW enviaba los mate¬ 
riales para la construcción de dos antenas de 30 m, un receptor multicanal para 
la línea de 21 cm del Hi y un receptor para el continuo, b ) El IAR proveía los 
edificios, caminos, servicios (electricidad, agua, calefacción, etc.), fundaciones y 



























236 


E. Baja ja 



Figura 13 Izquierda: Vista del primer cabezal. Derecha: Cabezal ya 
instalado en la plataforma. 



Figura 14 Izquierda: Construcción de las bases de cemento armado 
para el pedestal de los movimientos. Centro: Construcción del pedes¬ 
tal sobre las bases de cemento. Derecha: Pedestal para el sistema de 
movimientos teminado. 


movimientos de antenas, c) El uso de los radiotelescopios sería irrestricto para 
ambas instituciones, d) El uso por parte de extranjeros sería autorizado por am¬ 
bas instituciones. Cuando el trabajo en la primera antena estuvo suficientemente 
avanzado, la liberación de mano de obra permitió comenzar con el armado de 
las costillas para la segunda antena, para la cual ya había llegado el material. 

Simultáneamente con la construcción de los radiotelescopios, se fueron cons¬ 
truyendo varios edificios: 

1. Un edificio principal destinado a alojar, en la planta baja del ala sur, la 
sala de control del radiotelescopio, un baño y un cuarto oscuro, y en la 
planta alta las oficinas de la Dirección. El ala norte estaba destinada a la 
biblioteca, el aula, dos baños y dos dormitorios (Figura 16). 

2. Un edificio para el Laboratorio de Electrónica y el Taller Mecánico en la 
planta baja y oficinas sobre el Laboratorio de Electrónica (Figura 17). 

3. Un edificio para el casero, con un comedor para el personal. 

4. Un edificio para alojar el grupo electrógeno con espacio para garaje. 















Historia del IAR 


237 



Figura 15 Izquierda: Instalación del sistema de movimientos sobre el 
pedestal. Derecha: Instalación del disco sobre el sistema de movimien¬ 
tos. 



Figura 16 Izquierda: Edificio principal en construcción. Derecha: Edi¬ 
ficio principal terminado. 


Cuando el edificio principal estuvo terminado, se hicieron evidentes varios 
problemas en el diseño con los cuales el personal tuvo que convivir desde en¬ 
tonces. Algunos de esos problemas sin embargo, aquellos que no requirieron una 
reconstrucción del edificio, fueron rápidamente corregidos. En el edificio para 
Electrónica y Mecánica, los espacios para estas funciones fueron ocupados rápi¬ 
damente (Figura 18) al igual que las oficinas construidas arriba del Laboratorio 
de Electrónica. Aquí también se descubrió que no fue una buena idea tener las 
oficinas arriba del Taller Mecánico por el ruido que producían las máquinas. 
Esto se solucionaría varios años después cuando se construyó un local separado 
para el Taller Mecánico. La otra deficiencia, aún no solucionada, fue la falta de 
instalaciones sanitarias en este edificio. El espacio que ocupaba el Laboratorio 
de Electrónica, en el galpón de aluminio, quedó para depósito. 











238 


E. Baja ja 



Figura 17 Izquierda: Edificio para Electrónica, Mecánica y Oficinas, 
en construcción. Derecha: Edificio terminado. 



Figura 18 Izquierda: Laboratorio de Electrónica. Derecha: Taller Me¬ 
cánico. Arriba, a la derecha, oficinas. 


4.3. La inauguración 

La condición óptima para el trabajo científico ocurrió cuando se completó el 
montaje del disco, en febrero de 1966, y el receptor dispuso de su banco de filtros 
de 56 canales angostos y 34 anchos. El día de la inauguración del radiotelescopio, 
el 26 de marzo de 1966, con la presencia de personalidades de instituciones 
nacionales y extranjeras y con la presencia, inclusive, de H. Van de Hulst, fue un 
día de fiesta para todos. Durante el acto de inauguración pronunciaron sendos 
discursos el Dr. Tuve, en su calidad de Director de DTM y representante de CIW, 
y el Dr. Varsavsky como Director del IAR (Figura 19). El verdadero artífice de 
esta obra, el Ing. Ecklund, no participó de los discursos pero todo el personal 
del IAR, que trabajó duro junto a él para que el radiotelescopio estuviese listo 
en dos años y medio, le rindió un homenaje especial. Fue también la ocasión 
para que el Dr. Tuve reconociera su error en el juzgamiento prematuro de los 
Ingenieros Filloy y Dugatkin. 

Es interesante comparar las ideas originales de Tuve con la realidad. 











Historia del IAR 


239 



Figura 19 Izquierda: El Ing. Ecklund. Centro: Vista del público asis¬ 
tente al acto de Inauguración. Derecha: El Dr. van de Hulst. 


Las ideas originales: 

1. Crear un Observatorio Radioastronómico Austral de la Carnegie y Regio¬ 
nal (para Argentina, Brasil, Chile, Perú y Uruguay). 

2. Disponer en la Estación de comodidades básicas para un Observatorio a 
usar durante un tiempo limitado (aproximadamente 15 años). 

3. Enviar el radiotelescopio de CIW en Derwood. 

4. Tener desde DTM control sobre la Estación. 

5. Ubicar el Observatorio cerca de un Centro Astronómico importante para 
contribución de los Astrónomos. 

6. Contar con el apoyo de las instituciones locales para la instalación, man¬ 
tenimiento y operación de la Estación. 

La realidad: 

1. CIW casi no utilizó este Observatorio y, desde el punto de vista regional, 
el único país que lo usó fue Brasil, aunque durante muy poco tiempo, de 
modo que el Observatorio del IAR, en la práctica, fue para la Argentina y 
la sigla IAR terminó incluyendo pronto al Observatorio. 

2. Las instalaciones tuvieron un carácter permanente a través de la construc¬ 
ción de los edificios necesarios y la provisión de todos los servicios (energía, 
agua, comedor, comunicaciones, etc.). 

3. CIW proveyó los materiales para la construcción de dos telescopios con 
discos parabólicos de 30 m de diámetro, con montaje ecuatorial y de mo¬ 
vimiento restringido. 

4. CIW no tuvo control absoluto de la Estación. 

5. El personal que se reclutó inicialmente para la actividad científica estaba 
compuesto por físicos. El único astrónomo era el Director, el Dr. Carlos 
Manuel Varsavsky, graduado en Harvard. La cercanía al Observatorio de 
La Plata y a la Universidad de La Plata, sin embargo, determinó que final¬ 
mente la mayoría de los integrantes del plantel científico fueran astrónomos 
egresados de la UNLP. 

6. CIW contó con el apoyo de las instituciones locales. 



240 


E. Baja ja 


1958 

La RA fue posible cuando los desarrollos tecnológicos electrónicos permi¬ 
tieron la recepción de las ondas de radio de origen cósmico y, a partir de su 
descubrimiento, su desarrollo científico dependió fuertemente del desarrollo téc¬ 
nico. La rapidez con la que este evolucionaría podría haber sido vaticinada, en 
1958, por estos hechos: a) la aparición del transistor; b ) el comienzo de la era 
espacial, y c) la aparición de las primeras computadoras. 

Esta rapidez en el desarrollo de nuevas tecnologías tuvo lugar, principal¬ 
mente, en el hemisferio norte, y los principales observatorios de ese hemisferio 
fueron los que impulsaron el desarrollo de receptores de muy bajo nivel de ruido, 
parámetro que, una vez fijada el área colectora de las antenas, es el fundamen¬ 
tal para determinar la sensibilidad del radiotelescopio. Por esta razón, fue muy 
importante la continuidad de la colaboración de CIW-DTM con el IAR, ya que 
permitió la periódica puesta al día, no solo de la electrónica asociada al receptor, 
sino también del “know-how” de los Ingenieros del IAR. 

El desarrollo de la RA en la Argentina fue también posible, en gran medida, 
gracias a la creación del CONICET, el 5 de febrero de 1958. La creación de la 
Asociación Argentina de Astronomía, por otra parte, ocurrió en noviembre de 
ese mismo año y facilitó la comunicación con las otras áreas de la Astronomía 
en el país. 


4.4. Los primeros anos 

A comienzos de abril de 1966, el Ing. Boriakoff solicitó una licencia por 
un año para trabajar en el NRAO. Boriakoff nunca regresó al pais pero desde 
EEUU colaboró con el IAR en diversas oportunidades. En mayo de 1966, Merle 
Tuve le informó a Varsavsky de su retiro por jubilación a los 65 años de edad. 
Evidentemente este proyecto, la instalación de un radiotelesopio en el hemisferio 
sur, fue uno de los últimos de su carrera y lo pudo concretar a tiempo. Le sucedió, 
en la Dirección de DTM, el Dr. Ellis T. Bolton quien le aseguró a Varsavsky que 
se continuaría con la colaboración. El Dr. Bolton, sin embargo, no era físico ni 
astrónomo sino biólogo y, por lo tanto, sin el entusiasmo por la Radiostronomía 
que caracterizó al Dr. Tuve. Tampoco estaría allí Bernard Burke ya que en poco 
tiempo se trasladaría al MIT. 

La colaboración continuó pero esa diferencia se notaría en la actitud del 
Dr. Bolton con respecto al IAR en general y con respecto a Varsavsky en par¬ 
ticular. Una de las primeras consecuencias del cambio de Dirección en DTM fue 
la reducción de aportes al IAR para su funcionamiento y la supresión de muchas 
suscripciones a revistas científicas y técnicas. Esto originó, por parte de Var¬ 
savsky, una rápida gestión de ayuda económica en el exterior llegando, inclusive, 
a ofrecer un “partnership” INRA-Harvard al Director del Harvard College Obser- 
vatory. En el país, le ofreció a la Dirección de Electrónica Naval amplificadores 
paramétricos, construidos en el IAR, para aplicar en radares marinos. 

A pesar de la situación económica, Varsavsky le envió al Dr. José Luis Ser- 
sic, una carta preguntándole si él y el Dr. Landi Dessi estarían de acuerdo en 



Historia del IAR 


241 


proponer a la Argentina como sede de una Asamblea General de la UAI 2 . Esta 
idea, evidentemente, no prosperó. 

En mayo de 1966, el Dr. Varsavsky le solicitó al Dr. Houssay la autorización 
para contratar a Marta D’Agostino, quien cumpliría las funciones de Secretaria 
y Bibliotecaria durante casi diez años. Ken Turner y Bernie Burke, de DTM, lle¬ 
garon en junio y julio, respectivamente, y estuvieron un mes, aproximadamente, 
trabajando en el IAR. En septiembre de ese año se incorporaron al IAR Clotilde 
Bartolomé y su esposo, Adolfo Cortiñas para las funciones de cocina y limpieza 
por un lado, y de chofer y mantenimiento por el otro. Como además vivirían en 
la casa construida para los caseros, cumplirían también con tareas de vilgilancia. 

A partir de la inauguración comenzó la etapa de producción científica del 
IAR y se prosiguió con la construcción de la segunda antena de 30 m, gemela de 
la primera, que, para la fecha de inauguración de esta, ya tenía las costillas ar¬ 
madas. Para esta época, el Ing. Ecklund había regresado ya a Washington, pero 
quedó la enseñanza y la experiencia recogida por los que colaboraron con él en 
la construcción de la primera antena. Esto permitió llevar a cabo la construcción 
de la segunda antena en forma exitosa. Las comunicaciones vía radio, por su¬ 
puesto, ayudaron enormemente en los casos que requirieron asesoramiento, tanto 
en materia mecánica como electrónica. La pericia de Dante Guede en materia 
de soldaduras también fue importante. Este fue siempre un motivo de orgullo 
para los que participaron en dicha construcción: el segundo radiotelescopio fue 
construido enteramente por el personal argentino del IAR. 

Cuando se iniciaron las observaciones con la antena recién inaugurada, el 
cabezal utilizaba un mezclador con una temperatura de ruido de, aproximada¬ 
mente, 800 K y se utilizaba la comparación en frecuencia para la observación. 
Esta tecnología resultaba en un receptor muy ruidoso con una temperatura de 
sistema superior a 1000 K. El amplificador de entrada fue muy pronto reem¬ 
plazado por uno paramétrico y la conmutación en frecuencia se cambió por la 
conmutación contra una resistencia sumergida en Nitrógeno líquido. En julio de 
1967 Ken Turner instaló el paramétrico y la salida digital. De esta manera la 
T s i s pasó de 800 K a 300 K. Los parámetros del radiotelescopio, tomando esta 
versión del receptor, son los siguientes: 

Parámetros de la Antena 

■ Reflector parabólico de 30 m de diámetro. 

■ Ancho a media potencia del lóbulo principal: 28b 

■ Distancia focal: 12,5 m. 

■ Movimiento en declinación: —10° a —90°. 

■ Movimiento en ascensión recta: —2 a +2 horas de A.H. 

En el panel izquierdo de la Figura 20 se ve la parte de la consola correspon¬ 
diente a la Antena 1 desde la cual se controlaba el movimiento y posicionamiento 
de la misma. El error de apuntamiento, sin viento, era de ±2' (el viento podía ha¬ 
cer oscilar la antena debido al juego entre los dientes de los engranajes). El único 
parámetro del telescopio que cambiaría, en la posterior evolución instrumental, 


2 Unión Astronómica Internacional (N. del E.) 



242 


E. Baja ja 


sería el diagrama de potencia de la antena en función del diagrama de radiación 
del alimentador. El primer alimentador (Figura 20, panel derecho) consistía en 
un dipolo de \ longitud de onda, delante de un reflector cilindrico simple, que 
producía un haz demasiado ancho para la superficie que debía iluminar. Esto se 
traducía en un valor bajo para el ancho del haz de la antena pero a costa de un 
alto grado de contaminación, con radiación proveniente de tierra, por encima de 
los bordes del disco (“spillover”) y a través de lóbulos laterales más prominentes, 
es decir, de una menor eficiencia del haz. 



Figura 20 Izquierda: La consola con los controles de la Antenal. 
Derecha: Vista del alimentador del primer cabezal. 


Características del receptor 

■ Sistema Dicke conmutando entre cielo y R a 77 K (N líquido). 

■ Superheterodino con amplificador paramétrico. 

■ Frecuencia intermedia: 30 MHz. Ancho de banda: 10 MHz. 

■ Temperatura de sistema: ~ 300 K. 

En la Figura 21 pueden verse, en el panel izquierdo, el esquema del receptor, 
y en el panel derecho, los bastidores en la sala de control que contienen los 
controles del cabezal y los amplificadores de frecuencia intermedia (FI). 

Espec tr ó metro: 

■ 2da conversión: a 2 MHz. 

■ 56 canales analógicos de 10 kHz (2,1 km s -1 ) de ancho, separados 18,9 kHz 
(4kms -1 ). Rango de velocidades = 224 kms -1 . (Figura 22, panel izquier¬ 
do). 

■ 30 canales analógicos de 100kHz (21 kms -1 ) de ancho, separados 100kHz. 
Rango de velocidades = 630kms -1 . 

■ Detección cuadrática sincrónica. 

■ Lectura con llave rotatoria mecánica cada 90 segundos (Figura 22, panel 
derecho). 

■ Salidas analógica y digital. 









Historia del IAR 


243 



Figura 21 Izquierda: Esquema del Receptor. Derecha: Bastidores del 
Receptor en la Sala de Control. 


Como ejemplo, para canales con un ancho de B = 10 kHz e integrando 
durante t = 90 segundos, el valor medio cuadrático del ruido en cada canal sería 


A T (mis) = \/2T s [ s /\ /, B t = 0,45K. 



Figura 22 Izquierda: Llave rotatoria y caja conteniendo los filtros. 
Derecha: La llave rotatoria por dentro. 

En la Figura 23 (panel derecho) se puede ver un perfil típico de Hi, obteni¬ 
do con este receptor (Garzoli 1970), comparado con uno de Parkes (Australia) 
















244 


E. Baja ja 


de esa época, obtenido para el mismo punto. La comparación con Parkes fue 
una constante a lo largo de toda la existencia del IAR. Cuando comenzaron 
los trabajos de construcción de la primera antena de 30 m en el IAR, Australia 
inauguraba su antena de 64 m en Parkes (con un área cuatro veces mayor y una 
resolución angular de 14'). Para la época en que el IAR inauguraba su primera 
antena, los radioastrónomos australianos habían realizado ya una gran cantidad 
de observaciones, incluyendo temas que, en principio, fueron considerados temas 
prioritarios para CIW-DTM, como el Centro Galáctico y las Nubes de Magalla¬ 
nes. Era natural entonces la comparación de los resultados obtenidos desde el 
IAR con los obtenidos en Parkes, y los primeros resultados del IAR mostraban 
una ventaja apreciable sobre los de Parkes, la resolución en velocidad, especial¬ 
mente para las observaciones del Hi galáctico. En el IAR, la resolución era de 
2kms~ 1 mientras que en Parkes era de 7,5 km s^ 1 . 

Esta diferencia se hizo resaltar en el primer trabajo del IAR (panel izquier¬ 
do en la Figura 23), publicado en los Proceedings del Simposio N° 31 de la IAU, 
en 1967, en el cual se muestra la curva obtenida con velocidades terminales en 
los perfiles de Hi observados sobre el plano galáctico y que permite estimar las 
características de la curva de rotación galáctica. Los australianos mejoraron rᬠ
pidamente su resolución en velocidad y esta ventaja del IAR fue temporaria. Los 
australianos hicieron de la Radioastronomía una cuestión de interés nacional por 
el aporte que significaba, para el desarrollo del país, el desarrollo tecnológico en 
electrónica de punta y fue siempre apoyada económicamente. Ese desarrollo tec¬ 
nológico estuvo, además, acompañado por una cantidad de científicos formados 
desde los primeros días de la Radioastronomía. Competir con ellos, por lo tanto, 
era muy difícil. 


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E. BAJAJA ET AL. 

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thc curve ohtainrd by Kerr ( 1967 ). The dot» rcprcuent thc nbaervatmn» deaenhed in thn 
paper. 


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20 30 40 50 60 10 8C i 


110 <20 *X W3 150 


Figura 23 Izquierda: Primera publicación con datos del IAR (Bajaja 
y otros 1967). Derecha: Un perfil de Hi obtenido en 1968 (Garzoli 1970). 


Proyectos Observacionales iniciales para la Antena 1 

■ Estructura Galáctica. 

■ Centro Galáctico. 

■ Estructuras particulares de Hl. 

■ Nubes de Magallanes. 

■ Hl entre las Nubes de Magallanes y la Galaxia. 

■ Observación del eclipse total de Sol del 12/11/1966. 












Historia del IAR 


245 


Las primeras observaciones produjeron perfiles con salida analógica grafica- 
da en el registrador. Los perfiles sobre el papel debían ser corregidos por línea de 
base con dibujos a mano alzada, las amplitudes medidas con regla y los cálcu¬ 
los efectuados con regla de cálculo. Este procedimiento debía ser aplicado a la 
determinación de la escala de temperaturas, de velocidades, de la integral del 
perfil, etc., en cada perfil. Esta situación duró poco porque ya estaba en funcio¬ 
namiento, en el Centro de Cálculo de la UNLP, una computadora IBM 1620. La 
salida del receptor había sido digitalizada e IBM le alquiló al IAR una perfora¬ 
dora de tarjetas. Esto obligó a estudiar el lenguaje Fortran y escribir el primer 
programa de reducción de perfiles. Su utilización significó un paso gigantesco, 
en esos tiempos, para el procesamiento de la información. La UNLP le cedió seis 
horas al IAR, un día por semana, para uso exclusivo de la IBM 1620, y ese día 
se transportaban todas las tarjetas perforadas para su procesamiento. 

4.5. La noche de los bastones largos 

A pesar de las comodidades ofrecidas por las instalaciones del IAR en Pe- 
reyra Iraola, para el desempeño del personal técnico y científico, que excedían 
generosamente las comodidades previstas por el Dr. Tuve en su Memorando de 
1961, el lugar podía ser llamado el Observatorio del IAR ya que las oficinas y 
laboratorios, que habían sido cedidos al IAR en el Departamento de Física de 
la Facultad de Ciencias Exactas en la Ciudad Universitaria de la UBA, seguían 
funcionando. Allí se realizaban los desarrollos instrumentales y las actividades 
académicas tal como fue el plan original para el funcionamiento del IAR. 

La “noche de los bastones largos” (29 de julio de 1966), durante la cual 
el Dr. Varsavsky resultó también golpeado y herido (Figura 24), originó que 
este, al igual que muchos otros profesores, renunciara a su cargo de Profesor 
de la UBA y que él, junto con todo el personal científico y técnico del IAR, 
abandonaran las oficinas y locales que ocupaban en el Pabellón de Ciencias 
Exactas y trasladaran su lugar de trabajo al Observatorio en el Parque Pereyra 
Iraola. Esto aportó algunas ventajas pero también algunos problemas con los 
cuales se estuvo conviviendo desde entonces. 

4.6. Efectos de la mudanza 

Positivos 

■ Mayor conocimiento mutuo entre ingenieros y científicos e intercambio de 
información y opiniones. 

■ El Director podía controlar permanentemente todas las actividades del 
Instituto. 

■ Se dispuso de mano de obra adicional para tareas en el IAR. 

Negativos 

■ Necesidad de mayor número de oficinas y de comodidades para el personal. 

■ Mayor consumo de energía y gas y más gastos en comunicaciones. 

■ Necesidad de transporte para más personal. 

■ La distancia y el alejamiento de la UBA hizo más difícil conseguir becarios 
de esa Universidad. 



246 


E. Baja ja 



Figura 24 En “La Noche de los Bastones Largos” Varsavsky fue gol¬ 
peado en la cabeza. 

■ Comparación mutua, entre los miembros del personal, de las dedicaciones 
y sueldos de cada uno. 

Los que se fueron 

Algunos estudiantes de doctorado de Ciencias Físicas, de Varsavsky y de 
otros profesores de la UBA que emigraron, también tuvieron lugar de trabajo 
en el IAR, en forma temporaria, hasta que Varsavsky les consiguió un lugar 
en universidades de EEUU y de Europa. La mayor parte de ellos tuvieron y 
tienen una actuación destacada en el exterior y nunca regresaron para radicarse 
en el país como científicos (Diego y Catherine Cesarsky, Jorge Vernazza, Peter 
Meszaros, Federico y Zulerna Strauss, etc.). 

Los que se quedaron 

Ante todo, se quedó Varsavky quien, a pesar de recibir varias ofertas de 
trabajo desde EEUU y Europa, finalmente decidió quedarse en el país. Los Li¬ 
cenciados en Física que permanecieron en el IAR y comenzaron a utilizar el 
radiotelescopio, a publicar y a completar sus estudios de doctorado, fueron Es¬ 
teban Bajaja, Raúl Colomb, Silvia Garzoli, Wolfgang Póppel y otros que se 
fueron sumando posteriormente, generalmente prosiguiendo sus estudios en la 
UNLP. Desde el principio, la mayoría del personal dependía del CONICET, pri¬ 
mero como contratados y luego, como miembros de las Carreras del Investigador 
Científico y del Técnico. La UBA dejó de contribuir para el funcionamiento del 
IAR de modo que el presupuesto de este dependió más del CONICET. 

4.7. Las Carreras del CONICET 

La Carrera del Investigador Científico y Tecnológico funcionó, en general, 
con reglas claras tanto para el desempeño como para la evaluación de los investi¬ 
gadores. La Carrera del Técnico (luego llamada Carrera del Personal de Apoyo), 
a la que pertenecieron todos los ingenieros, técnicos y el personal administra¬ 
tivo y de maestranza, con evaluaciones realizadas por la Dirección, funcionó 




Historia del IAR 


247 


razonablemente bien para todos excepto para los ingenieros. Este personal, aun¬ 
que ocupa el cuadro correspondiente a la Categoría Profesional, fue considerado 
siempre por el CONICET como personal de mantenimiento de equipos cuan¬ 
do, en realidad, en el IAR estaba realizando tareas de desarrollo, categoría que 
nunca estuvo contemplada. La propuesta del CONICET, de que ese personal se 
incorpore a la Carrera del Investigador Tecnológico, no era conveniente para el 
IAR ni para los ingenieros por las normas de esta Carrera, similares a las del In¬ 
vestigador Científico. Con esas normas, la preocupación por desarrollar nuevos y 
mejores receptores para radioastronomía, sería reemplazada por la preocupación 
de publicar resultados de investigaciones tecnológicas originales. 

Las consecuencias de esta forma de considerar a los ingenieros, por parte 
del CONICET, se tradujo en la dificultad de conseguir para ellos becas que 
les permitieran actualizar sus conocimientos en los observatorios en los que se 
desarrollaban tecnologías de punta, conocimientos que eran imprescindibles para 
mantener actualizados los instrumentos observacionales. 

4.8. Las primeras observaciones y publicaciones 

Una vez completada la mudanza y organizados el traslado del personal y los 
lugares de trabajo, se reiniciaron las actividades técnico-científicas en el nuevo 
IAR-Observatorio. De esta época son las observaciones que permitieron producir 
los gráficos de la Figura 25, tomadas de Garzoli (1970), y que muestran los tipos 
de diagrama que, en su momento, constituyeron una novedad en la comunidad 
astronómica acostumbrada a ilustraciones fotográficas. 



Figura 25 Izquierda: Diagrama l — V. Centro: Diagrama b — V. De¬ 
recha: Diagrama l — b (Garzoli 1970). 


Observación del Eclipse Solar del 12/11/1966 

La parábola de 1,80 m de diámetro, usada para la observación rutinaria del 
Sol desde el IAR, en 2695 MHz, fue trasladada a Corrientes e instalada en el 
aeropuerto de Cambá Punta para la observación del eclipse total de Sol que 
tendría lugar el 12 de noviembre de 1966. El ancho a potencia mitad del lóbulo 
principal de la antena, a la mencionada frecuencia, es de 5 o y el área efectiva de 
la antena es de 1,21 m 2 . En la Figura 26 puede verse el registro obtenido con el 
que los Peralta publicaron un Informe Interno. 











248 


E. Baja ja 



Figura 26 Registro obtenido con el radiotelescopio solar, en 11 cm, 

el 12 de Noviembre de 1966 durante el eclipse total del sol. 

4.9. El Cordobazo 

Las observaciones, reducciones, publicaciones, etc., mostraban, a mediados 
de 1969, un Observatorio en funcionamiento pleno, y un grupo de científicos y 
técnicos enteramente ocupados en sus tareas específicas. En el país, sin embargo, 
la situación no era de tranquilidad. La muerte de estudiantes en Rosario y en 
Corrientes durante manifestaciones, y el descontento de mucha gente, originó el 
llamado de las organizaciones sindicales a un paro general para el 30 de mayo. 
Una nota firmada en el IAR por todos los presentes (investigadores, ingenieros, 
administrativos y obreros) el 28 de mayo de 1969, criticando al régimen de 
Onganía, fue dirigida al CONICET, a cuyas autoridades se invitaba a sumarse 
a la huelga del 30 de mayo, y enviada a los diarios como “solicitada”. 

El 29 de mayo de 1969 ocurrieron disturbios muy serios en la ciudad de Cór¬ 
doba, disturbios que fueron luego denominados “El Cordobazo”, que marcaron 
el principio del fin del gobierno de Onganía, el fin de la Dirección de Varsavsky 
y, casi, el fin del IAR a solo tres años de su inauguración. La nota enviada por 
el personal del IAR originó serias medidas disciplinarias por parte del CONI- 
CET que comenzaron con la puesta “en Comisión con prestación de servicios”, 
de todo el personal firmante, mediante telegramas enviados el 3 de junio. Esos 
telegramas le llegaron a Silvia Garzoli y a Esteban Bajaja, tres días después de 
haber rendido sus exámenes de Tesis en la UNLP. 

Por haber firmado también la nota, como Director del IAR, el CONICET 
dejó sin efecto, además, “la designación del Dr. Varsavsky como representante 
del CONICET ante la Comisión Directiva del IAR ”, lo que implicó, automática¬ 
mente, la caducidad de su elección como Director. El 7 de julio, todo el personal 
del IAR fue citado a una audiencia en la División General de Asuntos Legales de 
la Subsecretaría Legal y Técnica de Presidencia de la Nación. El cierre del IAR 
estuvo presente como una alternativa hasta que se resolvió, en enero de 1971, 
suspender por un día a todo el personal firmante y descontarle un día de trabajo 
por el 30 de mayo de 1969. 

Como el Dr. Varsavsky había publicado en los diarios locales un cable que 
había recibido del Director de DTM, el Dr. Ellis T. Bolton, y esa nota fue publica¬ 
da también en los EEUU, la CIW se sintió preocupada por la posibilidad de que 






Historia del IAR 


249 


dicha nota se interpretara como un intento de interferir en asuntos internos de la 
Argentina. Para evitarlo, Bolton envió una nota al Dr. Houssay rechazando esa 
posibilidad y afirmando que su nota fue citada parcialmente. El Dr. Varsavsky 
se sintió dolido por esta actitud de la CIW y renunció a la Estación CIW-IAR 
Varsavsky siguió siendo miembro de la Carrera del Investigador y estuvo 
un par de meses más terminando con asuntos y rendiciones pendientes antes de 
renunciar a su cargo en la Carrera. Su última carta desde el IAR, conteniendo el 
último informe sobre utilización de fondos de la CIW, dirigida a la Secretaria de 
DTM, es del 25 de septiembre de 1969. No volvió a dedicarse a la Astronomía. 
Falleció en 1983 a los 50 años de edad. 

La Dirección del IAR fue ejercida, provisoriamente, por el Ing. Emilio Filloy 
(después de la inauguración, había sido nombrado Director del Observatorio) 
bajo el control de la Comisión Directiva integrada por representantes de las cua¬ 
tro Instituciones del Convenio. Esta situación se mantuvo hasta que, a mediados 
de 1971, fue designado Director del IAR el Dr. Kenneth C. Turner de DTM. 

Las personas que se desempeñaron en el IAR entre 1963 y 1970, cuyos 
nombres ha sido posible rescatar, fueron las siguientes: 

Área Científica 

Zulema Abraham, Esteban Bajaja, Catherine Cesarsky, Diego Cesarsky, 
Femado Raúl Colomb, José Deyrn, Silvia Garzoli, Dora Goniadzky, Susana Guz- 
man, Dan Harris, Alberto Jech, María Teresa Casas de Peralta, Joaquín Peralta, 
Ramón Quiroga, Federico Strauss, Edmundo da Rocha Vieira. 

Área Técnica 

Ingenieros: Valentín Boriakoff, Rubén Dugatkin, Emilio Filloy, Rodolfo Garra, 
Juan del Giorgio, Ornar González Ferro, Rubén Torres, Roberto Streckwall. 
Técnicos y Artesanos: Aníbal Canmasio, Adrián García, Dante Guede, Zbig- 
niew Swidrak, Alberto Yovino, Eduardo Zalazar. 

Administrativos y Auxiliares 

Marta D’Agostino (Secretaria y Bibliotecaria), Jorge Tarni (Contador), Clo¬ 
tilde Bartomé (Cocina y Limpieza), Adolfo Cortiñas (Chofer y Sereno), Juan 
Alexa (Parquista). 

Fernando Raúl Colomb se doctoró en la UNLP en 1970 y Wolfgang Póppel 
en la UBA en 1971. 


5. Dirección de K. Turner (1971 - 1973) 

El Dr. Turner fue elegido Director como consecuencia de la decisión, de las 
Instituciones firmantes del Convenio para la sustentación del funcionamiento 
del IAR, de mantener funcionando el Instituto y de no hallar localmente a nadie 
a quien asignarle la responsabilidad de la Dirección. La decisión fue acertada 
desde el punto de vista de la competencia del Dr. Turner en los aspectos técnicos 
y científicos del IAR, ya que en DTM estuvo conectado con ambos temas. Era de 
prever, sin embargo, que el Dr. Turner no se sentiría muy a gusto (como sucedió) 
frente a las formalidades y la burocracia locales. Su aspecto informal tampoco 



250 


E. Baja ja 


le ayudaba en las oficinas del CONICET pero su actividad como Director del 
IAR no tenía objeciones. 

En esta época se hizo evidente que la Sala de Control, ubicada en la planta 
baja del edificio principal, adolecía de varios problemas que hicieron necesaria 
la construcción de un nuevo edificio para alojar los equipos de control de los 
radiotelescopios. Con el concurso de la Facultad de Arquitectura de la UNLP, 
bajo el control del personal del IAR, se diseñó y construyó el edificio que se usa 
actualmente. El diseño estuvo en discusión porque los arquitectos habían pro¬ 
yectado un edificio con el piso suspendido a 1 m sobre el suelo, lo cual originaría 
innumerables problemas para el trabajo en el edificio y para el mantenimiento. 
Finalmente, los arquitectos accedieron a apoyarlo sobre el suelo pero perdieron 
su entusiasmo por la obra que dejaba de ser original. 

A fines de 1971, el Dr. Bajaja, gracias a gestiones del Dr. Sahade, obtuvo una 
beca externa del CONICET para trabajar dos años en el Observatorio de Leiden 
(Holanda). Su estadía se extendió hasta fines de 1974 con una beca adicional de 
la Fundación Holandesa para la Radioastronomía. 

En marzo de 1972, una granizada de excepcional intensidad destruyó la 
superficie de la antena que era de aluminio desplegado (Figura 27). Esto obligó 
a conseguir los fondos para instalar una nueva superficie que, para evitar que 
se repita el daño, se eligió de chapas de acero. Se optó por instalar chapas no 
perforadas hasta un radio de 5 m y con perforaciones cuadradas, de 1 cm de lado, 
el resto. Por supuesto, nunca más ocurrió un evento semejante pero, en cambio, 
las chapas pronto se oxidaron. Esta instalación se completó en septiembre de 
1972. La eficiencia de antena resultó similar a la que tenía con la superficie 
anterior. En el cabezal se instaló, además, un nuevo amplificador paramétrico, 
donado por S. Colgate (del New México Institute for Mining and Technology), 
que resultó más confiable y estable. La T s ¡ s era ahora de 190 K. 



Figura 27 La malla de la Antena 1 deformada por una granizada en 
marzo de 1972. 

Mientras tanto, se prosiguió con la construcción de la segunda antena. Con 
el anillo central ya terminado, se comenzaron a instalar las costillas y se avanzó 
en la construcción de los pedestales, de las plataformas, del sistema de movi¬ 
mientos, etc. El pedestal que sostendría el sistema de movimientos se fijaría a 
una plataforma montada sobre sistemas de ruedas, como las del ferrocarril, que 


Historia del IAR 


251 


se desplazarían sobre rieles. La razón por la cual se montaría la antena sobre 
una plataforma móvil se debió a la idea que se tenía, en ese entonces, de que 
esta segunda antena se usaría en conexión interferométrica con la primera. La 
línea de base tendría una extensión máxima de 1000 m en la dirección N-S. La 
razón por la cual se descartó la línea E-O, que hubiera provisto mucho más in¬ 
formación, fue la presencia de un arroyo que corre en la dirección N-S, a unos 
300m de la Antenal. Atravesar dicho arroyo con la Antena 2 hubiera significa¬ 
do un movimiento de tierra y obras civiles de tal magnitud que hubieran hecho 
enormemente caro el proyecto. 

Luego de la asunción del Dr. Héctor Cámpora como Presidente de la Re¬ 
pública, en 1973, el Dr. Turner renunció a la Dirección del IAR y retornó a los 
EEUU, quedando el Dr. Raúl Colornb como Director a cargo del IAR. 

6. Dirección a cargo de R. Colomb (1973 - 30/04/1975) 

La Antena 2 fue montada en Agosto de 1973 (Figura 28) y la nueva Sala de 
Control estaba siendo terminada lo mismo que los conductos para los cables y 
las cajas terminales para cables y energía. 



Figura 28 Izquierda: El disco de la Antena 2 terminado. Centro: La 
plataforma móvil para la Antena 2. Derecha: La Antena 2 montada so¬ 
bre la plataforma móvil. 


En noviembre de 1974, Bajaja regresó al país y se encontró con un país 
cambiado, bastante caótico. En enero de 1975 fue nombrado miembro de la 
Carrera del Investigador del CONICET y, a partir del 1- de mayo de 1975, 
Director del IAR. 


7. Dirección de E. Bajaja (01/05/1975 - 31/01/1982) 

7.1. 1975 

El año 1975 fue particularmente difícil por la grave situación económica por 
la cual atravesaba el país. La fuerte devaluación del peso hizo que el presupuesto 
que le fuera asignado al IAR, por el CONICET, la CIC y la UNLP, fuera com- 





252 


E. Baja ja 


pletamente insuficiente para el mantenimiento del funcionamiento del Instituto. 
Por suerte, antes de la crisis, en marzo de ese año, se habían concluido, en la 
nueva Sala de Control (Figura 29), los trabajos correspondientes a la instala¬ 
ción eléctrica, conductos de cables, aire acondicionado, iluminación, controles de 
temperatura, etc., y en abril se inició la mudanza del receptor, la consola, los 
filtros, etc., desde la planta baja del edificio principal. Las pruebas de la nueva 
instalación comenzaron en junio y en julio se reiniciaron las observaciones al 
ritmo normal de 16 hs/día. El nuevo sistema demostró ser más confiable y su 
estabilidad cinco veces mejor. La temperatura de sistema era T s ¡ s = 180 K. 



Figura 29 La nueva Sala de Control. 

Se instalaron, además, una antena para el receptor de ondas cortas (para re¬ 
cepción de frecuencias patrones y señales horarias), un anemómetro (para vigilar 
la intensidad del viento) y estabilizadores de tensión. Por razones presupuesta¬ 
rias, los cables coaxiales no pudieron ser cambiados, solo reparados. Los bancos 
de filtros fueron también mejorados. La dificultad que no podía ser subsanada, 
por no estar bajo el control del IAR, eran los cortes en el suministro de energía 
eléctrica al Instituto. Con este receptor, instalado en la nueva sala de control, 
se trabajaría durante los siguientes cuatro años en los temas que se mencionan 
más adelante. 

La existencia de la segunda antena, terminada de montar en 1973, impulsó 
también trabajos relacionados con la instalación de los controles de la misma 
en la consola, la construcción de un receptor y la instalación de los cables pa¬ 
ra interconectar la antena con la sala de control. La idea subyacente para la 
utilización de la segunda antena, como ya se mencionó, era la de construir un 
interferómetro con las dos antenas disponibles, pero se comenzó a considerar, 
además, la posibilidad de usarlas por separado, con proyectos diferentes. 

En lo que se refiere al Area Científica , los proyectos para los cuales se estuvo 
utilizando la Antena 1 fueron 14 y los temas pueden ser agrupados bajo los 
siguientes títulos: 

■ Relevamiento de Hi galáctico en zonas limitadas del hemisferio austral. 

■ Relevamiento general de Hi a bajas velocidades. 

■ Relevamiento de Nubes de Velocidad Alta e Intermedia. 

■ Hl asociado a objetos particulares: SNR’s, Pulsares, galaxias externas, Co¬ 
meta Kohoutek, Scorpio Centauro, Nubes Oscuras, Cúmulos galácticos, 
etc. 


Historia del IAR 


253 


Las personas involucradas en estas observaciones y estudios fueron: 
Edmundo Marcelo Arnal (UNLP) 

Esteban Bajaja (UBA-UNLP) 

Silvia Blacher (UBA) 

Fernando Raúl Colomb (UBA-UNLP) 

Gloria Dubner (UBA) 

Margarita Franco (UBA) 

Cari Heiles (USA) 

Thomas Gergely (UBA-Maryland) 

Mirta Gordon (UBA) 

Nora Loiseau (UBA) 

Félix Igor Mirabel (UNLP) 

Ricardo Morras (UNLP) 

Carlos Olano (UNLP) 

Wolfgang Poppel (UBA) 

Federico Strauss (UBA) 

Edmundo da Rocha Vieira (UFRGdS-UBA). 

O sea, un total de 16 personas hicieron uso del radiotelescopio. Se señala en 
cada caso, entre paréntesis, de qué Universidad provenían. En este listado puede 
verse cómo la cercanía al Observatorio de La Plata tuvo los efectos previstos 
en la composición del personal científico. Durante este año se publicaron en to¬ 
tal 6 trabajos, 2 en Revistas Científicas Internacionales con referato (RCIcR), y 
fueron enviados 3. En el Boletín de la AAA se publicaron 2 trabajos. En total, 
entre 1966 y 1975, se publicaron 53 trabajos de los cuales 22 en RCIcR. 


Proyecto de un nuevo receptor para el IAR 

Con el regreso de K. Turner a Washington, llevando consigo la experiencia 
de dos años en el IAR, se tuvo allí a un valioso colaborador que permitió que 
se comprendieran mejor los problemas que debían enfrentar los científicos y 
profesionales en el IAR para llevar a cabo sus tareas. La buena disposición de 
DTM para ayudar se tradujo pronto en un proyecto para dotar al IAR de un 
nuevo receptor para la Antena 1 utilizando los últimos avances en la tecnología 
electrónica y en computación. Además, el cierre de la estación de RA de la CIW 
en Derwood permitiría ampliar el banco de filtros. El nuevo receptor se construi¬ 
ría en los laboratorios de DTM en Washington y el proyecto y la construccción 
estarían a cargo de Everett Ecklund, Kent Turner y, principalmente, de Norbert 
Thonnard, de DTM. Los trabajos comenzaron ese año. 

Para permitir la colaboración de ingenieros locales en el diseño, construcción 
y prueba del nuevo receptor, se logró un acuerdo entre la CIW y el CONICET 
para que este subsidie 3 viajes a Washington y tres estadías de un mes a personal 
técnico del IAR. 

7.2. 1976 

El presupuesto del IAR se acrecentó ese año ya que además de las contri¬ 
buciones del CONICET y de la CIC, se contó con un aporte significativo de la 



254 


E. Baja ja 


SECYT para la construcción del interferómetro y de un receptor para el continuo 
en 820 MHz. 

En el Área Técnica se continuó con tareas tendientes a mejorar el funciona¬ 
miento del receptor de la Antenal. Estas consistieron en a) llevar la estabilidad 
de la temperatura interior del cabezal a ±0,2°C; b) reemplazo del tubo de gas, 
como generador de ruido para calibración, por un diodo, lo que dio una señal 
más estable, y c) estabilización automática de la ganancia del receptor. 

En cuanto a la Antena 2, se prosiguió con la construcción de los conductos 
y casetas para la interconexión de la antena con la sala de control y con la 
instalación de los sistemas de control de la antena desde la consola. También se 
siguió con el proyecto de construir para esta antena un receptor para el continuo 
en 820 MHz. 

La construcción del nuevo receptor progresó en forma continuada en DTM. 
Se diseñó y construyó un nuevo alimentador que sería más eficiente en la dismi¬ 
nución de los lóbulos laterales reduciendo fuertemente el “spillover”. Se decidió 
cambiar la 1- FI de 30 MHz, la que baja a la SC, a 150 MHz y producir la 2- 
conversión a 30 MHz en la SC para a ) disminuir la interferencia recogida por los 
cables entre el FE y la SC; b ) tener mayor sensibilidad para las recepciones en el 
continuo, y c) tener mayor flexibilidad en la elección de los modos de observación 
al poder cambiar fácilmente las bandas de paso de los filtros y las frecuencias de 
conversión. 

Se incorporó un sintetizador de frecuencia para usarlo como 2- oscilador 
local (OL) e integrarlo a la computadora para tener flexibilidad completa en 
los modos de conmutación de frecuencia. Se completó el rack principal con el 
sistema detector, el multiplexer, el conversor analógico-digital (a/d), el selector 
de canales y la interfase con la computadora PDP 11/20. 

Los proyectos de investigación radioastronómica con la Antena 1 llegaron a 
ser ese año 16 dentro de los mismos temas generales mencionados para el año 
anterior. Se agregó, sin embargo, un tema teórico (formación de perfiles de Hl) 
y un relevamiento de Hl en las Nubes de Magallanes. Las personas participantes 
en estos proyectos fueron las mismas que las del año anterior con el agregado de 
M.E Zales de Caponi. 

En la Reunión Anual de la AAA se presentaron 4 Comunicaciones y 4 
Informes de Trabajo. Se publicaron ese año 8 trabajos en total, 4 en RCIcR y 1 
en el BAAA. 

7.3. 1977 

Con el país en mejor situación económica, ese año mejoraron las finanzas en 
el IAR. En vista del progreso en la construcción del nuevo receptor para 21 cm en 
CIW-DTM, el área Técnica comenzó con los preparativos para su instalación en 
la Antenal. También se continuó con la construcción del receptor para 820MHz 
para la Antena 2. 

La Antena 1 fue pintada por el personal del IAR y el movimiento y control 
de la Antena 2 fueron habilitados. En el Laboratorio Electrónico, por otra parte, 
se estuvo trabajando en la adecuación de los canales anchos y angostos que serían 
complementados con los que se enviarían desde Washington. El sistema completo 
de canales consistiría en 84 canales anchos (75kHz), 112 angostos (10kHz) y 26 
muy angostos (3 kHz). 



Historia del IAR 


255 


Los Ingenieros E. Filloy y J. Sanz estuvieron 6 y 2 meses, respectivamente, 
en Washington participando del trabajo en el nuevo receptor. El equipo digital 
utilizaría un microprocesador para interfase entre la computadora y el receptor 
para la adquisición de datos. El cabezal, con un montaje más rígido y accesible 
y con un control de temperatura termoeléctrico (con celdas Peltier), estaba casi 
completo. También el espectrómetro (BE por “Back End”) estaba esencialmente 
completo. 

En el área Científica se desempeñaron 5 investigadores y 4 becarios. Marcelo 
E. Arnal se doctoró ese año. Se alejaron del IAR, por motivos particulares, 
María Zales de Caponi, Tilomas Gergely, Silvia Garzoli y Ramón Quiroga. El 
Dr. Félix I. Mirabel siguió en Manchester (Reino Unido), con una beca externa 
del CONICET, y la Lie. M. Franco (ex becaria de la CIC) en Trieste con una 
Beca del Gobierno Italiano. Ninguna de estas personas regresó al IAR como 
investigador. 

A los proyectos mencionados el año anterior se sumaron, ese año, el estudio 
del Cinturón de Gould observando la línea de 21 cm del Hi, y un trabajo sobre 
puntos de calibración para dicha línea. Ambos proyectos estuvieron liderados 
por el Dr. W. Póppel. 

A lo largo de estos años, se fueron definiendo las orientaciones que darían 
a sus investigaciones los investigadores del IAR: 

W. Póppel, C. Olano: Estructuras Locales en el Hi Galáctico. 

E. Bajaja, M.C. Martín: Hi en galaxias. 

R. Morras: Nubes de Hi de velocidades alta e intermedia. 

E. M. Arnal, G. Dubner, C. E. Cappa: Interacción de eventos estelares con el 
MIE. 

N. Loiseau: Nubes de Magallanes. 

F. R. Colornb: Continuo, variación de radiofuentes. 

I. Azcárate: Líneas de recombinación. 

Ese año, el IAR fue sede de la 23- Reunión Anual de la AAA y fueron 
publicados 5 trabajos en total, 4 en RCIcR. 

7.4. 1978 

Durante ese año la recuperación de la crisis 1974-1976 permitió al IAR, con 
fondos provistos por el CONICET, la CIC y la SECYT, no solamente sobrevivir 
sino también encarar algunos proyectos postergados. En particular, a fines de 
1977 se recibió la contribución de la SECYT que permitió avanzar en el proyecto 
del Interferómetro. Se inició la construcción del galpón para el Taller Mecánico 
con fondos de la CIC. La mudanza del Taller Mecánico liberaría un espacio 
importante para la expansión del Laboratorio de Electrónica y la construcción 
de nuevas oficinas para los investigadores y profesionales. 

El nuevo receptor para 21 cm, considerado al nivel de “estado del arte”, al 
30 de marzo de 1979 había pasado las pruebas después de eliminar problemas 
de hard- y software. Con la ganancia del amplificador paramétrico en 19,5 dB, la 
T rec , usando la carga a temperatura ambiente y a la del N líquido, era de 60 K. 
La temperatura de la fuente de ruido para las calibraciones era de 5,9 K. Las 
variaciones de temperatura A T, en el FE, frente a variaciones de temperatura 
ambiente de 10° a 30° C, eran de 0,02 K. A una temperatura ambiente de —6 o C, 



256 


E. Baja ja 


A T = — 0.05K. Había, además, un reservorio de calor que introducía una inercia 
que se traducía en una constante de temperatura de 1 hora. 

Se esperaba tener en operación este receptor en el IAR durante 1978 pero 
dificultades internas en DTM, que terminaron con la renuncia de uno de los en¬ 
cargados del proyecto, demoraron su terminación. Por esta razón las actividades 
científicas prosiguieron normalmente ese año hasta noviembre en que se comenzó 
con las preparaciones para la próxima instalación del receptor. 

Los resultados de las investigaciones radioastronómicas, efectuadas en el 
IAR con el receptor existente, se presentaron en dos eventos, en la 1- Reunión 
Regional Latinoamericana de Astronomía (RRLAA), en Santiago de Chile, en el 
mes de enero, en la cual se presentaron 7 trabajos, y en la 24- Reunión Anual de 
la Asociación Argentina de Astronomía, en San Juan, en el mes de noviembre. 
Durante esta última Reunión, fue nombrado Presidente de la AAA el Dr. Raúl 
Colomb. 

Las preocupaciones dentro del IAR se centraron, principalmente, en dos as¬ 
pectos, las comodidades para el trabajo de los científicos y las facilidades compu- 
tacionales, cuya solución dependía de la asignación de presupuestos suficientes. 
Estas dificultades se incrementaron con el aumento del personal científico ya 
que durante 1978 se incorporaron 4 Licenciados en Astronomía y 3 visitantes 
lo que llevó a 15 el número de personas dedicadas a la investigación científica. 
El lugar disponible para estas personas eran 3 oficinas (con capacidad para dos 
personas en cada una) y el espacio liberado por los equipos de la Sala de Control 
al mudarse al nuevo edificio (65 m 2 ). 

Los cuatro licenciados que ingresaron ese año, con una Beca de Iniciación, 
fueron: Cristina Elizabeth Cappa, Juan Carlos Cersósimo, María Cristina Martín 
y Juan Carlos Testori. Ese año se doctoró Ricardo Morras y Marcelo E. Arnal 
se trasladó a Groningen (Holanda) con una beca externa del CONICET. En el 
Área Técnica, en tanto, se incorporaron 2 ingenieros y 4 técnicos. 

Los proyectos radioastronómicos de los investigadores fueron los siguientes: 

Relevamientos de Hl Galáctico 

■ Relevamiento de Hl a \b\ < 10°. 

■ Estudio de la zona 240° < l < 348°, 3 o < b < 17°. 

■ Relevamiento de Hl en la zona 310° < l < 325°, —32° < b < —17°. 

■ Relevamiento de Hl en la zona 220° < l < 269°, —10° < b < +2°. 

■ Relevamiento de Hl en la zona 270° < l < 350°, —17° < b < —5 o . 

Correlaciones de Hl con objetos galácticos 

■ Nube de Sancisi. 

■ Búsqueda de Hl en cúmulos galácticos. 

■ Hl asociado a Remanentes de Supernova. 

■ Hl asociado a Cúmulos Globulares. 

■ Estudio de las primeras etapas de la evolución estelar: Ara OBI, Phoe- 
nixTl. 



Historia del IAR 


257 


Objetos Extragalácticos 

■ Observación de Hi en las Nubes de Magallanes. 

■ Observación de Hi en galaxias externas. 


Otros 

■ Puntos de Calibración para la línea de Hi en 21 cm. 

En 1978 se publicaron 9 trabajos en total, 1 en RCIcR. 

7.5. 1979 

En 1979 se inició una segunda etapa en la evolución del IAR. La instalación 
del nuevo receptor para 21 y 18 cm, con temperaturas de ruido de 83 K y 90 K, 
respectivamente, y la computadora PDP 11 asociada al receptor, constituyeron 
un cambio fundamental en los medios de observación, en los tipos de proyec¬ 
tos a encarar, en los procedimientos de observación y de reducción, y aún de 
publicación. 

El nuevo FE, que se instaló en la Antena 1 el 21 de julio de 1979, fue do¬ 
tado de un alimentador corrugado (Figura 30), cuidadosamente diseñado para 
atenuar las radiaciones espurias provenientes de direcciones exteriores a la su¬ 
perficie de la antena (efecto “spillover”). Esta atenuación en los bordes del disco 
necesariamente reduce el área efectiva de la antena y aumenta el el ancho del 
haz de antena. Los parámetros de antena con este nuevo alimentador fueron los 
siguientes: 

■ Contribución de “spillover” : 4K (antes 30 K). 

- HPBW: 34' (antes 30'). 

■ Eficiencia de abertura : 52% (antes 58%). 

La interferencia del radar de Ezeiza fue reducida en varios órdenes de mag¬ 
nitud. 

Con respecto al FE, para la línea de 21 cm se instaló un nuevo amplifica¬ 
dor paramétrico de bajo nivel de ruido. Se instaló además un amplificador en 
base a un transistor de efecto de campo (FET) de arseniuro de galio (GaAs) 
para la recepción de las líneas de OH en 18 cm. Los elementos para este último 
amplificador aparecieron en plaza cuando el receptor se estaba terminando y, 
apresuradamente, se construyó en la Universidad de Stanford. Lo interesante de 
este amplificador es que la temperatura de ruido del mismo era similar a la del 
paramétrico, pero el tamaño era 1/50 y el precio 1/10. 

Con el amplificador paramétrico nuevo, la temperatura de ruido del receptor 
era T rec = 60 K y la temperatura de ruido del sistema T s ¡ s = 83 K (antes 180 K). 
La temperatura de ruido de la fuente de calibración era T ca \ = 6.6 K (no 5.9 K 
como se había estimado en DTM). 

Los nuevos bancos de filtros consistieron en (Figura 31): 

■ 24 filtros de cristal, de 2,2 kHz de ancho, separados 3 kHz, para observación 
de líneas muy angostas de Hi o para observación de líneas de OH. 

■ 112 canales de 10 kHz de ancho, separados 10 kHz, para observar, en gene¬ 
ral, Hi galáctico. 



258 


E. Baja ja 



Figura 30 Izquierda: El nuevo FE (1979). Derecha: El nuevo FE ins¬ 
talado en la plataforma de la Antena 1. 



Figura 31 Izquierda: Filtros angostos. Centro: Filtros medianos. De¬ 
recha: Filtros anchos. 


■ 84 canales de 75,8 kHz (16kms 1 ), separados 75,8 kHz, para observar ga¬ 
laxias. 

Un aspecto que cambió radicalmente la operación del radiotelescopio fue 
el de la incorporación de computadoras en el receptor. Se dispuso de una mi¬ 
nicomputadora PDP-11/20 para la adquisición de datos y un microprocesador 
MOSTEKKIM-1 para el control del receptor. La PDP-11/20 realizaba la lec¬ 
tura del espectro, a través de un multiplexer de 112 canales y un convertidor 
analógico digital, a cada interrupción de 6 rnseg y la almacenaba en un array de 
doble precisión. Al cabo de un número especificado de interrupciones, entraba 
en acción el microprocesador que controlaba el receptor y desplegaba, en tiempo 
real, el perfil acumulado (Figura 32). 













Historia del IAR 


259 



Figura 32 Izquierda: Bastidores para: control del FE, FI y multiple- 
xer. PDP11, unidad de cinta magnética e impresora. Derecha: Perfil en 
el osciloscopio. 


Durante la instalación del FE del nuevo receptor, en la Antenal, estuvo 
presente el Dr. Rod Davies, Director del Observatorio de Jodrell Bank (RU). 
Esta visita, además de haber dejado valiosa información, originó la visita de un 
alumno graduado de R. Davies, Leslie Hart, quien se había especializado en lí¬ 
neas de recombinación. Hart dio un seminario sobre su tema y comenzó a hacer 
observaciones con el nuevo receptor. Hart contribuyó también a dotar al para¬ 
boloide de una pirámide reflectora en su centro para disminuir las ondulaciones 
en la línea de base de los perfiles. Estas ondulaciones eran debidas a las ondas 
estacionarias originadas en reflexiones entre el disco y la plataforma del FE. 

Los Proyectos Científicos para el nuevo receptor en la Antena 1 fueron: 

■ Hl en galaxias (prioritario). 

■ Nubes de Alta Velocidad (NAV)(prioritario). 

■ Hl en las Nubes de Magallanes (NM). 

■ Relevamiento de Hl galáctico a velocidades bajas e intermedias. 

■ Hl asociado con SNR’s. 

■ Hl asociado con Regiones Hn. 

■ Líneas de recombinación. 

■ Observación de OH. 

Con el receptor para el continuo en 820 MHz, instalado en la Antena2, se 
comenzó un relevamiento del cielo austral en 820 MHz. 

En 1979 se publicaron 6 trabajos en total, 5 en RCIcR. 

7.6. 1980 

El nuevo receptor seguía provocando entusiasmo. El radiotelescopio se usaba 
el 80% del tiempo (20 horas por día). La sensibilidad, estabilidad y protección 
contra el radar de Ezeiza (que transmitía en 1340 MHz), permitían llevar a cabo 
los dos relevamientos previstos como objetivos principales, el de NAV’s y el de 
Hl en galaxias, pero tenían cabida también proyectos preexistentes en la línea 
de Hl y observaciones de líneas de recombinación y de OH. 












260 


E. Baja ja 



Figura 33 Vista del IAR, tomada con gran angular, aproximadamen¬ 
te en 1979. 


Tecnológicamente, se proyectaba la digitalización de las coordenadas de 
posición de la Antenal, para su registro y control, y se desarrollaron nuevos 
amplificadores de bajo nivel de ruido usando los FET’s de GaAs (GaAs FET). 
También se trabajó en la pirámide en el centro del paraboloide para la supresión 
de ondas estacionarias. Con relación a la Antena 2, se trabajó en la interconexión 
de las dos antenas para el interferómetro. 

En el edificio de oficinas y laboratorio de electrónica, se construyó una losa 
sobre lo que fue el taller mecánico y sobre ella se construyeron nuevas oficinas. 
En la planta baja, se ocupó el lugar dejado por el taller mecánico instalando 
un segundo laboratorio de electrónica. El Área Técnica estuvo, en consecuencia, 
también ocupada con la organizacón del nuevo laboratorio. Seguía sin resolverse, 
sin embargo, el problema sanitario y, a pesar de las nuevas oficinas, seguía siendo 
insuficiente el espacio para los investigadores por lo que se frenó la incorporación 
de becarios. 

La computadora PDP 11 asociada al receptor, la posibilidad de escribir pro¬ 
gramas y de utilizar, además de una impresora, una unidad de cinta magnéti¬ 
ca, agilizó los procedimientos para la observación y reducción de los datos. El 
procesamiento de estos, sin embargo, requería aún llevar las cintas al Centro 
Superior de Procesamiento de la Información (CeSPI) en La Plata. El servicio 
computacional del CeSPI resultaba completamente insuficiente para atender los 
requerimientos del IAR, en vista de la cantidad de investigadores y del volumen 
de datos que se estaban recogiendo. La urgencia en contar con una computadora 
en el IAR para la reducción y procesamiento de los datos creció también en vista 
de las computadoras ya disponibles en plaza. El CONICET finalmente reconoció 
esta necesidad y concedió fondos para la compra de una mini computadora. 

En cuanto a la enseñanza de la Radioastronomía dentro del ámbito de la 
Facultad de Ciencias Astronómicas y Geofísicas de la UNLP, como resultado de 
conversaciones mantenidas con algunos de sus miembros, se creó una Comisión 
que propuso y obtuvo, de la Universidad, la aprobación de una cátedra de Ra- 





Historia del IAR 


261 


dioastronomía en base a un programa elaborado en el IAR. El primer Profesor 
fue el Dr. W.Póppel que ejerció el cargo ad-honorem. 

Ese año se incorporó al IAR la Dra. Virpi Memela, Investigadora de la CIC, 
quien había tenido problemas con la Dirección del Observatorio de La Plata. La 
presencia de Virpi en el IAR tuvo influencia en el estudio de la interacción, con 
el MIE, de estrellas con gran pérdida de masa. Ese año también se recibió la 
visita del Dr. Richard Wielebinsky (Director del Instituto Max Planck para la 
Radioastronomía (MPIfR) de Bonn), visita que permito avanzar en un acuer¬ 
do con el MPIfR para realizar un relevamiento del continuo, en 21 cm, en el 
hemisferio sur. 

En la 26- Reunión Anual de la AAA, que ese año organizó el IAR y que se 
realizó en Mar del Plata, se presentaron 14 trabajos, y en la II RRLAA, que se 
realizó en Mérida (Venezuela), 5 trabajos. En 1980 se publicaron 16 trabajos en 
total, 6 en RCIcR. 

Las 15 publicaciones de trabajos realizados por personal del IAR, entre 
1966 y 1980, con mayor cantidad de citas (número precedente en cada caso), de 
acuerdo al ADS Abstract Service en agosto de 2006, son: 

110 Galactic Hi at |6| > 10°. II. Photographic Presentation of the Combined 
Southern and Northern Data (Colomb, Póppel y Heiles 1980) 

24 The Distribution of Hydrogen in a Región in Taurus (Garzoli y Varsavsky 
1966) 

24 The structure of Gould’s Belt (Strauss, Vieira y Póppel 1979) 

23 Calibration profiles for observations in the 21 cm Une (Póppel y Vieira 
1973) 

19 Complementing aperture synthesis radio data by short spacing components 
from single dish observations (Bajaja y van Albada 1979) 

18 Optical identification of radio sources at declinations below —45 (Bajaja 
1970) 

17 A new determination of the gas-to-dust ratio in M31 (Bajaja y Gergely 
1977) 

14 A Search for Hydrogen in the Southern Coalsack (Kerr y Garzoli 1968) 

14 Galactic Hi at \b\ > 10°. I. Preliminary presentation ofpart ofthe Southern 
sky area (Colomb, Póppel y Heiles 1977) 

14 The distance to Tycho’s SN remnant 3C10 - A rediscussion (Schwarz, 
Goss y Arnal 1980) 

12 Study of the Región 348° < l < 12° ,+3° < b < +17° in the 21 cm Line 
(Franco y Póppel 1978) 

11 Rolling motions in an inner spiral arm (Strauss y Póppel 1976) 

11 The Southern galaxy NGC 2915 (Sersic, Bajaja y Colomb 1977) 

10 The Distribution of Hydrogen in a Región in Taurus. II. High-Resolution 
Observations (Garzoli y Varsavsky 1970) 

10 Study of a Neutral Hydrogen Feature Previously Observed by Cugnon (Mi¬ 
rabel, Póppel y Vieira 1975). 



262 


E. Baja ja 


7.7. 1981 

1981 fue un año en el que se evidenciaron los efectos de las mejores condi¬ 
ciones económicas del país durante los últimos años. Hubo un mayor desarrollo 
tecnológico, más investigación científica y aparición de problemas de crecimiento 
(necesidad de espacio, reorganización, equipamiento de oficinas, etc.). En este 
mismo año, sin embargo, esta recuperación comenzó a frenarse por las crecientes 
dificultades económicas del país (¡otra vez!). 

Durante el tiempo de bonanza, el espacio disponible para las actividades 
de desarrollo electrónico se duplicó y el número de oficinas para los científicos 
también, aunque sin instalaciones sanitarias en los espacios ganados y sin aire 
acondicionado. Lo importante fue que la falta de recursos dejó de ser el factor 
limitante para las actividades científico-técnicas. 


Tabla 1 Personal del IAR en 1980. 


Científicos 

Profesionales 

Técnicos 

E. M. Arnal 

A. Bava 

E. E. Hurrell 

E. Bajaja 

V. Chedresse 

J. J. Larrarte 

C. Cappa 

E. Filloy 

J. A. Ottonello 

J. C. Cersósimo 

L. Guarrera 

A. R. Santoro 

F. R. Colornb 

J. C. Olalde 

Z. Swidrak 

G. Dubner 

J. A. Sanz 

M. I. Trotz 

L. Hart 


A. A. Yovino 

N. Loiseau 


E. Zalazar 

M. C. Martín 

R. Morras 

V. Niemela 

C. Olano 

W. G. L. Póppel 
Z. Quiniento 

J. C. Testori 


R. Zalazar 

Administración 

Auxiliares 


A. M. Wynne 

C. Magnoni 


P. Hurrell 

P. Magnoni 


C. Bartolomé 

M. Brindesi 

N. E. Nabaez 



Entre los planes para los edificios del IAR, estaba ocupando un lugar impor¬ 
tante la remodelación del ala sur del edificio principal. El número de personas 
que se desempeñaba en el IAR era cercano a 40 y su ubicación en los diferentes 
lugares desvirtuaba las funciones para las cuales fueron construidos. 

El Laboratorio de Electrónica se dedicó ese año de lleno al diseño del recep¬ 
tor para el continuo. La visita de Richard Wielebinski, en 1980, le dio un fuerte 
impulso al relevamiento del hemisferio sur en el continuo, en 21 cm, el cual se 
convirtió en un proyecto conjunto. El proyecto del interferómetro se beneficiaba 



Historia del IAR 


263 


también con este proyecto ya que el receptor en construcción podría funcionar 
como parte del mismo. 

En 1981 el CONICET efectuó una licitación pública para la adquisición 
de la computadora para el IAR. La elección recayó en una PDP 11/34 y se 
planteó inmediatamente la necesidad de habilitar un espacio adecuado para su 
funcionamiento y operación. 

La incorporación de una rnini computadora y la presencia de la PDP 11 en 
el receptor, obligaron al personal técnico a interiorizarse de las técnicas usadas 
por las computadoras e incursionar en la utilización de los microprocesadores 
para fines de control y procesamiento de los datos. Un primer resultado fue el 
procesador digital de coordenadas como primer paso hacia el control automático 
del posicionado de las antenas. 

Las observaciones prosiguieron con ritmo intenso. El relevamiento de las 
NAV y de Hi asociado a diferentes tipos de objetos, galácticos y extragalácticos, 
llenaban los objetivos pero también se observaba en la línea de recombinación 
H166a y en el continuo (por ejemplo, un relevamiento del continuo en 21cm, 
en la Nube Menor de Magallanes). La enorme cantidad de información recogida 
gracias a la buena performance y a la eficiencia del receptor hacían muy oportuna 
la llegada de la computadora y obligó a reorganizar el registro y almacenamiento 
de los datos. 

Las áreas del cielo cubiertas por los relevamientos del Hi galáctico, reali¬ 
zados desde el IAR y publicados entre 1970 y 1981, pueden apreciarse en la 
Figura 34 (Bajaja 1982). Desde el comienzo de las observaciones con el primer 
radiotelescopio del IAR, los relevamientos parciales de Hl en el hemisferio sur, 
en lugar de uno total, ocuparon un lugar preponderante por varias razones: a) 
porque la existencia de solo 56 canales de 2kms” 1 , espaciados 4kms _1 , obliga¬ 
ba a una doble observación para tener 112 canales espaciados 2kms _1 y esto 
significaba mucho tiempo de observación y reducción; b) porque la necesidad de 
aprobar los Informes de Carrera en el CONICET obligaba a limitar la extensión 
de la zona observada y de esa manera, terminar el trabajo y publicarlo en un 
tiempo relativamente corto, y c) porque era una manera de ir encontrando zonas 
de interés que podrían ser estudiadas en más detalle posteriormente. 

Ese procedimiento hubiera concluido, de todas maneras, con un relevamien¬ 
to total del hemisferio sur, si se hubieran programado las zonas de modo tal 
que pudieran armarse como mosaicos. De la Figura 34 surge que no fue eso lo 
que se hizo. Por el contrario, las zonas se observaron con diferentes grillas y con 
superposiciones. De haberse programado para el armado, en el IAR se hubieran 
descubierto importantes estructuras antes de que lo hicieran los australianos, 
como, por ejemplo, la Corriente de Magallanes. 

El relevamiento que cubrió mayor extensión fue el de Colomb, Póppel y 
Heiles (1980), que se realizó intercalando los canales de manera de tener los 56 
canales cada 2kms -1 . El rango en velocidad, sin embargo, siendo de 112kms _1 , 
no permitía observar cerca del plano galáctico porque el rango de velocidades 
radiales del Hl, en esa zona, era mucho mayor. El relevamiento, en consecuencia, 
se tuvo que hacer excluyendo las latitudes galácticas entre —10° y +10°. El 
rango de velocidades, por otra parte, de —56 a +56kms _1 , permitía ver solo el 
Hl local. El relevamiento, de todas maneras, tuvo su importancia debido a la 
integración con un relevamiento del hemisferio norte. 



264 


E. Baja ja 



Figura 34 Zonas de la Galaxia, observadas desde el IAR (Bajaja 
1982). 


La actividad en el IAR se manifestó en el número de trabajos (10) pre¬ 
sentados en la Reunión Anual de la AAA que ese año se realizó en Carlos Paz 
(Córdoba). W. Póppel se trasladó, en el mes de junio, a la ciudad de Bochum 
(RFA) para permanecer allí durante un año con licencia por año sabático. 

Ricardo Morras se doctoró con una tesis sobre Nubes de Velocidad Inter¬ 
media. Al culminar 1981, en el IAR se desempeñaban 10 investigadores. 

En 1981 se publicaron 18 trabajos en total, 5 en RCIcR y 13 en el BAAA. 

A fines de 1981, Bajaja solicitó al CONICET una licencia por año sabático, a 
partir del 1- de febrero de 1982, que utilizaría para completar trabajos pendientes 
en el Observatorio de Leiden. La licencia en el cargo de Director del IAR, sin 
embargo, la solicitó por dos años. El Dr. Colomb se encargaría de esta función 
durante este período. 


8. Dirección a cargo de R. Colomb (01/02/1982 - 31/01/1984) 

8.1. Proyectos para la 2da antena 

Con el nuevo receptor funcionando a pleno con la Antena 1, Colomb, duran¬ 
te este período, se interesó principalmente por la Antena 2. Esta antena había 
permanecido inactiva desde su inauguración, en 1974, porque el objetivo origi¬ 
nal para esta antena era el de realizar observaciones interferométricas junto con 
la Antenal. Por ello el montaje sobre ruedas y rieles, la existencia de muchos 
metros de cables para la interconexión con la Antena 1, la obtención de la franja 
de terreno de 1 km de extensión en la dirección N-S y el estudio de los sistemas 
de correlación. La empresa de llevar a cabo este proyecto se vio malograda por 
a) la dedicación a las observaciones con la primera antena; b ) la dedicación al 
nuevo receptor, c) la insuficiencia de personal y de presupuesto, y d) lo poco 
convincente que resultaba el esfuerzo e inversión en función de la información 
que se obtendría con la configuración N-S prevista. 

Por estas razones, una vez instalado y puesto en marcha el nuevo receptor 
para la Antenal, en lugar de seguir adelante con la idea del interferómetro, se 
decidió dedicar los esfuerzos al relevamiento en el continuo en 21 cm utilizando 















Historia del IAR 


265 


la 2da antena. Cuando este estuvo en marcha, se incorporó otro proyecto: el de 
búsqueda de inteligencia extraterrestre (SETI). 

Gloria Dubner se doctoró en 1982. En 1983 se realizó, en Buenos Aires, 
la Illa RRLAA conmemorando el Centésimo Aniversario del Observatorio de 
La Plata. El Dr. Bajaja fue invitado por el Dr. Sahade, en su carácter de Pre¬ 
sidente del Comité Científico de Organización, a pronunciar, durante el acto de 
inauguración, un discurso sobre la Astronomía Argentina y el Centenario del 
Observatorio de La Plata (Bajaja 1985). 

En el período 1982-1983 se publicaron 40 trabajos en total, 12 en RCIcR. 


9. Dirección del Dr. Bajaja (01/02/1984 - 31/01/1985) 

Bajaja reasumió la Dirección el 1- de febrero de ese año luego de dos años 
de licencia en el ejercicio de la misma. Nuevamente ese año se caracterizó por 
una acentuada carencia de fondos para el funcionamiento del Instituto, origi¬ 
nándose angustiosos problemas para el pago al personal subsidiado o de viajes 
a observatorios. Se atrasó el pago de los servicios de electricidad y teléfono y 
no se pudieron renovar suscripciones a publicaciones científicas, adquirir libros, 
adquirir nuevos instrumentos, realizar refacciones, etc. El aporte de la CIC fue 
nulo y el de la UNLP mas bien simbólico. Solo el CONICET aportó fondos para 
sobrevivir. 

Solo el ingenio, la capacidad y la dedicación de los miembros del IAR hizo 
que 1984, desde el punto de vista técnico-científico, fuera positivo. La compu¬ 
tadora introdujo el monitor, el procesador de texto, los programas gráficos, las 
subrutinas científicas, el manejo de grandes bases de datos, etc., y todo eso se 
tradujo en una mayor cantidad de trabajos para publicar y la terminación de 4 
tesis doctorales (las de C. Cappa, J. C. Cersósimo, C. Olano y N. Loiseau). 

El IAR contaba ahora con 12 Doctores y 6 becarios pero la capacidad del 
IAR estaba colmada y no se pudieron incorporar nuevos becarios. A pesar de 
ello, el Dr. Sahade pudo tener un lugar de trabajo en el IAR. Las limitaciones 
presupuestarias no impidieron la concurrencia a dos reuniones, a la Reunión 
Anual de la AAA, en San Juan, y a la IV RRLAA en Río de Janeiro. 

Los proyectos científicos fueron 29, además de los 7 que tenía el Dr. Sahade 
con gente del Observatorio de La Plata. Los temas fueron: 

■ Interacción de eventos estelares con el MIE (8). 

■ Líneas de recombinación (3). 

■ Observaciones de OH (4). 

■ Relevamientos de Hl y en el continuo (10). 

■ Modelos (1). 

■ Observaciones ópticas (2). 

■ Observaciones en líneas del CO (1). 

En 1984 se publicaron 19 trabajos en total, 6 en RCIcR y 5 en RRLAA. 

Luego de una reformulación, por parte del CONICET, de la administración 
de la Ciencia, sin consultar al IAR acerca de las consecuencias de esa reformu¬ 
lación en el Instituto, y de mantener la incomunicación a lo largo de todo el 
año (10 notas sin responder), Bajaja decidió, finalmente, renunciar en forma 



266 


E. Baja ja 


indeclinable a la Dirección del IAR a partir del 1- de febrero de 1985. Las con¬ 
secuencias de los cambios efectuados por el CONICET, se hicieron evidentes en 
los años siguientes a través de sus efectos en la organización del Laboratorio de 
Electrónica y del funcionamiento del IAR en general. La Dirección fue asumida 
por el Dr. Colornb quien tenía interés en proseguir con sus proyectos ejerciendo 
esta función. 


10. Dirección del Dr. Colomb (01/02/1985 - 31/12/1994) 


Tabla 2 Personal del IAR en 1985. 


Científicos 

Profesionales 

Técnicos 

E. M. Arnal 

A. Bava 

C. Bartolomé 

I. N. Azcárate 

V. Chedresse 

R. Morán Fabra 

E. Bajaja 

E. Filloy 

R. M. Fumagalli 

C. Cappa 

L. Guarrera 

E. E. Hurrell 

G. Cavarischia 

J. J. Larrarte 

J. A. Ottonello 

J. C. Cersósimo 

J. C. Olalde 

A. R. Santoro 

F. R. Colomb 

J. A. Sanz 

Z. Swidrak 

G. Dubner 


M. I. Trotz 

N. Loiseau 


A. A. Yovino 

M. C. Martín 


E. Zalazar 

R. Morras 

C. Olano 

W. G. L. Póppel 
Z. Quiniento 

J. Sahade 

J. C. Testori 


R. Zalazar 

Administración 

Auxiliares 


P. Hurrell 

S. Cappelletti 

M. E Fermoselle 
C. Magnoni 

P. Magnoni 



10.1. Resultados de las observaciones realizadas con el receptor ins¬ 
talado en 1979 

Los proyectos mencionados para el receptor construido en DTM e instalado 
en 1979, requerían, especialmente para los relevamientos de Nubes de Alta Ve¬ 
locidad y de Hi en galaxias, la observación de muchos puntos con un tiempo de 
integración suficiente para las detecciones buscadas y, por tanto, mucho tiempo 
de dedicación a las observaciones propiamente dichas y a la reducción y análisis 
de los resultados. Aproximadamente a partir de 1983, comenzaron a publicarse 
los trabajos terminados. Algunos de dichos trabajos fueron: 



Historia del IAR 


267 


Relevamientos de Nubes de Alta Velocidad 

New observations of positive high velocity clouds. Morras y Bajaja (1983). 

A new general survey of high velocity neutral hydrogen in the Southern 
hemisphere. Bajaja y otros (1985) (Figuras 35 y 36). 

Survey of several Southern high velocity complexes. Bajaja y otros (1989) 
(Figura 37). 



Figura 35 Izquierda: Nubes de alta velocidad LSR negativas (IAR). 
Derecha: Nubes de alta velocidad LSR positivas (IAR). Bajaja y otros 
(1985). 



Figura 36 Izquierda: Nubes de alta velocidad LSR negativas y posi¬ 
tivas (IAR). Derecha: Nubes de alta velocidad LSR negativas (IAR y 
Norte). Bajaja y otros (1985). 


Relevamiento de Hl en galaxias 

Observation of HI in Southern galaxies. Bajaja y Martín (1985) (Figu¬ 
ras 38). 

A 21 cm Hydrogen Une survey of the Small Maqellanic Cloud. Baiaia y 
Loiseau (1982) (Figura 39). 









268 


E. Baja ja 



Figura 37 Izquierda: Nubes de alta velocidad LSR (IAR) agrupadas. 
Derecha: Nubes de alta velocidad LSR (IAR) de un grupo. Bajaja y 
otros (1989). 


- • 



T*frl 

ILJl 

■pr+P fU/kA 

-WrrtP VV;:* r 

' 1 i _ 





*4 1 — 






■ 


1 ^ 





* 




h 



f,w "" ~ 

. _ _ . ~_:r_. 



Figura 38 Perfiles de Hi detectados en galaxias visibles desde el he¬ 
misferio sur (Bajaja y Martín 1985). 


Cáscaras y cavidades en el Hl galáctico 

An Hl bubble related to the WC star HD 88500. Cappa, Niemela y Arnal 
(1986). 

The Hl bubble around the Wolf-Rayet star HD 156385 and its environs. 
Cappa y otros (1988) (Figura 40). 


El Cometa Halley 

El Cometa Halley sería observable con el radiotelescopio del IAR entre el 
6 de febrero y el 18 de mayo de 1986. Durante ese período se vería al cometa 


























Historia del IAR 


269 



Figura 39 Relevamiento de Hi en la Nube Menor de Magallanes (Ba- 
jaja y Loiseau 1982). 



Fio. 2. Latitude-longiiude II i column density A'(H i) comour map 
ihrough the velocity rangc 2 to ♦ 6 km s *. The contour leveb 
Are 5 4, 5.6. 5.8. 6.a 6.2. 6.4, 6 8. 7.2, 7.1. 1.6, 9.4, 102, «nd 
11 Ox ÍO 20 cm " 2 HD 88500 is indicated by an aslensk. 



Figura 40 Distribución de Hi alrededor de: Izquierda: HD 88500 
(Cappa, Niemela y Arnal 1986). Derecha: WR HD 156835 (Cappa y 
otros 1988). 


cruzar el plano galáctico. El cometa sería observado 4 horas por día, en la línea 
de 1667 MHz del OH, usando el amplificador de RF GaAs FET (T r = 60 K, 
T s is = 93 K). Para el BE se dispondría de los 24 filtros de cristal existentes, 
de 2,2 kHz de ancho y separados 3 kHz, y de 50 filtros de cristal adicionales, 
también de 2,2 kHz de ancho pero separados 2,2 kHz, construidos especialmente 
para este evento. A la longitud de onda de 18 cm, la resolución en velocidad 
sería de 0,4kms _1 y el rango total de 32,8 km s^ 1 . La línea de OH fue vista en 
absorción y las observaciones se realizaron exitosamente. 

Fueron publicados varios trabajos con los resultados obtenidos pero el prin¬ 
cipal, con la descripción del trabajo realizado y de los principales resultados, fue 
el de Bajaja y otros (1987) (Figura 41). La principal conclusión fue que, si las 
moléculas de H 2 O eran las únicas que producían OH, y si la eficiencia de con- 














270 


E. Baja ja 


versión era 0,5, esta producción era de (9, 2 ± 0,4) x 10 29 moléculas por segundo, 
o sea 27, 7 ± 1, 2 toneladas de agua por segundo. 




Figura 41 Observación del Cometa Halley en la línea de OH de 1667 
MHz (Bajaja y otros 1987): Izquierda: Coordenadas de los puntos obser¬ 
vados. Centro: Perfiles en absorción. Derecha: Promedio de los perfiles 
sobre el plano galáctico. 

10.2. Relevamiento en el continuo, en 21 cm, con la Antena 2 

El objetivo de este relevamiento era complementar uno similar realizado con 
el radiotelescopio de Stockert (Alemania), con una antena de 25m, para tener, 
en conjunto, un relevamiento de todo el cielo. Este proyecto fue concretado por 
el Dr. Colornb a través de un acuerdo con el MPIfR de Bonn. Para la realización 
de este relevamiento, utilizando la 2da antena, se utilizó un receptor desarrollado 
en el IAR. El alimentador fue una bocina corrugada seguida de un turnstile que 
permitía obtener dos polarizaciones lineales o circulares. Para este proyecto, el 
turnstile se ajustó para obtener las polarizaciones circulares izquierda y derecha 
y fueron amplificadas, separadamente, por dos amplificadores GaAs FET de 
60 K de temperatura de ruido. La FI de 123,5 MHz alimentaba un polarímetro, 
provisto por el MPIfR, cuyas cuatro salidas eran proporcionales a los parámetros 
de Stokes /, V, U y Q (Figura 42, panel izquierdo). 

Parámetros de antena 

■ Ancho a potencia mitad: 35,4h 

■ Eficiencia de apertura: 32,8%. 

■ Iluminación en el borde del disco: —17 dB. 

■ Lóbulos secundarios: —25 dB. 

Caracterísiticas del receptor 

■ Ganancia en RF (amplificadores GaAs FET): 80dB. 

■ Rechazo de emisión de línea: > 23 dB. 

■ Frecuencia Intermedia: 123,5 MHz. 

■ Rango dinámico: 40dB. 

■ Componentes de polarización: Circular. 

■ Aislamiento entre componentes de polarización: > 30 dB. 

■ Temperatura de sistema: ~ 90 K. 

■ Sensibilidad: ~ 0,05K (Tb). 























Historia del IAR 


271 


La adquisición de los datos 

Se usaron dos minicomputadoras, una Commodore 64 y una PC IBM (Fi¬ 
gura 42, panel central), con software especialmente escrito para el control del 
receptor y para la adquisición de datos. Las observaciones se realizaron en dos 
períodos, de 1987 a 1989 en 1435 MHz, con un ancho de banda de 14 MHz, y de 
1993 a 1994 en 1420 MHz, con un ancho de banda de 13 MHz (en el segundo pe¬ 
ríodo se usó una frecuencia central diferente por una interferencia en 1450 MHz). 
En ambos casos los barridos se hicieron en declinación, entre —10° y —90°, a 
10°/min, con el azimut fijo en el meridiano ( AH = 0), con lo cual la AR iba 
variando en forma continua (sistema entrelazado). El relevamiento cubría las 
24 horas de AR con barridos espaciados en 1 min de tiempo. En la Figura 42, 
panel derecho, puede verse la parte de la consola utilizada para este trabajo. Los 
cuatro parámetros de Stokes fueron grabados. 



Figura 42 Izquierda: Esquema de un polarímetro (Rohlfs 1990). Cen¬ 
tro: Receptor y computadoras utilizadas para el relevamiento en el con¬ 
tinuo en 21 cm. Derecha: Parte de la consola con los controles para la 
Antena 2. 


En el período 1985-1989 se publicaron, en total, 120 trabajos, 43 en RCIcR. 
María Cristina Martín se doctoró en 1985. 


10.3. 1990-1991 

Área Técnica y Científica: 

En diciembre de 1990 cayó un rayo que provocó algunos daños en equipos 
electrónicos pero, en octubre de 1991, un segundo rayo de mayor intensidad 
perjudicó a varios equipos electrónicos importantes. Estos daños retrasaron los 
trabajos que se realizaban para poner en marcha los diferentes proyectos que se 
estaban desarrollando. Por suerte, la pericia del personal técnico pudo subsanar 
todos esos daños, pero no se quiso correr el riesgo de la repetición de este tipo de 
percance. Para evitarlo, se contrató la construcción e instalación, en las cercanías 
de la sala de control, de una torre de 35 m de altura con un pararrayos eficiente. 

Esta instalación fue efectiva hasta el presente y sirvió, además, para la ins¬ 
talación, en la punta de la torre, de una terminal de un vínculo radioeléctrico 
con La Plata para conectar al IAR a la red de Internet de la UNLP. 

Los Proyectos de Investigación y Desarrollo (PIDs), en este período, fueron: 

■ Amplificadores de bajo ruido y FE de receptores. Directores: J. Sanz y A. 
Bava. 

■ Radioastronomía extragaláctica y estructura del MIE. Directores: R. Co- 
lornb y E. Bajaja. 











272 


E. Baja ja 


Tabla 3 Personal del IAR en 1990. 


Científicos 

Profesionales 

Técnicos 

E. M. Arnal 

A. Bava 

L. Bagnato 

I. N. Azcárate 

E. Filloy 

A. Bajaja 

E. Bajaja 

J. Groisman 

C. Bartolomé 

P. Benaglia 

L. Guarrera 

R. M. Fabra 

C. Cappa 

S. Harriague 

R. M. Fumagalli 

J. C. Cersósimo 

E. E. Hurrell 

E. Kollmeier 

F. R. Colomb 

J. J. Larrarte 

J. Mazzaro 

J. Cornbi 

J. C. Olalde 

C. C. Miguel 

E. Giacani 

D. Perilli 

J. A. Ottonello 

M. C. Martín 

N. Perón 

P. D. Ottonello 

R. Morras 

C. A. Picar do 

A. R. Santoro 

C. Olano 

J. A. Sanz 

A. A. Yovino 

W. G. L. Póppel 


E. Zalazar 

G. E. Romero 


R. Zalazar 

J. R. Rizzo 



J. Sahade 



J. C. Testori 



Artesanos 

Auxiliares 


H. F. Branca 

J. C. Aranzet 


O. Leonardi 

M. Birche 


E. Zalazar 

J. C. Muñoz 


R. Zalazar 

N. E. Nabaez 



■ Estudio de la Estructura Galáctica. Director: W.Poppel. 

■ Interacción de eventos energéticos con el MIE. Director: M. Arnal. 

■ META. Directores: R. Colomb y J. C. Olalde. 

10.4. El programa de búsqueda de vida inteligente extraterrestre con 
el META II 

META II (Figura 43) es un analizador espectral de 8,4 millones de canales, 
que fue construido por la Sociedad Planetaria de San Francisco (EEUU) para 
el programa SETI de búsqueda de inteligencia extraterrestre, para ser instalado 
en el IAR y usado con la Antena N-2 en la banda de Hi. La señal del receptor 
alimenta un sofisticado sistema de procesamiento que provee 8.388.608 canales 
que cubren 400 kHz, o sea que cada canal tiene un ancho de 0,05 Hz. Esto per¬ 
mitiría reconocer la naturaleza artificial de señales provenientes de actividades 
inteligentes. 

El proyecto de instalación del META (Mega Channel Extraterrestrial As- 
say) en el IAR surgió de un acuerdo con la Sociedad Planetaria durante una 
visita de su Presidente Cari Sagan a la Argentina. Este acuerdo fue aprobado 
por el CONICET el 4 de mayo de 1989. El Dr. Colomb lideró siempre este pro¬ 
yecto, acompañado por el Ing. Olalde en la parte técnica y con una participación 



Historia del IAR 


273 


destacada del Lie. Guillermo Lemarchand, quien se especializó en este tema y 
contribuyó con una abundante producción en publicaciones. Para participar en 
la construcción del META II, dos profesionales del IAR, Juan Carlos Olalde y 
Eduardo Hurrell, viajaron a Harvard donde permanecieron durante un año. El 
META II fue conectado el 12 de octubre de 1990 y estuvo más de dos años fun¬ 
cionando, barriendo el cielo en declinación, con un tiempo total de observación 
de 9000 horas. Durante estas observaciones se obtuvieron 1.600.000 espectros in¬ 
dependientes de 8,4 millones de canales cada uno, o sea mas de 10 13 datos. De los 
espectros obtenidos solo se guardaron aquellos que contenían señales que supe¬ 
raban un nivel preestablecido. Finalmente se seleccionaron 10 casos sospechosos 
pero ninguno fue confirmado. 

De haber sido confirmado alguno de esos casos, se habría convertido en la 
noticia del siglo. De todas maneras, como este tema es apasionante para mucha 
gente, no hay dudas de que el proyecto significó que esa gente se enterara de la 
existencia del IAR a través de la divulgación de esta actividad y que la figura 
de Colomb se volviera popular. Por otra parte, independientemente del fin para 
el que se lo utilizó, no hay dudas de que el META es una maravilla tecnológica. 



Figura 43 Analizador espectral META II. 


10.5. Correlador digital, receptor criogénico y relevamiento general 
de HI en el hemisferio sur 

Historia del equipamiento 

Para observar el paso del Cometa Halley en 1986 se pensó, en principio, en la 
utilización de un correlador digital. Esto no se concretó pero la intención condujo, 
a través de la gestión de F. Mirabel y V. Boriakoff, a la cesión, por parte del 
Observatorio de Arecibo y de la Universidad de Cornell, del correlador de 1008 
canales que tenían en operación desde hacía varios años, con una computadora 
Harris, y que iba a ser reemplazado por otro más moderno. Al efectuar la cesión 
se decidió también que el correlador estuviese acompañado de una Micro VAX 
en lugar de la vieja computadora Harris. 






274 


E. Baja ja 


Dos personas del IAR, un ingeniero (J. J. Larrarte) y un científico (E. M. 
Arnal) permanecieron 2 meses en Arecibo, en 1987, para familiarizarse con el 
hardware y el software respectivamente. El uso de la Micro VAX, en vez de 
la Harris que se usaba en Arecibo, hacía necesario adecuar las interfases y los 
programas. También se equiparía a la antena con un control digital de posición 
para ser gobernable directamente desde la Micro VAX. 

La posibilidad de disponer de este autocorrelador originó un acuerdo con 
el Observatorio de Leiden para realizar un relevamiento general de Hi en todo 
el cielo. El hemisferio norte y parte del sur, hasta la declinación de —30°, se 
observaría con el radiotelescopio de 25 m de Dwingeloo, y el hemisferio sur, desde 
—25°, con el radiotelescopio del IAR. De este modo habría una superposición 
de 5 o para comparación y calibración. Ambos relevamientos serían, además, 
corregidos por “stray radiation” para lo cual se contaría con la colaboración de 
P. Kalberla, del Instituto Radioastronómico de la Universidad de Bonn. En la 
Tabla 4 se comparan los parámetros observacionales de los radiotelescopios a 
usar en el IAR y en Dwingeloo. 

Este acuerdo significó un compromiso institucional que obligó a priorizar los 
trabajos relacionados, no solo con respecto al correlador y la computadora, sino 
también con respecto al receptor, ya que el existente no satisfacía los requisitos 
especificados para la sensibilidad del sistema. Los trabajos relacionados con el 
hardware y el software para el correlador fueron liderados por el Ing. Larrarte y 
por el Dr. Arnal, respectivamente, y significaron un arduo trabajo durante varios 
años. En la Figura 44 puede verse el correlador ya instalado en la SC. 

En lo que se refiere al receptor, para tener una temperatura de sistema de 
35 K era necesario tener un receptor enfriado con He líquido y el uso de los 
nuevos HEMT (High Electron Mobility Transistor). Por suerte, se contó con la 
colaboración de uno de los Directores del MPIfR de Bonn, el Dr. R. Wielebinski, 
quien gestionó un subsidio para la construcción, en los laboratorios del MPIfR, de 
un receptor dual enfriado con He líquido, con dos polarizaciones, para la banda 
L. Simultáneamente se trabajó en el IAR en la automatización del control de 
antena y de los osciladores locales. 



Figura 44 Autocorrelador Digital de 1008 canales. 









Historia del IAR 


275 


Tabla 4 Parámetros observacionales previstos. 


Parámetro 

IAR 

Dwingeloo 

Diámetro (m) 

30 

25 

Montura 

Ecuatorial 

Alt-az 

Temper. de Sistema (K) 

35 

35 

Ruido rms a obtener (K) 

0.07 

0.07 

No. de canales 

1008 

1024 

Ancho de banda (MHz) 

5 

5 

Cubrimiento en vel. (kms -1 ) 

-450 a 450 

-450 a 400 

Separación en vel. (kms -1 ) 

1,05 

1,05 

Resolución en vel. (kms -1 ) 

1,27 

1,25 

HPBW (°) 

0,5 

0,6 

Perfiles para calibración 

S9 IAU 

S7 IAU 

Rangos de Declinaciones (°) 

< -25 

> -30 

Grilla en l, b 

0, 5/ cos(6), 0,5 

0, 5/ eos (b), 0,5 

No. de puntos a observar 

50.980 

142.978 


El proyecto para la construcción del receptor comenzó pronto en Bonn ya 
que los alemanes construirían un receptor similar para su antena de 100 m en 
Effelsberg. Dos jóvenes Ingenieros fueron contratados en el IAR para participar 
del trabajo de desarrollo y diseño primero, y de construcción después, en Bonn, 
los Ingenieros Gustavo Pello y Jorge Groisman. Lo natural hubiera sido que 
los ingenieros que participasen de esos trabajos fueran miembros del plantel del 
IAR, por su experiencia en radioastronomía, pero la demanda de condiciones 
por parte de los posibles candidatos, no aceptadas por el MPIfR, obligaron a 
recurrir a la contratación de Pello y Groisman. 

Luego de la llegada del receptor, en 1992, prosiguió el trabajo en el IAR 
para la instalación en la antena, la cual tuvo lugar en el año 1994. 

En el peródo 1990-1991 se publicaron 50 trabajos en total, 17 en RCIcR. 

10.6. 1992 

Área Técnica 

Estaba en uso aún el receptor enfriado de CIW (T s ¡ s = 90 K), con la 
PDP 11/20 y la MOSTEK-KIM1, pero se estaba ya trabajando con el auto- 
correlador de 1008 canales y la computadora MicroVAX-II, para el control del 
receptor, y la adquisición y el procesamiento de los datos. El receptor sería el 
criogénico, para la banda L, construido en el MPIfR de Bonn. Las tareas estaban 
programadas para dos períodos, antes y después de la llegada del receptor (la 
cual se produjo ese año): 

Período 1: 

■ Instalación de los tubos de He entre el compresor y el FE. 

■ Instalación de un grupo electrógeno de 5 kVA para usar como alimentador 
de emergencia del sistema criogénico. 



276 


E. Baja ja 


■ Automatización del movimiento de antena. 

Período 2: 

■ Diseño de la unidad de control y de monitoreo de las principales funciones 
del receptor. 

■ Diseño de la caja de montaje del receptor y protección. 

■ Pruebas de funcionamiento. 

En 1992 se publicaron 26 trabajos en total, 5 en RCIcR. 

10.7. 1993-1994 

El equipamiento en materia de computación en el IAR, en esta época, era 
el siguiente: 

■ Computadoras: 2 AT286, 4AT 386, 1 AT 486, 1 VAX Stationll. 

■ Equipos de lectura y grabación: 1 unidad de cinta magnética, 1 lectora de 
CD ROM’s, 1 scanner de media página. 

■ Impresoras: 1 impresora láser, 5 impresoras Epson. 

Temas de Investigación: 

■ Cavidades en la distribución de Hi galáctico alrededor de estrellas O y 
WR. 

■ Estructuras de Hi en asociaciones OB. 

■ Colisión de una Nube de Alta Velocidad con el plano galáctico. 

■ Emisión de OH de envolturas de estrellas post AGB. 

■ Búsqueda de OH en fuentes IRAS frías. 

■ Las fases calientes y frías del MIE local. 

■ Interacción de SNR’s con el MIE observando el CO con el SEST 3 . 

■ Observación, en el continuo, en 21 cm, de la colisión del Cometa Shoe- 
maker-Levy9 con Júpiter. 

Desarrollos tecnológicos: 

■ Control automático de señal para el correlador digital. 

■ FI y OL para las dos ramas del receptor del Radiotelescopio 1. 

■ Montaje de los componentes del receptor para el Radiotelescopio 1. 

■ Eliminación de interferencias. 

■ Primeras pruebas de funcionamiento del Autocorrelador. 

■ Anteproyecto para una red interna de computación. 

En 1994 comenzaron las observaciones con el nuevo receptor criogénico y el 
autocorrelador digital de 1008 canales. 


3 Swedish-ESO Submülimeter Telescope, La Silla, Chile (N. del E.) 



Historia del IAR 


277 


El relevamiento de Hl 

En 1994, con todo el sistema (antena, receptor [FE y BE], correlador, com¬ 
putadora, interfases y software) terminado, se dio comienzo a las observaciones 
que continuaron, ininterrumpidamente, hasta 1997. 


Procedimiento de observación Cuatro personas del IAR se hicieron cargo 
de las observaciones para el relevamiento de Hl: E. M. Arnal, E. Bajaja, R. 
Morras y W. G. L. Poppel. Teniendo en cuenta las limitaciones en el movimiento 
de la antena, se decidió que la grilla total se dividiera en 2095 subgrillas de 25 
puntos (5x5 puntos) cada una (excepto a muy altas latitudes galácticas) y que 
cada observador tomara aproximadamente un cuarto del total y las eligiera, a 
medida que avanzara el trabajo, de las que eran visibles con la antena durante 
el turno de observación. 

El correlador digital de 1008 canales se utilizó con un ancho de banda de 
5 MHz con lo cual se obtuvieron 1008 canales de 1,27 km s^ 1 de ancho, separa¬ 
dos l,047kms -1 . El rango de velocidad era de 1056kms' 1 centrado en Okms' 1 . 
Después de la reducción, sin embargo, el rango se redujo a —450 a +400 km s -1 . 
La información provista por el autocorrelador digital está ilustrada en el panel 
izquierdo de la Figura 45. En este perfil está contenida toda la información del 
espectro observado pero en función del tiempo. Para poder verlo en función de 
la frecuencia es necesario realizar la transformada de Fourier (TF). Esta trans¬ 
formación la realizaba la Micro VAX, apenas almacenado el espectro anterior, 
y el perfil obtenido era desplegado en la pantalla del monitor (Figura 45, panel 
derecho) y archivado en disco. 

Las observaciones de cada grilla serían precedidas y seguidas por a) la ob¬ 
servación del primer y último punto a la velocidad LSR de lOOOkms -1 , o sea 
fuera de todo Hl galáctico, para constituir el perfil “OFF” que se restaría de 
los perfiles para tener una línea de base limpia de irregularidades propias del 
sistema (Figuras 46 y 47), y b ) la observación del punto de calibración más cer¬ 
cano. Estos puntos de calibración eran 10 y estaban constituidos por el punto S9 
IAU y 9 puntos (calibradores secundarios) elegidos en función de su intensidad 
y ubicación de modo que en cualquier momento estuviera visible al menos uno 
de ellos para la antena. 



Figura 45 Izquierda: Salida del Autocorrelador. Derecha: Perfil ob¬ 
tenido haciendo la transformada de Fourier de la salida del Autocorre¬ 
lador. 










278 


E. Baja ja 



Figura 46 1: Perfil ON. 2: Perfil OFF. 3: Perfil ON-OFF. 



Figura 47 Perfil corregido por línea de base. 

En el período 1993-1994 se publicaron 51 trabajos en total, 15 en RCIcR. 

Las 20 publicaciones de trabajos realizados por personal del IAR, entre 
1981 y 1994, con mayor cantidad de citas (número precedente en cada caso), de 
acuerdo al ADS Abstract Service en agosto de 2006, son: 

153 A high resolution hydrogen-line survey of Messier 31. III - Hl holes in the 
interstellar médium (Brinks y Bajaja 1986) 

94 On a model of local gas related to Gould’s belt (Olano 1982) 

77 A new general survey of high-velocity neutral hydrogen in the Southern 
Hemisphere (Bajaja y otros 1985) 

75 The relative distrihution of NH3, HC7N and CfH in the Taurus Molecular 
Cloud 1 (TMC1) (Olano, Walmsley y Wilson 1988) 

71 C 12 (J = 2-1) mapping of M82 (Loiseau y otros 1990) 

62 Evidence for high-velocity inflovu of neutral hydrogen toward the Galaxy 
(Mirabel y Morras 1984) 

49 A C 13 0(2-1) map of M82 (Loiseau y otros 1988) 

46 The distance to the planetary nébula NGC 7027 (Pottasch y otros 1982) 
41 The extended Hl halo in NGC4449 (Bajaja, Huchtmeier y Klein 1994) 

40 The interstellar médium in the vicinity of the association SCO OB2 (Cap¬ 
pa de Nicolau y Poppel 1986) 

39 Cavities around progenitors of Ib SNe - Effelsberg Hl observations towards 
six Galactic Wolf-Rayet stars (Arnal 1992) 

38 High-resolution polarization observations of M31. I - Structure of the mag- 
netic field in the southwestern arm (Beck y otros 1989) 









Historia del IAR 


279 


37 A radio continuum study of the Magellanic Clouds. I - Complete multi- 
frequency maps (Haynes y otros 1991) 

34 Strong intraday variability in the Southern blazar PKS0537-441 a t 1-4%GHz 
(Romero, Combi y Colomb 1994) 

30 The distribution of neutral hydrogen in the Sombrero galaxy, NGC4594 
(Bajaja y otros 1984) 

30 Thermal and nonthermal radio emission from the Small Magellanic Cloud 
(Loiseau y otros 1987) 

28 The Hl bubble around the Wolf-Rayet star HD 156385 and its environs 
(Cappa de Nicolau y otros 1988) 

26 Kinematical origin of the dark clouds in Taurus and of some nearby ga- 
lactic clusters (Olano y Poppel 1987) 

24 Cloud-Milky Way collisions in the outer Galaxy (Mirabel y Morras 1990) 

21 High resolution Hl observations of Messier 31 (Bajaja y Shane 1982). 

El Dr. Colomb fue nombrado miembro del Directorio de la CONAE y a fines 
de 1994 solicitó una licencia de 1 año para dedicarse de lleno a su trabajo en la 
CONAE. Para reemplazarlo en la Dirección del IAR se nombró nuevamente al 
Dr. Bajaja. 

11. Dirección a cargo de E. Bajaja (01/01/1995 - 30/05/1996) 

11.1. 1995 

En este período, gracias a recomendaciones al CONICET por parte de la 
CASAUF de Astronomía, dirigida en ese entonces por el Dr. Sahade, después 
de visitar el IAR, se realizaron dos obras. Una consistió en una perforación del 
terreno para llegar a napas de agua más profundas y así tener agua potable libre 
de salnronella. Esta obra se complementó con la instalación de un nuevo tanque 
para el agua. La otra obra consistió en la construcción de una cerca alambrada a 
lo largo de todo el perímetro del terreno del IAR, con lo cual se evitó la entrada 
de animales, se protegió mejor el terreno de la invasión de la acacia negra y se 
mejoró la seguridad dificultando el ingreso de personas extrañas al IAR. 

En materia de computación, se adquirió una SUN SPARC WS y se insta¬ 
laron dos redes informáticas internas, una en Electrónica y otra en el edificio 
principal. 

En 1995 se publicaron 24 trabajos en total, 11 en RCIcR. 


12. Dirección de E. Bajaja (30/06/1996 - 30/09/1997) 

12.1. 1996 

El Dr. Colomb prolongó su licencia y renunció a la Dirección (en reali¬ 
dad, Colomb nunca más regresó como investigador al IAR). En vista de ello, 
el Dr. Bajaja fue nombrado Director del IAR el 30 de mayo de 1996. Bajaja 
aceptó poniendo ciertas condiciones con respecto al apoyo que debería darle el 
CONICET a su gestión. Esas condiciones nunca se cumplieron por lo que no es 
de extrañar que su gestión como Director no durara mucho tiempo. Para colmo, 



280 


E. Baja ja 


Tabla 5 Personal del IAR en 1995. 


Científicos 

Profesionales 

Técnicos 

E. M. Arnal 

A. Bava 

L. Bagnato 

I. N. Azcárate 

E. Filloy 

R. M. Fabra 

E. Bajaja 

L. Guarrera 

R. M. Fumagalli 

P. Benaglia 

E. E. Hurrell 

E. Kollmeier 

N. Caballero 

J. J. Larrarte 

0. Leonardi 

C. Cappa 

J. C. Olalde 

J. Mazzaro 

F. R. Colomb 

D. Perilli 

C. C. Miguel 

J. Cornbi 

N. Perón 

J. A. Ottonello 

M. C. Martín 

C. A. Picar do 

P. D. Ottonello 

R. Morras 

J. A. Sanz 

0. Perez 

C. Olano 


A. R. Santoro 

W. G. L. Póppel 


A. A. Yovino 

J. R. Rizzo 


R. Zalazar 

G. E. Romero 



J. C. Testori 



Artesanos 

Auxiliares 


H. F. Branca 

J. C. Aranzet 


0. Leonardi 

M. Birche 


J. C. Muñoz 



N. E. Nabaez 



R. Zalazar 




este año el CONICET ordenó despedir a todos los contratados con excepción 
de J. C. Aranzet (Vigilancia y Parque) y G. Ulloa Velásquez (Cocina y Lim¬ 
pieza) y le tocó a Bajaja la triste obligación de comunicar esto a siete personas 
que se estaban desempeñando muy bien en diversas tareas, desde chofer hasta 
investigador. 

En materia de computación, se incorporaron 2 SPARC CLASSIC. 

Este año se publicaron 37 trabajos en total, 8 en RCIcR. 

12.2. 1997 

Debido a su descontento con la política del CONICET, Bajaja encontró en 
su edad (66), cercana a la de jubilación (67), una justificación para solicitar una 
licencia por año sabático a partir del 30 de septiembre de 1997. Ya que al final 
de esta licencia tendría que jubilarse, presentó, simultáneamente, la renuncia a 
la Dirección del IAR. Para reemplazarlo sugirió la designación del Dr. Marcelo 
Arnal quien era, a su parecer, en función de sus antecedentes en investigación, 
docencia y gestión, el mejor candidato entre los miembros del IAR. El CONI- 
CET aceptó esta sugerecia pero hasta la designación efectiva de Arnal, el 7 de 
noviembre de 1997, quedó a cargo de la Dirección el Dr. Ricardo Morras. 

En el área científica , el principal proyecto radioastronómico era, sin duda, el 
relevamiento general de Hi en el hemisferio austral. Se completaron este año las 
observaciones y se prosiguió con las reducciones. Bajaja utilizó el año sabático 



Historia del IAR 


281 


para dedicarse de lleno a la reducción de los datos observacionales utilizando 
programas de computación propios. 

Otros proyectos eran: 

■ Estudio de las propiedades intrínsecas de las galaxias. 

■ Morfología del MIE. 

■ Astrofísica de los RC’s energéticos detectados en el hemisferio sur. 

En el área técnica el proyecto principal era el receptor para 3,3 GHz cuyo 
FE estaba construido en un 70%. 

En docencia había involucradas 12 personas. 

Publicaciones: 

En 1997 se publicaron 26 trabajos en total, 7 en RCIcR. 

W. G. L. Póppel (1997) publicó un extenso “review” sobre el Cinturón de 
Gould. 

13. Dirección de M. Arnal (7/11/1997 - 7/12/1999) 

Completadas las observaciones correspondientes al relevamiento de Hl, se 
prosiguió con las reducciones. Estas se completaron también en este período 
y se comenzaron a obtener los primeros mapas de distribución del gas, tanto 
del sector del cielo observado desde el IAR como de todo el cielo, ya que se 
contaba con los datos del relevamiento de Hl del hemisferio norte efectuado con 
el Radiotelescopio de Dwingeloo (Holanda). Estaba aún pendiente, sin embargo, 
la corrección por radiación espuria en los datos del IAR para que ambos paquetes 
de datos fueran completamente compatibles. 

Se incorporaron a la Carrera del Investigador del CONICET, los ahora 
Doctores Paula Benaglia, Jorge Combi, Gustavo Romero y José R. Rizzo. En 
esta época quedaba sólo un becario, la Lie. Silvina Cichowolsky. 

Proyectos de Investigación: 

■ Relevamiento general de Hl en el hemisferio austral. 

■ Morfología del MIE. 

■ Estudio de las propiedades intrínsecas de las galaxias. 

■ Burbujas interestelares alrededor de estrellas O. 

■ Estudio del CH interestelar. 

■ Astrofísica de núcleos activos y objetos energéticos Galácticos. 

■ Emisiones de radio en torno de fuentes de rayos Gamma detectables desde 
el hemisferio sur. 

La decidida actuación de Arnal al frente de la Dirección, dirigida a pro¬ 
veer al Instituto de las facilidades necesarias para el mejor desempeño de los 
científicos y profesionales, tuvo como consecuencia un pronto agotamiento de un 
presupuesto que no preveía las inversiones realizadas. El reclamo de un mayor 
presupuesto, y la difusión que tuvieron sus notas, lo llevaron a un choque con 
las autoridades del CONICET quienes vieron en su actitud intenciones políticas, 



282 


E. Baja ja 


relacionadas con la proximidad de las elecciones de 1998, y decidieron separarlo 
de la Dirección del IAR. La justificación formal para esta medida, sin embargo, 
fue el incumplimiento de normas contables. 

Para la Dirección del IAR, fue nombrado provisoriamente, a partir del 
8/12/1999, hasta la realización de un concurso, el Dr. Ricardo Morras. A pe¬ 
sar del carácter provisorio, el Dr. Morras ejerció plenamente la Dirección del 
IAR durante 7 años, el tiempo que tardó el CONICET en realizar el concurso 
de Director. 

En el período 1998-1999 se publicaron 60 trabajos en total, 26 en RCIcR. 


14. Dirección de R. Morras (8/12/1999 - 17/12/2007) 


Tabla 6 Personal del IAR en el año 2000. 


Científicos 

Profesionales 

Técnicos 

E. M. Arnal 

J. A. Bava 

L. Bagnato 

I. N. Azcárate 

L. Guarrera 

R. M. Fabra 

E. Bajaja 

E. E. Hurrell 

R. M. Fumagalli 

P. Benaglia 

J. J. Lañarte 

E. Kollmeier 

F. Beirelles 

J. C. Olalde 

O. Leonardi 

C. Cappa 

D. Perilli 

J. Mazzaro 

J. Combi 

N. Perón 

C. C. Miguel 

S. Cichowolski 

C. A. Picar do 

J. A. Ottonello 

G. Lemarchand 

J. A. Sanz 

P. D. Ottonello 

M. C. Martín 


O. Perez 

R. Morras 


A. R. Santoro 

C. Olano 


A. A. Yovino 

W. G. L. Póppel 
J. R. Rizzo 

G. E. Romero 

J. C. Testori 

D. Torres 


R. Zalazar 

Artesanos 

M. Birche 

H. F. Branca 

O. Leonardi 

J. C. Muñoz 

N. E. Nabaez 

R. Zalazar 


La Dirección del Dr. Morras tuvo dos etapas. Durante la primera, que du¬ 
ró más de dos años, tuvo que lidiar con una actitud adversa del Directorio del 
CONICET que mantuvo al IAR con muy bajo presupuesto, sometido a con¬ 
troles, evaluaciones y calificaciones que analizaban la posibilidad de decretar su 
cierre. Esta situación terminó en junio de 2001 cuando, después de un cambio 



Historia del IAR 


283 


de autoridades, el CONICET ubicó al IAR en una categoría que significaba la 
supervivencia. En la Figura 48 puede verse al personal del IAR el día en que el 
Dr. Morras comunicó esta buena nueva. 



Figura 48 Personal del IAR en junio de 2001. 


La segunda etapa comenzó en 2002 cuando se abrió la posibilidad de realizar 
trabajos de transferencia para la la Comisión Nacional de Actividades Espaciales 
(CONAE). Esta posibilidad se vio favorecida por la presencia de Colomb en la 
CONAE, pero también por la especialización técnica y la predisposición de los 
ingenieros del IAR para la realización de estas tareas. Estos trabajos se fueron 
incrementando, y ampliando a otras instituciones, al formalizarse oficialmente 
esta tarea a través de un convenio entre el CONICET, la CONAE y la “Fun¬ 
dación para el Avance de la Ciencia Astronómica” (FUPACA). La realización 
de estas tareas, no destinadas a la labor científica, además de proveer fondos 
para el funcionamiento del Instituto, fue valorizando al IAR ante el CONICET 
por adecuarse a la nueva orientación de la política científica. También significó, 
para los ingenieros, un avance importante en sus conocimientos y experiencia 
tecnológica. El aspecto negativo de esta política se manifestó en el retraso que 
sufrieron los radiotelescopios en su rehabilitación. 

La paralización de las observaciones, unida a una disminución de investiga¬ 
dores por jubilación o mudanza a otras instituciones, condujo a una disminución 
en la cantidad de publicaciones basadas en dichas observaciones. Esta disminu¬ 
ción, sin embargo, fue ampliamente compensada por la avalancha de trabajos 
producida por el Grupo de Astrofísica Relativista creado y liderado por Gustavo 
Romero. 

Durante 1999, el CONICET le comunicó a Bajaja que debía jubilarse. Ba- 
jaja realizó el trámite y, a comienzos del año 2000, recibió la notificación del 
ANSES por la cual se aprobaba el trámite. Bajaja siguió trabajando, con un 
contrato del CONICET, hasta fines del año 2002 en que renunció al contra¬ 
to, después de completar los trabajos correspondientes a la terminación de las 
correcciones y reducciones del Relevamiento de Hi. 

En el período 2000-2001 se publicaron 72 trabajos en total, 29 en RCIcR. 



284 


E. Baja ja 


14.1. 2002 

Líneas de Investigación: 

■ Relevamiento general de Hi en el hemisferio austral. 

■ Relevamiento del continuo en 1420 MHz en el hemisferio sur. 

■ Estudio de la estructura galáctica y el MIE local. 

■ Morfología del MIE y estudio de los efectos de los vientos estelares, explo¬ 
siones de SN y colisiones de nubes de alta velocidad. 

■ Estudio de las propiedades intrínsecas de las galaxias a través de observa¬ 
ciones ópticas y radioastronómicas. 

■ Vientos en estrellas tempranas y masivas. 

■ Burbujas interestelares alrededor de estrellas O. 

■ Líneas de recombinación en radiofrecuencias. 

■ Astrofísica de rayos gamma y rayos cósmicos. 

■ Astrofísica relativista y radioastronomía. 

■ Estudio del entorno de fuentes EGRET no identificadas. 

■ Estudios de microvariabilidad de quasares. 

■ Estudio de microquasares. 

■ Microlensing gravitacionales. 

■ Emisiones de radio en torno de fuentes de rayos gamma detectables desde 
el hemisferio sur. 

■ Procesamiento digital y analógico de señales. 

■ Re-ingeniería del FE META II y Proyecto SETI. 

Ese año se publicaron 20 trabajos en total, 13 en RCIcR. 

Transferencia: 

■ Desarrollo de antenas “Patch” para radar satelital en colaboración con la 
CONAE. 

■ Desarrollo, construcción y medición de un subsistema irradiante de 8 ele¬ 
mentos a nivel de prototipo según CNEA. 

■ Medición de subsistemas irradiantes. 

■ Medición de los materiales usados en los subsistemas irradiantes. 

14.2. Publicación de los relevamientos en el continuo y en Hl 

Publicación del relevamiento del continuo en 21 cm 

La reducción de los datos del relevamiento en el continuo en 21 cm requirió 
un extenso trabajo de J. C. Testori en el MPIfR de Bonn, con expertos en el 
tema, y fue publicado finalmente en 2001 en dos partes: 

1. Equipamiento, observaciones y reducción de datos (Testori y otros 2001). 

2. Atlas de los mapas de isofotas (Reich, Testori y Reich 2001) (Figuras 49 y 
50, respectivamente). 




Historia del IAR 


285 



Figura 49 Mapas del continuo galáctico en 21cm producidos con ob¬ 
servaciones desde el IAR (Reich, Testori y Reich 2001). 



Figura 50 Mapa del continuo galáctico en 21cm producidos con ob¬ 
servaciones del hemisferio sur realizadas con la Antena 2 del IAR y del 
hemisferio norte con la antena de 25m de Stockert (Alemania). 


El Relevamiento General de Hl en el Hemisferio Sur 

La reducción final del relevamiento de Hl en 21 cm, requirió, para la co¬ 
rrección del “stray radiation”, la colaboración de P. Kalberla, del Instituto Ra- 
dioastronómico de la Universidad de Bonn. Para terminar con este proceso, E. 
Bajaja estuvo trabajando tres meses con Kalberla en Bonn a fines de 2002. Este 
trabajo permitió publicar, finalmente, el relevamiento de Hl del IAR por un lado 
(Bajaja y otros 2005) y el relevamiento de Hl en todo el cielo (IAR + Leiden) 
por otro (Kalberla y otros 2005) (Figuras 51 y 52). 

Las 30 publicaciones de trabajos realizados por personal del IAR, entre 
1995 y 2006, con mayor cantidad de citas (número precedente en cada caso), de 
acuerdo al ADS Abstract Service en agosto de 2006, son: 

93 Unidentified 3EG gamma-ray sources at low galactic latitudes (Romero, 
Benaglia y Torres 1999) 

















286 


E. Baja ja 



Figura 51 Izquierda: Mapa de distribución de Hi de Dwingeloo sin y 
con el mapa del IAR incluido. Derecha: Distribución del Hi en proyec¬ 
ción Aitoff (Kalberla y otros 2005). 




Figura 52 Izquierda: Distribución de Hi a velocidades negativas. De¬ 
recha: Idem a velocidades positivas. Kalberla y otros (2005). 


51 A variability analysis of low-latitude unidentified gamma-ray sources (To¬ 
rres y otros 2001) 

44 Hadronic gamma-ray emission from windy microquasars (Romero y otros 
2003) 

43 Precessing microblazars and unidentified gamma-ray sources (Kaufman 
Bernadó, Romero, G. E. y Mirabel 2002) 

41 The Gould Belt System and the Local Interstellar Médium (Póppel 1997) 

41 LS 5039: A runaway microquasar ejected from the galactic plañe (Ribo y 
otros 2002) 

40 Supernova remnants and gamma-ray sources (Torres y otros 2003) 

33 Beaming and precession in the inner jet of 3C 273 - II. The central engine 
(Romero y otros 2000) 

33 Beaming and precession in the inner jet of 3C 273 (Abraham y Romero 
1999) 









Historia del IAR 


287 


32 Testing the correlation of ultrahigh energy cosmic rays with high redshift 
sources (Sigl y otros 2001) 

31 The gamma-ray source 2EGS J1703-6302: a new supernova remnant in 
interaction with an Hl cloud? (Combi, Romero y Benaglia 1998) 

29 Recurrent microblazar activity in CygnusX-1? (Romero, Kaufman Berna- 
dó y Mirabel 2002) 

29 Optical microvariability of Southern AGNs (Romero, Cellone y Combi 

1999) 

29 Rapid radio variability in PKS0537-ffl: superluminal microlensing caused 
by small masses in a foreground galaxy? (Romero, Surpi y Vucetich 1995) 

28 Can the gamma-ray source 3EG J2033+fll8 be produced by the stellar 
system Cygnus OB2 No. 5? (Benaglia y otros 2001) 

26 The Hl distribution in the environment of the WR star HD 50896 (Arnal 
y Cappa 1996) 

26 High-mass microquasars and low-latitude gamma-ray sources (Bosch-Ra- 
mon, Romero y Paredes 2005) 

25 VLA observations of neutral hydrogen in the direction of Puppis A (Rey- 
noso y otros 1995) 

25 Supernova-remnant origin of cosmic rays? (Butt y otros 2002) 

24 A high sensitivity Hl survey of the sky at delta < —25° (Arnal y otros 

2000 ) 

24 Gamma-ray emission from Wolf-Rayet binarles (Benaglia y Romero 2003) 

24 Reissner-Nordstróm black hole lensing (Eiroa, Romero y Torres 2002) 

24 Is the Supernova Remnant RX J1713.7-39f6 a Hadronic Cosmic-Ray Ac- 
celerator? (Butt y otros 2001) 

23 A new survey for high velocity Hl detections in the Southern Hemisphere 
(Morras y otros 2000) 

23 The incidence of the host galaxy in microvariability observations of quasars 
(Cellone, Romero y Combi 2000) 

21 On the time variability of Gamma-ray sources: a numerical analysis of 
variability indices (Torres, Pessah, &; Romero 2001) 

21 An inquiry into the nature of the gamma-ray source 3EG J1828+01f2 
(Punsly y otros 2000) 

20 The Leiden-Argentine-Bonn (LAB) Survey of Galactic Hl. Final data re¬ 
léase of the combined LDS and IAR surveys with improved stray-radiation 
corrections (Kalberla y otros 2005) 

18 Search for intraday radio variability in EGRET blazars. (Romero y otros 
1997) 

18 Observations of CO Unes in Southern spiral galaxies (Bajaja y otros 1995). 

15. Balance 

En esta Sección se hace un resumen de lo realizado a lo largo de estos 40 años 
de existencia del IAR. Este resumen no pretende ser exhaustivo sino destacar lo 



288 


E. Baja ja 


que se considera más importante en la evolución técnico científica del IAR. Las 
estadísticas que se mencionan fueron obtenidas en base a los datos disponibles 
y pueden contener, en todo caso, valores mínimos. 

15.1. Temas de investigación 

Hl galáctico: 

■ Relevamiento general. 

■ Estructura galáctica. 

■ Estructuras debidas a la interacción de eventos estelares con el MIE (cás¬ 
caras, cavidades). 

■ Nubes de Hl de alta velocidad. 

Hl extragaláctico: 

■ Hl en galaxias. 

■ Hl en las Nubes de Magallanes. 

Continuo galáctico: 

■ Relevamiento general. 

■ Continuo relacionado con objetos o eventos particulares. 

Continuo extragaláctico: 

■ El continuo en las Nubes de Magallanes. 

■ Variabilidad de Radiofuentes. 

Otros: 

■ Líneas de recombinación. 

■ OH en emisión y absorción. 

■ Astrofísica relativista. 

■ Búsqueda de vida extrraterrestre (Programa SETI). 

Eventos: 

■ Observación del eclipse total de Sol del 12/11/1966. 

■ Observación del Cometa Halley (Febrero a Mayo de 1986). 

■ Observación de la colisión Shoemaker-Levy 9 con Júpiter (julio-agosto 
1994). 

15.2. Trabajos Técnicos 

Los principales trabajos en los cuales estuvo involucrado el personal técnico 
fueron los siguientes: 

■ Construcción de dos antenas con reflector parabólico de 30 m de diámetro. 

■ Participación en la construcción de tres receptores para la Antena 1. 

■ Construcción de tres receptores para el continuo en 21 cm para la Antena 2. 

■ Participación en la construcción del META II. 

■ Rediseño y construcción de las interfases del autocorrelador digital. 

■ Diseño y elaboración del software para control de receptores, antenas y 
adquisición de datos. 

■ Trabajos de transferencia. 



Historia del IAR 


289 


15.3. Estadísticas de publicaciones 

Utilizando el ADS Abstract Service del Harvard-Smithsonian Center for As- 
trophysics, se recopilaron las publicaciones de los integrantes del IAR entre 1966 
y mediados de 2006 y se sumaron para cada año. Con estos datos se confeccio¬ 
naron las estadísticas que se describen a continuación. 

En la Figura 53 se muestra un histograma con el número total de publicacio¬ 
nes científicas y técnicas realizadas en el IAR entre 1966 y 2006. En los detalles 
de esta figura están impresos los efectos de la historia de la evolución científico 
técnica del IAR. El número de publicaciones por año, teniendo en cuenta el nú¬ 
mero de autores, refleja el tiempo que requirió cada trabajo y su publicación. En 
ese tiempo están incluidos, como en el caso de cualquier observatorio, el tiempo 
para: a) el proyecto; b ) la observación; c) la reducción de los datos; d) la inter¬ 
pretación de las observaciones; e) la producción de las figuras, y /) la redacción 
y escritura del trabajo. 

En el caso de un Observatorio Radioastronómico como el del IAR, la di¬ 
ferencia con los observatorios ópticos reside en el tiempo de observación, que, 
además de depender de la sensibilidad del radiotelescopio y de la intensidad de 
las señales a detectar, depende del número de puntos a observar, sobre todo 
teniendo en cuenta que, en general, se trata de relevamientos de zonas relativa¬ 
mente grandes. 

Lo que está impreso en el histograma de la figura, en función del tiempo, 
es: 


■ El número y capacidad de científicos y profesionales. 

■ El tipo de trabajo, observacional, teórico o experimental. 

■ Las características de los radiotelescopios. 

■ Las características de los equipos de computación. 

■ Los medios para escribir (procesadores de palabra e impresoras). 

■ Los medios para graficar (software e impresoras). 


El aumento en el número de publicaciones en los años 80, refleja la aparición 
de las computadoras. Los incrementos posteriores reflejan el desarrollo tecnoló¬ 
gico de todo los relacionado con los equipos informáticos (hardware y software) 
y, sobre todo, la aparición de Internet. En las Figuras 54 y 55 se muestran los 
histogramas correspondientes a los números de trabajos publicados, por año, en 
revistas internacionales con referato y los números de menciones o citas, corres¬ 
pondientes a esos trabajos, respectivamente. Aquí, los gráficos en los paneles 
izquierdos muestran un pico después de 1993 pero la justificación, en este caso, 
es necesario buscarla en la composición del personal científico, ya que el aumento 
se debe a la producción científica de un nuevo grupo de gente joven, de orien¬ 
tación mas bien teórica, incorporado al IAR en la década del 90, el Grupo de 
Astrofísica Relativista (GR). Esto puede apreciarse claramente en los paneles 
central y derecho de las figuras mencionadas. 



J de publicaciones con referato 


290 


E. Baja ja 



1685 (970 197E 1580 ’9S5 1997 1995 7000 7005 

Año 


Figura 53 Número total de publicaciones científicas y técnicas entre 
1966 y 2006. 



Figura 54 Izquierda: Número de publicaciones anuales en revistas 
con referato. Centro: Del Grupo Relativista. Derecha: Comparación. 





Figura 55 Izquierda: Número total de menciones. Centro: Del Grupo 
Relativista. Derecha: Comparación. 


Número total de publicaciones científicas y técnicas: 

Período Nro. de publicaciones 
1966-1980 97 

1981-1994 324 

1995-2006 338 

1966-2006 759 











































































Historia del IAR 


291 


Número de publicaciones en revistas científicas con referato: 

Período Nro. de publicaciones 
1966-1980 42 

1981-1994 103 

1995-2006 156 

1966-2006 301 

Las 15 publicaciones de trabajos realizados en el IAR entre 1966 y 2006, 
utilizando resultados obtenidos con los radiotelescopios del IAR y con mayor 
cantidad de citas (número precedente en cada caso), de acuerdo al ADS Abstract 
Service en agosto de 2006, son: 

110 Galactic Hl at |6| > 10°. II. Photographic Presentation of the Combined 
Southern and Northern Data (Colomb, Poppel y Heiles 1980) 

94 On a model of local gas related to Gould’s Belt (Olano 1982) 

93 Unidentified 3EG gamma-ray sources at low galactic latitudes (Romero, 
Benaglia y Torres 1999) 

77 A new general survey of high-velocity neutral hydrogen in the Southern 
Hemisphere (Bajaja y otros 1985) 

40 The interstellar médium in the vicinity of the association SCO-OB2 (Cap¬ 
pa de Nicolau y Poppel 1986) 

34 Strong intraday variability in the Southern blazar PKS0537-441 at 1 . 42 GHz 
(Romero, Combi y Colomb 1994) 

31 The gamma-ray source 2EGS J1703-6302: a new supernova remnant in 
interaction with an Hl cloud? (Combi, Romero y Benaglia 1998) 

28 The Hl bubble around the Wolf-Rayet star HD 156385 and its environs 
(Cappa de Nicolau y otros 1988) 

24 The structure of Gould’s Belt (Strauss, Vieira y Poppel 1979) 

23 Calibration profiles for observations in the 21 cm Une (Poppel y Vieira 
1973) 

19 Interstellar matter around the Wolf-Rayet star WR125 (Arnal y Mirabel 
1991) 

19 Neutral hydrogen and carbón monoxide observations towards the SNR Pup- 
pisA (Dubner y Arnal 1988) 

19 New observations of a región of the Magellanic Stream (Morras 1983) 

18 A 21 cm Hydrogen Une survey of the Small Magellanic Cloud (Bajaja y 
Loiseau 1982) 

18 Hl bubble related to the WC star HD 88500 (Cappa de Nicolau, Niemela y 
Arnal 1986). 

15.4. Recursos Humanos 

Durante el período 1963-1966 han pasado por las Áreas Científica y Técnica 
del IAR las siguientes cantidades de personas (valores mínimos): 



292 


E. Baja ja 


Área Científica: 

Total 36, siguen en funciones 10. 

Número de Tesis Doctorales aprobadas en el IAR: 30. 

Área Técnica: 

Profesionales 21, siguen en funciones 10. 

Técnicos 13, siguen en funciones 7. 


16. Presente 

16.1. Proyectos de Investigación Científica 

Los Proyectos de Investigación actuales son: 

■ Observación y estudio de estructuras individuales en Hl. 

■ Observación y estudio de estructuras individuales en el continuo en 21 crn. 

■ Relevamientos en OH y en líneas de recombinación. 

■ Temas de Astrofísica Relativista: 

Astrofísica de objectos compactos. 

Restos de supernova. 

Estrellas masivas. 

Cosmología y gravitación. 

Fuentes de rayos gamma no identificados y “bursts”. 

Rayos cósmicos de energías alta y ultra-alta. 

Astronomía extragaláctica. 

Fundación de la ciencia. 

16.2. Proyectos Tecnológicos 

Los Proyectos Tecnológicos actuales son: 

■ Rehabilitación del Radiotelescopio 1 para relevamientos de líneas espec¬ 
trales (Hi, OH, Líneas de Recombinación, etc.) (inmediato). 

■ Cambio de superficie de la Antena 2 y habilitación del Radiotelescopio 2 
para el continuo (pronto). 

■ Desarrollo de sistemas interferométricos para Radioastronomía (anhelado). 

■ Trabajos de Transferencia (en marcha): 

Diseño, construcción y medidas de antenas. 

Diseño, construcción y medida de amplificadores de bajo ruido en 
microondas. 

Diseño, construcción y medida de componentes pasivos (filtros de RF, 
divisores de RF, etc). 

Diseño, construcción y medición de receptores de radiofrecuencia. 
Medida de cifra de ruido en microondas. 

Medida de componentes pasivos. 



Historia del IAR 


293 


17. Dirección del Dr. Edmundo Marcelo Arnal (18/12/07 -) 

El nombramiento del Dr. Arnal en la Dirección del IAR se produce en cir¬ 
cunstancias muy particulares de la evolución del Instituto. Hay una gran acti¬ 
vidad en el IAR; la cuestión es qué tipo de actividades se desarrollan y quién 
las lleva a cabo. Al presente, los radiotelescopios no funcionan aunque hay pla¬ 
nes para rehabilitarlos. El personal que los utilizaba ha envejecido y el personal 
técnico que los mantenía en funcionamiento también, pero se han incorporado 
algunos científicos y profesionales jóvenes. 

Gran parte del esfuerzo técnico se vuelca hacia las tareas de transferencia de 
tecnología que le permiten al Instituto tener una situación más holgada, desde el 
punto de vista de recursos económicos, pero también involucran un compromiso 
fuerte de cumplimiento de los plazos previstos. Esto ha hecho necesario contratar 
muchos ingenieros jóvenes (al presente muchos más que los ingenieros del plantel 
del IAR) que se dedican exclusivamente a estas tareas. 

En la Figura 56 se ven dos construcciones realizadas para llevar a cabo estos 
trabajos de transferencia tecnológica. En el panel izquierdo se ve una instala¬ 
ción para medir las características radiativas de antenas satelitales usando los 
campos electromagnéticos lejanos. En el edificio del panel derecho, en cambio 
esa medición se hace en espacios con paredes absorbentes de manera de no tener 
reflexiones en las mismas (cámara anecoica). 



Figura 56 Izquierda: Instalación para la medición de características 
direccionales de antenas con campos lejanos. Derecha: Edificio para 
Laboratorios Electrónicos, oficinas y cámara anecoica para medición 
de propiedades radiativas electromagnéticas. 

Mientras tanto, ha crecido el Grupo de Astrofísica Relativista con gente 
joven, que utilizaría los radiotelescopios si funcionaran, pero es evidente que no 
dependen mucho de ellos en vista de la cantidad de trabajos que publican y de 
la naturaleza de las observaciones que utilizan para los mismos. 

Toda esta actividad ha reflotado un viejo problema, el del espacio necesario 
para la cantidad de gente que se ha incorporado al IAR. No hay dudas de que el 
IAR está vivo. Lo que Arnal deberá decidir, desde su puesto de Director, es la 
trayectoria a seguir en el futuro, y tendrá que hacerlo pronto ya que él mismo, 
en pocos años más, se jubilará. En realidad lo que deberá decidir es qué hacer 
con la parte de Radioastronomía observacional ya que los otros dos sectores, el 









294 


E. Baja ja 


de Transferencia y el de Astrofísica Relativista, tienen la vida asegurada a través 
del equipamiento y de los recursos humanos de que disponen. 

Si se rehabilitan los radiotelescopios existentes, estos podrían usarse duran¬ 
te varios años para relevamientos de diversas líneas atómicas y moleculares y 
del continuo en diversas longitudes de onda. Si se opta por un nuevo instru¬ 
mento más avanzado y moderno, el desafío es mucho mayor, ya que el trabajo 
sería equivalente al de la creación de un nuevo Instituto-Observatorio, con nuevo 
personal técnico y científico y nuevo equipamiento. 

Las opciones generales están planteadas pero, finalmente, serán las circuns¬ 
tancias las que fijarán el camino a seguir ya que las opciones particulares son 
muchas y las condiciones de contorno muy variables. 


18. Dedicatoria 

El 4 de mayo de 2008, 26 días antes de la realización del Workshop para 
el cual se escribió esta Historia del IAR, falleció el Dr. Fernando Raúl Colomb 
quien tuvo una activa participación en ella, como pionero, como participante en 
los trabajos de construcción de los radiotelescopios, como Investigador y como 
Director. Estas páginas dan cuenta de algunas de las actividades realizadas y 
resultados obtenidos a lo largo de su carrera en el IAR. Durante los últimos 15 
años se desempeñó en la CONAE, donde ocupó un alto cargo ejecutivo, pero 
no dejó de influir en las actividades del IAR, especialmente usando su posición 
en la CONAE para propiciar la contratación del Instituto, en programas de 
transferencia de tecnología, en momentos en que la situación presupuestaria del 
IAR era desesperante. 

Desde el punto de vista humano, el autor lo recuerda a Raúl, como el com¬ 
pañero y amigo, que siempre mostraba una sonrisa amigable y con el cual era 
imposible enojarse. A él está dedicada esta Historia. 

Agradecimientos. A Nelva Perón, Claudia Boeris y Lucía Bagnato por su 
colaboración en la recopilación del material gráfico, el material bibliográfico y 
de la documentación del IAR, respectivamente. 


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Historia del IAR 


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Reich, W., & Sanz, A. J. 2001, A&A, 368, 1123. 

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Torres, D. F., Romero, G. E., Dame, T. M., Combi, J. A., & Butt, Y. M. 2003, PhR, 
382, 303. 



Asociación Argentina de Astronomía - BOOK SERIES 
AAABS, Vol. 2, 2009 

Gustavo E. Romero, Sergio A. Cellone, & Sofía A. Cora, eds. 


Historia del Observatorio Naval Buenos Aires 

Alejandro Cifuentes Cárdenas, Carmen Nicodemo 
Observatorio Naval Buenos Aires, Servicio de Hidrografía Naval 

Resumen. Desde su misma creación, por Decreto del entonces presi¬ 
dente Julio A. Roca en el año 1881, el Observatorio Naval Buenos Aires 
fue responsable de determinar y conservar la hora, principalmente en 
apoyo de la navegación. En un principio, la hora se determinaba por me¬ 
dios astronómicos, y era transmitida por un “semáforo”, instalado en la 
Recoleta, a los buques fondeados en la zona portuaria de Buenos Aires. 
Posteriormente, desde el año 1923, la hora determinada por el Observato¬ 
rio pasó a considerarse como Hora Oficial de la Capital Federal. Ya para 
esta época, a las señales del semáforo se habían agregado otras radiotele- 
gráficas, en apoyo de los buques en navegación, y se comenzó a difundir¬ 
la hora al interior del país transportada por personal ferroviario de los 
trenes que salían de Retiro, para lo que el Observatorio Naval la mantenía 
actualizada en el reloj de la que entonces se llamaba Plaza Británica. El 
primer Almanaque Náutico y su Suplemento calculado y editado por el 
Servicio de Hidrografía Naval data del año 1934, publicado con el título 
“Almanaque Astronómico abreviado para uso de los navegantes y Tablas 
de Marea”. Ambas publicaciones son un valioso aporte a la formación 
de los navegantes y una herramienta de la navegación astronómica. Esta 
última, aunque haya sido superada en precisión por el posicionamiento 
satelital, sigue siendo un procedimiento seguro ante fallas en los medios 
electrónicos de navegación. Desde 1947 y en su actual edificio, el Obser¬ 
vatorio Naval Buenos Aires, declarado Monumento Histórico Nacional, 
continúa su misión de mantener el Servicio de la Hora y la publicación 
del Almanaque Náutico. 


1. Introducción 

El 16 de agosto de 1881, por medio de un Decreto del Presidente de la 
República, se creó el Observatorio de Marina, que actualmente se denomina Ob¬ 
servatorio Naval Buenos Aires y constituye un Departamento del Servicio de 
Hidrografía Naval y es responsable de generar las señales del Servicio Público 
Nacional de la Hora Oficial Argentina. En esa época, la Argentina era un país 
que progresaba a paso seguro para insertarse en el mundo moderno, y no podía 
dejar de lado un tema tan importante como la determinación de la hora. No 
fue casual que, transcurrido el breve lapso de dos años desde la fundación de la 
Oficina de Hidrografía que hoy es el Servicio de Hidrografía Naval, esta fuera 
anexada a la Escuela Naval junto con el flamante Observatorio, ni que se recu¬ 
rriera a los servicios de la prestigiosa figura del coronel Beuf para organizarlos. 
El conocimiento y el dominio del mar por una Nación Argentina que se pro¬ 
yectaba vigorosamente al siglo XX era fundamental para su comercio y para su 


297 



298 


A. Ciíuentes Cárdenas y C. Nicodemo 


desarrollo económico, como lo sigue siendo ya comenzado el siglo XXI, aunque 
el posicionanriento en el mar haya pasado a ser satelital y el comercio se enca¬ 
mine a ser electrónico y apoyado en la tecnología de la seguridad informática, la 
certificación electrónica y la firma digital. El lento progreso en la determinación 
de la hora y en la medición de intervalos de tiempo a través de miles de años, 
desde las observaciones rudimentarias anteriores al establecimiento del Imperio 
Antiguo en Egipto hasta casi el final del siglo XX, contrasta violentamente con 
la explosiva evolución durante estos últimos pocos años con el advenimiento de 
la electrónica, la informática y la tecnología satelital. 


2. Creación y organización del Observatorio de Marina 

Por Decreto N-13013 del 16 de agosto de 1881 firmado por el presidente Ju¬ 
lio A. Roca y su ministro de Guerra y Marina Benjamín Victorica, se modificaba 
la organización de la Escuela Naval, anexándole la Oficina Central de Hidrogra¬ 
fía Naval y ordenándose la creación de un Observatorio de Marina. Otro Decreto 
de la misma fecha nombraba, para la dirección de esos tres establecimientos, al 
Coronel de Marina Honorario Francisco Beuf, Teniente de Navio de la Armada 
de Francia, quien venía avalado por muy buenos antecedentes dado que en su 
país había ejercido la dirección del Observatorio de Toulon. 

El Observatorio de Marina (más tarde denominado Observatorio Naval) fue 
parte de la Escuela Naval, funcionó en las manzanas delimitadas por las calles 
Bella Vista (actual Quintana), Callao, Ayacucho y la barranca que daba al río 
(actual Alvear). El reglamento orgánico de la Escuela Naval, redactado por Beuf 
y aprobado por Decreto del 30 de agosto de 1881, establecía en su título XII la 
dependencia, organización y labor que debía realizar el Observatorio de Marina, 
especificando, además, que el tiempo astronómico de Buenos Aires sería indicado 
todos los días, a hora fija, a los buques que se encontraban en la rada del puerto, 
de modo que pudieran arreglar sus cronómetros sin moverlos. 

El primer observatorio del que se tenga referencia data del año 1857, fue 
propiedad de los Sres. Adolfo Jaeggli e Isidoro Diavet, instalado en la Torre 
de la Basílica de Nuestra Señora de la Merced. Este rudimentario observatorio 
privado, autorizado por el gobierno, determinaba la hora de Buenos Aires y la 
transmitía a los buques por señales visuales. 

2.1. Bautismo científico 

Francisco Beuf desarrolló una intensa actividad para poner en funciona¬ 
miento el Observatorio, comenzando ese año la ejecución de las obras mediante 
la instalación del siguiente instrumental, encargado a Francia: un cronógrafo 
eléctrico, un teodolito repetidor, dos péndulos astronómicos de Breguet, un an¬ 
teojo ecuatorial de 8 pulgadas, y un anteojo meridiano de 75 crn construido por 
Gautier, y algunos instrumentos magnéticos. Dicha instalación debía llevarse a 
cabo con máxima rapidez para observar el pasaje de Venus, fenómeno astronó¬ 
mico visible desde Buenos Aires y que se produciría el 6 de diciembre de 1882. 

Merced a su constante actividad y mientras dirigía y reorganizaba a la Es¬ 
cuela Naval y la Oficina de Hidrografía, Beuf logró poner a punto el Observatorio 
sólo tres días antes del pasaje de Venus. El importante suceso fue observado con 
todo éxito, prestando la Argentina un importante servicio a la ciencia mundial 



Observatorio Naval Buenos Aires 


299 


y constituyendo un verdadero bautismo para el Observatorio. Durante el trans¬ 
curso de ese año se ligó telegráficamente el Observatorio con la Oficina Central 
de Correos (actual edificio de la Secretaría de Comunicaciones de la Nación), lo 
que permitió efectuar determinaciones de longitud de localidades a las cuales el 
telégrafo llegaba, como ser Carmen de Patagones, Bragado y Valparaíso, respec¬ 
to de Buenos Aires. Beuf dejó el Observatorio Naval en septiembre de 1883 para 
asumir la dirección y organizar el Observatorio Astronómico de La Plata, origen 
de la actual Facultad de Ciencias Astronómicas y Geofísicas de la Universidad 
Nacional de La Plata (UNLP). Sucede en la dirección a Francisco Beuf el Coronel 
de Marina Honorario Eugenio Bachmann, ex jefe de la marina astro-húngara. 



Figura 1 Izquierda: Francisco Beuf, 1835-1899. Derecha: Penduleta 
ONOGO, Casa L. Leroy, Francia, para emisión de señales horarias a 
tiempo medio, 1927-1971 


3. La hora del “semáforo” y de las mudanzas 

A partir del 15 de octubre de 1883, el Observatorio Naval comenzó a dar 
el tiempo medio a la hora 12:00, indicándolo mediante la caída de un globo 
negro desde el tope de un mástil instalado en la barranca, dentro del jardín que 
ocupaba la Escuela Naval; cinco minutos antes se izaría una bandera color punzó 
como señal de atención. 

A comienzos de 1889, el Observatorio se trasladó al lugar que hoy ocupa el 
Jardín Botánico, como consecuencia de que la Escuela Naval fue trasladada al 
puerto de Diamante (Entre Ríos). 

En 1890, el Observatorio Naval pierde su dependencia de la Escuela Naval, 
siendo anexado a la Oficina Central de Hidrografía, hoy Servicio de Hidrogra- 













300 


A. Ciíuentes Cárdenas y C. Nicodemo 


fía Naval, situación esta que perdura hasta el presente, para llevar a cabo las 
siguientes tareas de astronomía náutica: 

Dar la hora para la navegación, realizar el ajuste de los cronó¬ 
metros marinos, efectuar a tales fines las necesarias observaciones 
astronómicas como asimismo todas aquellas que fueran de utilidad, 
teniendo además a su cargo la determinación de la situación geogrᬠ
fica de los lugares que se considere oportuno. 

A comienzos de 1901, si bien el Observatorio aún continuaba funcionando 
en dependencias del Jardín Botánico, se instaló una torre en el techo del edificio 
de la Oficina Central de Hidrografía, en Dársena Norte, a fin de poder efectuar 
señales horarias para los buques surtos en el puerto de Buenos Aires. Estas 
señales consistían en un cilindro de lona de 2 m de diámetro por 2 m de altura, 
pintado de rojo, que se dejaba caer desde dicha torre mediante el juego de un 
mecanismo eléctrico. Todos los días, salvo domingos y feriados, el cilindro se 
izaba a las 12 horas 57 minutos, dejándolo caer a las 13 horas, tiempo medio del 
meridiano de Córdoba, hora oficial argentina en ese entonces. 

En 1902, el Observatorio pasó del Jardín Botánico a Dársena Norte, al 
mismo edificio donde desde 1899 funcionaba la Oficina Central de Hidrografía y 
que fuera donado a la Nación por Eduardo Madero en 1892. 


4. Proyección internacional y la adopción del Huso Horario 

El 5 de noviembre de 1912 se inició la emisión de señales horarias radiotele- 
gráficas con manipulador y en setiembre de 1915 se cambió la hora de los “tops” 
radiotelegráficos y se sustituyó, además, la señal horaria del cilindro por otra 
luminosa, a las 21 horas. 

Por Decreto N-106, del 24 de febrero de 1920 el país se adhirió al Sistema 
Internacional de la Hora, adoptado por la casi totalidad de las naciones en 1912 
(en este año se realizó en París la Conferencia Internacional de la Hora destinada 
a adoptar el Sistema de Husos Horarios proyectado en 1897) disponiendo además 
que fuera Hora Oficial de la República Argentina la del Huso Horario cuyo 
meridiano central es el de 4 horas al Oeste de Greenwich, comprendido entre los 
meridianos 57° 30' y 63° 30' al Oeste de Greenwich, o sea la que está cuatro horas 
en atraso respecto del meridiano origen internacional y adelantada 0hl6m48s 
con respecto a la Hora Oficial de ese momento, es decir, la de Córdoba. 

También durante 1920 se proyecta un nuevo edificio para el Observatorio y 
se estructura un plan de adquisiciones de instrumental moderno: anteojo de 
paso, péndulo patrón y un sistema completo para la transmisión de señales 
horarias, llevando adelante esta tarea la Comisión Naval Argentina en Europa, 
cuyo jefe acompañado de otros oficiales destinados en dicha Comisión, visitó 
los Observatorios de Greenwich, París, Uocle y Neuchatel. En los informes de 
estas visitas, queda expresado un gran interés de la comunidad científica en una 
colaboración recíproca con el Observatorio Naval Buenos Aires: 

Los científicos entrevistados manifestaron reiteradamente la sa¬ 
tisfacción que les proporcionaría la colaboración de la República Ar¬ 
gentina en la solución del problema de la hora.[...] Un Observatorio 



Observatorio Naval Buenos Aires 


301 


en Buenos Aires, dotado de instrumental completo y moderno y ubi¬ 
cado en uno de los vértices importantes del polígono formado por 
París, Annapolis, San Francisco, Nueva Zelandia y Buenos Aires, 
contribuiría eficientemente a los fines en que están empeñados los 
hombres de ciencia (determinación de longitudes, conservación de la 
hora, estudio de las deformaciones de la Tierra, velocidad de propa¬ 
gación de ondas electromagnéticas, etc.) y aportaría un considerable 
caudal de datos importantes que, redundando en un positivo beneficio 
para el país, elevaría el concepto general del que goza y lo colocaría 
en el verdadero lugar que le corresponde por su espíritu de progreso, 
tanto en las actividades materiales, fuente de riquezas, como en las 
científicas. 

Como consecuencia de estas visitas se encarga a la Casa Leroy de París 
tres péndulos eléctricos a presión constante, dos regulados a tiempo sidéreo y 
el restante a tiempo medio, en reemplazo de los péndulos “Breguet” traídos por 
Beuf en 1881. Instrumental que fue puesto en funcionamiento en 1926. 

4.1. Servicio Público de la Hora Oficial y el Almanaque Náutico 

En cumplimiento del Decreto N-892 del 12 de noviembre de 1923 el Ob¬ 
servatorio Naval asume la responsabilidad de la Hora Oficial en todo el país. La 
determinación exacta de la hora implica, entre otras cosas, efectuar observacio¬ 
nes astronómicas sistemáticas. Cuenta el anecdotario del Observatorio: 

Corría el año 1923 cuando el presidente, Dr. Marcelo T. de Ai¬ 
rear, en tránsito hacia su despacho notó diferencias entre relojes 
públicos como el de la torre de la plaza Británica y el del Concejo 
Deliberante y aún los de la propia casa de gobierno. Al interesarse 
por la situación comprobó que las oficinas y empresas que utilizaban 
la hora para desarrollar sus actividades (ferrocarriles, Correo, etc.) 
la tomaban de distintos observatorios, según costumbres o convenien¬ 
cia. Fue entonces que resolvió que todas las actividades del país se 
rigieran por una única hora, designando al Observatorio Naval, por 
decreto del 12 de noviembre de aquel año, para cumplir la tarea de 
determinar, conservar y difundir la hora oficial argentina. 

La información por teléfono comenzó en nuestro país en 1927. Primero se 
hizo en forma personal a través de operadores que atendían los llamados anun¬ 
ciando la hora de viva voz. En 1935, el Observatorio Naval adquirió en Francia 
un reloj parlante “Brillie” y dos años después otro de marca “Siemen”. 

El primer Almanaque Náutico calculado y editado por el Servicio de Hidro¬ 
grafía Naval data del año 1934, publicado con el título “Almanaque Astronómico 
abreviado para uso de los navegantes y Tablas de Marea”. Los datos diarios del 
Sol y la Luna, ascensión recta y declinación, eran suministrados cada dos horas 
de tiempo medio de Greenwich, y para los planetas (Venus, Marte, Júpiter y 
Saturno) se reducían a uno por día. 

4.2. Dos décadas de crecimiento, 1940-1960 

Entre los años 1940 y 1949, se determinaron la latitud y la longitud de 
los pilares Norte y Sur del nuevo Observatorio en la Avenida Costanera Sur, 



302 


A. Ciíuentes Cárdenas y C. Nicodemo 


por traslado de las coordenadas del pilar principal del antiguo Observatorio de 
Dársena Norte. También se instaló un cronógrafo eléctrico a tambor “Thomas 
Mercer”, utilizado exclusivamente para el registro de observaciones de pasajes 
meridianos de estrellas para la determinación de la hora. A mediados de 1947, se 
procedió al traslado de todo el instrumental del Observatorio Naval, por etapas 
y sin producir interrupciones a su actual edificio. El 1 de octubre de 1956, se 
inició el Servicio de Frecuencias Patrones y Hora, después de haberse encarado 
la construcción total de todos los equipos divisores de frecuencia en el país. Se 
trata este de un servicio de carácter técnico de alcance nacional y continental. 
Consiste en cinco emisiones diarias de una hora de duración propaladas por 
LOL 1 . 

En cada una de esas emisiones se incluyen señales horarias de precisión y 
se proveen tres patrones de radiofrecuencias simultáneas en 5, 10 y 15 MHz y 
de dos radiofrecuencias de 440 y 1 000 Hz con exactitud mejor que una parte en 
1 000 millones. 

Se instaló el anteojo de pasaje de estrellas “Askania AP 70” en el pilar Sur, 
y previa determinación de sus constantes, se lo puso en servicio. Como comple¬ 
mento se construyeron dos cronógrafos registradores con motor sincrónico. 

El Almanaque Náutico, con mejoras en su contenido y algunas modificacio¬ 
nes, se editó hasta 1949. En ese entonces la Fuerza Aérea publicaba su Alma¬ 
naque Aeronáutico para satisfacer necesidades de la navegación aérea. Armada 
y Aeronáutica llegaron a un acuerdo y se decidió el cálculo de un Almanaque 
Náutico y Aeronáutico que fuera útil, indistintamente, para la navegación marí¬ 
tima o aérea. Por esta razón, a partir de 1950 y hasta el año 2002, el Almanaque 
Náutico y Aeronáutico proveyó a sus usuarios el ángulo horario y la declinación 
cada veinte minutos de Tiempo Universal, del Sol, Luna y tres planetas visibles, 
la salidas y puestas del Sol y la Luna para latitudes entre 70° Sur y 60° Norte. 
Además, el Almanaque proveyó una lista de 54 estrellas ordenadas alfabética¬ 
mente con los valores del ángulo horario sidéreo y declinación para el día 15 de 
cada mes y otra tabla de 22 estrellas especiales para navegación aérea. La tarea 
del cálculo fue encomendada al Observatorio Naval Buenos Aires. En 1962, se 
utilizó por primera vez, para el cómputo del Almanaque Náutico, la tabulación 
e impresión mediante una computadora electrónica. 

4.3. La Estación Cenital y el primer reloj atómico 

A partir del 1 de enero de 1962, el Observatorio Naval comenzó a participar 
del plan de coordinación en escala universal, de los tiempos de emisión de las 
señales horarias al milésimo de segundo, basado en la frecuencia y tiempo ató¬ 
micos. Este plan tiende a facilitar la determinación de las órbitas de los satélites 
artificiales entre otras ventajas de orden científico y técnico. 

También, durante el transcurso de ese año, el Servicio de Hidrografía Naval 
logró que el Observatorio Naval de Washington conviniera en ceder a préstamo 
un Tubo Cenital Fotográfico para ser instalado en las proximidades de Punta 
Indio, latitud correspondiente al instrumento similar que funciona en Mount 


1 Señal distintiva a nivel internacional (autorizada por la Unión Internacional de Telecomuni¬ 
caciones) de emisiones de radiofrecuencia de la Armada Argentina. (L: identifica al país; O: 
indica que pertenece a la Armada; L: señal de radiofrecuencia) 



Observatorio Naval Buenos Aires 


303 



Figura 2 Izquierda: Edificio del Observatorio Naval Buenos Aires, 
desde 1947. Derecha: Péndulos de precisión a marcha de tiempo sidéreo 
y medio procedentes de Casa L. Leroy, Francia, 1926-1971 . 


Stromlo, Canberra, Australia. La operación se haría conjuntamente con el Ob¬ 
servatorio Astronómico de La Plata. Este instrumento permitía determinar con 
gran precisión la latitud y la hora, y formar además la cadena austral necesaria 
para el estudio del desplazamiento de los polos, las variaciones en la velocidad 
de rotación de la Tierra y verificar la existencia de la deriva de los continentes. 

El 6 de noviembre de 1968 quedó oficialmente inaugurada la Estación de 
Observaciones Cenitales de Punta Indio. Dada la importancia y la trascenden¬ 
cia internacional de este acontecimiento, se invitó a importantes figuras de la 
astronomía mundial y especialistas en esas observaciones para la celebración 
de un coloquio sobre el tema “Variaciones de las coordenadas geográficas en el 
Hemisferio Sur”. El servicio inaugurado reemplazó paulatinamente a las obser¬ 
vaciones astronómicas hechas con anteojos de paso, obteniéndose una precisión 
cinco veces mayor. 

Como resultado de reiteradas recomendaciones de la Unión Geodésica y 
Geofísica Internacional y la Unión Astronómica Internacional, en el sentido de 
que se requerían determinaciones precisas de tiempo y latitud, en especial en al¬ 
tas latitudes del Hemisferio Sur para resolver importantes problemas geodésicos 
y geofísicos, se firmó un convenio tripartito entre la Universidad de Besangon 
(Francia), el Observatorio Astronómico de La Plata y el Observatorio Naval. Por 
dicho convenio, la Universidad de Besangon cedió un astrolabio de Danjon que 
fue instalado en la Estación Astronómica Río Grande, en la Provincia de Tierra 
del Fuego. En 1972, se introdujeron nuevas e importantes mejoras mecánicas y 
electrónicas en el tubo Cenital Fotográfico y equipos asociados, para obtener un 
funcionamiento más seguro del sistema. 

El 1 de octubre de 1967 entró en servicio el primer reloj atómico del Ob¬ 
servatorio, que también lo fue del país. En la actualidad, el observatorio cuenta 
con dos de estos relojes. El 14 de agosto de 1981 fue puesto en servicio el nuevo 
sistema de relojes parlantes. La grabación para el nuevo reloj parlante fue rea¬ 
lizada por la locutora Alicia Infante, a quien hoy todavía se la escucha a través 
del servicio 113 de telefonía. 














304 


A. Cifuentes Cárdenas y C. Nicodemo 



Figura 3 Izquierda: Reloj atómico viajero para comparaciones, 1968- 
1994. Derecha: Reloj parlante “Brillie”, 1935-1976. 



Figura 4 Inauguración de la Estación Cenital Punta Indio 1968, colo¬ 
quio “Variaciones de las coordenadas geográficas en el Hemisferio Sur”. 


5. El futuro 

Desde 1934 hasta la actualidad, el Almanaque Náutico y Aeronáutico y su 
Suplemento son un valioso aporte a la formación de los navegantes y una herra¬ 
mienta de la navegación astronómica. Esta última, aunque haya sido superada en 
precisión por el posicionamiento satelital, sigue vigente en el ámbito deportivo 
y constituye, además, un procedimiento seguro ante fallas en los medios elec¬ 
trónicos de navegación. La aplicación del ICRF (Sistema de Referencia Celeste 
Internacional) a través del catálogo Hipparcos al Suplemento y Almanaque Náu¬ 
tico y Aeronáutico en reemplazo del marco de referencia óptico FK5 es una de 
las tareas a desarrollar. Se está iniciando el desarrollo de un Almanaque Náutico 
conjunto con el Servicio Hidrográfico y Oceanógrafico de la Armada de Chile. 

La tradicional determinación astronómica de la hora ha sido reemplazada en 
todos los laboratorios de tiempo por el tiempo físico, de origen atómico. El actual 
Tiempo Universal Coordinado (UTC) es elaborado en la Oficina Internacional 
de Pesas y Medidas (BIPM) a partir de lecturas individuales de relojes atómicos 
diseminados en distintos países. El Observatorio Naval, consecuente con esta 
evolución en la definición del tiempo, se encarga de la conservación del Tiempo 























Observatorio Naval Buenos Aires 


305 



Figura 5 Izquierda: Tubo Cenital de Punta Indio cedido por el Ob¬ 
servatorio Naval de los EE.UU., 1968-1988. Derecha: Anteojo de paso 
meridiano Askania AP 70. 


Atómico Coordinado con patrones de cesio. El UTC realizado a nivel local, es la 
base legal de la hora oficial en los paises que integran la red de lazos de tiempo 
del BIPM. 

Al Servicio Público Nacional de la Hora Oficial se incorpora la señal de hora 
oficial en formato digital disponible en Internet y una red de sincronismo. Esta 
implementación será de utilidad para el desarrollo y aplicación de la firma digital 
y de los sistemas de seguridad informática necesarios para el comercio electrónico 
hacia el que van el Mercado Común de América del Sur (MERCOSUR), y el 
mundo moderno. 

Referencias 

Anuarios del Servicio de Hidrografía Naval. 

Anuarios del Observatorio Naval Buenos Aires. 

Beuf, F. 1881, Reglamento Orgánico de la Escuela Naval. 

Chaudet, E. 1922, Colección Evolución de las Ciencias en la República Argentina. 
Boletín del Centro Naval, 1900, Tomo XVIII, N-199. 

Plano de Buenos Aires - Atlas Geográfico - Paz Soldán 1888, propiedad de la Flia. 
Cazón. 

Memoria de Guerra y Marina, 1883, Tomo II. 

Memoria de Guerra y Marina, 1883, Tomo VIII, p. 512. 

Memoria de Guerra y Marina, 1882, Tomo III, p. 211. 

Memoria de Guerra y Marina, 1883, Tomo II, p. 171. 

Memoria de Guerra y Marina, 1884, Tomo II, p. 150. 








306 


A. Ciíuentes Cárdenas y C. Nicodemo 


Memoria de Guerra y Marina, 1885, Tomo I, p. 1226. 
Memoria de Guerra y Marina, 1899, p. 49. 

Memoria de Guerra y Marina, 1901, p. 37. 

Memoria de Guerra y Marina, 1902, p. 57. 



Asociación Argentina de Astronomía - BOOK SERIES 
AAABS, Vol. 2, 2009 

Gustavo E. Romero, Sergio A. Cellone, & Sofía A. Cora, eds. 


Historia del Instituto de Astronomía y Física del Espacio 

M. D. Melita 1 

(1) IAFE (CONICET - UBA). 

Resumen. 

El Instituto de Astronomía y Física del Espacio (IAFE) fue creado 
por el Directorio del CONICET en su reunión del 29 de diciembre de 1969. 
Nace de una reestructuración del Centro Nacional de Radiación Cósmica 
(CNRC), fundado el 9 de abril de 1964 como uno de los primeros insti¬ 
tutos del CONICET, cuyos antecedentes se remontan al Laboratorio de 
Radiación Cósmica de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) 
en los años 50. El CNRC contaba con apoyo financiero de la CNEA y las 
instalaciones provistas por la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de 
la UBA (FCEyN-UBA). El 18 de diciembre de 1970 el Directorio del CO- 
NICET realiza un acuerdo con la entonces existente Comisión Nacional 
de Estudios GeoHeliofísicos (CNEGH) para poner al IAFE “en inmediato 
funcionamiento 

El 12 de abril de 1971 se celebró un convenio entre el Presidente 
del CONICET Dr. Bernardo Houssay, el Rector de la UBA Dr. Andrés 
Santas y el Presidente de la CNEGH Dr. Mariano Castex, para “ asegurar 
el mejor funcionamiento del Instituto de Astronomía y Física del Espacio 
(IAFE), creado por el Consejo ”. Desde el 4 de agosto de 2005, con el 
convenio firmado por el Presidente del CONICET Dr. Eduardo Charreau 
y el Rector de la UBA Dr. Guillermo Jaim Etcheverry, el IAFE es uno de 
los institutos compartidos CONICET-UBA. 

En la fundación del IAFE confluyen el personal del CNRC, miembros 
de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA y un grupo 
de astrónomos de la Facultad de Ciencias Astronómicas y Geofísicas de 
la Universidad Nacional de La Plata entre los que se contaba el primer 
Director del Instituto, el Dr. Jorge Sahade. En 1976 asumió la dirección el 
Lie. Horacio Ghielmetti (ex Director del CNRC), uno de los iniciadores en 
el país del estudio de rayos cósmicos junto con el Dr. Juan Roederer, quien 
permanece en el cargo hasta su fallecimiento en 1995. En 1984 se inaugura 
su actual sede en Ciudad Universitaria, conocido como Pabellón IAFE. 
Los sucesivos Directores del Instituto han sido: el Dr. Jorge Sahade (1971- 
1974) - pionero de la astronomía argentina— el Ing. Máximo Pupareli 
(a/c, 1974-1975), el Lie. Horacio Ghielmetti (1976-1995), la Dra. Marta 
Rovira (1995-2004) —Presidente del CONICET en el presente— y el Dr. 
Rafael Ferraro (2005 al presente). 

El IAFE nace como un instituto dedicado a las ramas modernas de la 
astronomía, y a experimentar con radiación cósmica, 7 , X e infrarroja. Las 
primeras investigaciones se orientaban hacia la astrofísica observacional, 
fundamentalmente de fenómenos estelares y a la detección de partícu¬ 
las cargadas y de radiación X y 7 , con instrumentos lanzados en globos 
estratosféricos y cohetes, de desarrollo tecnológico realizado en el país. 


307 



308 


M. D. Melita 


Actualmente el IAFE cuenta con más de 70 integrantes, y se investiga 
en áreas tan variadas como física solar, supernovas y medio intereste¬ 
lar, astrofísica numérica y de altas energías, colisiones atómicas, plasmas 
astrofísicos, física de la teledetección terrestre, aeronomía, ciencia plane¬ 
taria, relatividad general, teoría cuántica, cosmología y supercuerdas. El 
IAFE mantiene acciones conjuntas con el resto de las instituciones astro¬ 
nómicas del país, con Facultades de Ciencias de distintas universidades, 
y otros organismos como la Comisión Nacional de Energía Atómica y la 
Comisión Nacional de Actividades Espaciales, así como con diversas ins¬ 
tituciones del exterior a través de convenios e intercambios. La actividad 
de investigación se complementa con una agenda de divulgación científica 
orientada a estudiantes de colegios secundarios y público en general. 


1. Introducción 

El Instituto de Astronomía y Física del Espacio (IAFE) es un instituto de in¬ 
vestigación del CONICET, ubicado en la Ciudad Universitaria de la Universidad 
de Buenos Aires (UBA). Allí se desarrollan diversas actividades de investigación 
sobre astrofísica y ciencias aledañas, siendo la principal institución dedicada a 
tal fin en el área metropolitana de la ciudad de Buenos Aires. El edificio donde 
actualmente funciona, el pabellón IAFE, se encuentra detrás del pabellón I, sede 
de los Departamentos de Computación, Matemática y Física de la Facultad de 
Ciencias Exactas y Naturales (FCEyN) (ver Figura 1). 

Este artículo constituye la contraparte de la investigación realizada para 
la contribución al Taller de Historia de la Astronomía Argentina, organizado 
por la Asociación Argentina de Astronomía en el año 2008 en la Facultad de 
Ciencias Astronómicas y Geofísicas de la Universidad Nacional de La Plata y 
es, al presente, la principal referencia abreviada del desarrollo institucional del 
Instituto desde su fundación. Aquí se describen las circunstancias que dieron 
origen al IAFE, las disciplinas científicas en las que se investigaba originalmente 
y los cambios e incorporaciones que ocurrieron hasta el presente. En cuanto al 
detalle institucional y científico, hemos tratado de concentrarnos en lo actuado 
en el pasado, por lo que se ha dado más peso a lo ocurrido antes de mediados 
de los años 80. 

El origen del Instituto se debe a la confluencia, por un lado, de un grupo 
de astrónomos observacionales, que principalmente, pero no excluyentemente, 
trabajaban en temas de astrofísica estelar. Quienes formaron parte de ese gru¬ 
po, son científicos de una prolífica producción original, cuya historia es fácil de 
reproducir y estudiar en detalle, a través de las publicaciones en revistas de dis¬ 
tribución internacional. Respecto a esta línea de investigación, solo nos hemos 
dedicado a describir los temas centrales en general, sin prestar mayor atención a 
detalles. Por otro lado, el grupo de radiación cósmica es la otra línea fundacional 
del instituto. En este caso la producción es tanto científica como tecnológica y 
en ambos casos, el material de referencia no es abundante. Por esa razón, den¬ 
tro de los límites que establece esta investigación, hemos tratado de describir 
en mayor detalle principalmente los desarrollos tecnológicos del grupo, que son 
singularmente originales en el país, y también sus motivaciones, el contexto de 
sus investigaciones y los resultados científicos. También describiremos brevemen- 



Historia del IAFE 


309 



Figura 1 El edificio actual del IAFE. 


te las líneas científicas que se fueron incorporando en etapas posteriores y las 
actividades que se realizan en el presente. Para describir el desarrollo histórico 
institucional nos hemos basados en actas de reuniones del directorio de CONI- 
CET y en diversos documentos del archivo administrativo del IAFE. Este archivo 
contiene, por ejemplo, las memorias, es decir reportes de lo actuado en un dado 
período, la correspondencia de los sucesivos directores, los acuerdos firmados 
con otras instituciones, las actas del comité de representantes, etc. Con la inten¬ 
ción de hacer aquí una enumeración lo más exhaustiva posible de los primeros 
proyectos desarrollados en el instituto y del personal involucrado, describimos 
sucintamente algunos documentos clave de esta historia. Hemos elegido las actas 
de las reuniones de directorio de CONICET donde se tratan los orígenes del IA- 
FE, el informe de lo actuado en 1971, el plan presentado a la Comisión Nacional 
de Estudios GeoHeliofísicos (CNEGH) para el período 1971-1975, el informe de 
avance del primer semestre de 1974 y las memorias del período 1976-1980. 

En la próxima sección se resume el desarrollo histórico institucional inicial y 
se describen las circunstancias políticas y científicas del nacimiento del Instituto 
y de sus primeros años. En la sección 3 nos dedicamos a las actas de las reuniones 
de Directorio de CONICET donde se resuelve la creación y el “buen funciona¬ 
miento del instituto ”. En la sección 4 describimos el plan que el Dr. Sahade, 
director del IAFE, presenta al comité de representantes, donde puede encon¬ 
trarse la descripción de las primeras actividades científicas y tecnológicas del 
instituto. En la sección 5 se trata el período del interinato a cargo del Ingeniero 
Máximo Pupareli a través de la descripción del informe de avance del primer 
semestre del año 1974. Luego se describen las memorias el período 1976-1980 
que corresponden a los primeros años de la dirección de Horacio Ghielmetti. La 
formación de recursos humanos del Instituto se ilustra en la siguiente sección, 
enumerando las tesis doctorales y de licenciatura realizadas en el IAFE antes 


310 


M. D. Melita 


de 1985. En la sección 8 se describe el contexto, las motivaciones y los trabajos 
científicos de las líneas de investigación originales, atendiendo con mayor detalle 
a lo que se refiere a los desaparecidos grupos de radiación cósmica y astronomía 
infrarroja. En la sección 9 se describen las líneas de investigación incorporadas 
en los primeros años y luego las que llegaron posteriormente y los proyectos ins¬ 
titucionales en los que el instituto está involucrado en el presente. La historia 
del edifico se trata brevemente en la sección 11. En la última sección discuti¬ 
mos el contraste entre la actualidad del instituto y el proyecto fundacional y las 
perspectivas en el marco del contexto científico nacional e internacional. 


2. Desarrollo histérico-institucional 

El origen del IAFE se debe fundamentalmente a la confluencia de dos gru¬ 
pos, ambos con intereses astrofísicos, pero con diferentes antecedentes en for¬ 
mación y metodología. Por un lado, un grupo consolidado en el estudio de la 
Radiación Cósmica, cuyo principal referente científico en ese momento era el 
Lie. Horacio Ghielmetti, acompañado por un numeroso cuerpo técnico, entre 
los que se cuenta, por ejemplo, el Ingeniero Vogel. Por otro lado, en el IAFE 
también confluye un grupo heterogéneo de astrónomos, mayormente interesados 
en problemas estelares, provenientes del Observatorio Astronómico de La Plata, 
encabezados nada menos que por el Dr. Jorge Sahade, figura destacada de la 
astronomía argentina, promotor de la fundación del IAFE en el Directorio del 
CONICET y primer director de la institución. 

La primera mención institucional del IAFE ocurre en un acta del Directorio 
del CONICET de diciembre de 1969, que resuelve reconvertir el Centro Nacio¬ 
nal de Radiación Cósmica (CNRC) en el Instituto de Astronomía y Física del 
Espacio (IAFE). 



Figura 2 De izquierda a derecha: Jorge Sahade, Juan Roederer y 
Horacio Ghielmetti. El primero y el tercero fueron directores del IAFE 
y el segundo del CNRC. 



Historia del IAFE 


311 


En el momento de la fundación del IAFE, el estudio de los rayos cósmicos 
lleva ya en nuestro país unos 20 años. Los trabajos pioneros en el país fueron 
orientados por el Dr. Juan Roederer (Roederer 2002), de quien Ghielmetti fuera 
colaborador (ver Figura 2). Hacia 1949, todavía como estudiante, Roederer co¬ 
menzó midiendo trazas de partículas a en placas fotográficas en un laboratorio 
ubicado en un sótano de la histórica sede de la Facultad de Ciencias Exactas de 
Perú 222. Hacia 1969 el CNRC estaba ya considerablemente institucionalizado 
y había conseguido desarrollar la tecnología de detección de partículas y de ra¬ 
diación de alta energía en globos estratosféricos, se mantenía una red nacional 
de monitores de neutrones —nodo local de una red internacional— y se comen¬ 
zaban a hacer mediciones en cohetes. Según declaran diversas fuentes, Horacio 
Ghielmetti, entonces director del CNRC, llevaba la idea de expandir las áreas 
científicas de incumbencia del centro. En ese entonces el CNRC realizaba lanza¬ 
mientos de globos estratosféricos con el objeto de detectar partículas (cargadas 
y neutras) y radiación (rayos X y 7 ) a unos 30 km de altura. 

Por otro lado el Dr. Jorge Sahade es una referencia obligada en el desarrollo 
de la astrofísica en nuestro país (de Asúa 2009). Junto con Carlos Ulrico Cesco fue 
uno de los dos primeros becarios externos de la Argentina, dedicados a estudiar 
temas de astronomía y astrofísica. Hacia fines de los años 60, la trayectoria de 
Sahade era reconocida en el medio local, al punto de que integraba el directorio 
del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). 

Hacia 1968 el Dr. Sahade es designado director del Observatorio de La 
Plata y en esa época su proyecto era el de modernizar y adecuar la investigación 
astronómica a la era espacial que se anunciaba en esos años. En el discurso que 
pronunciara en ocasión de recibir el Premio a la trayectoria, otorgado por la 
Asociación Argentina de Astronomía (AAA) en el año 2006 (Sahade 2006), el 
Dr. Sahade dedica un largo párrafo a la creación y a los primeros años del IAFE, 
que a continuación transcribimos (el resaltado es nuestro). 

.. . En cierto momento, en ese intervalo, llegué a la conclusión 
de que nuestras universidades no se habían dado cuenta aún de que 
estábamos viviendo ya en una nueva era, la era espacial. Decidí, en¬ 
tonces, pedirles al Dr. José Luis Sérsic, un gran amigo y destacado 
científico del Observatorio de Córdoba, egresado de La Plata, y al Li¬ 
cenciado en Física Horacio Santiago Ghielmetti, Director del Centro 
Nacional de Radiación Cósmica del CONICET, que funcionaba en 
la Ciudad Universitaria de Buenos Aires, que proyectaran un Insti¬ 
tuto que funcionaría vinculado al Observatorio de La Plata, y que 
debería tener en cuenta las tendencias actuales de la investigación 
científica en el área. Como relaté ya en otra oportunidad, Sérsic y 
Ghielmetti llegaron a preparar el proyecto, pero, al muy poco tiem¬ 
po, la situación en la Universidad había llegado a cambiar en forma 
tal que no resultaba racional avanzar con el plan original. Pareció, 
entonces, más razonable tratar de transformar el Centro Nacional 
de Radiación Cósmica, cuya dirección quería abandonar Ghielmetti, 
en un Instituto de Astronomía y Física del Espacio (IAFE), que el 
CONICET llegó a crear en 1971, y del cual fui el primer Director, 
porque Sérsic había quedado desanimado con lo que había ocurrido 
en La Plata. La creación del IAFE implicaba la puesta en funciona- 



312 


M. D. Melita 


miento de un plan de crecimiento que abarcaría áreas a ser agregadas 
oportuna y paulatinamente, lo que, lamentablemente, ha sido después 
ignorado por completo. Durante mi paso por esta institución, llega¬ 
mos a organizar una reunión con el auspicio de COSPAR, el Comi¬ 
té de Investigaciones Espaciales de ICSU, un coloquio de la Unión 
Astronómica Internacional sobre las estrellas Wolf-Rayet, con la co¬ 
participación del astrónomo hindú Vainu Bappu, y, también, unas 
jornadas de evaluación de lo que hacíamos en el campo solar, con 
la intervención de cuatro autoridades en el tema, que incluían a los 
científicos holandeses Cornelis de Jager e I. de Feiter y al científi¬ 
co japonés Y. Uchida, los dos últimos tempranamente desaparecidos. 
Además, llegamos a gozar de visitas prolongadas de William McCrea, 

Frank Bradshaw Wood y Alan Batten. Fueron épocas muy activas y 
muy fructíferas... 

Como nos dice el propio Sahade, hacia 1969, el ambiente político en la Uni¬ 
versidad de La Plata cambia dramáticamente y los vientos ya no le resultan 
favorables para realizar ese proyecto en La Plata. De todos modos, en esta em¬ 
presa, Sahade cuenta con el apoyo de Ghielmetti y el IAFE puede finalmente 
concretarse en Buenos Aires, ocupando el sitio del CNRC, en el segundo piso 
del Pabellón I, en el Departamento de Física de la FCEyN de la UBA. 

En 1969, después de que Ghielmetti enviara un memorando a la comisión 
asesora de Matemática, Física y Astronomía del CONICET, el Directorio decide 
la reconversión del CNRC en el IAFE. Pero, el programa a mediano y largo plazo 
que Sahade traza para la institución implica mucho más que eso, teniendo en 
cuenta que el incremento de presupuesto que demanda es del 100 % —excluyendo 
los gastos del edificio 1 —. Entre los gastos de equipamiento figura la compra de 
un foto-densitómetro “Grant” —que efectivamente se concretó (ver Figura 3)—. 
En aquella época ésa era la herramienta indispensable para realizar estudios es- 
pectroscópicos. Debe notarse que el Observatorio de La Plata contaba ya con un 
”Grant”, que también se había adquirido gracias a la gestión del propio Saha¬ 
de. El edificio que se propone construir preveía una superficie cubierta de unos 
1500 m 2 , de dimensiones similares al que actualmente se ocupa. 

Los astrónomos que se incorporan inicialmente al instituto son Virpi Me¬ 
mela, Roberto Terlevich y Roberto Méndez. La Dra. Memela, fallecida en el año 
2007, fue una muy reconocida experta en estrellas peculiares y junto con Adela 
Ringuelet, que se incorpora algo más tarde, tuvieron una influencia determinante 
en la formación de recursos humanos del instituto. Bajo su dirección, hicieron sus 
primeras investigaciones varios de los actuales investigadores del IAFE, quienes 
con el tiempo formarían sus propios grupos. Algunos de sus alumnos prosiguie¬ 
ron sus estudios bajo la dirección del Dr. Constantino Ferro-Fontán, reconocido 
profesor del Departamento de Física de la FCEyN de la UBA, y formaron grupos 
de interés en plasmas astrofísicos. Mientras que otros fueron dirigidos por Marcos 
Machado, físico solar y estelar, en aquel momento en la CNEGH y que también 
tuviera una muy importante influencia en el desarrollo del IAFE. El grupo que 


*ver Programa a mediano y largo plazo a realizar entre los años 1971 y 1975. Buenos Aires, 
mayo de 1970. Archivo administrativo del IAFE. 



Historia del IAFE 


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Figura 3 El foto-densitómetro “Grant”. 


hoy colabora con el proyecto internacional Auger, se origina de alguna manera 
con una licenciatura en física dirigida por Adela Ringuelet. Según concuerdan 
diversas fuentes, la causa del alejamiento de Adela Ringuelet y de Virpi Niemela 
de La Plata, y su consecuente mudanza al IAFE, se debe a políticas persecutorias 
de la dirección del Observatorio de ese entonces. 

Por otro lado, Roberto Terlevich dejó el país hacia 1974, en una época de 
crisis política que causó la emigración de un gran número de científicos. Terle¬ 
vich desarrolló una notable carrera en el Institute of Astronomy en Cambridge 
(Inglaterra) y es un reconocido experto en astronomía galáctica y extragalác¬ 
tica. Roberto Méndez en el presente es miembro del Institute for Astronomy 
de la Universidad de Hawaii (EEUU), sus aportes en astronomía en nebulosas 
planetarias, astronomía extragaláctica y cosmología son de importancia funda¬ 
mental. También se incorpora para trabajar en temas de astronomía de altas 
energías el Dr. Jorge Albano. En 1973, durante el breve gobierno del Dr. Cám- 
pora, Albano asume el cargo de Director del Observatorio de La Plata y deja 
el IAFE permanentemente, dedicándose a la actividad privada; también formó 
parte brevemente del primer directorio de la Comisión Nacional de Actividades 
Espaciales (CONAE). Otro integrante del IAFE de aquella primera época, que 
a la postre tuviera una conspicua participación en la actividad pública, es el 
ingeniero Raúl Otero, secretario de Comunicaciones de la Nación en los años 90. 

Efectivamente, la dirección del Dr Sahade al frente del Instituto constituyó 
una época muy fructífera, en la que no solo son de destacar las nutridas relaciones 
que se establecen con investigadores del extranjero